Para mantener la seguridad alimentaria el suelo debe permanecer productivo. Sin embargo, el cambio climático y el incremento de la población pone en riesgo esta certeza, de acuerdo con un nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). El alza en las temperaturas afecta la seguridad alimentaria y si no se modifican ciertos patrones nocivos de la producción y consumo de alimentos, la escasez de comida podría convertirse en una de las consecuencias más graves del cambio climático. Uno de los factores que está acelerando el incremento de la temperatura es el uso de la tierra para fines agrícolas, silvícolas y relacionados. Estas actividades generan el 23 por ciento de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero. La degradación de la tierra socava su productividad, limita los tipos de cultivos y merma la capacidad del suelo para absorber carbono. Este efecto acelera el cambio climático, mientras que el cambio climático, a su vez, exacerba la erosión del suelo en diversas formas. Aproximadamente 500 millones de personas viven en zonas afectadas por la desertificación. Las regiones de tierra árida son también más vulnerables al cambio climático y los fenómenos de gravedad extrema, como sequías, olas de calor y tormentas de polvo. El aumento de la población mundial no hace otra cosa, sino someter esas zonas a más presión, indica el informe.
"En un futuro con precipitaciones más intensas, el riesgo de erosión del suelo de las tierras de cultivo aumenta. La gestión sostenible de la tierra es un modo de proteger a las comunidades de los efectos nocivos de esa erosión y de los deslizamientos de tierra. Sin embargo, nuestro margen de maniobra es limitado, por lo que en algunos casos la degradación podría ser irreversible", dijo Kiyoto Tanabe, copresidente del Grupo Especial del IPCC sobre los Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero. El suelo juega un importante rol en este problema porque la tierra cultivable será la encargada de alimentar a la población en un contexto de cambio climático, además de ser una fuente de biomasa que proporcione energía renovable. Los patrones alimentarios demandan constantemente más agua y más tierra, lo que provoca -en comparación con otras alternativas- más emisiones de gases que atrapan el calor, informó Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II del IPCC. Las dietas basadas en alimentos de origen vegetal (como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras) y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos. Para dar un giro en ese sentido es urgente hacer cambios en la alimentación y las formas de producción de estos alimentos. Otros factores que pueden incidir en una disminución de los efectos del cambio climático es combatir las desigualdades, mejorar la nutrición y evitar el desperdicio de alimentos. De ese modo se lograría un sistema alimentario más resiliente y se multiplicaría la cantidad de tierra disponible para el cultivo de variedades destinadas a la generación de bioenergía, sin renunciar a la protección de los bosques y ecosistemas naturales.
Otras medidas que deben adoptarse con urgencia para disminuir el impacto del cambio climático relacionado con el suelo son: la eliminación de la tala y la quema de bosques y la recolección excesiva de leña. De no adoptar estas medidas tempranas en esos ámbitos, se requerirá más tierra para la producción de bioenergía y la seguridad alimentaria se pondrá en peligro a largo plazo. El informe advierte que el impacto de los efectos del cambio climático será más drástico en países con menores ingresos, específicamente en África, Asia, América Latina y El Caribe. Para mantener el calentamiento global debajo del alza de 2 grados centígrados, se deben reducir las emisiones de gases de invernadero desde todos los sectores, pero principalmente de aquellos que trabajan con el suelo y alimentos. Sin embargo, los hallazgos de los científicos reportan mayor escasez de agua en las tierras áridas, daños por incendios, degradación del permafrost e inestabilidad del sistema alimentario, aún en un escenario de calentamiento global de aproximadamente 1.5 °C., según lo advirtió el IPCC.
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Para mantener la seguridad alimentaria el suelo debe permanecer productivo. Sin embargo, el cambio climático y el incremento de la población pone en riesgo esta certeza, de acuerdo con un nuevo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). El alza en las temperaturas afecta la seguridad alimentaria y si no se modifican ciertos patrones nocivos de la producción y consumo de alimentos, la escasez de comida podría convertirse en una de las consecuencias más graves del cambio climático. Uno de los factores que está acelerando el incremento de la temperatura es el uso de la tierra para fines agrícolas, silvícolas y relacionados. Estas actividades generan el 23 por ciento de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero. La degradación de la tierra socava su productividad, limita los tipos de cultivos y merma la capacidad del suelo para absorber carbono. Este efecto acelera el cambio climático, mientras que el cambio climático, a su vez, exacerba la erosión del suelo en diversas formas. Aproximadamente 500 millones de personas viven en zonas afectadas por la desertificación. Las regiones de tierra árida son también más vulnerables al cambio climático y los fenómenos de gravedad extrema, como sequías, olas de calor y tormentas de polvo. El aumento de la población mundial no hace otra cosa, sino someter esas zonas a más presión, indica el informe.
