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Teófilo Acuña y Jorge Tafur se han convertido en los últimos dos líderes asesinados en Colombia. Ambos fueron dirigentes históricos del movimiento agrario y murieron a manos de hombres armados el 22 de febrero, pasadas las 9:30 de la noche, en Puerto Oculto, una pequeña población en el departamento del César, al noreste del país. Sus familiares, amigos, compañeros y compañeras los llaman Teo y Tafur y de ellos dicen que eran nobles, generosos y que, como líderes, tenían un compromiso férreo con la defensa del medioambiente y de los campesinos. Uno era pausado y afable; el otro, alegre y con gran sentido del humor. Ambos nacieron en el departamento de Bolívar en los años cincuenta: Acuña en Santa Rosa del Sur y Tafur en Tiquisio, donde residía. Los dos estaban en Puerto Oculto desde mediados de febrero por motivos de trabajo. La noche del 22, según reconstruyó la prensa local, conversaban a la entrada de una casa cuando aparecieron dos hombres que empezaron a disparar. Corrieron, pero los hombres lograron su cometido y ahora ambos forman parte de la larga lista de líderes asesinados en el país.
“No vi a Teo por ningún lado, yo dije: ¡Teo se alcanzó a escapar!’ El tipo sale y se queda al lado de la pileta; llega el otro tipo, que le dice: ‘Falta uno’. Me quedé quieta, había muchas hojas secas, no quería moverme porque cualquier ruido los podía alertar”, le dijo al portal Verdad Abierta la lideresa social Liceth Camargo, esposa de Acuña, quien durante el atentado logró resguardarse tras un árbol de la casa. Comentó, además, que el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la fiscalía llegó a la una de la madrugada, mientras que la policía nunca se presentó y teme que con ese ‘falta uno’ los asesinos se refirieran a ella.
“Ellos no querían morir; luchaban por vivir y lo hacían de la mejor manera. Quienes los mataron eran dos hombres fornidos, grandes, y pues Teo y Tafur eran viejitos y alcanzaron a correr”, dice a Gatopardo Erika Prieto, amiga y compañera de Acuña y Tafur e integrante de la Comisión Nacional de Derechos Humanos del Congreso de los Pueblos, un movimiento político y social que agrupa a sectores sindicales, campesinos, ambientales, indígenas, juveniles y feministas, entre otros, bajo la defensa de la vida digna, al que también pertenecían los dos líderes asesinados.
La mañana del viernes 25 de febrero, Erika Prieto asiste a una rueda de prensa convocada por la Asociación Minga junto a Noraldo Díaz, miembro de la junta directiva del Coordinador Nacional Agrario, un proceso colectivo con presencia en veintidós de los 32 departamentos del país, en el que se discuten y crean iniciativas sobre lo rural y el trabajo asociativo. Los acompaña el abogado Alberto Yepes, representante de la Coordinación Colombia Europa Estados Unidos (CCEEU), una alianza de organizaciones defensoras de derechos humanos.
Los tres participantes están sentados a una mesa en un octavo piso, por cuyas ventanas se ven las montañas del oriente bogotano y sus casas de ladrillo rojo. Tras ellos hay un pendón con la imagen ilustrada de los dos líderes que dice: “Asesinados el 22 de febrero de 2022 por paramilitares en complicidad con el Estado colombiano. Exigimos justicia. Prohibido olvidar”.
Al inicio se leen sus perfiles. Acuña y Tafur eran campesinos y conocedores de esa región de Colombia, rica en fuentes hídricas y valles fértiles que es el Magdalena Medio. Acuña fue fundador de la Federación Agrominera del Sur de Bolívar, donde forjó su liderazgo, y vocero de la Comisión de Interlocución del Sur de Bolívar, Centro y Sur del César (CISBCSC), del Coordinador Nacional Agrario, del Congreso de los Pueblos y la Cumbre Agraria, Campesina e Interpopular.
Tafur, por su parte, nació en Tiquisio, pero durante un tiempo vivió en la ciudad de Pereira, donde fue sindicalista. Por su labor lo detuvieron. Quienes conocieron a este par de líderes afirman que a lo largo de sus vidas fueron víctimas de varios montajes judiciales, sin que en ninguno la justicia suministrara pruebas para sustentar las acusaciones. Tras quedar libre, Tafur regresó a su pueblo natal, donde se vinculó con las luchas de los campesinos. Hizo parte de la Asociación Agroindustrial de Paneleros El Antojo y, al igual que Acuña, de la Federación Agrominera, la Comisión de Interlocución y el CNA, del que fue nombrado miembro de la junta directiva.
