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Aunque suele asociarse el deporte con tener una vida saludable, para algunos atletas de elite o alto rendimiento desarrollarse de manera profesional les ha costado su estabilidad psicológica y emocional. Las historias Simone Biles y Naomi Osaka permiten ver que la salud mental es tan crucial como la destreza física para ejecutar una disciplina.
La japonesa Naomi Osaka, considerada la segunda mejor tenista del mundo —sólo detrás de la australiana Ashleigh Barty—, reapareció en un estadio para encender el pebetero de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Al pie de una recreación del Monte Fuji, subió unas escaleras con el fuego de Olimpia, en la cima de su carrera deportiva, para marcar el inicio de los Juegos más esperados después de una pandemia. Es la misma deportista que relató recientemente a las cámaras de Netflix, en la miniserie que lleva su nombre, que cuando era niña tenía una lista de metas que deseaba alcanzar. De ese listado entraban y salían puntos, pero uno se mantuvo a la cabeza: convertirse en la primera japonesa en ganar el máximo título del tenis profesional, el Grand Slam.
Fue en septiembre de 2018 que logró tacharlo de su lista. Tenía 20 años y ganaba el Abierto estadounidense, convirtiéndose en la primera japonesa de la historia en levantar el trofeo del Grand Slam. En la ceremonia de premiación, parada sobre el podio del Arthur Ashe Stadium de Nueva York, Osaka derramó lágrimas. Sin embargo, éstas no se debían al júbilo de su victoria sino a la presión que sintió al escuchar el abucheo al unísono de los casi veinticuatro mil aficionados. Osaka utilizó su visera para cubrirse el rostro afligido ante una afición furiosa por la derrota de la estadounidense Serena Williams.
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“¿Cómo comparas la realidad con el sueño?”, le preguntó el presentador de ESPN, Tom Rinaldi. Su voz y mirada consternada dejaron ver que su triunfo realmente no lo veía como tal. “Sé que todos la estaban apoyando a ella [a Serena Williams] y siento mucho que terminara así”, respondió la joven tenista, quien en ese momento sólo deseaba disculparse con el público por haberle arrebatado a Williams el que sería su título de Grand Slam número veinticuatro. Tras este evento, en menos de tres años, Osaka sumó tres títulos más a su carrera, coronándose como la mejor tenista del mundo en 2019 y en 2020, y luego de ganar más de 55 millones de dólares en premios y patrocinios, la revista Forbes la nombró la atleta femenina con mayores ingresos anuales de todos los tiempos. Su meteórico currículum, sin embargo, no permitió a nadie ver que desde aquel Abierto de Estados Unidos la estrella asiática enfrentaba profundos lapsos de depresión y ansiedad.
Los primeros indicios ocurrieron cuando se ausentó en la conferencia de prensa celebrada después de su primer partido en el Abierto de Francia 2021. La Federación Francesa de Tenis interpretó su ausencia como falta de compromiso, por lo que le impuso una multa de quince mil dólares y una advertencia de descalificación en caso de ausentarse nuevamente. Fue entonces que, a través de sus redes sociales, Osaka tuvo que explicar sus razones: “Desde el Abierto de Estados Unidos he sufrido largos episodios de depresión y la he pasado muy mal tratando de hacerles frente. Quienes me conocen saben que soy una persona introvertida”, escribió en redes sociales, y expusó que sufre de ansiedad social y sus encuentros con la prensa le provocan “fuertes olas de ansiedad”. Pero para la Federación Francesa de Tenis éste no fue argumento suficiente y sostuvo el castigo. De tratarse de una lesión física, nada se hubiera interpretado como un capricho.
“La parte física es muy fácil de ver. Es decir, en el deporte, lo hiciste o no lo hiciste, conseguiste o no conseguiste el resultado, tienes bien desarrollado la musculatura, la resistencia y la flexibilidad; es algo que se puede ver, muy palpable a la vista; sin embargo la parte mental, que es totalmente inerte al desempeño físico, no se puede ver”, explica César Belmonte Rios, especialista en psicología del deporte y académico de la UNAM.
Con los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, la discusión sobre salud mental en los deportistas de alto rendimiento se vigorizó cuando la gimnasta estadounidense Simone Biles, de 24 años, que gana sólo cinco millones de dólares sólo de marcas patrocinadoras como Visa, United Airlines, Uber Eats y Facebook Watch, entre otras, enfrentó una situación similar: después de un salto de caballo fallido, por el que recibió la calificación olímpica más baja de su carrera, se anunció que Biles no participaría en la final de gimnasia artística femenil por equipos. Las conjeturas inmediatas apuntaban a que se debía a una lesión física. Minutos más tarde se esclareció que el retiro de la gimnasta considerada “la mejor de todos los tiempos” se debía a que no deseaba continuar en la competencia debido a problemas de salud mental.
“Siempre se piensa a los atletas y deportistas de alto rendimiento como personas que no sienten, que están listos siempre para la acción y la presión que implica la competencia, pero que no siempre es así”, comenta Belmontes Ríos. El claro ejemplo es la pentacampeona mundial, Biles –en la cima del éxito–, quien declaró a los medios: “Tengo que concentrarme en mi salud mental. Simplemente creo que ha tomado más relevancia en los deportes en este momento [...] Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos y no sólo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”.
De haber continuado con su participación, Simone Biles hubiese corrido el riesgo de experimentar un twistie, término utilizado en la gimnasia para determinar una suerte de bloqueo mental en el que el cerebro se desconecta por un momento del cuerpo y provoca que pierda el sentido del espacio y el tiempo mientras ejecuta piruetas en el aire. Un twistie fue lo que provocó que el aterrizaje de Biles en el salto de caballo fuera así desafortunado. Estos bloqueos pueden implicar lesiones graves e irreversibles y ser hasta potencialmente mortales si no hay una alberca de esponjas que aminore el golpe del atleta en el aterrizaje. Tal es el caso del suelo en el que se compite en Tokio, el plano y rígido. The Wall Street Journal publicó que, tras retirarse, su equipo pidió usar el gimnasio de la Universidad Juntendo, para intentar superar estos bloqueos mentales.
Los twisties son algunos de los varios factores mentales que pueden afectar una rutina gimnástica. Existen muchas causas más que son invisibles para el público pero que afectan por igual como la sobrecarga de los horarios, la falta de sueño, entrenamientos desgastantes y situaciones personales como, por ejemplo, el difícil historial familiar que Biles arrastra desde su nacimiento: al ser hija de padres con problemas de drogadicción, desde pequeña, ella y sus tres hermanos, entraban y salían de casas hogares y vivían con distintas familias adoptivas por temporadas hasta que a los seis años de edad fue adoptada por sus abuelos maternos. La gimnasta ha confesado que mantiene una relación distante con su madre biológica con quien sólo se comunica de manera breve por teléfono. En 2019 su hermano Tevin fue arrestado por homicidio involuntario, asalto criminal y perjurio, según un comunicado de la policía de Cleveland. Pero absuelto en junio pasado.