"En un futuro con precipitaciones más intensas, el riesgo de erosión del suelo de las tierras de cultivo aumenta. La gestión sostenible de la tierra es un modo de proteger a las comunidades de los efectos nocivos de esa erosión y de los deslizamientos de tierra. Sin embargo, nuestro margen de maniobra es limitado, por lo que en algunos casos la degradación podría ser irreversible", dijo Kiyoto Tanabe, copresidente del Grupo Especial del IPCC sobre los Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero. El suelo juega un importante rol en este problema porque la tierra cultivable será la encargada de alimentar a la población en un contexto de cambio climático, además de ser una fuente de biomasa que proporcione energía renovable. Los patrones alimentarios demandan constantemente más agua y más tierra, lo que provoca -en comparación con otras alternativas- más emisiones de gases que atrapan el calor, informó Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II del IPCC. Las dietas basadas en alimentos de origen vegetal (como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras) y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos. Para dar un giro en ese sentido es urgente hacer cambios en la alimentación y las formas de producción de estos alimentos. Otros factores que pueden incidir en una disminución de los efectos del cambio climático es combatir las desigualdades, mejorar la nutrición y evitar el desperdicio de alimentos. De ese modo se lograría un sistema alimentario más resiliente y se multiplicaría la cantidad de tierra disponible para el cultivo de variedades destinadas a la generación de bioenergía, sin renunciar a la protección de los bosques y ecosistemas naturales.
Otras medidas que deben adoptarse con urgencia para disminuir el impacto del cambio climático relacionado con el suelo son: la eliminación de la tala y la quema de bosques y la recolección excesiva de leña. De no adoptar estas medidas tempranas en esos ámbitos, se requerirá más tierra para la producción de bioenergía y la seguridad alimentaria se pondrá en peligro a largo plazo. El informe advierte que el impacto de los efectos del cambio climático será más drástico en países con menores ingresos, específicamente en África, Asia, América Latina y El Caribe. Para mantener el calentamiento global debajo del alza de 2 grados centígrados, se deben reducir las emisiones de gases de invernadero desde todos los sectores, pero principalmente de aquellos que trabajan con el suelo y alimentos. Sin embargo, los hallazgos de los científicos reportan mayor escasez de agua en las tierras áridas, daños por incendios, degradación del permafrost e inestabilidad del sistema alimentario, aún en un escenario de calentamiento global de aproximadamente 1.5 °C., según lo advirtió el IPCC.
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"En un futuro con precipitaciones más intensas, el riesgo de erosión del suelo de las tierras de cultivo aumenta. La gestión sostenible de la tierra es un modo de proteger a las comunidades de los efectos nocivos de esa erosión y de los deslizamientos de tierra. Sin embargo, nuestro margen de maniobra es limitado, por lo que en algunos casos la degradación podría ser irreversible", dijo Kiyoto Tanabe, copresidente del Grupo Especial del IPCC sobre los Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero. El suelo juega un importante rol en este problema porque la tierra cultivable será la encargada de alimentar a la población en un contexto de cambio climático, además de ser una fuente de biomasa que proporcione energía renovable. Los patrones alimentarios demandan constantemente más agua y más tierra, lo que provoca -en comparación con otras alternativas- más emisiones de gases que atrapan el calor, informó Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II del IPCC. Las dietas basadas en alimentos de origen vegetal (como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras) y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos. Para dar un giro en ese sentido es urgente hacer cambios en la alimentación y las formas de producción de estos alimentos. Otros factores que pueden incidir en una disminución de los efectos del cambio climático es combatir las desigualdades, mejorar la nutrición y evitar el desperdicio de alimentos. De ese modo se lograría un sistema alimentario más resiliente y se multiplicaría la cantidad de tierra disponible para el cultivo de variedades destinadas a la generación de bioenergía, sin renunciar a la protección de los bosques y ecosistemas naturales.
