Es extraño pensar que el músico y productor Gustavo Santaolalla, que no ha dejado de trabajar un solo día, esté sacando su primer lp. Sobre todo cuando está a cuatro años de cumplir los 70 años. Asegura que no era el tiempo adecuado, estaba sumergido en el trabajo que le daba Surco Records J.V., la disquera de la que es propietario, y con las múltiples producciones alternas en las que ha trabajado. “La opción que tenía era hacer un disco sabiendo que no iba a promocionarlo, porque no tenía tiempo para hacerlo. Así que la opción era no hacerlo”, cuenta el argentino sentado en una especie de escenario que Sony Music puso para esta entrevista.
Su carrera comenzó hace 50 años, cuando fundó a los 16 la banda de rock Arco Iris y desde entonces ha recorrido no sólo continentes, también diferentes géneros, plataformas y medios para la composición y producción de música. “Todo fue algo que ocurrió al azar, y una cosa que fue llevando a otra”, explica. De pronto, pasó de ser integrante de una de las bandas más significativas para el rock en español, a ser el productor de algunas de las bandas con más resonancia en Latinoamérica, a musicalizar películas y hasta videojuegos. Produjo a nombres pesados como Caifanes, Maldita Vecindad, Café Tacvba, Fobia, Molotov, Bersuit Vergarabat, Julieta Venegas y Jorge Drexler, entre otros. Recibió dos veces el Premio Oscar, ambas por Mejor Banda Sonora: en 2006, por Brokeback Mountain, y al año siguiente por Babel. Pero el cine también ha visto pasar su buen oído por Amores Perros, 21 Gramos y Diarios de Motocicleta. Y después hizo la música de The Last of Us, que en 2013 se convirtió en el mejor videojuego de lanzamiento, y tuvo una secuela después. Santaolalla habla de sincronías, conjugaciones temporales y aunque nunca menciona la suerte, parece que todo el tiempo la tiene presente. Se expresa refiriéndose al taoísmo y al budismo y cuenta que lo que él ha hecho en esta vida es prestar atención: “Para escribir y nutrirte, tenés que estar atento, poner atención a lo que está pasando”, dice. Atención en lo que otros están haciendo para encontrar a los diamantes en bruto; atención en las oportunidades que se presentan y en las que hay que salir a buscar; a los lugares a donde el viaje lleva. El primer viaje que Santaolalla hizo en la vida, a los diez, fue uno muy atípico. “Fui a Estados Unidos desde Argentina en un cuatrimotor, literalmente. Así como lo escuchás. Treinta y seis horas nos tardamos en llegar, el avión subía, bajaba, subía, bajaba, increíble. Una historia de esas alucinantes. Crucé la cordillera en ese avisón sin cabina presurizada”, dice el compositor. La aventura se le quedó en una especie de marca, como un tatuaje que le recuerda que viajar es aprender, y cita a Litto Nebbia, músico compatriota que canta “viajando se fortalece el corazón”. Así ha recorrido el mundo, en un intento por curar esa fiebre. Tanto que a sus 66 años, la travesía que realmente le gustaría hacer es hacia al espacio. “Veo a la vida como un viaje donde hay distintos tramos del viaje y ahora estamos transitando uno”. Así, en un recorrido musical que ha explorado plataformas y medios variados, géneros, instrumentos, un día decidió por fin escuchar lo que él había escrito. “Por primera vez, en muchísimo tiempo, me puse a escuchar los temas viejos, y ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que había una atemporalidad en la música”. En 18 piezas, se sintetizan 50 años de vida, crecimiento y creatividad, que, como él mismo dice, no se percibe que haya pasado en una vida entera con los altibajos que eso implica, sino que se muestran como parte de un todo. Y recurre a casi cincuenta instrumentos tan distintos entre sí, de la guitarra eléctrica, la armónica, el bajo, hasta el tambur, la caja chayera y las campanas tubulares, entre otros. Sin nostalgia, porque eso implicaría una pérdida, para Santaolalla Raconto —que significa “relato” en italiano— es la acumulación de historias, así como la narrativa del viaje que ahora lo lleva a los escenarios, uno de ellos el mexicano, como parte de su gira “Desandando el camino”, que lo verá el 25 de septiembre acompañado de grandes músicos como Javier Casalla, Nicolás Rainone, Barbarita Palacios, Andrés Beeuwsaert y Pablo González. “La vedette del show será la música, y las canciones, porque no habrá bailarín, ni coreografía, ni proyecciones, ni cambio de vestuario. Serán sólo las canciones y la música”, concluye un gigante como él.
