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Altagracia Gómez y su insólita historia empresarial
Jonathán Torres
Fotografía de Alan Carranza
Una millennial está rompiendo con los estereotipos dominantes en la cultura empresarial. A sus 32 años, desborda filias y fobias, pero hoy un elemento la coloca en medio de los reflectores: su profunda cercanía con Claudia Sheinbaum.
Los susurros cargaban con una alta dosis de sorpresa y, sobre todo, reflejaban la falta de perspicacia para entender lo que ahí estaba ocurriendo. Era el primer encuentro que la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum sostenía con la comunidad empresarial, después de su aplastante victoria en las elecciones presidenciales del 2 de junio.
A simple vista, los protocolos, las sonrisas y los aplausos ambientaban el entorno en el Hotel Presidente Intercontinental, ubicado en Polanco, una de las zonas más lujosas de la Ciudad de México. Sin embargo, en el ambiente gravitaba una sensación impregnada de incredulidad y extrañeza por un nombre que la futura presidenta de la República mencionaba con énfasis, bajo la premisa de que será uno de sus enlaces más estratégicos en la toma de decisiones para la materialización de futuros negocios: Altagracia Gómez.
Mientras Claudia Sheinbaum deslizaba algunas líneas de trabajo de su futura administración, en la enorme mesa rectangular —ocupada sobre todo por hombres— corrió una pregunta en voz baja que parecía un dardo lleno de maledicencia: “¿Quién es esta niña y por qué es tan cercana a Sheinbaum?”.
No había manera de no ubicar a Altagracia Gómez. Un vestido con un enorme moño rosa la distinguía y, al tiempo que Claudia Sheinbaum la nombraba como la coordinadora del Consejo Nacional de Desarrollo Regional y Relocalización, ella movía la cabeza en señal de aceptación, sin saber que era motivo de cotilleo. Sin embargo, al terminar el encuentro, buena parte de los asistentes querían hablar con ella porque tenían presente que, a partir de entonces, tendría un poder que ellos nunca se habrían imaginado.
Altagracia Gómez Sierra es una joven empresaria de 32 años, que preside Grupo Promotora Empresarial de Occidente (PEO), uno de los conglomerados más importantes de México y cuyas empresas son líderes en la industria del maíz (Minsa), el transporte público (Dina) y el almacenaje (Almer), entre otras.
¿Qué tiene Altagracia Gómez que provoca asombro, dudas, incredulidad y otros demonios? Claudia Sheinbaum la incluye en su círculo de confianza más cercano, pero lo que en verdad está perturbando a muchas mentes tiene que ver con dos elementos que la caracterizan: ser mujer y ser joven en el mundo de los negocios, “gobernado” desde siempre por hombres.
El origen
Esta historia comenzó con una tragedia registrada en los años convulsos de la guerra cristera. Altagracia Flores Fletes era una niña de 5 años que vivía en un pueblo llamado Tenamaxtlán, en Jalisco. Desde muy pequeña, junto con sus tres hermanos, se quedó huérfana, lo que provocó que migrara a Estados Unidos. Años más tarde, regresó a México y contrajo matrimonio con Alfonso Gómez Somellera.
Altagracia y Alfonso tuvieron ocho hijos, pero algo sorpresivo obligó a los más pequeños de la familia a enfrentar una cruda adversidad. Alfonso murió a los 42 años y eso provocó que Raymundo, uno de los hijos mayores, asumiera responsabilidades desde muy chico y tuviera que trabajar, mientras que su hermano mayor se quedaba en casa, acompañando a su mamá y cuidando de sus hermanos.
No había forma de escapar a esa cruda realidad, además de que había que cumplir con un mandato del padre de familia, quien había escrito una carta antes de morir en la que les transmitía a sus hijos las fortalezas que él veía en ellos para salir adelante, cerrando con un mensaje claro: “No quiero flojos. Siempre, apuesten por la excelencia”.
A su corta edad (16 años), Raymundo Gómez trabajó en el Hotel Roma en Guadalajara y fue así como adquirió las condiciones económicas para abrir la primera lavandería industrial de la ciudad, que le ofrecía el servicio a muchos hoteles de la zona; más tarde, fundó Panoramex, la primera compañía dedicada a servicios turísticos para los pueblos de la entidad, que años más tarde serían declarados Pueblos Mágicos (Tequila y Chapala, entre otros).
