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Karina Milei: la hermana menor

Karina Milei: la hermana menor

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Hasta el 10 de diciembre de 2023 Karina Milei era la mujer más importante en la vida de su hermano. A partir del 10 de diciembre pasó a ser, también, una de las mujeres más importantes de la Argentina.
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El poder de la hermana de Javier Milei, actual presidente de la Argentina, es tan grande como invisible. ¿Quién es esta mujer desconocida que pasó de tener un emprendimiento gastronómico casero a ocupar un rol central en el gobierno?

El poder de la sombra

El lunes 13 de septiembre de 2021 parece ser un buen día para Javier Milei. Menos de un año atrás, en octubre de 2020, anunciaba su decisión de incursionar en política con la austeridad, la fe y el convencimiento propios de un predicador —parado sobre un banquito en el centro de una plaza, vociferando insultos y promesas de libertad a través de un micrófono—, y ahora está a punto de convertirse en diputado nacional. En aquellos no tan viejos tiempos, en Plaza Holanda, ciudad de Buenos Aires, unos pocos fieles, quizás 100, quizás algunos más, una cifra en cualquier caso insignificante para una carrera política, lo miraban entre divertidos, perplejos y entusiasmados mientras él gritaba en contra de los “hijos de puta pedazos de mierda [...] que avanzan sobre nuestra propiedad privada” y explicaba que venía a “pelearle los privilegios a esa oligarquía hija de puta de los políticos profesionales”. Su propuesta para lograrlo era, paradójicamente, convertirse él mismo en un político profesional, solo que para “dinamitar el Estado desde adentro”.

El choque entre su estilo grandilocuente y la escasa concurrencia de público lo convirtió en objeto de burlas aquel octubre de 2020. Diez meses después, hacia agosto de 2021, cuando lanzó de manera oficial su candidatura a diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires, sus detractores empezaron a tomarlo más en serio. Había logrado un crecimiento feroz: el acto de lanzamiento de campaña tuvo lugar en la misma plaza donde había anunciado que se metería en política, con un discurso más o menos idéntico, pero esta vez montado sobre un escenario de varios metros de altura, con personal de seguridad, escenografía y un público de miles de personas que lo aplaudían con fervor.

El lunes 13 de septiembre de 2021 parece ser un buen día para Javier Milei porque acaba de tener un debut electoral prometedor. Se presentó en las elecciones legislativas primarias y obtuvo 13.4% de los votos en la ciudad de Buenos Aires. Solo fue superado por los dos espacios políticos más importantes del país: Juntos por el Cambio —de centroderecha— y el Frente de Todos —peronista—. En caso de repetir un resultado similar en las generales, dentro de dos meses, se asegurará una banca en el Congreso. Durante los últimos años Javier Milei ha acumulado cada vez más minutos en pantalla. Llegó a convertirse en panelista ocasional y sus intervenciones se volvieron célebres por los insultos a su interlocutor o interlocutora de turno, a quienes calificó, entre otras cosas, de “zurdo de mierda”, “mentiroso serial”, “burra”, “imbécil”. Pero hoy ha sido invitado al programa de televisión de Viviana Canosa, una periodista tan incendiaria como él, referente mediática de los grupos antivacunas, y se lo ve alegre y tranquilo. Prácticamente no grita en ningún momento e incluso es capaz de mantener un intercambio de ideas sin insultar. Tras media hora de una conversación más o menos predecible, el tipo de charla que se espera de un político que acaba de obtener un buen resultado electoral, la conductora cambia el ángulo de la entrevista a un terreno más íntimo:

—Está detrás de cámara alguien que vos amás profundamente.

Conviene ver lo que sigue cuadro por cuadro para apreciar mejor la plasticidad con la cual una cara humana puede transformarse cuando es expuesta a una emoción extrema. El cambio es tan vertiginoso que casi se puede observar en tiempo real cómo los capilares se dilatan e irrigan sangre hacia la superficie de la piel. Las mejillas de Javier Milei, hasta hace un instante pálidas, adoptan una coloratura encendida. Pequeñas gotas de sudor comienzan a brotarle de la frente y el bozo. Los labios se arquean hacia arriba como tironeados por dos hilos invisibles clavados en cada comisura. Sin perder la sonrisa, los ojos, de un celeste glacial, primero se enrojecen y después se cargan de una humedad pesada que, dentro de unos segundos, se condensará y se precipitará en lágrimas de felicidad. Esta no es la cara de un candidato satisfecho por haber obtenido más votos de lo previsto ni la de un político que logró sobreponerse a la indiferencia del electorado a fuerza de insultos y amenazas. Es la cara de un niño que está viendo, en este preciso momento, a Papá Noel descender por la chimenea con una bolsa repleta de regalos y que no se imagina, bajo ningún concepto, que Papá Noel son los padres disfrazados.

—Hablame de tu hermana —insiste la conductora, que no quiere desaprovechar el momento televisivo—. ¿Qué es tu hermana en tu vida? Ayer la veía, la veo hoy, la veo siempre que viene con vos. Tenés una devoción por ella.

—Mirá, vos sabés que Moisés era un gran líder. Pero no era bueno divulgando. Y entonces Dios le mandó a Aarón para que, digamos, divulgue. Bueno, Kari es Moisés y yo soy el que divulga. Nada más. Soy solo un divulgador.

Entonces, el llanto.

Javier Milei, el predicador mesiánico a quien le da igual gritar sus verdades en una plaza colmada o ante un público escuálido, el revulsivo dispuesto a insultar a quien sea donde sea, el candidato al que contra todo pronóstico las urnas acaban de darle la razón, el hombre que en dos meses se convertirá en diputado nacional y, en dos años, en presidente de la Argentina, de pronto se reduce a sí mismo a un mero divulgador, a un subordinado de una figura mucho más importante, ante la cual agacha la cabeza con humildad y sumisión.

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Ahora se seca las lágrimas, primero del ojo izquierdo, después del derecho, mientras el plano se abre y lo muestra sentado en el borde de la silla, la espalda encorvada hacia adelante, las manos entrelazadas entre los muslos, encogido. Esto es lo que provoca Karina Milei, la sola evocación de Karina Milei, en Javier Milei. El rubor. La transpiración. La risa. El llanto.

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El 10 de diciembre de 2023, el mismo día en que asumió como presidente de la nación con 55.6% de los votos, Javier Milei derogó una norma que prohibía designar a familiares en la administración pública. Acto seguido, nombró a su hermana, Karina, secretaria general de la Presidencia.

Hasta el 10 de diciembre de 2023 Karina Milei era la mujer más importante en la vida de su hermano. A partir del 10 de diciembre pasó a ser, también, una de las mujeres más importantes de la Argentina. Institucionalmente, según el organigrama de la administración pública nacional, el cargo que ocupa abarca tareas como ceremonial y protocolo, elaboración de declaraciones y manejo del vínculo con la sociedad civil: asuntos menores que no dan cuenta de su verdadero poder. Karina Milei es la asesora más cercana al presidente, tiene incidencia en la elección de funcionarios de alto rango y supervisa las negociaciones legislativas en proyectos cruciales como la Ley Bases, un paquete de normas que puede alterar por décadas la matriz productiva y fiscal de la Argentina.

—Hay un poder ejecutivo bicéfalo: uno votado, Javier Milei, y otra no votada pero elegida por él. Gobiernan dos —dice Carlos Maslatón, abogado especialista en Finanzas y uno de los más importantes impulsores del lanzamiento de Javier Milei a la política, ahora distanciado tanto del presidente como de su hermana.

Los hermanos Milei se dividen las tareas. Mientras que Javier se encarga exclusivamente de la economía —“No entiende la política”, dijo su jefe de Gabinete, Guillermo Francos—, Karina es la “general política” y quien “lleva las riendas del partido”, como la describió el periódico británico Financial Times.

El presidente utiliza el mismo sustantivo masculino para designar a Dios y a Karina Milei: el Jefe. Así la llaman también muchos miembros de La Libertad Avanza, el frente político fundado por los hermanos Milei en 2021 y al que Karina le dio el nombre. Se han publicado sobre ella artículos, crónicas, perfiles e informes audiovisuales no solo en el Financial Times, sino también en medios como la BBC, El País, CNN, El Universal, La Nación, Le Monde. A ninguno le concedió una entrevista. Como no habla con la prensa, sus ideas e incluso algunos aspectos de su personalidad permanecen inexpugnables. El poder de Karina Milei se constata cuando ya es un hecho consumado: tal jefe de campaña no trabaja más, tal legislador ignoto ahora preside una comisión clave en el Congreso, tal funcionario cayó en desgracia. “Decisión de Karina”, afirman los desplazados o los ungidos con idéntico desconcierto.

—Karina es quien dice “este sí, este no”. Así de simple. Las bolillas negras que ella determina se acatan —cuenta Maslatón.

Ilustración de Javier Milei
El presidente utiliza el mismo sustantivo masculino para designar a Dios y a Karina Milei: el Jefe. Ilustración: Alejandra Otero.

Una de sus últimas “bolillas negras” tuvo lugar en abril de 2024. La diputada de La Libertad Avanza Marcela Pagano, cercana a Javier Milei, fue designada —con el visto bueno del propio presidente— como titular de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados, un puesto clave para anticipar y prevenir cualquier intento de destitución. Una vez enterada, Karina Milei no estuvo de acuerdo. Prefería poner a alguien de su extrema confianza y le exigió la renuncia a Pagano, quien días después tuvo que ser hospitalizada por una úlcera sangrante. El entorno de Pagano le atribuyó su problema de salud a la presión ejercida por la hermana del presidente.

Cultora del bajo perfil, como secretaria general de la Presidencia, Karina Milei tuvo una sola intervención pública que duró 60 segundos exactos. El 8 de marzo de 2024, en el Día Internacional de la Mujer, anunció en un video, con la voz fatigada y displicente, como si tuviera cosas más importantes de las que ocuparse, que el Salón de las Mujeres, donde se exhibían retratos de políticas, escritoras, actrices y otras figuras femeninas de la historia argentina, dejaría de existir. En su lugar, inauguró el Salón de los Próceres, integrado de forma exclusiva por hombres. “Nos importa la gran historia [...] y no el guiño político estéril a un movimiento militante del momento”, dijo durante su locución de un minuto, una crítica abierta al movimiento feminista. Ni antes ni después volvió a hablar en público como funcionaria. Desde 2020, cuando comenzó a acompañar a su hermano en su incursión en política, Karina Milei trabaja en las sombras. El presidente ha expuesto sus emociones, sus miedos, sus inseguridades, incluso sus dramas familiares en televisión. El Jefe, en cambio, es un gran misterio: “Está detrás de cámara alguien que vos amás profundamente”. Karina Milei es alguien detrás de cámara. Casi siempre.

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Viernes 29 de enero de 2016. Prime time de El Trece, uno de los canales de televisión con mayor rating de la Argentina. Guido a la Noche es un programa de entretenimiento que, como su nombre lo indica, está conducido por un hombre llamado Guido, Guido Kaczka, y, también como su nombre lo indica, se emite a la noche.

—¡Karina! ¿Cómo va, Karina? —la saluda Kaczka, quien solo puede saber que la mujer rubia y sonriente que tiene delante, una perfecta desconocida en 2016, lleva ese nombre, Karina, porque: a) se lo acaba de informar un productor o b) se lo acaba de preguntar a la propia Karina fuera del aire.

—Bien, bárbaro —contesta ella radiante, la sonrisa amplia, los ojos celestes divertidos. Parece gustosa de estar en el programa. En definitiva, por algo se anotó. Lleva una blusa blanca con mostacillas bordadas color plateado y un saquito negro con transparencias, y sostiene una correa de perro en la mano izquierda.

—¿Karina qué?

—Milei.

—¿Cómo?

—Mi-lei —repite Karina, poniendo especial cuidado en la modulación de cada sílaba.

—Ah, Karina Milei. ¿Y los señores son?

—Mis papás.

Karina Milei nació en 1973. En diciembre de 2016 tiene 43 años. Ha llevado una vida que tanto sus amigos como enemigos coinciden en describir como “normal”. Familia de origen trabajador que prosperó —padre conductor de autobuses devenido empresario, madre ama de casa—, educación primaria y secundaria privadas. Título universitario: licenciada en Relaciones Públicas por la Universidad Argentina de la Empresa (uade), una institución también privada de módico prestigio. Ha alternado entre diferentes trabajos, pero nunca como empleada: administración de negocios familiares, emprendimientos de repostería promocionados por Facebook, venta de neumáticos, comercio de ropa y bijouterie en una galería poco concurrida del barrio porteño de Villa Devoto, donde se crio. Es en esta época una mujer anónima para Kaczka y para cualquiera que no forme parte de sus amistades o de su círculo íntimo. Su hermano, Javier, el hombre con quien comparte mucho más que el mismo color de ojos, todavía es un economista desconocido para el gran público.

La emisión de esta noche del programa de Kaczka es un “especial perros”. Karina se ha presentado junto a sus padres, Norberto Milei y Alicia Lucich, y su perro: un pastor suizo blanco, de porte distinguido, noble, como salido de Las crónicas de Narnia, llamado Aarón. Faltan varios años para que Javier Milei se designe a sí mismo con ese nombre, Aarón, el nombre del perro de su hermana.

De todas formas, hoy Javier Milei no se encuentra en los estudios de El Trece junto al resto de la familia. En este momento de su vida, a pesar de que tiene una estrecha relación con Karina, no se vincula con Norberto y Alicia, a quienes ni siquiera llama padres, sino “progenitores”.

—Yo no hablo con mis progenitores —explicará Javier Milei en otro programa de televisión unos años después—. No comparto los valores morales y éticos de ninguno de los dos. Durante todo mi proceso universitario, mi padre me hizo las mil y una. Por ejemplo, llegaba la época de los finales y me dejaba de hablar y me generaba un montón de situaciones de mucho estrés para que me fuera mal. Es un tipo muy complicado. Es la lógica que él tiene: darte algo y después generarte una situación para que te vaya mal y enrostrarte que sos un fracasado. Y mi mamá avaló. Debe hacer por lo menos siete u ocho años que no los veo. Para mí es como que ya no existen. De hecho, a mi hermana le tengo prohibido hablarme de ellos. Ella sigue siendo hostigada por ellos. Para mí, los dos están muertos.

Norberto Milei es alto, flaco y severo. En la emisión de Guido a la Noche viste un pantalón gris claro, una camisa a cuadros azul y negra, y un saco gris de un tono más oscuro que el pantalón. Su mujer, Alicia, no para de sonreír y tiene puesto un conjunto acorde a la temática del programa: animal print. Más precisamente, de leopardo. La siguiente pregunta de Guido Kaczka está dirigida a ella:

—¿Y Karina cómo era como estudiante?

—Regular —contesta Alicia, sin titubeos, en el prime time de uno de los canales de mayor rating de la televisión argentina. Se ríe.

El juego es muy simple. La mascota espera encerrada en un corralito. Una vez que se abra la puerta, atravesará una especie de pasillo, al final del cual hay una serie de bolos de bowling. Si voltea nueve, su dueña se ganará un smart tv. Todo ocurre en pocos segundos: la puerta del corralito se abre, Karina llama a su perro por el nombre, el perro atraviesa el pasillo con cierta prestancia, pero cuando llega a los bolos, apenas logra voltear seis. Final del juego. La familia Milei se esfuma intempestivamente sin recibir siquiera un “chau, gracias por participar”: así termina el debut televisivo de Karina Milei cuando ni ella, ni los padres, ni el conductor del programa se imaginan ni pueden imaginarse, por supuesto, lo que les deparará la vida.

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—Esperame un minuto que Kari me acaba de contar que está con Elon.

El Elon al que se refiere mientras revisa su celular Andrea Juárez, la mejor amiga de Karina Milei desde hace 30 años, cuando se conocieron en la carrera de Relaciones Públicas de la uade, es el magnate sudafricano Elon Musk, fundador de la compañía aeroespacial SpaceX, director general de Tesla y propietario de la red social X, cuyos sus usuarios insisten en llamar por su antiguo nombre: Twitter.

Desde el lanzamiento de su campaña, si se le preguntaba a Javier Milei qué cargo tendría Karina en el improbable caso de que él accediera a la presidencia de la nación, su respuesta era siempre la misma: primera dama. Incluso reveló un chiste interno que compartían entre hermanos: que él hacía todo lo que hacía, es decir, sus apariciones en televisión, sus discursos en las plazas, su carrera política entera, a fin de cuentas, solo para que ella pudiera llegar a ser primera dama. Es un rol que por costumbre en todo el mundo se asigna a la pareja del presidente, pero ninguno de los hermanos Milei se casó ni tuvo hijos. Cuando asumió como jefe del poder ejecutivo, al final Javier Milei no la nombró primera dama, sino secretaria general de la Presidencia. Pero a nivel protocolar se maneja como si lo fuera. En especial cuando el presidente viaja: casi nunca sale del país sin su hermana. La participación de Karina Milei en las ceremonias oficiales durante los viajes, tal como históricamente lo han hecho las parejas presidenciales, ha provocado algún equívoco incómodo, como cuando los hermanos asistieron a la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina, en una ceremonia a cargo del papa Francisco, y mientras las notas del órgano eclesiástico reverberaban en la cúpula de la Basílica de San Pedro, el locutor de la señal oficial Vatican News decía: “Informamos que en la santa misa participa el presidente de la República Argentina, Javier Milei, junto con su esposa, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei”.

Lo cierto es que el viernes 12 de abril de 2024, al mismo tiempo que Andrea Juárez toma un café con leche en un bar ubicado en el barrio porteño de Núñez, su amiga Karina, quien hace unos años se anotaba en un programa de entretenimientos con su perro para competir por un smart tv, está de viaje en Austin, Texas, recorriendo la planta de la automotriz Tesla junto a Javier Milei y al propio dueño de la empresa, el magnate Elon Musk.

Andrea Juárez nunca ha hablado con la prensa hasta hoy. Antes de aceptar, pidió permiso a Karina Milei. A pesar de negarse ella misma en reiteradas oportunidades a brindar cualquier clase de entrevista, se lo concedió.

—Justo estoy hablando con Kari. Dice que Elon es un genio. No, pará, no dijo un genio. Esperá que lo busco —Andrea vuelve a tomar su celular y revisa la conversación por WhatsApp con su amiga para no cometer una imprecisión—. “Muy copado Elon”, me puso.

La humedad intensa de este viernes otoñal en Buenos Aires podría conspirar contra el pelo encrespado y voluminoso de Andrea Juárez, pero sus rulos soportan estoicos y bien armados a fuerza, seguramente, de productos de primera calidad. Los ojos delineados con trazo grueso, la risa ruidosa, Andrea repetirá con una voz entusiasta que ella es “muy minita, igual que Kari”.

—Es muy de minita lo que te voy a decir. Muy de minita boluda. Me acuerdo que yo había llegado de viaje y entré tarde a la facultad, así que me fui atrás de todo. Yo tenía una mochila. No era de marca, la había comprado en Estados Unidos, pero no era de marca. Y cuando me siento, me dice: “No puedo creer que tenés la misma mochila que yo”. Era raro porque no era de marca. Entonces le dije: “Ah, la compré en tal lugar en Estados Unidos”. “Ah, yo también”. Bien de minitas boludas. Así fue como empezó nuestra amistad con Kari.

—¿Cómo era Karina en clase?

—Muy atenta. No era una alumna [de] 10, pero todo el tiempo tomaba nota. Le gustaba que estuviera todo perfecto, que nos juntáramos para hacer los trabajos prácticos. Bastante obsesiva con eso.

—¿Ya le interesaba la política en ese momento?

—¡No! ¡Jamás! Nunca, nunca, nunca —Andrea abre los ojos bien grandes y se ríe, como si la pregunta le resultara entre escandalosa y divertida—. Nunca le interesó la política a Kari, y a mí tampoco. La única charla de política que tuvimos en todos los años de facultad fue porque yo había votado a Menem y ella también. Nunca más hablamos de política ni de a quién votó cada una. Para mí, el gobierno de Menem fue espectacular. Yo me tomaba dos días y me iba a Miami, dos días y me iba a Nueva York. Me iba a buscar ropa y la vendía acá. Para mí fue… Yo sé que mucha gente la pasó mal. Pero para mí, para mí, eh, fue glorioso.

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Karina Milei y Andrea Juárez se conocieron en 1995. El presidente en ese entonces era Carlos Saúl Menem, cuyo primer gobierno, para Javier Milei, “fue el mejor de la historia”. Menem había asumido en medio de una hiperinflación superior a 3 000% anual, y logró reducirla drásticamente durante los primeros años de mandato. Su gestión se caracterizó por llevar a cabo varias de las medidas que pregona el gobierno que ahora integra Karina Milei: achicamiento del Estado, privatizaciones masivas de servicios públicos, apertura total de la economía. El ingreso indiscriminado de productos importados dejó en la ruina a decenas de miles de pequeñas y medianas empresas locales. Promediando la presidencia de Menem, hacia 1996, la tasa de desempleo ascendió a 17.3%, una de las más altas de la historia argentina.

Desde que se conocieron, Andrea Juárez y Karina Milei permanecieron unidas. Andrea dice que “Alice y Beto”, como llama ella a Alicia y Norberto Milei, son como sus padres. Hace 12 años, cuando Andrea se separó de un novio con el que había convivido mucho tiempo, Karina la alojó en su departamento. Vivieron juntas cinco meses. Ese es un gesto por el cual siempre estará agradecida. Actualmente Andrea trabaja como asistente de Karina, pero no en cuestiones vinculadas con su agenda política, sino “en cosas personales, que requieren alguien de mucha confianza”. Según Andrea, los intereses de Karina no cambiaron mucho en todos estos años.

—A Kari siempre le gustó lo mismo. La parte artística, ir al teatro, pintar, hacer esculturas. La pastelería. Y la ropa, las carteras. Ama los perfumes Kari, los ama. Cuando vos la saludás es como que se te queda impregnado el aroma.

—¿Y te acordás cómo era Karina socialmente en la universidad?

—Era tímida. Muy introvertida. Mucho más introvertida que ahora. Por más que ella no dé entrevistas, la parte de la política tiene mucha… ella tiene… no sé si decirlo así… poder. Le dan mucha bolilla a ella. Antes era una persona más introvertida. La verdad es que no era la líder del grupo.

¿Cómo se transforma esta mujer, en apariencia anodina, una alumna promedio que ni siquiera lideraba su grupo de amigas en la universidad y que jamás manifestó el más mínimo interés por la política, en el Jefe del partido que gobierna la Argentina?

Ilustración de Karina Milei y Javier Milei
En su campaña, si se le preguntaba a Javier Milei qué cargo tendría Karina en el caso de que accediera a la presidencia de la nación, su respuesta era siempre la misma: primera dama. Ilustración: Alejandra Otero.

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Esa especie de grisura o mediocridad que le achacan a Karina Milei sus detractores ha sido, para muchos miembros de La Libertad Avanza, su mayor diferencial como jefa de campaña. Y no de cualquier campaña, sino de una inédita que logró que Javier Milei pasara de figura mediática extravagante a diputado y luego a presidente de la nación en menos de tres años. Mientras que los consultores más renombrados cobran fortunas para ofrecer a sus candidatos una interpretación de lo que entienden que son los deseos, miedos y aspiraciones del votante promedio, al cual solo pueden acceder a través de focus groups, encuestas y sondeos de opinión, Karina Milei se jacta de no necesitar nada de eso. Ella es, según ella misma y sus allegados, el votante promedio: amante de los animales, familiera, hija de un conductor de autobuses que progresó económicamente, emprendedora afectada por las restricciones impuestas por el Gobierno argentino durante la pandemia, una ciudadana harta de la inflación. Todo eso es cierto. En todo caso, si hay en su biografía aspectos que la alejan de los lugares comunes de las clases medias urbanas, se ha ocupado de ocultarlos. Por ejemplo, nunca dijo que entre 2018 y 2022 fue directora de una sociedad familiar que compró cuatro departamentos en Miami por casi tres millones de dólares. El dato, que en sí mismo no constituía ningún delito, se hizo público recién en 2024, cuando lo reveló una investigación conjunta de elDiarioAR y La Nación. Tampoco ha dicho que su padre le regaló el departamento de cuatro ambientes en la torre en la que vive.

El relato que hacen Karina Milei en particular y la familia Milei en general de su propia vida está atravesado por lo que el sociólogo y doctor en Antropología Pablo Semán, uno de los investigadores que más estudiaron el ascenso de La Libertad Avanza, designa como “mejorismo”.

—Se presenta como una típica persona que prospera por sus propios medios, sin acudir al Estado, en todo caso con la ayuda de su familia y en un crecimiento que también es familiar —dice Semán—. El elemento mínimo para definir el mejorismo es la aspiración y el ideal de prosperar económicamente a partir del propio esfuerzo, de la propia capacidad de asumir riesgos y de la propia habilidad.

En una economía como la argentina, donde los tres presidentes anteriores a Javier Milei terminaron sus mandatos con una inflación que duplicaba la que había cuando asumieron, esas narrativas “mejoristas”, de por sí bastante intuitivas, cobraron mayor preponderancia. El Estado, incapaz de dar respuesta a los problemas de la economía, pasó a ser considerado cada vez más como un lastre que entorpecía el desarrollo personal a fuerza de impuestos y trabas de todo tipo, con las restricciones pandémicas como su mayor exponente.

—La división entre lo estatal y lo privado se vuelve muy relevante —continúa Semán—. Los que trabajaron en el Estado los últimos 20 años tuvieron una estabilidad salarial, más allá de cobrar salarios bajos, mientras que los que estaban en el mundo privado sufrieron una inestabilidad enorme, especialmente en pandemia, donde la diferencia entre los sectores privado y público fue gigante.

Justamente en octubre de 2020, tras siete meses de restricciones de distinta clase, incluidas varias cuarentenas estrictas, y en medio de una crisis económica que combinaba recesión con inflación, Javier Milei anunció su voluntad de incursionar en política con un discurso que señalaba al Estado como su principal enemigo. No estaba diciendo nada que no hubiese dicho en los cuatro años anteriores en televisión, solo que en ese contexto dejó de ser meramente un personaje excéntrico de la extrema derecha mediática y pasó a convertirse en un potencial candidato.

Karina Milei no lideró la campaña a diputado de su hermano en 2021, como sí lo hizo en 2023 en la carrera presidencial. Carlos Maslatón, quien fue uno de los principales referentes de aquella primera campaña, recuerda a Karina como una suerte de secretaria de Javier Milei: una mujer prolija y ordenada, siempre en segundo plano, más parecida al relato que hace Andrea Juárez de sus días en la universidad que a la imagen del Jefe que fue adquiriendo con el tiempo.

—En 2021 Karina era la persona que le manejaba la agenda a Javier Milei y la que organizaba un poco los eventos políticos, los actos en las plazas —recuerda Maslatón en su departamento del edificio Kavanagh, un rascacielos de estilo art déco construido en la década de los treinta.

Lilia Lemoine, actual diputada nacional por La Libertad Avanza, también participó en aquella campaña de 2021 como fotógrafa y maquilladora de Javier Milei.

—En 2021 Karina hizo mucho trabajo tras bambalinas. Lo que nadie quiere hacer: producción, organización, prensa —dice Lemoine, en un café a metros de la Casa Rosada, la sede del poder ejecutivo.

La campaña de 2021 estuvo liderada por tres hombres: Ramiro Marra, Marcos Urtubey y Eugenio Casielles, todos con trayectoria y formación en política. Sin embargo, Karina Milei, desde el rol marginal que le habían reservado, hizo tres aportes valiosos. En primer lugar, como venía haciendo desde hacía años, alentó a su hermano a que incorporara elementos disruptivos a sus charlas sobre economía. “La clave se encontraba en brindar conferencias que no solo dieran contenido académico, sino que apasionaran a la concurrencia y la hicieran emocionar”, explicó la propia Karina Milei en El camino del libertario (Planeta, 2022), una especie de autobiografía de Javier Milei en la que también hay algunos capítulos escritos por amigos y familiares. A tal punto fue exitosa esa estrategia que, en mayo de 2021, Javier Milei brindó una conferencia online con 10 000 participantes, postulada al récord Guinness como la clase de economía con mayor concurrencia de la historia. En segundo lugar, Karina Milei también fue quien propuso el nombre del frente electoral: La Libertad Avanza. En tercer lugar, fue suya la idea de que Javier Milei sorteara su salario en caso de resultar electo diputado, lo cual le aportó enorme popularidad. En cada uno de los sorteos mensuales hubo entre un millón y 2.8 millones de personas inscriptas.