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Gustavo Santaolalla, productor de nombres pesados como Caifanes, Café Tacvba, Fobia, Jorge Drexler, entre otros, lanza su propio LP.
Es extraño pensar que el músico y productor Gustavo Santaolalla, que no ha dejado de trabajar un solo día, esté sacando su primer lp. Sobre todo cuando está a cuatro años de cumplir los 70 años. Asegura que no era el tiempo adecuado, estaba sumergido en el trabajo que le daba Surco Records J.V., la disquera de la que es propietario, y con las múltiples producciones alternas en las que ha trabajado. “La opción que tenía era hacer un disco sabiendo que no iba a promocionarlo, porque no tenía tiempo para hacerlo. Así que la opción era no hacerlo”, cuenta el argentino sentado en una especie de escenario que Sony Music puso para esta entrevista.
Su carrera comenzó hace 50 años, cuando fundó a los 16 la banda de rock Arco Iris y desde entonces ha recorrido no sólo continentes, también diferentes géneros, plataformas y medios para la composición y producción de música. “Todo fue algo que ocurrió al azar, y una cosa que fue llevando a otra”, explica. De pronto, pasó de ser integrante de una de las bandas más significativas para el rock en español, a ser el productor de algunas de las bandas con más resonancia en Latinoamérica, a musicalizar películas y hasta videojuegos. Produjo a nombres pesados como Caifanes, Maldita Vecindad, Café Tacvba, Fobia, Molotov, Bersuit Vergarabat, Julieta Venegas y Jorge Drexler, entre otros. Recibió dos veces el Premio Oscar, ambas por Mejor Banda Sonora: en 2006, por Brokeback Mountain, y al año siguiente por Babel. Pero el cine también ha visto pasar su buen oído por Amores Perros, 21 Gramos y Diarios de Motocicleta. Y después hizo la música de The Last of Us, que en 2013 se convirtió en el mejor videojuego de lanzamiento, y tuvo una secuela después. Santaolalla habla de sincronías, conjugaciones temporales y aunque nunca menciona la suerte, parece que todo el tiempo la tiene presente. Se expresa refiriéndose al taoísmo y al budismo y cuenta que lo que él ha hecho en esta vida es prestar atención: “Para escribir y nutrirte, tenés que estar atento, poner atención a lo que está pasando”, dice. Atención en lo que otros están haciendo para encontrar a los diamantes en bruto; atención en las oportunidades que se presentan y en las que hay que salir a buscar; a los lugares a donde el viaje lleva. El primer viaje que Santaolalla hizo en la vida, a los diez, fue uno muy atípico. “Fui a Estados Unidos desde Argentina en un cuatrimotor, literalmente. Así como lo escuchás. Treinta y seis horas nos tardamos en llegar, el avión subía, bajaba, subía, bajaba, increíble. Una historia de esas alucinantes. Crucé la cordillera en ese avisón sin cabina presurizada”, dice el compositor. La aventura se le quedó en una especie de marca, como un tatuaje que le recuerda que viajar es aprender, y cita a Litto Nebbia, músico compatriota que canta “viajando se fortalece el corazón”. Así ha recorrido el mundo, en un intento por curar esa fiebre. Tanto que a sus 66 años, la travesía que realmente le gustaría hacer es hacia al espacio. “Veo a la vida como un viaje donde hay distintos tramos del viaje y ahora estamos transitando uno”. Así, en un recorrido musical que ha explorado plataformas y medios variados, géneros, instrumentos, un día decidió por fin escuchar lo que él había escrito. “Por primera vez, en muchísimo tiempo, me puse a escuchar los temas viejos, y ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que había una atemporalidad en la música”. En 18 piezas, se sintetizan 50 años de vida, crecimiento y