Sin embargo, fue en enero de 2018 cuando Simone Biles enfrentó uno de los obstáculos más difíciles de su carrera: declaró, a través de Twitter, haber sido víctima de abuso sexual por parte del antiguo médico del equipo nacional estadounidense de gimnasia, Larry Nassar, quien actualmente enfrenta una condena de 175 años de cárcel, en una prisión estatal de Michigan, por abusar de al menos 156 mujeres. La ganadora de siete preseas olímpicas dijo sentirse “rota” por lo que vivió. Al levantar la voz, Biles se convirtió de pronto en un emblema de los movimientos de las mujeres.
Aunque esto hoy es de conocimiento público, los efectos reales de la salud mental difícilmente podrían ser dimensionados oportunamente por quienes sólo son espectadores del desempeño olímpico de Simone Biles. Al respecto, Belmonte Río explica que el estado mental, al considerarse algo subjetivo, es interpretado por una visión que nace desde la experiencia de cada individuo, “es común escuchar aseveraciones que afirman que el verdadero problema se debe únicamente a la falta de actitud, concentración y motivación”.
La renuncia de Biles a la final por equipos y tres finales individuales en piso, barras asimétricas y salto de caballo en Tokio 2020, desató amplias discusiones entre medios de comunicación, espectadores, críticos y atletas sobre la salud mental en el deporte. Algunos internautas, para increpar la decisión de la gimnasta, retomaron posturas como la del tenista serbio, Novak Djokovic, quien asegura que la “presión es privilegio”. Por otro lado, hubo quienes vieron en este suceso una oportunidad para crear una discusión constructiva que mejore las condiciones para la atención de la salud mental, como el campeón olímpico en natación, Michael Phelps, que dijo en una entrevista con la NBC: “Espero que esta sea una experiencia de toma de conciencia [...]. Espero que sea una oportunidad para subirnos al tren y abrir de par en par este asunto de la salud mental. Es mucho más grande de lo que nos imaginamos”.
Incentivar el reconocimiento de la emociones en los atletas es crucial para una óptima salud emocional y psicológica: “Dentro de los planes de preparación mental de los deportistas está justamente el saber reconocer qué es lo que estoy sintiendo, qué es lo que está pasando conmigo y saber si lo quiero enfrentar […]. Cuando hay inseguridades es muy válido decir ‘no puedo’ y creo que esto nos recuerda que somos seres humanos con emociones y cuando tenemos la capacidad de reconocerlas es algo positivo”, dice Belmonte Ríos.
Naomi Osaka y Simone Biles no sólo tienen en común ser las mejores atletas en sus respectivas disciplinas y haber atravesado crisis de salud mental, sino que tuvieron la fortuna de recibir apoyo emocional y asistencia profesional. A Simone Biles esto le permitió regresar a la competición para culminar su partición en Tokio 2020 con la única final individual que ejecutó, la de viga de equilibrio, en la que se alzó como medallista de bronce, sumando así una séptima presea a su colección olímpica. Y a Naomi Osaka le permitió reaparecer, después de abandonar el Abierto de Francia 2021, en el estadio olímpico de su país natal, aunque quedó eliminada en la tercera ronda del tenis femenil.
“Los problemas de salud mental son percibidos como elementos ajenos a la salud del ser humano, como si estuviera aislada, como si tuvieras que cuidar la salud física y luego la salud mental o viceversa. La salud es un estado integral, incluye lo emocional, lo psicológico y lo cognitivo en un sólo paquete. Mientras mejor trabajemos la parte mental mejores resultados vamos a tener”, concluye Belmonte Río.
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Aunque suele asociarse el deporte con tener una vida saludable, para algunos atletas de elite o alto rendimiento desarrollarse de manera profesional les ha costado su estabilidad psicológica y emocional. Las historias Simone Biles y Naomi Osaka permiten ver que la salud mental es tan crucial como la destreza física para ejecutar una disciplina.
La japonesa Naomi Osaka, considerada la segunda mejor tenista del mundo —sólo detrás de la australiana Ashleigh Barty—, reapareció en un estadio para encender el pebetero de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Al pie de una recreación del Monte Fuji, subió unas escaleras con el fuego de Olimpia, en la cima de su carrera deportiva, para marcar el inicio de los Juegos más esperados después de una pandemia. Es la misma deportista que relató recientemente a las cámaras de Netflix, en la miniserie que lleva su nombre, que cuando era niña tenía una lista de metas que deseaba alcanzar. De ese listado entraban y salían puntos, pero uno se mantuvo a la cabeza: convertirse en la primera japonesa en ganar el máximo título del tenis profesional, el Grand Slam.
Fue en septiembre de 2018 que logró tacharlo de su lista. Tenía 20 años y ganaba el Abierto estadounidense, convirtiéndose en la primera japonesa de la historia en levantar el trofeo del Grand Slam. En la ceremonia de premiación, parada sobre el podio del Arthur Ashe Stadium de Nueva York, Osaka derramó lágrimas. Sin embargo, éstas no se debían al júbilo de su victoria sino a la presión que sintió al escuchar el abucheo al unísono de los casi veinticuatro mil aficionados. Osaka utilizó su visera para cubrirse el rostro afligido ante una afición furiosa por la derrota de la estadounidense Serena Williams.
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“¿Cómo comparas la realidad con el sueño?”, le preguntó el presentador de ESPN, Tom Rinaldi. Su voz y mirada consternada dejaron ver que su triunfo realmente no lo veía como tal. “Sé que todos la estaban apoyando a ella [a Serena Williams] y siento mucho que terminara así”, respondió la joven tenista, quien en ese momento sólo deseaba disculparse con el público por haberle arrebatado a Williams el que sería su título de Grand Slam número veinticuatro. Tras este evento, en menos de tres años, Osaka sumó tres títulos más a su carrera, coronándose como la mejor tenista del mundo en 2019 y en 2020, y luego de ganar más de 55 millones de dólares en premios y patrocinios, la revista Forbes la nombró la atleta femenina con mayores ingresos anuales de todos los tiempos. Su meteórico currículum, sin embargo, no permitió a nadie ver que desde aquel Abierto de Estados Unidos la estrella asiática enfrentaba profundos lapsos de depresión y ansiedad.
