Tiempo de lectura: 4 minutosEn los últimos minutos de mi entrevista con Christian Petzold, el gran director alemán me cuenta buenas noticias: acaba de terminar un nuevo guion. Tiene en mente a Paula Beer para protagonizarlo, como lo hizo en sus últimas dos películas, Transit (2018) y Undine (2020). De hecho, esta última se presenta ahora en el Festival Internacional de Cine UNAM, mejor conocido como FICUNAM, que se está realizando en línea hasta el 28 de marzo. Como parte de las actividades el programa, Petzold dio una clase magistral el día 19, donde, al igual que en nuestra conversación por Zoom, tuvo demasiado que decir. Su cinefilia es inagotable y a menudo cita películas y directores —sobre todo a su amigo y mentor Harun Farocki—, pero también libros y datos que aprende en las investigaciones que preceden la escritura de sus películas. Petzold es un director intelectual, como lo sugiere también el enorme librero que veo detrás de él en su departamento en Berlín, pero no es un radical como Farocki. Si bien su filmografía tiende al minimalismo —Transit, situada en Francia durante la ocupación alemana, no contiene un solo elemento que evoque los años cuarenta—, también está poblada por el amor y el melodrama, que la hace atractiva al gran público.
A Petzold no le gusta describirse como un intelectual, pero otros lo calificaban así cuando empezó a trabajar en el cine. “No fui como Robert Altman, que hizo episodios de Bonanza para la televisión”, dice, “ellos aprendían haciendo. Tenían padres [cinematográficos] y maestros, pero yo eso lo encontré en los libros. En el pueblo donde crecí no había cine, como en The Last Picture Show (1971), pero había una biblioteca, y cuando cumplí 15 años fui ahí a leer sobre cine. Por ejemplo, el libro de Lotte Eisner, La pantalla embrujada, lo leí a los 16 o 17. No había visto las películas de las que ella había escrito. Quería verlas, pero tenía que imaginarlas, así que sí tengo muchas estructuras, madres y padres en el cine, pero los encontré en un lugar muy solitario, una biblioteca”.
Farocki, uno de los cineastas más revolucionarios que surgieron en Alemania durante los años sesenta, se convirtió en una influencia más tangible para Petzold cuando llegó a Berlín a principios de los ochenta. Antes de eso lo admiraba profundamente por ser el editor de la revista Filmkritik junto con otro importante cineasta, Hartmut Bitomsky. “[Bitomsky] era el romántico y [Farocki] era el destructor. Tiempo después, cuando jugaba futbol aquí en Berlín, lo conocí con mucha timidez, porque él era como una estrella para mí. Había leído libros y visto películas suyas y luego fue mi profesor en la academia, entonces la relación cambió y fuimos un poco como padre e hijo, pero luego de cinco o seis años, cuando empezamos a colaborar, cambió de nuevo y fue muy gracioso. Durante 20 años nos reímos mucho, porque él siempre interpretaba los papeles femeninos de los diálogos y yo los de hombre: era un matrimonio, más que nada”.
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Undine (2020)
No sobra añadir que Petzold, formado por el romántico y el destructor, se considera un reconstructor del cine, es decir, un director que se lanza a “encontrar las cosas fundamentales otra vez”.
Quizá también por eso el director disfruta de una crítica cinematográfica que transforme las imágenes en palabras, en vez de simplemente juzgarlas. “Esto me gusta mucho y es lo que me falta cuando leo Rotten Tomatoes o algo así, porque [ahí] son como actores haciendo de críticos de cine: ‘Esto es bueno, esto es malo’ […] Cuando estaba en la escuela, en mi último año, cuando tenía unos 18 años, teníamos una tradición de reunirnos cada dos semanas a tomar té, y cada quien contaba la película que había visto en la última semana. Esa era una muy buena escuela de crítica, porque podían contar muy bien una mala película y eventualmente te dabas cuenta de que no era buena, pero mientras tanto podías sentir de qué se trata el cine”.
Esta idea de una crítica narrativa demuestra que las inspiraciones de Petzold no son meramente teóricas, aunque él admite que su minimalismo viene de analizar hasta 100 veces L’avventura (1960), de Michelangelo Antonioni, junto con Farocki. La economía de sus películas y sus temas también derivan de los afectos cotidianos, como en Undine, que cuenta el romance entre un buzo y una misteriosa guía turística cuyo nombre le da título a la película y sugiere a las ondinas, ninfas acuáticas que a veces se enamoran de los hombres. En varias escenas vemos a Undine (Paula Beer) siendo ella quien explica la historia de la ciudad de Berlín, porque a Petzold le es difícil narrar una trama situada en el lugar donde vive. “Creo que puedo contar una historia mejor en la Ciudad de México o en Nueva York que en Berlín, porque aquí no tengo distancia. Creo que necesitamos contar las historias que nos hagan aprender de nosotros mismos; necesitamos extraños que vengan de lejos a mirarnos para tener una imagen de nosotros mismos. Necesitaba un personaje como Undine para que contara la historia de la ciudad donde vivo”.
Undine (2020)
La investigación que dio forma a la protagonista derivó en un conocimiento amplio sobre una ciudad que se empezó a formar en el siglo XVIII, cuando los comerciantes aprovecharon los ríos que la cruzan y acabaron con los pantanos y los bosques donde suelen habitar las criaturas fantásticas. “Lo voy a poner así: tienes Sueño de una noche de verano, de Shakespeare, ¿sí? Y tienes ahí la vida real y el bosque y la noche y la atmósfera embrujada, y en Berlín mataron el bosque, secaron el pantano y ya no hay ese sueño de una noche de verano”. Sin embargo, fiel al su estilo, Petzold usa pocos elementos propiamente fantásticos en la película, que por momentos podría entenderse como una historia fundamentalmente romántica.
¿Por qué le interesa tanto el amor a Petzold?
“En la mayoría de las historias todo es complicado, pero cuando empieza el amor todo se vuelve muy simple […] Pero para mí, y en las grandes películas que he visto, el amor es muy complicado, ahí tienes a James Mason en Irlanda del Norte [Petzold se refiere a Odd Man Out (1947), de Carol Reed]. Cuando ves a dos personas que tratan de amarse, te das cuenta de que esta es la historia más política que puedes contar. Tuve Covid hace unos meses y pasé cuatro semanas en cama, entonces vi muchísimas películas románticas, entre ellas The Apartment (1960), de Billy Wilder, otra vez, después de unos diez años, y en realidad es una historia sobre la lucha de clases. No es simple, sino muy, muy difícil”.
El nuevo guion, que acababa de terminar esa mañana, es también para una película que hablará de amor.