El origen de la crisis de Cataluña
El conflicto social y político en la comunidad autónoma tiene un larga historia.
Intensas movilizaciones, cierre de carreteras y violentos enfrentamientos con la policía son solo algunos de los altercados que se han vivido en Cataluña desde el pasado 14 de octubre. Aquel día se sentenció a prisión, con entre 9 y 13 años de condena, a nueve líderes independentistas acusados de sedición y malversación por organizar un referéndum de independencia en 2017. Apenas se dio a conocer la decisión del Tribunal Supremo Español, miles de catalanes salieron a las calles y desde entonces el grave conflicto social y político por el que atraviesa la comunidad autónoma española ha escalado a niveles de los que difícilmente se podrá regresar a la calma a través de un simple diálogo.
El president de la Generalitat de Catalunya, Joaquim Torra, ha solicitado en varias ocasiones este diálogo al presidente del gobierno central, Pedro Sánchez. Sin embargo, el mandatario español ha rechazado la posibilidad. Tras el más reciente intento, a 10 días de estallar la crisis, Sánchez señaló que mantendrá su postura mientras Quim Torra se siga comportando como el president de una parte de la sociedad catalana y de manera tajante le dijo que “… para hablar primero hay que escuchar. A ver si escucha a la mitad de los catalanes que no quieren la independencia y a los que da la espalda”.
Cataluña está dividida. Hay miles de personas que no han abandonado las calles en protesta por las medidas en contra de líderes como el exvicepresident de la Generalitat, Oriol Junqueras, quien recibió la pena más larga del grupo, con 13 años de prisión. Por otro lado, hay otros miles que ven el sueño independentista como una lejana utopía. Esa divergencia se ha gestado desde hace años y ahora es tan palpable que en las calles no solo se ven enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, sino entre los antiindependentistas y los separatistas.
Muchos asocian en este nivel de tensión a lo ocurrido el 1 de octubre de 2017, con el referéndum de independencia de Cataluña, que al celebrarse de manera unilateral, fue considerado ilegal por el Tribunal Constitucional, que lo suspendió una semana más tarde. Siete años atrás, en 2010, el sentimiento independentista ganó gran potencia cuando el Tribunal español decidió eliminar fragmentos del Estatuto Catalán, que funcionaba como la nueva constitución de la comunidad, entre ellos el que decía que Cataluña debía ser considerado una nación.
“Hasta este punto todo se hizo de una forma democrática y concensada, pero en Madrid eso los aterró fue ahí donde el movimiento independentista tomó potencia”, explica Pedro Ortíz Antoranz, artista visual catalán por la Universidad Autónoma de Barcelona, con estudios de Video Documental en la School of Visual Arts en Nueva York, y profesor de Arte en la UNAM que se describe como un completo partidario de la conciliación, “de vivir en una sociedad donde hay gente que no tiene, en absoluto, el mismo proyecto de vida, pero que a pesar de eso conviven juntos”, como única ruta para salir de la crisis.
Cataluña es una de las comunidades autónomas de España y desde siempre se ha caracterizado por resaltar su identidad. Tienen su propio idioma, sus propias tradiciones y símbolos. La cuestión económica también es parte fundamental en el sentir independentista. Dicen que Cataluña, una de las regiones autónomas más ricas de España, está transfiriendo un exceso de su recaudación fiscal a las regiones más pobres y que sus ciudadanos disfrutarían de un mayor grado de prosperidad si hubiera un Estado independiente.
Pedro Ortiz cuenta que el catalanismo independentista “ha existido siempre, pero el momento en que el Estatuto fue revocado, el movimiento sintió que era el momento histórico para lanzarse». Ortiz describe ese momento en la historia reciente de Cataluña, como “el punto de partida, la chispa para el auge del movimiento”.