Ninguna de estas cuestiones, por supuesto, mejoró en nada la calidad de vida de los argentinos. Al contrario, contribuyeron al ascenso y posterior arribo a la presidencia de un candidato que logró reducir la inflación de 12.8% mensual que dejó la gestión anterior, en noviembre de 2023, a 4.2%, pero que, al menos hasta junio de 2024, empeoró casi todos los demás indicadores que dan cuenta del poder adquisitivo de los ciudadanos. En apenas cinco meses de mandato de Milei, la indigencia prácticamente se duplicó —pasó de 9.6% a 17.5%—; el salario real experimentó una caída de casi 15%, una de las más pronunciadas de la historia argentina; la pobreza aumentó a 55%, el pico más alto desde 2002; los bancos informaron el cierre de 275 000 “cuentas sueldo”, en las que los trabajadores formales, tanto del sector público como del privado, cobraban su salario. Tampoco es la finalidad de una asesora de campaña proponer políticas públicas que mejoren la vida de nadie, sino lograr exactamente lo que lograron los Milei en 2021: un buen resultado electoral.

Para la candidatura presidencial de 2023, Karina Milei desplazó a Marra, Urtubey y Casielles, también a Maslatón, e incluso a Carlos Kikuchi, un jefe de campaña que ella misma acababa de encumbrar. Ya ubicada como el Jefe en toda su plenitud, concentró dos tareas fundamentales que no debieron haber estado relacionadas: administrar las finanzas de La Libertad Avanza y conseguir candidatos que quisieran postularse en todas las provincias del país.

—Karina ya venía manejando las finanzas de Javier, la parte práctica —recuerda Lilia Lemoine—. Es la que le decía: “Javi, tenés que meter más conferencias porque te estás quedando sin plata”.

Desde hacía varios años, Javier Milei había empezado a recaudar dinero brindando conferencias y espectáculos. En 2018, por ejemplo, había estrenado El consultorio de Milei, una obra de teatro que fue un éxito en la taquilla. Karina Milei participó como actriz —la obra curiosamente terminaba con Javier teniendo un brote psicótico y su hermana, que interpretaba a la secretaria de un psicólogo, llevándoselo con un chaleco de fuerza—, pero también administraba los números.

—Karina era la encargada del aspecto económico. Me preguntaba mucho sobre la plata, cuántas entradas se habían vendido, cuándo le iban a pagar su parte, esas cosas —recuerda Nito Artaza, productor del espectáculo.

Maslatón dice que a Javier Milei nunca le interesó el dinero. En cambio, a Karina sí. Mucho.

—Lo que yo observé en la campaña es que a Karina le gusta acumular plata. La Libertad Avanza funciona como una franquicia: para presentarse con su sello en una provincia, lo cual les aporta muchos votos, los candidatos tienen que pagar. Karina es la que junta el dinero y la que les cobra a los candidatos que acceden a un cargo.

Las denuncias públicas de venta de candidaturas por parte del equipo que lideraba Karina Milei en 2023 fueron muchas y variadas. En algunos casos los denunciantes dijeron que se pedían directamente sumas de dinero en efectivo. El empresario Juan Carlos Blumberg, que había formado parte del espacio, contó en julio de ese año que La Libertad Avanza cobraba “hasta 50 000 dólares” por una candidatura a concejal.

En otros casos, en vez de dinero en efectivo, los candidatos dijeron que debían comprometerse a nombrar como asesores en cargos públicos a personas que en realidad no iban a trabajar y cuyos salarios, pagados por el Estado, se utilizarían para financiar el espacio político.

—A mí me llamaron desde el equipo de Karina Milei para decirme que tenía que nombrar a ocho asesores, que no iban a trabajar, para quedarse con esos sueldos —dice por teléfono, desde Neuquén, Carlos Eguía, quien fue el candidato a gobernador de esa provincia apoyado por Javier Milei en 2023—. ¿No estábamos en contra de los que viven del Estado sin trabajar? ¿No queríamos achicar el Estado? Karina me dijo: “Bueno, Carlos, pero entendé que de alguna manera tenemos que financiar el partido, necesitamos plata”. Te imaginás que la mandé a la mierda.

Eguía relató la misma versión en diferentes entrevistas con medios. Karina Milei nunca lo desmintió.

Más allá de sus múltiples tareas —organización, estrategia, prensa, manejo de las finanzas—, para muchos, el motivo del ascenso de Karina Milei no se debió estrictamente a sus aportes en la campaña, si bien importantes, no imprescindibles. Juan Luis González, autor de El loco (Planeta, 2023), la biografía no autorizada de Javier Milei, libro que reveló muchos de los aspectos ocultos del presidente, lo pone en estos términos:

—El mayor capital político que tiene Karina Milei es el monopolio emocional sobre su hermano. Eso es lo que le da todo el poder.

Maslatón coincide:

—Yo te diría que Karina es la dueña de Javier Milei. Viene dominando la mente de su hermano desde que él era chico.

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Quizás porque era mujer, quizás porque era menos revoltosa y pasaba más desapercibida que Javier, Karina no fue víctima directa de las palizas de Norberto Milei. En abril de 1982, con nueve años recién cumplidos, terminó hospitalizada, pero no producto de la violencia física ejercida sobre ella, sino por una crisis nerviosa tras haber visto cómo su padre golpeaba con ferocidad —más ferocidad que de costumbre— a Javier, que en ese entonces tenía 12. No parece exagerado decir que Karina sufría como propios los golpes recibidos por su hermano mayor. Años después, el realizador audiovisual de La Libertad Avanza, Santiago Oría, amigo personal de los hermanos Milei, dirá: “En mi opinión estas dos personas son prácticamente dos cuerpos que comparten una misma alma”.

Todos los relatos de Karina Milei sobre su propia infancia incluidos en el capítulo que escribió para El camino del libertario tienen dos puntos en común. En todos, Javier es el protagonista y ella el personaje secundario, y en todos, a pesar de ser ella la hermana menor, aparece como su protectora frente a algo o alguien que puede producirle un daño: Javier es arquero de un equipo de fútbol infantil y Karina, que hace la tarea de la escuela en las gradas, se pelea con los rivales cuando lo insultan; Javier ataja en otro equipo, a los 11, y Karina enciende fogatas cerca del arco para que no lo piquen los mosquitos; Javier canta en una banda de rock, ya en su adolescencia, y Karina lucha con las fans para recuperar la ropa que él revolea desde el escenario. Rivales hostiles, mosquitos, fanáticas afiebradas, da igual: siempre está ahí Karina para proteger a su hermano. A pesar de cómo se muestran en público —él: agresivo, carismático, megalómano; ella: apocada, retraída, espectral—, en esos relatos se ve quién es el débil y quién la fuerte.

Con el correr de los años, proteger a su hermano mayor se convirtió en algo así como un trabajo de tiempo completo para Karina Milei; un trabajo por el cual dejó todo lo demás de lado, incluida su vida afectiva, pero que también le confirió muchísimo poder.

Además de ser diputada nacional, Lilia Lemoine es una de las personas más cercanas a los hermanos Milei. En 2020 fue pareja de Javier y, por lo tanto, cuñada de Karina, a quien considera “muy amiga”. En efecto, pidió reunirse en este café en particular, a metros de la Casa Rosada, porque acaba de pasar a llevarle un regalo por su cumpleaños a Karina: “Una pavadita. Cositas, cositas de maquillaje”.

—Tienen peleas, como todos los hermanos —dice Lilia Lemoine—. A veces Javier no la quiere escuchar; entonces, Karina se enoja y le deja de hablar, pero él al final vuelve porque, si no, se queda muy solo.

—¿Y ella no se quedaría sola sin él?

—Si por alguna razón Javier no estuviera, Karina tendría una vida social supernutrida. En cambio, él no. Ella está sacrificando mucho para estar con el hermano. Cuando la conocí a Karina, todo el mundo ya estaba usando los sitios de citas. Un día sale con un tipo y el flaco al rato le dice: “¿Me conseguirías un autógrafo de tu hermano?”. Ahí ya no quiso usar más las apps. Karina está todavía más enfocada y más dedicada a la causa que Javier.

—¿En qué lo ves eso?

—Él se ha detenido a tener algunas novias. Ella no se detuvo a tener novios.

—¿Hace mucho que Karina no tiene novios?

—Sé que ha salido, pero no… Ella trabaja de sol a sol. Es imposible. Por eso, cuando uno dice: “Che, no tiene hijos”. Y bueno, ¿cómo hace?

—Pero ¿Karina quiere tener hijos?

—Sí. Yo congelé óvulos y ella también. Viste que a veces el ritmo de vida te hace pasar eso de largo. A mí no me sorprendería en el futuro quizás teniendo una familia.

—¿Con una pareja o por su cuenta?

—No, con una pareja. Lo que pasa es que tiene que recuperar el apellido. Sabés lo feo que es no poder… Ella es Karina Milei. Cuando decimos Milei, ¿en quién pensamos? En Javier. Igual son recíprocos en ese sentido. Y también creo… —Lilia Lemoine hace una pausa. Sopesa lo que está a punto de decir. Lo dice igual—. Esto es complicado porque joden con eso de que se coge a la hermana —en la Argentina las referencias a modo de burla por la relación supuestamente incestuosa entre los hermanos Milei son frecuentes en redes sociales e incluso en manifestaciones políticas opositoras—, pero cuando vos lo pensás desde la óptica de dos adultos, ¿por qué los hombres se casan? Muchas veces para que una mujer los acompañe, los ayude. No es solo por la índole sexual. Pero como Javier la tiene a Karina, que lo administra, lo ayuda, le cuida la espalda, lo protege, ¿para qué quiere una mujer?

Juan Luis González, el biógrafo de Javier Milei, relata situaciones similares a las que describe Lemoine, en las que, frente a una diferencia de criterios, Karina le retira la palabra a su hermano hasta que el presidente cede. Las fuentes de La Libertad Avanza que consultó para su libro utilizaron el término “manipulación”.

—En esto hago el paralelo de Karina con Norberto, su padre —dice González—. Tiene comportamientos extorsivos hacia el hermano. Fijate que, a diferencia de Javier, ella siempre se llevó bien con el padre.

A pesar de los golpes en la infancia, del sabotaje a su carrera universitaria en su juventud, de haber dicho por televisión que para él sus “progenitores” estaban muertos, Javier Milei recompuso su vínculo con sus padres en 2020, tras casi una década de no hablarles. Tanto Andrea Juárez como Lilia Lemoine cuentan que fue Karina quien le pidió a Javier Milei que se amigara con Norberto y Alicia. Él acató.

—Norberto Milei recién reaparece en la vida de su hijo cuando a Javier le empieza a ir bien —dice González—. Karina tiene muchos puntos en común. Los dos terminan succionándole la sangre. Ella se aprovecha de los huecos emocionales del hermano.

Ilustración de Javier Milei como caballo de Troya.
En palabras de Juan Luis González, autor de 'El loco', la biografía no autorizada de Javier Milei: "El mayor capital político que tiene Karina Milei es el monopolio emocional sobre su hermano". Ilustración: Alejandra Otero.

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Celia Melamed es la persona que le enseñó a Karina Milei a comunicarse con los perros muertos. Este sábado soleado de fines de abril por la mañana está terminando una consulta por Zoom en su departamento del barrio de Villa Crespo. Sentada en una banqueta ergonómica sin respaldo, de frente a su laptop, la columna recta en un ángulo al que solo debe ser posible acceder después de toda una vida dedicada al yoga, se disculpa con su interlocutora, una chica joven que en este momento está llorando, y le pide que le recuerde, por favor, la pregunta.

—Si lo voy a volver a ver. Si en esta vida lo voy a volver a ver.

—Ah, cierto, si lo voy a volver a ver —repite Celia Melamed y, mientras repite, piensa. En rigor, analiza una foto que le envió la consultante. Su cabeza, repleta de rulos ensortijados y grises, se ladea ligeramente, como si quisiera estudiar la situación desde otro punto de vista—. Lo que siento ahora es que lo importante es el disfrute que vos tuviste con este animal mientras vivía. Me está mostrando que va a seguir su camino. Dejame ver si tiene alguna cosa más para decir, para transmitir —cierra los ojos, inhala con un gesto de preocupación, exhala con alivio: hay buenas noticias—. Yo lo siento tranquilo. Está bien y está equilibrado.

Celia Melamed es veterinaria y comunicadora interespecies. Tiene la habilidad —ella explica que no es un don innato, sino una habilidad que adquirió, de manera que también puede ser transmitida a otras personas— de comunicarse con animales fallecidos. Lo hace a través de la observación de fotos que le envían sus dueños.

—A veces me las mandan por WhatsApp, a veces me las muestran por la pantalla, y entonces yo conecto con el animal y voy sintiendo lo que me quiere decir. Y lo que voy sintiendo lo pongo en palabras para que la persona lo pueda entender —dice una vez finalizada la consulta.

Javier Milei contactó a Celia Melamed en 2017, cuando atravesaba el peor momento de su vida. Golpeado por su padre en la infancia, víctima de bullying en la escuela, siempre fue un hombre muy solo. Su biógrafo, Juan Luis González, cuenta que tuvo su primer amigo a los 33 años y su primera pareja a los 47. “Los únicos que siempre estuvieron conmigo han sido Conan y mi hermana Karina”, escribió Milei en El camino del libertario. Conan era su mastín inglés, a quien considera su hijo.

—Desde que adoptó a Conan en 2004, Javier Milei pasó 13 navidades y 13 años nuevos solo, encerrado con el perro, con dos copas de champán, una para cada uno, esperando que se hicieran las 12 de la noche —dice González.

En 2017 Conan tenía un diagnóstico terminal irreversible. Uno de los dos seres que Javier Milei más amaba, uno de sus únicos dos vínculos, se moría. Incapaz de soportar ese dolor, tomó dos decisiones: recopilar su material genético para poder clonarlo y contactar a Celia Melamed para poder seguir comunicado una vez que falleciera.

Melamed preferiría no hablar de su trabajo con Karina Milei para preservar su relación con su discípula, a quien aprecia mucho, pero, si se le pregunta, cuenta esto:

—Lo conocí primero a Javier, cuando Conan estaba muy enfermo. Ya en ese momento cada vez que hablaba de su hermana se le llenaban los ojos de lágrimas. Él le dijo a Karina que existía esta posibilidad de comunicación con animales y ella me preguntó si yo podía enseñarle, si podía venir a mi taller.

Para Javier Milei, Conan vive. Habla de su perro en presente, pero no en un presente histórico, referido a hechos del pasado, sino en un presente-presente: ahora mismo. Son muchísimos los ejemplos. En agosto de 2018 asiste a un programa de televisión en el canal América tv. La conductora dice al aire que la idea era que Javier presentara a Conan, ya que tantas veces había insistido que era muy importante para él. Milei contesta que no pudo llevarlo porque Conan sociabiliza con muy poca gente: apenas con él y con su hermana. El perro había muerto casi un año atrás.

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En 2017 hay un perro que ha muerto, un hombre roto de dolor y una mujer dispuesta a interpretar el papel que ha interpretado toda su vida: el de la protectora. Karina aprende de Celia Melamed a comunicarse con los animales fallecidos. A partir de ese momento, los dos seres que Javier Milei más ama se fusionan: Karina pasa a ser la voz de Conan. Eso implica, también, un enorme poder.

—Él mismo me ha dicho a mí que el perro le bajaba un mensaje —contó el economista Mariano Fernández, amigo de Javier Milei en esos tiempos, en un pódcast de la revista Anfibia y El País sobre la vida del presidente.

El mensaje que le baja Conan a través de Karina es, para Javier Milei, la palabra de Dios, la palabra del Jefe. De ahí el influjo que Karina ejerce sobre él y que lo deja reducido a un mero divulgador. De ahí que acate todas las órdenes, como la que recibió en 2020 y que lo cambió todo: tras una vida entera de denostar a los políticos profesionales y jurar que nunca jamás ocuparía un cargo público, ese año Dios se le presentó a Javier Milei a través de Conan, es decir, a través de Karina. Él se lo ha contado a las personas que estaban más cerca suyo en esa época. Uno de ellos, Carlos Maslatón:

—Javier me dijo que en 2020 Dios le encomendó la tarea de hacer de la Argentina un país liberal. Por eso se metió en política.

Juan Luis González sostiene que ese designio divino es el gran punto de inflexión en la vida de Karina Milei.

—Hasta que Dios se le aparece a Javier Milei, Karina siempre había tenido una vida muy gris, estaba buscando un rumbo —dice el autor de El loco—. Nunca vamos a saber si ella inventa los mensajes que le baja Conan o si realmente lo cree. Pero es innegable que los usa a su favor.

Era un momento en el cual, restringida por la cuarentena, Karina Milei sobrevivía vendiendo tortas a sus vecinos. Sin logros académicos ni laborales, su carrera de relacionista pública estaba estancada. Su emprendimiento como pastelera se parecía más a un hobby que a un negocio del cual vivir: “Kari no ganaba plata con eso, es una excelente repostera, pero vendía todo al costo”, dice su amiga Andrea Juárez. Dependía, en buena medida, del dinero de su familia: de esa familia. Pero Karina, fanática número uno de su hermano desde la infancia, conocía la capacidad que tenía Javier Milei. Era un tipo solitario, sí, pero no le faltaba carisma cuando lideraba su banda de rock adolescente. El mismo carisma que le había ganado un lugar cada vez más preponderante en la televisión desde hacía cuatro años. Karina había visto el proceso, había sido testigo de cómo se fueron llenando las butacas en las sucesivas conferencias. Ella estuvo ahí, siempre acompañando a su hermano. Javier Milei lo dijo muchas veces: Karina fue la única persona que siempre creyó en él. Mientras los demás se burlaban, ella vio el potencial. De hecho, registró a su nombre la marca “Milei” en el boletín de la propiedad industrial. Entonces, en 2020 llegó ese mensaje divino. Dios le estaba diciendo a Javier Milei, Karina le estaba diciendo a Javier Milei que tenía una misión para él: la misión de meterse en política y no parar hasta ser presidente.

Ese designio forjó el ascenso de Karina Milei. El resto es mérito de su hermano.

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Karina Milei: la hermana menor

Karina Milei: la hermana menor

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El poder de la hermana de Javier Milei, actual presidente de la Argentina, es tan grande como invisible. ¿Quién es esta mujer desconocida que pasó de tener un emprendimiento gastronómico casero a ocupar un rol central en el gobierno?

El poder de la sombra

El lunes 13 de septiembre de 2021 parece ser un buen día para Javier Milei. Menos de un año atrás, en octubre de 2020, anunciaba su decisión de incursionar en política con la austeridad, la fe y el convencimiento propios de un predicador —parado sobre un banquito en el centro de una plaza, vociferando insultos y promesas de libertad a través de un micrófono—, y ahora está a punto de convertirse en diputado nacional. En aquellos no tan viejos tiempos, en Plaza Holanda, ciudad de Buenos Aires, unos pocos fieles, quizás 100, quizás algunos más, una cifra en cualquier caso insignificante para una carrera política, lo miraban entre divertidos, perplejos y entusiasmados mientras él gritaba en contra de los “hijos de puta pedazos de mierda [...] que avanzan sobre nuestra propiedad privada” y explicaba que venía a “pelearle los privilegios a esa oligarquía hija de puta de los políticos profesionales”. Su propuesta para lograrlo era, paradójicamente, convertirse él mismo en un político profesional, solo que para “dinamitar el Estado desde adentro”.

El choque entre su estilo grandilocuente y la escasa concurrencia de público lo convirtió en objeto de burlas aquel octubre de 2020. Diez meses después, hacia agosto de 2021, cuando lanzó de manera oficial su candidatura a diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires, sus detractores empezaron a tomarlo más en serio. Había logrado un crecimiento feroz: el acto de lanzamiento de campaña tuvo lugar en la misma plaza donde había anunciado que se metería en política, con un discurso más o menos idéntico, pero esta vez montado sobre un escenario de varios metros de altura, con personal de seguridad, escenografía y un público de miles de personas que lo aplaudían con fervor.

El lunes 13 de septiembre de 2021 parece ser un buen día para Javier Milei porque acaba de tener un debut electoral prometedor. Se presentó en las elecciones legislativas primarias y obtuvo 13.4% de los votos en la ciudad de Buenos Aires. Solo fue superado por los dos espacios políticos más importantes del país: Juntos por el Cambio —de centroderecha— y el Frente de Todos —peronista—. En caso de repetir un resultado similar en las generales, dentro de dos meses, se asegurará una banca en el Congreso. Durante los últimos años Javier Milei ha acumulado cada vez más minutos en pantalla. Llegó a convertirse en panelista ocasional y sus intervenciones se volvieron célebres por los insultos a su interlocutor o interlocutora de turno, a quienes calificó, entre otras cosas, de “zurdo de mierda”, “mentiroso serial”, “burra”, “imbécil”. Pero hoy ha sido invitado al programa de televisión de Viviana Canosa, una periodista tan incendiaria como él, referente mediática de los grupos antivacunas, y se lo ve alegre y tranquilo. Prácticamente no grita en ningún momento e incluso es capaz de mantener un intercambio de ideas sin insultar. Tras media hora de una conversación más o menos predecible, el tipo de charla que se espera de un político que acaba de obtener un buen resultado electoral, la conductora cambia el ángulo de la entrevista a un terreno más íntimo:

—Está detrás de cámara alguien que vos amás profundamente.

Conviene ver lo que sigue cuadro por cuadro para apreciar mejor la plasticidad con la cual una cara humana puede transformarse cuando es expuesta a una emoción extrema. El cambio es tan vertiginoso que casi se puede observar en tiempo real cómo los capilares se dilatan e irrigan sangre hacia la superficie de la piel. Las mejillas de Javier Milei, hasta hace un instante pálidas, adoptan una coloratura encendida. Pequeñas gotas de sudor comienzan a brotarle de la frente y el bozo. Los labios se arquean hacia arriba como tironeados por dos hilos invisibles clavados en cada comisura. Sin perder la sonrisa, los ojos, de un celeste glacial, primero se enrojecen y después se cargan de una humedad pesada que, dentro de unos segundos, se condensará y se precipitará en lágrimas de felicidad. Esta no es la cara de un candidato satisfecho por haber obtenido más votos de lo previsto ni la de un político que logró sobreponerse a la indiferencia del electorado a fuerza de insultos y amenazas. Es la cara de un niño que está viendo, en este preciso momento, a Papá Noel descender por la chimenea con una bolsa repleta de regalos y que no se imagina, bajo ningún concepto, que Papá Noel son los padres disfrazados.

—Hablame de tu hermana —insiste la conductora, que no quiere desaprovechar el momento televisivo—. ¿Qué es tu hermana en tu vida? Ayer la veía, la veo hoy, la veo siempre que viene con vos. Tenés una devoción por ella.

—Mirá, vos sabés que Moisés era un gran líder. Pero no era bueno divulgando. Y entonces Dios le mandó a Aarón para que, digamos, divulgue. Bueno, Kari es Moisés y yo soy el que divulga. Nada más. Soy solo un divulgador.

Entonces, el llanto.

Javier Milei, el predicador mesiánico a quien le da igual gritar sus verdades en una plaza colmada o ante un público escuálido, el revulsivo dispuesto a insultar a quien sea donde sea, el candidato al que contra todo pronóstico las urnas acaban de darle la razón, el hombre que en dos meses se convertirá en diputado nacional y, en dos años, en presidente de la Argentina, de pronto se reduce a sí mismo a un mero divulgador, a un subordinado de una figura mucho más importante, ante la cual agacha la cabeza con humildad y sumisión.

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Ahora se seca las lágrimas, primero del ojo izquierdo, después del derecho, mientras el plano se abre y lo muestra sentado en el borde de la silla, la espalda encorvada hacia adelante, las manos entrelazadas entre los muslos, encogido. Esto es lo que provoca Karina Milei, la sola evocación de Karina Milei, en Javier Milei. El rubor. La transpiración. La risa. El llanto.

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El 10 de diciembre de 2023, el mismo día en que asumió como presidente de la nación con 55.6% de los votos, Javier Milei derogó una norma que prohibía designar a familiares en la administración pública. Acto seguido, nombró a su hermana, Karina, secretaria general de la Presidencia.

Hasta el 10 de diciembre de 2023 Karina Milei era la mujer más importante en la vida de su hermano. A partir del 10 de diciembre pasó a ser, también, una de las mujeres más importantes de la Argentina. Institucionalmente, según el organigrama de la administración pública nacional, el cargo que ocupa abarca tareas como ceremonial y protocolo, elaboración de declaraciones y manejo del vínculo con la sociedad civil: asuntos menores que no dan cuenta de su verdadero poder. Karina Milei es la asesora más cercana al presidente, tiene incidencia en la elección de funcionarios de alto rango y supervisa las negociaciones legislativas en proyectos cruciales como la Ley Bases, un paquete de normas que puede alterar por décadas la matriz productiva y fiscal de la Argentina.

—Hay un poder ejecutivo bicéfalo: uno votado, Javier Milei, y otra no votada pero elegida por él. Gobiernan dos —dice Carlos Maslatón, abogado especialista en Finanzas y uno de los más importantes impulsores del lanzamiento de Javier Milei a la política, ahora distanciado tanto del presidente como de su hermana.

Los hermanos Milei se dividen las tareas. Mientras que Javier se encarga exclusivamente de la economía —“No entiende la política”, dijo su jefe de Gabinete, Guillermo Francos—, Karina es la “general política” y quien “lleva las riendas del partido”, como la describió el periódico británico Financial Times.

El presidente utiliza el mismo sustantivo masculino para designar a Dios y a Karina Milei: el Jefe. Así la llaman también muchos miembros de La Libertad Avanza, el frente político fundado por los hermanos Milei en 2021 y al que Karina le dio el nombre. Se han publicado sobre ella artículos, crónicas, perfiles e informes audiovisuales no solo en el Financial Times, sino también en medios como la BBC, El País, CNN, El Universal, La Nación, Le Monde. A ninguno le concedió una entrevista. Como no habla con la prensa, sus ideas e incluso algunos aspectos de su personalidad permanecen inexpugnables. El poder de Karina Milei se constata cuando ya es un hecho consumado: tal jefe de campaña no trabaja más, tal legislador ignoto ahora preside una comisión clave en el Congreso, tal funcionario cayó en desgracia. “Decisión de Karina”, afirman los desplazados o los ungidos con idéntico desconcierto.

—Karina es quien dice “este sí, este no”. Así de simple. Las bolillas negras que ella determina se acatan —cuenta Maslatón.

Ilustración de Javier Milei
El presidente utiliza el mismo sustantivo masculino para designar a Dios y a Karina Milei: el Jefe. Ilustración: Alejandra Otero.

Una de sus últimas “bolillas negras” tuvo lugar en abril de 2024. La diputada de La Libertad Avanza Marcela Pagano, cercana a Javier Milei, fue designada —con el visto bueno del propio presidente— como titular de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados, un puesto clave para anticipar y prevenir cualquier intento de destitución. Una vez enterada, Karina Milei no estuvo de acuerdo. Prefería poner a alguien de su extrema confianza y le exigió la renuncia a Pagano, quien días después tuvo que ser hospitalizada por una úlcera sangrante. El entorno de Pagano le atribuyó su problema de salud a la presión ejercida por la hermana del presidente.

Cultora del bajo perfil, como secretaria general de la Presidencia, Karina Milei tuvo una sola intervención pública que duró 60 segundos exactos. El 8 de marzo de 2024, en el Día Internacional de la Mujer, anunció en un video, con la voz fatigada y displicente, como si tuviera cosas más importantes de las que ocuparse, que el Salón de las Mujeres, donde se exhibían retratos de políticas, escritoras, actrices y otras figuras femeninas de la historia argentina, dejaría de existir. En su lugar, inauguró el Salón de los Próceres, integrado de forma exclusiva por hombres. “Nos importa la gran historia [...] y no el guiño político estéril a un movimiento militante del momento”, dijo durante su locución de un minuto, una crítica abierta al movimiento feminista. Ni antes ni después volvió a hablar en público como funcionaria. Desde 2020, cuando comenzó a acompañar a su hermano en su incursión en política, Karina Milei trabaja en las sombras. El presidente ha expuesto sus emociones, sus miedos, sus inseguridades, incluso sus dramas familiares en televisión. El Jefe, en cambio, es un gran misterio: “Está detrás de cámara alguien que vos amás profundamente”. Karina Milei es alguien detrás de cámara. Casi siempre.

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Viernes 29 de enero de 2016. Prime time de El Trece, uno de los canales de televisión con mayor rating de la Argentina. Guido a la Noche es un programa de entretenimiento que, como su nombre lo indica, está conducido por un hombre llamado Guido, Guido Kaczka, y, también como su nombre lo indica, se emite a la noche.

—¡Karina! ¿Cómo va, Karina? —la saluda Kaczka, quien solo puede saber que la mujer rubia y sonriente que tiene delante, una perfecta desconocida en 2016, lleva ese nombre, Karina, porque: a) se lo acaba de informar un productor o b) se lo acaba de preguntar a la propia Karina fuera del aire.

—Bien, bárbaro —contesta ella radiante, la sonrisa amplia, los ojos celestes divertidos. Parece gustosa de estar en el programa. En definitiva, por algo se anotó. Lleva una blusa blanca con mostacillas bordadas color plateado y un saquito negro con transparencias, y sostiene una correa de perro en la mano izquierda.

—¿Karina qué?

—Milei.

—¿Cómo?

—Mi-lei —repite Karina, poniendo especial cuidado en la modulación de cada sílaba.

—Ah, Karina Milei. ¿Y los señores son?

