¿Qué sería del charro –una figura llena de estereotipos que perdió hace décadas su posición en el cine mexicano– en un escenario contemporáneo? El charro de Toluquilla, documental de José Villalobos, explora este oxidado símbolo nacional mientras sigue a Jaime García, un charro portador del virus del VIH que vive en un suburbio de Guadalajara.El charro de Toluquilla ha tenido un paso exitoso por festivales de cine. Durante el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF), José Villalobos recibió una mención especial como Mejor Director, mientras que en el Festival de Cine de Guadalajara (FICG), la cinta recibió el premio a Mejor Documental, así como el Premio del Público. El charro de Toluquilla también formó parte de la selección del Tribeca Film Festival 2016 en Nueva York y el Sheffield Doc Fest en el Reino.José Villalobos descubrió a Jaime García mientras buscaba a un hombre que anduviera a caballo por la ciudad para otro proyecto. “Quise seguir grabando porque las cosas que decía me parecían muy surrealistas”, cuenta Villalobos en entrevista para Gatopardo. Así, el director decidió seguir por cinco años al charro de Toluquilla, un personaje impredecible, explosivo y vivaz que se mueve con la osadía que rodea a esta cultura. No es que García nunca salga de personaje: el charro de Toluquilla es una constante dentro y fuera de la pantalla.[caption id="attachment_6173" align="aligncenter" width="960"]
José Villalobos recibe una mención especial por su trabajo como director, durante la 19ª edición del GIFF.[/caption]Este personaje, empapado por una estética cautivadora, también vive la paternidad a través de este filtro cultural. Su pequeña hija, que nació libre del virus, parece ser el punto de quiebre para el lado fanfarrón de su personalidad. El charro considera cambiar y apaciguar su estilo de vida para brindarle una infancia tranquila.“Me parecía que había mucho trabajo hacia el futuro”, dice Villalobos. “Él empezó a revelarme sus verdaderos sentimientos. Pensé ‘Todo está sucediendo frente a mí’. Fue un imán. Mi interés por hacer cine lo vi ahí, en todas las cosas que yo suponía que iban a suceder. Fue una aventura que yo viví a través de la cámara”.La volatilidad del personaje llevó a Villalobos a asumir los roles de cinefotógrafo, sonidista y editor. “Es imposible tener un crew para seguirlo a él, una persona que no te va a decir a qué hora ni cuándo, ni dónde, ni qué va a suceder. Hice todos los roles para que yo mismo decidiera en el momento qué funcionaba. La cámara lista siempre y vámonos”, relata el director.
“A mí no me interesaban los charros antes”, señala Villalobos, quien cree que un trabajo de ficción sobre estas figuras no llegaría muy lejos. “Muchos lo ven como algo desgastado o un estereotipo del mexicano”. Sin embargo, los elementos de la historia de El charro de Toluquilla, desde la seguridad en su forma de ser, hasta la salud de su hija, lo llevaron a crear su primer documental. “No me la creía, pero esto salió solo. Como me encantó el personaje, lo único que pude hacer para trascender ese cliché fue conocerlo por dentro y ver la debilidad que hay en estos personajes.”En Jaime García, el charro de Toluquilla, Villalobos encontró algo que él define como un tabú nuevo. “Son como los matices que no existían cuando el cine de estas figuras se desgastó y menos con una enfermedad relativamente moderna. Pienso que mi trabajo fue crear mi propia versión, aportar mi sensibilidad hacia ese tema. Su imagen es una cosa secundaria que yo uso para darle una textura al personaje para hablar sobre nuestra cultura”, concluye el director.