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El colapso climático está más cerca de lo que imaginamos

El colapso climático está más cerca de lo que imaginamos

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Los restos de la casa de Victoria Coto. En la Nochebuena de 2022, tuvo que evacuar su casa ante el avance del mar.
03
.
11
.
23
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

¿Por qué el huracán Otis arrasó con Acapulco? Detrás de un desastre natural exacerbado, hay graves omisiones en el combate al cambio climático. Pueblos enteros pueden quedar bajo el agua, miles de personas serán desplazados climáticos y la desigualdad será todavía más grave. La reducción de emisiones contaminantes es ya un asunto de supervivencia.

Lo que sucedió en Guerrero es una imagen del futuro que nos espera, del futuro que nos alcanzó. Durante décadas, los orígenes y consecuencias del cambio climático han sido claros: el aumento en el consumo de combustibles fósiles ha alterado la atmósfera en doscientos años a niveles que solo pueden compararse con otras épocas geológicas del planeta. Por lo que se ha vuelto urgente reducir drásticamente nuestra dependencia a los combustibles fósiles. Desde hace décadas, la ciencia climática ha sido clara en sus predicciones, afinando en años recientes las consecuencias que implica cada fracción de grado de aumento en la temperatura global. En 2018, el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático anunciaba que un aumento en la temperatura promedio del planeta, por encima de 1.5°C, se traduciría en efectos altamente catastróficos en todos los rincones. Actualmente, la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) marca un incremento de 1.3°C.

El huracán Otis, que tocó tierra en Acapulco, Guerrero, es una postal de ese mundo cargado de variaciones catastróficas, de eventos inéditos con características difíciles de predecir. El incremento de la temperatura global ha sido mayor en los océanos que en tierra, estos han absorbido 90% del calentamiento ocurrido en décadas recientes, y sabemos que aguas más cálidas aceleran e intensifican los huracanes. En el caso de Otis, las primeras revisiones de científicos especializados señalan la anomalía en la temperatura de la superficie del agua, como un claro elemento para la rapidez con la que Otis pasó de ser una tormenta tropical a un huracán categoría 5, en menos de veinticuatro horas, algo nunca antes visto.

Hemos repetido hasta el cansancio que México es un país altamente vulnerable a los efectos del cambio climático. Aunque no comparte la misma responsabilidad histórica que los países más industrializados como Estados Unidos, Canadá o Europa, hoy contribuye significativamente a las emisiones de GEI. Además, los acontecimientos en Guerrero demuestran la falta de una política de Estado, inaugurada por gobiernos anteriores pero afirmada y exacerbada por el actual, orientada a hacer frente al enorme desafío que representa la crisis climática.

Los gobiernos de México han minimizado y subestimado las advertencias y la importancia de emprender acciones radicales, ante la crisis que supone el colapso del clima que alguna vez conocimos. En lugar de ello, han apostado por políticas que pretenden “enverdecer” o “hacer sostenible” un sistema económico que es inherentemente destructivo, violento, racista y sexista. Sin importar que las acciones del gobierno estén diseñadas para favorecer la seguridad o la soberanía nacional, lo cierto es que la falta de acción para prevenir estos desastres hace cuestionar la lógica de que realmente se priorizan a las personas más desfavorecidas, quienes de manera inevitable sufren mayores afectaciones por los fenómenos exacerbados por estos fenómenos (no)naturales. En otras palabras, lo que presenciamos en Acapulco es síntoma de un sistema económico obsesionado con mantener el crecimiento, el extractivismo y el desarrollo a toda costa, sin importar que las consecuencias socioecológicas (desde la desigualdad, la guerra, los asesinatos de defensores ambientales, incendios forestales, pandemias y hasta mega huracanes) sean cada vez más pronunciadas.

También te puede interesar: "Los refugiados climáticos: los parias de este siglo".

Antonio Ramos y su esposa Georgina caminan por un puente de concreto que cruza por donde había un canal que juntaba el agua dulce y la salada.

Mucho se ha discutido sobre si la información llegó a tiempo, o si el gobierno federal cuenta con los recursos necesarios para hacer frente tanto a la prevención como a la reconstrucción de estos desastres. La realidad es que ni este gobierno ni ninguno de los anteriores han destinado los recursos necesarios ni ha asumido el compromiso de actuar para abordar el cambio climático, más allá de algunos cambios discursivos y de la adopción de políticas y leyes que prácticamente se han convertido en letra muerta. La falta de una respuesta clara por parte de este gobierno a la comunidad de El Bosque, Tabasco, cuya costa se erosiona año tras año, demuestra que no se trata solo de una incapacidad frente al desastre impredecible y repentino, sino de una parálisis ante a los impactos climáticos, que afectan de manera desproporcionada a las comunidades más pobres.

No resulta exagerado afirmar que esto es el comienzo de algo que podemos esperar con mayor frecuencia en México. La crisis civilizatoria responsable del calentamiento no se limitará a los fenómenos hidrometeorológicos en las costas; también generará sequías e inundaciones más graves, la reconfiguración de territorios enteros en zonas de sacrificio y el surgimiento de un flujo sin precedentes de personas desplazadas por cuestiones climáticas hacia el norte del planeta. Pandemias, desastres y refugiados se convertirán en plataformas políticas para nuevos autoritarismos que, siguiendo los ejemplos más recientes de Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei y otros, aprovecharán la declaración de estados de emergencia para profundizar aún más la erosión de la democracia.

