La enfermedad de la pica: comer tierra, jabón y hielo

Los deseos en el año de la pica

Una crónica personal sobre la enfermedad de la pica. ¿Qué se siente padecer de antojos verdaderamente extraños? El gusto por las barras de jabón, la ansiedad por meterse migajas de tierra a la boca o por saborear escamas de yeso son algunos síntomas que revelan este trastorno.

Tiempo de lectura: 7 minutos

Y ahí voy de nuevo a hablar de lo que como y no como y cómo me lo como. A hablar de que en la precaria balanza de mi pensamiento lo que le sucedió a mi cuerpo pasó desapercibido aunque era en verdad muy obvio: tuve pica y todavía no sé cómo fue penetrando en mí hasta hacerme creer que esos antojos que me hacían ponerme literalmente de rodillas eran algo normal, común y sin consecuencias.

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Un día cualquiera (digamos que fue un miércoles) pasé frente a la lavadora que estaba haciendo lo suyo. Es de carga frontal y tiene una ventana de plástico transparente donde puede verse lo que pasa dentro. Y lo que pasaba ese miércoles era espuma, mucha espuma blanca, espesa. Sin proponérmelo y sin estar muy consciente de lo que hacía, me senté en el suelo a contemplarla, salivando. Dejé mi lugar frente a la lavadora únicamente para ir por un suéter y por la caja de detergente. Mientras la espuma giraba, yo hundía mi nariz en la caja de polvo multicolor, llenándome los pulmones y las papilas gustativas del perfume dulce, acre y tóxico del jabón para la ropa.

En menos de lo que dices qué está pasando ya lamía yo barras de Zote. No me gustaba el sabor, así que después daba tragos a algo que lo borrara (casi siempre un Electrolit, a la mano, de sabores intensos); a pesar de eso, seguí lamiendo barras. En el supermercado encontré un jabón negro de lavandería; era francés y me pareció muy caro hasta que lo acerqué a mi nariz: el olor* me hizo comprar una decena y no me puse a chuparlo en esos pasillos poblados de personas nomás porque pensé en mi madre y en lo que hubiera dicho si me viera.

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