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A menudo la xenofobia —el miedo y rechazo a lo extraño y foráneo, incluyendo nacionalidad, cultura o religión— y el racismo se esconden en el discurso de seguridad nacional e identidad cultural.
La xenofobia y los discursos extremistas surgen entre los hinchas de variados equipos de futbol, mientras que en el terreno político Donald Trump y Elon Musk atizan un fuego que creíamos extinto.
En algún lugar entre Mar-a-Lago y Silicon Valley, dos hombres tejieron hilos invisibles con los ultras en el futbol. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, habla de muros; mientras Elon Musk, el hombre más rico del mundo, en un gesto disfrazado de torpeza, alza el brazo derecho para realizar el saludo romano, tocándose en dos ocasiones el pecho. Discursos y ademanes que se replican en los estadios de Europa y Estados Unidos.
El 40% de los ultras europeos tenían vínculos y participación en partidos de ultraderecha en 2023, según el Proyecto Futbol contra el Racismo en Europa (FARE). La conexión es evidente cuando los líderes que institucionalizan la xenofobia legitiman el odio en las gradas.
“¡No al futbol multicultural!”, se escucha entre los ultras que apoyan al Atlético de Madrid, un eco desde España a la retórica antiinmigrante de Trump. En numerosas ocasiones, los ultras italianos de la Lazio han exhibido banderas con esvásticas; dentro del mismo país, en 2023, aficionados del Hellas Verona citaron un tuit de Musk para justificar cánticos hacia los jugadores negros: "Es momento de luchar contra el virus antihumano woke”. Luego del saludo nazi que el dueño de Tesla realizó en el Capital One, el pasado 20 de enero durante la Ceremonia Inaugural de Trump como presidente de Estados Unidos, es imposible no recordar la forma en cómo celébraba sus goles el delantero Paolo Di Canio.
El deporte no se calla. Los discursos xenófobos, racistas y homofóbicos de Trump y Musk tendrán en casa una dura resistencia: la Copa del Mundo de 2026 y los Juegos Olímpicos de 2028.
Ultraderecha en el futbol
En los cánticos, las banderas y los símbolos son reconocibles diversas expresiones de ultraderecha o fascismo en los grupos de animación de varios clubes de futbol por el mundo. Basta lo ocurrido el 23 de enero de 2025 cuando fanáticos extremistas del club romano de la Lazio golpearon a aficionados españoles, previo al juego contra la Real Sociedad.
Los Irreductibles (Irriducibili) protagonizaron la agresión y son los más radicales entre los aficionados de la Lazio. Con un ideario de ultraderecha, el grupo exhibe sin tapujos en sus banderas los símbolos fascistas y neonazis como la cruz celta y esvásticas dentro de los estadios de Italia. “Nuestro honor se llama fidelidad”, se puede leer en sus bufandas el mismo lema de la temida organización paramilitar Schutzstaffel (SS) que fungía como escuadrón de protección de Hitler y una de sus funciones clave era la custodia de la pureza racial. Otra situación desagradable protagonizada por estos ultras ocurrió en 1998, durante el clásico ante la Roma, cuando mostraron en una pancarta la frase “Auschwitz es vuestra patria. Los hornos vuestras casas”.
Diversas expresiones de racismo y violencia dentro del entorno deportivo trascienden las fronteras y se hallan en grupos xenófobos en los estadios del Olympique de Marsella, Spartak Moscú, Legia de Varsovia, Hamburgo, Atlético de Madrid, Espanyol de Barcelona, entre otros.
Uno de los casos más sonados en la historia reciente es el de Vinicius Jr, delantero del Real Madrid. En mayo de 2023, cuando los merengues disputaban un encuentro ante el Valencia, el partido fue interrumpido porque la grada no paraba de gritarle “Mono”. El jugador brasileño confrontó a los agresores y fue expulsado. Desde entonces Vinicius Jr. se volvió un símbolo de la lucha contra el racismo dentro del futbol y el deporte. Como respuesta solidaria la ciudad de Río de Janeiro realizó el evento del apagón del Cristo Redentor, luego de repetidos incidentes racistas en los estadios de España.
Recordemos también el caso de Mario Balotelli, delantero italiano de padres originarios de Ghana. En noviembre de 2010 se jugaba un amistoso entre las selecciones de Italia y Rumania, cuando los integrantes del grupo “Ultra Italia” desplegaron una pancarta donde despreciaban a una “Italia multicultural”; casi de inmediato, Balotelli recibió un cúmulo de insultos y rechiflas de esos aficionados. Dos años después, previo a la Eurocopa de Polonia-Ucrania 2012, Balotelli amenazó con abandonar la cancha si escuchaba cantos racistas en su contra: “Si alguien me lanza un plátano en la calle o en un campo, iré a la cárcel porque lo mataré”, declaró en una entrevista para France Football, y así mostraba el hartazgo de escuchar insultos racistas ya fuese en Italia, Austria, Portugal o Inglaterra.
Te recomendamos: Decepción mexicana: cuando el negocio mancha a la pelota
Cantona y lo sublime de una patada
A menudo la xenofobia —el miedo y rechazo a lo extraño y foráneo, incluyendo nacionalidad, cultura o religión— y el racismo se esconden en el discurso de seguridad nacional e identidad cultural. Los políticos suelen utilizar términos como “invasión” o “amenaza” para describir a grupos étnicos o migrantes intrínsecamente calificados de peligrosos o incompatibles. Estos discursos buscan la manipulación al explotar el miedo ya sea a la pérdida de empleo, a los ataques terroristas o a los cambios demográficos.
Las campañas electorales de Trump han estado basadas en este discurso: “Cuando México manda a sus ciudadanos a Estados Unidos no manda a lo mejor, manda a traficantes de droga, a criminales y a violadores”, declaró en 2015 durante su primera contienda por la presidencia. Trump, en su ideario, identificó una “amenaza” con base en la xenofobia y el racismo; en 2017 describió a países de América Central y África como “agujeros de mierda” y en repetidas ocasiones le exige a los migrantes que “regresen a su país”.
En ese sentido, ¿qué pensará Trump sobre el hooligan inglés Matthew Simmons? Aquel que hace 30 años le gritó sin ningún empacho al delantero del Manchester United, Eric Cantona: “Vete a tu país, francés de mierda”.
La tarde del miércoles 25 de enero de 1995 en el estadio Selhurst Park del sur de Londres, casa del Crystal Palace, el marcador iba 0-1 a favor del Manchester United. A los tres minutos del segundo tiempo Cantona fue expulsado por una acción violenta con el defensa Richard Shaw; de camino a los vestidores el francés fue increpado por la grada. Con la sangre caliente por la expulsión, Cantona no dudó en responder al grito racista de Simmons con una patada voladora estilo kung fu y un puñetazo. La acción dejó boquiabierta a toda la prensa de Inglaterra, de Europa y del mundo.
Simmons era militante del grupo fascista National Front, y tenía un historial de violencia, incluyendo el ataque a un entrenador después de ser llamado “basura nazi”. Por increíble que parezca, el Crystal Palace lejos de aplicar sanciones, lo recompensó con la renovación automática de su membresía al estadio. Un respaldo al discurso xenófobo que permanece en las gradas.