—Mis papás.

Karina Milei nació en 1973. En diciembre de 2016 tiene 43 años. Ha llevado una vida que tanto sus amigos como enemigos coinciden en describir como “normal”. Familia de origen trabajador que prosperó —padre conductor de autobuses devenido empresario, madre ama de casa—, educación primaria y secundaria privadas. Título universitario: licenciada en Relaciones Públicas por la Universidad Argentina de la Empresa (uade), una institución también privada de módico prestigio. Ha alternado entre diferentes trabajos, pero nunca como empleada: administración de negocios familiares, emprendimientos de repostería promocionados por Facebook, venta de neumáticos, comercio de ropa y bijouterie en una galería poco concurrida del barrio porteño de Villa Devoto, donde se crio. Es en esta época una mujer anónima para Kaczka y para cualquiera que no forme parte de sus amistades o de su círculo íntimo. Su hermano, Javier, el hombre con quien comparte mucho más que el mismo color de ojos, todavía es un economista desconocido para el gran público.

La emisión de esta noche del programa de Kaczka es un “especial perros”. Karina se ha presentado junto a sus padres, Norberto Milei y Alicia Lucich, y su perro: un pastor suizo blanco, de porte distinguido, noble, como salido de Las crónicas de Narnia, llamado Aarón. Faltan varios años para que Javier Milei se designe a sí mismo con ese nombre, Aarón, el nombre del perro de su hermana.

De todas formas, hoy Javier Milei no se encuentra en los estudios de El Trece junto al resto de la familia. En este momento de su vida, a pesar de que tiene una estrecha relación con Karina, no se vincula con Norberto y Alicia, a quienes ni siquiera llama padres, sino “progenitores”.

—Yo no hablo con mis progenitores —explicará Javier Milei en otro programa de televisión unos años después—. No comparto los valores morales y éticos de ninguno de los dos. Durante todo mi proceso universitario, mi padre me hizo las mil y una. Por ejemplo, llegaba la época de los finales y me dejaba de hablar y me generaba un montón de situaciones de mucho estrés para que me fuera mal. Es un tipo muy complicado. Es la lógica que él tiene: darte algo y después generarte una situación para que te vaya mal y enrostrarte que sos un fracasado. Y mi mamá avaló. Debe hacer por lo menos siete u ocho años que no los veo. Para mí es como que ya no existen. De hecho, a mi hermana le tengo prohibido hablarme de ellos. Ella sigue siendo hostigada por ellos. Para mí, los dos están muertos.

Norberto Milei es alto, flaco y severo. En la emisión de Guido a la Noche viste un pantalón gris claro, una camisa a cuadros azul y negra, y un saco gris de un tono más oscuro que el pantalón. Su mujer, Alicia, no para de sonreír y tiene puesto un conjunto acorde a la temática del programa: animal print. Más precisamente, de leopardo. La siguiente pregunta de Guido Kaczka está dirigida a ella:

—¿Y Karina cómo era como estudiante?

—Regular —contesta Alicia, sin titubeos, en el prime time de uno de los canales de mayor rating de la televisión argentina. Se ríe.

El juego es muy simple. La mascota espera encerrada en un corralito. Una vez que se abra la puerta, atravesará una especie de pasillo, al final del cual hay una serie de bolos de bowling. Si voltea nueve, su dueña se ganará un smart tv. Todo ocurre en pocos segundos: la puerta del corralito se abre, Karina llama a su perro por el nombre, el perro atraviesa el pasillo con cierta prestancia, pero cuando llega a los bolos, apenas logra voltear seis. Final del juego. La familia Milei se esfuma intempestivamente sin recibir siquiera un “chau, gracias por participar”: así termina el debut televisivo de Karina Milei cuando ni ella, ni los padres, ni el conductor del programa se imaginan ni pueden imaginarse, por supuesto, lo que les deparará la vida.

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—Esperame un minuto que Kari me acaba de contar que está con Elon.

El Elon al que se refiere mientras revisa su celular Andrea Juárez, la mejor amiga de Karina Milei desde hace 30 años, cuando se conocieron en la carrera de Relaciones Públicas de la uade, es el magnate sudafricano Elon Musk, fundador de la compañía aeroespacial SpaceX, director general de Tesla y propietario de la red social X, cuyos sus usuarios insisten en llamar por su antiguo nombre: Twitter.

Desde el lanzamiento de su campaña, si se le preguntaba a Javier Milei qué cargo tendría Karina en el improbable caso de que él accediera a la presidencia de la nación, su respuesta era siempre la misma: primera dama. Incluso reveló un chiste interno que compartían entre hermanos: que él hacía todo lo que hacía, es decir, sus apariciones en televisión, sus discursos en las plazas, su carrera política entera, a fin de cuentas, solo para que ella pudiera llegar a ser primera dama. Es un rol que por costumbre en todo el mundo se asigna a la pareja del presidente, pero ninguno de los hermanos Milei se casó ni tuvo hijos. Cuando asumió como jefe del poder ejecutivo, al final Javier Milei no la nombró primera dama, sino secretaria general de la Presidencia. Pero a nivel protocolar se maneja como si lo fuera. En especial cuando el presidente viaja: casi nunca sale del país sin su hermana. La participación de Karina Milei en las ceremonias oficiales durante los viajes, tal como históricamente lo han hecho las parejas presidenciales, ha provocado algún equívoco incómodo, como cuando los hermanos asistieron a la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina, en una ceremonia a cargo del papa Francisco, y mientras las notas del órgano eclesiástico reverberaban en la cúpula de la Basílica de San Pedro, el locutor de la señal oficial Vatican News decía: “Informamos que en la santa misa participa el presidente de la República Argentina, Javier Milei, junto con su esposa, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei”.

Lo cierto es que el viernes 12 de abril de 2024, al mismo tiempo que Andrea Juárez toma un café con leche en un bar ubicado en el barrio porteño de Núñez, su amiga Karina, quien hace unos años se anotaba en un programa de entretenimientos con su perro para competir por un smart tv, está de viaje en Austin, Texas, recorriendo la planta de la automotriz Tesla junto a Javier Milei y al propio dueño de la empresa, el magnate Elon Musk.

Andrea Juárez nunca ha hablado con la prensa hasta hoy. Antes de aceptar, pidió permiso a Karina Milei. A pesar de negarse ella misma en reiteradas oportunidades a brindar cualquier clase de entrevista, se lo concedió.

—Justo estoy hablando con Kari. Dice que Elon es un genio. No, pará, no dijo un genio. Esperá que lo busco —Andrea vuelve a tomar su celular y revisa la conversación por WhatsApp con su amiga para no cometer una imprecisión—. “Muy copado Elon”, me puso.

La humedad intensa de este viernes otoñal en Buenos Aires podría conspirar contra el pelo encrespado y voluminoso de Andrea Juárez, pero sus rulos soportan estoicos y bien armados a fuerza, seguramente, de productos de primera calidad. Los ojos delineados con trazo grueso, la risa ruidosa, Andrea repetirá con una voz entusiasta que ella es “muy minita, igual que Kari”.

—Es muy de minita lo que te voy a decir. Muy de minita boluda. Me acuerdo que yo había llegado de viaje y entré tarde a la facultad, así que me fui atrás de todo. Yo tenía una mochila. No era de marca, la había comprado en Estados Unidos, pero no era de marca. Y cuando me siento, me dice: “No puedo creer que tenés la misma mochila que yo”. Era raro porque no era de marca. Entonces le dije: “Ah, la compré en tal lugar en Estados Unidos”. “Ah, yo también”. Bien de minitas boludas. Así fue como empezó nuestra amistad con Kari.

—¿Cómo era Karina en clase?

—Muy atenta. No era una alumna [de] 10, pero todo el tiempo tomaba nota. Le gustaba que estuviera todo perfecto, que nos juntáramos para hacer los trabajos prácticos. Bastante obsesiva con eso.

—¿Ya le interesaba la política en ese momento?

—¡No! ¡Jamás! Nunca, nunca, nunca —Andrea abre los ojos bien grandes y se ríe, como si la pregunta le resultara entre escandalosa y divertida—. Nunca le interesó la política a Kari, y a mí tampoco. La única charla de política que tuvimos en todos los años de facultad fue porque yo había votado a Menem y ella también. Nunca más hablamos de política ni de a quién votó cada una. Para mí, el gobierno de Menem fue espectacular. Yo me tomaba dos días y me iba a Miami, dos días y me iba a Nueva York. Me iba a buscar ropa y la vendía acá. Para mí fue… Yo sé que mucha gente la pasó mal. Pero para mí, para mí, eh, fue glorioso.

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Karina Milei y Andrea Juárez se conocieron en 1995. El presidente en ese entonces era Carlos Saúl Menem, cuyo primer gobierno, para Javier Milei, “fue el mejor de la historia”. Menem había asumido en medio de una hiperinflación superior a 3 000% anual, y logró reducirla drásticamente durante los primeros años de mandato. Su gestión se caracterizó por llevar a cabo varias de las medidas que pregona el gobierno que ahora integra Karina Milei: achicamiento del Estado, privatizaciones masivas de servicios públicos, apertura total de la economía. El ingreso indiscriminado de productos importados dejó en la ruina a decenas de miles de pequeñas y medianas empresas locales. Promediando la presidencia de Menem, hacia 1996, la tasa de desempleo ascendió a 17.3%, una de las más altas de la historia argentina.

Desde que se conocieron, Andrea Juárez y Karina Milei permanecieron unidas. Andrea dice que “Alice y Beto”, como llama ella a Alicia y Norberto Milei, son como sus padres. Hace 12 años, cuando Andrea se separó de un novio con el que había convivido mucho tiempo, Karina la alojó en su departamento. Vivieron juntas cinco meses. Ese es un gesto por el cual siempre estará agradecida. Actualmente Andrea trabaja como asistente de Karina, pero no en cuestiones vinculadas con su agenda política, sino “en cosas personales, que requieren alguien de mucha confianza”. Según Andrea, los intereses de Karina no cambiaron mucho en todos estos años.

—A Kari siempre le gustó lo mismo. La parte artística, ir al teatro, pintar, hacer esculturas. La pastelería. Y la ropa, las carteras. Ama los perfumes Kari, los ama. Cuando vos la saludás es como que se te queda impregnado el aroma.

—¿Y te acordás cómo era Karina socialmente en la universidad?

—Era tímida. Muy introvertida. Mucho más introvertida que ahora. Por más que ella no dé entrevistas, la parte de la política tiene mucha… ella tiene… no sé si decirlo así… poder. Le dan mucha bolilla a ella. Antes era una persona más introvertida. La verdad es que no era la líder del grupo.

¿Cómo se transforma esta mujer, en apariencia anodina, una alumna promedio que ni siquiera lideraba su grupo de amigas en la universidad y que jamás manifestó el más mínimo interés por la política, en el Jefe del partido que gobierna la Argentina?

Ilustración de Karina Milei y Javier Milei
En su campaña, si se le preguntaba a Javier Milei qué cargo tendría Karina en el caso de que accediera a la presidencia de la nación, su respuesta era siempre la misma: primera dama. Ilustración: Alejandra Otero.

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Esa especie de grisura o mediocridad que le achacan a Karina Milei sus detractores ha sido, para muchos miembros de La Libertad Avanza, su mayor diferencial como jefa de campaña. Y no de cualquier campaña, sino de una inédita que logró que Javier Milei pasara de figura mediática extravagante a diputado y luego a presidente de la nación en menos de tres años. Mientras que los consultores más renombrados cobran fortunas para ofrecer a sus candidatos una interpretación de lo que entienden que son los deseos, miedos y aspiraciones del votante promedio, al cual solo pueden acceder a través de focus groups, encuestas y sondeos de opinión, Karina Milei se jacta de no necesitar nada de eso. Ella es, según ella misma y sus allegados, el votante promedio: amante de los animales, familiera, hija de un conductor de autobuses que progresó económicamente, emprendedora afectada por las restricciones impuestas por el Gobierno argentino durante la pandemia, una ciudadana harta de la inflación. Todo eso es cierto. En todo caso, si hay en su biografía aspectos que la alejan de los lugares comunes de las clases medias urbanas, se ha ocupado de ocultarlos. Por ejemplo, nunca dijo que entre 2018 y 2022 fue directora de una sociedad familiar que compró cuatro departamentos en Miami por casi tres millones de dólares. El dato, que en sí mismo no constituía ningún delito, se hizo público recién en 2024, cuando lo reveló una investigación conjunta de elDiarioAR y La Nación. Tampoco ha dicho que su padre le regaló el departamento de cuatro ambientes en la torre en la que vive.

El relato que hacen Karina Milei en particular y la familia Milei en general de su propia vida está atravesado por lo que el sociólogo y doctor en Antropología Pablo Semán, uno de los investigadores que más estudiaron el ascenso de La Libertad Avanza, designa como “mejorismo”.

—Se presenta como una típica persona que prospera por sus propios medios, sin acudir al Estado, en todo caso con la ayuda de su familia y en un crecimiento que también es familiar —dice Semán—. El elemento mínimo para definir el mejorismo es la aspiración y el ideal de prosperar económicamente a partir del propio esfuerzo, de la propia capacidad de asumir riesgos y de la propia habilidad.

En una economía como la argentina, donde los tres presidentes anteriores a Javier Milei terminaron sus mandatos con una inflación que duplicaba la que había cuando asumieron, esas narrativas “mejoristas”, de por sí bastante intuitivas, cobraron mayor preponderancia. El Estado, incapaz de dar respuesta a los problemas de la economía, pasó a ser considerado cada vez más como un lastre que entorpecía el desarrollo personal a fuerza de impuestos y trabas de todo tipo, con las restricciones pandémicas como su mayor exponente.

—La división entre lo estatal y lo privado se vuelve muy relevante —continúa Semán—. Los que trabajaron en el Estado los últimos 20 años tuvieron una estabilidad salarial, más allá de cobrar salarios bajos, mientras que los que estaban en el mundo privado sufrieron una inestabilidad enorme, especialmente en pandemia, donde la diferencia entre los sectores privado y público fue gigante.

Justamente en octubre de 2020, tras siete meses de restricciones de distinta clase, incluidas varias cuarentenas estrictas, y en medio de una crisis económica que combinaba recesión con inflación, Javier Milei anunció su voluntad de incursionar en política con un discurso que señalaba al Estado como su principal enemigo. No estaba diciendo nada que no hubiese dicho en los cuatro años anteriores en televisión, solo que en ese contexto dejó de ser meramente un personaje excéntrico de la extrema derecha mediática y pasó a convertirse en un potencial candidato.

Karina Milei no lideró la campaña a diputado de su hermano en 2021, como sí lo hizo en 2023 en la carrera presidencial. Carlos Maslatón, quien fue uno de los principales referentes de aquella primera campaña, recuerda a Karina como una suerte de secretaria de Javier Milei: una mujer prolija y ordenada, siempre en segundo plano, más parecida al relato que hace Andrea Juárez de sus días en la universidad que a la imagen del Jefe que fue adquiriendo con el tiempo.

—En 2021 Karina era la persona que le manejaba la agenda a Javier Milei y la que organizaba un poco los eventos políticos, los actos en las plazas —recuerda Maslatón en su departamento del edificio Kavanagh, un rascacielos de estilo art déco construido en la década de los treinta.

Lilia Lemoine, actual diputada nacional por La Libertad Avanza, también participó en aquella campaña de 2021 como fotógrafa y maquilladora de Javier Milei.

—En 2021 Karina hizo mucho trabajo tras bambalinas. Lo que nadie quiere hacer: producción, organización, prensa —dice Lemoine, en un café a metros de la Casa Rosada, la sede del poder ejecutivo.

La campaña de 2021 estuvo liderada por tres hombres: Ramiro Marra, Marcos Urtubey y Eugenio Casielles, todos con trayectoria y formación en política. Sin embargo, Karina Milei, desde el rol marginal que le habían reservado, hizo tres aportes valiosos. En primer lugar, como venía haciendo desde hacía años, alentó a su hermano a que incorporara elementos disruptivos a sus charlas sobre economía. “La clave se encontraba en brindar conferencias que no solo dieran contenido académico, sino que apasionaran a la concurrencia y la hicieran emocionar”, explicó la propia Karina Milei en El camino del libertario (Planeta, 2022), una especie de autobiografía de Javier Milei en la que también hay algunos capítulos escritos por amigos y familiares. A tal punto fue exitosa esa estrategia que, en mayo de 2021, Javier Milei brindó una conferencia online con 10 000 participantes, postulada al récord Guinness como la clase de economía con mayor concurrencia de la historia. En segundo lugar, Karina Milei también fue quien propuso el nombre del frente electoral: La Libertad Avanza. En tercer lugar, fue suya la idea de que Javier Milei sorteara su salario en caso de resultar electo diputado, lo cual le aportó enorme popularidad. En cada uno de los sorteos mensuales hubo entre un millón y 2.8 millones de personas inscriptas.

Ninguna de estas cuestiones, por supuesto, mejoró en nada la calidad de vida de los argentinos. Al contrario, contribuyeron al ascenso y posterior arribo a la presidencia de un candidato que logró reducir la inflación de 12.8% mensual que dejó la gestión anterior, en noviembre de 2023, a 4.2%, pero que, al menos hasta junio de 2024, empeoró casi todos los demás indicadores que dan cuenta del poder adquisitivo de los ciudadanos. En apenas cinco meses de mandato de Milei, la indigencia prácticamente se duplicó —pasó de 9.6% a 17.5%—; el salario real experimentó una caída de casi 15%, una de las más pronunciadas de la historia argentina; la pobreza aumentó a 55%, el pico más alto desde 2002; los bancos informaron el cierre de 275 000 “cuentas sueldo”, en las que los trabajadores formales, tanto del sector público como del privado, cobraban su salario. Tampoco es la finalidad de una asesora de campaña proponer políticas públicas que mejoren la vida de nadie, sino lograr exactamente lo que lograron los Milei en 2021: un buen resultado electoral.

Para la candidatura presidencial de 2023, Karina Milei desplazó a Marra, Urtubey y Casielles, también a Maslatón, e incluso a Carlos Kikuchi, un jefe de campaña que ella misma acababa de encumbrar. Ya ubicada como el Jefe en toda su plenitud, concentró dos tareas fundamentales que no debieron haber estado relacionadas: administrar las finanzas de La Libertad Avanza y conseguir candidatos que quisieran postularse en todas las provincias del país.

—Karina ya venía manejando las finanzas de Javier, la parte práctica —recuerda Lilia Lemoine—. Es la que le decía: “Javi, tenés que meter más conferencias porque te estás quedando sin plata”.

Desde hacía varios años, Javier Milei había empezado a recaudar dinero brindando conferencias y espectáculos. En 2018, por ejemplo, había estrenado El consultorio de Milei, una obra de teatro que fue un éxito en la taquilla. Karina Milei participó como actriz —la obra curiosamente terminaba con Javier teniendo un brote psicótico y su hermana, que interpretaba a la secretaria de un psicólogo, llevándoselo con un chaleco de fuerza—, pero también administraba los números.

—Karina era la encargada del aspecto económico. Me preguntaba mucho sobre la plata, cuántas entradas se habían vendido, cuándo le iban a pagar su parte, esas cosas —recuerda Nito Artaza, productor del espectáculo.

Maslatón dice que a Javier Milei nunca le interesó el dinero. En cambio, a Karina sí. Mucho.

—Lo que yo observé en la campaña es que a Karina le gusta acumular plata. La Libertad Avanza funciona como una franquicia: para presentarse con su sello en una provincia, lo cual les aporta muchos votos, los candidatos tienen que pagar. Karina es la que junta el dinero y la que les cobra a los candidatos que acceden a un cargo.

Las denuncias públicas de venta de candidaturas por parte del equipo que lideraba Karina Milei en 2023 fueron muchas y variadas. En algunos casos los denunciantes dijeron que se pedían directamente sumas de dinero en efectivo. El empresario Juan Carlos Blumberg, que había formado parte del espacio, contó en julio de ese año que La Libertad Avanza cobraba “hasta 50 000 dólares” por una candidatura a concejal.

En otros casos, en vez de dinero en efectivo, los candidatos dijeron que debían comprometerse a nombrar como asesores en cargos públicos a personas que en realidad no iban a trabajar y cuyos salarios, pagados por el Estado, se utilizarían para financiar el espacio político.

—A mí me llamaron desde el equipo de Karina Milei para decirme que tenía que nombrar a ocho asesores, que no iban a trabajar, para quedarse con esos sueldos —dice por teléfono, desde Neuquén, Carlos Eguía, quien fue el candidato a gobernador de esa provincia apoyado por Javier Milei en 2023—. ¿No estábamos en contra de los que viven del Estado sin trabajar? ¿No queríamos achicar el Estado? Karina me dijo: “Bueno, Carlos, pero entendé que de alguna manera tenemos que financiar el partido, necesitamos plata”. Te imaginás que la mandé a la mierda.

Eguía relató la misma versión en diferentes entrevistas con medios. Karina Milei nunca lo desmintió.

Más allá de sus múltiples tareas —organización, estrategia, prensa, manejo de las finanzas—, para muchos, el motivo del ascenso de Karina Milei no se debió estrictamente a sus aportes en la campaña, si bien importantes, no imprescindibles. Juan Luis González, autor de El loco (Planeta, 2023), la biografía no autorizada de Javier Milei, libro que reveló muchos de los aspectos ocultos del presidente, lo pone en estos términos:

—El mayor capital político que tiene Karina Milei es el monopolio emocional sobre su hermano. Eso es lo que le da todo el poder.

Maslatón coincide:

—Yo te diría que Karina es la dueña de Javier Milei. Viene dominando la mente de su hermano desde que él era chico.

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Quizás porque era mujer, quizás porque era menos revoltosa y pasaba más desapercibida que Javier, Karina no fue víctima directa de las palizas de Norberto Milei. En abril de 1982, con nueve años recién cumplidos, terminó hospitalizada, pero no producto de la violencia física ejercida sobre ella, sino por una crisis nerviosa tras haber visto cómo su padre golpeaba con ferocidad —más ferocidad que de costumbre— a Javier, que en ese entonces tenía 12. No parece exagerado decir que Karina sufría como propios los golpes recibidos por su hermano mayor. Años después, el realizador audiovisual de La Libertad Avanza, Santiago Oría, amigo personal de los hermanos Milei, dirá: “En mi opinión estas dos personas son prácticamente dos cuerpos que comparten una misma alma”.

Todos los relatos de Karina Milei sobre su propia infancia incluidos en el capítulo que escribió para El camino del libertario tienen dos puntos en común. En todos, Javier es el protagonista y ella el personaje secundario, y en todos, a pesar de ser ella la hermana menor, aparece como su protectora frente a algo o alguien que puede producirle un daño: Javier es arquero de un equipo de fútbol infantil y Karina, que hace la tarea de la escuela en las gradas, se pelea con los rivales cuando lo insultan; Javier ataja en otro equipo, a los 11, y Karina enciende fogatas cerca del arco para que no lo piquen los mosquitos; Javier canta en una banda de rock, ya en su adolescencia, y Karina lucha con las fans para recuperar la ropa que él revolea desde el escenario. Rivales hostiles, mosquitos, fanáticas afiebradas, da igual: siempre está ahí Karina para proteger a su hermano. A pesar de cómo se muestran en público —él: agresivo, carismático, megalómano; ella: apocada, retraída, espectral—, en esos relatos se ve quién es el débil y quién la fuerte.

Con el correr de los años, proteger a su hermano mayor se convirtió en algo así como un trabajo de tiempo completo para Karina Milei; un trabajo por el cual dejó todo lo demás de lado, incluida su vida afectiva, pero que también le confirió muchísimo poder.

Además de ser diputada nacional, Lilia Lemoine es una de las personas más cercanas a los hermanos Milei. En 2020 fue pareja de Javier y, por lo tanto, cuñada de Karina, a quien considera “muy amiga”. En efecto, pidió reunirse en este café en particular, a metros de la Casa Rosada, porque acaba de pasar a llevarle un regalo por su cumpleaños a Karina: “Una pavadita. Cositas, cositas de maquillaje”.

—Tienen peleas, como todos los hermanos —dice Lilia Lemoine—. A veces Javier no la quiere escuchar; entonces, Karina se enoja y le deja de hablar, pero él al final vuelve porque, si no, se queda muy solo.

—¿Y ella no se quedaría sola sin él?

—Si por alguna razón Javier no estuviera, Karina tendría una vida social supernutrida. En cambio, él no. Ella está sacrificando mucho para estar con el hermano. Cuando la conocí a Karina, todo el mundo ya estaba usando los sitios de citas. Un día sale con un tipo y el flaco al rato le dice: “¿Me conseguirías un autógrafo de tu hermano?”. Ahí ya no quiso usar más las apps. Karina está todavía más enfocada y más dedicada a la causa que Javier.

—¿En qué lo ves eso?

—Él se ha detenido a tener algunas novias. Ella no se detuvo a tener novios.

—¿Hace mucho que Karina no tiene novios?

—Sé que ha salido, pero no… Ella trabaja de sol a sol. Es imposible. Por eso, cuando uno dice: “Che, no tiene hijos”. Y bueno, ¿cómo hace?

—Pero ¿Karina quiere tener hijos?

—Sí. Yo congelé óvulos y ella también. Viste que a veces el ritmo de vida te hace pasar eso de largo. A mí no me sorprendería en el futuro quizás teniendo una familia.

—¿Con una pareja o por su cuenta?

—No, con una pareja. Lo que pasa es que tiene que recuperar el apellido. Sabés lo feo que es no poder… Ella es Karina Milei. Cuando decimos Milei, ¿en quién pensamos? En Javier. Igual son recíprocos en ese sentido. Y también creo… —Lilia Lemoine hace una pausa. Sopesa lo que está a punto de decir. Lo dice igual—. Esto es complicado porque joden con eso de que se coge a la hermana —en la Argentina las referencias a modo de burla por la relación supuestamente incestuosa entre los hermanos Milei son frecuentes en redes sociales e incluso en manifestaciones políticas opositoras—, pero cuando vos lo pensás desde la óptica de dos adultos, ¿por qué los hombres se casan? Muchas veces para que una mujer los acompañe, los ayude. No es solo por la índole sexual. Pero como Javier la tiene a Karina, que lo administra, lo ayuda, le cuida la espalda, lo protege, ¿para qué quiere una mujer?

Juan Luis González, el biógrafo de Javier Milei, relata situaciones similares a las que describe Lemoine, en las que, frente a una diferencia de criterios, Karina le retira la palabra a su hermano hasta que el presidente cede. Las fuentes de La Libertad Avanza que consultó para su libro utilizaron el término “manipulación”.

—En esto hago el paralelo de Karina con Norberto, su padre —dice González—. Tiene comportamientos extorsivos hacia el hermano. Fijate que, a diferencia de Javier, ella siempre se llevó bien con el padre.

A pesar de los golpes en la infancia, del sabotaje a su carrera universitaria en su juventud, de haber dicho por televisión que para él sus “progenitores” estaban muertos, Javier Milei recompuso su vínculo con sus padres en 2020, tras casi una década de no hablarles. Tanto Andrea Juárez como Lilia Lemoine cuentan que fue Karina quien le pidió a Javier Milei que se amigara con Norberto y Alicia. Él acató.

—Norberto Milei recién reaparece en la vida de su hijo cuando a Javier le empieza a ir bien —dice González—. Karina tiene muchos puntos en común. Los dos terminan succionándole la sangre. Ella se aprovecha de los huecos emocionales del hermano.

Ilustración de Javier Milei como caballo de Troya.
En palabras de Juan Luis González, autor de 'El loco', la biografía no autorizada de Javier Milei: "El mayor capital político que tiene Karina Milei es el monopolio emocional sobre su hermano". Ilustración: Alejandra Otero.

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Celia Melamed es la persona que le enseñó a Karina Milei a comunicarse con los perros muertos. Este sábado soleado de fines de abril por la mañana está terminando una consulta por Zoom en su departamento del barrio de Villa Crespo. Sentada en una banqueta ergonómica sin respaldo, de frente a su laptop, la columna recta en un ángulo al que solo debe ser posible acceder después de toda una vida dedicada al yoga, se disculpa con su interlocutora, una chica joven que en este momento está llorando, y le pide que le recuerde, por favor, la pregunta.

—Si lo voy a volver a ver. Si en esta vida lo voy a volver a ver.

—Ah, cierto, si lo voy a volver a ver —repite Celia Melamed y, mientras repite, piensa. En rigor, analiza una foto que le envió la consultante. Su cabeza, repleta de rulos ensortijados y grises, se ladea ligeramente, como si quisiera estudiar la situación desde otro punto de vista—. Lo que siento ahora es que lo importante es el disfrute que vos tuviste con este animal mientras vivía. Me está mostrando que va a seguir su camino. Dejame ver si tiene alguna cosa más para decir, para transmitir —cierra los ojos, inhala con un gesto de preocupación, exhala con alivio: hay buenas noticias—. Yo lo siento tranquilo. Está bien y está equilibrado.