El Congreso Nacional Indígena lo expresa con claridad cuando señala que “lo atípico no es el huracán, lo atípico es este violento sistema que se sostiene con base en guerras, en pandemias y en la explotación y el despojo desencarnados de millones y millones de seres humanos y de la naturaleza”. Ante las respuestas confrontativas de la presente administración, que tiende a descalificar todo aquello que le suena a una crítica, nos sumamos a la denuncia de un mal gobierno, este como los anteriores, que buscan mantener un enfoque climático superficial mediante falsas o milagrosas soluciones y discursos vacíos.

En este contexto, es esencial: a) reconocer que las políticas de enverdecimiento y seguridad energética de este y gobiernos anteriores son cómplices directas de lo sucedido en Guerrero y de los desastres (no)naturales venideros; b) comprender que la acción climática no puede limitarse a programas federales aislados, como la reactivación de hidroeléctricas (o cualquier otra solución tecnológica) o el programa “Sembrado Vida”; necesitamos una política federal que reduzca las emisiones contaminantes al disminuir el consumo y el despilfarro de energía, que mueve a millones de personas y mercancías, mientras la pobreza energética aumenta; y c) denunciar la incongruencia de una política que justifica su existencia en beneficio de los más desfavorecidos sin primero reconocer los impactos que el cambio climático está teniendo y tendrá en vidas presentes y futuras.

Nos unimos en solidaridad con los pueblos originarios afectados en Guerrero. Para donaciones: Casa de los Pueblos “Samir Flores Soberanes” ubicada en Av. México-Coyoacán 343 colonia Xoco, Alcaldía Benito Juárez, Ciudad de México CP 03330. Cuenta 0113643034, CLABE 012540001136430347, SWIFT: BCMRMXMMPYM, Banco BBVA a nombre de: Ciencia Social al Servicio de los Pueblos Originarios.

CARLOS TORNEL. Doctor en Geografía humana por la Universidad de Durham, Reino Unido. Desde 2012 trabaja con organizaciones de sociedad civil en temas relacionados con la justicia climática y la defensa del territorio. Actualmente, su investigación se enfoca en las luchas contra la expansión del extractivismo y el capitalismo verde en torno a las infraestructuras bajas en carbono y la llamada “transición energética”. Es autor de otros libros como Alternativas para limitar el calentamiento global en 1.5° C: más allá de la economía verde (Fundación Heinrich Böll, Ciudad de México), con Elías González Gómez, Gustavo Esteva: Vida y obra de un intelectual desprofesionalizado (Bajo Tierra, Ciudad de México), y con Pablo Montaño, Navegar el Colapso: Una guía para enfrentar la crisis civilizatoria y las falsas soluciones al cambio climático (Fundación Heinrich Böll y Bajo Tierra, Ciudad de México). Desde 2023 forma parte del Tejido Global de Alternativas desde donde promueve la confluencia de alternativas pluriversales.

PABLO MONTAÑO. Comunicador climático, con formación en ciencia política por el ITESO y maestro en medio ambiente y desarrollo sustentable por la Universidad del Colegio de Londres. Es fundador y coordinador de Conexiones Climáticas, organización dedicada a la creación de estrategias y campañas de comunicación en apoyo a comunidades y organizaciones en la defensa de sus territorios o impactadas por la crisis climática. Además, es guionista y productor de la serie de documentales climáticos El Tema, que se enfoca en los retos y alternativas frente a la crisis climática desde la perspectiva de comunidades. Es creador y guionista del podcast 2050: El fin que no fue, ficción futurista climática. Es explorador de la Sociedad de National Geographic.

También te puede interesar el documental: "A merced de los vientos: Los wayuu y los parques eólicos".

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¿Por qué el huracán Otis arrasó con Acapulco? Detrás de un desastre natural exacerbado, hay graves omisiones en el combate al cambio climático. Pueblos enteros pueden quedar bajo el agua, miles de personas serán desplazados climáticos y la desigualdad será todavía más grave. La reducción de emisiones contaminantes es ya un asunto de supervivencia.

Lo que sucedió en Guerrero es una imagen del futuro que nos espera, del futuro que nos alcanzó. Durante décadas, los orígenes y consecuencias del cambio climático han sido claros: el aumento en el consumo de combustibles fósiles ha alterado la atmósfera en doscientos años a niveles que solo pueden compararse con otras épocas geológicas del planeta. Por lo que se ha vuelto urgente reducir drásticamente nuestra dependencia a los combustibles fósiles. Desde hace décadas, la ciencia climática ha sido clara en sus predicciones, afinando en años recientes las consecuencias que implica cada fracción de grado de aumento en la temperatura global. En 2018, el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático anunciaba que un aumento en la temperatura promedio del planeta, por encima de 1.5°C, se traduciría en efectos altamente catastróficos en todos los rincones. Actualmente, la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) marca un incremento de 1.3°C.

El huracán Otis, que tocó tierra en Acapulco, Guerrero, es una postal de ese mundo cargado de variaciones catastróficas, de eventos inéditos con características difíciles de predecir. El incremento de la temperatura global ha sido mayor en los océanos que en tierra, estos han absorbido 90% del calentamiento ocurrido en décadas recientes, y sabemos que aguas más cálidas aceleran e intensifican los huracanes. En el caso de Otis, las primeras revisiones de científicos especializados señalan la anomalía en la temperatura de la superficie del agua, como un claro elemento para la rapidez con la que Otis pasó de ser una tormenta tropical a un huracán categoría 5, en menos de veinticuatro horas, algo nunca antes visto.

