El movimiento Jóvenes por el clima clama por un mejor planeta

Los chicos por el futuro. La resistencia de una generación ante la crisis ambiental

Greta Thunberg provocó un huracán en América Latina, cuando cientos de jóvenes se movilizaron para exigir que empresas y gobiernos detuvieran el cambio climático. Ahora, en medio de la pandemia, nada detiene su resistencia enmarcada por el movimiento Jóvenes por el Clima. En medio de los incendios y de la contaminación más brutal, estos estudiantes se han convertido en interlocutores para el poder político en sus respectivos países, a la vez que claman por un mejor planeta.

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—Necesito hablar con vos.

—Perfecto. ¿Preferís enviarme un audio o hablamos por teléfono?

—No. Tiene que ser personalmente. Sin teléfonos celulares de por medio.

A fines de septiembre de 2019, Ian Cohêlo, un estudiante de 17 años nacido y criado en Brasilia, la capital del país más grande de Latinoamérica, recibió un mensaje por WhatsApp de una mujer de la política: no importa si era una asesora, diputada o senadora. Que se comunicara con esta mujer no era raro: tenían un diálogo fluido. Una semana antes, Ian —tez blanca, rubio, de contextura menuda, no demasiado alto— había sido uno de los organizadores, por parte de su agrupación, Jóvenes por el Clima, de la tercera huelga climática global que juntó a más de cinco mil personas en su ciudad.

En ese momento, Brasil, ya gobernado por Jair Bolsonaro, se encontraba atravesando dos situaciones ambientales extremas: los incendios en la Amazonia y un derrame gigantesco de petróleo —aún está en investigación, pero todo indica que la causa fue un buque petrolero de origen griego— que comenzó a contaminar las playas del nordeste: el peor accidente ambiental de la historia de ese país, según el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (Ibama). La movilización fue vertiginosa para un chico de 17 años que hasta hacía poco tiempo no tenía idea de qué era el cambio climático, que no había ido a más de tres movilizaciones en su vida y que ahora negociaba con policías pertrechados para reprimir multitudes. El punto de partida había sido un trabajo práctico de biología para el colegio. Su amiga Nina le había contado que una adolescente sueca de 14 años llamada Greta Thunberg había creado, a finales de 2018, un movimiento denominado Fridays for Future (Viernes para el futuro) que se había expandido por toda Europa: estudiantes de escuelas secundarias faltaban a clases para realizar huelgas por el clima. De “aspecto frágil”, como la denominaron los medios resaltando que padecía del síndrome de Asperger, Greta inició su activismo luego de varias olas de calor e incendios forestales en su país y, desde entonces, enfrentó a los líderes políticos con un discurso despiadado, responsabilizándolos de la crisis ambiental por sus políticas públicas que propician un modelo económico insostenible: “No quiero que tengan esperanza, quiero que entren en pánico. Quiero que sientan el miedo que yo siento todos los días y, luego, quiero que actúen”; “Estamos en el comienzo de una extinción masiva. Y de lo único que pueden hablar es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno”.

“Cada año hace más calor que el anterior y se superan marcas históricas”, sostienen los investigadores argentinos Maristella Svampa y Enrique Viale en su reciente libro El colapso ecológico ya llegó, de Siglo XXI Editores. Según la Organización Meteorológica Mundial, 2019 fue el segundo año con la temperatura media global más cálida desde 1880. La razón principal por la que se produce el cambio climático tiene su raíz en el incremento de las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Según el informe The Carbon Majors Database solo 25 empresas y entidades estatales producen más de la mitad de las emisiones contaminantes. Petroleras como ExxonMobil, Shell, BP y Chevron son algunas de ellas.

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