El rol de México en las Copas Mundiales
“Yo no creo que el futbol esté separado de lo que pasa en el mundo, el futbol se usa en términos geopolíticos y, sin duda, económicos. Lo que está haciendo ahora Catar es un ejemplo muy claro”.
La edición número 21 de la Copa Mundial de futbol comenzó y esta vez fue un país de Medio Oriente el que recibió a miles de aficionados de todo el mundo. Para lograrlo Catar no reparó en gastos, se calcula que se gastaron cerca de 220 mil millones de dólares en la construcción de estadios, carreteras, hoteles, infraestructura de seguridad y logística para la organización del evento, convirtiéndose así en el mundial más caro de la historia. Sin embargo, la principal fuente de polémica en torno a la sede de este Mundial viene de aspectos políticos, sociales y de corrupción.
Cuando la FIFA elige la sede para el Mundial lo hace a través de un comité que debe hacer una evaluación exhaustiva de cada país candidato en rubros como: transparencia, objetividad, participación, compromiso con los derechos humanos y la sustentabilidad. Para ello, los miembros de dicho comité deben analizar numerosos estudios técnicos y después emitir una calificación. La candidatura de Catar no cumplía con los requisitos mínimos y en consecuencia no obtuvo buenas calificaciones en la evaluación. Sin embargo, la FIFA ya había hecho acuerdos de otro tipo, principalmente monetarios y políticos. Catar estaba dispuesto a apostarlo todo por el Sportswhashing y parecía que lo había logrado.
La elección de Catar como país anfitrión fue una decisión más, marcada por la corrupción generalizada en la que ha operado por décadas la FIFA, como evidenció la investigación del FBI y La División de Investigación Criminal del Servicio de Impuestos Internos (IRS-CI), que siguieron de cerca a los altos mandos de la asociación por presunto fraude, crimen organizado y lavado de dinero. A pesar de que el “FIFA Gate”, comprobó las sospechas, sus dos hombres más poderosos, Joseph Blatter y Michel Platini, fueron absueltos de los cargos de corrupción y su único castigo fue una suspensión de ocho años de cualquier actividad relacionada al futbol, un periodo que posteriormente se recortó a seis años.
Por otro lado, Catar gobierna un régimen altamente discriminatorio en el que se criminaliza la homosexualidad y se castiga con hasta 10 años de cárcel, mientras que todas las mujeres viven bajo un estricto tutelaje masculino y para todas las decisiones importantes de su vida deben recibir una autorización por escrito por parte de un hombre. Además, está la relación casi esclavista que tienen con los migrantes, a quienes utilizaron como mano de obra para la construcción de los estadios y hoteles necesarios para albergar el Mundial. Diversas organizaciones han denunciado que al menos 6,500 personas, la mayoría migrantes, fallecieron en la construcción de éstos debido a las malas condiciones laborales.
El sportswashing es un término creado en 2015 por la Campaña Sports or Rights que describe el intento por distraer, minimizar o normalizar las malas prácticas de los países a través de la organización de eventos deportivos, o con la compra o patrocinio de equipos. Su objetivo es desviar la atención de los malos antecedentes en materia de derechos humanos y los escándalos de corrupción, pero esta vez, en lugar de crear una distracción, Catar logró atraer la mirada de las organizaciones internacionales a sus políticas internas.
“Yo no creo que el fútbol esté separado de lo que pasa en el mundo, el fútbol se usa en términos geopolíticos y, sin duda, económicos. Lo que está haciendo ahora Catar es un ejemplo muy claro”, dice Martín Caparrós, periodista argentino, ganador del premio Rey de España. “Catar gastó muchísimo dinero para ver si podía comprar un aprecio o un respeto que hasta ahora no tenía, y creo que no han hecho un buen negocio porque la imagen que sale de Catar en este Mundial no me parece que sea muy favorecedora, quiero decir, yo sospecho que les convenía que no lo conociéramos mucho, que no nos enteráramos de lo mal que tratan a las mujeres, a los homosexuales o a cualquier extranjero que se quiera tomar una cerveza, todo eso no lo sabíamos. Ellos quisieron hacer lo que ahora llaman un ejercicio de sportswashing, pero me parece que les salió como un sportsdirting”, explica.
Pero esta no es la primera vez que se intenta hacer algo así, de hecho, esta práctica es más común de lo que se piensa y hay muchos antecedentes históricos, no solo con los Mundiales de futbol sino también con las Olimpiadas. En 1934 la segunda edición del Mundial se llevó a cabo en Italia bajo el régimen fascista de Benito Mussolini, quien entendió el uso político del deporte e invirtió mucho dinero para impresionar al mundo y enaltecer la “superioridad” a la que apelaba el fascismo. Dos años más tarde Hitler hizo lo mismo con las Olimpiadas en Berlín.