Los primeros indicios ocurrieron cuando se ausentó en la conferencia de prensa celebrada después de su primer partido en el Abierto de Francia 2021. La Federación Francesa de Tenis interpretó su ausencia como falta de compromiso, por lo que le impuso una multa de quince mil dólares y una advertencia de descalificación en caso de ausentarse nuevamente. Fue entonces que, a través de sus redes sociales, Osaka tuvo que explicar sus razones: “Desde el Abierto de Estados Unidos he sufrido largos episodios de depresión y la he pasado muy mal tratando de hacerles frente. Quienes me conocen saben que soy una persona introvertida”, escribió en redes sociales, y expusó que sufre de ansiedad social y sus encuentros con la prensa le provocan “fuertes olas de ansiedad”. Pero para la Federación Francesa de Tenis éste no fue argumento suficiente y sostuvo el castigo. De tratarse de una lesión física, nada se hubiera interpretado como un capricho.
“La parte física es muy fácil de ver. Es decir, en el deporte, lo hiciste o no lo hiciste, conseguiste o no conseguiste el resultado, tienes bien desarrollado la musculatura, la resistencia y la flexibilidad; es algo que se puede ver, muy palpable a la vista; sin embargo la parte mental, que es totalmente inerte al desempeño físico, no se puede ver”, explica César Belmonte Rios, especialista en psicología del deporte y académico de la UNAM.
Con los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, la discusión sobre salud mental en los deportistas de alto rendimiento se vigorizó cuando la gimnasta estadounidense Simone Biles, de 24 años, que gana sólo cinco millones de dólares sólo de marcas patrocinadoras como Visa, United Airlines, Uber Eats y Facebook Watch, entre otras, enfrentó una situación similar: después de un salto de caballo fallido, por el que recibió la calificación olímpica más baja de su carrera, se anunció que Biles no participaría en la final de gimnasia artística femenil por equipos. Las conjeturas inmediatas apuntaban a que se debía a una lesión física. Minutos más tarde se esclareció que el retiro de la gimnasta considerada “la mejor de todos los tiempos” se debía a que no deseaba continuar en la competencia debido a problemas de salud mental.
“Siempre se piensa a los atletas y deportistas de alto rendimiento como personas que no sienten, que están listos siempre para la acción y la presión que implica la competencia, pero que no siempre es así”, comenta Belmontes Ríos. El claro ejemplo es la pentacampeona mundial, Biles –en la cima del éxito–, quien declaró a los medios: “Tengo que concentrarme en mi salud mental. Simplemente creo que ha tomado más relevancia en los deportes en este momento [...] Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos y no sólo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”.
De haber continuado con su participación, Simone Biles hubiese corrido el riesgo de experimentar un twistie, término utilizado en la gimnasia para determinar una suerte de bloqueo mental en el que el cerebro se desconecta por un momento del cuerpo y provoca que pierda el sentido del espacio y el tiempo mientras ejecuta piruetas en el aire. Un twistie fue lo que provocó que el aterrizaje de Biles en el salto de caballo fuera así desafortunado. Estos bloqueos pueden implicar lesiones graves e irreversibles y ser hasta potencialmente mortales si no hay una alberca de esponjas que aminore el golpe del atleta en el aterrizaje. Tal es el caso del suelo en el que se compite en Tokio, el plano y rígido. The Wall Street Journal publicó que, tras retirarse, su equipo pidió usar el gimnasio de la Universidad Juntendo, para intentar superar estos bloqueos mentales.
Los twisties son algunos de los varios factores mentales que pueden afectar una rutina gimnástica. Existen muchas causas más que son invisibles para el público pero que afectan por igual como la sobrecarga de los horarios, la falta de sueño, entrenamientos desgastantes y situaciones personales como, por ejemplo, el difícil historial familiar que Biles arrastra desde su nacimiento: al ser hija de padres con problemas de drogadicción, desde pequeña, ella y sus tres hermanos, entraban y salían de casas hogares y vivían con distintas familias adoptivas por temporadas hasta que a los seis años de edad fue adoptada por sus abuelos maternos. La gimnasta ha confesado que mantiene una relación distante con su madre biológica con quien sólo se comunica de manera breve por teléfono. En 2019 su hermano Tevin fue arrestado por homicidio involuntario, asalto criminal y perjurio, según un comunicado de la policía de Cleveland. Pero absuelto en junio pasado.
Sin embargo, fue en enero de 2018 cuando Simone Biles enfrentó uno de los obstáculos más difíciles de su carrera: declaró, a través de Twitter, haber sido víctima de abuso sexual por parte del antiguo médico del equipo nacional estadounidense de gimnasia, Larry Nassar, quien actualmente enfrenta una condena de 175 años de cárcel, en una prisión estatal de Michigan, por abusar de al menos 156 mujeres. La ganadora de siete preseas olímpicas dijo sentirse “rota” por lo que vivió. Al levantar la voz, Biles se convirtió de pronto en un emblema de los movimientos de las mujeres.
Aunque esto hoy es de conocimiento público, los efectos reales de la salud mental difícilmente podrían ser dimensionados oportunamente por quienes sólo son espectadores del desempeño olímpico de Simone Biles. Al respecto, Belmonte Río explica que el estado mental, al considerarse algo subjetivo, es interpretado por una visión que nace desde la experiencia de cada individuo, “es común escuchar aseveraciones que afirman que el verdadero problema se debe únicamente a la falta de actitud, concentración y motivación”.
La renuncia de Biles a la final por equipos y tres finales individuales en piso, barras asimétricas y salto de caballo en Tokio 2020, desató amplias discusiones entre medios de comunicación, espectadores, críticos y atletas sobre la salud mental en el deporte. Algunos internautas, para increpar la decisión de la gimnasta, retomaron posturas como la del tenista serbio, Novak Djokovic, quien asegura que la “presión es privilegio”. Por otro lado, hubo quienes vieron en este suceso una oportunidad para crear una discusión constructiva que mejore las condiciones para la atención de la salud mental, como el campeón olímpico en natación, Michael Phelps, que dijo en una entrevista con la NBC: “Espero que esta sea una experiencia de toma de conciencia [...]. Espero que sea una oportunidad para subirnos al tren y abrir de par en par este asunto de la salud mental. Es mucho más grande de lo que nos imaginamos”.
Incentivar el reconocimiento de la emociones en los atletas es crucial para una óptima salud emocional y psicológica: “Dentro de los planes de preparación mental de los deportistas está justamente el saber reconocer qué es lo que estoy sintiendo, qué es lo que está pasando conmigo y saber si lo quiero enfrentar […]. Cuando hay inseguridades es muy válido decir ‘no puedo’ y creo que esto nos recuerda que somos seres humanos con emociones y cuando tenemos la capacidad de reconocerlas es algo positivo”, dice Belmonte Ríos.