Otras medidas que deben adoptarse con urgencia para disminuir el impacto del cambio climático relacionado con el suelo son: la eliminación de la tala y la quema de bosques y la recolección excesiva de leña. De no adoptar estas medidas tempranas en esos ámbitos, se requerirá más tierra para la producción de bioenergía y la seguridad alimentaria se pondrá en peligro a largo plazo. El informe advierte que el impacto de los efectos del cambio climático será más drástico en países con menores ingresos, específicamente en África, Asia, América Latina y El Caribe. Para mantener el calentamiento global debajo del alza de 2 grados centígrados, se deben reducir las emisiones de gases de invernadero desde todos los sectores, pero principalmente de aquellos que trabajan con el suelo y alimentos. Sin embargo, los hallazgos de los científicos reportan mayor escasez de agua en las tierras áridas, daños por incendios, degradación del permafrost e inestabilidad del sistema alimentario, aún en un escenario de calentamiento global de aproximadamente 1.5 °C., según lo advirtió el IPCC.
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"En un futuro con precipitaciones más intensas, el riesgo de erosión del suelo de las tierras de cultivo aumenta. La gestión sostenible de la tierra es un modo de proteger a las comunidades de los efectos nocivos de esa erosión y de los deslizamientos de tierra. Sin embargo, nuestro margen de maniobra es limitado, por lo que en algunos casos la degradación podría ser irreversible", dijo Kiyoto Tanabe, copresidente del Grupo Especial del IPCC sobre los Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero. El suelo juega un importante rol en este problema porque la tierra cultivable será la encargada de alimentar a la población en un contexto de cambio climático, además de ser una fuente de biomasa que proporcione energía renovable. Los patrones alimentarios demandan constantemente más agua y más tierra, lo que provoca -en comparación con otras alternativas- más emisiones de gases que atrapan el calor, informó Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II del IPCC. Las dietas basadas en alimentos de origen vegetal (como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras) y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos. Para dar un giro en ese sentido es urgente hacer cambios en la alimentación y las formas de producción de estos alimentos. Otros factores que pueden incidir en una disminución de los efectos del cambio climático es combatir las desigualdades, mejorar la nutrición y evitar el desperdicio de alimentos. De ese modo se lograría un sistema alimentario más resiliente y se multiplicaría la cantidad de tierra disponible para el cultivo de variedades destinadas a la generación de bioenergía, sin renunciar a la protección de los bosques y ecosistemas naturales.
Otras medidas que deben adoptarse con urgencia para disminuir el impacto del cambio climático relacionado con el suelo son: la eliminación de la tala y la quema de bosques y la recolección excesiva de leña. De no adoptar estas medidas tempranas en esos ámbitos, se requerirá más tierra para la producción de bioenergía y la seguridad alimentaria se pondrá en peligro a largo plazo. El informe advierte que el impacto de los efectos del cambio climático será más drástico en países con menores ingresos, específicamente en África, Asia, América Latina y El Caribe. Para mantener el calentamiento global debajo del alza de 2 grados centígrados, se deben reducir las emisiones de gases de invernadero desde todos los sectores, pero principalmente de aquellos que trabajan con el suelo y alimentos. Sin embargo, los hallazgos de los científicos reportan mayor escasez de agua en las tierras áridas, daños por incendios, degradación del permafrost e inestabilidad del sistema alimentario, aún en un escenario de calentamiento global de aproximadamente 1.5 °C., según lo advirtió el IPCC.
