Ya no estoy aquí: una nueva mirada en el cine mexicano - Gatopardo

Ya no estoy aquí: una nueva mirada a los otros

Ya no estoy aquí es el más reciente estreno de Netflix. La película explora la humanidad de una tribu chola en Monterrey, y parece poner fin a la mirada cinematográfica con que México ha retratado la pobreza. Fernando Frías de la Parra se contrapone al cine tremendista de los años 2000.

Tiempo de lectura: 5 minutos

Cuando se estrenó Amores Perros, hace 20 años, se agudizó una tendencia en el cine mexicano que la nueva película de Fernando Frías de la Parra, Ya no estoy aquí, parece decidida a terminar. En aquella película de González Iñárritu, vivir del homicidio, conseguir dinero en peleas de perros y sostenerse con el sueldo de un supermercado suponen problemas equivalentes al sufrimiento de una modelo que pierde su carrera tras un accidente. El dolor no varía por la clase social, sin embargo, bien dijo María Félix: “El dinero no da la felicidad, pero siempre es mejor llorar en un Ferrari”.

 Amores perros se sugiere en desacuerdo y remata con una visión de la pobreza —escandalosa, violenta, sórdida— que expresa la idea de una clase dominante sobre los desfavorecidos en México. Junto con otras películas subsecuentes como Todo el poder (2000), Perfume de violetas (2001), Ciudades oscuras (2002), El crimen del padre Amaro (2002) y Cero y van 4 (2004), Amores perros presentaba imágenes de corrupción, robos, balaceras, violaciones, muerte, afirmando con alarma que en México no pasaba otra cosa que la desgracia. Ese panorama cinematográfico parece estar en vías de extinción.

Ya no estoy aquí, ganadora del Ojo a Mejor Largometraje y del Premio del Público a Largometraje Mexicano en el pasado Festival Internacional de Cine de Morelia, no sólo acaba de remediar esa tendencia melodramática —no es la primera que la combate— sino que se inserta en un medio social y un tiempo particularmente violentos para extraer no el horror aburguesado a las carencias y la fealdad, sino la humanidad de un grupo de personajes que la audiencia probablemente considere ajenos. Lo contrario a todo ese cine tremendista de los años 2000.

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