Pensilvania: dos rostros en el electorado de Estados Unidos

Pensilvania: dos rostros en el electorado de Estados Unidos

Pensilvania se convierte en uno de los estados decisivos que podría mover la balanza en las próximas elecciones presidenciales. Aquí, donde se firmó la Constitución que define los valores fundamentales del país en 1787, Estados Unidos vuelve a preguntarse quién es.

Tiempo de lectura: 7 minutos

Rob tiene un semblante áspero que su sonrisa apenas diluye y Steve, una mirada amable que deja entrever desconfianza. Los dos son calvos: Steve por gusto, Rob por destino genético. El primero, de 48 años, creció en los suburbios de Filadelfia, vive con su esposa y cuatro hijos; y el segundo, de 46, vive en las cercanías de las montañas Pocono, con su madre. Rob va a votar por Joe Biden; Steve, por Donald Trump. Ambos son hombres blancos y forman parte del único segmento demográfico que no muestra una clara inclinación por el Partido Demócrata en las encuestas de Pensilvania, un estado bisagra que podría mover la balanza de la próxima elección presidencial. Quien obtenga la victoria en este territorio se llevará los 20 votos del Colegio Electoral que la entidad aporta y estará un paso más cerca de conseguir los 270 votos que se requieren para el triunfo. Trump, quien ganó el estado hace cuatro años, buscará refrendarlo. Biden, por su parte, hará un esfuerzo para que su estado natal regrese a la tradición demócrata que mantuvo durante las seis elecciones previas al 2016.

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trump Pensilvania

Trump, quien ganó el estado hace cuatro años, buscará refrendarlo. Biden, por su parte, hará un esfuerzo para que su estado natal regrese a la tradición demócrata. Fotografía de Paul Weaver / Reuters.

Steve observa el evento del partido republicano desde una banca de madera en la hilera más alejada del escenario. Es una tarde de septiembre de 2020. Del lado izquierdo, da la bienvenida a los asistentes una imagen de Trump con cuerpo de boxeador que está pintada en un tráiler. Un inmenso bosque rodea la carpa bajo la cual un pastor ocupa el micrófono para guiar a la audiencia en una oración. Más allá del estrado, los colores de otoño pintan la escena natural que se extiende interminable sobre el condado de Lehigh. Al este de la autopista 476, pequeños poblados emergen entre los árboles y, tras ellos, el panorama empieza a cambiar. A los árboles los sustituyen máquinas de excavación, campos de cultivo y manadas de becerros, que revelan las actividades económicas naturales de la región. Los espacios amplios entre una casa y otra permiten que los fines de semana, cuando las minas descansan, el silencio llegue a ser prácticamente absoluto. La calma se refleja en el carácter de los habitantes, alejados de la prisa y el caos de las ciudades.

Steve no es creyente, pero escucha con atención al pastor que habla en público. Se apresura para dejar claro que es otro el motivo que lo llevará a votar por Trump: la pistola modelo 1911 tatuada en su costado revela el sentido de su voto. “Mira”, dice mientras abre su cangurera y muestra el borde metálico de un arma corta que lleva consigo, “tengo más de 20 modelos distintos en casa”. Evitar que los demócratas le quiten su derecho a portar armas es su argumento para elegir a Trump en noviembre. Steve no es el único que piensa así. Pensilvania es el quinto estado con más armas de fuego registradas en el país y uno donde los debates sobre la regulación es más álgido.

Ese día, las pistolas son un accesorio tan popular entre los asistentes como las gorras rojas con la leyenda “Make America Great Again”.

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