Bruma: El ejercicio de reacción de Max Zunino - Gatopardo

82 minutos de improvisación

El director uruguayo Max Zunino presenta Bruma, cinta filmada entre la Ciudad de México y Berlín, sin un guion concreto y a partir de la improvisación.

Tiempo de lectura: 3 minutos

El cineasta uruguayo Max Zunino llegó a Berlín en 2015 para una residencia artística en la que escribiría un guión, pero terminó filmando inesperadamente su segundo largometraje, Bruma, sin un argumento concreto e improvisando sobre la marcha entre su equipo de producción y actores, quienes propusieron acciones y escenarios por las calles de esta ciudad que permitieran economizar recursos sin modificar la trama. Durante cinco semanas recorrieron las banquetas alemanas y se internaron en edificios para crear un genuino experimento sobre la búsqueda de la identidad. Lo que el cineasta ideó en un principio fue completamente diferente a lo que terminó en pantalla.

La cinta, estrenada durante el Festival Internacional de Cine de Guadalajara en 2017, cuenta la historia de Martina (interpretada por Sofía Espinosa), una joven que comienza a cuestionarse el sentido de su vida después de descubrir que está embarazada. Abrumada por la inestabilidad emocional de su madre (Claudette Maillé) y la frágil relación que mantiene con su pareja Agustín (interpretado por el actor mexicano establecido en Berlín, César Ramos), Martina decide abandonar todo y volar a Berlín en busca de su padre. Perdida en la metrópoli sin conocer el idioma, emprende un viaje introspectivo de la mano de Angel (Dieter Rita Scholl), una artista transgénero que mantuvo una breve relación con su progenitor, quien la ayudará a dejar a un lado sus prejuicios y abrirse a una comunidad que desconoce, y que le ayudará a  encontrar su propia identidad en el camino.

“Estoy interesado en hablar de la identidad contrastando lo que la sociedad espera de un personaje, con lo que éste necesita”, comenta Zunino, quien identifica a la ciudad alemana como el ambiente ideal para contar su historia, dada la larga tradición de movimientos de diversidad sexual que ha surgido ahí tras fin de la Guerra Fría. Sin embargo, filmar en Berlín no fue tarea sencilla para el pequeño equipo de producción, acostumbrado a trabajar en ambientes estáticos y accesibles. Para Zunino, aprendiz de directores como Jorge Fons y Jaime Humberto Hermosillo, el reto se superó apostando por la construcción de un lenguaje vivo, que permitiera flexibilizar su filmación sin afectar el fin dramático.

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Dieter Rita Scholl y Sofía Espinosa en una escena de Bruma – Cortesía: Alfhaville Cinema

“Tuvimos que hacer un lenguaje mucho más práctico y además utilizamos mucha improvisación”, recuerda el director, “no estaba muy claro cuál iba a ser la respuesta de los actores, por lo que el lenguaje se dio en reacción a esto. Yo creo que Bruma es un ejercicio de reacción, no solamente de los actores al improvisar, sino también del equipo; como no podíamos utilizar tripiés ni monitores en la vía pública, el fotógrafo (el alemán Christian Trieloff) tenía que trabajar y reaccionar con ellos”. El entusiasmo de los involucrados es perceptible a lo largo de los 82 minutos de la cinta.

El equipo de Zunino estuvo conformado por un grupo de colaboradores recurrentes, incluyendo a Espinosa y Juan Carlos Colombo, la productora Joceline Hernández y el compositor musical Sebastián Zunino.  Todos trabajaron también en su ópera prima, un canto a la solidaridad que contaba la historia de una joven adolescente sin estudios (Espinosa) que termina viviendo con su vecino, un hombre maduro que acaba de perder su trabajo (Colombo) en medio de una serie de protestas políticas que toman las calles de la Ciudad de México. “Nuestra colaboración surge de la amistad, del entendimiento y del disfrute que significa, tanto para mí como para ellos, trabajar juntos”, cuenta el realizador.

“Me gustaría que el público encuentre una película con la que se puede identificar o formar una conexión, que se cuestione lo que espera la sociedad de cada uno de nosotros y que comprenda que la tolerancia, al final del día, es un valor que permite la convivencia y el desarrollo entre nosotros”, concluye.


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