“Eran preciosos, de las personas más maravillosas que tiene este país”, recuerda Erika Prieto. “Teo venía sufriendo de muchas enfermedades y no habíamos dado con el diagnóstico, entonces había que tener cuidado con la comida; a donde íbamos siempre era comidita muy sencilla, un caldito al que a veces no podíamos echarle ni carne ni nada. Pero él, si se hacía un caldo de huevo, un caldo de huevo se comía. Los dos eran muy queridos por la comunidad. A donde íbamos la gente los abrazaba. En medio de cualquier reunión siempre había espacio para los chistes, para los cantos, se promovía que la gente hiciera su propia canción y la compartiera. Ellos trataban de integrar a las comunidades, de hacer redes humanas. Tafur era un hombre de una sencillez y una fuerza impresionantes. Últimamente venía botando el celular y tenía peleas con la tecnología. Nos reíamos de eso porque se llevaba el celular de otra persona, no distinguía cuál era el suyo y cuál el del otro y como no le servía la clave, lo formateaba. Yo peleaba con él porque vivía solo en una veredita en Tiquisio y yo le decía que no se quedara allá, que lo iban a matar”.
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Entonces la expresión de Erika se ensombrece, dice que nunca habrían podido imaginar que el asesinato de ambos líderes ocurriría en Puerto Oculto, un lugar donde las organizaciones que ellos y ellas integran suelen promover actividades por la defensa del territorio y la soberanía alimentaria, como la Caravana Ambiental por la Vida realizada el año pasado.
Con décadas de trabajo a cuestas y una variedad de causas, para Erika, la esencia de la lucha de Acuña y Tafur era la vida a través de la construcción de poder popular. “Cada vez que llegaban a una comunidad, esa comunidad se transformaba, empezaba a vivir mejor, a cambiar sus dinámicas y a resolver problemas por cuyas soluciones se pensaba que había que esperar quién sabe cuánto. [Lo hacían] desde ese ejercicio de poder de los pueblos. Si eran pescadores, trabajaban con pescadores o en la recuperación de tierras o en construir acueductos comunitarios. O sea, eran muchas las formas de mostrarle a la gente cómo desde la organización popular y desde asumir la autonomía del territorio se transforman la vida y la realidad”.
El documental La siembra de Teo y Tafur cosechará dignidad, realizado por el medio de comunicación popular Rueda Suelta, recrea la labor de ambos líderes asesinados. Por un lado, la hicieron con las comunidades de pescadores y campesinos de Terraplén y Puerto Oculto, y por el otro, en La Berraquera, en el departamento de Santander. Con imágenes de la enorme llanura, el documental cuenta que el complejo cenagoso del río Lebrija, que conecta Terraplén y Puerto Oculto, con su gran biodiversidad, es “estratégico para la conservación de la cuenca media del río Magdalena” y que, desde hace años, las comunidades intentan recuperar esas ciénagas con un proceso de arborización y siembra de cultivos, pues, como señalan los habitantes del lugar: “Aquí donde ve esa palma había una ciénaga que se llamaba El Burro” y “Ya no hay pescado, ahora todo está seco”.
En la pantalla aparece Teófilo Acuña para decir: “El derecho de la ciénaga, los humedales, los playones siempre ha sido comunal, asociativo. Esta tierra no es de alguien especial que tenga un papel”. Luego explica que su labor allí es proteger el agua y “las poquitas reservas forestales que quedan, que las están acabando con los cultivos de palma, criaderos de búfalos y, detrás de eso, vienen los hidrocarburos”.
En una entrevista en video que circula en redes sociales Acuña habla de la Caravana Ambiental por la Vida. “Los grupos ilegales utilizaron el conflicto armado para desplazar a la gente que estaba en estos territorios. Y es así como fue desapareciendo el pescador y el campesino agricultor, pero también la ciénaga, el humedal y el playón, porque a mediados del 95 empezaron a hacer murallas y a secar las ciénagas. […] Hoy, cuando hacemos este recorrido, muchos podemos pensar que esto es una carretera, pero son las murallas que utilizan para secar las ciénagas y humedales sin ningún permiso de la autoridad ambiental. Después las utilizan para sacar la producción de palma, la leche del búfalo y el monocultivo de arroz y maíz”.