Alex Ferguson, entonces director técnico del Manchester United, abogó para que Cantona no fuera expulsado del club; en cambio, permaneció suspendido nueve meses de las canchas. Después de la sanción deportiva, Cantona regresó para ganar dos títulos más de Premier League y se retiró del futbol como una leyenda de los Diablos Rojos a los 31 años. En 2012, el exdelantero fue entrevistado por la BBC y señaló que aquel episodio fue el mejor momento de su carrera: “Al fascismo no se le discute, se le patea en la boca”.
El deporte no calla
Los atletas y Trump no suelen llevarse muy bien. En uno de los juegos de pretemporada de la NFL, el 26 de agosto de 2016, Colin Kaepernick, exjugador de los 49s de San Francisco, se hincó durante la entonación del himno nacional en protesta contra el racismo vigente en Estados Unidos. “¿No les gustaría ver a uno de los dueños de la NFL decir: ‘¿Saquen a ese hijo de puta de la cancha ahora mismo, échenlo ya?’”, escribió el magnate en sus redes sociales.
Trump ya se enfrentó a Lebron James, considerado el mejor basquetbolista de la historia junto a Michael Jordan, quien respondió: “Ir a la Casa Blanca era un gran honor hasta que tú apareciste”, esto en referencia a la negativa de los Warriors de Golden State para acudir a la Casa Blanca después de ganar el campeonato de la NBA en 2017. “Muy desagradables, muy, muy desagradables y francamente muy tontos también”, respondió Trump ante la afrenta de los jugadores de basquetbol.
Megan Rapinoe, excapitana de la selección femenil de futbol de Estados Unidos y defensora de los derechos de la comunidad LGBT, fue rápida y contundente desde la primera vez que Trump llegó a la Casa Blanca: “Eres el enemigo, tu mensaje excluye a la gente, me estas excluyendo, estas excluyendo a personas que se parecen a mi, estas excluyendo a personas de color, estás excluyendo a personas que tal vez te apoyen, estás retrocediendo a una época que no era buena para todos”.
En los próximos cuatro años Estados Unidos alojará las dos justas más relevantes del deporte en el mundo, la Copa Mundial de la FIFA y los Juegos Olímpicos. Ambos eventos son multiculturales por excelencia. Veremos qué dirá Trump cuando selecciones o delegaciones como Irán, Corea del Norte, Nigeria, Palestina, Cuba, Honduras manden a sus atletas a territorio MAGA.
También te podría interesar: Futbol femenil y barras feministas: la pelota no se mancha
No es un simple gesto
Al mirar a Musk es inevitable pensar en el delantero italiano Paolo Di Canio quien realizó el saludo nazi cada vez que marcó gol con la Lazio, entre 1986 y 1990, sin que recibiera sanciones en absoluto. Algunas décadas más tarde, en 2021, el saludo nazi fue repetido por el adiestrador del águila que sobrevuela el estadio Olímpico de Roma en cada partido: el español Juan Bernabé se paró frente a la grada y con el brazo izquierdo extendido realizó el saludo fascista dándose una palmada en el pecho frente al público, mientras los ultras de la curva norte gritaban “Duce, Duce”, como se le llamaba a Benito Mussolini. La Lazio despidió al adiestrador y emitió un comunicado en el que señaló: “Estos gestos ofenden al club, a los aficionados y los valores en que nos inspiramos”.
En el presente siglo fenómenos como la crisis económica de 2009, la guerra civil de Siria o el Brexit en Reino Unido provocaron la expansión de políticos y movimientos de extrema derecha como Marine Le Pen en el Frente Nacional de Francia, Matteo Salvini de la Liga Norte de Italia y Viktor Orbán en Hungría, quienes utilizan las mismas palabras xenófobas y fascistas de Trump o Simmons.
Llama la atención el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), creado en 2013 como respuesta a la crisis económica y migratoria. Un discurso que creíamos erradicado vuelve en el espíritu de AfD que eleva la crítica a la política de refugiados y aboga por la salida del país de la Unión Europea. A unos días de las elecciones alemanas (23 de febrero), AfD se ubica en la segunda posición en las tendencias electorales con un 18% de intención del voto.
Luego de la torpeza (o descaro) de Musk al realizar el saludo nazi, la plataforma X (antes Twitter) editó el video del discurso del empresario para colocar en su lugar insertos del público en la grada. Sin embargo, las calles no olvidan y aquella imagen es viral en redes como TikTok. Resulta curioso que si el ahora líder del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Estados Unidos hubiera realizado ese gesto en Alemania, ahora estaría preso. Sin embargo, cuando despertamos, la ultraderecha todavía estaba allí.
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La xenofobia y los discursos extremistas surgen entre los hinchas de variados equipos de futbol, mientras que en el terreno político Donald Trump y Elon Musk atizan un fuego que creíamos extinto.
En algún lugar entre Mar-a-Lago y Silicon Valley, dos hombres tejieron hilos invisibles con los ultras en el futbol. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, habla de muros; mientras Elon Musk, el hombre más rico del mundo, en un gesto disfrazado de torpeza, alza el brazo derecho para realizar el saludo romano, tocándose en dos ocasiones el pecho. Discursos y ademanes que se replican en los estadios de Europa y Estados Unidos.
El 40% de los ultras europeos tenían vínculos y participación en partidos de ultraderecha en 2023, según el Proyecto Futbol contra el Racismo en Europa (FARE). La conexión es evidente cuando los líderes que institucionalizan la xenofobia legitiman el odio en las gradas.
“¡No al futbol multicultural!”, se escucha entre los ultras que apoyan al Atlético de Madrid, un eco desde España a la retórica antiinmigrante de Trump. En numerosas ocasiones, los ultras italianos de la Lazio han exhibido banderas con esvásticas; dentro del mismo país, en 2023, aficionados del Hellas Verona citaron un tuit de Musk para justificar cánticos hacia los jugadores negros: "Es momento de luchar contra el virus antihumano woke”. Luego del saludo nazi que el dueño de Tesla realizó en el Capital One, el pasado 20 de enero durante la Ceremonia Inaugural de Trump como presidente de Estados Unidos, es imposible no recordar la forma en cómo celébraba sus goles el delantero Paolo Di Canio.
El deporte no se calla. Los discursos xenófobos, racistas y homofóbicos de Trump y Musk tendrán en casa una dura resistencia: la Copa del Mundo de 2026 y los Juegos Olímpicos de 2028.
Ultraderecha en el futbol
En los cánticos, las banderas y los símbolos son reconocibles diversas expresiones de ultraderecha o fascismo en los grupos de animación de varios clubes de futbol por el mundo. Basta lo ocurrido el 23 de enero de 2025 cuando fanáticos extremistas del club romano de la Lazio golpearon a aficionados españoles, previo al juego contra la Real Sociedad.
Los Irreductibles (Irriducibili) protagonizaron la agresión y son los más radicales entre los aficionados de la Lazio. Con un ideario de ultraderecha, el grupo exhibe sin tapujos en sus banderas los símbolos fascistas y neonazis como la cruz celta y esvásticas dentro de los estadios de Italia. “Nuestro honor se llama fidelidad”, se puede leer en sus bufandas el mismo lema de la temida organización paramilitar Schutzstaffel (SS) que fungía como escuadrón de protección de Hitler y una de sus funciones clave era la custodia de la pureza racial. Otra situación desagradable protagonizada por estos ultras ocurrió en 1998, durante el clásico ante la Roma, cuando mostraron en una pancarta la frase “Auschwitz es vuestra patria. Los hornos vuestras casas”.