En 1986, se casó con María Elena Sierra Villarreal y, en sus primeros años de matrimonio, intentaron ser padres en tres ocasiones sin poder lograrlo, hasta que finalmente la familia empezó a crecer. Primero vino Ararggo, que integra en su nombre los nombres y apellido paterno de sus tíos y el de su papá (Alfonso, Raymundo, Armando, Rafael y Guillermo Gómez); después nació Altagracia, que lleva el nombre de su abuela, y Lucía.
Durante su infancia, estuvieron rodeados de animales y mucha naturaleza. En su casa había pavorreales, conejos, gansos, junto con dos habitantes muy peculiares: una vaca llamada “Anastasia” y un toro al que todos llamaban “Príncipe”. La dinámica familiar giraba en torno a la obligación de cumplir tareas, divertirse, estudiar y empezar a involucrarse en las empresas de la familia. Raymundo y sus hermanos, acompañados por sus hijas e hijos, solían reunirse los sábados para platicar sobre las actividades que habían tenido lugar en la semana. Así, aquellas visitas cultivaron en los más pequeños un atributo: conectarse con las empresas por convicción.
Los clásicos que gustan de las narrativas muy cursis sostienen que la juventud es un regalo de la naturaleza, pero la edad, agregan, es una obra de arte. En la historia de Raymundo y María Elena con sus hijos, la brecha de edad que había entre ellos fue un elemento decisivo, pues rondaba los 40 años y, eso, marcó un matiz muy importante en su relación: para los más pequeños, sus papás eran más grandes que los papás de sus amigos y, de alguna manera los veían como mentores; mientras que el papá de la familia tenía un propósito muy claro que no podía esperar: formar mejores personas que él, empujar sus fortalezas, educar a seres con sentido social.
Es así que la incursión de Altagracia en el mundo laboral rompe con la típica historia que cualquiera pudiera contar: cuando apenas tenía 13 años, una noche, después de regresar de un viaje a Rusia, y a raíz de la integración a la empresa familiar de una joven amiga de la familia, su papá le pidió que se presentara al día siguiente, muy temprano, a las oficinas para su primer día de trabajo que consistiría en leer periódicos y elaborar un resumen con las notas más destacadas relacionadas con el maíz y el desarrollo inmobiliario, lo que le permitió empezar a cultivar su mirada sobre los sectores en los que los negocios familiares estaban muy involucrados.
En casa, las charlas giraban alrededor de los negocios, pero no necesariamente sobre teorías económicas. El condimento consistía en socializar toda aquella información que le permitiera a ella y a sus hermanos adquirir conocimiento sobre las habilidades y competencias para ser autosuficientes en la vida. La importancia de tomar un MBA para sobresalir en los negocios no era un tema; qué hacer para enfrentar el caos y resolver un asunto inesperado, sí.
En ocasiones, la dinámica daba paso a poner sobre la mesa el problema; para que después Altagracia y sus hermanos compartieran el camino que tomaron para resolverlo y no darse por vencidos. A raíz de estos ejercicios, Altagracia adquirió un principio: el poder no es algo que alguien otorga; se toma.
“Siempre tuvimos la oportunidad de tener reflexiones, unas más oportunas que otras, pero sí, el poder no admite vacíos; lo que tú dejas de ejercer, alguien más lo ejerce, pero tienes que ganártelo. Las mejores cosas en la vida se ganan, no se heredan, como es el respeto de las personas y el conocimiento”, cuenta Altagracia en entrevista con Gatopardo.
“Mi papá siempre fue muy consciente de que crecimos dentro de mucho privilegio”, añade. “Entonces, la forma más amorosa de romper la burbuja es hacerte bien consciente de eso. Así, nos hacía ver cuánto costaban las cosas. También nuestros negocios van [dirigidos] a la gente, por lo que teníamos que conocer sus necesidades y ser realmente sensibles. Teníamos claro que, dentro de ese privilegio, debíamos crecer agradeciendo y no sentirnos merecedores”.
El crecimiento
El cuento rápido de la historia alrededor del grupo empresarial que formaron el padre y los tíos de Altagracia integra, en buena medida, una relación muy cercana con los gobiernos en turno. Durante los años privatizadores en México, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, este grupo ganó algunas licitaciones y perdió otras. Adquirió Dina, Minsa, Banca Cremi, pero no le fue posible adquirir TV Azteca; es decir, su poder e influencia crecieron y se diversificaron, de tal manera, que, a partir del año 2000, empezó su etapa de consolidación. Para entonces, Altagracia Gómez Sierra tenía 9 años. En ese momento, lo que empezó como un pequeño grupo de negocios en Jalisco, dio paso a un grupo de gran importancia económica, pero sobre todo social y política en México.