Naomi Osaka y Simone Biles no sólo tienen en común ser las mejores atletas en sus respectivas disciplinas y haber atravesado crisis de salud mental, sino que tuvieron la fortuna de recibir apoyo emocional y asistencia profesional. A Simone Biles esto le permitió regresar a la competición para culminar su partición en Tokio 2020 con la única final individual que ejecutó, la de viga de equilibrio, en la que se alzó como medallista de bronce, sumando así una séptima presea a su colección olímpica. Y a Naomi Osaka le permitió reaparecer, después de abandonar el Abierto de Francia 2021, en el estadio olímpico de su país natal, aunque quedó eliminada en la tercera ronda del tenis femenil.
“Los problemas de salud mental son percibidos como elementos ajenos a la salud del ser humano, como si estuviera aislada, como si tuvieras que cuidar la salud física y luego la salud mental o viceversa. La salud es un estado integral, incluye lo emocional, lo psicológico y lo cognitivo en un sólo paquete. Mientras mejor trabajemos la parte mental mejores resultados vamos a tener”, concluye Belmonte Río.
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Aunque suele asociarse el deporte con tener una vida saludable, para algunos atletas de elite o alto rendimiento desarrollarse de manera profesional les ha costado su estabilidad psicológica y emocional. Las historias Simone Biles y Naomi Osaka permiten ver que la salud mental es tan crucial como la destreza física para ejecutar una disciplina.
La japonesa Naomi Osaka, considerada la segunda mejor tenista del mundo —sólo detrás de la australiana Ashleigh Barty—, reapareció en un estadio para encender el pebetero de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Al pie de una recreación del Monte Fuji, subió unas escaleras con el fuego de Olimpia, en la cima de su carrera deportiva, para marcar el inicio de los Juegos más esperados después de una pandemia. Es la misma deportista que relató recientemente a las cámaras de Netflix, en la miniserie que lleva su nombre, que cuando era niña tenía una lista de metas que deseaba alcanzar. De ese listado entraban y salían puntos, pero uno se mantuvo a la cabeza: convertirse en la primera japonesa en ganar el máximo título del tenis profesional, el Grand Slam.
Fue en septiembre de 2018 que logró tacharlo de su lista. Tenía 20 años y ganaba el Abierto estadounidense, convirtiéndose en la primera japonesa de la historia en levantar el trofeo del Grand Slam. En la ceremonia de premiación, parada sobre el podio del Arthur Ashe Stadium de Nueva York, Osaka derramó lágrimas. Sin embargo, éstas no se debían al júbilo de su victoria sino a la presión que sintió al escuchar el abucheo al unísono de los casi veinticuatro mil aficionados. Osaka utilizó su visera para cubrirse el rostro afligido ante una afición furiosa por la derrota de la estadounidense Serena Williams.
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“¿Cómo comparas la realidad con el sueño?”, le preguntó el presentador de ESPN, Tom Rinaldi. Su voz y mirada consternada dejaron ver que su triunfo realmente no lo veía como tal. “Sé que todos la estaban apoyando a ella [a Serena Williams] y siento mucho que terminara así”, respondió la joven tenista, quien en ese momento sólo deseaba disculparse con el público por haberle arrebatado a Williams el que sería su título de Grand Slam número veinticuatro. Tras este evento, en menos de tres años, Osaka sumó tres títulos más a su carrera, coronándose como la mejor tenista del mundo en 2019 y en 2020, y luego de ganar más de 55 millones de dólares en premios y patrocinios, la revista Forbes la nombró la atleta femenina con mayores ingresos anuales de todos los tiempos. Su meteórico currículum, sin embargo, no permitió a nadie ver que desde aquel Abierto de Estados Unidos la estrella asiática enfrentaba profundos lapsos de depresión y ansiedad.
Los primeros indicios ocurrieron cuando se ausentó en la conferencia de prensa celebrada después de su primer partido en el Abierto de Francia 2021. La Federación Francesa de Tenis interpretó su ausencia como falta de compromiso, por lo que le impuso una multa de quince mil dólares y una advertencia de descalificación en caso de ausentarse nuevamente. Fue entonces que, a través de sus redes sociales, Osaka tuvo que explicar sus razones: “Desde el Abierto de Estados Unidos he sufrido largos episodios de depresión y la he pasado muy mal tratando de hacerles frente. Quienes me conocen saben que soy una persona introvertida”, escribió en redes sociales, y expusó que sufre de ansiedad social y sus encuentros con la prensa le provocan “fuertes olas de ansiedad”. Pero para la Federación Francesa de Tenis éste no fue argumento suficiente y sostuvo el castigo. De tratarse de una lesión física, nada se hubiera interpretado como un capricho.
“La parte física es muy fácil de ver. Es decir, en el deporte, lo hiciste o no lo hiciste, conseguiste o no conseguiste el resultado, tienes bien desarrollado la musculatura, la resistencia y la flexibilidad; es algo que se puede ver, muy palpable a la vista; sin embargo la parte mental, que es totalmente inerte al desempeño físico, no se puede ver”, explica César Belmonte Rios, especialista en psicología del deporte y académico de la UNAM.
Con los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, la discusión sobre salud mental en los deportistas de alto rendimiento se vigorizó cuando la gimnasta estadounidense Simone Biles, de 24 años, que gana sólo cinco millones de dólares sólo de marcas patrocinadoras como Visa, United Airlines, Uber Eats y Facebook Watch, entre otras, enfrentó una situación similar: después de un salto de caballo fallido, por el que recibió la calificación olímpica más baja de su carrera, se anunció que Biles no participaría en la final de gimnasia artística femenil por equipos. Las conjeturas inmediatas apuntaban a que se debía a una lesión física. Minutos más tarde se esclareció que el retiro de la gimnasta considerada “la mejor de todos los tiempos” se debía a que no deseaba continuar en la competencia debido a problemas de salud mental.
“Siempre se piensa a los atletas y deportistas de alto rendimiento como personas que no sienten, que están listos siempre para la acción y la presión que implica la competencia, pero que no siempre es así”, comenta Belmontes Ríos. El claro ejemplo es la pentacampeona mundial, Biles –en la cima del éxito–, quien declaró a los medios: “Tengo que concentrarme en mi salud mental. Simplemente creo que ha tomado más relevancia en los deportes en este momento [...] Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos y no sólo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”.