creatividad, que, como él mismo dice, no se percibe que haya pasado en una vida entera con los altibajos que eso implica, sino que se muestran como parte de un todo. Y recurre a casi cincuenta instrumentos tan distintos entre sí, de la guitarra eléctrica, la armónica, el bajo, hasta el tambur, la caja chayera y las campanas tubulares, entre otros. Sin nostalgia, porque eso implicaría una pérdida, para Santaolalla Raconto —que significa “relato” en italiano— es la acumulación de historias, así como la narrativa del viaje que ahora lo lleva a los escenarios, uno de ellos el mexicano, como parte de su gira “Desandando el camino”, que lo verá el 25 de septiembre acompañado de grandes músicos como Javier Casalla, Nicolás Rainone, Barbarita Palacios, Andrés Beeuwsaert y Pablo González. “La vedette del show será la música, y las canciones, porque no habrá bailarín, ni coreografía, ni proyecciones, ni cambio de vestuario. Serán sólo las canciones y la música”, concluye un gigante como él.
Gustavo Santaolalla, productor de nombres pesados como Caifanes, Café Tacvba, Fobia, Jorge Drexler, entre otros, lanza su propio LP.
Es extraño pensar que el músico y productor Gustavo Santaolalla, que no ha dejado de trabajar un solo día, esté sacando su primer lp. Sobre todo cuando está a cuatro años de cumplir los 70 años. Asegura que no era el tiempo adecuado, estaba sumergido en el trabajo que le daba Surco Records J.V., la disquera de la que es propietario, y con las múltiples producciones alternas en las que ha trabajado. “La opción que tenía era hacer un disco sabiendo que no iba a promocionarlo, porque no tenía tiempo para hacerlo. Así que la opción era no hacerlo”, cuenta el argentino sentado en una especie de escenario que Sony Music puso para esta entrevista.
Su carrera comenzó hace 50 años, cuando fundó a los 16 la banda de rock Arco Iris y desde entonces ha recorrido no sólo continentes, también diferentes géneros, plataformas y medios para la composición y producción de música. “Todo fue algo que ocurrió al azar, y una cosa que fue llevando a otra”, explica. De pronto, pasó de ser integrante de una de las bandas más significativas para el rock en español, a ser el productor de algunas de las bandas con más resonancia en Latinoamérica, a musicalizar películas y hasta videojuegos. Produjo a nombres pesados como Caifanes, Maldita Vecindad, Café Tacvba, Fobia, Molotov, Bersuit Vergarabat, Julieta Venegas y Jorge Drexler, entre otros. Recibió dos veces el Premio Oscar, ambas por Mejor Banda Sonora: en 2006, por Brokeback Mountain, y al año siguiente por Babel. Pero el cine también ha visto pasar su buen oído por Amores Perros, 21 Gramos y Diarios de Motocicleta. Y después hizo la música de The Last of Us, que en 2013 se convirtió en el mejor videojuego de lanzamiento, y tuvo una secuela después. Santaolalla habla de sincronías, conjugaciones temporales y aunque nunca menciona la suerte, parece que todo el tiempo la tiene presente. Se expresa refiriéndose al taoísmo y al budismo y cuenta que lo que él ha hecho en esta vida es prestar atención: “Para escribir y nutrirte, tenés que estar atento, poner atención a lo que está pasando”, dice. Atención en lo que otros están haciendo para encontrar a los diamantes en bruto; atención en las oportunidades que se presentan y en las que hay que salir a buscar; a los lugares a donde el viaje lleva. El primer viaje que Santaolalla hizo en la vida, a los diez, fue uno muy atípico. “Fui a Estados Unidos desde Argentina en un cuatrimotor, literalmente. Así como lo escuchás. Treinta y seis horas nos tardamos en llegar, el avión subía, bajaba, subía, bajaba, increíble. Una