Hemos repetido hasta el cansancio que México es un país altamente vulnerable a los efectos del cambio climático. Aunque no comparte la misma responsabilidad histórica que los países más industrializados como Estados Unidos, Canadá o Europa, hoy contribuye significativamente a las emisiones de GEI. Además, los acontecimientos en Guerrero demuestran la falta de una política de Estado, inaugurada por gobiernos anteriores pero afirmada y exacerbada por el actual, orientada a hacer frente al enorme desafío que representa la crisis climática.

Los gobiernos de México han minimizado y subestimado las advertencias y la importancia de emprender acciones radicales, ante la crisis que supone el colapso del clima que alguna vez conocimos. En lugar de ello, han apostado por políticas que pretenden “enverdecer” o “hacer sostenible” un sistema económico que es inherentemente destructivo, violento, racista y sexista. Sin importar que las acciones del gobierno estén diseñadas para favorecer la seguridad o la soberanía nacional, lo cierto es que la falta de acción para prevenir estos desastres hace cuestionar la lógica de que realmente se priorizan a las personas más desfavorecidas, quienes de manera inevitable sufren mayores afectaciones por los fenómenos exacerbados por estos fenómenos (no)naturales. En otras palabras, lo que presenciamos en Acapulco es síntoma de un sistema económico obsesionado con mantener el crecimiento, el extractivismo y el desarrollo a toda costa, sin importar que las consecuencias socioecológicas (desde la desigualdad, la guerra, los asesinatos de defensores ambientales, incendios forestales, pandemias y hasta mega huracanes) sean cada vez más pronunciadas.

También te puede interesar: "Los refugiados climáticos: los parias de este siglo".

Antonio Ramos y su esposa Georgina caminan por un puente de concreto que cruza por donde había un canal que juntaba el agua dulce y la salada.

Mucho se ha discutido sobre si la información llegó a tiempo, o si el gobierno federal cuenta con los recursos necesarios para hacer frente tanto a la prevención como a la reconstrucción de estos desastres. La realidad es que ni este gobierno ni ninguno de los anteriores han destinado los recursos necesarios ni ha asumido el compromiso de actuar para abordar el cambio climático, más allá de algunos cambios discursivos y de la adopción de políticas y leyes que prácticamente se han convertido en letra muerta. La falta de una respuesta clara por parte de este gobierno a la comunidad de El Bosque, Tabasco, cuya costa se erosiona año tras año, demuestra que no se trata solo de una incapacidad frente al desastre impredecible y repentino, sino de una parálisis ante a los impactos climáticos, que afectan de manera desproporcionada a las comunidades más pobres.

No resulta exagerado afirmar que esto es el comienzo de algo que podemos esperar con mayor frecuencia en México. La crisis civilizatoria responsable del calentamiento no se limitará a los fenómenos hidrometeorológicos en las costas; también generará sequías e inundaciones más graves, la reconfiguración de territorios enteros en zonas de sacrificio y el surgimiento de un flujo sin precedentes de personas desplazadas por cuestiones climáticas hacia el norte del planeta. Pandemias, desastres y refugiados se convertirán en plataformas políticas para nuevos autoritarismos que, siguiendo los ejemplos más recientes de Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei y otros, aprovecharán la declaración de estados de emergencia para profundizar aún más la erosión de la democracia.

El Congreso Nacional Indígena lo expresa con claridad cuando señala que “lo atípico no es el huracán, lo atípico es este violento sistema que se sostiene con base en guerras, en pandemias y en la explotación y el despojo desencarnados de millones y millones de seres humanos y de la naturaleza”. Ante las respuestas confrontativas de la presente administración, que tiende a descalificar todo aquello que le suena a una crítica, nos sumamos a la denuncia de un mal gobierno, este como los anteriores, que buscan mantener un enfoque climático superficial mediante falsas o milagrosas soluciones y discursos vacíos.

En este contexto, es esencial: a) reconocer que las políticas de enverdecimiento y seguridad energética de este y gobiernos anteriores son cómplices directas de lo sucedido en Guerrero y de los desastres (no)naturales venideros; b) comprender que la acción climática no puede limitarse a programas federales aislados, como la reactivación de hidroeléctricas (o cualquier otra solución tecnológica) o el programa “Sembrado Vida”; necesitamos una política federal que reduzca las emisiones contaminantes al disminuir el consumo y el despilfarro de energía, que mueve a millones de personas y mercancías, mientras la pobreza energética aumenta; y c) denunciar la incongruencia de una política que justifica su existencia en beneficio de los más desfavorecidos sin primero reconocer los impactos que el cambio climático está teniendo y tendrá en vidas presentes y futuras.

Nos unimos en solidaridad con los pueblos originarios afectados en Guerrero. Para donaciones: Casa de los Pueblos “Samir Flores Soberanes” ubicada en Av. México-Coyoacán 343 colonia Xoco, Alcaldía Benito Juárez, Ciudad de México CP 03330. Cuenta 0113643034, CLABE 012540001136430347, SWIFT: BCMRMXMMPYM, Banco BBVA a nombre de: Ciencia Social al Servicio de los Pueblos Originarios.