De haber continuado con su participación, Simone Biles hubiese corrido el riesgo de experimentar un twistie, término utilizado en la gimnasia para determinar una suerte de bloqueo mental en el que el cerebro se desconecta por un momento del cuerpo y provoca que pierda el sentido del espacio y el tiempo mientras ejecuta piruetas en el aire. Un twistie fue lo que provocó que el aterrizaje de Biles en el salto de caballo fuera así desafortunado. Estos bloqueos pueden implicar lesiones graves e irreversibles y ser hasta potencialmente mortales si no hay una alberca de esponjas que aminore el golpe del atleta en el aterrizaje. Tal es el caso del suelo en el que se compite en Tokio, el plano y rígido. The Wall Street Journal publicó que, tras retirarse, su equipo pidió usar el gimnasio de la Universidad Juntendo, para intentar superar estos bloqueos mentales.
Los twisties son algunos de los varios factores mentales que pueden afectar una rutina gimnástica. Existen muchas causas más que son invisibles para el público pero que afectan por igual como la sobrecarga de los horarios, la falta de sueño, entrenamientos desgastantes y situaciones personales como, por ejemplo, el difícil historial familiar que Biles arrastra desde su nacimiento: al ser hija de padres con problemas de drogadicción, desde pequeña, ella y sus tres hermanos, entraban y salían de casas hogares y vivían con distintas familias adoptivas por temporadas hasta que a los seis años de edad fue adoptada por sus abuelos maternos. La gimnasta ha confesado que mantiene una relación distante con su madre biológica con quien sólo se comunica de manera breve por teléfono. En 2019 su hermano Tevin fue arrestado por homicidio involuntario, asalto criminal y perjurio, según un comunicado de la policía de Cleveland. Pero absuelto en junio pasado.
Sin embargo, fue en enero de 2018 cuando Simone Biles enfrentó uno de los obstáculos más difíciles de su carrera: declaró, a través de Twitter, haber sido víctima de abuso sexual por parte del antiguo médico del equipo nacional estadounidense de gimnasia, Larry Nassar, quien actualmente enfrenta una condena de 175 años de cárcel, en una prisión estatal de Michigan, por abusar de al menos 156 mujeres. La ganadora de siete preseas olímpicas dijo sentirse “rota” por lo que vivió. Al levantar la voz, Biles se convirtió de pronto en un emblema de los movimientos de las mujeres.
Aunque esto hoy es de conocimiento público, los efectos reales de la salud mental difícilmente podrían ser dimensionados oportunamente por quienes sólo son espectadores del desempeño olímpico de Simone Biles. Al respecto, Belmonte Río explica que el estado mental, al considerarse algo subjetivo, es interpretado por una visión que nace desde la experiencia de cada individuo, “es común escuchar aseveraciones que afirman que el verdadero problema se debe únicamente a la falta de actitud, concentración y motivación”.
La renuncia de Biles a la final por equipos y tres finales individuales en piso, barras asimétricas y salto de caballo en Tokio 2020, desató amplias discusiones entre medios de comunicación, espectadores, críticos y atletas sobre la salud mental en el deporte. Algunos internautas, para increpar la decisión de la gimnasta, retomaron posturas como la del tenista serbio, Novak Djokovic, quien asegura que la “presión es privilegio”. Por otro lado, hubo quienes vieron en este suceso una oportunidad para crear una discusión constructiva que mejore las condiciones para la atención de la salud mental, como el campeón olímpico en natación, Michael Phelps, que dijo en una entrevista con la NBC: “Espero que esta sea una experiencia de toma de conciencia [...]. Espero que sea una oportunidad para subirnos al tren y abrir de par en par este asunto de la salud mental. Es mucho más grande de lo que nos imaginamos”.
Incentivar el reconocimiento de la emociones en los atletas es crucial para una óptima salud emocional y psicológica: “Dentro de los planes de preparación mental de los deportistas está justamente el saber reconocer qué es lo que estoy sintiendo, qué es lo que está pasando conmigo y saber si lo quiero enfrentar […]. Cuando hay inseguridades es muy válido decir ‘no puedo’ y creo que esto nos recuerda que somos seres humanos con emociones y cuando tenemos la capacidad de reconocerlas es algo positivo”, dice Belmonte Ríos.
Naomi Osaka y Simone Biles no sólo tienen en común ser las mejores atletas en sus respectivas disciplinas y haber atravesado crisis de salud mental, sino que tuvieron la fortuna de recibir apoyo emocional y asistencia profesional. A Simone Biles esto le permitió regresar a la competición para culminar su partición en Tokio 2020 con la única final individual que ejecutó, la de viga de equilibrio, en la que se alzó como medallista de bronce, sumando así una séptima presea a su colección olímpica. Y a Naomi Osaka le permitió reaparecer, después de abandonar el Abierto de Francia 2021, en el estadio olímpico de su país natal, aunque quedó eliminada en la tercera ronda del tenis femenil.
“Los problemas de salud mental son percibidos como elementos ajenos a la salud del ser humano, como si estuviera aislada, como si tuvieras que cuidar la salud física y luego la salud mental o viceversa. La salud es un estado integral, incluye lo emocional, lo psicológico y lo cognitivo en un sólo paquete. Mientras mejor trabajemos la parte mental mejores resultados vamos a tener”, concluye Belmonte Río.
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Aunque suele asociarse el deporte con tener una vida saludable, para algunos atletas de elite o alto rendimiento desarrollarse de manera profesional les ha costado su estabilidad psicológica y emocional. Las historias Simone Biles y Naomi Osaka permiten ver que la salud mental es tan crucial como la destreza física para ejecutar una disciplina.
La japonesa Naomi Osaka, considerada la segunda mejor tenista del mundo —sólo detrás de la australiana Ashleigh Barty—, reapareció en un estadio para encender el pebetero de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Al pie de una recreación del Monte Fuji, subió unas escaleras con el fuego de Olimpia, en la cima de su carrera deportiva, para marcar el inicio de los Juegos más esperados después de una pandemia. Es la misma deportista que relató recientemente a las cámaras de Netflix, en la miniserie que lleva su nombre, que cuando era niña tenía una lista de metas que deseaba alcanzar. De ese listado entraban y salían puntos, pero uno se mantuvo a la cabeza: convertirse en la primera japonesa en ganar el máximo título del tenis profesional, el Grand Slam.