Quizá uno de los momentos más decisivos en la historia de Altagracia es su paso por Minsa, específicamente, cuando el equipo directivo trabajaba para venderla a un grupo extranjero. A ella, siendo aún muy joven, le parecía un enorme error vender porque, en su opinión, Minsa contaba con una relevancia económica, pero sobre todo política y social muy estratégica. Por otro lado, estaban puestas todas las condiciones para decirle adiós a Minsa (recién había fallecido la matriarca de la familia, el papá de Altagracia estaba enfermo y el entonces director de Minsa muy pronto dejaría el puesto), pero la joven dijo “no” y tomó el timón, de tal manera que, en 2017, cuando tenía 25 años, asumió la presidencia de la empresa.
Un episodio de este calibre fue una manifestación de lo que, tarde o temprano, tendría que ocurrir: el proceso de transición en el mando. “En mi familia ha habido muertes jóvenes. Esto te hace muy consciente de que hay que tener perspectiva de futuro. Mi papá tenía 39 años cuando yo nací, por lo que yo siempre digo que eso facilitó mucho la transición generacional”, explica Altagracia.
Años después, a principios de 2019, asumió la presidencia de Almer, una empresa experta en logística, almacenaje, financiamiento y distribución de productos en general; mientras que, a finales de 2021, tomó la Presidencia de Grupo PEO; además, ha obtenido reconocimientos como el Premio Nacional Agroalimentario en México y el Global Race Award otorgado por la Universidad de Harvard.
Actualmente, en la familia conviven dos generaciones: los hijos de Altagracia Flores y Alfonso Gómez, y sus 23 nietos (5 hombres y 18 mujeres). No toda la tercera generación está involucrada con los negocios familiares; hay quienes se han dedicado a la pedagogía, a la comunicación, a la abogacía y a la arquitectura. Los tíos han asumido un rol de mentoría con quienes han decidido involucrarse en las empresas de la familia para prepararlos a asumir posiciones de control. Cada socio tiene que nombrar a un sustituto como parte del plan de sucesión. Raymundo Gómez nombró a su hijo, hermano de Altagracia; ella ingresó debido a que su tía, Mónica, no tuvo hijos, y fue así como la nombró su suplente.
“No hay familia perfecta y no hay empresa perfecta. Entendiendo esas dos cosas, aprendemos a trabajar juntos. Dentro de la familia hay la capacidad de sortear dificultades y adaptarse a las diferentes épocas”, dice Altagracia.
El éxito, la influencia y el poder se van cultivando con los años y, bajo este principio, la figura de Altagracia sorprende, sobre todo porque la costumbre mexicana no logra entender que alguien muy joven puede contar con estos atributos. Al respecto, ella considera que hay razones detrás de su crecimiento:
Hay una evolución, no diría que normal, pero sí una trayectoria ascendente de alguien que empieza aprendiendo y, en cierto momento, complementa experiencia, más responsabilidades y roles de liderazgo. También han ocurrido temas muy naturales: mi papá se enfermó y, cuando él da un paso hacia atrás, hay quien debe dar un paso adelante y no lo di yo sola, también mi hermano lo hizo [quien se desempeña como presidente ejecutivo de Dina]. Por otro lado, se van dando situaciones que te permiten acelerar el crecimiento y también hay circunstancias en las que México estaba buscando nuevas caras después de que hemos visto las mismas por mucho tiempo diciendo las mismas cosas.
Durante años, la comunidad empresarial mexicana ha estado formada por hombres que han hecho crecer sus negocios gracias a la unión entre el poder político y el económico.
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Ahora, Altagracia asegura que el cambio de mando en las empresas familiares está teniendo lugar, los hijos de los fundadores están tomando la dirección y, frente a eso, está ocurriendo una transformación nunca vista: la transición de la riqueza que viene acompañada de un cambio en la mentalidad empresarial.
Generalmente, las empresas familiares no sobreviven más allá de la tercera generación, entre muchas otras razones porque muere el fundador. Hoy, esta transición de riqueza se está dando de los baby boomers a los millennials. Así, por primera vez en la historia de la humanidad, la riqueza estará en manos de gente que creció con todos los derechos y libertades, y frente a eso se propiciará un cambio en la mentalidad de las empresas. Además, la sobrepoblación y el cambio climático nos permiten generar un nivel de conciencia distinto y hacer las cosas diferente.