Diversas expresiones de racismo y violencia dentro del entorno deportivo trascienden las fronteras y se hallan en grupos xenófobos en los estadios del Olympique de Marsella, Spartak Moscú, Legia de Varsovia, Hamburgo, Atlético de Madrid, Espanyol de Barcelona, entre otros.
Uno de los casos más sonados en la historia reciente es el de Vinicius Jr, delantero del Real Madrid. En mayo de 2023, cuando los merengues disputaban un encuentro ante el Valencia, el partido fue interrumpido porque la grada no paraba de gritarle “Mono”. El jugador brasileño confrontó a los agresores y fue expulsado. Desde entonces Vinicius Jr. se volvió un símbolo de la lucha contra el racismo dentro del futbol y el deporte. Como respuesta solidaria la ciudad de Río de Janeiro realizó el evento del apagón del Cristo Redentor, luego de repetidos incidentes racistas en los estadios de España.
Recordemos también el caso de Mario Balotelli, delantero italiano de padres originarios de Ghana. En noviembre de 2010 se jugaba un amistoso entre las selecciones de Italia y Rumania, cuando los integrantes del grupo “Ultra Italia” desplegaron una pancarta donde despreciaban a una “Italia multicultural”; casi de inmediato, Balotelli recibió un cúmulo de insultos y rechiflas de esos aficionados. Dos años después, previo a la Eurocopa de Polonia-Ucrania 2012, Balotelli amenazó con abandonar la cancha si escuchaba cantos racistas en su contra: “Si alguien me lanza un plátano en la calle o en un campo, iré a la cárcel porque lo mataré”, declaró en una entrevista para France Football, y así mostraba el hartazgo de escuchar insultos racistas ya fuese en Italia, Austria, Portugal o Inglaterra.
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Cantona y lo sublime de una patada
A menudo la xenofobia —el miedo y rechazo a lo extraño y foráneo, incluyendo nacionalidad, cultura o religión— y el racismo se esconden en el discurso de seguridad nacional e identidad cultural. Los políticos suelen utilizar términos como “invasión” o “amenaza” para describir a grupos étnicos o migrantes intrínsecamente calificados de peligrosos o incompatibles. Estos discursos buscan la manipulación al explotar el miedo ya sea a la pérdida de empleo, a los ataques terroristas o a los cambios demográficos.
Las campañas electorales de Trump han estado basadas en este discurso: “Cuando México manda a sus ciudadanos a Estados Unidos no manda a lo mejor, manda a traficantes de droga, a criminales y a violadores”, declaró en 2015 durante su primera contienda por la presidencia. Trump, en su ideario, identificó una “amenaza” con base en la xenofobia y el racismo; en 2017 describió a países de América Central y África como “agujeros de mierda” y en repetidas ocasiones le exige a los migrantes que “regresen a su país”.
En ese sentido, ¿qué pensará Trump sobre el hooligan inglés Matthew Simmons? Aquel que hace 30 años le gritó sin ningún empacho al delantero del Manchester United, Eric Cantona: “Vete a tu país, francés de mierda”.
La tarde del miércoles 25 de enero de 1995 en el estadio Selhurst Park del sur de Londres, casa del Crystal Palace, el marcador iba 0-1 a favor del Manchester United. A los tres minutos del segundo tiempo Cantona fue expulsado por una acción violenta con el defensa Richard Shaw; de camino a los vestidores el francés fue increpado por la grada. Con la sangre caliente por la expulsión, Cantona no dudó en responder al grito racista de Simmons con una patada voladora estilo kung fu y un puñetazo. La acción dejó boquiabierta a toda la prensa de Inglaterra, de Europa y del mundo.
Simmons era militante del grupo fascista National Front, y tenía un historial de violencia, incluyendo el ataque a un entrenador después de ser llamado “basura nazi”. Por increíble que parezca, el Crystal Palace lejos de aplicar sanciones, lo recompensó con la renovación automática de su membresía al estadio. Un respaldo al discurso xenófobo que permanece en las gradas.
Alex Ferguson, entonces director técnico del Manchester United, abogó para que Cantona no fuera expulsado del club; en cambio, permaneció suspendido nueve meses de las canchas. Después de la sanción deportiva, Cantona regresó para ganar dos títulos más de Premier League y se retiró del futbol como una leyenda de los Diablos Rojos a los 31 años. En 2012, el exdelantero fue entrevistado por la BBC y señaló que aquel episodio fue el mejor momento de su carrera: “Al fascismo no se le discute, se le patea en la boca”.
El deporte no calla
Los atletas y Trump no suelen llevarse muy bien. En uno de los juegos de pretemporada de la NFL, el 26 de agosto de 2016, Colin Kaepernick, exjugador de los 49s de San Francisco, se hincó durante la entonación del himno nacional en protesta contra el racismo vigente en Estados Unidos. “¿No les gustaría ver a uno de los dueños de la NFL decir: ‘¿Saquen a ese hijo de puta de la cancha ahora mismo, échenlo ya?’”, escribió el magnate en sus redes sociales.
Trump ya se enfrentó a Lebron James, considerado el mejor basquetbolista de la historia junto a Michael Jordan, quien respondió: “Ir a la Casa Blanca era un gran honor hasta que tú apareciste”, esto en referencia a la negativa de los Warriors de Golden State para acudir a la Casa Blanca después de ganar el campeonato de la NBA en 2017. “Muy desagradables, muy, muy desagradables y francamente muy tontos también”, respondió Trump ante la afrenta de los jugadores de basquetbol.
Megan Rapinoe, excapitana de la selección femenil de futbol de Estados Unidos y defensora de los derechos de la comunidad LGBT, fue rápida y contundente desde la primera vez que Trump llegó a la Casa Blanca: “Eres el enemigo, tu mensaje excluye a la gente, me estas excluyendo, estas excluyendo a personas que se parecen a mi, estas excluyendo a personas de color, estás excluyendo a personas que tal vez te apoyen, estás retrocediendo a una época que no era buena para todos”.
En los próximos cuatro años Estados Unidos alojará las dos justas más relevantes del deporte en el mundo, la Copa Mundial de la FIFA y los Juegos Olímpicos. Ambos eventos son multiculturales por excelencia. Veremos qué dirá Trump cuando selecciones o delegaciones como Irán, Corea del Norte, Nigeria, Palestina, Cuba, Honduras manden a sus atletas a territorio MAGA.
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No es un simple gesto
Al mirar a Musk es inevitable pensar en el delantero italiano Paolo Di Canio quien realizó el saludo nazi cada vez que marcó gol con la Lazio, entre 1986 y 1990, sin que recibiera sanciones en absoluto. Algunas décadas más tarde, en 2021, el saludo nazi fue repetido por el adiestrador del águila que sobrevuela el estadio Olímpico de Roma en cada partido: el español Juan Bernabé se paró frente a la grada y con el brazo izquierdo extendido realizó el saludo fascista dándose una palmada en el pecho frente al público, mientras los ultras de la curva norte gritaban “Duce, Duce”, como se le llamaba a Benito Mussolini. La Lazio despidió al adiestrador y emitió un comunicado en el que señaló: “Estos gestos ofenden al club, a los aficionados y los valores en que nos inspiramos”.