Celia Melamed es veterinaria y comunicadora interespecies. Tiene la habilidad —ella explica que no es un don innato, sino una habilidad que adquirió, de manera que también puede ser transmitida a otras personas— de comunicarse con animales fallecidos. Lo hace a través de la observación de fotos que le envían sus dueños.

—A veces me las mandan por WhatsApp, a veces me las muestran por la pantalla, y entonces yo conecto con el animal y voy sintiendo lo que me quiere decir. Y lo que voy sintiendo lo pongo en palabras para que la persona lo pueda entender —dice una vez finalizada la consulta.

Javier Milei contactó a Celia Melamed en 2017, cuando atravesaba el peor momento de su vida. Golpeado por su padre en la infancia, víctima de bullying en la escuela, siempre fue un hombre muy solo. Su biógrafo, Juan Luis González, cuenta que tuvo su primer amigo a los 33 años y su primera pareja a los 47. “Los únicos que siempre estuvieron conmigo han sido Conan y mi hermana Karina”, escribió Milei en El camino del libertario. Conan era su mastín inglés, a quien considera su hijo.

—Desde que adoptó a Conan en 2004, Javier Milei pasó 13 navidades y 13 años nuevos solo, encerrado con el perro, con dos copas de champán, una para cada uno, esperando que se hicieran las 12 de la noche —dice González.

En 2017 Conan tenía un diagnóstico terminal irreversible. Uno de los dos seres que Javier Milei más amaba, uno de sus únicos dos vínculos, se moría. Incapaz de soportar ese dolor, tomó dos decisiones: recopilar su material genético para poder clonarlo y contactar a Celia Melamed para poder seguir comunicado una vez que falleciera.

Melamed preferiría no hablar de su trabajo con Karina Milei para preservar su relación con su discípula, a quien aprecia mucho, pero, si se le pregunta, cuenta esto:

—Lo conocí primero a Javier, cuando Conan estaba muy enfermo. Ya en ese momento cada vez que hablaba de su hermana se le llenaban los ojos de lágrimas. Él le dijo a Karina que existía esta posibilidad de comunicación con animales y ella me preguntó si yo podía enseñarle, si podía venir a mi taller.

Para Javier Milei, Conan vive. Habla de su perro en presente, pero no en un presente histórico, referido a hechos del pasado, sino en un presente-presente: ahora mismo. Son muchísimos los ejemplos. En agosto de 2018 asiste a un programa de televisión en el canal América tv. La conductora dice al aire que la idea era que Javier presentara a Conan, ya que tantas veces había insistido que era muy importante para él. Milei contesta que no pudo llevarlo porque Conan sociabiliza con muy poca gente: apenas con él y con su hermana. El perro había muerto casi un año atrás.

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En 2017 hay un perro que ha muerto, un hombre roto de dolor y una mujer dispuesta a interpretar el papel que ha interpretado toda su vida: el de la protectora. Karina aprende de Celia Melamed a comunicarse con los animales fallecidos. A partir de ese momento, los dos seres que Javier Milei más ama se fusionan: Karina pasa a ser la voz de Conan. Eso implica, también, un enorme poder.

—Él mismo me ha dicho a mí que el perro le bajaba un mensaje —contó el economista Mariano Fernández, amigo de Javier Milei en esos tiempos, en un pódcast de la revista Anfibia y El País sobre la vida del presidente.

El mensaje que le baja Conan a través de Karina es, para Javier Milei, la palabra de Dios, la palabra del Jefe. De ahí el influjo que Karina ejerce sobre él y que lo deja reducido a un mero divulgador. De ahí que acate todas las órdenes, como la que recibió en 2020 y que lo cambió todo: tras una vida entera de denostar a los políticos profesionales y jurar que nunca jamás ocuparía un cargo público, ese año Dios se le presentó a Javier Milei a través de Conan, es decir, a través de Karina. Él se lo ha contado a las personas que estaban más cerca suyo en esa época. Uno de ellos, Carlos Maslatón:

—Javier me dijo que en 2020 Dios le encomendó la tarea de hacer de la Argentina un país liberal. Por eso se metió en política.

Juan Luis González sostiene que ese designio divino es el gran punto de inflexión en la vida de Karina Milei.

—Hasta que Dios se le aparece a Javier Milei, Karina siempre había tenido una vida muy gris, estaba buscando un rumbo —dice el autor de El loco—. Nunca vamos a saber si ella inventa los mensajes que le baja Conan o si realmente lo cree. Pero es innegable que los usa a su favor.

Era un momento en el cual, restringida por la cuarentena, Karina Milei sobrevivía vendiendo tortas a sus vecinos. Sin logros académicos ni laborales, su carrera de relacionista pública estaba estancada. Su emprendimiento como pastelera se parecía más a un hobby que a un negocio del cual vivir: “Kari no ganaba plata con eso, es una excelente repostera, pero vendía todo al costo”, dice su amiga Andrea Juárez. Dependía, en buena medida, del dinero de su familia: de esa familia. Pero Karina, fanática número uno de su hermano desde la infancia, conocía la capacidad que tenía Javier Milei. Era un tipo solitario, sí, pero no le faltaba carisma cuando lideraba su banda de rock adolescente. El mismo carisma que le había ganado un lugar cada vez más preponderante en la televisión desde hacía cuatro años. Karina había visto el proceso, había sido testigo de cómo se fueron llenando las butacas en las sucesivas conferencias. Ella estuvo ahí, siempre acompañando a su hermano. Javier Milei lo dijo muchas veces: Karina fue la única persona que siempre creyó en él. Mientras los demás se burlaban, ella vio el potencial. De hecho, registró a su nombre la marca “Milei” en el boletín de la propiedad industrial. Entonces, en 2020 llegó ese mensaje divino. Dios le estaba diciendo a Javier Milei, Karina le estaba diciendo a Javier Milei que tenía una misión para él: la misión de meterse en política y no parar hasta ser presidente.

Ese designio forjó el ascenso de Karina Milei. El resto es mérito de su hermano.

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Karina Milei: la hermana menor

Karina Milei: la hermana menor

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Hasta el 10 de diciembre de 2023 Karina Milei era la mujer más importante en la vida de su hermano. A partir del 10 de diciembre pasó a ser, también, una de las mujeres más importantes de la Argentina.
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El poder de la hermana de Javier Milei, actual presidente de la Argentina, es tan grande como invisible. ¿Quién es esta mujer desconocida que pasó de tener un emprendimiento gastronómico casero a ocupar un rol central en el gobierno?

El poder de la sombra

El lunes 13 de septiembre de 2021 parece ser un buen día para Javier Milei. Menos de un año atrás, en octubre de 2020, anunciaba su decisión de incursionar en política con la austeridad, la fe y el convencimiento propios de un predicador —parado sobre un banquito en el centro de una plaza, vociferando insultos y promesas de libertad a través de un micrófono—, y ahora está a punto de convertirse en diputado nacional. En aquellos no tan viejos tiempos, en Plaza Holanda, ciudad de Buenos Aires, unos pocos fieles, quizás 100, quizás algunos más, una cifra en cualquier caso insignificante para una carrera política, lo miraban entre divertidos, perplejos y entusiasmados mientras él gritaba en contra de los “hijos de puta pedazos de mierda [...] que avanzan sobre nuestra propiedad privada” y explicaba que venía a “pelearle los privilegios a esa oligarquía hija de puta de los políticos profesionales”. Su propuesta para lograrlo era, paradójicamente, convertirse él mismo en un político profesional, solo que para “dinamitar el Estado desde adentro”.

El choque entre su estilo grandilocuente y la escasa concurrencia de público lo convirtió en objeto de burlas aquel octubre de 2020. Diez meses después, hacia agosto de 2021, cuando lanzó de manera oficial su candidatura a diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires, sus detractores empezaron a tomarlo más en serio. Había logrado un crecimiento feroz: el acto de lanzamiento de campaña tuvo lugar en la misma plaza donde había anunciado que se metería en política, con un discurso más o menos idéntico, pero esta vez montado sobre un escenario de varios metros de altura, con personal de seguridad, escenografía y un público de miles de personas que lo aplaudían con fervor.

El lunes 13 de septiembre de 2021 parece ser un buen día para Javier Milei porque acaba de tener un debut electoral prometedor. Se presentó en las elecciones legislativas primarias y obtuvo 13.4% de los votos en la ciudad de Buenos Aires. Solo fue superado por los dos espacios políticos más importantes del país: Juntos por el Cambio —de centroderecha— y el Frente de Todos —peronista—. En caso de repetir un resultado similar en las generales, dentro de dos meses, se asegurará una banca en el Congreso. Durante los últimos años Javier Milei ha acumulado cada vez más minutos en pantalla. Llegó a convertirse en panelista ocasional y sus intervenciones se volvieron célebres por los insultos a su interlocutor o interlocutora de turno, a quienes calificó, entre otras cosas, de “zurdo de mierda”, “mentiroso serial”, “burra”, “imbécil”. Pero hoy ha sido invitado al programa de televisión de Viviana Canosa, una periodista tan incendiaria como él, referente mediática de los grupos antivacunas, y se lo ve alegre y tranquilo. Prácticamente no grita en ningún momento e incluso es capaz de mantener un intercambio de ideas sin insultar. Tras media hora de una conversación más o menos predecible, el tipo de charla que se espera de un político que acaba de obtener un buen resultado electoral, la conductora cambia el ángulo de la entrevista a un terreno más íntimo:

—Está detrás de cámara alguien que vos amás profundamente.

Conviene ver lo que sigue cuadro por cuadro para apreciar mejor la plasticidad con la cual una cara humana puede transformarse cuando es expuesta a una emoción extrema. El cambio es tan vertiginoso que casi se puede observar en tiempo real cómo los capilares se dilatan e irrigan sangre hacia la superficie de la piel. Las mejillas de Javier Milei, hasta hace un instante pálidas, adoptan una coloratura encendida. Pequeñas gotas de sudor comienzan a brotarle de la frente y el bozo. Los labios se arquean hacia arriba como tironeados por dos hilos invisibles clavados en cada comisura. Sin perder la sonrisa, los ojos, de un celeste glacial, primero se enrojecen y después se cargan de una humedad pesada que, dentro de unos segundos, se condensará y se precipitará en lágrimas de felicidad. Esta no es la cara de un candidato satisfecho por haber obtenido más votos de lo previsto ni la de un político que logró sobreponerse a la indiferencia del electorado a fuerza de insultos y amenazas. Es la cara de un niño que está viendo, en este preciso momento, a Papá Noel descender por la chimenea con una bolsa repleta de regalos y que no se imagina, bajo ningún concepto, que Papá Noel son los padres disfrazados.

—Hablame de tu hermana —insiste la conductora, que no quiere desaprovechar el momento televisivo—. ¿Qué es tu hermana en tu vida? Ayer la veía, la veo hoy, la veo siempre que viene con vos. Tenés una devoción por ella.

—Mirá, vos sabés que Moisés era un gran líder. Pero no era bueno divulgando. Y entonces Dios le mandó a Aarón para que, digamos, divulgue. Bueno, Kari es Moisés y yo soy el que divulga. Nada más. Soy solo un divulgador.

Entonces, el llanto.

Javier Milei, el predicador mesiánico a quien le da igual gritar sus verdades en una plaza colmada o ante un público escuálido, el revulsivo dispuesto a insultar a quien sea donde sea, el candidato al que contra todo pronóstico las urnas acaban de darle la razón, el hombre que en dos meses se convertirá en diputado nacional y, en dos años, en presidente de la Argentina, de pronto se reduce a sí mismo a un mero divulgador, a un subordinado de una figura mucho más importante, ante la cual agacha la cabeza con humildad y sumisión.

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Ahora se seca las lágrimas, primero del ojo izquierdo, después del derecho, mientras el plano se abre y lo muestra sentado en el borde de la silla, la espalda encorvada hacia adelante, las manos entrelazadas entre los muslos, encogido. Esto es lo que provoca Karina Milei, la sola evocación de Karina Milei, en Javier Milei. El rubor. La transpiración. La risa. El llanto.

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El 10 de diciembre de 2023, el mismo día en que asumió como presidente de la nación con 55.6% de los votos, Javier Milei derogó una norma que prohibía designar a familiares en la administración pública. Acto seguido, nombró a su hermana, Karina, secretaria general de la Presidencia.

Hasta el 10 de diciembre de 2023 Karina Milei era la mujer más importante en la vida de su hermano. A partir del 10 de diciembre pasó a ser, también, una de las mujeres más importantes de la Argentina. Institucionalmente, según el organigrama de la administración pública nacional, el cargo que ocupa abarca tareas como ceremonial y protocolo, elaboración de declaraciones y manejo del vínculo con la sociedad civil: asuntos menores que no dan cuenta de su verdadero poder. Karina Milei es la asesora más cercana al presidente, tiene incidencia en la elección de funcionarios de alto rango y supervisa las negociaciones legislativas en proyectos cruciales como la Ley Bases, un paquete de normas que puede alterar por décadas la matriz productiva y fiscal de la Argentina.

—Hay un poder ejecutivo bicéfalo: uno votado, Javier Milei, y otra no votada pero elegida por él. Gobiernan dos —dice Carlos Maslatón, abogado especialista en Finanzas y uno de los más importantes impulsores del lanzamiento de Javier Milei a la política, ahora distanciado tanto del presidente como de su hermana.

Los hermanos Milei se dividen las tareas. Mientras que Javier se encarga exclusivamente de la economía —“No entiende la política”, dijo su jefe de Gabinete, Guillermo Francos—, Karina es la “general política” y quien “lleva las riendas del partido”, como la describió el periódico británico Financial Times.

El presidente utiliza el mismo sustantivo masculino para designar a Dios y a Karina Milei: el Jefe. Así la llaman también muchos miembros de La Libertad Avanza, el frente político fundado por los hermanos Milei en 2021 y al que Karina le dio el nombre. Se han publicado sobre ella artículos, crónicas, perfiles e informes audiovisuales no solo en el Financial Times, sino también en medios como la BBC, El País, CNN, El Universal, La Nación, Le Monde. A ninguno le concedió una entrevista. Como no habla con la prensa, sus ideas e incluso algunos aspectos de su personalidad permanecen inexpugnables. El poder de Karina Milei se constata cuando ya es un hecho consumado: tal jefe de campaña no trabaja más, tal legislador ignoto ahora preside una comisión clave en el Congreso, tal funcionario cayó en desgracia. “Decisión de Karina”, afirman los desplazados o los ungidos con idéntico desconcierto.

—Karina es quien dice “este sí, este no”. Así de simple. Las bolillas negras que ella determina se acatan —cuenta Maslatón.

Ilustración de Javier Milei
El presidente utiliza el mismo sustantivo masculino para designar a Dios y a Karina Milei: el Jefe. Ilustración: Alejandra Otero.

Una de sus últimas “bolillas negras” tuvo lugar en abril de 2024. La diputada de La Libertad Avanza Marcela Pagano, cercana a Javier Milei, fue designada —con el visto bueno del propio presidente— como titular de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados, un puesto clave para anticipar y prevenir cualquier intento de destitución. Una vez enterada, Karina Milei no estuvo de acuerdo. Prefería poner a alguien de su extrema confianza y le exigió la renuncia a Pagano, quien días después tuvo que ser hospitalizada por una úlcera sangrante. El entorno de Pagano le atribuyó su problema de salud a la presión ejercida por la hermana del presidente.

Cultora del bajo perfil, como secretaria general de la Presidencia, Karina Milei tuvo una sola intervención pública que duró 60 segundos exactos. El 8 de marzo de 2024, en el Día Internacional de la Mujer, anunció en un video, con la voz fatigada y displicente, como si tuviera cosas más importantes de las que ocuparse, que el Salón de las Mujeres, donde se exhibían retratos de políticas, escritoras, actrices y otras figuras femeninas de la historia argentina, dejaría de existir. En su lugar, inauguró el Salón de los Próceres, integrado de forma exclusiva por hombres. “Nos importa la gran historia [...] y no el guiño político estéril a un movimiento militante del momento”, dijo durante su locución de un minuto, una crítica abierta al movimiento feminista. Ni antes ni después volvió a hablar en público como funcionaria. Desde 2020, cuando comenzó a acompañar a su hermano en su incursión en política, Karina Milei trabaja en las sombras. El presidente ha expuesto sus emociones, sus miedos, sus inseguridades, incluso sus dramas familiares en televisión. El Jefe, en cambio, es un gran misterio: “Está detrás de cámara alguien que vos amás profundamente”. Karina Milei es alguien detrás de cámara. Casi siempre.

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Viernes 29 de enero de 2016. Prime time de El Trece, uno de los canales de televisión con mayor rating de la Argentina. Guido a la Noche es un programa de entretenimiento que, como su nombre lo indica, está conducido por un hombre llamado Guido, Guido Kaczka, y, también como su nombre lo indica, se emite a la noche.

—¡Karina! ¿Cómo va, Karina? —la saluda Kaczka, quien solo puede saber que la mujer rubia y sonriente que tiene delante, una perfecta desconocida en 2016, lleva ese nombre, Karina, porque: a) se lo acaba de informar un productor o b) se lo acaba de preguntar a la propia Karina fuera del aire.

—Bien, bárbaro —contesta ella radiante, la sonrisa amplia, los ojos celestes divertidos. Parece gustosa de estar en el programa. En definitiva, por algo se anotó. Lleva una blusa blanca con mostacillas bordadas color plateado y un saquito negro con transparencias, y sostiene una correa de perro en la mano izquierda.

—¿Karina qué?

—Milei.

—¿Cómo?

—Mi-lei —repite Karina, poniendo especial cuidado en la modulación de cada sílaba.

—Ah, Karina Milei. ¿Y los señores son?

—Mis papás.

Karina Milei nació en 1973. En diciembre de 2016 tiene 43 años. Ha llevado una vida que tanto sus amigos como enemigos coinciden en describir como “normal”. Familia de origen trabajador que prosperó —padre conductor de autobuses devenido empresario, madre ama de casa—, educación primaria y secundaria privadas. Título universitario: licenciada en Relaciones Públicas por la Universidad Argentina de la Empresa (uade), una institución también privada de módico prestigio. Ha alternado entre diferentes trabajos, pero nunca como empleada: administración de negocios familiares, emprendimientos de repostería promocionados por Facebook, venta de neumáticos, comercio de ropa y bijouterie en una galería poco concurrida del barrio porteño de Villa Devoto, donde se crio. Es en esta época una mujer anónima para Kaczka y para cualquiera que no forme parte de sus amistades o de su círculo íntimo. Su hermano, Javier, el hombre con quien comparte mucho más que el mismo color de ojos, todavía es un economista desconocido para el gran público.

La emisión de esta noche del programa de Kaczka es un “especial perros”. Karina se ha presentado junto a sus padres, Norberto Milei y Alicia Lucich, y su perro: un pastor suizo blanco, de porte distinguido, noble, como salido de Las crónicas de Narnia, llamado Aarón. Faltan varios años para que Javier Milei se designe a sí mismo con ese nombre, Aarón, el nombre del perro de su hermana.

De todas formas, hoy Javier Milei no se encuentra en los estudios de El Trece junto al resto de la familia. En este momento de su vida, a pesar de que tiene una estrecha relación con Karina, no se vincula con Norberto y Alicia, a quienes ni siquiera llama padres, sino “progenitores”.

—Yo no hablo con mis progenitores —explicará Javier Milei en otro programa de televisión unos años después—. No comparto los valores morales y éticos de ninguno de los dos. Durante todo mi proceso universitario, mi padre me hizo las mil y una. Por ejemplo, llegaba la época de los finales y me dejaba de hablar y me generaba un montón de situaciones de mucho estrés para que me fuera mal. Es un tipo muy complicado. Es la lógica que él tiene: darte algo y después generarte una situación para que te vaya mal y enrostrarte que sos un fracasado. Y mi mamá avaló. Debe hacer por lo menos siete u ocho años que no los veo. Para mí es como que ya no existen. De hecho, a mi hermana le tengo prohibido hablarme de ellos. Ella sigue siendo hostigada por ellos. Para mí, los dos están muertos.

Norberto Milei es alto, flaco y severo. En la emisión de Guido a la Noche viste un pantalón gris claro, una camisa a cuadros azul y negra, y un saco gris de un tono más oscuro que el pantalón. Su mujer, Alicia, no para de sonreír y tiene puesto un conjunto acorde a la temática del programa: animal print. Más precisamente, de leopardo. La siguiente pregunta de Guido Kaczka está dirigida a ella:

—¿Y Karina cómo era como estudiante?

—Regular —contesta Alicia, sin titubeos, en el prime time de uno de los canales de mayor rating de la televisión argentina. Se ríe.

El juego es muy simple. La mascota espera encerrada en un corralito. Una vez que se abra la puerta, atravesará una especie de pasillo, al final del cual hay una serie de bolos de bowling. Si voltea nueve, su dueña se ganará un smart tv. Todo ocurre en pocos segundos: la puerta del corralito se abre, Karina llama a su perro por el nombre, el perro atraviesa el pasillo con cierta prestancia, pero cuando llega a los bolos, apenas logra voltear seis. Final del juego. La familia Milei se esfuma intempestivamente sin recibir siquiera un “chau, gracias por participar”: así termina el debut televisivo de Karina Milei cuando ni ella, ni los padres, ni el conductor del programa se imaginan ni pueden imaginarse, por supuesto, lo que les deparará la vida.

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—Esperame un minuto que Kari me acaba de contar que está con Elon.

El Elon al que se refiere mientras revisa su celular Andrea Juárez, la mejor amiga de Karina Milei desde hace 30 años, cuando se conocieron en la carrera de Relaciones Públicas de la uade, es el magnate sudafricano Elon Musk, fundador de la compañía aeroespacial SpaceX, director general de Tesla y propietario de la red social X, cuyos sus usuarios insisten en llamar por su antiguo nombre: Twitter.

Desde el lanzamiento de su campaña, si se le preguntaba a Javier Milei qué cargo tendría Karina en el improbable caso de que él accediera a la presidencia de la nación, su respuesta era siempre la misma: primera dama. Incluso reveló un chiste interno que compartían entre hermanos: que él hacía todo lo que hacía, es decir, sus apariciones en televisión, sus discursos en las plazas, su carrera política entera, a fin de cuentas, solo para que ella pudiera llegar a ser primera dama. Es un rol que por costumbre en todo el mundo se asigna a la pareja del presidente, pero ninguno de los hermanos Milei se casó ni tuvo hijos. Cuando asumió como jefe del poder ejecutivo, al final Javier Milei no la nombró primera dama, sino secretaria general de la Presidencia. Pero a nivel protocolar se maneja como si lo fuera. En especial cuando el presidente viaja: casi nunca sale del país sin su hermana. La participación de Karina Milei en las ceremonias oficiales durante los viajes, tal como históricamente lo han hecho las parejas presidenciales, ha provocado algún equívoco incómodo, como cuando los hermanos asistieron a la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina, en una ceremonia a cargo del papa Francisco, y mientras las notas del órgano eclesiástico reverberaban en la cúpula de la Basílica de San Pedro, el locutor de la señal oficial Vatican News decía: “Informamos que en la santa misa participa el presidente de la República Argentina, Javier Milei, junto con su esposa, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei”.

Lo cierto es que el viernes 12 de abril de 2024, al mismo tiempo que Andrea Juárez toma un café con leche en un bar ubicado en el barrio porteño de Núñez, su amiga Karina, quien hace unos años se anotaba en un programa de entretenimientos con su perro para competir por un smart tv, está de viaje en Austin, Texas, recorriendo la planta de la automotriz Tesla junto a Javier Milei y al propio dueño de la empresa, el magnate Elon Musk.

Andrea Juárez nunca ha hablado con la prensa hasta hoy. Antes de aceptar, pidió permiso a Karina Milei. A pesar de negarse ella misma en reiteradas oportunidades a brindar cualquier clase de entrevista, se lo concedió.

—Justo estoy hablando con Kari. Dice que Elon es un genio. No, pará, no dijo un genio. Esperá que lo busco —Andrea vuelve a tomar su celular y revisa la conversación por WhatsApp con su amiga para no cometer una imprecisión—. “Muy copado Elon”, me puso.

La humedad intensa de este viernes otoñal en Buenos Aires podría conspirar contra el pelo encrespado y voluminoso de Andrea Juárez, pero sus rulos soportan estoicos y bien armados a fuerza, seguramente, de productos de primera calidad. Los ojos delineados con trazo grueso, la risa ruidosa, Andrea repetirá con una voz entusiasta que ella es “muy minita, igual que Kari”.

—Es muy de minita lo que te voy a decir. Muy de minita boluda. Me acuerdo que yo había llegado de viaje y entré tarde a la facultad, así que me fui atrás de todo. Yo tenía una mochila. No era de marca, la había comprado en Estados Unidos, pero no era de marca. Y cuando me siento, me dice: “No puedo creer que tenés la misma mochila que yo”. Era raro porque no era de marca. Entonces le dije: “Ah, la compré en tal lugar en Estados Unidos”. “Ah, yo también”. Bien de minitas boludas. Así fue como empezó nuestra amistad con Kari.

—¿Cómo era Karina en clase?

—Muy atenta. No era una alumna [de] 10, pero todo el tiempo tomaba nota. Le gustaba que estuviera todo perfecto, que nos juntáramos para hacer los trabajos prácticos. Bastante obsesiva con eso.

—¿Ya le interesaba la política en ese momento?

—¡No! ¡Jamás! Nunca, nunca, nunca —Andrea abre los ojos bien grandes y se ríe, como si la pregunta le resultara entre escandalosa y divertida—. Nunca le interesó la política a Kari, y a mí tampoco. La única charla de política que tuvimos en todos los años de facultad fue porque yo había votado a Menem y ella también. Nunca más hablamos de política ni de a quién votó cada una. Para mí, el gobierno de Menem fue espectacular. Yo me tomaba dos días y me iba a Miami, dos días y me iba a Nueva York. Me iba a buscar ropa y la vendía acá. Para mí fue… Yo sé que mucha gente la pasó mal. Pero para mí, para mí, eh, fue glorioso.

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Karina Milei y Andrea Juárez se conocieron en 1995. El presidente en ese entonces era Carlos Saúl Menem, cuyo primer gobierno, para Javier Milei, “fue el mejor de la historia”. Menem había asumido en medio de una hiperinflación superior a 3 000% anual, y logró reducirla drásticamente durante los primeros años de mandato. Su gestión se caracterizó por llevar a cabo varias de las medidas que pregona el gobierno que ahora integra Karina Milei: achicamiento del Estado, privatizaciones masivas de servicios públicos, apertura total de la economía. El ingreso indiscriminado de productos importados dejó en la ruina a decenas de miles de pequeñas y medianas empresas locales. Promediando la presidencia de Menem, hacia 1996, la tasa de desempleo ascendió a 17.3%, una de las más altas de la historia argentina.

Desde que se conocieron, Andrea Juárez y Karina Milei permanecieron unidas. Andrea dice que “Alice y Beto”, como llama ella a Alicia y Norberto Milei, son como sus padres. Hace 12 años, cuando Andrea se separó de un novio con el que había convivido mucho tiempo, Karina la alojó en su departamento. Vivieron juntas cinco meses. Ese es un gesto por el cual siempre estará agradecida. Actualmente Andrea trabaja como asistente de Karina, pero no en cuestiones vinculadas con su agenda política, sino “en cosas personales, que requieren alguien de mucha confianza”. Según Andrea, los intereses de Karina no cambiaron mucho en todos estos años.

—A Kari siempre le gustó lo mismo. La parte artística, ir al teatro, pintar, hacer esculturas. La pastelería. Y la ropa, las carteras. Ama los perfumes Kari, los ama. Cuando vos la saludás es como que se te queda impregnado el aroma.

—¿Y te acordás cómo era Karina socialmente en la universidad?

—Era tímida. Muy introvertida. Mucho más introvertida que ahora. Por más que ella no dé entrevistas, la parte de la política tiene mucha… ella tiene… no sé si decirlo así… poder. Le dan mucha bolilla a ella. Antes era una persona más introvertida. La verdad es que no era la líder del grupo.

¿Cómo se transforma esta mujer, en apariencia anodina, una alumna promedio que ni siquiera lideraba su grupo de amigas en la universidad y que jamás manifestó el más mínimo interés por la política, en el Jefe del partido que gobierna la Argentina?

Ilustración de Karina Milei y Javier Milei
En su campaña, si se le preguntaba a Javier Milei qué cargo tendría Karina en el caso de que accediera a la presidencia de la nación, su respuesta era siempre la misma: primera dama. Ilustración: Alejandra Otero.