CARLOS TORNEL. Doctor en Geografía humana por la Universidad de Durham, Reino Unido. Desde 2012 trabaja con organizaciones de sociedad civil en temas relacionados con la justicia climática y la defensa del territorio. Actualmente, su investigación se enfoca en las luchas contra la expansión del extractivismo y el capitalismo verde en torno a las infraestructuras bajas en carbono y la llamada “transición energética”. Es autor de otros libros como Alternativas para limitar el calentamiento global en 1.5° C: más allá de la economía verde (Fundación Heinrich Böll, Ciudad de México), con Elías González Gómez, Gustavo Esteva: Vida y obra de un intelectual desprofesionalizado (Bajo Tierra, Ciudad de México), y con Pablo Montaño, Navegar el Colapso: Una guía para enfrentar la crisis civilizatoria y las falsas soluciones al cambio climático (Fundación Heinrich Böll y Bajo Tierra, Ciudad de México). Desde 2023 forma parte del Tejido Global de Alternativas desde donde promueve la confluencia de alternativas pluriversales.

PABLO MONTAÑO. Comunicador climático, con formación en ciencia política por el ITESO y maestro en medio ambiente y desarrollo sustentable por la Universidad del Colegio de Londres. Es fundador y coordinador de Conexiones Climáticas, organización dedicada a la creación de estrategias y campañas de comunicación en apoyo a comunidades y organizaciones en la defensa de sus territorios o impactadas por la crisis climática. Además, es guionista y productor de la serie de documentales climáticos El Tema, que se enfoca en los retos y alternativas frente a la crisis climática desde la perspectiva de comunidades. Es creador y guionista del podcast 2050: El fin que no fue, ficción futurista climática. Es explorador de la Sociedad de National Geographic.

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¿Por qué el huracán Otis arrasó con Acapulco? Detrás de un desastre natural exacerbado, hay graves omisiones en el combate al cambio climático. Pueblos enteros pueden quedar bajo el agua, miles de personas serán desplazados climáticos y la desigualdad será todavía más grave. La reducción de emisiones contaminantes es ya un asunto de supervivencia.

Lo que sucedió en Guerrero es una imagen del futuro que nos espera, del futuro que nos alcanzó. Durante décadas, los orígenes y consecuencias del cambio climático han sido claros: el aumento en el consumo de combustibles fósiles ha alterado la atmósfera en doscientos años a niveles que solo pueden compararse con otras épocas geológicas del planeta. Por lo que se ha vuelto urgente reducir drásticamente nuestra dependencia a los combustibles fósiles. Desde hace décadas, la ciencia climática ha sido clara en sus predicciones, afinando en años recientes las consecuencias que implica cada fracción de grado de aumento en la temperatura global. En 2018, el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático anunciaba que un aumento en la temperatura promedio del planeta, por encima de 1.5°C, se traduciría en efectos altamente catastróficos en todos los rincones. Actualmente, la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) marca un incremento de 1.3°C.

El huracán Otis, que tocó tierra en Acapulco, Guerrero, es una postal de ese mundo cargado de variaciones catastróficas, de eventos inéditos con características difíciles de predecir. El incremento de la temperatura global ha sido mayor en los océanos que en tierra, estos han absorbido 90% del calentamiento ocurrido en décadas recientes, y sabemos que aguas más cálidas aceleran e intensifican los huracanes. En el caso de Otis, las primeras revisiones de científicos especializados señalan la anomalía en la temperatura de la superficie del agua, como un claro elemento para la rapidez con la que Otis pasó de ser una tormenta tropical a un huracán categoría 5, en menos de veinticuatro horas, algo nunca antes visto.

Hemos repetido hasta el cansancio que México es un país altamente vulnerable a los efectos del cambio climático. Aunque no comparte la misma responsabilidad histórica que los países más industrializados como Estados Unidos, Canadá o Europa, hoy contribuye significativamente a las emisiones de GEI. Además, los acontecimientos en Guerrero demuestran la falta de una política de Estado, inaugurada por gobiernos anteriores pero afirmada y exacerbada por el actual, orientada a hacer frente al enorme desafío que representa la crisis climática.

Los gobiernos de México han minimizado y subestimado las advertencias y la importancia de emprender acciones radicales, ante la crisis que supone el colapso del clima que alguna vez conocimos. En lugar de ello, han apostado por políticas que pretenden “enverdecer” o “hacer sostenible” un sistema económico que es inherentemente destructivo, violento, racista y sexista. Sin importar que las acciones del gobierno estén diseñadas para favorecer la seguridad o la soberanía nacional, lo cierto es que la falta de acción para prevenir estos desastres hace cuestionar la lógica de que realmente se priorizan a las personas más desfavorecidas, quienes de manera inevitable sufren mayores afectaciones por los fenómenos exacerbados por estos fenómenos (no)naturales. En otras palabras, lo que presenciamos en Acapulco es síntoma de un sistema económico obsesionado con mantener el crecimiento, el extractivismo y el desarrollo a toda costa, sin importar que las consecuencias socioecológicas (desde la desigualdad, la guerra, los asesinatos de defensores ambientales, incendios forestales, pandemias y hasta mega huracanes) sean cada vez más pronunciadas.

También te puede interesar: "Los refugiados climáticos: los parias de este siglo".

Antonio Ramos y su esposa Georgina caminan por un puente de concreto que cruza por donde había un canal que juntaba el agua dulce y la salada.

