Por un arte maestro

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Tiempo de Lectura: 00 min

Un espacio para resguardar piezas de arte, estudiarlas, exhibirlas al público: Instituto Alumnos.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

Instituto Alumnos, int1

El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

Instituto Alumnos, int2

“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

Todos los seleccionados fueron becados al cien por ciento, a fin de que estos planes de estudio se repliquen exponencialmente en el país. El esfuerzo de Alumnos está encaminado a encontrar respuestas y soluciones a problemas muy grandes, de los que no hay salidas fáciles.

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Un espacio para resguardar piezas de arte, estudiarlas, exhibirlas al público: Instituto Alumnos.

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La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

Instituto Alumnos, int1

El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

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“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

Todos los seleccionados fueron becados al cien por ciento, a fin de que estos planes de estudio se repliquen exponencialmente en el país. El esfuerzo de Alumnos está encaminado a encontrar respuestas y soluciones a problemas muy grandes, de los que no hay salidas fáciles.

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La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

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El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

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“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

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La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

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El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

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“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

Todos los seleccionados fueron becados al cien por ciento, a fin de que estos planes de estudio se repliquen exponencialmente en el país. El esfuerzo de Alumnos está encaminado a encontrar respuestas y soluciones a problemas muy grandes, de los que no hay salidas fáciles.

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La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

Instituto Alumnos, int1

El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

Instituto Alumnos, int2

“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

Todos los seleccionados fueron becados al cien por ciento, a fin de que estos planes de estudio se repliquen exponencialmente en el país. El esfuerzo de Alumnos está encaminado a encontrar respuestas y soluciones a problemas muy grandes, de los que no hay salidas fáciles.

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La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

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El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

Instituto Alumnos, int2

“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

Todos los seleccionados fueron becados al cien por ciento, a fin de que estos planes de estudio se repliquen exponencialmente en el país. El esfuerzo de Alumnos está encaminado a encontrar respuestas y soluciones a problemas muy grandes, de los que no hay salidas fáciles.

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La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

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El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

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“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

Todos los seleccionados fueron becados al cien por ciento, a fin de que estos planes de estudio se repliquen exponencialmente en el país. El esfuerzo de Alumnos está encaminado a encontrar respuestas y soluciones a problemas muy grandes, de los que no hay salidas fáciles.

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Un espacio para resguardar piezas de arte, estudiarlas, exhibirlas al público: Instituto Alumnos.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

Instituto Alumnos, int1

El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

Instituto Alumnos, int2

“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

Todos los seleccionados fueron becados al cien por ciento, a fin de que estos planes de estudio se repliquen exponencialmente en el país. El esfuerzo de Alumnos está encaminado a encontrar respuestas y soluciones a problemas muy grandes, de los que no hay salidas fáciles.

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La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

Instituto Alumnos, int1

El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

Instituto Alumnos, int2

“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

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La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

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El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

Instituto Alumnos, int2

“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

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La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

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El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

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“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

Todos los seleccionados fueron becados al cien por ciento, a fin de que estos planes de estudio se repliquen exponencialmente en el país. El esfuerzo de Alumnos está encaminado a encontrar respuestas y soluciones a problemas muy grandes, de los que no hay salidas fáciles.

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La mejor parte de un museo es aquella en la que los visitantes no tienen acceso. El grueso de sus colecciones suele estar resguardado en sótanos o bodegas y lo que se exhibe en salas es sólo la punta del iceberg. La diferencia fundamental entre un almacén y una galería, ambos guaridas del arte, es que en la segunda hay alguien que observa y es entonces cuando la obra cobra sentido.

Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

Instituto Alumnos, int1

El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

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“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

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Cuando en mayo de 2016 el arquitecto Fernando Ituarte y su equipo en Estudio Fi recibieron la invitación de diseñar una bodega para la colección del empresario Moisés Cosío, decidieron buscar inspiración en el origen de estos espacios. A diferencia del arte, los museos, las galerías y sus bodegas son espacios recientes en la historia de la humanidad. Su antecedente más antiguo está, quizás, en las vitrinas de curiosidades donde un explorador del mar, por ejemplo, guardaba su colección de conchas, erizos y caracoles, para resguardarlos, estudiarlos y eventualmente mostrarlos a alguien más.

