Las ciudades nunca duermen

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Noches incandescentes es una obra de Marcela Armas que visibiliza el incesante consumo y desperdicio de energía de las grandes ciudades, para cavilar en torno al valor de la urbanización como una de las máximas aspiraciones humanas.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Santiago de Chile, Chile. Fotografía cortesía de Marcela Armas.

Habitar una gran urbe, dar un vistazo alrededor y no encontrar un solo cuerpo (innecesario) emisor de luz artificial. Esta es la paradoja que resulta de mirar la belleza de las ciudades prósperas y su naturaleza destructiva. Ese es el efecto de Noches incandescentes (2008), de Marcela Armas, una serie de veinticinco piezas, una meditación sobre las ciudades a través de grabados basados en fotografías aéreas y satelitales, cajas negras de luz que representan el consumo energético que demanda la epidemia urbana.

En un momento álgido en el debate sobre el calentamiento global, la sensación que provoca esta serie es más angustiante que hace catorce años, cuando se creó, por su crítica a la urbanización global más grande de la historia y el valor hegemónico que representa para las civilizaciones contemporáneas. Esta obra es parte de la exhibición “Mirar con nuestros ojos de montaña”, desde marzo pasado, en el Museo de Arte Carrillo Gil, un trabajo curatorial en torno a las más de dos décadas de trabajo de la artista mexicana. 

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Noches incandescentes es una obra de Marcela Armas que visibiliza el incesante consumo y desperdicio de energía de las grandes ciudades, para cavilar en torno al valor de la urbanización como una de las máximas aspiraciones humanas.

Habitar una gran urbe, dar un vistazo alrededor y no encontrar un solo cuerpo (innecesario) emisor de luz artificial. Esta es la paradoja que resulta de mirar la belleza de las ciudades prósperas y su naturaleza destructiva. Ese es el efecto de Noches incandescentes (2008), de Marcela Armas, una serie de veinticinco piezas, una meditación sobre las ciudades a través de grabados basados en fotografías aéreas y satelitales, cajas negras de luz que representan el consumo energético que demanda la epidemia urbana.

En un momento álgido en el debate sobre el calentamiento global, la sensación que provoca esta serie es más angustiante que hace catorce años, cuando se creó, por su crítica a la urbanización global más grande de la historia y el valor hegemónico que representa para las civilizaciones contemporáneas. Esta obra es parte de la exhibición “Mirar con nuestros ojos de montaña”, desde marzo pasado, en el Museo de Arte Carrillo Gil, un trabajo curatorial en torno a las más de dos décadas de trabajo de la artista mexicana. 

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En un momento álgido en el debate sobre el calentamiento global, la sensación que provoca esta serie es más angustiante que hace catorce años, cuando se creó, por su crítica a la urbanización global más grande de la historia y el valor hegemónico que representa para las civilizaciones contemporáneas. Esta obra es parte de la exhibición “Mirar con nuestros ojos de montaña”, desde marzo pasado, en el Museo de Arte Carrillo Gil, un trabajo curatorial en torno a las más de dos décadas de trabajo de la artista mexicana. 

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Noches incandescentes es una obra de Marcela Armas que visibiliza el incesante consumo y desperdicio de energía de las grandes ciudades, para cavilar en torno al valor de la urbanización como una de las máximas aspiraciones humanas.

Habitar una gran urbe, dar un vistazo alrededor y no encontrar un solo cuerpo (innecesario) emisor de luz artificial. Esta es la paradoja que resulta de mirar la belleza de las ciudades prósperas y su naturaleza destructiva. Ese es el efecto de Noches incandescentes (2008), de Marcela Armas, una serie de veinticinco piezas, una meditación sobre las ciudades a través de grabados basados en fotografías aéreas y satelitales, cajas negras de luz que representan el consumo energético que demanda la epidemia urbana.

En un momento álgido en el debate sobre el calentamiento global, la sensación que provoca esta serie es más angustiante que hace catorce años, cuando se creó, por su crítica a la urbanización global más grande de la historia y el valor hegemónico que representa para las civilizaciones contemporáneas. Esta obra es parte de la exhibición “Mirar con nuestros ojos de montaña”, desde marzo pasado, en el Museo de Arte Carrillo Gil, un trabajo curatorial en torno a las más de dos décadas de trabajo de la artista mexicana. 

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Noches incandescentes es una obra de Marcela Armas que visibiliza el incesante consumo y desperdicio de energía de las grandes ciudades, para cavilar en torno al valor de la urbanización como una de las máximas aspiraciones humanas.

Habitar una gran urbe, dar un vistazo alrededor y no encontrar un solo cuerpo (innecesario) emisor de luz artificial. Esta es la paradoja que resulta de mirar la belleza de las ciudades prósperas y su naturaleza destructiva. Ese es el efecto de Noches incandescentes (2008), de Marcela Armas, una serie de veinticinco piezas, una meditación sobre las ciudades a través de grabados basados en fotografías aéreas y satelitales, cajas negras de luz que representan el consumo energético que demanda la epidemia urbana.

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