Mucho se ha discutido sobre si la información llegó a tiempo, o si el gobierno federal cuenta con los recursos necesarios para hacer frente tanto a la prevención como a la reconstrucción de estos desastres. La realidad es que ni este gobierno ni ninguno de los anteriores han destinado los recursos necesarios ni ha asumido el compromiso de actuar para abordar el cambio climático, más allá de algunos cambios discursivos y de la adopción de políticas y leyes que prácticamente se han convertido en letra muerta. La falta de una respuesta clara por parte de este gobierno a la comunidad de El Bosque, Tabasco, cuya costa se erosiona año tras año, demuestra que no se trata solo de una incapacidad frente al desastre impredecible y repentino, sino de una parálisis ante a los impactos climáticos, que afectan de manera desproporcionada a las comunidades más pobres.

No resulta exagerado afirmar que esto es el comienzo de algo que podemos esperar con mayor frecuencia en México. La crisis civilizatoria responsable del calentamiento no se limitará a los fenómenos hidrometeorológicos en las costas; también generará sequías e inundaciones más graves, la reconfiguración de territorios enteros en zonas de sacrificio y el surgimiento de un flujo sin precedentes de personas desplazadas por cuestiones climáticas hacia el norte del planeta. Pandemias, desastres y refugiados se convertirán en plataformas políticas para nuevos autoritarismos que, siguiendo los ejemplos más recientes de Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei y otros, aprovecharán la declaración de estados de emergencia para profundizar aún más la erosión de la democracia.

El Congreso Nacional Indígena lo expresa con claridad cuando señala que “lo atípico no es el huracán, lo atípico es este violento sistema que se sostiene con base en guerras, en pandemias y en la explotación y el despojo desencarnados de millones y millones de seres humanos y de la naturaleza”. Ante las respuestas confrontativas de la presente administración, que tiende a descalificar todo aquello que le suena a una crítica, nos sumamos a la denuncia de un mal gobierno, este como los anteriores, que buscan mantener un enfoque climático superficial mediante falsas o milagrosas soluciones y discursos vacíos.

En este contexto, es esencial: a) reconocer que las políticas de enverdecimiento y seguridad energética de este y gobiernos anteriores son cómplices directas de lo sucedido en Guerrero y de los desastres (no)naturales venideros; b) comprender que la acción climática no puede limitarse a programas federales aislados, como la reactivación de hidroeléctricas (o cualquier otra solución tecnológica) o el programa “Sembrado Vida”; necesitamos una política federal que reduzca las emisiones contaminantes al disminuir el consumo y el despilfarro de energía, que mueve a millones de personas y mercancías, mientras la pobreza energética aumenta; y c) denunciar la incongruencia de una política que justifica su existencia en beneficio de los más desfavorecidos sin primero reconocer los impactos que el cambio climático está teniendo y tendrá en vidas presentes y futuras.

Nos unimos en solidaridad con los pueblos originarios afectados en Guerrero. Para donaciones: Casa de los Pueblos “Samir Flores Soberanes” ubicada en Av. México-Coyoacán 343 colonia Xoco, Alcaldía Benito Juárez, Ciudad de México CP 03330. Cuenta 0113643034, CLABE 012540001136430347, SWIFT: BCMRMXMMPYM, Banco BBVA a nombre de: Ciencia Social al Servicio de los Pueblos Originarios.

CARLOS TORNEL. Doctor en Geografía humana por la Universidad de Durham, Reino Unido. Desde 2012 trabaja con organizaciones de sociedad civil en temas relacionados con la justicia climática y la defensa del territorio. Actualmente, su investigación se enfoca en las luchas contra la expansión del extractivismo y el capitalismo verde en torno a las infraestructuras bajas en carbono y la llamada “transición energética”. Es autor de otros libros como Alternativas para limitar el calentamiento global en 1.5° C: más allá de la economía verde (Fundación Heinrich Böll, Ciudad de México), con Elías González Gómez, Gustavo Esteva: Vida y obra de un intelectual desprofesionalizado (Bajo Tierra, Ciudad de México), y con Pablo Montaño, Navegar el Colapso: Una guía para enfrentar la crisis civilizatoria y las falsas soluciones al cambio climático (Fundación Heinrich Böll y Bajo Tierra, Ciudad de México). Desde 2023 forma parte del Tejido Global de Alternativas desde donde promueve la confluencia de alternativas pluriversales.

PABLO MONTAÑO. Comunicador climático, con formación en ciencia política por el ITESO y maestro en medio ambiente y desarrollo sustentable por la Universidad del Colegio de Londres. Es fundador y coordinador de Conexiones Climáticas, organización dedicada a la creación de estrategias y campañas de comunicación en apoyo a comunidades y organizaciones en la defensa de sus territorios o impactadas por la crisis climática. Además, es guionista y productor de la serie de documentales climáticos El Tema, que se enfoca en los retos y alternativas frente a la crisis climática desde la perspectiva de comunidades. Es creador y guionista del podcast 2050: El fin que no fue, ficción futurista climática. Es explorador de la Sociedad de National Geographic.

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Lo que sucedió en Guerrero es una imagen del futuro que nos espera, del futuro que nos alcanzó. Durante décadas, los orígenes y consecuencias del cambio climático han sido claros: el aumento en el consumo de combustibles fósiles ha alterado la atmósfera en doscientos años a niveles que solo pueden compararse con otras épocas geológicas del planeta. Por lo que se ha vuelto urgente reducir drásticamente nuestra dependencia a los combustibles fósiles. Desde hace décadas, la ciencia climática ha sido clara en sus predicciones, afinando en años recientes las consecuencias que implica cada fracción de grado de aumento en la temperatura global. En 2018, el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático anunciaba que un aumento en la temperatura promedio del planeta, por encima de 1.5°C, se traduciría en efectos altamente catastróficos en todos los rincones. Actualmente, la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) marca un incremento de 1.3°C.