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Esa especie de grisura o mediocridad que le achacan a Karina Milei sus detractores ha sido, para muchos miembros de La Libertad Avanza, su mayor diferencial como jefa de campaña. Y no de cualquier campaña, sino de una inédita que logró que Javier Milei pasara de figura mediática extravagante a diputado y luego a presidente de la nación en menos de tres años. Mientras que los consultores más renombrados cobran fortunas para ofrecer a sus candidatos una interpretación de lo que entienden que son los deseos, miedos y aspiraciones del votante promedio, al cual solo pueden acceder a través de focus groups, encuestas y sondeos de opinión, Karina Milei se jacta de no necesitar nada de eso. Ella es, según ella misma y sus allegados, el votante promedio: amante de los animales, familiera, hija de un conductor de autobuses que progresó económicamente, emprendedora afectada por las restricciones impuestas por el Gobierno argentino durante la pandemia, una ciudadana harta de la inflación. Todo eso es cierto. En todo caso, si hay en su biografía aspectos que la alejan de los lugares comunes de las clases medias urbanas, se ha ocupado de ocultarlos. Por ejemplo, nunca dijo que entre 2018 y 2022 fue directora de una sociedad familiar que compró cuatro departamentos en Miami por casi tres millones de dólares. El dato, que en sí mismo no constituía ningún delito, se hizo público recién en 2024, cuando lo reveló una investigación conjunta de elDiarioAR y La Nación. Tampoco ha dicho que su padre le regaló el departamento de cuatro ambientes en la torre en la que vive.

El relato que hacen Karina Milei en particular y la familia Milei en general de su propia vida está atravesado por lo que el sociólogo y doctor en Antropología Pablo Semán, uno de los investigadores que más estudiaron el ascenso de La Libertad Avanza, designa como “mejorismo”.

—Se presenta como una típica persona que prospera por sus propios medios, sin acudir al Estado, en todo caso con la ayuda de su familia y en un crecimiento que también es familiar —dice Semán—. El elemento mínimo para definir el mejorismo es la aspiración y el ideal de prosperar económicamente a partir del propio esfuerzo, de la propia capacidad de asumir riesgos y de la propia habilidad.

En una economía como la argentina, donde los tres presidentes anteriores a Javier Milei terminaron sus mandatos con una inflación que duplicaba la que había cuando asumieron, esas narrativas “mejoristas”, de por sí bastante intuitivas, cobraron mayor preponderancia. El Estado, incapaz de dar respuesta a los problemas de la economía, pasó a ser considerado cada vez más como un lastre que entorpecía el desarrollo personal a fuerza de impuestos y trabas de todo tipo, con las restricciones pandémicas como su mayor exponente.

—La división entre lo estatal y lo privado se vuelve muy relevante —continúa Semán—. Los que trabajaron en el Estado los últimos 20 años tuvieron una estabilidad salarial, más allá de cobrar salarios bajos, mientras que los que estaban en el mundo privado sufrieron una inestabilidad enorme, especialmente en pandemia, donde la diferencia entre los sectores privado y público fue gigante.

Justamente en octubre de 2020, tras siete meses de restricciones de distinta clase, incluidas varias cuarentenas estrictas, y en medio de una crisis económica que combinaba recesión con inflación, Javier Milei anunció su voluntad de incursionar en política con un discurso que señalaba al Estado como su principal enemigo. No estaba diciendo nada que no hubiese dicho en los cuatro años anteriores en televisión, solo que en ese contexto dejó de ser meramente un personaje excéntrico de la extrema derecha mediática y pasó a convertirse en un potencial candidato.

Karina Milei no lideró la campaña a diputado de su hermano en 2021, como sí lo hizo en 2023 en la carrera presidencial. Carlos Maslatón, quien fue uno de los principales referentes de aquella primera campaña, recuerda a Karina como una suerte de secretaria de Javier Milei: una mujer prolija y ordenada, siempre en segundo plano, más parecida al relato que hace Andrea Juárez de sus días en la universidad que a la imagen del Jefe que fue adquiriendo con el tiempo.

—En 2021 Karina era la persona que le manejaba la agenda a Javier Milei y la que organizaba un poco los eventos políticos, los actos en las plazas —recuerda Maslatón en su departamento del edificio Kavanagh, un rascacielos de estilo art déco construido en la década de los treinta.

Lilia Lemoine, actual diputada nacional por La Libertad Avanza, también participó en aquella campaña de 2021 como fotógrafa y maquilladora de Javier Milei.

—En 2021 Karina hizo mucho trabajo tras bambalinas. Lo que nadie quiere hacer: producción, organización, prensa —dice Lemoine, en un café a metros de la Casa Rosada, la sede del poder ejecutivo.

La campaña de 2021 estuvo liderada por tres hombres: Ramiro Marra, Marcos Urtubey y Eugenio Casielles, todos con trayectoria y formación en política. Sin embargo, Karina Milei, desde el rol marginal que le habían reservado, hizo tres aportes valiosos. En primer lugar, como venía haciendo desde hacía años, alentó a su hermano a que incorporara elementos disruptivos a sus charlas sobre economía. “La clave se encontraba en brindar conferencias que no solo dieran contenido académico, sino que apasionaran a la concurrencia y la hicieran emocionar”, explicó la propia Karina Milei en El camino del libertario (Planeta, 2022), una especie de autobiografía de Javier Milei en la que también hay algunos capítulos escritos por amigos y familiares. A tal punto fue exitosa esa estrategia que, en mayo de 2021, Javier Milei brindó una conferencia online con 10 000 participantes, postulada al récord Guinness como la clase de economía con mayor concurrencia de la historia. En segundo lugar, Karina Milei también fue quien propuso el nombre del frente electoral: La Libertad Avanza. En tercer lugar, fue suya la idea de que Javier Milei sorteara su salario en caso de resultar electo diputado, lo cual le aportó enorme popularidad. En cada uno de los sorteos mensuales hubo entre un millón y 2.8 millones de personas inscriptas.

Ninguna de estas cuestiones, por supuesto, mejoró en nada la calidad de vida de los argentinos. Al contrario, contribuyeron al ascenso y posterior arribo a la presidencia de un candidato que logró reducir la inflación de 12.8% mensual que dejó la gestión anterior, en noviembre de 2023, a 4.2%, pero que, al menos hasta junio de 2024, empeoró casi todos los demás indicadores que dan cuenta del poder adquisitivo de los ciudadanos. En apenas cinco meses de mandato de Milei, la indigencia prácticamente se duplicó —pasó de 9.6% a 17.5%—; el salario real experimentó una caída de casi 15%, una de las más pronunciadas de la historia argentina; la pobreza aumentó a 55%, el pico más alto desde 2002; los bancos informaron el cierre de 275 000 “cuentas sueldo”, en las que los trabajadores formales, tanto del sector público como del privado, cobraban su salario. Tampoco es la finalidad de una asesora de campaña proponer políticas públicas que mejoren la vida de nadie, sino lograr exactamente lo que lograron los Milei en 2021: un buen resultado electoral.

Para la candidatura presidencial de 2023, Karina Milei desplazó a Marra, Urtubey y Casielles, también a Maslatón, e incluso a Carlos Kikuchi, un jefe de campaña que ella misma acababa de encumbrar. Ya ubicada como el Jefe en toda su plenitud, concentró dos tareas fundamentales que no debieron haber estado relacionadas: administrar las finanzas de La Libertad Avanza y conseguir candidatos que quisieran postularse en todas las provincias del país.

—Karina ya venía manejando las finanzas de Javier, la parte práctica —recuerda Lilia Lemoine—. Es la que le decía: “Javi, tenés que meter más conferencias porque te estás quedando sin plata”.

Desde hacía varios años, Javier Milei había empezado a recaudar dinero brindando conferencias y espectáculos. En 2018, por ejemplo, había estrenado El consultorio de Milei, una obra de teatro que fue un éxito en la taquilla. Karina Milei participó como actriz —la obra curiosamente terminaba con Javier teniendo un brote psicótico y su hermana, que interpretaba a la secretaria de un psicólogo, llevándoselo con un chaleco de fuerza—, pero también administraba los números.

—Karina era la encargada del aspecto económico. Me preguntaba mucho sobre la plata, cuántas entradas se habían vendido, cuándo le iban a pagar su parte, esas cosas —recuerda Nito Artaza, productor del espectáculo.

Maslatón dice que a Javier Milei nunca le interesó el dinero. En cambio, a Karina sí. Mucho.

—Lo que yo observé en la campaña es que a Karina le gusta acumular plata. La Libertad Avanza funciona como una franquicia: para presentarse con su sello en una provincia, lo cual les aporta muchos votos, los candidatos tienen que pagar. Karina es la que junta el dinero y la que les cobra a los candidatos que acceden a un cargo.

Las denuncias públicas de venta de candidaturas por parte del equipo que lideraba Karina Milei en 2023 fueron muchas y variadas. En algunos casos los denunciantes dijeron que se pedían directamente sumas de dinero en efectivo. El empresario Juan Carlos Blumberg, que había formado parte del espacio, contó en julio de ese año que La Libertad Avanza cobraba “hasta 50 000 dólares” por una candidatura a concejal.

En otros casos, en vez de dinero en efectivo, los candidatos dijeron que debían comprometerse a nombrar como asesores en cargos públicos a personas que en realidad no iban a trabajar y cuyos salarios, pagados por el Estado, se utilizarían para financiar el espacio político.

—A mí me llamaron desde el equipo de Karina Milei para decirme que tenía que nombrar a ocho asesores, que no iban a trabajar, para quedarse con esos sueldos —dice por teléfono, desde Neuquén, Carlos Eguía, quien fue el candidato a gobernador de esa provincia apoyado por Javier Milei en 2023—. ¿No estábamos en contra de los que viven del Estado sin trabajar? ¿No queríamos achicar el Estado? Karina me dijo: “Bueno, Carlos, pero entendé que de alguna manera tenemos que financiar el partido, necesitamos plata”. Te imaginás que la mandé a la mierda.

Eguía relató la misma versión en diferentes entrevistas con medios. Karina Milei nunca lo desmintió.

Más allá de sus múltiples tareas —organización, estrategia, prensa, manejo de las finanzas—, para muchos, el motivo del ascenso de Karina Milei no se debió estrictamente a sus aportes en la campaña, si bien importantes, no imprescindibles. Juan Luis González, autor de El loco (Planeta, 2023), la biografía no autorizada de Javier Milei, libro que reveló muchos de los aspectos ocultos del presidente, lo pone en estos términos:

—El mayor capital político que tiene Karina Milei es el monopolio emocional sobre su hermano. Eso es lo que le da todo el poder.

Maslatón coincide:

—Yo te diría que Karina es la dueña de Javier Milei. Viene dominando la mente de su hermano desde que él era chico.

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Quizás porque era mujer, quizás porque era menos revoltosa y pasaba más desapercibida que Javier, Karina no fue víctima directa de las palizas de Norberto Milei. En abril de 1982, con nueve años recién cumplidos, terminó hospitalizada, pero no producto de la violencia física ejercida sobre ella, sino por una crisis nerviosa tras haber visto cómo su padre golpeaba con ferocidad —más ferocidad que de costumbre— a Javier, que en ese entonces tenía 12. No parece exagerado decir que Karina sufría como propios los golpes recibidos por su hermano mayor. Años después, el realizador audiovisual de La Libertad Avanza, Santiago Oría, amigo personal de los hermanos Milei, dirá: “En mi opinión estas dos personas son prácticamente dos cuerpos que comparten una misma alma”.

Todos los relatos de Karina Milei sobre su propia infancia incluidos en el capítulo que escribió para El camino del libertario tienen dos puntos en común. En todos, Javier es el protagonista y ella el personaje secundario, y en todos, a pesar de ser ella la hermana menor, aparece como su protectora frente a algo o alguien que puede producirle un daño: Javier es arquero de un equipo de fútbol infantil y Karina, que hace la tarea de la escuela en las gradas, se pelea con los rivales cuando lo insultan; Javier ataja en otro equipo, a los 11, y Karina enciende fogatas cerca del arco para que no lo piquen los mosquitos; Javier canta en una banda de rock, ya en su adolescencia, y Karina lucha con las fans para recuperar la ropa que él revolea desde el escenario. Rivales hostiles, mosquitos, fanáticas afiebradas, da igual: siempre está ahí Karina para proteger a su hermano. A pesar de cómo se muestran en público —él: agresivo, carismático, megalómano; ella: apocada, retraída, espectral—, en esos relatos se ve quién es el débil y quién la fuerte.

Con el correr de los años, proteger a su hermano mayor se convirtió en algo así como un trabajo de tiempo completo para Karina Milei; un trabajo por el cual dejó todo lo demás de lado, incluida su vida afectiva, pero que también le confirió muchísimo poder.

Además de ser diputada nacional, Lilia Lemoine es una de las personas más cercanas a los hermanos Milei. En 2020 fue pareja de Javier y, por lo tanto, cuñada de Karina, a quien considera “muy amiga”. En efecto, pidió reunirse en este café en particular, a metros de la Casa Rosada, porque acaba de pasar a llevarle un regalo por su cumpleaños a Karina: “Una pavadita. Cositas, cositas de maquillaje”.

—Tienen peleas, como todos los hermanos —dice Lilia Lemoine—. A veces Javier no la quiere escuchar; entonces, Karina se enoja y le deja de hablar, pero él al final vuelve porque, si no, se queda muy solo.

—¿Y ella no se quedaría sola sin él?

—Si por alguna razón Javier no estuviera, Karina tendría una vida social supernutrida. En cambio, él no. Ella está sacrificando mucho para estar con el hermano. Cuando la conocí a Karina, todo el mundo ya estaba usando los sitios de citas. Un día sale con un tipo y el flaco al rato le dice: “¿Me conseguirías un autógrafo de tu hermano?”. Ahí ya no quiso usar más las apps. Karina está todavía más enfocada y más dedicada a la causa que Javier.

—¿En qué lo ves eso?

—Él se ha detenido a tener algunas novias. Ella no se detuvo a tener novios.

—¿Hace mucho que Karina no tiene novios?

—Sé que ha salido, pero no… Ella trabaja de sol a sol. Es imposible. Por eso, cuando uno dice: “Che, no tiene hijos”. Y bueno, ¿cómo hace?

—Pero ¿Karina quiere tener hijos?

—Sí. Yo congelé óvulos y ella también. Viste que a veces el ritmo de vida te hace pasar eso de largo. A mí no me sorprendería en el futuro quizás teniendo una familia.

—¿Con una pareja o por su cuenta?

—No, con una pareja. Lo que pasa es que tiene que recuperar el apellido. Sabés lo feo que es no poder… Ella es Karina Milei. Cuando decimos Milei, ¿en quién pensamos? En Javier. Igual son recíprocos en ese sentido. Y también creo… —Lilia Lemoine hace una pausa. Sopesa lo que está a punto de decir. Lo dice igual—. Esto es complicado porque joden con eso de que se coge a la hermana —en la Argentina las referencias a modo de burla por la relación supuestamente incestuosa entre los hermanos Milei son frecuentes en redes sociales e incluso en manifestaciones políticas opositoras—, pero cuando vos lo pensás desde la óptica de dos adultos, ¿por qué los hombres se casan? Muchas veces para que una mujer los acompañe, los ayude. No es solo por la índole sexual. Pero como Javier la tiene a Karina, que lo administra, lo ayuda, le cuida la espalda, lo protege, ¿para qué quiere una mujer?

Juan Luis González, el biógrafo de Javier Milei, relata situaciones similares a las que describe Lemoine, en las que, frente a una diferencia de criterios, Karina le retira la palabra a su hermano hasta que el presidente cede. Las fuentes de La Libertad Avanza que consultó para su libro utilizaron el término “manipulación”.

—En esto hago el paralelo de Karina con Norberto, su padre —dice González—. Tiene comportamientos extorsivos hacia el hermano. Fijate que, a diferencia de Javier, ella siempre se llevó bien con el padre.

A pesar de los golpes en la infancia, del sabotaje a su carrera universitaria en su juventud, de haber dicho por televisión que para él sus “progenitores” estaban muertos, Javier Milei recompuso su vínculo con sus padres en 2020, tras casi una década de no hablarles. Tanto Andrea Juárez como Lilia Lemoine cuentan que fue Karina quien le pidió a Javier Milei que se amigara con Norberto y Alicia. Él acató.

—Norberto Milei recién reaparece en la vida de su hijo cuando a Javier le empieza a ir bien —dice González—. Karina tiene muchos puntos en común. Los dos terminan succionándole la sangre. Ella se aprovecha de los huecos emocionales del hermano.

Ilustración de Javier Milei como caballo de Troya.
En palabras de Juan Luis González, autor de 'El loco', la biografía no autorizada de Javier Milei: "El mayor capital político que tiene Karina Milei es el monopolio emocional sobre su hermano". Ilustración: Alejandra Otero.

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Celia Melamed es la persona que le enseñó a Karina Milei a comunicarse con los perros muertos. Este sábado soleado de fines de abril por la mañana está terminando una consulta por Zoom en su departamento del barrio de Villa Crespo. Sentada en una banqueta ergonómica sin respaldo, de frente a su laptop, la columna recta en un ángulo al que solo debe ser posible acceder después de toda una vida dedicada al yoga, se disculpa con su interlocutora, una chica joven que en este momento está llorando, y le pide que le recuerde, por favor, la pregunta.

—Si lo voy a volver a ver. Si en esta vida lo voy a volver a ver.

—Ah, cierto, si lo voy a volver a ver —repite Celia Melamed y, mientras repite, piensa. En rigor, analiza una foto que le envió la consultante. Su cabeza, repleta de rulos ensortijados y grises, se ladea ligeramente, como si quisiera estudiar la situación desde otro punto de vista—. Lo que siento ahora es que lo importante es el disfrute que vos tuviste con este animal mientras vivía. Me está mostrando que va a seguir su camino. Dejame ver si tiene alguna cosa más para decir, para transmitir —cierra los ojos, inhala con un gesto de preocupación, exhala con alivio: hay buenas noticias—. Yo lo siento tranquilo. Está bien y está equilibrado.

Celia Melamed es veterinaria y comunicadora interespecies. Tiene la habilidad —ella explica que no es un don innato, sino una habilidad que adquirió, de manera que también puede ser transmitida a otras personas— de comunicarse con animales fallecidos. Lo hace a través de la observación de fotos que le envían sus dueños.

—A veces me las mandan por WhatsApp, a veces me las muestran por la pantalla, y entonces yo conecto con el animal y voy sintiendo lo que me quiere decir. Y lo que voy sintiendo lo pongo en palabras para que la persona lo pueda entender —dice una vez finalizada la consulta.

Javier Milei contactó a Celia Melamed en 2017, cuando atravesaba el peor momento de su vida. Golpeado por su padre en la infancia, víctima de bullying en la escuela, siempre fue un hombre muy solo. Su biógrafo, Juan Luis González, cuenta que tuvo su primer amigo a los 33 años y su primera pareja a los 47. “Los únicos que siempre estuvieron conmigo han sido Conan y mi hermana Karina”, escribió Milei en El camino del libertario. Conan era su mastín inglés, a quien considera su hijo.

—Desde que adoptó a Conan en 2004, Javier Milei pasó 13 navidades y 13 años nuevos solo, encerrado con el perro, con dos copas de champán, una para cada uno, esperando que se hicieran las 12 de la noche —dice González.

En 2017 Conan tenía un diagnóstico terminal irreversible. Uno de los dos seres que Javier Milei más amaba, uno de sus únicos dos vínculos, se moría. Incapaz de soportar ese dolor, tomó dos decisiones: recopilar su material genético para poder clonarlo y contactar a Celia Melamed para poder seguir comunicado una vez que falleciera.

Melamed preferiría no hablar de su trabajo con Karina Milei para preservar su relación con su discípula, a quien aprecia mucho, pero, si se le pregunta, cuenta esto:

—Lo conocí primero a Javier, cuando Conan estaba muy enfermo. Ya en ese momento cada vez que hablaba de su hermana se le llenaban los ojos de lágrimas. Él le dijo a Karina que existía esta posibilidad de comunicación con animales y ella me preguntó si yo podía enseñarle, si podía venir a mi taller.

Para Javier Milei, Conan vive. Habla de su perro en presente, pero no en un presente histórico, referido a hechos del pasado, sino en un presente-presente: ahora mismo. Son muchísimos los ejemplos. En agosto de 2018 asiste a un programa de televisión en el canal América tv. La conductora dice al aire que la idea era que Javier presentara a Conan, ya que tantas veces había insistido que era muy importante para él. Milei contesta que no pudo llevarlo porque Conan sociabiliza con muy poca gente: apenas con él y con su hermana. El perro había muerto casi un año atrás.

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En 2017 hay un perro que ha muerto, un hombre roto de dolor y una mujer dispuesta a interpretar el papel que ha interpretado toda su vida: el de la protectora. Karina aprende de Celia Melamed a comunicarse con los animales fallecidos. A partir de ese momento, los dos seres que Javier Milei más ama se fusionan: Karina pasa a ser la voz de Conan. Eso implica, también, un enorme poder.

—Él mismo me ha dicho a mí que el perro le bajaba un mensaje —contó el economista Mariano Fernández, amigo de Javier Milei en esos tiempos, en un pódcast de la revista Anfibia y El País sobre la vida del presidente.

El mensaje que le baja Conan a través de Karina es, para Javier Milei, la palabra de Dios, la palabra del Jefe. De ahí el influjo que Karina ejerce sobre él y que lo deja reducido a un mero divulgador. De ahí que acate todas las órdenes, como la que recibió en 2020 y que lo cambió todo: tras una vida entera de denostar a los políticos profesionales y jurar que nunca jamás ocuparía un cargo público, ese año Dios se le presentó a Javier Milei a través de Conan, es decir, a través de Karina. Él se lo ha contado a las personas que estaban más cerca suyo en esa época. Uno de ellos, Carlos Maslatón:

—Javier me dijo que en 2020 Dios le encomendó la tarea de hacer de la Argentina un país liberal. Por eso se metió en política.

Juan Luis González sostiene que ese designio divino es el gran punto de inflexión en la vida de Karina Milei.

—Hasta que Dios se le aparece a Javier Milei, Karina siempre había tenido una vida muy gris, estaba buscando un rumbo —dice el autor de El loco—. Nunca vamos a saber si ella inventa los mensajes que le baja Conan o si realmente lo cree. Pero es innegable que los usa a su favor.

Era un momento en el cual, restringida por la cuarentena, Karina Milei sobrevivía vendiendo tortas a sus vecinos. Sin logros académicos ni laborales, su carrera de relacionista pública estaba estancada. Su emprendimiento como pastelera se parecía más a un hobby que a un negocio del cual vivir: “Kari no ganaba plata con eso, es una excelente repostera, pero vendía todo al costo”, dice su amiga Andrea Juárez. Dependía, en buena medida, del dinero de su familia: de esa familia. Pero Karina, fanática número uno de su hermano desde la infancia, conocía la capacidad que tenía Javier Milei. Era un tipo solitario, sí, pero no le faltaba carisma cuando lideraba su banda de rock adolescente. El mismo carisma que le había ganado un lugar cada vez más preponderante en la televisión desde hacía cuatro años. Karina había visto el proceso, había sido testigo de cómo se fueron llenando las butacas en las sucesivas conferencias. Ella estuvo ahí, siempre acompañando a su hermano. Javier Milei lo dijo muchas veces: Karina fue la única persona que siempre creyó en él. Mientras los demás se burlaban, ella vio el potencial. De hecho, registró a su nombre la marca “Milei” en el boletín de la propiedad industrial. Entonces, en 2020 llegó ese mensaje divino. Dios le estaba diciendo a Javier Milei, Karina le estaba diciendo a Javier Milei que tenía una misión para él: la misión de meterse en política y no parar hasta ser presidente.

Ese designio forjó el ascenso de Karina Milei. El resto es mérito de su hermano.

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Karina Milei: la hermana menor

Karina Milei: la hermana menor

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2024
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El poder de la hermana de Javier Milei, actual presidente de la Argentina, es tan grande como invisible. ¿Quién es esta mujer desconocida que pasó de tener un emprendimiento gastronómico casero a ocupar un rol central en el gobierno?

El poder de la sombra

El lunes 13 de septiembre de 2021 parece ser un buen día para Javier Milei. Menos de un año atrás, en octubre de 2020, anunciaba su decisión de incursionar en política con la austeridad, la fe y el convencimiento propios de un predicador —parado sobre un banquito en el centro de una plaza, vociferando insultos y promesas de libertad a través de un micrófono—, y ahora está a punto de convertirse en diputado nacional. En aquellos no tan viejos tiempos, en Plaza Holanda, ciudad de Buenos Aires, unos pocos fieles, quizás 100, quizás algunos más, una cifra en cualquier caso insignificante para una carrera política, lo miraban entre divertidos, perplejos y entusiasmados mientras él gritaba en contra de los “hijos de puta pedazos de mierda [...] que avanzan sobre nuestra propiedad privada” y explicaba que venía a “pelearle los privilegios a esa oligarquía hija de puta de los políticos profesionales”. Su propuesta para lograrlo era, paradójicamente, convertirse él mismo en un político profesional, solo que para “dinamitar el Estado desde adentro”.

El choque entre su estilo grandilocuente y la escasa concurrencia de público lo convirtió en objeto de burlas aquel octubre de 2020. Diez meses después, hacia agosto de 2021, cuando lanzó de manera oficial su candidatura a diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires, sus detractores empezaron a tomarlo más en serio. Había logrado un crecimiento feroz: el acto de lanzamiento de campaña tuvo lugar en la misma plaza donde había anunciado que se metería en política, con un discurso más o menos idéntico, pero esta vez montado sobre un escenario de varios metros de altura, con personal de seguridad, escenografía y un público de miles de personas que lo aplaudían con fervor.

El lunes 13 de septiembre de 2021 parece ser un buen día para Javier Milei porque acaba de tener un debut electoral prometedor. Se presentó en las elecciones legislativas primarias y obtuvo 13.4% de los votos en la ciudad de Buenos Aires. Solo fue superado por los dos espacios políticos más importantes del país: Juntos por el Cambio —de centroderecha— y el Frente de Todos —peronista—. En caso de repetir un resultado similar en las generales, dentro de dos meses, se asegurará una banca en el Congreso. Durante los últimos años Javier Milei ha acumulado cada vez más minutos en pantalla. Llegó a convertirse en panelista ocasional y sus intervenciones se volvieron célebres por los insultos a su interlocutor o interlocutora de turno, a quienes calificó, entre otras cosas, de “zurdo de mierda”, “mentiroso serial”, “burra”, “imbécil”. Pero hoy ha sido invitado al programa de televisión de Viviana Canosa, una periodista tan incendiaria como él, referente mediática de los grupos antivacunas, y se lo ve alegre y tranquilo. Prácticamente no grita en ningún momento e incluso es capaz de mantener un intercambio de ideas sin insultar. Tras media hora de una conversación más o menos predecible, el tipo de charla que se espera de un político que acaba de obtener un buen resultado electoral, la conductora cambia el ángulo de la entrevista a un terreno más íntimo:

—Está detrás de cámara alguien que vos amás profundamente.

Conviene ver lo que sigue cuadro por cuadro para apreciar mejor la plasticidad con la cual una cara humana puede transformarse cuando es expuesta a una emoción extrema. El cambio es tan vertiginoso que casi se puede observar en tiempo real cómo los capilares se dilatan e irrigan sangre hacia la superficie de la piel. Las mejillas de Javier Milei, hasta hace un instante pálidas, adoptan una coloratura encendida. Pequeñas gotas de sudor comienzan a brotarle de la frente y el bozo. Los labios se arquean hacia arriba como tironeados por dos hilos invisibles clavados en cada comisura. Sin perder la sonrisa, los ojos, de un celeste glacial, primero se enrojecen y después se cargan de una humedad pesada que, dentro de unos segundos, se condensará y se precipitará en lágrimas de felicidad. Esta no es la cara de un candidato satisfecho por haber obtenido más votos de lo previsto ni la de un político que logró sobreponerse a la indiferencia del electorado a fuerza de insultos y amenazas. Es la cara de un niño que está viendo, en este preciso momento, a Papá Noel descender por la chimenea con una bolsa repleta de regalos y que no se imagina, bajo ningún concepto, que Papá Noel son los padres disfrazados.

—Hablame de tu hermana —insiste la conductora, que no quiere desaprovechar el momento televisivo—. ¿Qué es tu hermana en tu vida? Ayer la veía, la veo hoy, la veo siempre que viene con vos. Tenés una devoción por ella.

—Mirá, vos sabés que Moisés era un gran líder. Pero no era bueno divulgando. Y entonces Dios le mandó a Aarón para que, digamos, divulgue. Bueno, Kari es Moisés y yo soy el que divulga. Nada más. Soy solo un divulgador.

Entonces, el llanto.

Javier Milei, el predicador mesiánico a quien le da igual gritar sus verdades en una plaza colmada o ante un público escuálido, el revulsivo dispuesto a insultar a quien sea donde sea, el candidato al que contra todo pronóstico las urnas acaban de darle la razón, el hombre que en dos meses se convertirá en diputado nacional y, en dos años, en presidente de la Argentina, de pronto se reduce a sí mismo a un mero divulgador, a un subordinado de una figura mucho más importante, ante la cual agacha la cabeza con humildad y sumisión.

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Ahora se seca las lágrimas, primero del ojo izquierdo, después del derecho, mientras el plano se abre y lo muestra sentado en el borde de la silla, la espalda encorvada hacia adelante, las manos entrelazadas entre los muslos, encogido. Esto es lo que provoca Karina Milei, la sola evocación de Karina Milei, en Javier Milei. El rubor. La transpiración. La risa. El llanto.