historia de esas alucinantes. Crucé la cordillera en ese avisón sin cabina presurizada”, dice el compositor. La aventura se le quedó en una especie de marca, como un tatuaje que le recuerda que viajar es aprender, y cita a Litto Nebbia, músico compatriota que canta “viajando se fortalece el corazón”. Así ha recorrido el mundo, en un intento por curar esa fiebre. Tanto que a sus 66 años, la travesía que realmente le gustaría hacer es hacia al espacio. “Veo a la vida como un viaje donde hay distintos tramos del viaje y ahora estamos transitando uno”. Así, en un recorrido musical que ha explorado plataformas y medios variados, géneros, instrumentos, un día decidió por fin escuchar lo que él había escrito. “Por primera vez, en muchísimo tiempo, me puse a escuchar los temas viejos, y ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que había una atemporalidad en la música”. En 18 piezas, se sintetizan 50 años de vida, crecimiento y creatividad, que, como él mismo dice, no se percibe que haya pasado en una vida entera con los altibajos que eso implica, sino que se muestran como parte de un todo. Y recurre a casi cincuenta instrumentos tan distintos entre sí, de la guitarra eléctrica, la armónica, el bajo, hasta el tambur, la caja chayera y las campanas tubulares, entre otros. Sin nostalgia, porque eso implicaría una pérdida, para Santaolalla Raconto —que significa “relato” en italiano— es la acumulación de historias, así como la narrativa del viaje que ahora lo lleva a los escenarios, uno de ellos el mexicano, como parte de su gira “Desandando el camino”, que lo verá el 25 de septiembre acompañado de grandes músicos como Javier Casalla, Nicolás Rainone, Barbarita Palacios, Andrés Beeuwsaert y Pablo González. “La vedette del show será la música, y las canciones, porque no habrá bailarín, ni coreografía, ni proyecciones, ni cambio de vestuario. Serán sólo las canciones y la música”, concluye un gigante como él.
Gustavo Santaolalla, productor de nombres pesados como Caifanes, Café Tacvba, Fobia, Jorge Drexler, entre otros, lanza su propio LP.
Es extraño pensar que el músico y productor Gustavo Santaolalla, que no ha dejado de trabajar un solo día, esté sacando su primer lp. Sobre todo cuando está a cuatro años de cumplir los 70 años. Asegura que no era el tiempo adecuado, estaba sumergido en el trabajo que le daba Surco Records J.V., la disquera de la que es propietario, y con las múltiples producciones alternas en las que ha trabajado. “La opción que tenía era hacer un disco sabiendo que no iba a promocionarlo, porque no tenía tiempo para hacerlo. Así que la opción era no hacerlo”, cuenta el argentino sentado en una especie de escenario que Sony Music puso para esta entrevista.
Su carrera comenzó hace 50 años, cuando fundó a los 16 la banda de rock Arco Iris y desde entonces ha recorrido no sólo continentes, también diferentes géneros, plataformas y medios para la composición y producción de música. “Todo fue algo que ocurrió al azar, y una cosa que fue llevando a otra”, explica. De pronto, pasó de ser integrante de una de las bandas más significativas para el rock en español, a ser el productor de algunas de las bandas con más resonancia en Latinoamérica, a musicalizar películas y hasta videojuegos. Produjo a nombres pesados como Caifanes, Maldita Vecindad, Café Tacvba, Fobia, Molotov, Bersuit Vergarabat, Julieta Venegas y Jorge Drexler, entre otros. Recibió dos veces el Premio Oscar, ambas por Mejor Banda Sonora: en 2006, por Brokeback Mountain, y al año siguiente por Babel. Pero el cine también ha visto pasar su buen oído por Amores Perros, 21 Gramos y Diarios de Motocicleta. Y después hizo la música