Tiempo de lectura: 8 minutosEl 2022 será recordado como un año extraordinario para la medicina: el trasplante de corazón de cerdo (al procedimiento de implantar un corazón de una especie en otra se le conoce como xenotrasplante cardiaco) ya podrá ser una solución a la crítica escasez de corazones humanos necesarios para mantener vivos a pacientes con enfermedades cardiacas terminales que, al no ser candidatos clínicos para recibir un corazón humano compatible o una bomba artificial, verán en esta intervención la única alternativa “compasiva” para seguir con vida. El pasado viernes 7 de enero culminó un largo trayecto de más de 35 años de investigación internacional de carácter básico y de preclínica en el campo de los xenotrasplantes, cuando un equipo de investigadores y cirujanos cardiovasculares de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland, en Baltimore, encabezado por el veterano médico Bartley P. Griffith, realizó –por primera vez y con éxito– un trasplante de corazón de cerdo a un humano desahuciado. Mucho antes de la operación, el corazón fue modificado genéticamente: se eliminaron tres genes del animal que habrían provocado su rechazo, se agregaron seis genes humanos para facilitar la aceptación del órgano y se desactivó un gen del cerdo que produce la hormona del crecimiento para impedir un crecimiento excesivo del tejido cardiaco.
Luego de una intervención quirúrgica que tuvo una duración de más de ocho horas, el cuerpo de David Bennett, de 57 años, no rechazó de inmediato el corazón del cerdo, que empezó a latir –se supone– por cuenta propia. Hasta ahora no hay mayor información al respecto que la publicada de manera oficial por el Centro Médico de la Universidad de Maryland el 10 de enero. En el boletín también se informó que el paciente, al tanto de los riesgos de someterse a este procedimiento de carácter experimental y totalmente radical, aceptó el trasplante de corazón de cerdo, conociendo sus posibles consecuencias negativas. Bennett, tras sopesar la situación, concluyó que quería seguir con vida y que ésa era su única opción para lograrlo y, por eso, dio su consentimiento por escrito antes de la operación. Hasta el día de hoy y sin más actualizaciones noticiosas sobre el tema, David Bennett continúa bajo estricta vigilancia médica para monitorear la evolución de la capacidad coronaria de su nuevo órgano y saber si el trasplante de corazón de cerdo funcionará o si éste acabará por ser rechazado con el paso del tiempo… todavía no hay certeza al respecto.
Independientemente de lo que pase en los próximos días, este primer trasplante de corazón de cerdo –largamente esperado en la comunidad científica y médica– ya es un éxito. Estamos, posiblemente, ante el mayor avance en trasplantes de corazón desde los albores de este tipo de procedimiento. Aunque se trata de un nuevo hito en la historia de la cardiología, los especialistas se mantienen a la expectativa y han tomado la noticia con bastante cautela, una situación muy distinta de aquel alboroto internacional provocado el 3 de diciembre de 1967, cuando el médico sudafricano de 45 años Christiaan Neethling Barnard logró “enmudecer al mundo” –así se recuerda la noticia originada en Ciudad del Cabo– con el primer trasplante de corazón (de humano a humano) efectuado con éxito. Aunque el receptor, Louis Washkansky, un corpulento comerciante de 54 años que padecía arteriopatía coronaria, murió dieciocho días después del procedimiento quirúrgico a causa de una neumonía provocada por pseudomonas (patógenos oportunistas), la operación realizada por Barnard logró cambiar el concepto que entonces se tenía de la vida.
Así fue como empezó una nueva era de experimentación dentro de la medicina con trasplantes cardiacos, cuyo reto principal ha sido enfrentar el rechazo inmunológico causado por el nuevo corazón y que desembocaba en infecciones mortales. Aunque todavía conllevan sus dificultades, en la actualidad los trasplantes de corazón humano son un procedimiento estándar que anualmente salva miles de vidas. Sin embargo, ahora el mayor problema radica en la falta de suficientes donantes humanos para satisfacer la demanda de corazones sanos; las listas de espera son enormes y muchas veces estos órganos se consiguen cuando ya es demasiado tarde. Este panorama incentivó a diversos científicos a estudiar seriamente la posibilidad de recurrir a los xenotraspantes cardiacos.
Este tipo de trasplantes se ha estudiado desde hace muchísimos años, pero no habían sido viables porque no existían los avances científicos suficientes para afrontarlos. A partir de una consulta de diversos artículos especializados y notas periodísticas, presentamos algunos hechos sobresalientes que ayudan a aquilatar los recientes avances en este campo.