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El 10 de diciembre de 2023, el mismo día en que asumió como presidente de la nación con 55.6% de los votos, Javier Milei derogó una norma que prohibía designar a familiares en la administración pública. Acto seguido, nombró a su hermana, Karina, secretaria general de la Presidencia.

Hasta el 10 de diciembre de 2023 Karina Milei era la mujer más importante en la vida de su hermano. A partir del 10 de diciembre pasó a ser, también, una de las mujeres más importantes de la Argentina. Institucionalmente, según el organigrama de la administración pública nacional, el cargo que ocupa abarca tareas como ceremonial y protocolo, elaboración de declaraciones y manejo del vínculo con la sociedad civil: asuntos menores que no dan cuenta de su verdadero poder. Karina Milei es la asesora más cercana al presidente, tiene incidencia en la elección de funcionarios de alto rango y supervisa las negociaciones legislativas en proyectos cruciales como la Ley Bases, un paquete de normas que puede alterar por décadas la matriz productiva y fiscal de la Argentina.

—Hay un poder ejecutivo bicéfalo: uno votado, Javier Milei, y otra no votada pero elegida por él. Gobiernan dos —dice Carlos Maslatón, abogado especialista en Finanzas y uno de los más importantes impulsores del lanzamiento de Javier Milei a la política, ahora distanciado tanto del presidente como de su hermana.

Los hermanos Milei se dividen las tareas. Mientras que Javier se encarga exclusivamente de la economía —“No entiende la política”, dijo su jefe de Gabinete, Guillermo Francos—, Karina es la “general política” y quien “lleva las riendas del partido”, como la describió el periódico británico Financial Times.

El presidente utiliza el mismo sustantivo masculino para designar a Dios y a Karina Milei: el Jefe. Así la llaman también muchos miembros de La Libertad Avanza, el frente político fundado por los hermanos Milei en 2021 y al que Karina le dio el nombre. Se han publicado sobre ella artículos, crónicas, perfiles e informes audiovisuales no solo en el Financial Times, sino también en medios como la BBC, El País, CNN, El Universal, La Nación, Le Monde. A ninguno le concedió una entrevista. Como no habla con la prensa, sus ideas e incluso algunos aspectos de su personalidad permanecen inexpugnables. El poder de Karina Milei se constata cuando ya es un hecho consumado: tal jefe de campaña no trabaja más, tal legislador ignoto ahora preside una comisión clave en el Congreso, tal funcionario cayó en desgracia. “Decisión de Karina”, afirman los desplazados o los ungidos con idéntico desconcierto.

—Karina es quien dice “este sí, este no”. Así de simple. Las bolillas negras que ella determina se acatan —cuenta Maslatón.

Ilustración de Javier Milei
El presidente utiliza el mismo sustantivo masculino para designar a Dios y a Karina Milei: el Jefe. Ilustración: Alejandra Otero.

Una de sus últimas “bolillas negras” tuvo lugar en abril de 2024. La diputada de La Libertad Avanza Marcela Pagano, cercana a Javier Milei, fue designada —con el visto bueno del propio presidente— como titular de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados, un puesto clave para anticipar y prevenir cualquier intento de destitución. Una vez enterada, Karina Milei no estuvo de acuerdo. Prefería poner a alguien de su extrema confianza y le exigió la renuncia a Pagano, quien días después tuvo que ser hospitalizada por una úlcera sangrante. El entorno de Pagano le atribuyó su problema de salud a la presión ejercida por la hermana del presidente.

Cultora del bajo perfil, como secretaria general de la Presidencia, Karina Milei tuvo una sola intervención pública que duró 60 segundos exactos. El 8 de marzo de 2024, en el Día Internacional de la Mujer, anunció en un video, con la voz fatigada y displicente, como si tuviera cosas más importantes de las que ocuparse, que el Salón de las Mujeres, donde se exhibían retratos de políticas, escritoras, actrices y otras figuras femeninas de la historia argentina, dejaría de existir. En su lugar, inauguró el Salón de los Próceres, integrado de forma exclusiva por hombres. “Nos importa la gran historia [...] y no el guiño político estéril a un movimiento militante del momento”, dijo durante su locución de un minuto, una crítica abierta al movimiento feminista. Ni antes ni después volvió a hablar en público como funcionaria. Desde 2020, cuando comenzó a acompañar a su hermano en su incursión en política, Karina Milei trabaja en las sombras. El presidente ha expuesto sus emociones, sus miedos, sus inseguridades, incluso sus dramas familiares en televisión. El Jefe, en cambio, es un gran misterio: “Está detrás de cámara alguien que vos amás profundamente”. Karina Milei es alguien detrás de cámara. Casi siempre.

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Viernes 29 de enero de 2016. Prime time de El Trece, uno de los canales de televisión con mayor rating de la Argentina. Guido a la Noche es un programa de entretenimiento que, como su nombre lo indica, está conducido por un hombre llamado Guido, Guido Kaczka, y, también como su nombre lo indica, se emite a la noche.

—¡Karina! ¿Cómo va, Karina? —la saluda Kaczka, quien solo puede saber que la mujer rubia y sonriente que tiene delante, una perfecta desconocida en 2016, lleva ese nombre, Karina, porque: a) se lo acaba de informar un productor o b) se lo acaba de preguntar a la propia Karina fuera del aire.

—Bien, bárbaro —contesta ella radiante, la sonrisa amplia, los ojos celestes divertidos. Parece gustosa de estar en el programa. En definitiva, por algo se anotó. Lleva una blusa blanca con mostacillas bordadas color plateado y un saquito negro con transparencias, y sostiene una correa de perro en la mano izquierda.

—¿Karina qué?

—Milei.

—¿Cómo?

—Mi-lei —repite Karina, poniendo especial cuidado en la modulación de cada sílaba.

—Ah, Karina Milei. ¿Y los señores son?

—Mis papás.

Karina Milei nació en 1973. En diciembre de 2016 tiene 43 años. Ha llevado una vida que tanto sus amigos como enemigos coinciden en describir como “normal”. Familia de origen trabajador que prosperó —padre conductor de autobuses devenido empresario, madre ama de casa—, educación primaria y secundaria privadas. Título universitario: licenciada en Relaciones Públicas por la Universidad Argentina de la Empresa (uade), una institución también privada de módico prestigio. Ha alternado entre diferentes trabajos, pero nunca como empleada: administración de negocios familiares, emprendimientos de repostería promocionados por Facebook, venta de neumáticos, comercio de ropa y bijouterie en una galería poco concurrida del barrio porteño de Villa Devoto, donde se crio. Es en esta época una mujer anónima para Kaczka y para cualquiera que no forme parte de sus amistades o de su círculo íntimo. Su hermano, Javier, el hombre con quien comparte mucho más que el mismo color de ojos, todavía es un economista desconocido para el gran público.

La emisión de esta noche del programa de Kaczka es un “especial perros”. Karina se ha presentado junto a sus padres, Norberto Milei y Alicia Lucich, y su perro: un pastor suizo blanco, de porte distinguido, noble, como salido de Las crónicas de Narnia, llamado Aarón. Faltan varios años para que Javier Milei se designe a sí mismo con ese nombre, Aarón, el nombre del perro de su hermana.

De todas formas, hoy Javier Milei no se encuentra en los estudios de El Trece junto al resto de la familia. En este momento de su vida, a pesar de que tiene una estrecha relación con Karina, no se vincula con Norberto y Alicia, a quienes ni siquiera llama padres, sino “progenitores”.

—Yo no hablo con mis progenitores —explicará Javier Milei en otro programa de televisión unos años después—. No comparto los valores morales y éticos de ninguno de los dos. Durante todo mi proceso universitario, mi padre me hizo las mil y una. Por ejemplo, llegaba la época de los finales y me dejaba de hablar y me generaba un montón de situaciones de mucho estrés para que me fuera mal. Es un tipo muy complicado. Es la lógica que él tiene: darte algo y después generarte una situación para que te vaya mal y enrostrarte que sos un fracasado. Y mi mamá avaló. Debe hacer por lo menos siete u ocho años que no los veo. Para mí es como que ya no existen. De hecho, a mi hermana le tengo prohibido hablarme de ellos. Ella sigue siendo hostigada por ellos. Para mí, los dos están muertos.

Norberto Milei es alto, flaco y severo. En la emisión de Guido a la Noche viste un pantalón gris claro, una camisa a cuadros azul y negra, y un saco gris de un tono más oscuro que el pantalón. Su mujer, Alicia, no para de sonreír y tiene puesto un conjunto acorde a la temática del programa: animal print. Más precisamente, de leopardo. La siguiente pregunta de Guido Kaczka está dirigida a ella:

—¿Y Karina cómo era como estudiante?

—Regular —contesta Alicia, sin titubeos, en el prime time de uno de los canales de mayor rating de la televisión argentina. Se ríe.

El juego es muy simple. La mascota espera encerrada en un corralito. Una vez que se abra la puerta, atravesará una especie de pasillo, al final del cual hay una serie de bolos de bowling. Si voltea nueve, su dueña se ganará un smart tv. Todo ocurre en pocos segundos: la puerta del corralito se abre, Karina llama a su perro por el nombre, el perro atraviesa el pasillo con cierta prestancia, pero cuando llega a los bolos, apenas logra voltear seis. Final del juego. La familia Milei se esfuma intempestivamente sin recibir siquiera un “chau, gracias por participar”: así termina el debut televisivo de Karina Milei cuando ni ella, ni los padres, ni el conductor del programa se imaginan ni pueden imaginarse, por supuesto, lo que les deparará la vida.

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—Esperame un minuto que Kari me acaba de contar que está con Elon.

El Elon al que se refiere mientras revisa su celular Andrea Juárez, la mejor amiga de Karina Milei desde hace 30 años, cuando se conocieron en la carrera de Relaciones Públicas de la uade, es el magnate sudafricano Elon Musk, fundador de la compañía aeroespacial SpaceX, director general de Tesla y propietario de la red social X, cuyos sus usuarios insisten en llamar por su antiguo nombre: Twitter.

Desde el lanzamiento de su campaña, si se le preguntaba a Javier Milei qué cargo tendría Karina en el improbable caso de que él accediera a la presidencia de la nación, su respuesta era siempre la misma: primera dama. Incluso reveló un chiste interno que compartían entre hermanos: que él hacía todo lo que hacía, es decir, sus apariciones en televisión, sus discursos en las plazas, su carrera política entera, a fin de cuentas, solo para que ella pudiera llegar a ser primera dama. Es un rol que por costumbre en todo el mundo se asigna a la pareja del presidente, pero ninguno de los hermanos Milei se casó ni tuvo hijos. Cuando asumió como jefe del poder ejecutivo, al final Javier Milei no la nombró primera dama, sino secretaria general de la Presidencia. Pero a nivel protocolar se maneja como si lo fuera. En especial cuando el presidente viaja: casi nunca sale del país sin su hermana. La participación de Karina Milei en las ceremonias oficiales durante los viajes, tal como históricamente lo han hecho las parejas presidenciales, ha provocado algún equívoco incómodo, como cuando los hermanos asistieron a la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina, en una ceremonia a cargo del papa Francisco, y mientras las notas del órgano eclesiástico reverberaban en la cúpula de la Basílica de San Pedro, el locutor de la señal oficial Vatican News decía: “Informamos que en la santa misa participa el presidente de la República Argentina, Javier Milei, junto con su esposa, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei”.

Lo cierto es que el viernes 12 de abril de 2024, al mismo tiempo que Andrea Juárez toma un café con leche en un bar ubicado en el barrio porteño de Núñez, su amiga Karina, quien hace unos años se anotaba en un programa de entretenimientos con su perro para competir por un smart tv, está de viaje en Austin, Texas, recorriendo la planta de la automotriz Tesla junto a Javier Milei y al propio dueño de la empresa, el magnate Elon Musk.

Andrea Juárez nunca ha hablado con la prensa hasta hoy. Antes de aceptar, pidió permiso a Karina Milei. A pesar de negarse ella misma en reiteradas oportunidades a brindar cualquier clase de entrevista, se lo concedió.

—Justo estoy hablando con Kari. Dice que Elon es un genio. No, pará, no dijo un genio. Esperá que lo busco —Andrea vuelve a tomar su celular y revisa la conversación por WhatsApp con su amiga para no cometer una imprecisión—. “Muy copado Elon”, me puso.

La humedad intensa de este viernes otoñal en Buenos Aires podría conspirar contra el pelo encrespado y voluminoso de Andrea Juárez, pero sus rulos soportan estoicos y bien armados a fuerza, seguramente, de productos de primera calidad. Los ojos delineados con trazo grueso, la risa ruidosa, Andrea repetirá con una voz entusiasta que ella es “muy minita, igual que Kari”.

—Es muy de minita lo que te voy a decir. Muy de minita boluda. Me acuerdo que yo había llegado de viaje y entré tarde a la facultad, así que me fui atrás de todo. Yo tenía una mochila. No era de marca, la había comprado en Estados Unidos, pero no era de marca. Y cuando me siento, me dice: “No puedo creer que tenés la misma mochila que yo”. Era raro porque no era de marca. Entonces le dije: “Ah, la compré en tal lugar en Estados Unidos”. “Ah, yo también”. Bien de minitas boludas. Así fue como empezó nuestra amistad con Kari.

—¿Cómo era Karina en clase?

—Muy atenta. No era una alumna [de] 10, pero todo el tiempo tomaba nota. Le gustaba que estuviera todo perfecto, que nos juntáramos para hacer los trabajos prácticos. Bastante obsesiva con eso.

—¿Ya le interesaba la política en ese momento?

—¡No! ¡Jamás! Nunca, nunca, nunca —Andrea abre los ojos bien grandes y se ríe, como si la pregunta le resultara entre escandalosa y divertida—. Nunca le interesó la política a Kari, y a mí tampoco. La única charla de política que tuvimos en todos los años de facultad fue porque yo había votado a Menem y ella también. Nunca más hablamos de política ni de a quién votó cada una. Para mí, el gobierno de Menem fue espectacular. Yo me tomaba dos días y me iba a Miami, dos días y me iba a Nueva York. Me iba a buscar ropa y la vendía acá. Para mí fue… Yo sé que mucha gente la pasó mal. Pero para mí, para mí, eh, fue glorioso.

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Karina Milei y Andrea Juárez se conocieron en 1995. El presidente en ese entonces era Carlos Saúl Menem, cuyo primer gobierno, para Javier Milei, “fue el mejor de la historia”. Menem había asumido en medio de una hiperinflación superior a 3 000% anual, y logró reducirla drásticamente durante los primeros años de mandato. Su gestión se caracterizó por llevar a cabo varias de las medidas que pregona el gobierno que ahora integra Karina Milei: achicamiento del Estado, privatizaciones masivas de servicios públicos, apertura total de la economía. El ingreso indiscriminado de productos importados dejó en la ruina a decenas de miles de pequeñas y medianas empresas locales. Promediando la presidencia de Menem, hacia 1996, la tasa de desempleo ascendió a 17.3%, una de las más altas de la historia argentina.

Desde que se conocieron, Andrea Juárez y Karina Milei permanecieron unidas. Andrea dice que “Alice y Beto”, como llama ella a Alicia y Norberto Milei, son como sus padres. Hace 12 años, cuando Andrea se separó de un novio con el que había convivido mucho tiempo, Karina la alojó en su departamento. Vivieron juntas cinco meses. Ese es un gesto por el cual siempre estará agradecida. Actualmente Andrea trabaja como asistente de Karina, pero no en cuestiones vinculadas con su agenda política, sino “en cosas personales, que requieren alguien de mucha confianza”. Según Andrea, los intereses de Karina no cambiaron mucho en todos estos años.

—A Kari siempre le gustó lo mismo. La parte artística, ir al teatro, pintar, hacer esculturas. La pastelería. Y la ropa, las carteras. Ama los perfumes Kari, los ama. Cuando vos la saludás es como que se te queda impregnado el aroma.

—¿Y te acordás cómo era Karina socialmente en la universidad?

—Era tímida. Muy introvertida. Mucho más introvertida que ahora. Por más que ella no dé entrevistas, la parte de la política tiene mucha… ella tiene… no sé si decirlo así… poder. Le dan mucha bolilla a ella. Antes era una persona más introvertida. La verdad es que no era la líder del grupo.

¿Cómo se transforma esta mujer, en apariencia anodina, una alumna promedio que ni siquiera lideraba su grupo de amigas en la universidad y que jamás manifestó el más mínimo interés por la política, en el Jefe del partido que gobierna la Argentina?

Ilustración de Karina Milei y Javier Milei
En su campaña, si se le preguntaba a Javier Milei qué cargo tendría Karina en el caso de que accediera a la presidencia de la nación, su respuesta era siempre la misma: primera dama. Ilustración: Alejandra Otero.

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Esa especie de grisura o mediocridad que le achacan a Karina Milei sus detractores ha sido, para muchos miembros de La Libertad Avanza, su mayor diferencial como jefa de campaña. Y no de cualquier campaña, sino de una inédita que logró que Javier Milei pasara de figura mediática extravagante a diputado y luego a presidente de la nación en menos de tres años. Mientras que los consultores más renombrados cobran fortunas para ofrecer a sus candidatos una interpretación de lo que entienden que son los deseos, miedos y aspiraciones del votante promedio, al cual solo pueden acceder a través de focus groups, encuestas y sondeos de opinión, Karina Milei se jacta de no necesitar nada de eso. Ella es, según ella misma y sus allegados, el votante promedio: amante de los animales, familiera, hija de un conductor de autobuses que progresó económicamente, emprendedora afectada por las restricciones impuestas por el Gobierno argentino durante la pandemia, una ciudadana harta de la inflación. Todo eso es cierto. En todo caso, si hay en su biografía aspectos que la alejan de los lugares comunes de las clases medias urbanas, se ha ocupado de ocultarlos. Por ejemplo, nunca dijo que entre 2018 y 2022 fue directora de una sociedad familiar que compró cuatro departamentos en Miami por casi tres millones de dólares. El dato, que en sí mismo no constituía ningún delito, se hizo público recién en 2024, cuando lo reveló una investigación conjunta de elDiarioAR y La Nación. Tampoco ha dicho que su padre le regaló el departamento de cuatro ambientes en la torre en la que vive.

El relato que hacen Karina Milei en particular y la familia Milei en general de su propia vida está atravesado por lo que el sociólogo y doctor en Antropología Pablo Semán, uno de los investigadores que más estudiaron el ascenso de La Libertad Avanza, designa como “mejorismo”.

—Se presenta como una típica persona que prospera por sus propios medios, sin acudir al Estado, en todo caso con la ayuda de su familia y en un crecimiento que también es familiar —dice Semán—. El elemento mínimo para definir el mejorismo es la aspiración y el ideal de prosperar económicamente a partir del propio esfuerzo, de la propia capacidad de asumir riesgos y de la propia habilidad.

En una economía como la argentina, donde los tres presidentes anteriores a Javier Milei terminaron sus mandatos con una inflación que duplicaba la que había cuando asumieron, esas narrativas “mejoristas”, de por sí bastante intuitivas, cobraron mayor preponderancia. El Estado, incapaz de dar respuesta a los problemas de la economía, pasó a ser considerado cada vez más como un lastre que entorpecía el desarrollo personal a fuerza de impuestos y trabas de todo tipo, con las restricciones pandémicas como su mayor exponente.

—La división entre lo estatal y lo privado se vuelve muy relevante —continúa Semán—. Los que trabajaron en el Estado los últimos 20 años tuvieron una estabilidad salarial, más allá de cobrar salarios bajos, mientras que los que estaban en el mundo privado sufrieron una inestabilidad enorme, especialmente en pandemia, donde la diferencia entre los sectores privado y público fue gigante.

Justamente en octubre de 2020, tras siete meses de restricciones de distinta clase, incluidas varias cuarentenas estrictas, y en medio de una crisis económica que combinaba recesión con inflación, Javier Milei anunció su voluntad de incursionar en política con un discurso que señalaba al Estado como su principal enemigo. No estaba diciendo nada que no hubiese dicho en los cuatro años anteriores en televisión, solo que en ese contexto dejó de ser meramente un personaje excéntrico de la extrema derecha mediática y pasó a convertirse en un potencial candidato.

Karina Milei no lideró la campaña a diputado de su hermano en 2021, como sí lo hizo en 2023 en la carrera presidencial. Carlos Maslatón, quien fue uno de los principales referentes de aquella primera campaña, recuerda a Karina como una suerte de secretaria de Javier Milei: una mujer prolija y ordenada, siempre en segundo plano, más parecida al relato que hace Andrea Juárez de sus días en la universidad que a la imagen del Jefe que fue adquiriendo con el tiempo.

—En 2021 Karina era la persona que le manejaba la agenda a Javier Milei y la que organizaba un poco los eventos políticos, los actos en las plazas —recuerda Maslatón en su departamento del edificio Kavanagh, un rascacielos de estilo art déco construido en la década de los treinta.

Lilia Lemoine, actual diputada nacional por La Libertad Avanza, también participó en aquella campaña de 2021 como fotógrafa y maquilladora de Javier Milei.

—En 2021 Karina hizo mucho trabajo tras bambalinas. Lo que nadie quiere hacer: producción, organización, prensa —dice Lemoine, en un café a metros de la Casa Rosada, la sede del poder ejecutivo.

La campaña de 2021 estuvo liderada por tres hombres: Ramiro Marra, Marcos Urtubey y Eugenio Casielles, todos con trayectoria y formación en política. Sin embargo, Karina Milei, desde el rol marginal que le habían reservado, hizo tres aportes valiosos. En primer lugar, como venía haciendo desde hacía años, alentó a su hermano a que incorporara elementos disruptivos a sus charlas sobre economía. “La clave se encontraba en brindar conferencias que no solo dieran contenido académico, sino que apasionaran a la concurrencia y la hicieran emocionar”, explicó la propia Karina Milei en El camino del libertario (Planeta, 2022), una especie de autobiografía de Javier Milei en la que también hay algunos capítulos escritos por amigos y familiares. A tal punto fue exitosa esa estrategia que, en mayo de 2021, Javier Milei brindó una conferencia online con 10 000 participantes, postulada al récord Guinness como la clase de economía con mayor concurrencia de la historia. En segundo lugar, Karina Milei también fue quien propuso el nombre del frente electoral: La Libertad Avanza. En tercer lugar, fue suya la idea de que Javier Milei sorteara su salario en caso de resultar electo diputado, lo cual le aportó enorme popularidad. En cada uno de los sorteos mensuales hubo entre un millón y 2.8 millones de personas inscriptas.

Ninguna de estas cuestiones, por supuesto, mejoró en nada la calidad de vida de los argentinos. Al contrario, contribuyeron al ascenso y posterior arribo a la presidencia de un candidato que logró reducir la inflación de 12.8% mensual que dejó la gestión anterior, en noviembre de 2023, a 4.2%, pero que, al menos hasta junio de 2024, empeoró casi todos los demás indicadores que dan cuenta del poder adquisitivo de los ciudadanos. En apenas cinco meses de mandato de Milei, la indigencia prácticamente se duplicó —pasó de 9.6% a 17.5%—; el salario real experimentó una caída de casi 15%, una de las más pronunciadas de la historia argentina; la pobreza aumentó a 55%, el pico más alto desde 2002; los bancos informaron el cierre de 275 000 “cuentas sueldo”, en las que los trabajadores formales, tanto del sector público como del privado, cobraban su salario. Tampoco es la finalidad de una asesora de campaña proponer políticas públicas que mejoren la vida de nadie, sino lograr exactamente lo que lograron los Milei en 2021: un buen resultado electoral.

Para la candidatura presidencial de 2023, Karina Milei desplazó a Marra, Urtubey y Casielles, también a Maslatón, e incluso a Carlos Kikuchi, un jefe de campaña que ella misma acababa de encumbrar. Ya ubicada como el Jefe en toda su plenitud, concentró dos tareas fundamentales que no debieron haber estado relacionadas: administrar las finanzas de La Libertad Avanza y conseguir candidatos que quisieran postularse en todas las provincias del país.

—Karina ya venía manejando las finanzas de Javier, la parte práctica —recuerda Lilia Lemoine—. Es la que le decía: “Javi, tenés que meter más conferencias porque te estás quedando sin plata”.

Desde hacía varios años, Javier Milei había empezado a recaudar dinero brindando conferencias y espectáculos. En 2018, por ejemplo, había estrenado El consultorio de Milei, una obra de teatro que fue un éxito en la taquilla. Karina Milei participó como actriz —la obra curiosamente terminaba con Javier teniendo un brote psicótico y su hermana, que interpretaba a la secretaria de un psicólogo, llevándoselo con un chaleco de fuerza—, pero también administraba los números.

—Karina era la encargada del aspecto económico. Me preguntaba mucho sobre la plata, cuántas entradas se habían vendido, cuándo le iban a pagar su parte, esas cosas —recuerda Nito Artaza, productor del espectáculo.

Maslatón dice que a Javier Milei nunca le interesó el dinero. En cambio, a Karina sí. Mucho.

—Lo que yo observé en la campaña es que a Karina le gusta acumular plata. La Libertad Avanza funciona como una franquicia: para presentarse con su sello en una provincia, lo cual les aporta muchos votos, los candidatos tienen que pagar. Karina es la que junta el dinero y la que les cobra a los candidatos que acceden a un cargo.

Las denuncias públicas de venta de candidaturas por parte del equipo que lideraba Karina Milei en 2023 fueron muchas y variadas. En algunos casos los denunciantes dijeron que se pedían directamente sumas de dinero en efectivo. El empresario Juan Carlos Blumberg, que había formado parte del espacio, contó en julio de ese año que La Libertad Avanza cobraba “hasta 50 000 dólares” por una candidatura a concejal.

En otros casos, en vez de dinero en efectivo, los candidatos dijeron que debían comprometerse a nombrar como asesores en cargos públicos a personas que en realidad no iban a trabajar y cuyos salarios, pagados por el Estado, se utilizarían para financiar el espacio político.

—A mí me llamaron desde el equipo de Karina Milei para decirme que tenía que nombrar a ocho asesores, que no iban a trabajar, para quedarse con esos sueldos —dice por teléfono, desde Neuquén, Carlos Eguía, quien fue el candidato a gobernador de esa provincia apoyado por Javier Milei en 2023—. ¿No estábamos en contra de los que viven del Estado sin trabajar? ¿No queríamos achicar el Estado? Karina me dijo: “Bueno, Carlos, pero entendé que de alguna manera tenemos que financiar el partido, necesitamos plata”. Te imaginás que la mandé a la mierda.

Eguía relató la misma versión en diferentes entrevistas con medios. Karina Milei nunca lo desmintió.

Más allá de sus múltiples tareas —organización, estrategia, prensa, manejo de las finanzas—, para muchos, el motivo del ascenso de Karina Milei no se debió estrictamente a sus aportes en la campaña, si bien importantes, no imprescindibles. Juan Luis González, autor de El loco (Planeta, 2023), la biografía no autorizada de Javier Milei, libro que reveló muchos de los aspectos ocultos del presidente, lo pone en estos términos:

—El mayor capital político que tiene Karina Milei es el monopolio emocional sobre su hermano. Eso es lo que le da todo el poder.

Maslatón coincide:

—Yo te diría que Karina es la dueña de Javier Milei. Viene dominando la mente de su hermano desde que él era chico.

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Quizás porque era mujer, quizás porque era menos revoltosa y pasaba más desapercibida que Javier, Karina no fue víctima directa de las palizas de Norberto Milei. En abril de 1982, con nueve años recién cumplidos, terminó hospitalizada, pero no producto de la violencia física ejercida sobre ella, sino por una crisis nerviosa tras haber visto cómo su padre golpeaba con ferocidad —más ferocidad que de costumbre— a Javier, que en ese entonces tenía 12. No parece exagerado decir que Karina sufría como propios los golpes recibidos por su hermano mayor. Años después, el realizador audiovisual de La Libertad Avanza, Santiago Oría, amigo personal de los hermanos Milei, dirá: “En mi opinión estas dos personas son prácticamente dos cuerpos que comparten una misma alma”.

Todos los relatos de Karina Milei sobre su propia infancia incluidos en el capítulo que escribió para El camino del libertario tienen dos puntos en común. En todos, Javier es el protagonista y ella el personaje secundario, y en todos, a pesar de ser ella la hermana menor, aparece como su protectora frente a algo o alguien que puede producirle un daño: Javier es arquero de un equipo de fútbol infantil y Karina, que hace la tarea de la escuela en las gradas, se pelea con los rivales cuando lo insultan; Javier ataja en otro equipo, a los 11, y Karina enciende fogatas cerca del arco para que no lo piquen los mosquitos; Javier canta en una banda de rock, ya en su adolescencia, y Karina lucha con las fans para recuperar la ropa que él revolea desde el escenario. Rivales hostiles, mosquitos, fanáticas afiebradas, da igual: siempre está ahí Karina para proteger a su hermano. A pesar de cómo se muestran en público —él: agresivo, carismático, megalómano; ella: apocada, retraída, espectral—, en esos relatos se ve quién es el débil y quién la fuerte.