de The Last of Us, que en 2013 se convirtió en el mejor videojuego de lanzamiento, y tuvo una secuela después. Santaolalla habla de sincronías, conjugaciones temporales y aunque nunca menciona la suerte, parece que todo el tiempo la tiene presente. Se expresa refiriéndose al taoísmo y al budismo y cuenta que lo que él ha hecho en esta vida es prestar atención: “Para escribir y nutrirte, tenés que estar atento, poner atención a lo que está pasando”, dice. Atención en lo que otros están haciendo para encontrar a los diamantes en bruto; atención en las oportunidades que se presentan y en las que hay que salir a buscar; a los lugares a donde el viaje lleva. El primer viaje que Santaolalla hizo en la vida, a los diez, fue uno muy atípico. “Fui a Estados Unidos desde Argentina en un cuatrimotor, literalmente. Así como lo escuchás. Treinta y seis horas nos tardamos en llegar, el avión subía, bajaba, subía, bajaba, increíble. Una historia de esas alucinantes. Crucé la cordillera en ese avisón sin cabina presurizada”, dice el compositor. La aventura se le quedó en una especie de marca, como un tatuaje que le recuerda que viajar es aprender, y cita a Litto Nebbia, músico compatriota que canta “viajando se fortalece el corazón”. Así ha recorrido el mundo, en un intento por curar esa fiebre. Tanto que a sus 66 años, la travesía que realmente le gustaría hacer es hacia al espacio. “Veo a la vida como un viaje donde hay distintos tramos del viaje y ahora estamos transitando uno”. Así, en un recorrido musical que ha explorado plataformas y medios variados, géneros, instrumentos, un día decidió por fin escuchar lo que él había escrito. “Por primera vez, en muchísimo tiempo, me puse a escuchar los temas viejos, y ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que había una atemporalidad en la música”. En 18 piezas, se sintetizan 50 años de vida, crecimiento y creatividad, que, como él mismo dice, no se percibe que haya pasado en una vida entera con los altibajos que eso implica, sino que se muestran como parte de un todo. Y recurre a casi cincuenta instrumentos tan distintos entre sí, de la guitarra eléctrica, la armónica, el bajo, hasta el tambur, la caja chayera y las campanas tubulares, entre otros. Sin nostalgia, porque eso implicaría una pérdida, para Santaolalla Raconto —que significa “relato” en italiano— es la acumulación de historias, así como la narrativa del viaje que ahora lo lleva a los escenarios, uno de ellos el mexicano, como parte de su gira “Desandando el camino”, que lo verá el 25 de septiembre acompañado de grandes músicos como Javier Casalla, Nicolás Rainone, Barbarita Palacios, Andrés Beeuwsaert y Pablo González. “La vedette del show será la música, y las canciones, porque no habrá bailarín, ni coreografía, ni proyecciones, ni cambio de vestuario. Serán sólo las canciones y la música”, concluye un gigante como él.
Gustavo Santaolalla, productor de nombres pesados como Caifanes, Café Tacvba, Fobia, Jorge Drexler, entre otros, lanza su propio LP.
Es extraño pensar que el músico y productor Gustavo Santaolalla, que no ha dejado de trabajar un solo día, esté sacando su primer lp. Sobre todo cuando está a cuatro años de cumplir los 70 años. Asegura que no era el tiempo adecuado, estaba sumergido en el trabajo que le daba Surco Records J.V., la disquera de la que es propietario, y con las múltiples producciones alternas en las que ha trabajado. “La opción que tenía era hacer un disco sabiendo que no iba a promocionarlo, porque no tenía tiempo para hacerlo. Así que la opción era no hacerlo”, cuenta el argentino sentado en una especie de escenario que Sony Music puso para esta entrevista.