Incluso en México se vivió algo similar, ya que, en 1968, unas semanas después de que el presidente Díaz Ordaz ordenara la matanza de Tlatelolco, donde cientos de estudiantes murieron, se inauguraron los Juegos Olímpicos; y dos años después, en plena etapa de lo que se conoció como La Guerra Sucia, un periodo plagado de represión por parte del gobierno a grupos disidentes, se llevó a cabo el mundial del 70’.
No cabe duda de que la FIFA es una maraña de corrupción e intereses ajenos al futbol, pero también de incoherencias y contradicciones. Un ejemplo claro son las sanciones que le ha impuesto a la Liga Mexicana en los últimos años a raíz de un grito homofóbico que empezó a popularizarse en 2004 entre la afición futbolera local y empezó a replicarse hasta llegar a los partidos de la Selección Nacional en el Mundial de Alemania en 2006 y Sudáfrica en 2010. Cuando la FIFA detectó en el Mundial de Brasil en 2014 el significado del grito, lanzó una serie de advertencias a la Federación Mexicana de Futbol. Después del torneo la FIFA retiró las multas por considerar que los aficionados no tenían “intención de ofender”, sin embargo, dos años más tarde comenzaron las sanciones de nuevo.
Hoy en día la Federación acumula al menos 20 sanciones económicas y de clausura de estadios. Este año, tras el partido contra Polonia, la FIFA abrió otra investigación por el grito homofóbico, sin embargo, en el comunicado que hizo la organización, omitió mencionar la palabra “homofobia” al referirse a él. Aunque el grito es una agresión injustificable que merece ser sancionada, ¿no es sumamente contradictorio que la FIFA se posicione tan punitivamente contra un grito homofóbico mientras el Mundial se está llevando a cabo en un país que criminaliza la homosexualidad?
“Es una paradoja y siempre existe este relativismo moral, o sea, es una FIFA hipócrita’, sí, pero que sea una FIFA hipócrita no quiere decir que hay que justificar una cosa que es intolerable”, comenta Andrés Martínez Andrés Martínez, profesor en la materia de Deporte Global en la Arizona State University.
El poder del futbol a nivel mundial es inmenso, tan solo en México, de acuerdo con datos de la Liga MX, existen al menos 98 millones de aficionados y el impacto de cada juego es tan grande que el 55% de los empresarios consideran que la productividad de sus empleados aumenta cuando gana la Selección Mexicana, según datos de Vestiga Consultores. Tan solo el partido México – Argentina del fin de semana rompió varios récords: reunió a más de 90 mil asistentes en el estadio, algo que no sucedía desde la final del Mundial de 1994, Brasil-Italia, y hubo más de 40 millones de personas sintonizando el partido en la televisión mexicana.
Con esas cifras, México juega un papel muy importante para el futbol en este evento y en el mundo, de hecho, desde 1930, la selección ha clasificado a 17 de los 21 mundiales que se han hecho desde entonces; sin embargo, su desempeño ha dado resultados deficientes y hasta desoladores. ¿A qué se debe este déficit que hace que los jugadores no puedan despegar en los Mundiales?
Marion Reimers, periodista deportiva y una de las primeras mujeres en narrar la Champions League, nos da una primera razón. “Necesitamos formar a, valga la redundancia, formadoras y formadores que tengan la capacidad de ir guiando a las y los atletas, y eso va directamente vinculado al currículum de las escuelas. Si la clase de educación física es una porquería, la gente no se va a querer acercar al deporte. No tenemos un acercamiento a la actividad física como parte de nuestra currícula escolar, en México el deporte sucede únicamente como una cuestión de espectáculo y no como una cuestión formativa para las nuevas generaciones”.
La segunda razón que cita Reimers, está en los altos salarios de los jugadores en los clubes nacionales. Hay jugadores de la Primera División que reciben hasta $3 millones 800 mil pesos mensuales. Los altos salarios en México hacen que jugadores con mucho potencial piensen dos veces el irse a jugar a Europa, donde el nivel es mucho mayor y donde pueden explotar toda su capacidad, pero donde el sueldo inicial no es tan competitivo.
Una tercera razón está en que los directores técnicos depositan poca confianza en los talentos jóvenes, y por lo general en torneos de importancia suelen priorizar a los talentos extranjeros por sobre los nacionales, pero también a los experimentados sobre los que no lo son. Esto merma el entrenamiento de los jóvenes, que podrían explotar todo su talento con una buena y paciente guía.
No cabe duda de que el futbol es un mundo en el cual el deporte parece ser solo la superficie y si bien hace falta un mayor enfoque estatal, es inevitable pensar en todos los otros deportes que en nuestro país que son prácticamente invisibles a comparación del gran consentido de la afición, los negocios y el espectáculo.
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