Así sonaba México en el ’68
Un año en el que muchos músicos fueron reprimidos por cantar contra el gobierno.
“Y porque en esto murieron
mujeres y hombres del pueblo
El presidente le aumenta
al ejercito su sueldo”
– “Tragedia de Plaza de las Tres Culturas”, Judith Reyes, 1973.
Era agosto de 1967 y el barrio Haight Ashbury en San Francisco estaba por presenciar el inicio del primer verano del amor. Los historiadores coinciden en que ese fue el momento que detonó el movimiento hippie, aunado a la liberación sexual femenina con la llegada de los anticonceptivos y el uso de LSD.
Poetas de la generación beat como Allen Gingsberg se establecieron desde inicios de la década en ese barrio, considerado el distrito del movimiento hippie. El epítome de ese fulgor tuvo lugar en el Parque Golden Gate, donde se reunieron casi 30 mil personas para oponerse a la prohibición de la droga psicodélica LSD. En esa tarde de agosto se escucharon en vivo las canciones «Somebody to love» y «White Rabbit» de Jefferson Airplane. The Grateful Dead también estuvo presente interpretando rock que añadía a la psicodelia.
En las listas de popularidad, previo a octubre de 1968, entre las canciones que más se escuchaban estaba “Mrs. Robinson” de Simon & Garfunkel. El tema alcanzó éxito un año antes al ser la canción principal de la película Mrs. Robinson, protagonizada por Dustin Hoffman y Anne Bancroft.
El rock en inglés no fue la única expresión musical contracultural de aquel momento. En mayo de 1968 los jóvenes de París protestaron contra el gobierno conservador de Charles De Gaulle. El movimiento se conformaba principalmente por estudiantes y eventualmente se unieron trabajadores que ocuparon las universidades y las fábricas para exigir que los militares se retiraran de los campus educativos. Durante las protestas, las fuerzas policiales francesas reprimieron a los manifestantes con gas lacrimógeno y arrestaron alumnos.
Las canciones politizadas de Collette Magny inspiraron parte de su rebeldía. Otra pieza de la chanson francaise en 1968 fue «Le méteque», escrita e interpretada por el joven Georges Moustaki, quien vivió el 68 de manera intensa.
Bob Dylan fue otro cantautor que popularizó la música de protesta en los sesenta, a pesar de que se había retirado de los escenarios tras un accidente en moto en 1966. En medio de las marchas contra la guerra de Vietnam, las elecciones próximas de Estados Unidos y la segregación, Dylan había decidido dedicarle unos años a la paternidad.
No obstante, varias canciones de sus álbumes anteriores aún resonaban con fuerza entre los jóvenes. «Like a Rolling Stone», «Highway 61 Revisited», “The Times are A-changin’” o «Ballad of a Thin Man”, unieron a cientos de estudiantes a nivel internacional. “All alone the watchtower” de Dylan se convirtió en un himno de protesta que Jimi Hendrix retomaría para su disco Electric Ladyland, publicado días después de la masacre de Tlatelolco.
“Born to be wild” de Steppenwolf, a pesar de ser una canción de rock pesado, un género sumamente criticado en el momento, logró abrirse camino entre la juventud. Está considerada como una de las canciones representativas e inaugurales del Heavy Metal. José Feliciano también aparecía en la lista de éxitos con su versión de “Light My fire” de los Doors.
Cream mantenía dos éxitos en las listas de popularidad con “White Room” y “Sunshine of your love”. Por otro lado, Canned Heat inspiraba a los jóvenes autoestopistas que huían de sus casas con su canción “On the road again”; y Donovan incursionaba en el folk psicodélico con “Hurdy Gurdy Man”. Los Rolling Stones se mantenían en los primeros lugares con “Jumpin’ Jack Flash” y The Who daba la batalla con “Magic Bus”. El rock puro de Deep Purple era representado con “Hush” y con su tremenda voz, Aretha Franklin alcanzaba un lugar inolvidable en la historia de la música con “I say a Little Prayer”.
México ‘68
En nuestro país, Óscar Chávez, era considerado el representante por excelencia de la canción de protesta, pues tenía ya un legado de al menos un lustro como cantante y compositor en la escena local. Al principio de su carrera interpretaba corridos post revolucionarios o temas de música tradicional latinoamericana, como «Román Castillo» y a partir de entonces su voz marco una era.
Amparo Ochoa era otra cantante mexicana que pertenecía al movimiento musical de la Nueva Canción de América Latina. En 1968 tocaba junto a Chávez en universidades y bares de la ciudad.
Ese mismo año, la cantautora Judith Reyes se inmiscuyó en la vida de los campesinos de Chihuahua y se inspiraba en ellos para componer corridos y defender sus causas. Ella abandonó la oportunidad de ser una cantante de música comercial para componer e interpretar otras baladas con corte político. Incluso escribió una canción a Mao Tse Tung, el líder comunista chino.
Las letras de las canciones de Judith Reyes, junto con su voz desgarradora, le ganaron enemigos públicos en el gobierno del sombrío Gustavo Díaz Ordaz. La periodista Liliana García Sánchez, autora de Judith Reyes, una mujer de canto revolucionario, relata en la biografía de la cantante que, en 1969 hombres con metralletas y enmascarados que pertenecían al Estado Mayor Presidencial, la sacaron de su casa por la noche y la golpearon. Antes de liberarla, querían que les prometiera que no cantaría de nuevo canciones de protesta, una advertencia a la que nunca hizo caso. Liliana vincula las influencias del rock mexicano de los ochenta, popularizado por Rodrigo González y Jaime López, directamente a las canciones que hizo Reyes.
Aunque Óscar Chávez, Amparo Ochoa y Judith Reyes tenían influencias de cantantes latinoamericanas, como la chilena Violeta Parra y la argentina Mercedes Sosa, los tres incluían elementos de la música típica mexicana, como los corridos y las canciones rancheras.
En 1968 muchos cantantes populares que alcanzaron gran éxito con versiones en español del rock en inglés, entre ellos estaba Enrique Guzmán, Angélica María, Julissa, Los Rockin’ Devils y Los Leo, quienes comenzaron a perder popularidad frente a la fuerza de las orquestas de Pérez Prado y Celia Cuz. La escena del rock musical contestatario también les quitó su lugar con canciones de Los Dug Dugs y Javier Bátiz.
Entre los representantes de otros géneros estaba el compositor de música clásica y director de orquesta, Carlos Chávez. El también crítico musical se caracterizaba por amalgamar el pensamiento del nacionalismo mexicano en creaciones musicales. Una de estas piezas fue el ballet de cuatro tiempos, «Pirámide», que Chávez publicó en 1968. La obra está dedicada a la bailarina Amalia Hernández e innovó a través elementos electrónicos y corales que cobran protagonismo.
Entre las agrupaciones que deambulaban las aulas universitarias también estaban Los Nakos, que comenzaron como un dueto ya dentro del movimiento estudiantil. Se dedicaban a hacer parodias de canciones populares con letras que incluían mensajes políticos. Uno de los fundadores, Ismael Colmenares, también fue detenido en 1971 por cantar contra el gobierno.
Tras la matanza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, se escribieron muchas canciones sobre esa noche. Las bandas de rock mexicanas cantaban contra la represión del gobierno autoritario, que después, en Avándaro sufrirían censura. Entre ellas está “Antes de que nos olviden” de Caifanes, dedicada a los estudiantes detenidos y desaparecidos ese dos de octubre, cuya voz todavía resuena en nuestras calles.
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