Su carrera comenzó hace 50 años, cuando fundó a los 16 la banda de rock Arco Iris y desde entonces ha recorrido no sólo continentes, también diferentes géneros, plataformas y medios para la composición y producción de música. “Todo fue algo que ocurrió al azar, y una cosa que fue llevando a otra”, explica. De pronto, pasó de ser integrante de una de las bandas más significativas para el rock en español, a ser el productor de algunas de las bandas con más resonancia en Latinoamérica, a musicalizar películas y hasta videojuegos. Produjo a nombres pesados como Caifanes, Maldita Vecindad, Café Tacvba, Fobia, Molotov, Bersuit Vergarabat, Julieta Venegas y Jorge Drexler, entre otros. Recibió dos veces el Premio Oscar, ambas por Mejor Banda Sonora: en 2006, por Brokeback Mountain, y al año siguiente por Babel. Pero el cine también ha visto pasar su buen oído por Amores Perros, 21 Gramos y Diarios de Motocicleta. Y después hizo la música de The Last of Us, que en 2013 se convirtió en el mejor videojuego de lanzamiento, y tuvo una secuela después. Santaolalla habla de sincronías, conjugaciones temporales y aunque nunca menciona la suerte, parece que todo el tiempo la tiene presente. Se expresa refiriéndose al taoísmo y al budismo y cuenta que lo que él ha hecho en esta vida es prestar atención: “Para escribir y nutrirte, tenés que estar atento, poner atención a lo que está pasando”, dice. Atención en lo que otros están haciendo para encontrar a los diamantes en bruto; atención en las oportunidades que se presentan y en las que hay que salir a buscar; a los lugares a donde el viaje lleva. El primer viaje que Santaolalla hizo en la vida, a los diez, fue uno muy atípico. “Fui a Estados Unidos desde Argentina en un cuatrimotor, literalmente. Así como lo escuchás. Treinta y seis horas nos tardamos en llegar, el avión subía, bajaba, subía, bajaba, increíble. Una historia de esas alucinantes. Crucé la cordillera en ese avisón sin cabina presurizada”, dice el compositor. La aventura se le quedó en una especie de marca, como un tatuaje que le recuerda que viajar es aprender, y cita a Litto Nebbia, músico compatriota que canta “viajando se fortalece el corazón”. Así ha recorrido el mundo, en un intento por curar esa fiebre. Tanto que a sus 66 años, la travesía que realmente le gustaría hacer es hacia al espacio. “Veo a la vida como un viaje donde hay distintos tramos del viaje y ahora estamos transitando uno”. Así, en un recorrido musical que ha explorado plataformas y medios variados, géneros, instrumentos, un día decidió por fin escuchar lo que él había escrito. “Por primera vez, en muchísimo tiempo, me puse a escuchar los temas viejos, y ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que había una atemporalidad en la música”. En 18 piezas, se sintetizan 50 años de vida, crecimiento y creatividad, que, como él mismo dice, no se percibe que haya pasado en una vida entera con los altibajos que eso implica, sino que se muestran como parte de un todo. Y recurre a casi cincuenta instrumentos tan distintos entre sí, de la guitarra eléctrica, la armónica, el bajo, hasta el tambur, la caja chayera y las campanas tubulares, entre otros. Sin nostalgia, porque eso implicaría una pérdida, para Santaolalla Raconto —que significa “relato” en italiano— es la acumulación de historias, así como la narrativa del viaje que ahora lo lleva a los escenarios, uno de ellos el mexicano, como parte de su gira “Desandando el camino”, que lo verá el 25 de septiembre acompañado de grandes músicos como Javier Casalla, Nicolás Rainone, Barbarita Palacios, Andrés Beeuwsaert y Pablo González. “La vedette del show será la música, y las canciones, porque no habrá bailarín, ni coreografía, ni proyecciones, ni cambio de vestuario. Serán sólo las canciones y la música”, concluye un gigante como él.
Es extraño pensar que el músico y productor Gustavo Santaolalla, que no ha dejado de trabajar un solo día, esté sacando su primer lp. Sobre todo cuando está a cuatro años de cumplir los 70 años. Asegura que no era el tiempo adecuado, estaba sumergido en el trabajo que le daba Surco Records J.V., la disquera de la que es propietario, y con las múltiples producciones alternas en las que ha trabajado. “La opción que tenía era hacer un disco sabiendo que no iba a promocionarlo, porque no tenía tiempo para hacerlo. Así que la opción era no hacerlo”, cuenta el argentino sentado en una especie de escenario que Sony Music puso para esta entrevista.
