Tiempo de lectura: 3 minutosLa brutalidad arrasó formas de vivir, sentir y estar en los pueblos mexicanos como consecuencia de la militarización que el gobierno se empeña en justificar como estrategia para combatir el narcotráfico. Tras esta decisión, que se tomó en 2006, se sigue acumulando un saldo de historias de vida marcadas por la violencia, muchas de ellas protagonizadas por mujeres. Hoy las sobrevivientes se enfrentan al inmenso reto de retomar sus vidas, y algunos de sus relatos aguardan para ser leídos en Ya no somos las mismas: y aquí sigue la guerra. Si algo condensa este libro son distintas formas de la fatalidad, y a pesar de todo, hay un hilo esperanzador que se teje entre las involucradas.
Lo que comenzó como una investigación de Pie de Página, que a 10 años de la llamada guerra contra el narcotráfico reunió en 2017 los testimonios íntimos de mujeres víctimas de la violencia en México, terminó en este proyecto colectivo convocado por la periodista Daniela Rea. En él, académicas, documentalistas, reporteras, poetas, fotógrafas, escritoras, artistas e investigadoras continuaron y continuarán el seguimiento humanizado de estas historias. Ya no somos las mismas, reúne la voz de resistencia de mujeres que se volvieron extraordinarias en condiciones de violencia que, desafortunadamente, son cada vez más ordinarias. El libro concentra crónicas de desplazamiento forzado, detenciones arbitrarias, infancias robadas por los cárteles y feminicidios.
“Hemos caminado juntas desde hace una década pensando cómo retratar la guerra que ha atravesado los cuerpos de las mujeres […] Nuestro sentido político tiene que ver con la respuesta que damos a este fenómeno, y con el hecho de que seguimos viendo futuro. Nos preguntamos qué es lo que pasa después de esta violencia, y si es posible reconstruirnos e imaginar alternativas”, dice vía telefónica la documentalista Erika Lozano.
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La introducción a cada crónica es un verbo con una nueva definición, en la que cabe un efecto curativo: reconstruir, confiar, abrazar, hermanar, cuidar, acuerpar, escuchar, acompañar, procurar y sanar adquieren nuevos significados. “Cada compañera intentó construir un lugar seguro en esos verbos a los que les hemos dado otro sentido aparte del de la RAE. Pienso que es una forma cuidadosa y cariñosa de nombrar lo que nos ha pasado, intentar recuperar un sentido o hacer sentido de esta violencia desde ahí”, comenta Lozano.
Ya no somos las mismas, retrata la angustia que viven las hijas de periodistas radicadas en Chihuahua y Veracruz, el estado más letal para el oficio. Daniela Pastrana ofrece su propio testimonio en la crónica «Mamá se fue a la guerra».
El terror de vivir una detención arbitraria está plasmado en Dos mil días robados, un investigación en la que Paula Mónaco relata la tortura que sufrieron Denise y Korina, una pareja de mujeres que fueron raptadas de su departamento en Villahermosa Tabasco por elementos de la marina que las golpearon, violaron y obligaron a firmar documentos incriminatorios que provocaron que pasaran casi cinco años en prisión acusadas de trabajar para los Zetas.
En su crónica «Ahora caminamos juntas», Erika Lozano comparte su participación en el festival «Arte para no olvidarte», organizado tras el multihomicidio de la colonia Narvarte en 2015, en el que asesinaron al periodista Rubén Espinosa, un caso que sigue impune.
En otro texto, el pensamiento en voz alta de una joven nombrando a su mejor amiga asesinada, y la mirada retrospectiva de otra joven que jamás superará el secuestro y feminicidio de su hermana, forman parte de la crónica «Despedir a una hermana», de Lydiette Carrión, una periodista que ha dedicado mucho tiempo a investigar feminicidios en el Estado de México.
¿Es una elección legítima cansarse de luchar? suelta de golpe Emanuela Borzacchiello al narrar en «Una carta de amor en medio de la violencia», la pesadilla sin límites ha atestiguado en Guanajuato. Y en su crónica «¿Puedes ver a un niño y pensar que no hay futuro?», Daniela Rea nos conduce por infancias robadas por el narcotráfico a través del retrato cercano de maestras de Sinaloa e Iztapalapa a las que entrevistó entre 2016 y 2019.
“Siguen asesinando a 11 compañeras diariamente en este país y la respuesta tendría que ser proporcional a ese agravio. No solo me refiero a las políticas públicas, sino a que como sociedad tendríamos que cuidarnos, cambiar esto que está pasando y tomar responsabilidad”, dice Lozano.
En este libro cada una de las autoras contó desde las entrañas cómo fue atravesada por la historia que relata, en un ejercicio de mirar hacia dentro, pero que también funciona como agradecimiento colectivo.
“Es un agradecimiento a las mujeres que han confiado en nosotras y nos han compartido sus historias, también un homenaje a todas las compañeras que nos ha arrebatado la violencia y a todas las víctimas que siguen buscando justicia en este país. Ojalá resuene en las mentes de quienes no logran entender por qué hay tanta rabia en las feministas”, concluye Lozano.