Fue en septiembre de 2018 que logró tacharlo de su lista. Tenía 20 años y ganaba el Abierto estadounidense, convirtiéndose en la primera japonesa de la historia en levantar el trofeo del Grand Slam. En la ceremonia de premiación, parada sobre el podio del Arthur Ashe Stadium de Nueva York, Osaka derramó lágrimas. Sin embargo, éstas no se debían al júbilo de su victoria sino a la presión que sintió al escuchar el abucheo al unísono de los casi veinticuatro mil aficionados. Osaka utilizó su visera para cubrirse el rostro afligido ante una afición furiosa por la derrota de la estadounidense Serena Williams.
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“¿Cómo comparas la realidad con el sueño?”, le preguntó el presentador de ESPN, Tom Rinaldi. Su voz y mirada consternada dejaron ver que su triunfo realmente no lo veía como tal. “Sé que todos la estaban apoyando a ella [a Serena Williams] y siento mucho que terminara así”, respondió la joven tenista, quien en ese momento sólo deseaba disculparse con el público por haberle arrebatado a Williams el que sería su título de Grand Slam número veinticuatro. Tras este evento, en menos de tres años, Osaka sumó tres títulos más a su carrera, coronándose como la mejor tenista del mundo en 2019 y en 2020, y luego de ganar más de 55 millones de dólares en premios y patrocinios, la revista Forbes la nombró la atleta femenina con mayores ingresos anuales de todos los tiempos. Su meteórico currículum, sin embargo, no permitió a nadie ver que desde aquel Abierto de Estados Unidos la estrella asiática enfrentaba profundos lapsos de depresión y ansiedad.
Los primeros indicios ocurrieron cuando se ausentó en la conferencia de prensa celebrada después de su primer partido en el Abierto de Francia 2021. La Federación Francesa de Tenis interpretó su ausencia como falta de compromiso, por lo que le impuso una multa de quince mil dólares y una advertencia de descalificación en caso de ausentarse nuevamente. Fue entonces que, a través de sus redes sociales, Osaka tuvo que explicar sus razones: “Desde el Abierto de Estados Unidos he sufrido largos episodios de depresión y la he pasado muy mal tratando de hacerles frente. Quienes me conocen saben que soy una persona introvertida”, escribió en redes sociales, y expusó que sufre de ansiedad social y sus encuentros con la prensa le provocan “fuertes olas de ansiedad”. Pero para la Federación Francesa de Tenis éste no fue argumento suficiente y sostuvo el castigo. De tratarse de una lesión física, nada se hubiera interpretado como un capricho.
“La parte física es muy fácil de ver. Es decir, en el deporte, lo hiciste o no lo hiciste, conseguiste o no conseguiste el resultado, tienes bien desarrollado la musculatura, la resistencia y la flexibilidad; es algo que se puede ver, muy palpable a la vista; sin embargo la parte mental, que es totalmente inerte al desempeño físico, no se puede ver”, explica César Belmonte Rios, especialista en psicología del deporte y académico de la UNAM.
Con los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, la discusión sobre salud mental en los deportistas de alto rendimiento se vigorizó cuando la gimnasta estadounidense Simone Biles, de 24 años, que gana sólo cinco millones de dólares sólo de marcas patrocinadoras como Visa, United Airlines, Uber Eats y Facebook Watch, entre otras, enfrentó una situación similar: después de un salto de caballo fallido, por el que recibió la calificación olímpica más baja de su carrera, se anunció que Biles no participaría en la final de gimnasia artística femenil por equipos. Las conjeturas inmediatas apuntaban a que se debía a una lesión física. Minutos más tarde se esclareció que el retiro de la gimnasta considerada “la mejor de todos los tiempos” se debía a que no deseaba continuar en la competencia debido a problemas de salud mental.
“Siempre se piensa a los atletas y deportistas de alto rendimiento como personas que no sienten, que están listos siempre para la acción y la presión que implica la competencia, pero que no siempre es así”, comenta Belmontes Ríos. El claro ejemplo es la pentacampeona mundial, Biles –en la cima del éxito–, quien declaró a los medios: “Tengo que concentrarme en mi salud mental. Simplemente creo que ha tomado más relevancia en los deportes en este momento [...] Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos y no sólo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”.
De haber continuado con su participación, Simone Biles hubiese corrido el riesgo de experimentar un twistie, término utilizado en la gimnasia para determinar una suerte de bloqueo mental en el que el cerebro se desconecta por un momento del cuerpo y provoca que pierda el sentido del espacio y el tiempo mientras ejecuta piruetas en el aire. Un twistie fue lo que provocó que el aterrizaje de Biles en el salto de caballo fuera así desafortunado. Estos bloqueos pueden implicar lesiones graves e irreversibles y ser hasta potencialmente mortales si no hay una alberca de esponjas que aminore el golpe del atleta en el aterrizaje. Tal es el caso del suelo en el que se compite en Tokio, el plano y rígido. The Wall Street Journal publicó que, tras retirarse, su equipo pidió usar el gimnasio de la Universidad Juntendo, para intentar superar estos bloqueos mentales.
Los twisties son algunos de los varios factores mentales que pueden afectar una rutina gimnástica. Existen muchas causas más que son invisibles para el público pero que afectan por igual como la sobrecarga de los horarios, la falta de sueño, entrenamientos desgastantes y situaciones personales como, por ejemplo, el difícil historial familiar que Biles arrastra desde su nacimiento: al ser hija de padres con problemas de drogadicción, desde pequeña, ella y sus tres hermanos, entraban y salían de casas hogares y vivían con distintas familias adoptivas por temporadas hasta que a los seis años de edad fue adoptada por sus abuelos maternos. La gimnasta ha confesado que mantiene una relación distante con su madre biológica con quien sólo se comunica de manera breve por teléfono. En 2019 su hermano Tevin fue arrestado por homicidio involuntario, asalto criminal y perjurio, según un comunicado de la policía de Cleveland. Pero absuelto en junio pasado.
Sin embargo, fue en enero de 2018 cuando Simone Biles enfrentó uno de los obstáculos más difíciles de su carrera: declaró, a través de Twitter, haber sido víctima de abuso sexual por parte del antiguo médico del equipo nacional estadounidense de gimnasia, Larry Nassar, quien actualmente enfrenta una condena de 175 años de cárcel, en una prisión estatal de Michigan, por abusar de al menos 156 mujeres. La ganadora de siete preseas olímpicas dijo sentirse “rota” por lo que vivió. Al levantar la voz, Biles se convirtió de pronto en un emblema de los movimientos de las mujeres.
Aunque esto hoy es de conocimiento público, los efectos reales de la salud mental difícilmente podrían ser dimensionados oportunamente por quienes sólo son espectadores del desempeño olímpico de Simone Biles. Al respecto, Belmonte Río explica que el estado mental, al considerarse algo subjetivo, es interpretado por una visión que nace desde la experiencia de cada individuo, “es común escuchar aseveraciones que afirman que el verdadero problema se debe únicamente a la falta de actitud, concentración y motivación”.
