#MeTooPeriodistasMexicanos
Dos jóvenes comparten testimonios de acoso sexual en escuelas de periodismo.
Ocurrió en 2015. Andrea, que hoy tiene 26 años, era aún universitaria, formó parte de la generación de aquel año de la Escuela de Periodismo Auténtico (SAJ), un programa creado en 2002 por el periodista y activista liberal estadounidense Al Giordano, fundador de NarcoNews. El concepto, bastante atractivo, ofrece un espacio en el que artistas, periodistas, comunicadores, organizadores comunitarios y fotógrafos aprenden estrategias para dar cobertura a movilizaciones sociales en torno a la resistencia no violenta, su mantra de vida. Ante el caso Ayotzinapa, Andrea encontró en el SAJ la oportunidad perfecta para balancear sus inicios en el periodismo y el activismo. Aplicó y fue aceptada. Durante cuatro días estuvo de retiro en una hacienda de Morelos, donde se realizó el taller. Recuerda que eran jornadas muy rudas. Al Giordano contaba sus experiencias en campo: el desarme nuclear, la lucha por el medio ambiente y la guerra contra el narcotráfico fueron algunos de los temas. Todo fluía, todos aprendían, todos convivían. Entonces llegó la noche, el momento de relajarse y celebrar; las drogas y el alcohol no faltaron. Fue en aquel ambiente cuando Al Giordano le sugirió ir a su habitación y tener relaciones sexuales. Ella se negó.
El tipo insistió, se acercó y la tocó lascivamente. Andrea logró alejarse y nada pasó. A la fecha, no duda que Al Giordano haya intentado y/o conseguido su objetivo con más mujeres esa misma noche.
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Las sospechas de Andrea fueron correctas. En 2018, 20 testimonios de alumnas y colaboradoras de diferentes generaciones de la Escuela de Periodismo Auténtico denunciaron haber sido víctimas del acoso de Al Giordano. Las afectadas armaron una carpeta con las denuncias y la enviaron al Consejo de la SAJ (School of Authentic Journalism) en Estados Unidos, de donde es originario. Las denuncias fueron desestimadas y el periodista, a través de su abogado, aseguró que se trataban de difamaciones. Un año más tarde, las acusaciones revivieron y al momento son ya 33 las chicas que lo acusan por acoso y violencia.
El caso de Al Giordano es solamente uno entre la ola de denuncias y testimonios que desde el pasado 23 de marzo han abarrotado las redes sociales. Al estilo del exproductor de Hollywood, Harvey Weinstein, una denuncia pública fue suficiente para que mujeres que han sido víctimas de violencia física, psicológica o de género, se unieran a través del movimiento #MeToo para exponer a los responsables de las acciones en su contra. Desde entonces, las acusaciones no han parado.
El «renombrado escritor” Herson Barona, como lo describen en la denuncia, fue el primer señalado. Lo acusan de haber ejercido abuso físico y emocional a al menos 10 mujeres. El tuit, que incluía su fotografía, advertía a las lecturas: «No se junten con golpeadores».
Poco después apareció el #MeTooEscritoresMexicanos, que luego se extendió a otras profesiones: periodistas, fotógrafos, académicos, columnistas y creativos. Así, decenas de víctimas han encontrado un foro para hacer públicas sus denuncias.
Bajo el #MeTooPeriodistasMexicanos aparecieron denuncias en contra empleadores de medios, agencias y organizaciones de todo el país. Agencia de Noticias Xinhua, Aristegui Noticias, Artículo 19, Buzzfeed, Canal 52, CB Televisión Michoacán, CIMAC, Crónica, Cuartoscuro, Diario Cambio Puebla, Diario de México, El Chamuco, El Deforma, El Economista, El Financiero, El Heraldo, El Informador de Guadalajara, El Universal, Excélsior, Grupo Imagen, Indie Rocks, La Jornada, La Voz de Michoacán, Milenio, MVS, Novedades, Periodistas de a Pie, Radio Fórmula, Récord, Reforma, Reporte Índigo, Revista Proceso, SDP Noticias, Sin Embargo, Televisa, Univision, Uno TV y Visión TV Jalisco, figuran entre los medios en los que trabajan los presuntos agresores.
