Dicen que no es una lucha contra las vacunas, sino contra todo el sistema. Negacionistas, disidentes y antivacunas emergieron como una respuesta social, política y hasta espontánea a la primera pandemia de la era digital. Están indignados por la obediencia absoluta y la falta de cuestionamientos. Porque el covid-19, aseguran, fue orquestado para beneficiar a las grandes farmacéuticas. Una conspiración. En un país como Uruguay, el movimiento ha buscado generar un discurso desinstitucionalizante basado en la desconfianza.
A partir de marzo, la cantidad de contagios aumentó y le siguió el número de muertos. Esta nueva ola es más letal y afecta en mayor medida a los jóvenes. El país no se ha encargado de vigilar las variantes del virus, tampoco ha realizado un buen rastreo de casos y apenas el 10% de la población está vacunada.
Vacunarse es lo ético y lo correcto, ya que esta pandemia no terminará hasta que todo el planeta tenga acceso (esperemos que gratuito) a esa protección.