Durante la rueda de prensa, Erika Prieto añade que, junto a la Comisión de Interlocución, las y los campesinos iniciaron la recuperación de las tierras inundables de las que fueron despojados por grupos paramilitares. “[Ahora] las usan para monocultivos y siembra de palma para la producción de hidrocarburos. Se vienen acabando los playones, la vida del río Magdalena, que es una de las arterias vitales de Colombia. Eso es lo que protegían Teófilo y Tafur. A eso se dedicaron y por eso los asesinaron”.
De acuerdo con el portal Verdad Abierta, en los años noventa el frente Héctor Julio Peinado del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia delinquió en la región. “Esa estructura armada ilegal se desmovilizó en marzo de 2006, bajo los acuerdos con el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe, pero el poder ilegal al parecer continuó después de la movilización”.
“En la adversidad, en la dificultad, [Acuña y Tafur] iban hermanando los pueblos y llegaba un momento en el que había tanta fuerza de la comunidad que se creaban las condiciones para hacer la retoma de la tierra en una zona que se ha mantenido bajo el control del paramilitarismo. Las personas que hoy se dicen dueños de la tierra lo son a través de la sangre que allí corrió”, comenta Erika y agrega que, en contraste, “Teo y Tafur sembraban comida. A ellos les tocó vivir cosas horribles: el éxodo, el asesinato de sus compañeros, la persecución judicial, les tocó estar privados de la libertad y nunca se rindieron”.
Justamente, en su intervención en la rueda de prensa del 25 de febrero, el abogado Alberto Yepes hace un recuento de algunos hechos que, en su criterio, antecedieron a la muerte de Teófilo Acuña y Jorge Tafur y “prefiguran la responsabilidad del Estado”. Menciona que en diciembre de 2020 la Fiscalía General de la Nación y la Policía Nacional publicaron un aviso en el que señalaban a Teófilo Acuña de ser integrante del Ejército de Liberación Nacional (ELN), tras lo cual fue capturado y poco después liberado porque el juez no encontró pruebas suficientes. Sin embargo, dice Yepes que la situación “les puso una lápida en el pecho, los señaló ante los actores de la muerte como personas que merecían ser asesinadas y los estigmatizó como miembros de la insurgencia por ejercer actividades completamente legales y protegidas por la Constitución”. Esto en un contexto que suma 1,319 líderes asesinados en Colombia, tras la firma del Acuerdo de Paz en 2016.
Al referirse a Acuña y Tafur, Noraldo Díaz, del Coordinador Nacional Agrario, dice a Gatopardo: “Nos enseñaron qué es vivir y qué es el amor eficaz porque fueron compañeros de entrega, de compromiso, de alternativas, de no estarse quietos ni callados. Buscaron condiciones de vida digna para las comunidades, a pesar de la persecución y la guerra sucia que el gobierno implementa contra nuestros procesos, para que las comunidades permanecieran en el territorio, que es de ellas y no de los terratenientes que llegaron cuando ya estaban establecidas. Hace muchos años tuve la fortuna de conocer a Teo y también al compañero Tafur. Sonreían, transmitían la vida y por eso nosotros decimos que ésa es la familia nuestra. O sea, nos arrebataron a la familia y nos tocan la fibra de nuestra alma”.
El sepelio de Jorge Tafur fue el viernes 25 de febrero en Tiquisio. Llevaron el ataúd en carro hasta donde el camino lo permitió y luego continuaron cargándolo en hombros. El sepelio de Teófilo Acuña fue el sábado 26 en Magangué (Bolívar). Hubo plantones en Bogotá y otros municipios del país para exigir justicia e incluso la oficina de la ONU para los Derechos Humanos expresó su preocupación y pidió medidas de protección para la vida de los defensores de derechos humanos en Colombia, para evitar que el país siga sumando líderes asesinados.
Quienes hacen parte del Congreso de los Pueblos, familiares y amigos se reunieron en una ceremonia de velación. Allí, en una pequeña sala de paredes desnudas, junto al féretro rodeado de velas y flores, se dijo que, a pesar de las amenazas, Acuña y Tafur nunca salieron de su territorio, que trabajaron con fervor, que enseñaron el valor de la persistencia, que la mejor forma de rendirles homenaje es seguir de manera colectiva, nunca en solitario, que sus espíritus van a volar alto.