Las reacciones que ha provocado Altagracia Gómez en la comunidad de negocios han viajado del cielo al infierno, y de regreso. En un primer momento, se manifestaron los cuestionamientos por su edad, se puso en duda el alcance de sus posturas y lo que dominaba cuando se hablaba de ella era su forma de vestir.
Los resortes alrededor de esto tienen un contexto. A lo largo de la historia empresarial, muy pocas han sido las mujeres que son vistas como pares por los señores del capital. Un antecedente: por años, el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios se llamó así y fue hasta la llegada de Blanca Treviño, presidenta de Softtek (una empresa de tecnología del norte del país), que pasó a convertirse en el Consejo Mexicano de Negocios. Hoy, ninguno de los órganos de representación empresarial es dirigido por una mujer. ¿Qué podía esperar Altagracia?
Yo te diría que más que enfrentamiento ha habido sorpresa. Creo que sorprende bastante más mi edad que mi sexo. Cuando me preguntan a qué me enfrento como mujer o como joven, buscan una representación de una víctima de la desigualdad, pero yo puedo ser un ejemplo de éxito, no de víctima.
Los rasgos especiales
Era el atardecer del 9 de febrero de 2023 cuando Altagracia se robó todas las miradas por un factor absolutamente banal: su vestuario y sus accesorios. En una de sus primeras apariciones públicas, vestida de blanco, con unas botas rosas, y una diadema y collar dorados, junto con un vaso que se distinguía por su estridencia. La joven que en ese entonces tenía 30 años se sentó frente a una audiencia mayoritariamente femenina para hablar de los obstáculos que las mujeres enfrentan para poder acceder a puestos directivos en un mundo líderado por hombres.
Altagracia compartía el espacio con líderes de empresas y de consultoras internacionales. En sus intervenciones hablaba de quitarle el sentido moralista a la discusión sobre la inclusión, lo cual le generó muchos aplausos, pero algo más estaba provocando su presencia y que podía explicarse como ese extraño shock que se registra cuando alguien rompe con el entorno por su simple apariencia.
Los comentarios se regaron por los cuatro costados del salón principal del Hotel Four Seasons, donde tenía lugar la edición 2023 del Expansión Mujeres Summit: “¿Ya le viste sus botas?”, “¿Qué marca es su vestido?, “¿El vaso tiene diamantes?”
El color rosa, muy rosa en sus atuendos, ha capturado muchas miradas. El tono de su voz y la manera en la que estructura sus ideas sorprende a líderes ya consagrados. El costo de sus vestidos, bolsas, moños, relojes, zapatos y hasta el brilloso vaso de su bebida son materia de mucho chismorreo en comidas y eventos de negocios. Definitivamente, Altagracia despierta controversia donde quiera que esté.
—Altagracia, ¿por qué el rosa, el vaso brillante y el lujo en tu dress code?
—Bueno, me gusta mucho el rosa (risas). Pero no es común ver a una mujer y de mi edad en estos círculos ¿no? Entonces, si ves 100 trajes negros y a una niña de rosa, pues sí llama la atención. Más allá de eso no sabría qué más responder. No porque gaste más o menos tendría una personalidad distinta. Por otro lado, no le falto el respeto a nadie con mi vestimenta. Más allá de si uso muchos brillitos o celulares que combinan, quienes me han escuchado hablar constatan que no hay superficialidad. No creo que nadie, después de hablar conmigo, piense que soy una niña superficial.
En la práctica, Altagracia tiene una técnica para contrarrestar esta circunstancia. Por una parte, tiene presente que hay cosas de la vida que no dependen de ella, con lo que demuestra una postura estoica; pero hay un criterio que siempre la acompaña y que ejecuta en todas sus reuniones: “Depende de cada quién y de las preconcepciones que se tengan sobre cómo saludé y vengo vestida, pero lo que depende de mí es que no se piense lo mismo después de que termine una junta”.
Mónica Flores, presidenta de Manpower Group para América Latina, conoció a Altagracia cuando compartieron transportación a una reunión de consejo de la Universidad de las Américas de Puebla. Su atuendo fue lo primero que la capturó, pero lo que más le llamó la atención fue su desenvolvimiento en su primera intervención en ese consejo. “Me pareció una joven muy inteligente y simpática; entró como cuchillo de mantequilla en el grupo, suelta, sin presunción y muy tranquila, participando con seguridad como si tuviera 10 años en el consejo”.
