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En busca del sueño huichol

En busca del sueño huichol

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Fotografía de
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Ilustración de
Traducción de
16
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05
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19
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El sueño del Mara’akame, una cinta que explora la vida de una comunidad huichol en Jalisco

La curiosidad de un joven cineasta por entender el mundo de un chamán y los lugares sagrados de la cultura huichol o wixárika, que habita en el oeste central de México, llevó a Federico Cecchetti a emprender un viaje por un mundo onírico plagado de misticismo; a poder formar parte de una comunidad situada en La Cebolleta, en Jalisco, beber tesgüino—bebida a base de maíz— y a comer hikuri—peyote—. También le abrió el camino para la realización de su ópera prima, que después de ser premiada en el Festival Internacional de Cine de Morelia y de ganar dos premios Ariel, llega a las salas comerciales este 17 de mayo.El sueño del Mara'akamees una cinta de ficción que lleva al espectador por un viaje donde los sueños son el eje conductor entre un chamán y su hijo, Nieri, un joven indígena que anhela viajar con su banda musical para tocar en la Ciudad de México. Sin embargo, su padre, un mara’akame (chamán huichol), busca que su hijo continúe con la tradición y se convierta en un chamán como él. En un viaje que realizan a la capital para vender artesanías y que el padre realice una sanación, Nieri se queda solo y se pierde entre las calles de la gran urbe, lo que lo lleva a un encuentro con su destino.

El sueño del Mara’akame huicholes

El primer encantamiento que Cecchetti tuvo con los wixárika se remonta a cuando realizó su cortometraje Los trashumantes, que filmó en Real de Catorce en 2009, como su tesis para el CUEC. Este trabajo estuvo nominado al Ariel. Tiempo después su amiga, la actriz Xochiquetzal Rodríguez, le presentó un mara’kamede nombre Antonio Parra, de cincuenta y pocos años, quien luego de tomarse un café con él y de mostrarle interés en su cultura, lo invitó a grabar la graduación de primaria de su hija, la primera vez que tendría un real acercamiento con la comunidad huichol. Aceptó sin pensarlo dos veces.“Las comunidades wixárikas son muy cerradas, no les gusta que los graben, pero desde el primer momento Antonio y yo hicimos clic. A los dos días se realizó la ceremonia del Hikuri Neixa, la fiesta del peyote. Ahí inició todo”, cuenta Cecchetti, quien en repetidas ocasiones acompañó a la comunidad (integrada por unos 150 habitantes) y estrechó lazos de amistad, lo que le permitió tejer la historia de su película.Una vez las puertas abiertas, Antonio no sólo se convirtió en el eje central de la película, sino en su cómplice para adentrarse a sus costumbres, luego de varios años de ir sin cámara, y de involucrar a Antonio y su hijo Luciano en el proyecto. Aunque en un inicio la comunidad estaba un tanto renuente al rodaje, algunos terminaron trabajando como actores o asistentes de producción, prestaron artículos para la recreación de las ceremonias, y las mujeres bordaron los trajes típicos para los actores, además de compartir anécdotas, consejos y recuerdos. Sin embrago, la filmación no fue sencilla. Los wixárika son celosos de sus tradiciones y el director no estuvo exento de toparse con algunas dificultades, como aquella vez que movieron algunos objetos del ritual y los huicholes se molestaron por una falta de respeto, pidiéndoles que ofrecieran el sacrificio de un toro para reparar la falta. Afortunadamente, el mara’kameintervino y no fue necesario.

El sueño del Mara’akame película

Después de un par de años de aprendizaje, convivencia y trabajo, Cecchetti convirtió en una realidad esta película. Logró retratar el contraste que existe entre una tradición milenaria y el mundo urbano, sin dejar de lado el contexto político y social que envuelve ambos mundos. Aunque desde 1988 la UNESCO incorporó la zona de Wirikuta a la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales, y en 1998 fue declarada Reserva Ecológica Natural y Cultural, empresas mineras han buscado apropiarse de parte de este territorio, una mortal amenaza a la biodiversidad de su ecosistema.“Es una película amable con el espectador, narrativa, de aventuras, que tiene un mensaje y un contexto particular. Estoy convencido de que hay mucha gente interesada en seguir descubriendo el mundo indígena y ver películas que aborden temas desde otras perspectivas. Tengo fe de que la película encuentre su propio nicho”, concluye Cecchetti.