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El primer xenotrasplante de corazón tuvo lugar en 1964: el doctor James Hardy trasplantó el corazón de un chimpancé a un hombre moribundo que falleció unas horas después de la operación porque el corazón del primate no pudo soportar la circulación sanguínea normal en un cuerpo humano. Dos décadas adelante, en 1984, se trasplantó el corazón de un babuino a una bebé que nació con un defecto congénito que no le permitiría sobrevivir; aunque el trasplante fue un éxito, la pequeña, Stephany Fae Beauclair, murió al cabo de veintiún días al rechazar el órgano, hecho que se tradujo en una pérdida de entusiasmo por este tipo de trasplantes.
Hasta antes del 7 de enero de este año, médicos en diversas partes del mundo habían logrado trasplantar corazones de cerdo modificados genéticamente en primates babuinos que llegaron a vivir hasta 195 días, tal como anunció la revista Nature en 2018 al publicar los resultados de un equipo coordinado por el destacado médico Bruno Reichart, de la Universidad LMU de Múnich, Alemania, lo que, sin duda, contribuyó a revivir la esperanza en los xenotrasplantes. Sin embargo, fue apenas en septiembre de 2021 cuando se dio un gran paso definitivo: un equipo de cirujanos estadounidenses logró implantar de manera temporal el riñón modificado genéticamente de un cerdo en una mujer con muerte cerebral. El órgano funcionó exitosamente durante 54 horas y produjo de inmediato orina sin dar señales de rechazo, pero debido al estado vegetativo de la paciente, los médicos la desconectaron con el consentimiento de la familia. Se abría así una nueva puerta.
Gracias a que el corazón del cerdo es muy parecido anatómicamente al de los humanos y a que ambos comparten ciertas similitudes genéticas, este órgano fue seleccionado como el objetivo de diversas investigaciones especializadas en ingeniería genética. Antes de llegar al ser humano, a través de pruebas preclínicas de diversa índole, los científicos fueron identificando los grandes problemas que debían vencer en el campo de los xenotrasplantes, entre los más importantes se encuentran: el sistema inmunológico de los primates –en particular, de los babuinos, que fueron utilizados como modelos porque son muy parecidos a los humanos– reconocía a los corazones de los cerdos como órganos extraños y los atacaba, provocando su rechazo. Los investigadores dedicaron años a eludir esta respuesta inmunitaria hasta lograr la producción de cerdos modificados genéticamente, cuyos corazones carecen de los carbohidratos que activan el sistema inmunológico del receptor. En un artículo publicado en la revista de carácter científico Circulation en octubre de 2020, Richard N. Pierson y sus coautores –investigadores del Hospital General de Massachusetts en Estados Unidos– revisaron los avances científicos obtenidos en este campo. Durante los primeros experimentos –reseñan los científicos– se descubrió, por ejemplo, que la incompatibilidad entre las proteínas de la sangre humana y las proteínas del revestimiento de los vasos sanguíneos de los cerdos podría causar coágulos en la sangre. Por ello, las investigaciones de Pierson y sus colegas se enfocaron en experimentar con cerdos transgénicos, es decir, diseñados para portar los genes responsables de producir una versión humana de la proteína llamada trombomodulina, que mantiene la coagulación bajo control.
También el desarrollo de fármacos hizo posible el trasplante de corazón de cerdo en David Bennett. Los receptores de cualquier trasplante deben tomar medicamentos que suprimen el sistema inmunológico para evitar el rechazo del órgano. Sin embargo, los experimentos en animales mostraron que la supresión inmunológica convencional no funcionaría en este caso. Por ello, Pierson colaboró con otros investigadores para desarrollar anticuerpos monoclonales que bloquean las moléculas “costimulatorias”, conocidas como CD40 y CD154, con el propósito de evitar que las células inmunes humanas o de los babuinos atacaran a los órganos cardiacos de los cerdos, con mucha mayor eficacia que los inmunosupresores tradicionales. Todos estos avances constituyeron, en su conjunto, un aliciente. En síntesis: además del corazón de cerdo modificado genéticamente, en la cirugía experimental de Bennett se utilizó un nuevo fármaco que suprime fuertemente la acción del sistema inmunitario, con el propósito de evitar que atacara al nuevo órgano. Por todo ello es que el trasplante de corazón de cerdo a un cuerpo humano se considera “revolucionario”; resumido en otras palabras, el procedimiento consistió en “disfrazar” ese órgano de un cerdo para que fuera lo más parecido posible al de un humano.
