Ch’ixi: Más allá de las identidades colonizadas – Gatopardo

Ch’ixi: Más allá de las identidades colonizadas

Cada pueblo viste, canta, come y produce en lenguas y acentos diferentes en la región andina de América del Sur; una diversidad invisibilizada por la mirada lineal, colonial, progresista de la historia hegemónica. En los últimos años vivimos una irrupción múltiple de pasados no digeridos o indigeribles, de luchas feministas, indígenas y medioambientales que buscan salir del letargo. En este texto, Silvia Rivera Cusicanqui, socióloga e historiadora boliviana, hace un repaso de las voces andinas, los movimientos intelectuales indígenas de su país, exponentes de sociedades discontinuas, inconclusas, en permanente estado de ebullición; luchadores de la vida, la memoria y las diferencias.

Tiempo de lectura: 27 minutos

Se puede vivir sin oro, pero no sin esperanza. 

“Carmelita, adiós”, canción colombiana

Contextos y diálogos

Quisiera iniciar estas páginas apelando a una idea que me ayudó a confirmar percepciones tempranas en torno a las peculiaridades de la sociedad boliviana, sobre todo desde la lejanía del exilio: la noción de René Zavaleta sobre “lo abigarrado”. Con este concepto quiso comprender la heterogeneidad de nuestra sociedad en toda su profundidad histórica y esto se hace visible en sus trabajos de reflexión política, marcados por la urgencia de echar luz sobre la prolongada crisis estatal que se desató con una sucesión ambivalente de golpes militares desde mediados de los años sesenta.[1] Considero que el interés de Zavaleta por la historia de Bolivia distingue su pensamiento respecto a los enfoques habituales del marxismo que giraban en su entorno. En efecto, el abigarramiento es en su escritura un concepto al mismo tiempo espacial y temporal —afín a la idea quechumara de pacha[2], aunque él no prestara atención a esta conexión. Explorar la matriz andina/popular de lo abigarrado y sus diferencias con el concepto de lo ch’ixi será entonces un breve ejercicio de “imaginación sociológica” (Mills), urgido por la intención de problematizar la realidad del aquí-ahora, más que por establecer genealogías u orígenes.

No siempre fue lineal el tratamiento de los hechos históricos que, según Zavaleta, constituyen nuestra particularidad, aunque en su obra póstuma (Lo Nacional-Popular en Bolivia) ese gesto sucumbiera al titánico esfuerzo de ordenar su relato en forma cronológica. De hecho, su materia no se dejaba ordenar fácilmente. La irrupción del pasado se hace recurrente; a veces de manera metafórica, pero siempre como juicio de(sde)l presente. Llamaba, por ejemplo, “descendientes de la casta encomendera” —una genealogía políticamente aguda— a esa élite de clase media letrada que manejaba a sus militantes como a pongos desde las cúpulas de los partidos de izquierda.[3] Fausto Reinaga bautizó a este fenómeno con el término “pongueaje político”, aludiendo a la subordinación de mano de obra servil en las haciendas, donde los colonos debían dormir por turnos en la puerta (punku significa puerta) de las casas de hacienda, velando por los mínimos deseos y sueños de sus patronxs.

Las fuentes primarias que utilizó Zavaleta incluían el Memorial de Charcas (1582), el juicio contra los rebeldes de Zárate Willka en Mohoza (1901) o el Diario del Tambor Mayor Vargas (1809-1825), que usó libremente para formular su idea de los “momentos constitutivos” en la conciencia y la praxis colectiva boliviana (Zavaleta [1984]2013:178-179). De igual modo, la Tesis de Pulacayo (1946) o los debates de la Asamblea Popular (1971), aunque no son “datos” inscritos como tales en el texto, forman una capa profunda del palimpsesto en conceptos de alta abstracción, como los “cuatro conceptos de la democracia” ([1983]2013:513-529). En la obra más densa de sus últimos años, la estrategia metafórico-descriptiva prima por sobre la analítico-deductiva para tender los puentes necesarios entre realidad y pensamiento.

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