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El sueño del Mara’akame, una cinta que explora la vida de una comunidad huichol en Jalisco

La curiosidad de un joven cineasta por entender el mundo de un chamán y los lugares sagrados de la cultura huichol o wixárika, que habita en el oeste central de México, llevó a Federico Cecchetti a emprender un viaje por un mundo onírico plagado de misticismo; a poder formar parte de una comunidad situada en La Cebolleta, en Jalisco, beber tesgüino—bebida a base de maíz— y a comer hikuri—peyote—. También le abrió el camino para la realización de su ópera prima, que después de ser premiada en el Festival Internacional de Cine de Morelia y de ganar dos premios Ariel, llega a las salas comerciales este 17 de mayo.El sueño del Mara'akamees una cinta de ficción que lleva al espectador por un viaje donde los sueños son el eje conductor entre un chamán y su hijo, Nieri, un joven indígena que anhela viajar con su banda musical para tocar en la Ciudad de México. Sin embargo, su padre, un mara’akame (chamán huichol), busca que su hijo continúe con la tradición y se convierta en un chamán como él. En un viaje que realizan a la capital para vender artesanías y que el padre realice una sanación, Nieri se queda solo y se pierde entre las calles de la gran urbe, lo que lo lleva a un encuentro con su destino.

El sueño del Mara’akame huicholes

El primer encantamiento que Cecchetti tuvo con los wixárika se remonta a cuando realizó su cortometraje Los trashumantes, que filmó en Real de Catorce en 2009, como su tesis para el CUEC. Este trabajo estuvo nominado al Ariel. Tiempo después su amiga, la actriz Xochiquetzal Rodríguez, le presentó un mara’kamede nombre Antonio Parra, de cincuenta y pocos años, quien luego de tomarse un café con él y de mostrarle interés en su cultura, lo invitó a grabar la graduación de primaria de su hija, la primera vez que tendría un real acercamiento con la comunidad huichol. Aceptó sin pensarlo dos veces.“Las comunidades wixárikas son muy cerradas, no les gusta que los graben, pero desde el primer momento Antonio y yo hicimos clic. A los dos días se realizó la ceremonia del Hikuri Neixa, la fiesta del peyote. Ahí inició todo”, cuenta Cecchetti, quien en repetidas ocasiones acompañó a la comunidad (integrada por unos 150 habitantes) y estrechó lazos de amistad, lo que le permitió tejer la historia de su película.Una vez las puertas abiertas, Antonio no sólo se convirtió en el eje central de la película, sino en su cómplice para adentrarse a sus costumbres, luego de varios años de ir sin cámara, y de involucrar a Antonio y su hijo Luciano en el proyecto. Aunque en un inicio la comunidad estaba un tanto renuente al rodaje, algunos terminaron trabajando como actores o asistentes de producción, prestaron artículos para la recreación de las ceremonias, y las mujeres bordaron los trajes típicos para los actores, además de compartir anécdotas, consejos y recuerdos. Sin embrago, la filmación no fue sencilla. Los wixárika son celosos de sus tradiciones y el director no estuvo exento de toparse con algunas dificultades, como aquella vez que movieron algunos objetos del ritual y los huicholes se molestaron por una falta de respeto, pidiéndoles que ofrecieran el sacrificio de un toro para reparar la falta. Afortunadamente, el mara’kameintervino y no fue necesario.