El Estatuto al que Pedro Ortiz hace referencia, fue el aprobado en referéndum el 18 de junio de 2006, en sustitución del elaborado en 1979. En el Parlament de Cataluña lo votó un 88% de los diputados, entre ellos las bancadas del Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC), Convergència i Unió (CiU), Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y la coalición Iniciativa per Catalunya Verds-Esquerra Unida i Alternativa (ICV-EUiA). El Partido Popular fue el único que se opuso. Sin embargo, Esquerra Republicana terminó por desprenderse del grupo cuando en el proceso se fueron reduciendo los puntos que abarcaba la propuesta.
“Era un estatuto que avanzaba sustancialmente en el autogobierno de Cataluña, pero que el problema fue que se definía a la comunidad como nación y ese fue uno de los motivos de rechazo en Madrid”, señala Ortíz. En aquel entonces, que el movimiento perdiera el apoyo de ERC fue muy significativo, pues se trata del partido “que verdaderamente ha sido genuinamente independentista durante toda su historia, desde antes de la dictadura de Franco”.
Sin embargo, el Partido Conservadors de Catalunya hizo un movimiento inesperado al colocarse en posiciones independentistas aún más radicales que Esquerra Republicana de Catalunya. En tanto, ERC ha pasado a ser el partido más moderado del movimiento independentistas. “Aunque también hay mucha suspicacia con respecto a eso”, apunta Ortíz, quien describe como inexplicable el salto político que ha dado la derecha catalana.
“Es un país (Cataluña) fundamentalmente conservador que dio lugar a una de las derechas nacionalistas más importantes de Europa: Convergència, que gobernó prácticamente 30 años ininterrumpidos el país, que representa empresarios, que representa a profesionales liberales, a comerciantes, sin un solo atisbo de revolucionario y que sin embargo se radicaliza en la postura independentista”.
Tanto ha crecido el núcleo del independentismo que la posibilidad de que un mero diálogo como el que propone Torra a Sánchez logre asentar las aguas entre España y Cataluña es escasa, y mucho menos el que logre un entendimiento al interior de la comunidad.
“Ahora que la política se ha desquiciado, la iniciativa está en los grupos sociales”, dice. La prueba de ello se ha visto durante los últimos 10 días, aquel mismo 14 de octubre bastó un mensaje a través de varias plataformas civiles para llamar a los ciudadanos, aquellos que van con el movimiento independentista a “una movilización permanente”. Entre las plataformas que convocan y dirigen las protestas, inicialmente pacíficas, destaca el Tsunami Democrático, pero también están los Comités de Defensa de la República (CDR), Òmnium Cultural y la Asamblea Nacional.
A través de Telegram y otras plataformas de mensajería cifrada, organizaciones como Tsunami Democrático convocan a las movilizaciones. Hasta ahora se desconoce quién dirige el movimiento, pero se sabe que se gestó en una reunión de líderes separatistas en Ginebra Suiza.
“El compromiso de hombres y mujeres que durante generaciones han ejercido y ganado sus derechos en tantas luchas nos alienta. Este compromiso con el presente es lo que genera futuro. La lucha por los derechos fundamentales no se puede dejar para más adelante”, decretó Tsunami Democrático a través de su primer comunicado, publicado en redes sociales el pasado 2 de septiembre.
“Son ellos [grupos sociales] los que están trabajando desde la calle y articulan mejor el sentir de una buena parte de la población de ideología independentista”, asegura Pedro Ortiz. El día que se dio a conocer la sentencia, el Tsunami se hizo sentir en Cataluña al cerrar la Terminal 1 de El Prat, el aeropuerto catalán. Imágenes y videos de las protestas inundaron las redes sociales, la gente se estaba haciendo escuchar. Aquella noche no se habló más que de la magnitud de las movilizaciones.
Cataluña está ante el reto de lograr conciliación, primero, entre las fuerzas catalanas. Se trata de una decisión que no puede limitarse a un nuevo referéndum, como ya lo ha propuesto Quim Torra. Lo ideal sería discutir una reforma del Estatuto catalán, pues en palabras de Ortíz, “es un proyecto que necesita de una negociación de todas las fuerzas políticas y de cambiar marcos políticos para alcanzar verdaderos consensos».
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