Diario del Hay Festival - Dia 4: Magia, mitos y camping

Día 4: Magia, mitos y camping

El autor Salman Rushdie visitó el Hay Festival para presentar La decadencia de Nerón Golden, su más reciente novela, que algunos consideran una sátira sobre el gobierno de Donald Trump.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Cuando me anunciaron que vendría al Woodstock de las ideas –como algunos llaman al Hay Festival– me dijeron que aquí pasaban cosas mágicas. La idea me pareció divertida pero nunca creí que fuera tan literal. El lunes en la noche, después de salir del último evento del día, paso por el Green Room: el salón donde los artistas descansan y se toman una copa. Por ahí circulan los organizadores del festival, todos los participantes y los periodistas que buscan una entrevista. Se trata de un espacio privilegiado, al que no todo el mundo tiene acceso, y en el que es posible toparse con J.K. Rowling, Sting o Benedict Cumberbatch.

El ambiente es muy relajado al final de la jornada. La gente toma vino blanco mientras charla animadamente. Me siento en uno de los sofás a observar. En la esquina opuesta veo a un hombre vestido de traje oscuro, camisa y corbata blancas y un sombrero melón. Mide casi dos metros, sus ojos son azules y su pelo blanco. Podría, fácilmente, ser un personaje de James Bond o Kingsman. De repente, se levanta y dirige hacia una mujer que le pregunta sobre su trabajo. Y ahí, en medio de la sala, empieza a hacer trucos de magia: aparece y desaparece monedas mientras habla de la manera como percibimos el paso del tiempo. Las monedas van y vienen al mismo tiempo que el mago divaga sobre las percepciones. La gente interrumpe su charla y observa el show improvisado. El hombre resulta ser Clive Wilkins, un pintor y escritor. Actualmente es el artista en residencia del departamento de psicología en la universidad de Cambridge.

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Nicky Clayton y  Clive Wilkins. Fotografía: Paul Musso.

Los otros espectáculos del festival ocurren cuando el sol aparece entre las nubes. Las librerías, restaurantes y tiendas cercanas a los escenarios se llenan de visitantes en busca de buen clima. La mayoría son familias que pasan algunos días de descanso en el festival. En uno de los campos de juegos le pregunto a un padre, un hombre de unos cuarenta años, por qué trae a sus hijos. Me cuenta que viven en Cwmbran, una población a 45 minutos de Hay. Ahí, dice, hay pocos eventos culturales y sus dos niños, de 12 y 8 años, son aficionados a la lectura. Así que una vez al año vienen a conocer a sus autores favoritos. Acampan cerca al evento y asisten a dos o tres charlas diarias.

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Fotografía: Shannon O’Donnell

Es sorprendente la gran cantidad de eventos relacionados con literatura infantil y juvenil. En la librería central del festival le pregunto a uno de los libreros sobre esto. Me dice que las firmas de autores de estos géneros por lo general son las más concurridas: los niños hacen filas eternas para tener un autógrafo. Además de esto, hay todo tipo de talleres de temas que van desde jardinería hasta talleres de poesía.

Tal vez la comparación con Woodstock no sea la más acertada. En las tardes soleadas y sobre los jardines, este parece ser el parque de diversiones de las ideas.

También es una feria para quienes quieren incursionar en la escritura. Hay una sala en la que los aficionados a la literatura pueden probar su talento. Me acerco a una pequeña sala donde hay una lectura de textos inéditos. Varios autores leen las piezas que han escrito durante el festival inspirados por el contacto con escritores consagrados. El público comenta y aplaude a los espontáneos. Un músico toca guitarra entre las lecturas.

***

– Sus libros más recientes ocurren en diferentes lugares, ¿siente la tentación de escribir otra vez sobre India? –pregunta la poeta y periodista Tishani Doshi.

– Crecí en un pequeño pueblo sobre una colina en Bombay –responde el escritor Salman Rushdie. –Me gusta pensar que todos los libros que he escrito son sobre los conflictos de esa pequeña comunidad.

Rushdie es uno de los autores más celebres del planeta. Su fama lo precede en todos los escenarios a los que va. Siempre lo acompaña un grupo de guardaespaldas que vigilan todo a su alrededor. Desde que publicó Los versos satánicos, en 1988, pesa sobre él una amenaza de muerte. Rushdie es un habitual del Hay Festival y este año vino a hablar sobre La decadencia de Nerón Golden, su más reciente novela, que algunos consideran una sátira sobre el gobierno de Donald Trump.-¿Pensaba en él cuando escribió la novela?

– Para nada. Imaginé un personaje muy rico y repulsivo mucho antes de que Trump llegara a ser presidente. Y luego pasó, cuando la novela ya estaba escrita.

– ¿Se siente culpable?

– Me siento terriblemente culpable. A veces me despierto en medio de la noche aterrado ante la posibilidad de que todo lo que está ocurriendo es por mi culpa. –responde Rushdie entre carcajadas.

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Salman Rushdie. – Fotografía: Marsha Arnold.

– ¿Pero lo conoció antes de escribir la novela?

– Lo he visto tres veces en mi vida. Voy a hacer una confesión muy vergonzosa: Trump siempre fue muy amable conmigo. Una vez incluso me invitó a su palco en el Abierto de tenis de Estados Unidos. Me dijo: “Tienes que ver mi palco, es el mejor palco del mundo”.

Rushdie tiene fama en los círculos literarios de ser un hombre difícil. Pero durante la hora que dura su charla hace gala de un gran humor. El público aplaude, encantado, ante cada una de sus bromas. Cuenta, por ejemplo, que sus intentos de hacer una serie de televisión de ciencia ficción fueron un fracaso:

– Cada vez que les mandaba un borrador, me decían: “Esto es lo mejor que hemos visto en nuestras vidas, va a cambiar la historia de la televisión. Estamos 100% en este proyecto”

– ¿Y qué pasó?

– Bueno, lo único que pasó es que una años más tarde, recibí un mensaje de texto que decía: “lo sentimos, hemos decidido que ya no vamos a considerar este proyecto”.

Así que su consejo para los escritores que quieren ver su libro adaptado para una serie de Netflix o HBO fue: “No crean nada, absolutamente nada”.

– En su escritura siempre hay una clara influencia de las tragedias griegas.

Sin duda. Lo que me gusta de ellas es que el destino es inevitable. Uno sabe, desde el comienzo que Clitemnestra tienen que asesinar a Agamenón. Es inevitable y eso me parece muy poderoso.

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Más entradas de Felipe Restrepo en el Hay Festival:

Día 1: El deseo se encuentra con la realidad

Día 2: El poder de las historias reales

Día 3: Under his Eye

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