El sueño del Mara’akame película

Después de un par de años de aprendizaje, convivencia y trabajo, Cecchetti convirtió en una realidad esta película. Logró retratar el contraste que existe entre una tradición milenaria y el mundo urbano, sin dejar de lado el contexto político y social que envuelve ambos mundos. Aunque desde 1988 la UNESCO incorporó la zona de Wirikuta a la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales, y en 1998 fue declarada Reserva Ecológica Natural y Cultural, empresas mineras han buscado apropiarse de parte de este territorio, una mortal amenaza a la biodiversidad de su ecosistema.“Es una película amable con el espectador, narrativa, de aventuras, que tiene un mensaje y un contexto particular. Estoy convencido de que hay mucha gente interesada en seguir descubriendo el mundo indígena y ver películas que aborden temas desde otras perspectivas. Tengo fe de que la película encuentre su propio nicho”, concluye Cecchetti.

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La curiosidad de un joven cineasta por entender el mundo de un chamán y los lugares sagrados de la cultura huichol o wixárika, que habita en el oeste central de México, llevó a Federico Cecchetti a emprender un viaje por un mundo onírico plagado de misticismo; a poder formar parte de una comunidad situada en La Cebolleta, en Jalisco, beber tesgüino—bebida a base de maíz— y a comer hikuri—peyote—. También le abrió el camino para la realización de su ópera prima, que después de ser premiada en el Festival Internacional de Cine de Morelia y de ganar dos premios Ariel, llega a las salas comerciales este 17 de mayo.El sueño del Mara'akamees una cinta de ficción que lleva al espectador por un viaje donde los sueños son el eje conductor entre un chamán y su hijo, Nieri, un joven indígena que anhela viajar con su banda musical para tocar en la Ciudad de México. Sin embargo, su padre, un mara’akame (chamán huichol), busca que su hijo continúe con la tradición y se convierta en un chamán como él. En un viaje que realizan a la capital para vender artesanías y que el padre realice una sanación, Nieri se queda solo y se pierde entre las calles de la gran urbe, lo que lo lleva a un encuentro con su destino.

El sueño del Mara’akame huicholes

El primer encantamiento que Cecchetti tuvo con los wixárika se remonta a cuando realizó su cortometraje Los trashumantes, que filmó en Real de Catorce en 2009, como su tesis para el CUEC. Este trabajo estuvo nominado al Ariel. Tiempo después su amiga, la actriz Xochiquetzal Rodríguez, le presentó un mara’kamede nombre Antonio Parra, de cincuenta y pocos años, quien luego de tomarse un café con él y de mostrarle interés en su cultura, lo invitó a grabar la graduación de primaria de su hija, la primera vez que tendría un real acercamiento con la comunidad huichol. Aceptó sin pensarlo dos veces.“Las comunidades wixárikas son muy cerradas, no les gusta que los graben, pero desde el primer momento Antonio y yo hicimos clic. A los dos días se realizó la ceremonia del Hikuri Neixa, la fiesta del peyote. Ahí inició todo”, cuenta Cecchetti, quien en repetidas ocasiones acompañó a la comunidad (integrada por unos 150 habitantes) y estrechó lazos de amistad, lo que le permitió tejer la historia de su película.Una vez las puertas abiertas, Antonio no sólo se convirtió en el eje central de la película, sino en su cómplice para adentrarse a sus costumbres, luego de varios años de ir sin cámara, y de involucrar a Antonio y su hijo Luciano en el proyecto. Aunque en un inicio la comunidad estaba un tanto renuente al rodaje, algunos terminaron trabajando como actores o asistentes de producción, prestaron artículos para la recreación de las ceremonias, y las mujeres bordaron los trajes típicos para los actores, además de compartir anécdotas, consejos y recuerdos. Sin embrago, la filmación no fue sencilla. Los wixárika son celosos de sus tradiciones y el director no estuvo exento de toparse con algunas dificultades, como aquella vez que movieron algunos objetos del ritual y los huicholes se molestaron por una falta de respeto, pidiéndoles que ofrecieran el sacrificio de un toro para reparar la falta. Afortunadamente, el mara’kameintervino y no fue necesario.