Su carrera comenzó hace 50 años, cuando fundó a los 16 la banda de rock Arco Iris y desde entonces ha recorrido no sólo continentes, también diferentes géneros, plataformas y medios para la composición y producción de música. “Todo fue algo que ocurrió al azar, y una cosa que fue llevando a otra”, explica. De pronto, pasó de ser integrante de una de las bandas más significativas para el rock en español, a ser el productor de algunas de las bandas con más resonancia en Latinoamérica, a musicalizar películas y hasta videojuegos. Produjo a nombres pesados como Caifanes, Maldita Vecindad, Café Tacvba, Fobia, Molotov, Bersuit Vergarabat, Julieta Venegas y Jorge Drexler, entre otros. Recibió dos veces el Premio Oscar, ambas por Mejor Banda Sonora: en 2006, por Brokeback Mountain, y al año siguiente por Babel. Pero el cine también ha visto pasar su buen oído por Amores Perros, 21 Gramos y Diarios de Motocicleta. Y después hizo la música de The Last of Us, que en 2013 se convirtió en el mejor videojuego de lanzamiento, y tuvo una secuela después. Santaolalla habla de sincronías, conjugaciones temporales y aunque nunca menciona la suerte, parece que todo el tiempo la tiene presente. Se expresa refiriéndose al taoísmo y al budismo y cuenta que lo que él ha hecho en esta vida es prestar atención: “Para escribir y nutrirte, tenés que estar atento, poner atención a lo que está pasando”, dice. Atención en lo que otros están haciendo para encontrar a los diamantes en bruto; atención en las oportunidades que se presentan y en las que hay que salir a buscar; a los lugares a donde el viaje lleva. El primer viaje que Santaolalla hizo en la vida, a los diez, fue uno muy atípico. “Fui a Estados Unidos desde Argentina en un cuatrimotor, literalmente. Así como lo escuchás. Treinta y seis horas nos tardamos en llegar, el avión subía, bajaba, subía, bajaba, increíble. Una historia de esas alucinantes. Crucé la cordillera en ese avisón sin cabina presurizada”, dice el compositor. La aventura se le quedó en una especie de marca, como un tatuaje que le recuerda que viajar es aprender, y cita a Litto Nebbia, músico compatriota que canta “viajando se fortalece el corazón”. Así ha recorrido el mundo, en un intento por curar esa fiebre. Tanto que a sus 66 años, la travesía que realmente le gustaría hacer es hacia al espacio. “Veo a la vida como un viaje donde hay distintos tramos del viaje y ahora estamos transitando uno”. Así, en un recorrido musical que ha explorado plataformas y medios variados, géneros, instrumentos, un día decidió por fin escuchar lo que él había escrito. “Por primera vez, en muchísimo tiempo, me puse a escuchar los temas viejos, y ahí fue cuando empecé a darme cuenta de que había una atemporalidad en la música”. En 18 piezas, se sintetizan 50 años de vida, crecimiento y creatividad, que, como él mismo dice, no se percibe que haya pasado en una vida entera con los altibajos que eso implica, sino que se muestran como parte de un todo. Y recurre a casi cincuenta instrumentos tan distintos entre sí, de la guitarra eléctrica, la armónica, el bajo, hasta el tambur, la caja chayera y las campanas tubulares, entre otros. Sin nostalgia, porque eso implicaría una pérdida, para Santaolalla Raconto —que significa “relato” en italiano— es la acumulación de historias, así como la narrativa del viaje que ahora lo lleva a los escenarios, uno de ellos el mexicano, como parte de su gira “Desandando el camino”, que lo verá el 25 de septiembre acompañado de grandes músicos como Javier Casalla, Nicolás Rainone, Barbarita Palacios, Andrés Beeuwsaert y Pablo González. “La vedette del show será la música, y las canciones, porque no habrá bailarín, ni coreografía, ni proyecciones, ni cambio de vestuario. Serán sólo las canciones y la música”, concluye un gigante como él.
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