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"En un futuro con precipitaciones más intensas, el riesgo de erosión del suelo de las tierras de cultivo aumenta. La gestión sostenible de la tierra es un modo de proteger a las comunidades de los efectos nocivos de esa erosión y de los deslizamientos de tierra. Sin embargo, nuestro margen de maniobra es limitado, por lo que en algunos casos la degradación podría ser irreversible", dijo Kiyoto Tanabe, copresidente del Grupo Especial del IPCC sobre los Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero. El suelo juega un importante rol en este problema porque la tierra cultivable será la encargada de alimentar a la población en un contexto de cambio climático, además de ser una fuente de biomasa que proporcione energía renovable. Los patrones alimentarios demandan constantemente más agua y más tierra, lo que provoca -en comparación con otras alternativas- más emisiones de gases que atrapan el calor, informó Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II del IPCC. Las dietas basadas en alimentos de origen vegetal (como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras) y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos. Para dar un giro en ese sentido es urgente hacer cambios en la alimentación y las formas de producción de estos alimentos. Otros factores que pueden incidir en una disminución de los efectos del cambio climático es combatir las desigualdades, mejorar la nutrición y evitar el desperdicio de alimentos. De ese modo se lograría un sistema alimentario más resiliente y se multiplicaría la cantidad de tierra disponible para el cultivo de variedades destinadas a la generación de bioenergía, sin renunciar a la protección de los bosques y ecosistemas naturales.
Otras medidas que deben adoptarse con urgencia para disminuir el impacto del cambio climático relacionado con el suelo son: la eliminación de la tala y la quema de bosques y la recolección excesiva de leña. De no adoptar estas medidas tempranas en esos ámbitos, se requerirá más tierra para la producción de bioenergía y la seguridad alimentaria se pondrá en peligro a largo plazo. El informe advierte que el impacto de los efectos del cambio climático será más drástico en países con menores ingresos, específicamente en África, Asia, América Latina y El Caribe. Para mantener el calentamiento global debajo del alza de 2 grados centígrados, se deben reducir las emisiones de gases de invernadero desde todos los sectores, pero principalmente de aquellos que trabajan con el suelo y alimentos. Sin embargo, los hallazgos de los científicos reportan mayor escasez de agua en las tierras áridas, daños por incendios, degradación del permafrost e inestabilidad del sistema alimentario, aún en un escenario de calentamiento global de aproximadamente 1.5 °C., según lo advirtió el IPCC.
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"En un futuro con precipitaciones más intensas, el riesgo de erosión del suelo de las tierras de cultivo aumenta. La gestión sostenible de la tierra es un modo de proteger a las comunidades de los efectos nocivos de esa erosión y de los deslizamientos de tierra. Sin embargo, nuestro margen de maniobra es limitado, por lo que en algunos casos la degradación podría ser irreversible", dijo Kiyoto Tanabe, copresidente del Grupo Especial del IPCC sobre los Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero. El suelo juega un importante rol en este problema porque la tierra cultivable será la encargada de alimentar a la población en un contexto de cambio climático, además de ser una fuente de biomasa que proporcione energía renovable. Los patrones alimentarios demandan constantemente más agua y más tierra, lo que provoca -en comparación con otras alternativas- más emisiones de gases que atrapan el calor, informó Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II del IPCC. Las dietas basadas en alimentos de origen vegetal (como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras) y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos. Para dar un giro en ese sentido es urgente hacer cambios en la alimentación y las formas de producción de estos alimentos. Otros factores que pueden incidir en una disminución de los efectos del cambio climático es combatir las desigualdades, mejorar la nutrición y evitar el desperdicio de alimentos. De ese modo se lograría un sistema alimentario más resiliente y se multiplicaría la cantidad de tierra disponible para el cultivo de variedades destinadas a la generación de bioenergía, sin renunciar a la protección de los bosques y ecosistemas naturales.
Otras medidas que deben adoptarse con urgencia para disminuir el impacto del cambio climático relacionado con el suelo son: la eliminación de la tala y la quema de bosques y la recolección excesiva de leña. De no adoptar estas medidas tempranas en esos ámbitos, se requerirá más tierra para la producción de bioenergía y la seguridad alimentaria se pondrá en peligro a largo plazo. El informe advierte que el impacto de los efectos del cambio climático será más drástico en países con menores ingresos, específicamente en África, Asia, América Latina y El Caribe. Para mantener el calentamiento global debajo del alza de 2 grados centígrados, se deben reducir las emisiones de gases de invernadero desde todos los sectores, pero principalmente de aquellos que trabajan con el suelo y alimentos. Sin embargo, los hallazgos de los científicos reportan mayor escasez de agua en las tierras áridas, daños por incendios, degradación del permafrost e inestabilidad del sistema alimentario, aún en un escenario de calentamiento global de aproximadamente 1.5 °C., según lo advirtió el IPCC.
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