Uno emblema de la música en el cine hollywoodense.
El pequeño Enrico “Henry” Nicola Mancini, nacido en Ohio el 16 de abril de 1924, se sentía abrumado en la sala de cine que proyectaba la película The Crusaders. Su primera impresión llegó al escuchar las voces de los actores, pues hasta ese año, 1935, sólo había visto películas silentes. Al no encontrar la orquesta que musicalizaba la película le preguntó a su padre de dónde salía el sonido. Pensó que quizás los músicos estaban detrás de la pantalla.
The Crusaders, dirigida por Cecil B. DeMille y musicalizada Rudolph Kopp, fue el primer acercamiento que Henry Mancini tuvo a la composición de música original para películas.
Durante su infancia, su padre le enseñó una tarde de lluvia a tocar la flauta. Henry y Quinto mantuvieron siempre una relación bastante estrecha.
Influenciado por la música swing de bandas dirigidas por Benny Goodman, Count Basie, Duke Ellington y Artie Shaw, Mancini adoptó elementos de cada uno mientras aprendía a tocar el piano.
Quinto era un migrante italiano y esperaba que su hijo Enrico se convirtiera en un maestro y no en un trabajador en la industria acerera como él. Con el tiempo aceptó que su hijo tenía un gran talento para la música. Después de todo, las clases de música y la colección de discos en casa con obra de Schumann, Ravel, Chopin y Tchaikovsky habían sido un anzuelo.
Quinto accedió a que su hijo partiera a estudiar con Max Adkins, profesor de otros arreglistas exitosos de jazz y big band. Henry veía a Max como una figura paternal, pues además de presentarle a Benny Goodman, su maestro le enseñaba cómo audicionar, dar propinas y ponerse trajes de etiqueta. Entusiasmado, Henry mandó sugerencias de arreglos a Goodman y decidió que iría a la prestigiosa escuela de música Juilliard en Manhattan. Mancini fue admitido en Juilliard con una beca en 1942, aunque esos años no fueron fáciles para él, ni en lo emocional ni en lo financiero. Sólo tenía 17 años, estaba lejos de casa y la estricta escuela no resultó ser lo que esperaba.
Él quería componer para orquestas y hacer arreglos, pero esas materias le esperaban mucho tiempo después. Decepcionado, se enlistó en la milicia de Estados Unidos y fue enviado a Alemania y a Austria. Meses después de terminada la guerra, Mancini permaneció durante un tiempo en Niza como flautista en orquestas militares. A su regreso obligado a Estados Unidos, encontró que las orquestas y las big bands también estaban de moda.
Así fue como se unió a la orquesta de Glenn Miller y Tex Beneke como pianista y arreglista, muy a pesar de la presión de su padre para que regresara a Juilliard. Él no se sentía lo suficientemente motivado para hacerlo y decidió seguir trabajando.
Durante los siguientes años consiguió varios trabajos como freelance haciendo arreglos y composición de música original para varios filmes en Hollywood.
En 1953 cuando se produjo la película biográfica de Glenn Miller, en la que él junto a Joseph Gershenson se encargaron de la música. Ese trabajo le brindó su primera nominación a un Oscar en la categoría de Mejor Música Original para una película. Un par de años después, Mancini ya había musicalizado más de 100 películas. Ese fue el mejor momento en la industria del cine para componer.
Según escribió John Caps en su libro, Henry Mancini: Reinventing Film Music, su llegada a Hollywood coincidió con otros dos eventos en la industria del entretenimiento. Primero, el colapso del sistema de los grandes estudios de películas y segundo, la revolución en la industria de venta de los discos.
Fue así como llegó a musicalizar la serie de detectives, Peter Gunn, cuya memorable tema principal ha sido utilizado desde entonces para acompañar escenas de misterio. Además, Mancini produjo junto a su empresa discográfica aliada , RCA Victor, decenas de álbumes de jazz que se colocaron en las listas de popularidad.
El que un músico de jazz, que además hacía música de orquesta, llegara a las mismas listas de ventas que otros artistas pop como Elvis Presley, Frank Sinatra y hasta los Rolling Stones, le confirmaba que había tomado el camino correcto.
“El sonido de Mancini parecía representar la voz orgullosa de un nuevo estilo de vida en la clase media que estaba interesada en las canciones pop y de jazz, en las películas y la televisión, en la política y también en las comodidades convencionales para quedarse en casa”, escribe John Caps.
Henry Mancini inspiró a otros músicos de la época a nivel internacional, quienes se sentían desalentados por la falta de interés del público en el jazz y por la crítica a los músicos que mezclaban ese género con otros, ya fuera pop o ritmos latinos.
Al respecto, el compositor mexicano Juan García Esquivel, quien encontró inspiración en Mancini, habló de él en una entrevista: “Hace buena música y sin embargo es comercial”.
A su vez, Mancini tomó elementos musicales de Esquivel y el cubano Dámaso Pérez Prado en sus discos de ambiente, donde perseguía la misma sofisticación que alguna vez admiró de Ellington o de Basie.
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En 1960 Henry fue elegido para hacer la música original de la adaptación fílmica de Breakfast at Tiffany’s, basada en el libro escrito por Truman Capote. La idea era que escribiera también la canción que cantaría la actriz Audrey Hepburn, quien interpretó a la cosmopolita Holly Golightly en esa historia.
Sin embargo, Hepburn no cantaba y se consideró la opción de que alguien le doblara la voz. Mancini se negó a hacerlo y se dio a la tarea de componer al piano una canción que se adaptara al rango vocal de la actriz.
Le tomó por lo menos un mes y medio decidir las primeras tres notas y cuando lo logró, terminó la aclamada “Moon River” en menos de una hora y media. De acuerdo con su esposa, Ginny Mancini, Henry se había inspirado en un río de Savannah, Georgia, al sur del país.
Cuando presentó la canción a la producción de Breakfast at Tiffany’s, el equipo pensó que era demasiado larga y contemplaron cortar la versión original. Finalmente, Audrey Hepburn intervino para que “Moon River” sonara completa.
Henry Mancini y Johnny Mercer en las letras ganaron el Oscar en 1961 por mejor canción original y es uno de los temas que marcaron la historia del cine en Hollywood.
A partir de esa colaboración, Mancini su trabajo comenzó a liderar las listas. La canción de la película La Pantera Rosa, terminó por volverlo mundialmente famoso.
Con más de 90 álbumes que varían en géneros de jazz, música clásica, pop, big band y lounge, Mancini nunca perdió su toque para ambientar historias u hogares estadounidenses.
A lo largo de su carrera fue acreedor a 20 Premios Grammys y 72 nominaciones a este galardón. También ganó cuatro Oscares a mejor canción o música original de una película y obtuvo 18 nominaciones en ese certamen.
Cuando fue cuestionado sobre si un músico joven debería seguir sus pasos, él dijo que en su juventud se sintió confundido ante la opción de profesionalizarse académicamente o experimentar afuera de las escuelas.
“El éxito no viene fácil ni rápido. Es un lujo poder sentirte desanimado y renunciar (…) Pero en momentos de estrés, siempre hay que repetirse a sí mismo, ‘hago lo que más quiero’. Esa pequeña oración será el mejor consuelo que tendrás,” respondió.
Henry Mancini falleció el 14 de junio de 1994, mientras trabajaba en diferentes proyectos educativos, musicales y de composición para más películas, entre ellas, una de Tim Burton.
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