Y esa percepción, hoy, se mantiene: “Altagracia, a pesar de que maneja un gran negocio familiar y de que está en la cresta de la ola, no pierde piso, es fresca, centrada y sincera”, añade Mónica Flores.
Entre los ejemplos a seguir de Altagracia destacan su papá y su mamá; le encantaría conocer a Angela Merkel y a Michelle Obama; mientras que su gurú es una empresaria, considerada por la prensa de negocios como una de las mujeres más poderosas de México, y a quien ella suele llamarle: “My Queen”. Su “Queen” es Gina Diez Barroso, quien así se refiere a Altagracia:
La veo como una mujer en la que su edad no va de acuerdo con su desarrollo, inteligencia, estabilidad y forma de pensar. Es una niña que verdaderamente es una mujer brillante. La congruencia y la honestidad son cualidades no negociables y ella las tiene tatuadas. Mucha gente te hablará de Altagracia como empresaria, pero vale la pena preguntarse: ¿Cómo es que su papá tuvo esa inteligencia increíblemente grande para entrenarla a su corta edad? ¿Cómo es que ella tuvo esa madurez para asumir tanta responsabilidad? Para eso también hay que tener mucha valentía.
Al margen de las reacciones que genera en líderes empresariales, Altagracia es vista por emprendedores y mujeres jóvenes como un nuevo referente en los negocios y un ejemplo que seguir. Así, a las nuevas generaciones les recomienda: tener un propósito que les permita legar algo al mundo, tener un sentido social, trabajar en equipo; mientras que a las mujeres jóvenes les sugiere aspirar a los liderazgos, dar un paso al frente cuando las oportunidades se les presenten y, si es necesario, patear lo que haya enfrente para demostrar sus habilidades y competencias.
La vida de Altagracia, más allá de los negocios, camina así: trata de hacer ejercicio, pero últimamente no le ha sido fácil; una vez a la semana intenta visitar la casa de sus padres; duerme entre 5 y 6 horas; juega pádel con sus primos; no toma alcohol; tampoco fuma; tiene una cuenta de X, pero nunca ha posteado nada; buena parte de lo que lee tiene que ver con el mundillo de los negocios y una que otra novela; le gusta escuchar música y, cuando viaja, suele perderse en alguna serie.
El boom
Hace tres años, el nombre de Altagracia Gómez no era presa de los reflectores; ni siquiera cuando llegó a ser parte de las conferencias del Presidente Andrés Manuel López Obrador adquirió tanta notoriedad, en tiempos de pandemia en los que el gobierno mexicano buscaba formas con el sector privado para combatir la inflación y la carestía de los productos de la canasta básica.
Su ascenso fue exponencial y el punto de inflexión que la ha llevado a gozar de tanta popularidad ha sido, principalmente, su cercanía con quien tomará las riendas del país a partir del próximo 1º de octubre. ¿Cuándo y cómo conoció a Claudia Sheinbaum? ¿Por qué son tan cercanas? ¿Qué hay detrás de esa relación?
Ésta es la historia:
En 2019, cuando Claudia Sheinbaum se desempeñaba como jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Altagracia decidió asistir a una de las audiencias públicas para compartirle sus opiniones sobre las bases de licitación de un proyecto de movilidad en el que una de sus empresas (Dina) estaba interesada en participar. Se levantó de madrugada para llegar a las 4 de la mañana a las oficinas de gobierno y hacer fila. Así, mientras algunos vecinos se acercaban a la jefa de Gobierno para quejarse por la falta de agua en sus colonias, la joven empresaria le transmitió sus observaciones citando algunos errores que, en su opinión, se tenían en dichas bases y que podían ir en contra de la ley en la materia. Sheinbaum escuchó y, después, la conversación continuó con el equipo responsable.
En otras palabras, lo que ahora se observa como una relación muy cercana, en realidad, arrancó con un diferendo. A partir de ahí, vinieron otras charlas en torno del mercado de la tortilla y otros temas. La confianza empezó a crecer. En ocasiones, viajan en la misma camioneta rumbo a una reunión. Mantienen una permanente comunicación por WhatsApp: Altagracia le envía noticias que le resultan relevantes, mientras que Sheinbaum le pide su opinión considerando su experiencia y conocimientos en los terrenos de la movilidad, el campo y las finanzas, entre otros.