Con el correr de los años, proteger a su hermano mayor se convirtió en algo así como un trabajo de tiempo completo para Karina Milei; un trabajo por el cual dejó todo lo demás de lado, incluida su vida afectiva, pero que también le confirió muchísimo poder.

Además de ser diputada nacional, Lilia Lemoine es una de las personas más cercanas a los hermanos Milei. En 2020 fue pareja de Javier y, por lo tanto, cuñada de Karina, a quien considera “muy amiga”. En efecto, pidió reunirse en este café en particular, a metros de la Casa Rosada, porque acaba de pasar a llevarle un regalo por su cumpleaños a Karina: “Una pavadita. Cositas, cositas de maquillaje”.

—Tienen peleas, como todos los hermanos —dice Lilia Lemoine—. A veces Javier no la quiere escuchar; entonces, Karina se enoja y le deja de hablar, pero él al final vuelve porque, si no, se queda muy solo.

—¿Y ella no se quedaría sola sin él?

—Si por alguna razón Javier no estuviera, Karina tendría una vida social supernutrida. En cambio, él no. Ella está sacrificando mucho para estar con el hermano. Cuando la conocí a Karina, todo el mundo ya estaba usando los sitios de citas. Un día sale con un tipo y el flaco al rato le dice: “¿Me conseguirías un autógrafo de tu hermano?”. Ahí ya no quiso usar más las apps. Karina está todavía más enfocada y más dedicada a la causa que Javier.

—¿En qué lo ves eso?

—Él se ha detenido a tener algunas novias. Ella no se detuvo a tener novios.

—¿Hace mucho que Karina no tiene novios?

—Sé que ha salido, pero no… Ella trabaja de sol a sol. Es imposible. Por eso, cuando uno dice: “Che, no tiene hijos”. Y bueno, ¿cómo hace?

—Pero ¿Karina quiere tener hijos?

—Sí. Yo congelé óvulos y ella también. Viste que a veces el ritmo de vida te hace pasar eso de largo. A mí no me sorprendería en el futuro quizás teniendo una familia.

—¿Con una pareja o por su cuenta?

—No, con una pareja. Lo que pasa es que tiene que recuperar el apellido. Sabés lo feo que es no poder… Ella es Karina Milei. Cuando decimos Milei, ¿en quién pensamos? En Javier. Igual son recíprocos en ese sentido. Y también creo… —Lilia Lemoine hace una pausa. Sopesa lo que está a punto de decir. Lo dice igual—. Esto es complicado porque joden con eso de que se coge a la hermana —en la Argentina las referencias a modo de burla por la relación supuestamente incestuosa entre los hermanos Milei son frecuentes en redes sociales e incluso en manifestaciones políticas opositoras—, pero cuando vos lo pensás desde la óptica de dos adultos, ¿por qué los hombres se casan? Muchas veces para que una mujer los acompañe, los ayude. No es solo por la índole sexual. Pero como Javier la tiene a Karina, que lo administra, lo ayuda, le cuida la espalda, lo protege, ¿para qué quiere una mujer?

Juan Luis González, el biógrafo de Javier Milei, relata situaciones similares a las que describe Lemoine, en las que, frente a una diferencia de criterios, Karina le retira la palabra a su hermano hasta que el presidente cede. Las fuentes de La Libertad Avanza que consultó para su libro utilizaron el término “manipulación”.

—En esto hago el paralelo de Karina con Norberto, su padre —dice González—. Tiene comportamientos extorsivos hacia el hermano. Fijate que, a diferencia de Javier, ella siempre se llevó bien con el padre.

A pesar de los golpes en la infancia, del sabotaje a su carrera universitaria en su juventud, de haber dicho por televisión que para él sus “progenitores” estaban muertos, Javier Milei recompuso su vínculo con sus padres en 2020, tras casi una década de no hablarles. Tanto Andrea Juárez como Lilia Lemoine cuentan que fue Karina quien le pidió a Javier Milei que se amigara con Norberto y Alicia. Él acató.

—Norberto Milei recién reaparece en la vida de su hijo cuando a Javier le empieza a ir bien —dice González—. Karina tiene muchos puntos en común. Los dos terminan succionándole la sangre. Ella se aprovecha de los huecos emocionales del hermano.

Ilustración de Javier Milei como caballo de Troya.
En palabras de Juan Luis González, autor de 'El loco', la biografía no autorizada de Javier Milei: "El mayor capital político que tiene Karina Milei es el monopolio emocional sobre su hermano". Ilustración: Alejandra Otero.

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Celia Melamed es la persona que le enseñó a Karina Milei a comunicarse con los perros muertos. Este sábado soleado de fines de abril por la mañana está terminando una consulta por Zoom en su departamento del barrio de Villa Crespo. Sentada en una banqueta ergonómica sin respaldo, de frente a su laptop, la columna recta en un ángulo al que solo debe ser posible acceder después de toda una vida dedicada al yoga, se disculpa con su interlocutora, una chica joven que en este momento está llorando, y le pide que le recuerde, por favor, la pregunta.

—Si lo voy a volver a ver. Si en esta vida lo voy a volver a ver.

—Ah, cierto, si lo voy a volver a ver —repite Celia Melamed y, mientras repite, piensa. En rigor, analiza una foto que le envió la consultante. Su cabeza, repleta de rulos ensortijados y grises, se ladea ligeramente, como si quisiera estudiar la situación desde otro punto de vista—. Lo que siento ahora es que lo importante es el disfrute que vos tuviste con este animal mientras vivía. Me está mostrando que va a seguir su camino. Dejame ver si tiene alguna cosa más para decir, para transmitir —cierra los ojos, inhala con un gesto de preocupación, exhala con alivio: hay buenas noticias—. Yo lo siento tranquilo. Está bien y está equilibrado.

Celia Melamed es veterinaria y comunicadora interespecies. Tiene la habilidad —ella explica que no es un don innato, sino una habilidad que adquirió, de manera que también puede ser transmitida a otras personas— de comunicarse con animales fallecidos. Lo hace a través de la observación de fotos que le envían sus dueños.

—A veces me las mandan por WhatsApp, a veces me las muestran por la pantalla, y entonces yo conecto con el animal y voy sintiendo lo que me quiere decir. Y lo que voy sintiendo lo pongo en palabras para que la persona lo pueda entender —dice una vez finalizada la consulta.

Javier Milei contactó a Celia Melamed en 2017, cuando atravesaba el peor momento de su vida. Golpeado por su padre en la infancia, víctima de bullying en la escuela, siempre fue un hombre muy solo. Su biógrafo, Juan Luis González, cuenta que tuvo su primer amigo a los 33 años y su primera pareja a los 47. “Los únicos que siempre estuvieron conmigo han sido Conan y mi hermana Karina”, escribió Milei en El camino del libertario. Conan era su mastín inglés, a quien considera su hijo.

—Desde que adoptó a Conan en 2004, Javier Milei pasó 13 navidades y 13 años nuevos solo, encerrado con el perro, con dos copas de champán, una para cada uno, esperando que se hicieran las 12 de la noche —dice González.

En 2017 Conan tenía un diagnóstico terminal irreversible. Uno de los dos seres que Javier Milei más amaba, uno de sus únicos dos vínculos, se moría. Incapaz de soportar ese dolor, tomó dos decisiones: recopilar su material genético para poder clonarlo y contactar a Celia Melamed para poder seguir comunicado una vez que falleciera.

Melamed preferiría no hablar de su trabajo con Karina Milei para preservar su relación con su discípula, a quien aprecia mucho, pero, si se le pregunta, cuenta esto:

—Lo conocí primero a Javier, cuando Conan estaba muy enfermo. Ya en ese momento cada vez que hablaba de su hermana se le llenaban los ojos de lágrimas. Él le dijo a Karina que existía esta posibilidad de comunicación con animales y ella me preguntó si yo podía enseñarle, si podía venir a mi taller.

Para Javier Milei, Conan vive. Habla de su perro en presente, pero no en un presente histórico, referido a hechos del pasado, sino en un presente-presente: ahora mismo. Son muchísimos los ejemplos. En agosto de 2018 asiste a un programa de televisión en el canal América tv. La conductora dice al aire que la idea era que Javier presentara a Conan, ya que tantas veces había insistido que era muy importante para él. Milei contesta que no pudo llevarlo porque Conan sociabiliza con muy poca gente: apenas con él y con su hermana. El perro había muerto casi un año atrás.

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En 2017 hay un perro que ha muerto, un hombre roto de dolor y una mujer dispuesta a interpretar el papel que ha interpretado toda su vida: el de la protectora. Karina aprende de Celia Melamed a comunicarse con los animales fallecidos. A partir de ese momento, los dos seres que Javier Milei más ama se fusionan: Karina pasa a ser la voz de Conan. Eso implica, también, un enorme poder.

—Él mismo me ha dicho a mí que el perro le bajaba un mensaje —contó el economista Mariano Fernández, amigo de Javier Milei en esos tiempos, en un pódcast de la revista Anfibia y El País sobre la vida del presidente.

El mensaje que le baja Conan a través de Karina es, para Javier Milei, la palabra de Dios, la palabra del Jefe. De ahí el influjo que Karina ejerce sobre él y que lo deja reducido a un mero divulgador. De ahí que acate todas las órdenes, como la que recibió en 2020 y que lo cambió todo: tras una vida entera de denostar a los políticos profesionales y jurar que nunca jamás ocuparía un cargo público, ese año Dios se le presentó a Javier Milei a través de Conan, es decir, a través de Karina. Él se lo ha contado a las personas que estaban más cerca suyo en esa época. Uno de ellos, Carlos Maslatón:

—Javier me dijo que en 2020 Dios le encomendó la tarea de hacer de la Argentina un país liberal. Por eso se metió en política.

Juan Luis González sostiene que ese designio divino es el gran punto de inflexión en la vida de Karina Milei.

—Hasta que Dios se le aparece a Javier Milei, Karina siempre había tenido una vida muy gris, estaba buscando un rumbo —dice el autor de El loco—. Nunca vamos a saber si ella inventa los mensajes que le baja Conan o si realmente lo cree. Pero es innegable que los usa a su favor.

Era un momento en el cual, restringida por la cuarentena, Karina Milei sobrevivía vendiendo tortas a sus vecinos. Sin logros académicos ni laborales, su carrera de relacionista pública estaba estancada. Su emprendimiento como pastelera se parecía más a un hobby que a un negocio del cual vivir: “Kari no ganaba plata con eso, es una excelente repostera, pero vendía todo al costo”, dice su amiga Andrea Juárez. Dependía, en buena medida, del dinero de su familia: de esa familia. Pero Karina, fanática número uno de su hermano desde la infancia, conocía la capacidad que tenía Javier Milei. Era un tipo solitario, sí, pero no le faltaba carisma cuando lideraba su banda de rock adolescente. El mismo carisma que le había ganado un lugar cada vez más preponderante en la televisión desde hacía cuatro años. Karina había visto el proceso, había sido testigo de cómo se fueron llenando las butacas en las sucesivas conferencias. Ella estuvo ahí, siempre acompañando a su hermano. Javier Milei lo dijo muchas veces: Karina fue la única persona que siempre creyó en él. Mientras los demás se burlaban, ella vio el potencial. De hecho, registró a su nombre la marca “Milei” en el boletín de la propiedad industrial. Entonces, en 2020 llegó ese mensaje divino. Dios le estaba diciendo a Javier Milei, Karina le estaba diciendo a Javier Milei que tenía una misión para él: la misión de meterse en política y no parar hasta ser presidente.

Ese designio forjó el ascenso de Karina Milei. El resto es mérito de su hermano.

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Hasta el 10 de diciembre de 2023 Karina Milei era la mujer más importante en la vida de su hermano. A partir del 10 de diciembre pasó a ser, también, una de las mujeres más importantes de la Argentina.

Karina Milei: la hermana menor

Karina Milei: la hermana menor

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El poder de la hermana de Javier Milei, actual presidente de la Argentina, es tan grande como invisible. ¿Quién es esta mujer desconocida que pasó de tener un emprendimiento gastronómico casero a ocupar un rol central en el gobierno?

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

El poder de la sombra

El lunes 13 de septiembre de 2021 parece ser un buen día para Javier Milei. Menos de un año atrás, en octubre de 2020, anunciaba su decisión de incursionar en política con la austeridad, la fe y el convencimiento propios de un predicador —parado sobre un banquito en el centro de una plaza, vociferando insultos y promesas de libertad a través de un micrófono—, y ahora está a punto de convertirse en diputado nacional. En aquellos no tan viejos tiempos, en Plaza Holanda, ciudad de Buenos Aires, unos pocos fieles, quizás 100, quizás algunos más, una cifra en cualquier caso insignificante para una carrera política, lo miraban entre divertidos, perplejos y entusiasmados mientras él gritaba en contra de los “hijos de puta pedazos de mierda [...] que avanzan sobre nuestra propiedad privada” y explicaba que venía a “pelearle los privilegios a esa oligarquía hija de puta de los políticos profesionales”. Su propuesta para lograrlo era, paradójicamente, convertirse él mismo en un político profesional, solo que para “dinamitar el Estado desde adentro”.

El choque entre su estilo grandilocuente y la escasa concurrencia de público lo convirtió en objeto de burlas aquel octubre de 2020. Diez meses después, hacia agosto de 2021, cuando lanzó de manera oficial su candidatura a diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires, sus detractores empezaron a tomarlo más en serio. Había logrado un crecimiento feroz: el acto de lanzamiento de campaña tuvo lugar en la misma plaza donde había anunciado que se metería en política, con un discurso más o menos idéntico, pero esta vez montado sobre un escenario de varios metros de altura, con personal de seguridad, escenografía y un público de miles de personas que lo aplaudían con fervor.

El lunes 13 de septiembre de 2021 parece ser un buen día para Javier Milei porque acaba de tener un debut electoral prometedor. Se presentó en las elecciones legislativas primarias y obtuvo 13.4% de los votos en la ciudad de Buenos Aires. Solo fue superado por los dos espacios políticos más importantes del país: Juntos por el Cambio —de centroderecha— y el Frente de Todos —peronista—. En caso de repetir un resultado similar en las generales, dentro de dos meses, se asegurará una banca en el Congreso. Durante los últimos años Javier Milei ha acumulado cada vez más minutos en pantalla. Llegó a convertirse en panelista ocasional y sus intervenciones se volvieron célebres por los insultos a su interlocutor o interlocutora de turno, a quienes calificó, entre otras cosas, de “zurdo de mierda”, “mentiroso serial”, “burra”, “imbécil”. Pero hoy ha sido invitado al programa de televisión de Viviana Canosa, una periodista tan incendiaria como él, referente mediática de los grupos antivacunas, y se lo ve alegre y tranquilo. Prácticamente no grita en ningún momento e incluso es capaz de mantener un intercambio de ideas sin insultar. Tras media hora de una conversación más o menos predecible, el tipo de charla que se espera de un político que acaba de obtener un buen resultado electoral, la conductora cambia el ángulo de la entrevista a un terreno más íntimo:

—Está detrás de cámara alguien que vos amás profundamente.

Conviene ver lo que sigue cuadro por cuadro para apreciar mejor la plasticidad con la cual una cara humana puede transformarse cuando es expuesta a una emoción extrema. El cambio es tan vertiginoso que casi se puede observar en tiempo real cómo los capilares se dilatan e irrigan sangre hacia la superficie de la piel. Las mejillas de Javier Milei, hasta hace un instante pálidas, adoptan una coloratura encendida. Pequeñas gotas de sudor comienzan a brotarle de la frente y el bozo. Los labios se arquean hacia arriba como tironeados por dos hilos invisibles clavados en cada comisura. Sin perder la sonrisa, los ojos, de un celeste glacial, primero se enrojecen y después se cargan de una humedad pesada que, dentro de unos segundos, se condensará y se precipitará en lágrimas de felicidad. Esta no es la cara de un candidato satisfecho por haber obtenido más votos de lo previsto ni la de un político que logró sobreponerse a la indiferencia del electorado a fuerza de insultos y amenazas. Es la cara de un niño que está viendo, en este preciso momento, a Papá Noel descender por la chimenea con una bolsa repleta de regalos y que no se imagina, bajo ningún concepto, que Papá Noel son los padres disfrazados.

—Hablame de tu hermana —insiste la conductora, que no quiere desaprovechar el momento televisivo—. ¿Qué es tu hermana en tu vida? Ayer la veía, la veo hoy, la veo siempre que viene con vos. Tenés una devoción por ella.

—Mirá, vos sabés que Moisés era un gran líder. Pero no era bueno divulgando. Y entonces Dios le mandó a Aarón para que, digamos, divulgue. Bueno, Kari es Moisés y yo soy el que divulga. Nada más. Soy solo un divulgador.

Entonces, el llanto.

Javier Milei, el predicador mesiánico a quien le da igual gritar sus verdades en una plaza colmada o ante un público escuálido, el revulsivo dispuesto a insultar a quien sea donde sea, el candidato al que contra todo pronóstico las urnas acaban de darle la razón, el hombre que en dos meses se convertirá en diputado nacional y, en dos años, en presidente de la Argentina, de pronto se reduce a sí mismo a un mero divulgador, a un subordinado de una figura mucho más importante, ante la cual agacha la cabeza con humildad y sumisión.

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Ahora se seca las lágrimas, primero del ojo izquierdo, después del derecho, mientras el plano se abre y lo muestra sentado en el borde de la silla, la espalda encorvada hacia adelante, las manos entrelazadas entre los muslos, encogido. Esto es lo que provoca Karina Milei, la sola evocación de Karina Milei, en Javier Milei. El rubor. La transpiración. La risa. El llanto.

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El 10 de diciembre de 2023, el mismo día en que asumió como presidente de la nación con 55.6% de los votos, Javier Milei derogó una norma que prohibía designar a familiares en la administración pública. Acto seguido, nombró a su hermana, Karina, secretaria general de la Presidencia.

Hasta el 10 de diciembre de 2023 Karina Milei era la mujer más importante en la vida de su hermano. A partir del 10 de diciembre pasó a ser, también, una de las mujeres más importantes de la Argentina. Institucionalmente, según el organigrama de la administración pública nacional, el cargo que ocupa abarca tareas como ceremonial y protocolo, elaboración de declaraciones y manejo del vínculo con la sociedad civil: asuntos menores que no dan cuenta de su verdadero poder. Karina Milei es la asesora más cercana al presidente, tiene incidencia en la elección de funcionarios de alto rango y supervisa las negociaciones legislativas en proyectos cruciales como la Ley Bases, un paquete de normas que puede alterar por décadas la matriz productiva y fiscal de la Argentina.

—Hay un poder ejecutivo bicéfalo: uno votado, Javier Milei, y otra no votada pero elegida por él. Gobiernan dos —dice Carlos Maslatón, abogado especialista en Finanzas y uno de los más importantes impulsores del lanzamiento de Javier Milei a la política, ahora distanciado tanto del presidente como de su hermana.

Los hermanos Milei se dividen las tareas. Mientras que Javier se encarga exclusivamente de la economía —“No entiende la política”, dijo su jefe de Gabinete, Guillermo Francos—, Karina es la “general política” y quien “lleva las riendas del partido”, como la describió el periódico británico Financial Times.

El presidente utiliza el mismo sustantivo masculino para designar a Dios y a Karina Milei: el Jefe. Así la llaman también muchos miembros de La Libertad Avanza, el frente político fundado por los hermanos Milei en 2021 y al que Karina le dio el nombre. Se han publicado sobre ella artículos, crónicas, perfiles e informes audiovisuales no solo en el Financial Times, sino también en medios como la BBC, El País, CNN, El Universal, La Nación, Le Monde. A ninguno le concedió una entrevista. Como no habla con la prensa, sus ideas e incluso algunos aspectos de su personalidad permanecen inexpugnables. El poder de Karina Milei se constata cuando ya es un hecho consumado: tal jefe de campaña no trabaja más, tal legislador ignoto ahora preside una comisión clave en el Congreso, tal funcionario cayó en desgracia. “Decisión de Karina”, afirman los desplazados o los ungidos con idéntico desconcierto.

—Karina es quien dice “este sí, este no”. Así de simple. Las bolillas negras que ella determina se acatan —cuenta Maslatón.

Ilustración de Javier Milei
El presidente utiliza el mismo sustantivo masculino para designar a Dios y a Karina Milei: el Jefe. Ilustración: Alejandra Otero.

Una de sus últimas “bolillas negras” tuvo lugar en abril de 2024. La diputada de La Libertad Avanza Marcela Pagano, cercana a Javier Milei, fue designada —con el visto bueno del propio presidente— como titular de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados, un puesto clave para anticipar y prevenir cualquier intento de destitución. Una vez enterada, Karina Milei no estuvo de acuerdo. Prefería poner a alguien de su extrema confianza y le exigió la renuncia a Pagano, quien días después tuvo que ser hospitalizada por una úlcera sangrante. El entorno de Pagano le atribuyó su problema de salud a la presión ejercida por la hermana del presidente.

Cultora del bajo perfil, como secretaria general de la Presidencia, Karina Milei tuvo una sola intervención pública que duró 60 segundos exactos. El 8 de marzo de 2024, en el Día Internacional de la Mujer, anunció en un video, con la voz fatigada y displicente, como si tuviera cosas más importantes de las que ocuparse, que el Salón de las Mujeres, donde se exhibían retratos de políticas, escritoras, actrices y otras figuras femeninas de la historia argentina, dejaría de existir. En su lugar, inauguró el Salón de los Próceres, integrado de forma exclusiva por hombres. “Nos importa la gran historia [...] y no el guiño político estéril a un movimiento militante del momento”, dijo durante su locución de un minuto, una crítica abierta al movimiento feminista. Ni antes ni después volvió a hablar en público como funcionaria. Desde 2020, cuando comenzó a acompañar a su hermano en su incursión en política, Karina Milei trabaja en las sombras. El presidente ha expuesto sus emociones, sus miedos, sus inseguridades, incluso sus dramas familiares en televisión. El Jefe, en cambio, es un gran misterio: “Está detrás de cámara alguien que vos amás profundamente”. Karina Milei es alguien detrás de cámara. Casi siempre.

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Viernes 29 de enero de 2016. Prime time de El Trece, uno de los canales de televisión con mayor rating de la Argentina. Guido a la Noche es un programa de entretenimiento que, como su nombre lo indica, está conducido por un hombre llamado Guido, Guido Kaczka, y, también como su nombre lo indica, se emite a la noche.

—¡Karina! ¿Cómo va, Karina? —la saluda Kaczka, quien solo puede saber que la mujer rubia y sonriente que tiene delante, una perfecta desconocida en 2016, lleva ese nombre, Karina, porque: a) se lo acaba de informar un productor o b) se lo acaba de preguntar a la propia Karina fuera del aire.

—Bien, bárbaro —contesta ella radiante, la sonrisa amplia, los ojos celestes divertidos. Parece gustosa de estar en el programa. En definitiva, por algo se anotó. Lleva una blusa blanca con mostacillas bordadas color plateado y un saquito negro con transparencias, y sostiene una correa de perro en la mano izquierda.

—¿Karina qué?

—Milei.

—¿Cómo?

—Mi-lei —repite Karina, poniendo especial cuidado en la modulación de cada sílaba.

—Ah, Karina Milei. ¿Y los señores son?

—Mis papás.

Karina Milei nació en 1973. En diciembre de 2016 tiene 43 años. Ha llevado una vida que tanto sus amigos como enemigos coinciden en describir como “normal”. Familia de origen trabajador que prosperó —padre conductor de autobuses devenido empresario, madre ama de casa—, educación primaria y secundaria privadas. Título universitario: licenciada en Relaciones Públicas por la Universidad Argentina de la Empresa (uade), una institución también privada de módico prestigio. Ha alternado entre diferentes trabajos, pero nunca como empleada: administración de negocios familiares, emprendimientos de repostería promocionados por Facebook, venta de neumáticos, comercio de ropa y bijouterie en una galería poco concurrida del barrio porteño de Villa Devoto, donde se crio. Es en esta época una mujer anónima para Kaczka y para cualquiera que no forme parte de sus amistades o de su círculo íntimo. Su hermano, Javier, el hombre con quien comparte mucho más que el mismo color de ojos, todavía es un economista desconocido para el gran público.

La emisión de esta noche del programa de Kaczka es un “especial perros”. Karina se ha presentado junto a sus padres, Norberto Milei y Alicia Lucich, y su perro: un pastor suizo blanco, de porte distinguido, noble, como salido de Las crónicas de Narnia, llamado Aarón. Faltan varios años para que Javier Milei se designe a sí mismo con ese nombre, Aarón, el nombre del perro de su hermana.

De todas formas, hoy Javier Milei no se encuentra en los estudios de El Trece junto al resto de la familia. En este momento de su vida, a pesar de que tiene una estrecha relación con Karina, no se vincula con Norberto y Alicia, a quienes ni siquiera llama padres, sino “progenitores”.

—Yo no hablo con mis progenitores —explicará Javier Milei en otro programa de televisión unos años después—. No comparto los valores morales y éticos de ninguno de los dos. Durante todo mi proceso universitario, mi padre me hizo las mil y una. Por ejemplo, llegaba la época de los finales y me dejaba de hablar y me generaba un montón de situaciones de mucho estrés para que me fuera mal. Es un tipo muy complicado. Es la lógica que él tiene: darte algo y después generarte una situación para que te vaya mal y enrostrarte que sos un fracasado. Y mi mamá avaló. Debe hacer por lo menos siete u ocho años que no los veo. Para mí es como que ya no existen. De hecho, a mi hermana le tengo prohibido hablarme de ellos. Ella sigue siendo hostigada por ellos. Para mí, los dos están muertos.

Norberto Milei es alto, flaco y severo. En la emisión de Guido a la Noche viste un pantalón gris claro, una camisa a cuadros azul y negra, y un saco gris de un tono más oscuro que el pantalón. Su mujer, Alicia, no para de sonreír y tiene puesto un conjunto acorde a la temática del programa: animal print. Más precisamente, de leopardo. La siguiente pregunta de Guido Kaczka está dirigida a ella:

—¿Y Karina cómo era como estudiante?

—Regular —contesta Alicia, sin titubeos, en el prime time de uno de los canales de mayor rating de la televisión argentina. Se ríe.

El juego es muy simple. La mascota espera encerrada en un corralito. Una vez que se abra la puerta, atravesará una especie de pasillo, al final del cual hay una serie de bolos de bowling. Si voltea nueve, su dueña se ganará un smart tv. Todo ocurre en pocos segundos: la puerta del corralito se abre, Karina llama a su perro por el nombre, el perro atraviesa el pasillo con cierta prestancia, pero cuando llega a los bolos, apenas logra voltear seis. Final del juego. La familia Milei se esfuma intempestivamente sin recibir siquiera un “chau, gracias por participar”: así termina el debut televisivo de Karina Milei cuando ni ella, ni los padres, ni el conductor del programa se imaginan ni pueden imaginarse, por supuesto, lo que les deparará la vida.

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—Esperame un minuto que Kari me acaba de contar que está con Elon.

El Elon al que se refiere mientras revisa su celular Andrea Juárez, la mejor amiga de Karina Milei desde hace 30 años, cuando se conocieron en la carrera de Relaciones Públicas de la uade, es el magnate sudafricano Elon Musk, fundador de la compañía aeroespacial SpaceX, director general de Tesla y propietario de la red social X, cuyos sus usuarios insisten en llamar por su antiguo nombre: Twitter.

Desde el lanzamiento de su campaña, si se le preguntaba a Javier Milei qué cargo tendría Karina en el improbable caso de que él accediera a la presidencia de la nación, su respuesta era siempre la misma: primera dama. Incluso reveló un chiste interno que compartían entre hermanos: que él hacía todo lo que hacía, es decir, sus apariciones en televisión, sus discursos en las plazas, su carrera política entera, a fin de cuentas, solo para que ella pudiera llegar a ser primera dama. Es un rol que por costumbre en todo el mundo se asigna a la pareja del presidente, pero ninguno de los hermanos Milei se casó ni tuvo hijos. Cuando asumió como jefe del poder ejecutivo, al final Javier Milei no la nombró primera dama, sino secretaria general de la Presidencia. Pero a nivel protocolar se maneja como si lo fuera. En especial cuando el presidente viaja: casi nunca sale del país sin su hermana. La participación de Karina Milei en las ceremonias oficiales durante los viajes, tal como históricamente lo han hecho las parejas presidenciales, ha provocado algún equívoco incómodo, como cuando los hermanos asistieron a la canonización de Mama Antula, la primera santa argentina, en una ceremonia a cargo del papa Francisco, y mientras las notas del órgano eclesiástico reverberaban en la cúpula de la Basílica de San Pedro, el locutor de la señal oficial Vatican News decía: “Informamos que en la santa misa participa el presidente de la República Argentina, Javier Milei, junto con su esposa, la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei”.

