El zoológico de cristal: la prisión que elegimos

El zoológico de cristal: la prisión que elegimos

El Zoológico de Cristal, de Tennesse Williams, llega al teatro mexicano bajo la dirección de Diego del Río

Tiempo de lectura: 4 minutos

Cuando se vive intentando cumplir las expectativas de los demás, cuando se dejan atrás los sueños para complacer al otro, o se oculta lo que realmente se es, se vive un encierro similar al de un animal en cautiverio.

Esto es lo que experimentan los personajes de Tennesse Williams en El Zoológico de Cristal, obra que tiene lugar en la década de los treintas, en Estados Unidos, y muestra la dinámica de codependencia de una familia: los Wingfield.

Amanda (Blanca Guerra) es la matriarca, una mujer que tuvo que sacar adelante sola a sus hijos, pues su marido los dejó. Como madre, vierte todas sus expectativas -y frustraciones-, en el anhelo de que tengan una vida mejor; busca realizarse a través de ellos. Tiene dos hijos: Tom (Pedro De Tavira), que siempre soñó con ser escritor y poeta, pero se conformó con trabajar en un almacén de zapatos para poder proveer a su familia; y Laura (Adriana Llabrés), una joven coja, que ‘cojea’ sobre todo en lo emocional. Es introvertida, demasiado tímida y su única felicidad radica en coleccionar figuras de cristal con tal devoción que parece haberse convertido ya en una de ellas, frágil y estática.

Adriana Llabrés interpreta a Laura.

“En realidad Laura no tiene un impedimento físico”, explica Diego del Río, director de la obra. “Ella sale, sube, baja, va al parque, camina distancias larguísimas; pero su incapacidad es más bien su no-posibilidad de conectar con el exterior”.

Para Amanda no habría mayor satisfacción que su hija consiguiera un buen pretendiente, por ello, a lo largo de la obra se anticipa a la llegada de Jim O’Connor (David Gaitán o Mariano Palacios), un joven con el que Laura soñaba cuando asistía a la escuela y que ahora parece ser la esperanza de toda la familia. A al casarse su hermana, Tom quedaría libre para emprender su propio camino.

El montaje, que se presenta de jueves a domingo en el Teatro Helénico, fue producido por Óscar Uriel, Rodrigo Trujillo y Jacobo Nazar. En la dirección, Diego del Río logra combinar y destacar el talento de un poderoso elenco. Blanca Guerra tiene algunas de las líneas más divertidas de la obra, y con su ironía y franqueza propicia los momentos más divertidos de la puesta en escena. Pedro de Tavira, el compasivo, encarna la resignación del encierro, y Adriana Llabrés conmueve al público al recordarle cómo se siente un primer amor que no es correspondido. Jim (tuve la fortuna de ver a David Gaitán), evoca a ese hombre con el que toda mujer sueña; a ese que idealizamos como una persona perfecta que no se parece nada a las de carne y hueso.

La actuación de Llabrés es de lo más valioso del montaje. Logra encarnar a una mujer sumamente inocente, de voz y andar tembloroso, que nunca va a cumplir las expectativas de su madre, quien le recuerda constantemente las glorias de su pasado, antes repetirle que debería casarse. “Hay niñas que no están hechas para trabajar, pero se casan. Me encargaré de que eso te pase a ti”, le dice Amanda en un momento de la obra.

Mientras tanto, Tom se asfixia en esa pecera de cristal en la que literalmente no tiene espacio personal. Lo atormentan a gritos con los ‘buenos días’ o le quitan sus libros de Oscar Wilde (por depravado); esos mismos libros que se han vuelto sus compañeros, su escape; aquellos que le permiten vivir las aventuras que nunca podrá experimentar en propia piel.

En esa casa nadie es feliz en el aquí y el ahora. Tom sueña con irse lejos, Laura con un mundo tan perfecto como el de sus figuras de cristal y Amanda anhela la época de opulencia en el sur, pero sobre todo, el tiempo aquel en el que llego a tener 17 pretendientes.

El Zoológico de Cristal se entrenó en Chicago en 1944, pero sigue vigente porque en el siglo XXI seguimos viviendo a través de cristales.

Algo que descubrí de la obra platicando con Sophie Alexander (actriz)”, dice Del Río, “es que el cristal de ahora es la pantalla del celular, de la computadora o la televisión. Y sí, vivimos a través de las redes sociales por miedo a conectar en persona”.

Pedro de Tavira hace el personaje de Tom.

“Esa dependencia a las pantallas creo que es un síntoma horrible de la contemporaneidad”, considera David Gaitán, “Yo esperaría -ojalá no me equivoque- que eso, por contraste, lanzará la experiencia teatral hacia el frente. Hoy en día es tan excepcional el encuentro cuerpo-cuerpo, escuchar la voz de las personas, que quizás que tome un valor distinto, mayor”.

Y aunque en este “zoológico” los personajes parecen estar confinados a seguir donde están; de acuerdo con Gaitán, lo irónico es que nosotros, en el presente, nos hemos encerrado de manera voluntaria. “En la obra hay encierro laboral (lo viven Tom y Jim), y si bien eso sigue sucediendo, ahora el encierro nos lo autoimponemos a través de la tecnología. Es una reflexión como salida de una ciencia ficción apanicante”.

El reto que plantea la obra, que se presentará hasta el 24 de junio, es el de trazar un camino propio sin importar nada ni nadie.

Creo que eso es con lo que más me identifico, con lo importante que es hacerse responsable de uno mismo”, señala Llabrés. “No sé qué pase después, pero vida como ésta sólo hay una y hay que hacernos responsables. La felicidad es una cosa rara, es de repente, no algo continuo; pero implica elegirte a ti mismo y creo que eso requiere muchas agallas”.

El zoológico de cristal
Hasta el 24 de junio
Teatro Helénico
Av. Revolución 1500, col. Guadalupe Inn

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