Tiempo de lectura: 3 minutosBastaron diez días en medio de la pandemia para que el porvenir de las editoriales independientes resultara incierto. Para Guillermo Quijas, fundador y editor de Almadía, el cierre de librerías desde el pasado mes de abril arrasó drásticamente con el flujo de efectivo, se redujeron 90% de ingresos en comparación con el año pasado, “esta baja significativa posiblemente dure un año”, dice al teléfono.
El cierre de caja de 2019 fue favorable para este sello independiente que durante el año pasado cuidó de su plan editorial y se vio beneficiado por la distribución de una colección económica de sus grandes libros clásicos. Sin embargo la llegada de la Covid-19 frustró su principal proyecto de expandirse a España a finales de marzo de 2020. Aunque representó una pérdida económica, parece que no será la única.
“Publicamos de 23 a 25 novedades al año, más las reimpresiones de nuestro catálogo que pueden ser hasta 15, este año posiblemente solo podamos editar 12 libros, pero no estamos seguros de lograrlo”, agrega Quijas.
Desde que Editorial Almadía comenzó su misión en Oaxaca en 2005 ha publicado cerca de 300 títulos. Con diseños del ilustrador Alejandro Magallanes, esta casa ha editado a escritores como Bernardo Esquinca, Daniela Tarazona, Margo Glantz, Mónica Ojeda, Verónica Gerber y muchos otros más.
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Mientras las editoriales transnacionales apuestan por la novela como género seguro, estos sellos bienintencionados exploran géneros como el ensayo, el cuento, la crónica y también el teatro. Sexto Piso fiel a su vocación de editorial independiente se arriesga con géneros no tan taquilleros, como la novela gráfica. La intención de los hermanos Diego y Eduardo Rabasa de compartir lecturas que ayuden a construir un mundo más habitable ha sucedido desde 2002, cuando iniciaron este proyecto al que llamaron Sexto Piso como recordatorio de que si no funcionaba se lanzarían desde esa altura.
Un periodo de hibernación en la editorial de los hermanos Rabasa que ha impulsado a voces de la narrativa actual hispanoamericana, como Valeria Luiselli, Carlos Velázquez y Gabriela Jáuregui, implicaría un desorden en sus estructuras administrativas, costos operativos y deudas de producción.
«Las editoriales independientes en América Latina, y sobre todo, en México velan por generar una comunidad a través del cariño, la información y la interacción. Con su supervivencia, la literatura seguirá acercándonos a un mundo más habitable».
Sesenta años de operación tampoco libran a Ediciones ERA de la sombra de la pandemia. La editorial de los pesos pesados que nos ha acercado a Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, entre otros, echó a andar en 1960 dirigida por un grupo de veinteañeros españoles exiliados en México: los hermanos Neus, Jordi y Quico Espresate, así como Vicente Rojo y José Azorín, quienes unieron las iniciales de sus apellidos para formar su sello: ERA.
Hoy que la librerías (su principal canal de distribución) permanecen cerradas, estos editores tratan de reinventarse a fin de cubrir sus gastos y sacrificar en menor medida al personal. Siguen en la búsqueda de estrategias que les permitan llegar a sus lectores a través de un mercado en línea que apenas intentan descifrar.
Han comenzado a explorar con libros electrónicos, audiolibros y plataformas de suscripción como Bookmate, pero esto no representa ni 10% de sus ingresos habituales. “Para el momento en el que empezó el cierre contábamos en Almadía solo con 10 libros electrónicos de los casi 300 que tenemos publicados, el día de hoy estamos por llegar a 80 títulos”, señala Quijas.
Distribuir libros físicos era ya un reto antes de la pandemia, no hay fórmula, son pocas las librerías en el país para la oferta de nuevos títulos. Aunado a eso, los procesos de compra y pago eran retardados, los ejemplares se dan por consignación a las librerías, que después de uno o tres meses hacen corte de caja para revisar lo que se vendió y posteriormente programan el pago semanas más adelante.
«Hoy que la librerías (su principal canal de distribución) permanecen cerradas, estos editores tratan de reinventarse a fin de cubrir sus gastos y sacrificar en menor medida al personal».
“Para recuperar lo de un libro pueden pasar hasta seis meses desde que el editor lo imprimió, son plazos muy largos, pero siguen siendo los más importantes. Las librerías siempre han sido nuestras aliadas, y lo seguirán siendo, son clave para nosotros”, señala Quijas.
Ante este panorama los tres sellos llevaron a cabo #DependientesDeLectores, una campaña de donación a la que se sumaron escritores, periodistas, músicos y lectores con montos desde los $100 que llegaron a través de la plataforma dondadora.org. La iniciativa que concluyó el pasado 30 de mayo les permitió recabar un millón 140 mil pesos (57% de la meta) que los editores se repartieron. Esta iniciativa estuvo acompañada de la Feria del Libro #DependientesDeLectores, que consistió en 24 eventos realizados de manera virtual con más de 100 invitados que participaron en mesas de discusión, conciertos, y lecturas dramatizadas de acceso gratuito. Aunque “tuvo una connotación de emergencia a fin de generar ingresos para ganar tiempo y echar a andar otros mecanismos que nos permitan sobrevivir a mediano plazo, no es algo que vaya a resolver las cosas”, puntualiza Guillermo Quijas.
Las editoriales independientes en América Latina, y sobre todo, en México velan por generar una comunidad a través del cariño, la información y la interacción. Con su supervivencia, la literatura seguirá acercándonos a un mundo más habitable.