Arturo Farela, el pastor de la 4T - Gatopardo

El Pastor de la 4T

Arturo Farela se ha relacionado con el poder político mexicano en las últimas décadas. Conoció a los presidentes Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto. Pero su cercanía con Andrés Manuel López Obrador va mucho más allá.

La palabra favorita de Arturo Farela es “sobrenatural”. La pronunciará 16 veces en una conversación de dos horas. El Espíritu Santo se aparece cada tanto en su vida: le pone palabras en la boca. Le da órdenes. Le manda mensajes a través de algún desconocido. O lo salva de la muerte. Sobrenatural. O mejor: estrictamente sobrenatural.

Le pido que me cuente su historia. He oído una narrativa similar de otros cristianos evangélicos: yo era malo y me volví bueno. Renací en Jesucristo. Farela dice: “Nací católico guadalupano, perdí a mis padres cuando tenía cuatro años y mis abuelos me criaron en la escasez, pero en una escasez digna y plena de amor. Sin embargo, la nostalgia por mis padres me llevó a ser [y aquí Farela no escatima adjetivos]: violento, borracho, peleonero, corrupto, mentiroso”. Le pido detalles: “Bebía alcohol como agua y disfrutaba involucrarme en golpizas”.

Me sorprende que su historia tenga un matiz propio. Farela llegó a Jesucristo por amor. A los 22 años se enamoró de una bella muchacha y le pidió matrimonio. Nunca me casaré con un pagano, le respondió Genoveva Pacheco, cristiana evangélica. Arturo se convirtió: “El Señor te bautiza con Espíritu Santo y fuego. Te cambia el lenguaje, la mentalidad, el corazón. Tienes una operación neurológica, cardiológica, de todo”. A la conversión le siguió el noviazgo, luego el matrimonio con Genoveva y los hijos, Arturo chico el primero, hasta juntar cinco: tres varones y dos mujeres.

Se pudo haber quedado así: como padre de familia y creyente. Hasta que un día, no mucho después de su conversión, fue a un templo en la colonia Agrícola Oriental, un barrio obrero en la periferia de la Ciudad de México. Había una señora desconocida orando. La señora estaba en un éxtasis místico y empezó a hablar lenguas desconocidas. Farela la vio salir del templo, la siguió y le dijo:

—Hermanita, siento en mi corazón que tiene un mensaje de Dios para mi vida.

Y ella le contestó:

—Arturo, predica la palabra. Jesucristo salva, Jesucristo sana, Jesucristo viene.

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