El 25 de marzo sumaban ya 120 denuncias públicas, 119 de éstas fueron hacia hombres y solamente una involucraba a una mujer, de acuerdo con la organización Periodistas Unidas Mexicanas (@PeriodistasPUM). Al menos 11 hombres, entre los sujetos señalados como agresores, fueron denunciados por más de una persona.
Como es común en los casos de violencia de género en nuestro país, muchas de estas mujeres han sido cuestionadas y ofendidas por compartir lo que vivieron, no sólo por hombres, sino también por otras mujeres. Por su parte, los agresores, en muchos casos, han sido justificados.
El hashtag #YoTeCreo no tardó en sumarse a la conversación con cientos de mensajes de mujeres y hombres, en apoyo a las víctimas y a su decisión de hablar. Uno de los principales cuestionamientos al movimiento ha sido que un gran porcentaje de estas denuncias son anónimas y en varios tampoco mencionaban nombre del agresor, solo el del medio. Las denunciantes aclaraban que lo hacían de esa manera “por temor a las represalias”.
De acuerdo #AcosData de Periodistas Unidas Mexicanas, el 73% de las mujeres que trabajan en medios han vivido acoso, hostigamiento o agresiones sexuales y de ellas solo el 18% ha presentado quejas en sus empresas.
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“¿Por qué no denunciaste antes? ¿Y las pruebas? ¿Dónde están las pruebas? Sólo quieres llamar la atención”… se lee entre las reacciones a las denuncias de la ola #MeTooPeriodistasMexicanos, y es que muchas han compartido su experiencia sin dar el nombre del agresor. Esa decisión y la “falta de pruebas” son para muchos razón suficiente para invalidar sus testimonios.
Sin embargo, muchas mujeres no cuentan con más prueba que su palabra.
En un comunicado, Periodistas Unidas Mexicanas resalta la importancia de respetar el anonimato que piden muchas de las víctimas, así como el derecho a réplica de los señalados. En contados casos esto ha ocurrido, Herson Barona, por ejemplo, también usó las redes para rechazar las acusaciones en su contra, aunque reconoció que había tenido “conductas a todas luces reprobables”. A la conversación se sumaron más testimonios en su contra. En otros casos los acusados simplemente han evitado comentar el tema.
Respecto a los medios con los que colaboran los acusados, en algunos casos ya se ha habido consecuencias. Al reconocer que tres de sus colaboradores fueron denunciados, la red de Periodistas de a Pie se comprometió a diseñar un protocolo de actuación para casos de hostigamiento y acoso sexual. Chilango, Máspormás y Reforma ya han separado de sus cargos a algunos de los colaboradores acusados.
Ante la falta de un mecanismo institucional seguro de denuncia y mucho menos garantías para salvaguardar a la víctima, la organización Periodistas Unidas Mexicanas ha funcionado como ventana para que muchas víctimas puedan denunciar. Asimismo se han comprometido a “visibilizar una problemática que se da de forma extendida en el ejercicio de nuestra labor, desde hace mucho tiempo y con total impunidad”.
Sin duda, #MeTooPeriodistasMexicanos ha servido de catarsis para muchas víctimas y para hacer énfasis en que estos casos de abuso no deben ser normalizados.
La falta de denuncias penales ha sido una latente crítica al movimiento, pero el miedo a hacerlo es entendible, ya que podría poner a las víctimas en peligro, sin que eso garantice que los acusados sean castigados.
El siguiente paso sería presionar a las autoridades de justicia en México para que garanticen un sistema eficaz que asegure a la víctima que su denuncia tendrá el seguimiento necesario.
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– Se acercó, me tocó la cintura y me besó de forma muy agresiva. Me sentí sucia.
