Cuatro Ciénegas y las revoluciones de la conciencia (1ª parte)

Cuatro Ciénegas y las revoluciones de la conciencia (parte 1)

Tras muchas publicaciones, decenas de tesis y veinte años de trabajo, seguimos descubriendo miles de especies nuevas en Cuatro Ciénegas. Pero sin duda, lo más difícil de todo este proceso ha sido trabajar incansablemente para su conservación.

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Este octubre cumplimos 20 años de trabajar en Cuatro Ciénegas. Mi marido, Luis Eguiarte, y yo llegamos hace dos décadas, invitados por la NASA, con nuestros dos hijos pequeños (de 7 y 12 años) a iniciar la exploración microbiana de este análogo de Marte y de la Tierra primitiva. Un año antes habíamos dedicado nuestro primer año sabático (1999-2000) a escribir el proyecto de investigación que empezó en la primavera de ese 1999 con un primer viaje exploratorio a ese lugar. Su belleza y sus misterios nos atraparon irremediablemente y transformaron nuestras vidas y la forma en que hacemos ciencia.

Éste es un humedal designado como de importancia internacional bajo la Convención de Ramsar. Es también un Área de Protección de Flora y Fauna (APFF) para el gobierno mexicano y un hot spot de biodiversidad y endemismos para la CONABIO y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés). Nuestro guía en el proyecto, el doctor W. L. Minckley, nos encargó en ese primer viaje tres cosas: trabajar con la diversidad microbiana, proteger el humedal y demostrar que en ese lugar había atrapada una ventila hidrotermal del Jurásico, con todo y sus microbios, que seguían vivos y alimentando caracolitos. Para ese entonces, el doctor llevaba 42 años dedicado a describir la historia natural del sitio.

Lo de proteger el humedal y trabajar con las bacterias sonaba fácil, aunque no lo fue; pero demostrar la presencia biológica de elementos del periodo Jurásico sonaba casi a ciencia ficción. Algo muy distante de nuestro proceso de trabajo con el grupo de astrobiólogos de Arizona State University con quienes habíamos escrito el proyecto.

Hace veinte años ya sabíamos que Cuatro Ciénegas era un oasis extraordinario, con pozas azul turquesa, donde sobrevive la mayor diversidad de formas de estromatolitos («piedras con rayas», en latín). También sabíamos que los estromatolitos son los fósiles más antiguos del planeta y que, precisamente por eso, la NASA consideraba a Cuatro Ciénegas un símil de la tierra primitiva.

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