En el presente siglo fenómenos como la crisis económica de 2009, la guerra civil de Siria o el Brexit en Reino Unido provocaron la expansión de políticos y movimientos de extrema derecha como Marine Le Pen en el Frente Nacional de Francia, Matteo Salvini de la Liga Norte de Italia y Viktor Orbán en Hungría, quienes utilizan las mismas palabras xenófobas y fascistas de Trump o Simmons.
Llama la atención el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), creado en 2013 como respuesta a la crisis económica y migratoria. Un discurso que creíamos erradicado vuelve en el espíritu de AfD que eleva la crítica a la política de refugiados y aboga por la salida del país de la Unión Europea. A unos días de las elecciones alemanas (23 de febrero), AfD se ubica en la segunda posición en las tendencias electorales con un 18% de intención del voto.
Luego de la torpeza (o descaro) de Musk al realizar el saludo nazi, la plataforma X (antes Twitter) editó el video del discurso del empresario para colocar en su lugar insertos del público en la grada. Sin embargo, las calles no olvidan y aquella imagen es viral en redes como TikTok. Resulta curioso que si el ahora líder del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Estados Unidos hubiera realizado ese gesto en Alemania, ahora estaría preso. Sin embargo, cuando despertamos, la ultraderecha todavía estaba allí.
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A menudo la xenofobia —el miedo y rechazo a lo extraño y foráneo, incluyendo nacionalidad, cultura o religión— y el racismo se esconden en el discurso de seguridad nacional e identidad cultural.
La xenofobia y los discursos extremistas surgen entre los hinchas de variados equipos de futbol, mientras que en el terreno político Donald Trump y Elon Musk atizan un fuego que creíamos extinto.
En algún lugar entre Mar-a-Lago y Silicon Valley, dos hombres tejieron hilos invisibles con los ultras en el futbol. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, habla de muros; mientras Elon Musk, el hombre más rico del mundo, en un gesto disfrazado de torpeza, alza el brazo derecho para realizar el saludo romano, tocándose en dos ocasiones el pecho. Discursos y ademanes que se replican en los estadios de Europa y Estados Unidos.
El 40% de los ultras europeos tenían vínculos y participación en partidos de ultraderecha en 2023, según el Proyecto Futbol contra el Racismo en Europa (FARE). La conexión es evidente cuando los líderes que institucionalizan la xenofobia legitiman el odio en las gradas.
“¡No al futbol multicultural!”, se escucha entre los ultras que apoyan al Atlético de Madrid, un eco desde España a la retórica antiinmigrante de Trump. En numerosas ocasiones, los ultras italianos de la Lazio han exhibido banderas con esvásticas; dentro del mismo país, en 2023, aficionados del Hellas Verona citaron un tuit de Musk para justificar cánticos hacia los jugadores negros: "Es momento de luchar contra el virus antihumano woke”. Luego del saludo nazi que el dueño de Tesla realizó en el Capital One, el pasado 20 de enero durante la Ceremonia Inaugural de Trump como presidente de Estados Unidos, es imposible no recordar la forma en cómo celébraba sus goles el delantero Paolo Di Canio.
El deporte no se calla. Los discursos xenófobos, racistas y homofóbicos de Trump y Musk tendrán en casa una dura resistencia: la Copa del Mundo de 2026 y los Juegos Olímpicos de 2028.
Ultraderecha en el futbol
En los cánticos, las banderas y los símbolos son reconocibles diversas expresiones de ultraderecha o fascismo en los grupos de animación de varios clubes de futbol por el mundo. Basta lo ocurrido el 23 de enero de 2025 cuando fanáticos extremistas del club romano de la Lazio golpearon a aficionados españoles, previo al juego contra la Real Sociedad.
Los Irreductibles (Irriducibili) protagonizaron la agresión y son los más radicales entre los aficionados de la Lazio. Con un ideario de ultraderecha, el grupo exhibe sin tapujos en sus banderas los símbolos fascistas y neonazis como la cruz celta y esvásticas dentro de los estadios de Italia. “Nuestro honor se llama fidelidad”, se puede leer en sus bufandas el mismo lema de la temida organización paramilitar Schutzstaffel (SS) que fungía como escuadrón de protección de Hitler y una de sus funciones clave era la custodia de la pureza racial. Otra situación desagradable protagonizada por estos ultras ocurrió en 1998, durante el clásico ante la Roma, cuando mostraron en una pancarta la frase “Auschwitz es vuestra patria. Los hornos vuestras casas”.
Diversas expresiones de racismo y violencia dentro del entorno deportivo trascienden las fronteras y se hallan en grupos xenófobos en los estadios del Olympique de Marsella, Spartak Moscú, Legia de Varsovia, Hamburgo, Atlético de Madrid, Espanyol de Barcelona, entre otros.
Uno de los casos más sonados en la historia reciente es el de Vinicius Jr, delantero del Real Madrid. En mayo de 2023, cuando los merengues disputaban un encuentro ante el Valencia, el partido fue interrumpido porque la grada no paraba de gritarle “Mono”. El jugador brasileño confrontó a los agresores y fue expulsado. Desde entonces Vinicius Jr. se volvió un símbolo de la lucha contra el racismo dentro del futbol y el deporte. Como respuesta solidaria la ciudad de Río de Janeiro realizó el evento del apagón del Cristo Redentor, luego de repetidos incidentes racistas en los estadios de España.
Recordemos también el caso de Mario Balotelli, delantero italiano de padres originarios de Ghana. En noviembre de 2010 se jugaba un amistoso entre las selecciones de Italia y Rumania, cuando los integrantes del grupo “Ultra Italia” desplegaron una pancarta donde despreciaban a una “Italia multicultural”; casi de inmediato, Balotelli recibió un cúmulo de insultos y rechiflas de esos aficionados. Dos años después, previo a la Eurocopa de Polonia-Ucrania 2012, Balotelli amenazó con abandonar la cancha si escuchaba cantos racistas en su contra: “Si alguien me lanza un plátano en la calle o en un campo, iré a la cárcel porque lo mataré”, declaró en una entrevista para France Football, y así mostraba el hartazgo de escuchar insultos racistas ya fuese en Italia, Austria, Portugal o Inglaterra.
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Cantona y lo sublime de una patada
A menudo la xenofobia —el miedo y rechazo a lo extraño y foráneo, incluyendo nacionalidad, cultura o religión— y el racismo se esconden en el discurso de seguridad nacional e identidad cultural. Los políticos suelen utilizar términos como “invasión” o “amenaza” para describir a grupos étnicos o migrantes intrínsecamente calificados de peligrosos o incompatibles. Estos discursos buscan la manipulación al explotar el miedo ya sea a la pérdida de empleo, a los ataques terroristas o a los cambios demográficos.