El huracán Otis, que tocó tierra en Acapulco, Guerrero, es una postal de ese mundo cargado de variaciones catastróficas, de eventos inéditos con características difíciles de predecir. El incremento de la temperatura global ha sido mayor en los océanos que en tierra, estos han absorbido 90% del calentamiento ocurrido en décadas recientes, y sabemos que aguas más cálidas aceleran e intensifican los huracanes. En el caso de Otis, las primeras revisiones de científicos especializados señalan la anomalía en la temperatura de la superficie del agua, como un claro elemento para la rapidez con la que Otis pasó de ser una tormenta tropical a un huracán categoría 5, en menos de veinticuatro horas, algo nunca antes visto.

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Los gobiernos de México han minimizado y subestimado las advertencias y la importancia de emprender acciones radicales, ante la crisis que supone el colapso del clima que alguna vez conocimos. En lugar de ello, han apostado por políticas que pretenden “enverdecer” o “hacer sostenible” un sistema económico que es inherentemente destructivo, violento, racista y sexista. Sin importar que las acciones del gobierno estén diseñadas para favorecer la seguridad o la soberanía nacional, lo cierto es que la falta de acción para prevenir estos desastres hace cuestionar la lógica de que realmente se priorizan a las personas más desfavorecidas, quienes de manera inevitable sufren mayores afectaciones por los fenómenos exacerbados por estos fenómenos (no)naturales. En otras palabras, lo que presenciamos en Acapulco es síntoma de un sistema económico obsesionado con mantener el crecimiento, el extractivismo y el desarrollo a toda costa, sin importar que las consecuencias socioecológicas (desde la desigualdad, la guerra, los asesinatos de defensores ambientales, incendios forestales, pandemias y hasta mega huracanes) sean cada vez más pronunciadas.

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Antonio Ramos y su esposa Georgina caminan por un puente de concreto que cruza por donde había un canal que juntaba el agua dulce y la salada.

Mucho se ha discutido sobre si la información llegó a tiempo, o si el gobierno federal cuenta con los recursos necesarios para hacer frente tanto a la prevención como a la reconstrucción de estos desastres. La realidad es que ni este gobierno ni ninguno de los anteriores han destinado los recursos necesarios ni ha asumido el compromiso de actuar para abordar el cambio climático, más allá de algunos cambios discursivos y de la adopción de políticas y leyes que prácticamente se han convertido en letra muerta. La falta de una respuesta clara por parte de este gobierno a la comunidad de El Bosque, Tabasco, cuya costa se erosiona año tras año, demuestra que no se trata solo de una incapacidad frente al desastre impredecible y repentino, sino de una parálisis ante a los impactos climáticos, que afectan de manera desproporcionada a las comunidades más pobres.

No resulta exagerado afirmar que esto es el comienzo de algo que podemos esperar con mayor frecuencia en México. La crisis civilizatoria responsable del calentamiento no se limitará a los fenómenos hidrometeorológicos en las costas; también generará sequías e inundaciones más graves, la reconfiguración de territorios enteros en zonas de sacrificio y el surgimiento de un flujo sin precedentes de personas desplazadas por cuestiones climáticas hacia el norte del planeta. Pandemias, desastres y refugiados se convertirán en plataformas políticas para nuevos autoritarismos que, siguiendo los ejemplos más recientes de Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei y otros, aprovecharán la declaración de estados de emergencia para profundizar aún más la erosión de la democracia.

El Congreso Nacional Indígena lo expresa con claridad cuando señala que “lo atípico no es el huracán, lo atípico es este violento sistema que se sostiene con base en guerras, en pandemias y en la explotación y el despojo desencarnados de millones y millones de seres humanos y de la naturaleza”. Ante las respuestas confrontativas de la presente administración, que tiende a descalificar todo aquello que le suena a una crítica, nos sumamos a la denuncia de un mal gobierno, este como los anteriores, que buscan mantener un enfoque climático superficial mediante falsas o milagrosas soluciones y discursos vacíos.

En este contexto, es esencial: a) reconocer que las políticas de enverdecimiento y seguridad energética de este y gobiernos anteriores son cómplices directas de lo sucedido en Guerrero y de los desastres (no)naturales venideros; b) comprender que la acción climática no puede limitarse a programas federales aislados, como la reactivación de hidroeléctricas (o cualquier otra solución tecnológica) o el programa “Sembrado Vida”; necesitamos una política federal que reduzca las emisiones contaminantes al disminuir el consumo y el despilfarro de energía, que mueve a millones de personas y mercancías, mientras la pobreza energética aumenta; y c) denunciar la incongruencia de una política que justifica su existencia en beneficio de los más desfavorecidos sin primero reconocer los impactos que el cambio climático está teniendo y tendrá en vidas presentes y futuras.

Nos unimos en solidaridad con los pueblos originarios afectados en Guerrero. Para donaciones: Casa de los Pueblos “Samir Flores Soberanes” ubicada en Av. México-Coyoacán 343 colonia Xoco, Alcaldía Benito Juárez, Ciudad de México CP 03330. Cuenta 0113643034, CLABE 012540001136430347, SWIFT: BCMRMXMMPYM, Banco BBVA a nombre de: Ciencia Social al Servicio de los Pueblos Originarios.

