Estos proyectos no se parecen a la ciencia ficción que nos evoca la palabra “utopía”, pero su concepción enfrenta algo más primordial: garantizar un futuro mejor.
Cuando soñamos el futuro suelen aparecer en el imaginario infraestructuras mastodónticas de acero y vidrio, o el brillo de una ciudad inteligente que ciega los ojos. Hay proyectos de arquitectura en el país que ya reformulan la noción de utopía, visibilizando problemáticas profundas como el derecho a la vivienda, la recreación y el acceso a la tecnología. En cuanto al espacio público, Andrés & José, un estudio creado por Andrés Sáenz y José Álvarez con sede en Mérida, se ha dedicado a ramificar la arquitectura como una fuerza de cambio social.
Su proyecto Habitáculos, que se presentó en el Abierto Mexicano de Diseño 2020, abarca diversas activaciones del espacio público que plantean un mejor futuro pospandemia. El estudio Andrés & José abarca arquitectura, diseño, instalación y arte; pero su eje principal es el contexto social, cultural y arquitectónico que rodea a sus proyectos. La silla “Susana”, por ejemplo, está inspirada en el mobiliario yucateco y explora la interacción protegida en un espacio público en el eventual regreso a la “normalidad”; el proyecto Rodar utiliza el arquetipo de la casa y lo conjunta con la estructura del carrito de comida callejera para crear un refugio. “Es una reflexión hacia cómo sería una vivienda del futuro para las personas sin hogar y ofrecer una vivienda digna. Realmente es un cuestionamiento a la ocupación territorial en las ciudades sobrepobladas donde ya no hay espacio. Vamos desde una actividad primordial como la vivienda, yendo a otra actividad primordial, que es la recreación”, dice Andrés Sáenz.
Arquitectos y urbanistas estudian las problemáticas de desigualdad, sobrepoblación y acceso a la recreación que padece la Ciudad de México. El centro ha sido históricamente más privilegiado que la periferia y proyectos como las Utopías de Iztapalapa (Unidades de Transformación y Organización para la Inclusión y la Armonía Social) buscan cubrir las grietas de una zona quebradiza. Se trata de cinco espacios en San Lorenzo, La Quebradora, Reforma Política, Teotongo y el Deportivo José I. Madero, que cuentan con áreas de recreación, instalaciones deportivas y áreas educativas. Promueven una transformación de las estructuras de desigualdad socio-territorial a las que se han visto sujetos la ciudad y sus alrededores. Estos proyectos buscan restituir el tejido social y crear la ciudad utópica en un contexto de carencia profunda.
Las periferias de las ciudades ensanchan las brechas y los arquitectos, para resarcirlo, han ideado espacios de comunidad fortuitamente. Como sucedió con el Centro Multimedia Hñähñu, en la ex-Hacienda Ocotzá en el estado de Hidalgo. El proyecto del despacho Aldana + Sánchez, que forman Miguel Aldana y Patricia Sánchez, aborda las necesidades de una comunidad de tan sólo mil habitantes, donde hay una comunidad hñähñu (otomí) y muchos han migrado a Estados Unidos. “Buscábamos una obra original e innovadora; queríamos que la gente viera otra forma de construir, pero tomamos elementos de la región, por ejemplo, los arcos provienen de la arquitectura original de la hacienda. Ellos, de alguna manera, interpretaron que este proyecto le respondía a su realidad cultural”, dice Aldana.
Fotografía de Marcos Betanzos / Cortesía de Aldana + Sánchez.
El Centro Multimedia Hñähñu está en la parte de arriba de una vivienda. La construcción se creó como parte del negocio de la familia: un cibercafé. El proyecto se ha vuelto un espacio donde una comunidad pequeña puede ir a satisfacer sus necesidades tecnológicas, como conectarse a internet para poder estudiar en tiempos de pandemia, comprar saldo para el celular o incluso, jugar videojuegos. Su entramado de ladrillo teje un espacio funcional. El proyecto, ganador de la medalla de plata en la xvi Bienal Nacional de Arquitectura Mexicana, en la categoría de educación, abre un diálogo sobre una arquitectura intencionada y con un potencial de cambio a cualquier escala.
“La arquitectura sólo se puede dar en la paz, no puede haber arquitectura si hay bandas amenazando porque estás construyendo algo bonito; tiene que haber recursos económicos y tiene que haber cultura, a lo mejor hay lugares muy caros pero gente que no tiene interés. Nosotros llegamos a un terreno fértil y confiaron en nuestro trabajo”, explica Aldana.
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