Los niños desaparecidos en México: Mesas vacías - Gatopardo

Mesas vacías, niñez ausente

Mientras los líderes de todos los partidos políticos luchan por el poder, desacreditándose unos a otros, mientras las redes de apoyo presidencial se dedican a denigrar a periodistas por documentar la realidad, hoy desaparecerán siete niñas y niños sin que su país sea capaz de protegerles.

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Rodrigo tiene 36 años, apenas quiere levantarse de la cama. No, no es la cuarentena; es que cada vez que se sienta al lado de su pareja que prepara y sirve los alimentos, Rodrigo sostiene la mirada sobre una silla vacía, a la que hace dos años le pusieron un cojín especial para que Juan Carlos pudiese alcanzar la altura del plato como sus padres, y comer como un chico grande de siete años. Alberto acaricia la mano de Rodrigo y ninguno puede aguantar más. Lloran mientras toman el café, sus platos del desayuno siguen intocados. La pareja perdió a su pequeño cuando un desconocido se lo llevo afuera del colegio en Monterrey hace ya doce meses. Las autoridades les han dado todo tipo de explicaciones, la última es que a causa de la pandemia y de los recortes presupuestales del gobierno federal, apenas tienen personal para atender tantos casos acumulados. “Miren señores, tenemos aquí doscientas treinta carpetas de casos de personas supuestamente desaparecidas, y hasta las parejas normales tienen que esperar”, les dice el agente ministerial con un dejo de homofobia introyectada de la que ni siquiera es consciente.

Alondra es madre soltera y su niño desapareció en Culiacán hace siete meses. Salió a comprar tortillas y nunca volvió. Viven en un barrio controlado por el cártel dominante, me dice por teléfono, sin siquiera nombrar las siglas del grupo criminal como si la estuviesen escuchando las paredes. Su niño de trece años es buen futbolista y quiere ser un profesional. Ya le había platicado a su madre que los halconcillos del barrio le habían ofrecido trabajo en los sembradíos de amapola y mariguana. Lo podrían mandar a la sierra en Chihuahua con los jefes y en dos años haría tanto dinero como para comprarse un Lamborghini y sacar a su madre de trabajar. Su madre le pregunto: ¿y tú que piensas, te quieres volver asesino como esos que mataron a tus abuelos? El chico dijo que no, que cada vez caminaba por calles diferentes para no encontrarse con los enganchadores del cártel, tenía mucho miedo. Las autoridades le dicen con sorna a la madre que deje de buscar a su hijo, seguro se fue voluntariamente. Hace catorce meses que denunció y ni siquiera han querido abrir un expediente.

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