CARLOS TORNEL. Doctor en Geografía humana por la Universidad de Durham, Reino Unido. Desde 2012 trabaja con organizaciones de sociedad civil en temas relacionados con la justicia climática y la defensa del territorio. Actualmente, su investigación se enfoca en las luchas contra la expansión del extractivismo y el capitalismo verde en torno a las infraestructuras bajas en carbono y la llamada “transición energética”. Es autor de otros libros como Alternativas para limitar el calentamiento global en 1.5° C: más allá de la economía verde (Fundación Heinrich Böll, Ciudad de México), con Elías González Gómez, Gustavo Esteva: Vida y obra de un intelectual desprofesionalizado (Bajo Tierra, Ciudad de México), y con Pablo Montaño, Navegar el Colapso: Una guía para enfrentar la crisis civilizatoria y las falsas soluciones al cambio climático (Fundación Heinrich Böll y Bajo Tierra, Ciudad de México). Desde 2023 forma parte del Tejido Global de Alternativas desde donde promueve la confluencia de alternativas pluriversales.

PABLO MONTAÑO. Comunicador climático, con formación en ciencia política por el ITESO y maestro en medio ambiente y desarrollo sustentable por la Universidad del Colegio de Londres. Es fundador y coordinador de Conexiones Climáticas, organización dedicada a la creación de estrategias y campañas de comunicación en apoyo a comunidades y organizaciones en la defensa de sus territorios o impactadas por la crisis climática. Además, es guionista y productor de la serie de documentales climáticos El Tema, que se enfoca en los retos y alternativas frente a la crisis climática desde la perspectiva de comunidades. Es creador y guionista del podcast 2050: El fin que no fue, ficción futurista climática. Es explorador de la Sociedad de National Geographic.

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Los restos de la casa de Victoria Coto. En la Nochebuena de 2022, tuvo que evacuar su casa ante el avance del mar.

El colapso climático está más cerca de lo que imaginamos

El colapso climático está más cerca de lo que imaginamos

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¿Por qué el huracán Otis arrasó con Acapulco? Detrás de un desastre natural exacerbado, hay graves omisiones en el combate al cambio climático. Pueblos enteros pueden quedar bajo el agua, miles de personas serán desplazados climáticos y la desigualdad será todavía más grave. La reducción de emisiones contaminantes es ya un asunto de supervivencia.

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Lo que sucedió en Guerrero es una imagen del futuro que nos espera, del futuro que nos alcanzó. Durante décadas, los orígenes y consecuencias del cambio climático han sido claros: el aumento en el consumo de combustibles fósiles ha alterado la atmósfera en doscientos años a niveles que solo pueden compararse con otras épocas geológicas del planeta. Por lo que se ha vuelto urgente reducir drásticamente nuestra dependencia a los combustibles fósiles. Desde hace décadas, la ciencia climática ha sido clara en sus predicciones, afinando en años recientes las consecuencias que implica cada fracción de grado de aumento en la temperatura global. En 2018, el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático anunciaba que un aumento en la temperatura promedio del planeta, por encima de 1.5°C, se traduciría en efectos altamente catastróficos en todos los rincones. Actualmente, la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) marca un incremento de 1.3°C.

El huracán Otis, que tocó tierra en Acapulco, Guerrero, es una postal de ese mundo cargado de variaciones catastróficas, de eventos inéditos con características difíciles de predecir. El incremento de la temperatura global ha sido mayor en los océanos que en tierra, estos han absorbido 90% del calentamiento ocurrido en décadas recientes, y sabemos que aguas más cálidas aceleran e intensifican los huracanes. En el caso de Otis, las primeras revisiones de científicos especializados señalan la anomalía en la temperatura de la superficie del agua, como un claro elemento para la rapidez con la que Otis pasó de ser una tormenta tropical a un huracán categoría 5, en menos de veinticuatro horas, algo nunca antes visto.

Hemos repetido hasta el cansancio que México es un país altamente vulnerable a los efectos del cambio climático. Aunque no comparte la misma responsabilidad histórica que los países más industrializados como Estados Unidos, Canadá o Europa, hoy contribuye significativamente a las emisiones de GEI. Además, los acontecimientos en Guerrero demuestran la falta de una política de Estado, inaugurada por gobiernos anteriores pero afirmada y exacerbada por el actual, orientada a hacer frente al enorme desafío que representa la crisis climática.

Los gobiernos de México han minimizado y subestimado las advertencias y la importancia de emprender acciones radicales, ante la crisis que supone el colapso del clima que alguna vez conocimos. En lugar de ello, han apostado por políticas que pretenden “enverdecer” o “hacer sostenible” un sistema económico que es inherentemente destructivo, violento, racista y sexista. Sin importar que las acciones del gobierno estén diseñadas para favorecer la seguridad o la soberanía nacional, lo cierto es que la falta de acción para prevenir estos desastres hace cuestionar la lógica de que realmente se priorizan a las personas más desfavorecidas, quienes de manera inevitable sufren mayores afectaciones por los fenómenos exacerbados por estos fenómenos (no)naturales. En otras palabras, lo que presenciamos en Acapulco es síntoma de un sistema económico obsesionado con mantener el crecimiento, el extractivismo y el desarrollo a toda costa, sin importar que las consecuencias socioecológicas (desde la desigualdad, la guerra, los asesinatos de defensores ambientales, incendios forestales, pandemias y hasta mega huracanes) sean cada vez más pronunciadas.