Las campañas electorales de Trump han estado basadas en este discurso: “Cuando México manda a sus ciudadanos a Estados Unidos no manda a lo mejor, manda a traficantes de droga, a criminales y a violadores”, declaró en 2015 durante su primera contienda por la presidencia. Trump, en su ideario, identificó una “amenaza” con base en la xenofobia y el racismo; en 2017 describió a países de América Central y África como “agujeros de mierda” y en repetidas ocasiones le exige a los migrantes que “regresen a su país”.
En ese sentido, ¿qué pensará Trump sobre el hooligan inglés Matthew Simmons? Aquel que hace 30 años le gritó sin ningún empacho al delantero del Manchester United, Eric Cantona: “Vete a tu país, francés de mierda”.
La tarde del miércoles 25 de enero de 1995 en el estadio Selhurst Park del sur de Londres, casa del Crystal Palace, el marcador iba 0-1 a favor del Manchester United. A los tres minutos del segundo tiempo Cantona fue expulsado por una acción violenta con el defensa Richard Shaw; de camino a los vestidores el francés fue increpado por la grada. Con la sangre caliente por la expulsión, Cantona no dudó en responder al grito racista de Simmons con una patada voladora estilo kung fu y un puñetazo. La acción dejó boquiabierta a toda la prensa de Inglaterra, de Europa y del mundo.
Simmons era militante del grupo fascista National Front, y tenía un historial de violencia, incluyendo el ataque a un entrenador después de ser llamado “basura nazi”. Por increíble que parezca, el Crystal Palace lejos de aplicar sanciones, lo recompensó con la renovación automática de su membresía al estadio. Un respaldo al discurso xenófobo que permanece en las gradas.
Alex Ferguson, entonces director técnico del Manchester United, abogó para que Cantona no fuera expulsado del club; en cambio, permaneció suspendido nueve meses de las canchas. Después de la sanción deportiva, Cantona regresó para ganar dos títulos más de Premier League y se retiró del futbol como una leyenda de los Diablos Rojos a los 31 años. En 2012, el exdelantero fue entrevistado por la BBC y señaló que aquel episodio fue el mejor momento de su carrera: “Al fascismo no se le discute, se le patea en la boca”.
El deporte no calla
Los atletas y Trump no suelen llevarse muy bien. En uno de los juegos de pretemporada de la NFL, el 26 de agosto de 2016, Colin Kaepernick, exjugador de los 49s de San Francisco, se hincó durante la entonación del himno nacional en protesta contra el racismo vigente en Estados Unidos. “¿No les gustaría ver a uno de los dueños de la NFL decir: ‘¿Saquen a ese hijo de puta de la cancha ahora mismo, échenlo ya?’”, escribió el magnate en sus redes sociales.
Trump ya se enfrentó a Lebron James, considerado el mejor basquetbolista de la historia junto a Michael Jordan, quien respondió: “Ir a la Casa Blanca era un gran honor hasta que tú apareciste”, esto en referencia a la negativa de los Warriors de Golden State para acudir a la Casa Blanca después de ganar el campeonato de la NBA en 2017. “Muy desagradables, muy, muy desagradables y francamente muy tontos también”, respondió Trump ante la afrenta de los jugadores de basquetbol.
Megan Rapinoe, excapitana de la selección femenil de futbol de Estados Unidos y defensora de los derechos de la comunidad LGBT, fue rápida y contundente desde la primera vez que Trump llegó a la Casa Blanca: “Eres el enemigo, tu mensaje excluye a la gente, me estas excluyendo, estas excluyendo a personas que se parecen a mi, estas excluyendo a personas de color, estás excluyendo a personas que tal vez te apoyen, estás retrocediendo a una época que no era buena para todos”.
En los próximos cuatro años Estados Unidos alojará las dos justas más relevantes del deporte en el mundo, la Copa Mundial de la FIFA y los Juegos Olímpicos. Ambos eventos son multiculturales por excelencia. Veremos qué dirá Trump cuando selecciones o delegaciones como Irán, Corea del Norte, Nigeria, Palestina, Cuba, Honduras manden a sus atletas a territorio MAGA.
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No es un simple gesto
Al mirar a Musk es inevitable pensar en el delantero italiano Paolo Di Canio quien realizó el saludo nazi cada vez que marcó gol con la Lazio, entre 1986 y 1990, sin que recibiera sanciones en absoluto. Algunas décadas más tarde, en 2021, el saludo nazi fue repetido por el adiestrador del águila que sobrevuela el estadio Olímpico de Roma en cada partido: el español Juan Bernabé se paró frente a la grada y con el brazo izquierdo extendido realizó el saludo fascista dándose una palmada en el pecho frente al público, mientras los ultras de la curva norte gritaban “Duce, Duce”, como se le llamaba a Benito Mussolini. La Lazio despidió al adiestrador y emitió un comunicado en el que señaló: “Estos gestos ofenden al club, a los aficionados y los valores en que nos inspiramos”.
En el presente siglo fenómenos como la crisis económica de 2009, la guerra civil de Siria o el Brexit en Reino Unido provocaron la expansión de políticos y movimientos de extrema derecha como Marine Le Pen en el Frente Nacional de Francia, Matteo Salvini de la Liga Norte de Italia y Viktor Orbán en Hungría, quienes utilizan las mismas palabras xenófobas y fascistas de Trump o Simmons.
Llama la atención el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), creado en 2013 como respuesta a la crisis económica y migratoria. Un discurso que creíamos erradicado vuelve en el espíritu de AfD que eleva la crítica a la política de refugiados y aboga por la salida del país de la Unión Europea. A unos días de las elecciones alemanas (23 de febrero), AfD se ubica en la segunda posición en las tendencias electorales con un 18% de intención del voto.
Luego de la torpeza (o descaro) de Musk al realizar el saludo nazi, la plataforma X (antes Twitter) editó el video del discurso del empresario para colocar en su lugar insertos del público en la grada. Sin embargo, las calles no olvidan y aquella imagen es viral en redes como TikTok. Resulta curioso que si el ahora líder del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Estados Unidos hubiera realizado ese gesto en Alemania, ahora estaría preso. Sin embargo, cuando despertamos, la ultraderecha todavía estaba allí.
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La xenofobia y los discursos extremistas surgen entre los hinchas de variados equipos de futbol, mientras que en el terreno político Donald Trump y Elon Musk atizan un fuego que creíamos extinto.
En algún lugar entre Mar-a-Lago y Silicon Valley, dos hombres tejieron hilos invisibles con los ultras en el futbol. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, habla de muros; mientras Elon Musk, el hombre más rico del mundo, en un gesto disfrazado de torpeza, alza el brazo derecho para realizar el saludo romano, tocándose en dos ocasiones el pecho. Discursos y ademanes que se replican en los estadios de Europa y Estados Unidos.
El 40% de los ultras europeos tenían vínculos y participación en partidos de ultraderecha en 2023, según el Proyecto Futbol contra el Racismo en Europa (FARE). La conexión es evidente cuando los líderes que institucionalizan la xenofobia legitiman el odio en las gradas.
“¡No al futbol multicultural!”, se escucha entre los ultras que apoyan al Atlético de Madrid, un eco desde España a la retórica antiinmigrante de Trump. En numerosas ocasiones, los ultras italianos de la Lazio han exhibido banderas con esvásticas; dentro del mismo país, en 2023, aficionados del Hellas Verona citaron un tuit de Musk para justificar cánticos hacia los jugadores negros: "Es momento de luchar contra el virus antihumano woke”. Luego del saludo nazi que el dueño de Tesla realizó en el Capital One, el pasado 20 de enero durante la Ceremonia Inaugural de Trump como presidente de Estados Unidos, es imposible no recordar la forma en cómo celébraba sus goles el delantero Paolo Di Canio.