El cerdo, sin nombre, cuyo corazón modificado genéticamente se utilizó para la operación del pasado 7 de enero, provino de la empresa estadounidense Revivicor –también surgió de ahí el otro cerdo cuyo riñón fue trasplantado a una mujer el año pasado por científicos de la Universidad de Nueva York–, que actualmente es una subsidiaria de United Therapeutics, empresa que la adquirió en 2011. Revivicor –que anuncia en su sitio web los órganos porcinos UHeart y UKidney como parte de su catálogo de productos– surgió en 2003 a partir del desmantelamiento de la empresa británica PPL Therapeutics, desaparecida en 2003 y responsable en 1997 de la creación de la famosa oveja Dolly a partir de una célula de otra oveja adulta. El dato es importante porque una vez que los cerdos han sido modificados genéticamente para crear ejemplares transgénicos, se recurre a la tecnología de la clonación para generar cerdos que, finalmente, resulten aptos para los xenotrasplantes a humanos. Así que, de cierta manera, Dolly es un antecedente que también forma parte de esta historia.
España es, a nivel mundial, un referente destacado en el tema de los trasplantes. Por ello recurrimos a las opiniones de los expertos locales. El químico español Marc Güell, de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona, y cofundador de la empresa eGenesis, nacida en la Universidad de Harvard y competidora de United Therapeutics, ha explicado con mayor detalle que para realizar una modificación genética porcina se toman, por ejemplo, células de la oreja del cerdo, llamadas fibroblastos, que se modifican hasta obtener una célula que tenga todos los cambios genéticos necesarios. Posteriormente se extrae el núcleo de la nueva célula para añadirlo a un óvulo y crear un embrión que se implantará en una hembra de cerdo para procrear cerdos transgénicos, cuyos órganos se utilizarán en este tipo de intervenciones médicas.
El debate ético del trasplante de corazón de cerdo
Una vez superado el entusiasmo inicial que causó la noticia –como suele suceder con los avances científicos–, surgirán reflexiones y cuestionamientos bioéticos en torno al xenotrasplante. Entre otras preguntas, éstas flotan ahora en el aire: ¿Está bien utilizar los órganos de un animal en una persona?, ¿es correcto modificar genéticamente a un ser vivo?, ¿se debe modificar el ADN de una persona o un animal si eso permite salvar vidas humanas?, ¿qué posturas éticas existen acerca de la cría de cerdos que únicamente existirán para este fin?, ¿qué consecuencias puede tener la clonación?, ¿en dónde está el limite entre la experimentación y la medicina?
Por su parte, el biólogo español Lluís Montoliu, investigador científico del Centro Nacional de Biotecnología de su país, ha escrito recientemente en su blog personal, llamado Gen-Ética, un extenso e interesante artículo en el que aborda, entre muchos temas, algunos de los dilemas éticos que plantean los xenotrasplantes, como las objeciones de los antiespecistas y los defensores de los derechos de los animales, quienes sostienen que este procedimiento involucra una aproximación utilitarista de los animales y que no se justifica éticamente que se les use para proveernos de órganos para reemplazar los órganos humanos dañados. Desde el punto de vista de Montoliu, el procedimiento se justifica éticamente, pues el beneficio potencial de salvar una vida humana supera en mucho el daño causado al sacrificar un animal. Sin embargo, no hay que olvidar que cada vez son más frecuentes las personas que deciden tener cerdos como mascotas y que la legislación francesa les otorgó a los animales la característica de “seres sintientes” en 2015.
Por su parte, Montoliu revira con el argumento de que en muchos países el número de cerdos destinados al consumo se acerca al de la población humana. Anualmente se sacrifican millones de cerdos que se usan para nuestra alimentación, en comparación con el reducidísimo grupo de animales que han sido producidos con el único propósito de obtener de ellos órganos para los xenotrasplantes. El problema ético de este tipo de trasplantes, según este investigador, radica en su acceso justo: “Todos los tratamientos que podamos proponer o desarrollar deben ser accesibles a toda aquella persona que los necesite; no solamente a aquellos que puedan costearlo. El coste de estos procedimientos es una de las principales barreras éticas que habrá que salvar para conseguir que estas técnicas, complicadas, que requieren la colaboración de múltiples equipos de veterinarios, investigadores y médicos, puedan diseminarse, universalizarse y, esperemos, más pronto que tarde, estar al alcance y disponibles para todo aquel que las pueda necesitar. Ahora esperemos que se establezcan ensayos clínicos en los que pueda enrolarse [sic] un número significativo de pacientes para poder evaluar, con mayor claridad, la seguridad y la eficacia de los xenotrasplantes. Empieza otra etapa. Y será todavía más apasionante”.
Por lo pronto, el especialista español refirió, en otra entrevista, que “los limites éticos de los xenotrasplantes probablemente están más allá de los órganos metabólicos habitualmente involucrados en estos procedimientos: corazón, hígado, páncreas, riñón… Aparecerían”, afirma, “si nos acercáramos a trasplantar partes del sistema nervioso central o del cerebro, una línea roja científica en la actualidad e inasumible desde el punto de vista ético”. Y eso por no hablar de las preocupaciones religiosas que seguramente estarán en la mente de muchas personas creyentes.
Por ahora, la moneda sigue en el aire.