El sueño del Mara’akame película

Después de un par de años de aprendizaje, convivencia y trabajo, Cecchetti convirtió en una realidad esta película. Logró retratar el contraste que existe entre una tradición milenaria y el mundo urbano, sin dejar de lado el contexto político y social que envuelve ambos mundos. Aunque desde 1988 la UNESCO incorporó la zona de Wirikuta a la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales, y en 1998 fue declarada Reserva Ecológica Natural y Cultural, empresas mineras han buscado apropiarse de parte de este territorio, una mortal amenaza a la biodiversidad de su ecosistema.“Es una película amable con el espectador, narrativa, de aventuras, que tiene un mensaje y un contexto particular. Estoy convencido de que hay mucha gente interesada en seguir descubriendo el mundo indígena y ver películas que aborden temas desde otras perspectivas. Tengo fe de que la película encuentre su propio nicho”, concluye Cecchetti.

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La curiosidad de un joven cineasta por entender el mundo de un chamán y los lugares sagrados de la cultura huichol o wixárika, que habita en el oeste central de México, llevó a Federico Cecchetti a emprender un viaje por un mundo onírico plagado de misticismo; a poder formar parte de una comunidad situada en La Cebolleta, en Jalisco, beber tesgüino—bebida a base de maíz— y a comer hikuri—peyote—. También le abrió el camino para la realización de su ópera prima, que después de ser premiada en el Festival Internacional de Cine de Morelia y de ganar dos premios Ariel, llega a las salas comerciales este 17 de mayo.El sueño del Mara'akamees una cinta de ficción que lleva al espectador por un viaje donde los sueños son el eje conductor entre un chamán y su hijo, Nieri, un joven indígena que anhela viajar con su banda musical para tocar en la Ciudad de México. Sin embargo, su padre, un mara’akame (chamán huichol), busca que su hijo continúe con la tradición y se convierta en un chamán como él. En un viaje que realizan a la capital para vender artesanías y que el padre realice una sanación, Nieri se queda solo y se pierde entre las calles de la gran urbe, lo que lo lleva a un encuentro con su destino.

El sueño del Mara’akame huicholes

El primer encantamiento que Cecchetti tuvo con los wixárika se remonta a cuando realizó su cortometraje Los trashumantes, que filmó en Real de Catorce en 2009, como su tesis para el CUEC. Este trabajo estuvo nominado al Ariel. Tiempo después su amiga, la actriz Xochiquetzal Rodríguez, le presentó un mara’kamede nombre Antonio Parra, de cincuenta y pocos años, quien luego de tomarse un café con él y de mostrarle interés en su cultura, lo invitó a grabar la graduación de primaria de su hija, la primera vez que tendría un real acercamiento con la comunidad huichol. Aceptó sin pensarlo dos veces.“Las comunidades wixárikas son muy cerradas, no les gusta que los graben, pero desde el primer momento Antonio y yo hicimos clic. A los dos días se realizó la ceremonia del Hikuri Neixa, la fiesta del peyote. Ahí inició todo”, cuenta Cecchetti, quien en repetidas ocasiones acompañó a la comunidad (integrada por unos 150 habitantes) y estrechó lazos de amistad, lo que le permitió tejer la historia de su película.Una vez las puertas abiertas, Antonio no sólo se convirtió en el eje central de la película, sino en su cómplice para adentrarse a sus costumbres, luego de varios años de ir sin cámara, y de involucrar a Antonio y su hijo Luciano en el proyecto. Aunque en un inicio la comunidad estaba un tanto renuente al rodaje, algunos terminaron trabajando como actores o asistentes de producción, prestaron artículos para la recreación de las ceremonias, y las mujeres bordaron los trajes típicos para los actores, además de compartir anécdotas, consejos y recuerdos. Sin embrago, la filmación no fue sencilla. Los wixárika son celosos de sus tradiciones y el director no estuvo exento de toparse con algunas dificultades, como aquella vez que movieron algunos objetos del ritual y los huicholes se molestaron por una falta de respeto, pidiéndoles que ofrecieran el sacrificio de un toro para reparar la falta. Afortunadamente, el mara’kameintervino y no fue necesario.