Otro punto de encuentro está en la manera de concebir el papel de los empresarios en un país donde 43.5 % de la población, según cifras del Coneval, tiene un ingreso inferior a la línea de pobreza. A grandes rasgos, la filosofía en común sostiene que los empresarios ya no pueden operar pensando en maximizar sólo sus beneficios, sino que ahora tienen que generar riqueza para la comunidad en la que operan. Altagracia se ha pronunciado a favor de los negocios con sentido social y esta narrativa le ha permitido conectar con la narrativa política dominante.
Hasta hace unos meses, cuando tenía lugar la carrera por la sucesión presidencial en México, su vínculo con la entonces candidata provocaba un absoluto rechazo, pues los empresarios no lograban entender cómo era posible que alguien del sector privado pudiera manifestar públicamente su apoyo hacia una política muy cercana a Andrés Manuel López Obrador, quien ha sostenido una tensa relacion con la comunidad empresarial. El tiempo corrió, las encuestas empezaron a posicionar a la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México como la virtual ganadora de las elecciones y, entonces, había que ocultar las fobias. Pragmatismo.
Hasta este día, los empresarios se siguen preguntando cómo fue que empezó a tejerse la relacion entre Altagracia Gómez y Claudia Sheinbaum. Acostumbrados a tener trato directo con los presidentes en turno, a negociar entre ellos, no se sienten cómodos pensando que, a partir de ahora, sus planes con el sector público tienen que pasar por el filtro de una joven con voz de terciopelo, y que en este momento no tienen espacio para expresar alguna objeción.
En este contexto, empiezan a construirse castillos en el aire sobre el papel que jugará Altagracia en los próximos meses y si podrá incidir en la agenda del futuro gobierno. Los pronósticos y testimonios del círculo rojo pintan muchos escenarios que, de algún modo, dejan de manifiesto su aversión al cambio: “Podrá tener la voluntad de materializar muchos proyectos de negocio, pero la política se impondrá”; “Se ve complicado que pueda influir en alguien como Claudia Sheinbaum”; “Tarde o temprano, empezarán las diferencias con Marcelo Ebrard, quien fungirá como secretario de Economía”; “Altagracia protagonizará un nuevo capítulo en la difícil relación entre el sector privado con la 4T y seguirá el mismo camino de Alfonso Romo” (quien, durante el presente sexenio, fungió como un enlace con los empresarios, pero fracasó en el intento).
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—¿No estás jugando con fuego?
—¿Qué puede pasar? ¿Que me hagan caso y luego no? No es algo que me preocupe en lo más mínimo. ¿Corro riesgos por estar cerca de la política? Más que riesgos, hay más visibilidad, y de alguna forma el anonimato en muchos casos es un privilegio. Por otra parte, mi puesto no es para entremezclar empresa con gobierno, pues si así fuera sí habría un riesgo, pero desde luego no es mi intención hacerlo.
—¿Te sientes con la libertad de colaborar hoy, mañana tal vez no, dar las gracias y despedirte?
—Pues toda mi vida he tenido libertad.
Qué lugar ocupará en la historia empresarial de México no es un tema que hoy llame la atención de Altagracia Gómez Sierra; prefiere imaginar cuatro rasgos que distingan a sus empresas: mexicanas, familiares, resilientes y ejemplares, con equipos y proyectos de excelencia que generen riqueza holística: “Me gusta pensar que yo ahora represento eso y, en su momento, llegará alguien a hacerlo mejor”.
JONATHÁN TORRES, periodista y editor mexicano. Sus historias han sido publicadas en El Universal, Reforma, Expansión, Forbes EU y The Washington Post en Español. Fue director editorial de Forbes LATAM, dirigiendo las ediciones de México, El Caribe, CA y Colombia. Ahora es articulista de Expansión y socio fundador de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing.
ALAN CARRANZA, Ciudad de México (Tepito), 1982. Fotógrafo documental y editorial. Ganó el concurso Mirada Joven en 2011 en Serie documental. Formó parte del Seminario de fotografía contemporánea del Centro de la imagen (CDMX) y el Centro de las Artes de San Agustín (Oaxaca) en 2014. Ha colaborado en medios como Vogue, GQ, Aire, El Universal, Proceso, Cuartoscuro, Bad Hombre, entre otros. También forma parte de la plataforma Oscura/The World Today de NFT y de la plataforma PICS.
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