La renuncia de Biles a la final por equipos y tres finales individuales en piso, barras asimétricas y salto de caballo en Tokio 2020, desató amplias discusiones entre medios de comunicación, espectadores, críticos y atletas sobre la salud mental en el deporte. Algunos internautas, para increpar la decisión de la gimnasta, retomaron posturas como la del tenista serbio, Novak Djokovic, quien asegura que la “presión es privilegio”. Por otro lado, hubo quienes vieron en este suceso una oportunidad para crear una discusión constructiva que mejore las condiciones para la atención de la salud mental, como el campeón olímpico en natación, Michael Phelps, que dijo en una entrevista con la NBC: “Espero que esta sea una experiencia de toma de conciencia [...]. Espero que sea una oportunidad para subirnos al tren y abrir de par en par este asunto de la salud mental. Es mucho más grande de lo que nos imaginamos”.
Incentivar el reconocimiento de la emociones en los atletas es crucial para una óptima salud emocional y psicológica: “Dentro de los planes de preparación mental de los deportistas está justamente el saber reconocer qué es lo que estoy sintiendo, qué es lo que está pasando conmigo y saber si lo quiero enfrentar […]. Cuando hay inseguridades es muy válido decir ‘no puedo’ y creo que esto nos recuerda que somos seres humanos con emociones y cuando tenemos la capacidad de reconocerlas es algo positivo”, dice Belmonte Ríos.
Naomi Osaka y Simone Biles no sólo tienen en común ser las mejores atletas en sus respectivas disciplinas y haber atravesado crisis de salud mental, sino que tuvieron la fortuna de recibir apoyo emocional y asistencia profesional. A Simone Biles esto le permitió regresar a la competición para culminar su partición en Tokio 2020 con la única final individual que ejecutó, la de viga de equilibrio, en la que se alzó como medallista de bronce, sumando así una séptima presea a su colección olímpica. Y a Naomi Osaka le permitió reaparecer, después de abandonar el Abierto de Francia 2021, en el estadio olímpico de su país natal, aunque quedó eliminada en la tercera ronda del tenis femenil.
“Los problemas de salud mental son percibidos como elementos ajenos a la salud del ser humano, como si estuviera aislada, como si tuvieras que cuidar la salud física y luego la salud mental o viceversa. La salud es un estado integral, incluye lo emocional, lo psicológico y lo cognitivo en un sólo paquete. Mientras mejor trabajemos la parte mental mejores resultados vamos a tener”, concluye Belmonte Río.
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Aunque suele asociarse el deporte con tener una vida saludable, para algunos atletas de elite o alto rendimiento desarrollarse de manera profesional les ha costado su estabilidad psicológica y emocional. Las historias Simone Biles y Naomi Osaka permiten ver que la salud mental es tan crucial como la destreza física para ejecutar una disciplina.
La japonesa Naomi Osaka, considerada la segunda mejor tenista del mundo —sólo detrás de la australiana Ashleigh Barty—, reapareció en un estadio para encender el pebetero de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Al pie de una recreación del Monte Fuji, subió unas escaleras con el fuego de Olimpia, en la cima de su carrera deportiva, para marcar el inicio de los Juegos más esperados después de una pandemia. Es la misma deportista que relató recientemente a las cámaras de Netflix, en la miniserie que lleva su nombre, que cuando era niña tenía una lista de metas que deseaba alcanzar. De ese listado entraban y salían puntos, pero uno se mantuvo a la cabeza: convertirse en la primera japonesa en ganar el máximo título del tenis profesional, el Grand Slam.
Fue en septiembre de 2018 que logró tacharlo de su lista. Tenía 20 años y ganaba el Abierto estadounidense, convirtiéndose en la primera japonesa de la historia en levantar el trofeo del Grand Slam. En la ceremonia de premiación, parada sobre el podio del Arthur Ashe Stadium de Nueva York, Osaka derramó lágrimas. Sin embargo, éstas no se debían al júbilo de su victoria sino a la presión que sintió al escuchar el abucheo al unísono de los casi veinticuatro mil aficionados. Osaka utilizó su visera para cubrirse el rostro afligido ante una afición furiosa por la derrota de la estadounidense Serena Williams.
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“¿Cómo comparas la realidad con el sueño?”, le preguntó el presentador de ESPN, Tom Rinaldi. Su voz y mirada consternada dejaron ver que su triunfo realmente no lo veía como tal. “Sé que todos la estaban apoyando a ella [a Serena Williams] y siento mucho que terminara así”, respondió la joven tenista, quien en ese momento sólo deseaba disculparse con el público por haberle arrebatado a Williams el que sería su título de Grand Slam número veinticuatro. Tras este evento, en menos de tres años, Osaka sumó tres títulos más a su carrera, coronándose como la mejor tenista del mundo en 2019 y en 2020, y luego de ganar más de 55 millones de dólares en premios y patrocinios, la revista Forbes la nombró la atleta femenina con mayores ingresos anuales de todos los tiempos. Su meteórico currículum, sin embargo, no permitió a nadie ver que desde aquel Abierto de Estados Unidos la estrella asiática enfrentaba profundos lapsos de depresión y ansiedad.
Los primeros indicios ocurrieron cuando se ausentó en la conferencia de prensa celebrada después de su primer partido en el Abierto de Francia 2021. La Federación Francesa de Tenis interpretó su ausencia como falta de compromiso, por lo que le impuso una multa de quince mil dólares y una advertencia de descalificación en caso de ausentarse nuevamente. Fue entonces que, a través de sus redes sociales, Osaka tuvo que explicar sus razones: “Desde el Abierto de Estados Unidos he sufrido largos episodios de depresión y la he pasado muy mal tratando de hacerles frente. Quienes me conocen saben que soy una persona introvertida”, escribió en redes sociales, y expusó que sufre de ansiedad social y sus encuentros con la prensa le provocan “fuertes olas de ansiedad”. Pero para la Federación Francesa de Tenis éste no fue argumento suficiente y sostuvo el castigo. De tratarse de una lesión física, nada se hubiera interpretado como un capricho.
“La parte física es muy fácil de ver. Es decir, en el deporte, lo hiciste o no lo hiciste, conseguiste o no conseguiste el resultado, tienes bien desarrollado la musculatura, la resistencia y la flexibilidad; es algo que se puede ver, muy palpable a la vista; sin embargo la parte mental, que es totalmente inerte al desempeño físico, no se puede ver”, explica César Belmonte Rios, especialista en psicología del deporte y académico de la UNAM.