El sueño del Mara’akame película

Después de un par de años de aprendizaje, convivencia y trabajo, Cecchetti convirtió en una realidad esta película. Logró retratar el contraste que existe entre una tradición milenaria y el mundo urbano, sin dejar de lado el contexto político y social que envuelve ambos mundos. Aunque desde 1988 la UNESCO incorporó la zona de Wirikuta a la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales, y en 1998 fue declarada Reserva Ecológica Natural y Cultural, empresas mineras han buscado apropiarse de parte de este territorio, una mortal amenaza a la biodiversidad de su ecosistema.“Es una película amable con el espectador, narrativa, de aventuras, que tiene un mensaje y un contexto particular. Estoy convencido de que hay mucha gente interesada en seguir descubriendo el mundo indígena y ver películas que aborden temas desde otras perspectivas. Tengo fe de que la película encuentre su propio nicho”, concluye Cecchetti.

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El primer encantamiento que Cecchetti tuvo con los wixárika se remonta a cuando realizó su cortometraje Los trashumantes, que filmó en Real de Catorce en 2009, como su tesis para el CUEC. Este trabajo estuvo nominado al Ariel. Tiempo después su amiga, la actriz Xochiquetzal Rodríguez, le presentó un mara’kamede nombre Antonio Parra, de cincuenta y pocos años, quien luego de tomarse un café con él y de mostrarle interés en su cultura, lo invitó a grabar la graduación de primaria de su hija, la primera vez que tendría un real acercamiento con la comunidad huichol. Aceptó sin pensarlo dos veces.“Las comunidades wixárikas son muy cerradas, no les gusta que los graben, pero desde el primer momento Antonio y yo hicimos clic. A los dos días se realizó la ceremonia del Hikuri Neixa, la fiesta del peyote. Ahí inició todo”, cuenta Cecchetti, quien en repetidas ocasiones acompañó a la comunidad (integrada por unos 150 habitantes) y estrechó lazos de amistad, lo que le permitió tejer la historia de su película.Una vez las puertas abiertas, Antonio no sólo se convirtió en el eje central de la película, sino en su cómplice para adentrarse a sus costumbres, luego de varios años de ir sin cámara, y de involucrar a Antonio y su hijo Luciano en el proyecto. Aunque en un inicio la comunidad estaba un tanto renuente al rodaje, algunos terminaron trabajando como actores o asistentes de producción, prestaron artículos para la recreación de las ceremonias, y las mujeres bordaron los trajes típicos para los actores, además de compartir anécdotas, consejos y recuerdos. Sin embrago, la filmación no fue sencilla. Los wixárika son celosos de sus tradiciones y el director no estuvo exento de toparse con algunas dificultades, como aquella vez que movieron algunos objetos del ritual y los huicholes se molestaron por una falta de respeto, pidiéndoles que ofrecieran el sacrificio de un toro para reparar la falta. Afortunadamente, el mara’kameintervino y no fue necesario.

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Después de un par de años de aprendizaje, convivencia y trabajo, Cecchetti convirtió en una realidad esta película. Logró retratar el contraste que existe entre una tradición milenaria y el mundo urbano, sin dejar de lado el contexto político y social que envuelve ambos mundos. Aunque desde 1988 la UNESCO incorporó la zona de Wirikuta a la Red Mundial de Sitios Sagrados Naturales, y en 1998 fue declarada Reserva Ecológica Natural y Cultural, empresas mineras han buscado apropiarse de parte de este territorio, una mortal amenaza a la biodiversidad de su ecosistema.“Es una película amable con el espectador, narrativa, de aventuras, que tiene un mensaje y un contexto particular. Estoy convencido de que hay mucha gente interesada en seguir descubriendo el mundo indígena y ver películas que aborden temas desde otras perspectivas. Tengo fe de que la película encuentre su propio nicho”, concluye Cecchetti.

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