Era su primer semestre en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Priscila, de ahora 24 años, acababa de terminar una relación, en Facebook contó los motivos y eso bastó para que Enrique Mandujano, director académico de la institución, hiciera el primer acercamiento a través de mensajes. En persona coincidían poco, pues ella iba en el turno vespertino y él daba clases en la mañana. Si se llegaban a encontrar, la saludaba como a una alumna más. Sin embargo, en el chat, le decía que era una chica interesante y que le recordaba a la Maga de Rayuela. En las primeras interacciones, las respuestas de ella fueron condescendientes, tenía miedo de mostrar rechazo, tenía miedo que de no contestar él se pudiera molestar. Las conversaciones fluyeron. Previo a su cumpleaños, Mandujano le pidió que pasara a su oficina porque quería regalarle unos libros y ella decidió ir. Ya era noche y la oficina estaba sola. El académico se acercó, la tomó por la cintura y la besó. Aún recuerda lo grotesco que fue. Ella se separó de inmediato y se fue del lugar. Sus amigos la esperaban, pero ese día sólo pudo contárselo a una.
Tiempo después, durante un taller de perspectiva de género donde estaba presente el director de la escuela, Víctor Hugo Villalba, Priscila se armó de valor y denunció lo que le había hecho Mandujano. Villalba le aseguró que tratarían el tema pero ese momento nunca llegó. Tiempo después Priscila descubrió que no fue la única acosada por el profesor, a quien las alumnas ya habían apodado “Mandumarca”, pues cualquier roce en el hombro de su parte, era convertido motivo de alerta, una marca o pista, de quién podría ser su próxima víctima.
En aquel entonces, Priscila no sabía que algo así podría tener consecuencias penales, así que guardó silencio. Sin embargo, tres años después, un testimonio anónimo en Twitter la impulsó a alzar la voz. En la denuncia registrada en #MeTooPeriodistasMexicanos, la víctima describía una situación muy parecida a la que ella vivió. No daba el nombre del agresor, pero señalaba que había ocurrido en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Se armó de valor y contestó el mensaje dando el nombre de Enrique Mandujano, diciendo que a ella le hizo algo similar.
Dos días más tarde le pidieron presentarse a la dirección de la institución. Ella necesitaba apoyo, así que llamó a su mamá.
Ella y otras compañeras, junto a sus padres de familia, se organizaron para exigir explicaciones a los directivos de la Septién, pero al final muchas de ellas se arrepintieron de hacerlo y la demanda colectiva no se concretó. Para las víctimas de violencia sexual, el primer paso y quizá el más complicado es aceptar lo que vivieron y tomar la decisión de denunciar. Es por eso que en la mayoría de los casos, la víctima tarda en hacerlo. Sin embargo, en México, uno de los grandes obstáculos que se atraviesan en la vía por exigir justicia es la desconfianza en las instituciones tanto públicas como privadas.
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endhire) 2016, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) el 66.1% de las mujeres mexicanas mayores de 15 años ha sido víctima de violencia alguna vez en su vida. El 34% de ellas ha sufrido violencia física, mientras que el 41.3% ha sido víctima de violencia sexual. Además, se se estima que sólo una de cada 10 agresiones sexuales es denunciada.
A Priscila le tomó tres años tomar la decisión exigir justicia. De la reunión con las autoridades de la Escuela de Periodismo Carlos Septién no obtuvo nada, pues buscaban que ella aceptara participar en un protocolo organizado por los directivos, todos hombres. Este implicaba un seguimiento del caso durante 15 días en los que buscarían conocer la versión del profesor.
Ella pidió que fuera despedido, pero se negaron argumentando que “eso sería muy complicado legalmente”. Le explicaron que la única opción que tenía era aceptar los términos, pues de lo contrario “cerraría todos los canales de comunicación». Ellos le pidieron hablar de los otros casos que conocía, pero ella no se sintió cómoda de hablar por las ausentes.
Les dejó claro que los casos existen, pero que si las otras víctimas habían decidido no acudir a ellos, era porque “todos sabían que Mandujano siempre había sido un acosador” y nunca hicieron nada para evitarlo.
Ilustración de portada: @libbyvanderploeg vía @unwomen
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