En un primer momento, encontraron que un espacio podía cumplir con estas tres funciones (resguardar, estudiar y mostrar). Lo que solía ser una bodega abandonada en la parte trasera, y más oscura, de una casa en el Pedregal, se convertiría en un sitio donde la obra cobraría vida. Hoy es una sala llena de luz que alberga una creciente colección de obra de artistas mexicanos como Pedro Reyes, Francisco Toledo, Juan Caloca y el colectivo Tercerunquinto, e internacionales como Sarah Lucas, Thomas Hirschhorn y Lisa Oppenheim.

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El espacio está hecho para interactuar con cada pieza, estudiarla y absorberla. “Siento que cualquier persona que entre aquí se pone en un contexto de aprendizaje. La arquitectura es recorrido, es experiencia espacial”, dice Ituarte sobre este proyecto en el que los rackscorredizos que soportan la obra pueden distribuirse, de manera independiente, a lo largo de toda la sala para generar recorridos alternos y transformar un solo lugar en diez o veinte distintos. Fue así como esta bodega de arte terminó transformándose en el corazón de un proyecto mucho más ambicioso: Instituto Alumnos, un nuevo brazo de la Fundación Alumnos 47 —proyecto filantrópico que el mismo Moisés Cosío preside—,que busca educar y sensibilizar a través del arte, acercándolo a quienes no suelen tener acceso a él.

Cosío y su equipo trabajan con la claridad de que si hay algo que puede hacerse para ayudar a este país es apostarle a la educación y lo hacen a través del arte como antídoto para los bajos niveles educativos, la violencia y la descomposición social que en muchas partes de México están ahogando a la juventud. En la casa hogar Yolia, por ejemplo, hay niñas que sufrieron pobreza, violencia y abusos viviendo en la calle. Ahí siguen un modelo educativo basado en la perspectiva de género, el desarrollo de habilidades para la vida y derechos humanos. A través del área de investigación educativa de Fundación Alumnos, ellas empezaron a participar en talleres de sensibilización artística que en muy poco tiempo las ayudaron a mejorar sus calificaciones en las otras materias.

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“Hay estudios neurocientíficos donde se comprueba que si trabajas la parte artística de tu cerebro, comienzas a pensar distinto, desde un punto de vista más creativo, y eso sirve para solucionar problemas, que es la primera cosa que tenemos que aprender en la vida; cómo solucionar lo que nos pasa, cómo enfrentarnos a la vida”, dice Bárbara Bang, directora de Instituto Alumnos.

Esta nueva institución, que comenzó a trabajar muy recientemente, se enfoca en la formación de educadores y mediadores de arte. “Lo primero que pensé cuando me invitaron al proyecto fue que la palabra maestroen México está satanizada y eso no puede ser. ¿Quiénes forman a la sociedad? Pues ellos, y si queremos cambiar las cosas tenemos que empezar desde ahí”, afirma. Hay muchas formas de entender la educación a través del arte, que es muy diferente a la educación artística. Instituto Alumnos no forma artistas, forma educadores.



Para quienes trabajan aquí, su colección de arte, con más de trescientas piezas y 250 libros de artista, es una herramienta educativa con un poderoso valor cognitivo y es por eso que ha sido puesta a disposición del proyecto. Recientemente, la institución impartió su primer programa, Plasma, un seminario intensivo de educación a través del objeto artístico, que reúne a educadores, teóricos, curadores y artistas, con el objetivo de generar planes de estudio a partir de obras de la colección. El jurado a cargo de la selección estuvo conformado por Josefa Ortega, Mónica Castillo, Abraham Cruzvillegas, Eduardo Abaroa, Daniel Garza Usabiaga y Heriberto Yépez.

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