El deporte no se calla. Los discursos xenófobos, racistas y homofóbicos de Trump y Musk tendrán en casa una dura resistencia: la Copa del Mundo de 2026 y los Juegos Olímpicos de 2028.
Ultraderecha en el futbol
En los cánticos, las banderas y los símbolos son reconocibles diversas expresiones de ultraderecha o fascismo en los grupos de animación de varios clubes de futbol por el mundo. Basta lo ocurrido el 23 de enero de 2025 cuando fanáticos extremistas del club romano de la Lazio golpearon a aficionados españoles, previo al juego contra la Real Sociedad.
Los Irreductibles (Irriducibili) protagonizaron la agresión y son los más radicales entre los aficionados de la Lazio. Con un ideario de ultraderecha, el grupo exhibe sin tapujos en sus banderas los símbolos fascistas y neonazis como la cruz celta y esvásticas dentro de los estadios de Italia. “Nuestro honor se llama fidelidad”, se puede leer en sus bufandas el mismo lema de la temida organización paramilitar Schutzstaffel (SS) que fungía como escuadrón de protección de Hitler y una de sus funciones clave era la custodia de la pureza racial. Otra situación desagradable protagonizada por estos ultras ocurrió en 1998, durante el clásico ante la Roma, cuando mostraron en una pancarta la frase “Auschwitz es vuestra patria. Los hornos vuestras casas”.
Diversas expresiones de racismo y violencia dentro del entorno deportivo trascienden las fronteras y se hallan en grupos xenófobos en los estadios del Olympique de Marsella, Spartak Moscú, Legia de Varsovia, Hamburgo, Atlético de Madrid, Espanyol de Barcelona, entre otros.
Uno de los casos más sonados en la historia reciente es el de Vinicius Jr, delantero del Real Madrid. En mayo de 2023, cuando los merengues disputaban un encuentro ante el Valencia, el partido fue interrumpido porque la grada no paraba de gritarle “Mono”. El jugador brasileño confrontó a los agresores y fue expulsado. Desde entonces Vinicius Jr. se volvió un símbolo de la lucha contra el racismo dentro del futbol y el deporte. Como respuesta solidaria la ciudad de Río de Janeiro realizó el evento del apagón del Cristo Redentor, luego de repetidos incidentes racistas en los estadios de España.
Recordemos también el caso de Mario Balotelli, delantero italiano de padres originarios de Ghana. En noviembre de 2010 se jugaba un amistoso entre las selecciones de Italia y Rumania, cuando los integrantes del grupo “Ultra Italia” desplegaron una pancarta donde despreciaban a una “Italia multicultural”; casi de inmediato, Balotelli recibió un cúmulo de insultos y rechiflas de esos aficionados. Dos años después, previo a la Eurocopa de Polonia-Ucrania 2012, Balotelli amenazó con abandonar la cancha si escuchaba cantos racistas en su contra: “Si alguien me lanza un plátano en la calle o en un campo, iré a la cárcel porque lo mataré”, declaró en una entrevista para France Football, y así mostraba el hartazgo de escuchar insultos racistas ya fuese en Italia, Austria, Portugal o Inglaterra.
Te recomendamos: Decepción mexicana: cuando el negocio mancha a la pelota
Cantona y lo sublime de una patada
A menudo la xenofobia —el miedo y rechazo a lo extraño y foráneo, incluyendo nacionalidad, cultura o religión— y el racismo se esconden en el discurso de seguridad nacional e identidad cultural. Los políticos suelen utilizar términos como “invasión” o “amenaza” para describir a grupos étnicos o migrantes intrínsecamente calificados de peligrosos o incompatibles. Estos discursos buscan la manipulación al explotar el miedo ya sea a la pérdida de empleo, a los ataques terroristas o a los cambios demográficos.
Las campañas electorales de Trump han estado basadas en este discurso: “Cuando México manda a sus ciudadanos a Estados Unidos no manda a lo mejor, manda a traficantes de droga, a criminales y a violadores”, declaró en 2015 durante su primera contienda por la presidencia. Trump, en su ideario, identificó una “amenaza” con base en la xenofobia y el racismo; en 2017 describió a países de América Central y África como “agujeros de mierda” y en repetidas ocasiones le exige a los migrantes que “regresen a su país”.
En ese sentido, ¿qué pensará Trump sobre el hooligan inglés Matthew Simmons? Aquel que hace 30 años le gritó sin ningún empacho al delantero del Manchester United, Eric Cantona: “Vete a tu país, francés de mierda”.
La tarde del miércoles 25 de enero de 1995 en el estadio Selhurst Park del sur de Londres, casa del Crystal Palace, el marcador iba 0-1 a favor del Manchester United. A los tres minutos del segundo tiempo Cantona fue expulsado por una acción violenta con el defensa Richard Shaw; de camino a los vestidores el francés fue increpado por la grada. Con la sangre caliente por la expulsión, Cantona no dudó en responder al grito racista de Simmons con una patada voladora estilo kung fu y un puñetazo. La acción dejó boquiabierta a toda la prensa de Inglaterra, de Europa y del mundo.
Simmons era militante del grupo fascista National Front, y tenía un historial de violencia, incluyendo el ataque a un entrenador después de ser llamado “basura nazi”. Por increíble que parezca, el Crystal Palace lejos de aplicar sanciones, lo recompensó con la renovación automática de su membresía al estadio. Un respaldo al discurso xenófobo que permanece en las gradas.
Alex Ferguson, entonces director técnico del Manchester United, abogó para que Cantona no fuera expulsado del club; en cambio, permaneció suspendido nueve meses de las canchas. Después de la sanción deportiva, Cantona regresó para ganar dos títulos más de Premier League y se retiró del futbol como una leyenda de los Diablos Rojos a los 31 años. En 2012, el exdelantero fue entrevistado por la BBC y señaló que aquel episodio fue el mejor momento de su carrera: “Al fascismo no se le discute, se le patea en la boca”.
El deporte no calla
Los atletas y Trump no suelen llevarse muy bien. En uno de los juegos de pretemporada de la NFL, el 26 de agosto de 2016, Colin Kaepernick, exjugador de los 49s de San Francisco, se hincó durante la entonación del himno nacional en protesta contra el racismo vigente en Estados Unidos. “¿No les gustaría ver a uno de los dueños de la NFL decir: ‘¿Saquen a ese hijo de puta de la cancha ahora mismo, échenlo ya?’”, escribió el magnate en sus redes sociales.
Trump ya se enfrentó a Lebron James, considerado el mejor basquetbolista de la historia junto a Michael Jordan, quien respondió: “Ir a la Casa Blanca era un gran honor hasta que tú apareciste”, esto en referencia a la negativa de los Warriors de Golden State para acudir a la Casa Blanca después de ganar el campeonato de la NBA en 2017. “Muy desagradables, muy, muy desagradables y francamente muy tontos también”, respondió Trump ante la afrenta de los jugadores de basquetbol.