Con los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, la discusión sobre salud mental en los deportistas de alto rendimiento se vigorizó cuando la gimnasta estadounidense Simone Biles, de 24 años, que gana sólo cinco millones de dólares sólo de marcas patrocinadoras como Visa, United Airlines, Uber Eats y Facebook Watch, entre otras, enfrentó una situación similar: después de un salto de caballo fallido, por el que recibió la calificación olímpica más baja de su carrera, se anunció que Biles no participaría en la final de gimnasia artística femenil por equipos. Las conjeturas inmediatas apuntaban a que se debía a una lesión física. Minutos más tarde se esclareció que el retiro de la gimnasta considerada “la mejor de todos los tiempos” se debía a que no deseaba continuar en la competencia debido a problemas de salud mental.
“Siempre se piensa a los atletas y deportistas de alto rendimiento como personas que no sienten, que están listos siempre para la acción y la presión que implica la competencia, pero que no siempre es así”, comenta Belmontes Ríos. El claro ejemplo es la pentacampeona mundial, Biles –en la cima del éxito–, quien declaró a los medios: “Tengo que concentrarme en mi salud mental. Simplemente creo que ha tomado más relevancia en los deportes en este momento [...] Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos y no sólo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”.
De haber continuado con su participación, Simone Biles hubiese corrido el riesgo de experimentar un twistie, término utilizado en la gimnasia para determinar una suerte de bloqueo mental en el que el cerebro se desconecta por un momento del cuerpo y provoca que pierda el sentido del espacio y el tiempo mientras ejecuta piruetas en el aire. Un twistie fue lo que provocó que el aterrizaje de Biles en el salto de caballo fuera así desafortunado. Estos bloqueos pueden implicar lesiones graves e irreversibles y ser hasta potencialmente mortales si no hay una alberca de esponjas que aminore el golpe del atleta en el aterrizaje. Tal es el caso del suelo en el que se compite en Tokio, el plano y rígido. The Wall Street Journal publicó que, tras retirarse, su equipo pidió usar el gimnasio de la Universidad Juntendo, para intentar superar estos bloqueos mentales.
Los twisties son algunos de los varios factores mentales que pueden afectar una rutina gimnástica. Existen muchas causas más que son invisibles para el público pero que afectan por igual como la sobrecarga de los horarios, la falta de sueño, entrenamientos desgastantes y situaciones personales como, por ejemplo, el difícil historial familiar que Biles arrastra desde su nacimiento: al ser hija de padres con problemas de drogadicción, desde pequeña, ella y sus tres hermanos, entraban y salían de casas hogares y vivían con distintas familias adoptivas por temporadas hasta que a los seis años de edad fue adoptada por sus abuelos maternos. La gimnasta ha confesado que mantiene una relación distante con su madre biológica con quien sólo se comunica de manera breve por teléfono. En 2019 su hermano Tevin fue arrestado por homicidio involuntario, asalto criminal y perjurio, según un comunicado de la policía de Cleveland. Pero absuelto en junio pasado.
Sin embargo, fue en enero de 2018 cuando Simone Biles enfrentó uno de los obstáculos más difíciles de su carrera: declaró, a través de Twitter, haber sido víctima de abuso sexual por parte del antiguo médico del equipo nacional estadounidense de gimnasia, Larry Nassar, quien actualmente enfrenta una condena de 175 años de cárcel, en una prisión estatal de Michigan, por abusar de al menos 156 mujeres. La ganadora de siete preseas olímpicas dijo sentirse “rota” por lo que vivió. Al levantar la voz, Biles se convirtió de pronto en un emblema de los movimientos de las mujeres.
Aunque esto hoy es de conocimiento público, los efectos reales de la salud mental difícilmente podrían ser dimensionados oportunamente por quienes sólo son espectadores del desempeño olímpico de Simone Biles. Al respecto, Belmonte Río explica que el estado mental, al considerarse algo subjetivo, es interpretado por una visión que nace desde la experiencia de cada individuo, “es común escuchar aseveraciones que afirman que el verdadero problema se debe únicamente a la falta de actitud, concentración y motivación”.
La renuncia de Biles a la final por equipos y tres finales individuales en piso, barras asimétricas y salto de caballo en Tokio 2020, desató amplias discusiones entre medios de comunicación, espectadores, críticos y atletas sobre la salud mental en el deporte. Algunos internautas, para increpar la decisión de la gimnasta, retomaron posturas como la del tenista serbio, Novak Djokovic, quien asegura que la “presión es privilegio”. Por otro lado, hubo quienes vieron en este suceso una oportunidad para crear una discusión constructiva que mejore las condiciones para la atención de la salud mental, como el campeón olímpico en natación, Michael Phelps, que dijo en una entrevista con la NBC: “Espero que esta sea una experiencia de toma de conciencia [...]. Espero que sea una oportunidad para subirnos al tren y abrir de par en par este asunto de la salud mental. Es mucho más grande de lo que nos imaginamos”.
Incentivar el reconocimiento de la emociones en los atletas es crucial para una óptima salud emocional y psicológica: “Dentro de los planes de preparación mental de los deportistas está justamente el saber reconocer qué es lo que estoy sintiendo, qué es lo que está pasando conmigo y saber si lo quiero enfrentar […]. Cuando hay inseguridades es muy válido decir ‘no puedo’ y creo que esto nos recuerda que somos seres humanos con emociones y cuando tenemos la capacidad de reconocerlas es algo positivo”, dice Belmonte Ríos.
Naomi Osaka y Simone Biles no sólo tienen en común ser las mejores atletas en sus respectivas disciplinas y haber atravesado crisis de salud mental, sino que tuvieron la fortuna de recibir apoyo emocional y asistencia profesional. A Simone Biles esto le permitió regresar a la competición para culminar su partición en Tokio 2020 con la única final individual que ejecutó, la de viga de equilibrio, en la que se alzó como medallista de bronce, sumando así una séptima presea a su colección olímpica. Y a Naomi Osaka le permitió reaparecer, después de abandonar el Abierto de Francia 2021, en el estadio olímpico de su país natal, aunque quedó eliminada en la tercera ronda del tenis femenil.
“Los problemas de salud mental son percibidos como elementos ajenos a la salud del ser humano, como si estuviera aislada, como si tuvieras que cuidar la salud física y luego la salud mental o viceversa. La salud es un estado integral, incluye lo emocional, lo psicológico y lo cognitivo en un sólo paquete. Mientras mejor trabajemos la parte mental mejores resultados vamos a tener”, concluye Belmonte Río.
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