Pinta la Revolución: Arte contra el muro
La exhibición “Pinta la Revolución”, en el Museo del Palacio de Bellas Artes, es una muestra de cómo el arte derriba muros y rompe prejuicios.
Mientras que a principios de mes en Nueva York, el MoMA respondía a Donald Trump poniendo en sus salas obras de artistas procedentes de los países a los cuales el presidente había impuesto un veto migratorio, unas semanas antes, en otra parte del país, se embarcaban obras mexicanas del Museo de Arte de Philadelphia con dirección a la Ciudad de México. En total, cuatro embarques y aproximadamente 115 cajas con obras de arte moderno mexicano que componen la exhibición “Pinta la Revolución. Arte Moderno Mexicano (1910-1950)”, que estará hasta el 7 de mayo en el Museo del Palacio de Bellas Artes. En el tiempo social y político que vivimos, donde cada decisión importa y cada acto parece ser un mensaje de posicionamiento ante el mundo, esta exhibición no es la excepción.
La itinerancia de esta muestra, que en un principio se encontraba en el Museo de Arte de Philadelphia bajo el mismo título pero en inglés, llega en el momento justo. Aunque su proceso de creación haya sido, tal vez, demasiado largo. Adriana López Álvarez, coordinadora de la exhibición, cuenta: “Todo empezó hace cinco años cuando se hizo una exposición de gráfica de la colección del Museo de Arte de Philadelphia en el MUNAL. Entonces, se inició este proyecto que desde un principio fue curado por Renato González Mello, director del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y Dafne Cruz Porchini, ex curadora del MUNAL. A partir de ahí, se empezaron a unir los lazos con Philadelphia y se empezó a trabajar con los curadores de allí, Mark Castro y Matthew Affron. Pero con los cambios de directores en los museos, el director del MUNAL pasó a ser el director del Museo del Palacio de Bellas Artes, lo que retrasó un poco el proyecto. Hasta que en 2015 se retomó desde este museo y en octubre de 2016, se inauguró por fin en Philadelphia”.
“Pinta la Revolución. Arte Moderno Mexicano (1910-1950)” es una exhibición grande y complicada. De los cinco núcleos que la componen se han hecho modificaciones para ajustarlos a las salas del Palacio y se ha visto reducida la lista de obra para no repetir las de gráfica que ya estuvieron en el país hace unos años. En total, unas 220 obras conforman esta muestra, de las cuales 130 provienen de colecciones privadas y de museos estadounidenses. “No se planeó de esta manera pero creo que esta exhibición llega en un momento afortunado. Es una buena manera de que en Estados Unidos se vea la conexión entre el arte de ambos países, la cual también se menciona durante el recorrido. Es muy interesante además que como imagen para la difusión de la muestra en Philadelphia se usara justo el cuadro de Frida llamado Autorretrato en la Frontera entre México y Estados Unidos. Da que pensar”, comenta Adriana López Álvarez.
No solamente da qué pensar sino que envía un mensaje muy claro. Frida Kahlo, la artista mexicana por excelencia, reconocida en el mundo entero, se para dentro del marco entre, por un lado, pirámides y motivos prehispánicos y, por otro, una fábrica de Ford de cuyo humo surge la bandera estadounidense. Justo cuando esta exhibición mostraba en Philadelphia las influencias y los viajes a Estados Unidos de la Frida más mexicana, aquella que colgaba en sus pinturas su vestido de tehuana en el centro de Nueva York, la empresa Ford, por presiones de su nuevo presidente, cancelaba una inversión de 1600 millones de dólares en México país. Una serie de coincidencias que hacen de esta exhibición una puntual aproximación y reclamo del arte mexicano en el país vecino, además de una casualidad afortunada que pareciera predestinada. Por esto y por su completa aproximación al periodo moderno, el periódico The Guardian la ha considerado “la exhibición más importante de arte mexicano del siglo XX en llegar a los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial”.
La exhibición en sí se compone de cinco núcleos temáticos que tratan sobre la formación de los conceptos de modernismo y mexicanidad, el arte de la revolución, las vanguardias de la Ciudad de México, los artistas mexicanos y sus viajes a Estados Unidos y las alegorías negras, un último núcleo dedicado a las desesperanzas de los artistas durante la Segunda Guerra Mundial y ante el auge del fascismo en el mundo. Con estos temas, la “Pinta la Revolución. Arte Moderno Mexicano (1910-1950)” quiere estructurar cómo México y sus artistas construyeron los ideales de la nueva nación, mostrar los ánimos antes y después de la Revolución y sobre todo, enseñar cómo México absorbió otras vanguardias y las incorporó dentro del propio imaginario mexicano.
Dentro de las obras, destacan sobre todo las que pocas veces se tendrá el lujo de ver porque forman parte de colecciones estadounidenses, como la que abre la muestra, una espectacular obra de José Clemente Orozco de nombre Barricada (1931) perteneciente a la colección del MoMA. Es impresionante apreciar la colocación de la obra, dado que el cristal que la protege, lejos de provocar reflejos molestos, crea un juego de claroscuros sobre la obra, a la vez que resalta los colores y proyecta sobre ella la estructura de triángulos de la puerta del Palacio de Bellas Artes.
El juego de luces creado en este primer momento acompaña a la modernidad del resto del recorrido, el cual incluye dos instalaciones interactivas donde mediante pantallas se puede explorar el mural Épica de la Civilización Americana (1932-1934), que Clemente Orozco hizo para la Universidad de Dartmouth, en Hanover (New Hampshire), o los que Diego Rivera pintó en la SEP, el Corrido de la Revolución Agraria (1926-1927) y el Corrido de la Revolución Proletaria (1928-1929). En ellos Rivera se desquitaba contra sus enemigos entre los que estaban las élites sociales, cuyos valores no se alineaban con el progreso del pueblo, o Los Contemporáneos, quienes pensaba que tampoco ayudaban al proletariado mexicano con sus aires europeos y dandis.
Partes de la historia mexicana que se van descubriendo en esta extensa exhibición, así como cuadros de una profunda belleza que fueron adquiridos en su día por familias y museos de Estados Unidos debido a un interés intelectual hacia nuestro país y que ahora forman parte de colecciones del país vecino. Tales son los casos de Mujeres Mayas (1926) de Roberto Montenegro, perteneciente a la colección del MoMA, Zapatistas (1932, ca.) de Alfredo Ramos Martínez, del Museo de Arte Moderno de San Francisco, y Hombre y Mujer (1926) de Rufino Tamayo, de la colección del Museo de Arte de Philadelphia. Cuadros que están del otro lado de la frontera como un día lo estuvieron sus autores, quienes fueron comisionados para pintar murales y crearon una historia en conjunto, una ida y venida de influencias y relaciones. Relaciones que hoy en día parecen romperse políticamente pero a las cuales el arte se aferra y se opone a romper. De hecho, la siguiente sede que acogerá la muestra será el estado fronterizo de Texas, más concretamente, la ciudad de Houston. Así como el Antiguo Colegio de San Ildefonso presenta ahora Tres Siglos de Grabado de la Galería Nacional de Arte de Washington y las redes la definen como “la exposición de la hermandad”, así tendría que ser considerada también “Pinta la Revolución”. Porque parece que una vez más será el arte el que rompa fronteras, muros y prejuicios.
Pinta la Revolución. Arte Moderno Mexicano (1910-1950)
Hasta el 07 de mayo de 2017
Museo del Palacio de Bellas Artes
inba.gob.mx
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