Megan Rapinoe, excapitana de la selección femenil de futbol de Estados Unidos y defensora de los derechos de la comunidad LGBT, fue rápida y contundente desde la primera vez que Trump llegó a la Casa Blanca: “Eres el enemigo, tu mensaje excluye a la gente, me estas excluyendo, estas excluyendo a personas que se parecen a mi, estas excluyendo a personas de color, estás excluyendo a personas que tal vez te apoyen, estás retrocediendo a una época que no era buena para todos”.
En los próximos cuatro años Estados Unidos alojará las dos justas más relevantes del deporte en el mundo, la Copa Mundial de la FIFA y los Juegos Olímpicos. Ambos eventos son multiculturales por excelencia. Veremos qué dirá Trump cuando selecciones o delegaciones como Irán, Corea del Norte, Nigeria, Palestina, Cuba, Honduras manden a sus atletas a territorio MAGA.
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No es un simple gesto
Al mirar a Musk es inevitable pensar en el delantero italiano Paolo Di Canio quien realizó el saludo nazi cada vez que marcó gol con la Lazio, entre 1986 y 1990, sin que recibiera sanciones en absoluto. Algunas décadas más tarde, en 2021, el saludo nazi fue repetido por el adiestrador del águila que sobrevuela el estadio Olímpico de Roma en cada partido: el español Juan Bernabé se paró frente a la grada y con el brazo izquierdo extendido realizó el saludo fascista dándose una palmada en el pecho frente al público, mientras los ultras de la curva norte gritaban “Duce, Duce”, como se le llamaba a Benito Mussolini. La Lazio despidió al adiestrador y emitió un comunicado en el que señaló: “Estos gestos ofenden al club, a los aficionados y los valores en que nos inspiramos”.
En el presente siglo fenómenos como la crisis económica de 2009, la guerra civil de Siria o el Brexit en Reino Unido provocaron la expansión de políticos y movimientos de extrema derecha como Marine Le Pen en el Frente Nacional de Francia, Matteo Salvini de la Liga Norte de Italia y Viktor Orbán en Hungría, quienes utilizan las mismas palabras xenófobas y fascistas de Trump o Simmons.
Llama la atención el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), creado en 2013 como respuesta a la crisis económica y migratoria. Un discurso que creíamos erradicado vuelve en el espíritu de AfD que eleva la crítica a la política de refugiados y aboga por la salida del país de la Unión Europea. A unos días de las elecciones alemanas (23 de febrero), AfD se ubica en la segunda posición en las tendencias electorales con un 18% de intención del voto.
Luego de la torpeza (o descaro) de Musk al realizar el saludo nazi, la plataforma X (antes Twitter) editó el video del discurso del empresario para colocar en su lugar insertos del público en la grada. Sin embargo, las calles no olvidan y aquella imagen es viral en redes como TikTok. Resulta curioso que si el ahora líder del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Estados Unidos hubiera realizado ese gesto en Alemania, ahora estaría preso. Sin embargo, cuando despertamos, la ultraderecha todavía estaba allí.
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A menudo la xenofobia —el miedo y rechazo a lo extraño y foráneo, incluyendo nacionalidad, cultura o religión— y el racismo se esconden en el discurso de seguridad nacional e identidad cultural.
En algún lugar entre Mar-a-Lago y Silicon Valley, dos hombres tejieron hilos invisibles con los ultras en el futbol. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, habla de muros; mientras Elon Musk, el hombre más rico del mundo, en un gesto disfrazado de torpeza, alza el brazo derecho para realizar el saludo romano, tocándose en dos ocasiones el pecho. Discursos y ademanes que se replican en los estadios de Europa y Estados Unidos.
El 40% de los ultras europeos tenían vínculos y participación en partidos de ultraderecha en 2023, según el Proyecto Futbol contra el Racismo en Europa (FARE). La conexión es evidente cuando los líderes que institucionalizan la xenofobia legitiman el odio en las gradas.
“¡No al futbol multicultural!”, se escucha entre los ultras que apoyan al Atlético de Madrid, un eco desde España a la retórica antiinmigrante de Trump. En numerosas ocasiones, los ultras italianos de la Lazio han exhibido banderas con esvásticas; dentro del mismo país, en 2023, aficionados del Hellas Verona citaron un tuit de Musk para justificar cánticos hacia los jugadores negros: "Es momento de luchar contra el virus antihumano woke”. Luego del saludo nazi que el dueño de Tesla realizó en el Capital One, el pasado 20 de enero durante la Ceremonia Inaugural de Trump como presidente de Estados Unidos, es imposible no recordar la forma en cómo celébraba sus goles el delantero Paolo Di Canio.
El deporte no se calla. Los discursos xenófobos, racistas y homofóbicos de Trump y Musk tendrán en casa una dura resistencia: la Copa del Mundo de 2026 y los Juegos Olímpicos de 2028.
Ultraderecha en el futbol
En los cánticos, las banderas y los símbolos son reconocibles diversas expresiones de ultraderecha o fascismo en los grupos de animación de varios clubes de futbol por el mundo. Basta lo ocurrido el 23 de enero de 2025 cuando fanáticos extremistas del club romano de la Lazio golpearon a aficionados españoles, previo al juego contra la Real Sociedad.
Los Irreductibles (Irriducibili) protagonizaron la agresión y son los más radicales entre los aficionados de la Lazio. Con un ideario de ultraderecha, el grupo exhibe sin tapujos en sus banderas los símbolos fascistas y neonazis como la cruz celta y esvásticas dentro de los estadios de Italia. “Nuestro honor se llama fidelidad”, se puede leer en sus bufandas el mismo lema de la temida organización paramilitar Schutzstaffel (SS) que fungía como escuadrón de protección de Hitler y una de sus funciones clave era la custodia de la pureza racial. Otra situación desagradable protagonizada por estos ultras ocurrió en 1998, durante el clásico ante la Roma, cuando mostraron en una pancarta la frase “Auschwitz es vuestra patria. Los hornos vuestras casas”.
Diversas expresiones de racismo y violencia dentro del entorno deportivo trascienden las fronteras y se hallan en grupos xenófobos en los estadios del Olympique de Marsella, Spartak Moscú, Legia de Varsovia, Hamburgo, Atlético de Madrid, Espanyol de Barcelona, entre otros.
Uno de los casos más sonados en la historia reciente es el de Vinicius Jr, delantero del Real Madrid. En mayo de 2023, cuando los merengues disputaban un encuentro ante el Valencia, el partido fue interrumpido porque la grada no paraba de gritarle “Mono”. El jugador brasileño confrontó a los agresores y fue expulsado. Desde entonces Vinicius Jr. se volvió un símbolo de la lucha contra el racismo dentro del futbol y el deporte. Como respuesta solidaria la ciudad de Río de Janeiro realizó el evento del apagón del Cristo Redentor, luego de repetidos incidentes racistas en los estadios de España.