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Antonio Ramos y su esposa Georgina caminan por un puente de concreto que cruza por donde había un canal que juntaba el agua dulce y la salada.

Mucho se ha discutido sobre si la información llegó a tiempo, o si el gobierno federal cuenta con los recursos necesarios para hacer frente tanto a la prevención como a la reconstrucción de estos desastres. La realidad es que ni este gobierno ni ninguno de los anteriores han destinado los recursos necesarios ni ha asumido el compromiso de actuar para abordar el cambio climático, más allá de algunos cambios discursivos y de la adopción de políticas y leyes que prácticamente se han convertido en letra muerta. La falta de una respuesta clara por parte de este gobierno a la comunidad de El Bosque, Tabasco, cuya costa se erosiona año tras año, demuestra que no se trata solo de una incapacidad frente al desastre impredecible y repentino, sino de una parálisis ante a los impactos climáticos, que afectan de manera desproporcionada a las comunidades más pobres.

No resulta exagerado afirmar que esto es el comienzo de algo que podemos esperar con mayor frecuencia en México. La crisis civilizatoria responsable del calentamiento no se limitará a los fenómenos hidrometeorológicos en las costas; también generará sequías e inundaciones más graves, la reconfiguración de territorios enteros en zonas de sacrificio y el surgimiento de un flujo sin precedentes de personas desplazadas por cuestiones climáticas hacia el norte del planeta. Pandemias, desastres y refugiados se convertirán en plataformas políticas para nuevos autoritarismos que, siguiendo los ejemplos más recientes de Donald Trump, Jair Bolsonaro, Javier Milei y otros, aprovecharán la declaración de estados de emergencia para profundizar aún más la erosión de la democracia.

El Congreso Nacional Indígena lo expresa con claridad cuando señala que “lo atípico no es el huracán, lo atípico es este violento sistema que se sostiene con base en guerras, en pandemias y en la explotación y el despojo desencarnados de millones y millones de seres humanos y de la naturaleza”. Ante las respuestas confrontativas de la presente administración, que tiende a descalificar todo aquello que le suena a una crítica, nos sumamos a la denuncia de un mal gobierno, este como los anteriores, que buscan mantener un enfoque climático superficial mediante falsas o milagrosas soluciones y discursos vacíos.

En este contexto, es esencial: a) reconocer que las políticas de enverdecimiento y seguridad energética de este y gobiernos anteriores son cómplices directas de lo sucedido en Guerrero y de los desastres (no)naturales venideros; b) comprender que la acción climática no puede limitarse a programas federales aislados, como la reactivación de hidroeléctricas (o cualquier otra solución tecnológica) o el programa “Sembrado Vida”; necesitamos una política federal que reduzca las emisiones contaminantes al disminuir el consumo y el despilfarro de energía, que mueve a millones de personas y mercancías, mientras la pobreza energética aumenta; y c) denunciar la incongruencia de una política que justifica su existencia en beneficio de los más desfavorecidos sin primero reconocer los impactos que el cambio climático está teniendo y tendrá en vidas presentes y futuras.

Nos unimos en solidaridad con los pueblos originarios afectados en Guerrero. Para donaciones: Casa de los Pueblos “Samir Flores Soberanes” ubicada en Av. México-Coyoacán 343 colonia Xoco, Alcaldía Benito Juárez, Ciudad de México CP 03330. Cuenta 0113643034, CLABE 012540001136430347, SWIFT: BCMRMXMMPYM, Banco BBVA a nombre de: Ciencia Social al Servicio de los Pueblos Originarios.

CARLOS TORNEL. Doctor en Geografía humana por la Universidad de Durham, Reino Unido. Desde 2012 trabaja con organizaciones de sociedad civil en temas relacionados con la justicia climática y la defensa del territorio. Actualmente, su investigación se enfoca en las luchas contra la expansión del extractivismo y el capitalismo verde en torno a las infraestructuras bajas en carbono y la llamada “transición energética”. Es autor de otros libros como Alternativas para limitar el calentamiento global en 1.5° C: más allá de la economía verde (Fundación Heinrich Böll, Ciudad de México), con Elías González Gómez, Gustavo Esteva: Vida y obra de un intelectual desprofesionalizado (Bajo Tierra, Ciudad de México), y con Pablo Montaño, Navegar el Colapso: Una guía para enfrentar la crisis civilizatoria y las falsas soluciones al cambio climático (Fundación Heinrich Böll y Bajo Tierra, Ciudad de México). Desde 2023 forma parte del Tejido Global de Alternativas desde donde promueve la confluencia de alternativas pluriversales.

PABLO MONTAÑO. Comunicador climático, con formación en ciencia política por el ITESO y maestro en medio ambiente y desarrollo sustentable por la Universidad del Colegio de Londres. Es fundador y coordinador de Conexiones Climáticas, organización dedicada a la creación de estrategias y campañas de comunicación en apoyo a comunidades y organizaciones en la defensa de sus territorios o impactadas por la crisis climática. Además, es guionista y productor de la serie de documentales climáticos El Tema, que se enfoca en los retos y alternativas frente a la crisis climática desde la perspectiva de comunidades. Es creador y guionista del podcast 2050: El fin que no fue, ficción futurista climática. Es explorador de la Sociedad de National Geographic.

También te puede interesar el documental: "A merced de los vientos: Los wayuu y los parques eólicos".

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