Lo cierto es que el viernes 12 de abril de 2024, al mismo tiempo que Andrea Juárez toma un café con leche en un bar ubicado en el barrio porteño de Núñez, su amiga Karina, quien hace unos años se anotaba en un programa de entretenimientos con su perro para competir por un smart tv, está de viaje en Austin, Texas, recorriendo la planta de la automotriz Tesla junto a Javier Milei y al propio dueño de la empresa, el magnate Elon Musk.

Andrea Juárez nunca ha hablado con la prensa hasta hoy. Antes de aceptar, pidió permiso a Karina Milei. A pesar de negarse ella misma en reiteradas oportunidades a brindar cualquier clase de entrevista, se lo concedió.

—Justo estoy hablando con Kari. Dice que Elon es un genio. No, pará, no dijo un genio. Esperá que lo busco —Andrea vuelve a tomar su celular y revisa la conversación por WhatsApp con su amiga para no cometer una imprecisión—. “Muy copado Elon”, me puso.

La humedad intensa de este viernes otoñal en Buenos Aires podría conspirar contra el pelo encrespado y voluminoso de Andrea Juárez, pero sus rulos soportan estoicos y bien armados a fuerza, seguramente, de productos de primera calidad. Los ojos delineados con trazo grueso, la risa ruidosa, Andrea repetirá con una voz entusiasta que ella es “muy minita, igual que Kari”.

—Es muy de minita lo que te voy a decir. Muy de minita boluda. Me acuerdo que yo había llegado de viaje y entré tarde a la facultad, así que me fui atrás de todo. Yo tenía una mochila. No era de marca, la había comprado en Estados Unidos, pero no era de marca. Y cuando me siento, me dice: “No puedo creer que tenés la misma mochila que yo”. Era raro porque no era de marca. Entonces le dije: “Ah, la compré en tal lugar en Estados Unidos”. “Ah, yo también”. Bien de minitas boludas. Así fue como empezó nuestra amistad con Kari.

—¿Cómo era Karina en clase?

—Muy atenta. No era una alumna [de] 10, pero todo el tiempo tomaba nota. Le gustaba que estuviera todo perfecto, que nos juntáramos para hacer los trabajos prácticos. Bastante obsesiva con eso.

—¿Ya le interesaba la política en ese momento?

—¡No! ¡Jamás! Nunca, nunca, nunca —Andrea abre los ojos bien grandes y se ríe, como si la pregunta le resultara entre escandalosa y divertida—. Nunca le interesó la política a Kari, y a mí tampoco. La única charla de política que tuvimos en todos los años de facultad fue porque yo había votado a Menem y ella también. Nunca más hablamos de política ni de a quién votó cada una. Para mí, el gobierno de Menem fue espectacular. Yo me tomaba dos días y me iba a Miami, dos días y me iba a Nueva York. Me iba a buscar ropa y la vendía acá. Para mí fue… Yo sé que mucha gente la pasó mal. Pero para mí, para mí, eh, fue glorioso.

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Karina Milei y Andrea Juárez se conocieron en 1995. El presidente en ese entonces era Carlos Saúl Menem, cuyo primer gobierno, para Javier Milei, “fue el mejor de la historia”. Menem había asumido en medio de una hiperinflación superior a 3 000% anual, y logró reducirla drásticamente durante los primeros años de mandato. Su gestión se caracterizó por llevar a cabo varias de las medidas que pregona el gobierno que ahora integra Karina Milei: achicamiento del Estado, privatizaciones masivas de servicios públicos, apertura total de la economía. El ingreso indiscriminado de productos importados dejó en la ruina a decenas de miles de pequeñas y medianas empresas locales. Promediando la presidencia de Menem, hacia 1996, la tasa de desempleo ascendió a 17.3%, una de las más altas de la historia argentina.

Desde que se conocieron, Andrea Juárez y Karina Milei permanecieron unidas. Andrea dice que “Alice y Beto”, como llama ella a Alicia y Norberto Milei, son como sus padres. Hace 12 años, cuando Andrea se separó de un novio con el que había convivido mucho tiempo, Karina la alojó en su departamento. Vivieron juntas cinco meses. Ese es un gesto por el cual siempre estará agradecida. Actualmente Andrea trabaja como asistente de Karina, pero no en cuestiones vinculadas con su agenda política, sino “en cosas personales, que requieren alguien de mucha confianza”. Según Andrea, los intereses de Karina no cambiaron mucho en todos estos años.

—A Kari siempre le gustó lo mismo. La parte artística, ir al teatro, pintar, hacer esculturas. La pastelería. Y la ropa, las carteras. Ama los perfumes Kari, los ama. Cuando vos la saludás es como que se te queda impregnado el aroma.

—¿Y te acordás cómo era Karina socialmente en la universidad?

—Era tímida. Muy introvertida. Mucho más introvertida que ahora. Por más que ella no dé entrevistas, la parte de la política tiene mucha… ella tiene… no sé si decirlo así… poder. Le dan mucha bolilla a ella. Antes era una persona más introvertida. La verdad es que no era la líder del grupo.

¿Cómo se transforma esta mujer, en apariencia anodina, una alumna promedio que ni siquiera lideraba su grupo de amigas en la universidad y que jamás manifestó el más mínimo interés por la política, en el Jefe del partido que gobierna la Argentina?

Ilustración de Karina Milei y Javier Milei
En su campaña, si se le preguntaba a Javier Milei qué cargo tendría Karina en el caso de que accediera a la presidencia de la nación, su respuesta era siempre la misma: primera dama. Ilustración: Alejandra Otero.

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Esa especie de grisura o mediocridad que le achacan a Karina Milei sus detractores ha sido, para muchos miembros de La Libertad Avanza, su mayor diferencial como jefa de campaña. Y no de cualquier campaña, sino de una inédita que logró que Javier Milei pasara de figura mediática extravagante a diputado y luego a presidente de la nación en menos de tres años. Mientras que los consultores más renombrados cobran fortunas para ofrecer a sus candidatos una interpretación de lo que entienden que son los deseos, miedos y aspiraciones del votante promedio, al cual solo pueden acceder a través de focus groups, encuestas y sondeos de opinión, Karina Milei se jacta de no necesitar nada de eso. Ella es, según ella misma y sus allegados, el votante promedio: amante de los animales, familiera, hija de un conductor de autobuses que progresó económicamente, emprendedora afectada por las restricciones impuestas por el Gobierno argentino durante la pandemia, una ciudadana harta de la inflación. Todo eso es cierto. En todo caso, si hay en su biografía aspectos que la alejan de los lugares comunes de las clases medias urbanas, se ha ocupado de ocultarlos. Por ejemplo, nunca dijo que entre 2018 y 2022 fue directora de una sociedad familiar que compró cuatro departamentos en Miami por casi tres millones de dólares. El dato, que en sí mismo no constituía ningún delito, se hizo público recién en 2024, cuando lo reveló una investigación conjunta de elDiarioAR y La Nación. Tampoco ha dicho que su padre le regaló el departamento de cuatro ambientes en la torre en la que vive.

El relato que hacen Karina Milei en particular y la familia Milei en general de su propia vida está atravesado por lo que el sociólogo y doctor en Antropología Pablo Semán, uno de los investigadores que más estudiaron el ascenso de La Libertad Avanza, designa como “mejorismo”.

—Se presenta como una típica persona que prospera por sus propios medios, sin acudir al Estado, en todo caso con la ayuda de su familia y en un crecimiento que también es familiar —dice Semán—. El elemento mínimo para definir el mejorismo es la aspiración y el ideal de prosperar económicamente a partir del propio esfuerzo, de la propia capacidad de asumir riesgos y de la propia habilidad.

En una economía como la argentina, donde los tres presidentes anteriores a Javier Milei terminaron sus mandatos con una inflación que duplicaba la que había cuando asumieron, esas narrativas “mejoristas”, de por sí bastante intuitivas, cobraron mayor preponderancia. El Estado, incapaz de dar respuesta a los problemas de la economía, pasó a ser considerado cada vez más como un lastre que entorpecía el desarrollo personal a fuerza de impuestos y trabas de todo tipo, con las restricciones pandémicas como su mayor exponente.

—La división entre lo estatal y lo privado se vuelve muy relevante —continúa Semán—. Los que trabajaron en el Estado los últimos 20 años tuvieron una estabilidad salarial, más allá de cobrar salarios bajos, mientras que los que estaban en el mundo privado sufrieron una inestabilidad enorme, especialmente en pandemia, donde la diferencia entre los sectores privado y público fue gigante.

Justamente en octubre de 2020, tras siete meses de restricciones de distinta clase, incluidas varias cuarentenas estrictas, y en medio de una crisis económica que combinaba recesión con inflación, Javier Milei anunció su voluntad de incursionar en política con un discurso que señalaba al Estado como su principal enemigo. No estaba diciendo nada que no hubiese dicho en los cuatro años anteriores en televisión, solo que en ese contexto dejó de ser meramente un personaje excéntrico de la extrema derecha mediática y pasó a convertirse en un potencial candidato.

Karina Milei no lideró la campaña a diputado de su hermano en 2021, como sí lo hizo en 2023 en la carrera presidencial. Carlos Maslatón, quien fue uno de los principales referentes de aquella primera campaña, recuerda a Karina como una suerte de secretaria de Javier Milei: una mujer prolija y ordenada, siempre en segundo plano, más parecida al relato que hace Andrea Juárez de sus días en la universidad que a la imagen del Jefe que fue adquiriendo con el tiempo.

—En 2021 Karina era la persona que le manejaba la agenda a Javier Milei y la que organizaba un poco los eventos políticos, los actos en las plazas —recuerda Maslatón en su departamento del edificio Kavanagh, un rascacielos de estilo art déco construido en la década de los treinta.

Lilia Lemoine, actual diputada nacional por La Libertad Avanza, también participó en aquella campaña de 2021 como fotógrafa y maquilladora de Javier Milei.

—En 2021 Karina hizo mucho trabajo tras bambalinas. Lo que nadie quiere hacer: producción, organización, prensa —dice Lemoine, en un café a metros de la Casa Rosada, la sede del poder ejecutivo.

La campaña de 2021 estuvo liderada por tres hombres: Ramiro Marra, Marcos Urtubey y Eugenio Casielles, todos con trayectoria y formación en política. Sin embargo, Karina Milei, desde el rol marginal que le habían reservado, hizo tres aportes valiosos. En primer lugar, como venía haciendo desde hacía años, alentó a su hermano a que incorporara elementos disruptivos a sus charlas sobre economía. “La clave se encontraba en brindar conferencias que no solo dieran contenido académico, sino que apasionaran a la concurrencia y la hicieran emocionar”, explicó la propia Karina Milei en El camino del libertario (Planeta, 2022), una especie de autobiografía de Javier Milei en la que también hay algunos capítulos escritos por amigos y familiares. A tal punto fue exitosa esa estrategia que, en mayo de 2021, Javier Milei brindó una conferencia online con 10 000 participantes, postulada al récord Guinness como la clase de economía con mayor concurrencia de la historia. En segundo lugar, Karina Milei también fue quien propuso el nombre del frente electoral: La Libertad Avanza. En tercer lugar, fue suya la idea de que Javier Milei sorteara su salario en caso de resultar electo diputado, lo cual le aportó enorme popularidad. En cada uno de los sorteos mensuales hubo entre un millón y 2.8 millones de personas inscriptas.

Ninguna de estas cuestiones, por supuesto, mejoró en nada la calidad de vida de los argentinos. Al contrario, contribuyeron al ascenso y posterior arribo a la presidencia de un candidato que logró reducir la inflación de 12.8% mensual que dejó la gestión anterior, en noviembre de 2023, a 4.2%, pero que, al menos hasta junio de 2024, empeoró casi todos los demás indicadores que dan cuenta del poder adquisitivo de los ciudadanos. En apenas cinco meses de mandato de Milei, la indigencia prácticamente se duplicó —pasó de 9.6% a 17.5%—; el salario real experimentó una caída de casi 15%, una de las más pronunciadas de la historia argentina; la pobreza aumentó a 55%, el pico más alto desde 2002; los bancos informaron el cierre de 275 000 “cuentas sueldo”, en las que los trabajadores formales, tanto del sector público como del privado, cobraban su salario. Tampoco es la finalidad de una asesora de campaña proponer políticas públicas que mejoren la vida de nadie, sino lograr exactamente lo que lograron los Milei en 2021: un buen resultado electoral.

Para la candidatura presidencial de 2023, Karina Milei desplazó a Marra, Urtubey y Casielles, también a Maslatón, e incluso a Carlos Kikuchi, un jefe de campaña que ella misma acababa de encumbrar. Ya ubicada como el Jefe en toda su plenitud, concentró dos tareas fundamentales que no debieron haber estado relacionadas: administrar las finanzas de La Libertad Avanza y conseguir candidatos que quisieran postularse en todas las provincias del país.

—Karina ya venía manejando las finanzas de Javier, la parte práctica —recuerda Lilia Lemoine—. Es la que le decía: “Javi, tenés que meter más conferencias porque te estás quedando sin plata”.

Desde hacía varios años, Javier Milei había empezado a recaudar dinero brindando conferencias y espectáculos. En 2018, por ejemplo, había estrenado El consultorio de Milei, una obra de teatro que fue un éxito en la taquilla. Karina Milei participó como actriz —la obra curiosamente terminaba con Javier teniendo un brote psicótico y su hermana, que interpretaba a la secretaria de un psicólogo, llevándoselo con un chaleco de fuerza—, pero también administraba los números.

—Karina era la encargada del aspecto económico. Me preguntaba mucho sobre la plata, cuántas entradas se habían vendido, cuándo le iban a pagar su parte, esas cosas —recuerda Nito Artaza, productor del espectáculo.

Maslatón dice que a Javier Milei nunca le interesó el dinero. En cambio, a Karina sí. Mucho.

—Lo que yo observé en la campaña es que a Karina le gusta acumular plata. La Libertad Avanza funciona como una franquicia: para presentarse con su sello en una provincia, lo cual les aporta muchos votos, los candidatos tienen que pagar. Karina es la que junta el dinero y la que les cobra a los candidatos que acceden a un cargo.

Las denuncias públicas de venta de candidaturas por parte del equipo que lideraba Karina Milei en 2023 fueron muchas y variadas. En algunos casos los denunciantes dijeron que se pedían directamente sumas de dinero en efectivo. El empresario Juan Carlos Blumberg, que había formado parte del espacio, contó en julio de ese año que La Libertad Avanza cobraba “hasta 50 000 dólares” por una candidatura a concejal.

En otros casos, en vez de dinero en efectivo, los candidatos dijeron que debían comprometerse a nombrar como asesores en cargos públicos a personas que en realidad no iban a trabajar y cuyos salarios, pagados por el Estado, se utilizarían para financiar el espacio político.

—A mí me llamaron desde el equipo de Karina Milei para decirme que tenía que nombrar a ocho asesores, que no iban a trabajar, para quedarse con esos sueldos —dice por teléfono, desde Neuquén, Carlos Eguía, quien fue el candidato a gobernador de esa provincia apoyado por Javier Milei en 2023—. ¿No estábamos en contra de los que viven del Estado sin trabajar? ¿No queríamos achicar el Estado? Karina me dijo: “Bueno, Carlos, pero entendé que de alguna manera tenemos que financiar el partido, necesitamos plata”. Te imaginás que la mandé a la mierda.

Eguía relató la misma versión en diferentes entrevistas con medios. Karina Milei nunca lo desmintió.

Más allá de sus múltiples tareas —organización, estrategia, prensa, manejo de las finanzas—, para muchos, el motivo del ascenso de Karina Milei no se debió estrictamente a sus aportes en la campaña, si bien importantes, no imprescindibles. Juan Luis González, autor de El loco (Planeta, 2023), la biografía no autorizada de Javier Milei, libro que reveló muchos de los aspectos ocultos del presidente, lo pone en estos términos:

—El mayor capital político que tiene Karina Milei es el monopolio emocional sobre su hermano. Eso es lo que le da todo el poder.

Maslatón coincide:

—Yo te diría que Karina es la dueña de Javier Milei. Viene dominando la mente de su hermano desde que él era chico.

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Quizás porque era mujer, quizás porque era menos revoltosa y pasaba más desapercibida que Javier, Karina no fue víctima directa de las palizas de Norberto Milei. En abril de 1982, con nueve años recién cumplidos, terminó hospitalizada, pero no producto de la violencia física ejercida sobre ella, sino por una crisis nerviosa tras haber visto cómo su padre golpeaba con ferocidad —más ferocidad que de costumbre— a Javier, que en ese entonces tenía 12. No parece exagerado decir que Karina sufría como propios los golpes recibidos por su hermano mayor. Años después, el realizador audiovisual de La Libertad Avanza, Santiago Oría, amigo personal de los hermanos Milei, dirá: “En mi opinión estas dos personas son prácticamente dos cuerpos que comparten una misma alma”.

Todos los relatos de Karina Milei sobre su propia infancia incluidos en el capítulo que escribió para El camino del libertario tienen dos puntos en común. En todos, Javier es el protagonista y ella el personaje secundario, y en todos, a pesar de ser ella la hermana menor, aparece como su protectora frente a algo o alguien que puede producirle un daño: Javier es arquero de un equipo de fútbol infantil y Karina, que hace la tarea de la escuela en las gradas, se pelea con los rivales cuando lo insultan; Javier ataja en otro equipo, a los 11, y Karina enciende fogatas cerca del arco para que no lo piquen los mosquitos; Javier canta en una banda de rock, ya en su adolescencia, y Karina lucha con las fans para recuperar la ropa que él revolea desde el escenario. Rivales hostiles, mosquitos, fanáticas afiebradas, da igual: siempre está ahí Karina para proteger a su hermano. A pesar de cómo se muestran en público —él: agresivo, carismático, megalómano; ella: apocada, retraída, espectral—, en esos relatos se ve quién es el débil y quién la fuerte.

Con el correr de los años, proteger a su hermano mayor se convirtió en algo así como un trabajo de tiempo completo para Karina Milei; un trabajo por el cual dejó todo lo demás de lado, incluida su vida afectiva, pero que también le confirió muchísimo poder.

Además de ser diputada nacional, Lilia Lemoine es una de las personas más cercanas a los hermanos Milei. En 2020 fue pareja de Javier y, por lo tanto, cuñada de Karina, a quien considera “muy amiga”. En efecto, pidió reunirse en este café en particular, a metros de la Casa Rosada, porque acaba de pasar a llevarle un regalo por su cumpleaños a Karina: “Una pavadita. Cositas, cositas de maquillaje”.

—Tienen peleas, como todos los hermanos —dice Lilia Lemoine—. A veces Javier no la quiere escuchar; entonces, Karina se enoja y le deja de hablar, pero él al final vuelve porque, si no, se queda muy solo.

—¿Y ella no se quedaría sola sin él?

—Si por alguna razón Javier no estuviera, Karina tendría una vida social supernutrida. En cambio, él no. Ella está sacrificando mucho para estar con el hermano. Cuando la conocí a Karina, todo el mundo ya estaba usando los sitios de citas. Un día sale con un tipo y el flaco al rato le dice: “¿Me conseguirías un autógrafo de tu hermano?”. Ahí ya no quiso usar más las apps. Karina está todavía más enfocada y más dedicada a la causa que Javier.

—¿En qué lo ves eso?

—Él se ha detenido a tener algunas novias. Ella no se detuvo a tener novios.

—¿Hace mucho que Karina no tiene novios?

—Sé que ha salido, pero no… Ella trabaja de sol a sol. Es imposible. Por eso, cuando uno dice: “Che, no tiene hijos”. Y bueno, ¿cómo hace?

—Pero ¿Karina quiere tener hijos?

—Sí. Yo congelé óvulos y ella también. Viste que a veces el ritmo de vida te hace pasar eso de largo. A mí no me sorprendería en el futuro quizás teniendo una familia.

—¿Con una pareja o por su cuenta?

—No, con una pareja. Lo que pasa es que tiene que recuperar el apellido. Sabés lo feo que es no poder… Ella es Karina Milei. Cuando decimos Milei, ¿en quién pensamos? En Javier. Igual son recíprocos en ese sentido. Y también creo… —Lilia Lemoine hace una pausa. Sopesa lo que está a punto de decir. Lo dice igual—. Esto es complicado porque joden con eso de que se coge a la hermana —en la Argentina las referencias a modo de burla por la relación supuestamente incestuosa entre los hermanos Milei son frecuentes en redes sociales e incluso en manifestaciones políticas opositoras—, pero cuando vos lo pensás desde la óptica de dos adultos, ¿por qué los hombres se casan? Muchas veces para que una mujer los acompañe, los ayude. No es solo por la índole sexual. Pero como Javier la tiene a Karina, que lo administra, lo ayuda, le cuida la espalda, lo protege, ¿para qué quiere una mujer?

Juan Luis González, el biógrafo de Javier Milei, relata situaciones similares a las que describe Lemoine, en las que, frente a una diferencia de criterios, Karina le retira la palabra a su hermano hasta que el presidente cede. Las fuentes de La Libertad Avanza que consultó para su libro utilizaron el término “manipulación”.

—En esto hago el paralelo de Karina con Norberto, su padre —dice González—. Tiene comportamientos extorsivos hacia el hermano. Fijate que, a diferencia de Javier, ella siempre se llevó bien con el padre.

A pesar de los golpes en la infancia, del sabotaje a su carrera universitaria en su juventud, de haber dicho por televisión que para él sus “progenitores” estaban muertos, Javier Milei recompuso su vínculo con sus padres en 2020, tras casi una década de no hablarles. Tanto Andrea Juárez como Lilia Lemoine cuentan que fue Karina quien le pidió a Javier Milei que se amigara con Norberto y Alicia. Él acató.

—Norberto Milei recién reaparece en la vida de su hijo cuando a Javier le empieza a ir bien —dice González—. Karina tiene muchos puntos en común. Los dos terminan succionándole la sangre. Ella se aprovecha de los huecos emocionales del hermano.

Ilustración de Javier Milei como caballo de Troya.
En palabras de Juan Luis González, autor de 'El loco', la biografía no autorizada de Javier Milei: "El mayor capital político que tiene Karina Milei es el monopolio emocional sobre su hermano". Ilustración: Alejandra Otero.

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Celia Melamed es la persona que le enseñó a Karina Milei a comunicarse con los perros muertos. Este sábado soleado de fines de abril por la mañana está terminando una consulta por Zoom en su departamento del barrio de Villa Crespo. Sentada en una banqueta ergonómica sin respaldo, de frente a su laptop, la columna recta en un ángulo al que solo debe ser posible acceder después de toda una vida dedicada al yoga, se disculpa con su interlocutora, una chica joven que en este momento está llorando, y le pide que le recuerde, por favor, la pregunta.

—Si lo voy a volver a ver. Si en esta vida lo voy a volver a ver.

—Ah, cierto, si lo voy a volver a ver —repite Celia Melamed y, mientras repite, piensa. En rigor, analiza una foto que le envió la consultante. Su cabeza, repleta de rulos ensortijados y grises, se ladea ligeramente, como si quisiera estudiar la situación desde otro punto de vista—. Lo que siento ahora es que lo importante es el disfrute que vos tuviste con este animal mientras vivía. Me está mostrando que va a seguir su camino. Dejame ver si tiene alguna cosa más para decir, para transmitir —cierra los ojos, inhala con un gesto de preocupación, exhala con alivio: hay buenas noticias—. Yo lo siento tranquilo. Está bien y está equilibrado.

Celia Melamed es veterinaria y comunicadora interespecies. Tiene la habilidad —ella explica que no es un don innato, sino una habilidad que adquirió, de manera que también puede ser transmitida a otras personas— de comunicarse con animales fallecidos. Lo hace a través de la observación de fotos que le envían sus dueños.

—A veces me las mandan por WhatsApp, a veces me las muestran por la pantalla, y entonces yo conecto con el animal y voy sintiendo lo que me quiere decir. Y lo que voy sintiendo lo pongo en palabras para que la persona lo pueda entender —dice una vez finalizada la consulta.

Javier Milei contactó a Celia Melamed en 2017, cuando atravesaba el peor momento de su vida. Golpeado por su padre en la infancia, víctima de bullying en la escuela, siempre fue un hombre muy solo. Su biógrafo, Juan Luis González, cuenta que tuvo su primer amigo a los 33 años y su primera pareja a los 47. “Los únicos que siempre estuvieron conmigo han sido Conan y mi hermana Karina”, escribió Milei en El camino del libertario. Conan era su mastín inglés, a quien considera su hijo.

—Desde que adoptó a Conan en 2004, Javier Milei pasó 13 navidades y 13 años nuevos solo, encerrado con el perro, con dos copas de champán, una para cada uno, esperando que se hicieran las 12 de la noche —dice González.

En 2017 Conan tenía un diagnóstico terminal irreversible. Uno de los dos seres que Javier Milei más amaba, uno de sus únicos dos vínculos, se moría. Incapaz de soportar ese dolor, tomó dos decisiones: recopilar su material genético para poder clonarlo y contactar a Celia Melamed para poder seguir comunicado una vez que falleciera.

Melamed preferiría no hablar de su trabajo con Karina Milei para preservar su relación con su discípula, a quien aprecia mucho, pero, si se le pregunta, cuenta esto:

—Lo conocí primero a Javier, cuando Conan estaba muy enfermo. Ya en ese momento cada vez que hablaba de su hermana se le llenaban los ojos de lágrimas. Él le dijo a Karina que existía esta posibilidad de comunicación con animales y ella me preguntó si yo podía enseñarle, si podía venir a mi taller.

Para Javier Milei, Conan vive. Habla de su perro en presente, pero no en un presente histórico, referido a hechos del pasado, sino en un presente-presente: ahora mismo. Son muchísimos los ejemplos. En agosto de 2018 asiste a un programa de televisión en el canal América tv. La conductora dice al aire que la idea era que Javier presentara a Conan, ya que tantas veces había insistido que era muy importante para él. Milei contesta que no pudo llevarlo porque Conan sociabiliza con muy poca gente: apenas con él y con su hermana. El perro había muerto casi un año atrás.

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En 2017 hay un perro que ha muerto, un hombre roto de dolor y una mujer dispuesta a interpretar el papel que ha interpretado toda su vida: el de la protectora. Karina aprende de Celia Melamed a comunicarse con los animales fallecidos. A partir de ese momento, los dos seres que Javier Milei más ama se fusionan: Karina pasa a ser la voz de Conan. Eso implica, también, un enorme poder.

—Él mismo me ha dicho a mí que el perro le bajaba un mensaje —contó el economista Mariano Fernández, amigo de Javier Milei en esos tiempos, en un pódcast de la revista Anfibia y El País sobre la vida del presidente.

El mensaje que le baja Conan a través de Karina es, para Javier Milei, la palabra de Dios, la palabra del Jefe. De ahí el influjo que Karina ejerce sobre él y que lo deja reducido a un mero divulgador. De ahí que acate todas las órdenes, como la que recibió en 2020 y que lo cambió todo: tras una vida entera de denostar a los políticos profesionales y jurar que nunca jamás ocuparía un cargo público, ese año Dios se le presentó a Javier Milei a través de Conan, es decir, a través de Karina. Él se lo ha contado a las personas que estaban más cerca suyo en esa época. Uno de ellos, Carlos Maslatón:

—Javier me dijo que en 2020 Dios le encomendó la tarea de hacer de la Argentina un país liberal. Por eso se metió en política.

Juan Luis González sostiene que ese designio divino es el gran punto de inflexión en la vida de Karina Milei.

—Hasta que Dios se le aparece a Javier Milei, Karina siempre había tenido una vida muy gris, estaba buscando un rumbo —dice el autor de El loco—. Nunca vamos a saber si ella inventa los mensajes que le baja Conan o si realmente lo cree. Pero es innegable que los usa a su favor.

Era un momento en el cual, restringida por la cuarentena, Karina Milei sobrevivía vendiendo tortas a sus vecinos. Sin logros académicos ni laborales, su carrera de relacionista pública estaba estancada. Su emprendimiento como pastelera se parecía más a un hobby que a un negocio del cual vivir: “Kari no ganaba plata con eso, es una excelente repostera, pero vendía todo al costo”, dice su amiga Andrea Juárez. Dependía, en buena medida, del dinero de su familia: de esa familia. Pero Karina, fanática número uno de su hermano desde la infancia, conocía la capacidad que tenía Javier Milei. Era un tipo solitario, sí, pero no le faltaba carisma cuando lideraba su banda de rock adolescente. El mismo carisma que le había ganado un lugar cada vez más preponderante en la televisión desde hacía cuatro años. Karina había visto el proceso, había sido testigo de cómo se fueron llenando las butacas en las sucesivas conferencias. Ella estuvo ahí, siempre acompañando a su hermano. Javier Milei lo dijo muchas veces: Karina fue la única persona que siempre creyó en él. Mientras los demás se burlaban, ella vio el potencial. De hecho, registró a su nombre la marca “Milei” en el boletín de la propiedad industrial. Entonces, en 2020 llegó ese mensaje divino. Dios le estaba diciendo a Javier Milei, Karina le estaba diciendo a Javier Milei que tenía una misión para él: la misión de meterse en política y no parar hasta ser presidente.

Ese designio forjó el ascenso de Karina Milei. El resto es mérito de su hermano.

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