Recordemos también el caso de Mario Balotelli, delantero italiano de padres originarios de Ghana. En noviembre de 2010 se jugaba un amistoso entre las selecciones de Italia y Rumania, cuando los integrantes del grupo “Ultra Italia” desplegaron una pancarta donde despreciaban a una “Italia multicultural”; casi de inmediato, Balotelli recibió un cúmulo de insultos y rechiflas de esos aficionados. Dos años después, previo a la Eurocopa de Polonia-Ucrania 2012, Balotelli amenazó con abandonar la cancha si escuchaba cantos racistas en su contra: “Si alguien me lanza un plátano en la calle o en un campo, iré a la cárcel porque lo mataré”, declaró en una entrevista para France Football, y así mostraba el hartazgo de escuchar insultos racistas ya fuese en Italia, Austria, Portugal o Inglaterra.
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Cantona y lo sublime de una patada
A menudo la xenofobia —el miedo y rechazo a lo extraño y foráneo, incluyendo nacionalidad, cultura o religión— y el racismo se esconden en el discurso de seguridad nacional e identidad cultural. Los políticos suelen utilizar términos como “invasión” o “amenaza” para describir a grupos étnicos o migrantes intrínsecamente calificados de peligrosos o incompatibles. Estos discursos buscan la manipulación al explotar el miedo ya sea a la pérdida de empleo, a los ataques terroristas o a los cambios demográficos.
Las campañas electorales de Trump han estado basadas en este discurso: “Cuando México manda a sus ciudadanos a Estados Unidos no manda a lo mejor, manda a traficantes de droga, a criminales y a violadores”, declaró en 2015 durante su primera contienda por la presidencia. Trump, en su ideario, identificó una “amenaza” con base en la xenofobia y el racismo; en 2017 describió a países de América Central y África como “agujeros de mierda” y en repetidas ocasiones le exige a los migrantes que “regresen a su país”.
En ese sentido, ¿qué pensará Trump sobre el hooligan inglés Matthew Simmons? Aquel que hace 30 años le gritó sin ningún empacho al delantero del Manchester United, Eric Cantona: “Vete a tu país, francés de mierda”.
La tarde del miércoles 25 de enero de 1995 en el estadio Selhurst Park del sur de Londres, casa del Crystal Palace, el marcador iba 0-1 a favor del Manchester United. A los tres minutos del segundo tiempo Cantona fue expulsado por una acción violenta con el defensa Richard Shaw; de camino a los vestidores el francés fue increpado por la grada. Con la sangre caliente por la expulsión, Cantona no dudó en responder al grito racista de Simmons con una patada voladora estilo kung fu y un puñetazo. La acción dejó boquiabierta a toda la prensa de Inglaterra, de Europa y del mundo.
Simmons era militante del grupo fascista National Front, y tenía un historial de violencia, incluyendo el ataque a un entrenador después de ser llamado “basura nazi”. Por increíble que parezca, el Crystal Palace lejos de aplicar sanciones, lo recompensó con la renovación automática de su membresía al estadio. Un respaldo al discurso xenófobo que permanece en las gradas.
Alex Ferguson, entonces director técnico del Manchester United, abogó para que Cantona no fuera expulsado del club; en cambio, permaneció suspendido nueve meses de las canchas. Después de la sanción deportiva, Cantona regresó para ganar dos títulos más de Premier League y se retiró del futbol como una leyenda de los Diablos Rojos a los 31 años. En 2012, el exdelantero fue entrevistado por la BBC y señaló que aquel episodio fue el mejor momento de su carrera: “Al fascismo no se le discute, se le patea en la boca”.
El deporte no calla
Los atletas y Trump no suelen llevarse muy bien. En uno de los juegos de pretemporada de la NFL, el 26 de agosto de 2016, Colin Kaepernick, exjugador de los 49s de San Francisco, se hincó durante la entonación del himno nacional en protesta contra el racismo vigente en Estados Unidos. “¿No les gustaría ver a uno de los dueños de la NFL decir: ‘¿Saquen a ese hijo de puta de la cancha ahora mismo, échenlo ya?’”, escribió el magnate en sus redes sociales.
Trump ya se enfrentó a Lebron James, considerado el mejor basquetbolista de la historia junto a Michael Jordan, quien respondió: “Ir a la Casa Blanca era un gran honor hasta que tú apareciste”, esto en referencia a la negativa de los Warriors de Golden State para acudir a la Casa Blanca después de ganar el campeonato de la NBA en 2017. “Muy desagradables, muy, muy desagradables y francamente muy tontos también”, respondió Trump ante la afrenta de los jugadores de basquetbol.
Megan Rapinoe, excapitana de la selección femenil de futbol de Estados Unidos y defensora de los derechos de la comunidad LGBT, fue rápida y contundente desde la primera vez que Trump llegó a la Casa Blanca: “Eres el enemigo, tu mensaje excluye a la gente, me estas excluyendo, estas excluyendo a personas que se parecen a mi, estas excluyendo a personas de color, estás excluyendo a personas que tal vez te apoyen, estás retrocediendo a una época que no era buena para todos”.
En los próximos cuatro años Estados Unidos alojará las dos justas más relevantes del deporte en el mundo, la Copa Mundial de la FIFA y los Juegos Olímpicos. Ambos eventos son multiculturales por excelencia. Veremos qué dirá Trump cuando selecciones o delegaciones como Irán, Corea del Norte, Nigeria, Palestina, Cuba, Honduras manden a sus atletas a territorio MAGA.
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No es un simple gesto
Al mirar a Musk es inevitable pensar en el delantero italiano Paolo Di Canio quien realizó el saludo nazi cada vez que marcó gol con la Lazio, entre 1986 y 1990, sin que recibiera sanciones en absoluto. Algunas décadas más tarde, en 2021, el saludo nazi fue repetido por el adiestrador del águila que sobrevuela el estadio Olímpico de Roma en cada partido: el español Juan Bernabé se paró frente a la grada y con el brazo izquierdo extendido realizó el saludo fascista dándose una palmada en el pecho frente al público, mientras los ultras de la curva norte gritaban “Duce, Duce”, como se le llamaba a Benito Mussolini. La Lazio despidió al adiestrador y emitió un comunicado en el que señaló: “Estos gestos ofenden al club, a los aficionados y los valores en que nos inspiramos”.
En el presente siglo fenómenos como la crisis económica de 2009, la guerra civil de Siria o el Brexit en Reino Unido provocaron la expansión de políticos y movimientos de extrema derecha como Marine Le Pen en el Frente Nacional de Francia, Matteo Salvini de la Liga Norte de Italia y Viktor Orbán en Hungría, quienes utilizan las mismas palabras xenófobas y fascistas de Trump o Simmons.
Llama la atención el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), creado en 2013 como respuesta a la crisis económica y migratoria. Un discurso que creíamos erradicado vuelve en el espíritu de AfD que eleva la crítica a la política de refugiados y aboga por la salida del país de la Unión Europea. A unos días de las elecciones alemanas (23 de febrero), AfD se ubica en la segunda posición en las tendencias electorales con un 18% de intención del voto.
Luego de la torpeza (o descaro) de Musk al realizar el saludo nazi, la plataforma X (antes Twitter) editó el video del discurso del empresario para colocar en su lugar insertos del público en la grada. Sin embargo, las calles no olvidan y aquella imagen es viral en redes como TikTok. Resulta curioso que si el ahora líder del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Estados Unidos hubiera realizado ese gesto en Alemania, ahora estaría preso. Sin embargo, cuando despertamos, la ultraderecha todavía estaba allí.
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