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Apuntes sobre una novela

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19
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09
.
18
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Tiempo de Lectura: 00 min

Javier Marías conmueve y sacude a sus lectores con Berta Isla.

No hay escritor sólido con oficio que se haya publicado en 44 lenguas y en 57 países como Javier Marías. Es uno de los creadores españoles, o mejor dicho, iberoamericanos, más publicados y premiados que ha vendido más de ocho millones de ejemplares, lo que da una idea del tamaño de su éxito. Nacido en Madrid en 1951, elige bien sus historias y utiliza un lenguaje cuidado, lo que se extraña en narradores más jóvenes que, en pos de cierta noción de realismo, han renunciado al respeto por el idioma; ése, del que tanto hablaron Gabriel García Márquez y Miguel Ángel Granados Chapa. No por nada, el autor de Mañana en la batalla piensa a mí es miembro de la Real Academia de la Lengua Española.

Así que reseñar una obra suya no es tarea fácil. Mucho más cuando su reciente novela, Berta Isla, estuvo en muchas listas de los mejores libros del año pasado, algunas de las cuales, coincidamos o no, marcan inevitablemente una pauta lectora, por lo menos entre quienes disfrutamos del placer de leer, y de leer por placer. Así que anteponiendo el interés genuino del lector por conocer una opinión lo más objetiva posible —si es que esto existe— de la novela que nos ocupa, lo primero que tendríamos que decir a su favor es que está muy bien documentada, y que se sitúa en una de las etapas más apasionantes de la Historia: tiempos de terrorismo del IRA en Gran Bretaña y del ETA en España, el final de la dictadura de Franco, el ascenso al poder de Margaret Thatcher y la Guerra de las Malvinas.Porque en Berta Isla conviven la Historia (con H mayúscula) de Reino Unido y de España, y porque Tomás Nevinson, casado con quien le da su nombre al libro (y que no es precisamente la protagonista), vive entre los dos mundos. Es él quien lleva la acción; nacido en España de madre española y padre inglés, y educado en Oxford, quien, tras cometer un desliz de adolescencia que le podría costar años de cárcel, no tiene más remedio que aceptar un empleo en el Servicio Secreto británico. Su gran don de lenguas, acentos y la facilidad para imitar personajes lo pone en la mira de reclutadores que lo convierten, contra su voluntad, en un espía al servicio de la Corona en épocas convulsas, por decir lo menos.

javier marías, 1

Así, su esposa Berta Isla, madrileña hasta los huesos y su novia desde la secundaria, se transforma en una Penélope que tendrá que ajustar su existencia a la espera. Como poniendo en pausa su propia vida y después la de sus hijos, Berta parece solamente existir durante los lapsos en que Tomás regresa a Madrid, entre una y otra misión, de las que, sobra decirlo, no puede decirle nada a su mujer.Es Tomás quien vive el mayor engaño de la novela (que no vamos a decir cual); y sufre también la más grande transformación durante sus 544 páginas. Es Tomás para Berta, sólo para ella, porque para los ingleses será Tom, Mr. Nevinson, o cualquier otro alias que debe adoptar a lo largo de los años, a lo largo de las muchas vidas que tiene que vivir para ganarse la confianza y luego descubrir, encarcelar o matar a los enemigos del Reino.Mientras, Berta reflexiona, teme y duda, envejece. “Muchas mujeres se quejan de ser vistas con codicia, lo que llaman hoy ‘como objeto de satisfacción’, y casi nunca admiten cuán fastidioso resulta, por no decir vejatorio, y deprimente, y desalentador, no ser vista nunca así”, piensa en algún momento de la novela. Ella no es la espía, la que cambia de personalidad, es la inasible. Y aunque el libro lleve su nombre como título —tal vez como homenaje a las novelas clásicas que llevan por título el nombre de mujer, como Madame Bovary, Lolita o Anna Karenina— es el personaje al que menos conocemos al concluir el libro.[caption id="attachment_220197" align="aligncenter" width="600"]

Berta Isla

Berta Isla de Javier Marías.[/caption]¿Por qué entonces la novela se llamará Berta Isla y no Tomás Nevinson, o de cualquier otro modo? La respuesta más a la mano es que, quizá, es una novela sobre la espera. Sin embargo, es ante todo una obra sobre la traición y el secreto, lo que determina la existencia de Tomás, y de Berta, y la espera es sólo la consecuencia. Berta Isla es una novela en la que se adivinan las pasiones literarias de Marías, desde Shakespeare hasta Eliot, de Faulkner, Doyle, Melville y Dickens. Es también un homenaje a la literatura y la cultura inglesas, con sus grandes clásicos pero también con sus personajes pop, como James Bond, del que en algún momento opinará Tomás “ha habido otros Bond pero el único, el original, es Sean Connery”. El espía de la novela hablando del espía inglés más famoso del mundo. Otro destello del sentido del humor que Javier Marías despliega con maestría.

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Javier Marías conmueve y sacude a sus lectores con Berta Isla.

No hay escritor sólido con oficio que se haya publicado en 44 lenguas y en 57 países como Javier Marías. Es uno de los creadores españoles, o mejor dicho, iberoamericanos, más publicados y premiados que ha vendido más de ocho millones de ejemplares, lo que da una idea del tamaño de su éxito. Nacido en Madrid en 1951, elige bien sus historias y utiliza un lenguaje cuidado, lo que se extraña en narradores más jóvenes que, en pos de cierta noción de realismo, han renunciado al respeto por el idioma; ése, del que tanto hablaron Gabriel García Márquez y Miguel Ángel Granados Chapa. No por nada, el autor de Mañana en la batalla piensa a mí es miembro de la Real Academia de la Lengua Española.

Así que reseñar una obra suya no es tarea fácil. Mucho más cuando su reciente novela, Berta Isla, estuvo en muchas listas de los mejores libros del año pasado, algunas de las cuales, coincidamos o no, marcan inevitablemente una pauta lectora, por lo menos entre quienes disfrutamos del placer de leer, y de leer por placer. Así que anteponiendo el interés genuino del lector por conocer una opinión lo más objetiva posible —si es que esto existe— de la novela que nos ocupa, lo primero que tendríamos que decir a su favor es que está muy bien documentada, y que se sitúa en una de las etapas más apasionantes de la Historia: tiempos de terrorismo del IRA en Gran Bretaña y del ETA en España, el final de la dictadura de Franco, el ascenso al poder de Margaret Thatcher y la Guerra de las Malvinas.Porque en Berta Isla conviven la Historia (con H mayúscula) de Reino Unido y de España, y porque Tomás Nevinson, casado con quien le da su nombre al libro (y que no es precisamente la protagonista), vive entre los dos mundos. Es él quien lleva la acción; nacido en España de madre española y padre inglés, y educado en Oxford, quien, tras cometer un desliz de adolescencia que le podría costar años de cárcel, no tiene más remedio que aceptar un empleo en el Servicio Secreto británico. Su gran don de lenguas, acentos y la facilidad para imitar personajes lo pone en la mira de reclutadores que lo convierten, contra su voluntad, en un espía al servicio de la Corona en épocas convulsas, por decir lo menos.

javier marías, 1

Así, su esposa Berta Isla, madrileña hasta los huesos y su novia desde la secundaria, se transforma en una Penélope que tendrá que ajustar su existencia a la espera. Como poniendo en pausa su propia vida y después la de sus hijos, Berta parece solamente existir durante los lapsos en que Tomás regresa a Madrid, entre una y otra misión, de las que, sobra decirlo, no puede decirle nada a su mujer.Es Tomás quien vive el mayor engaño de la novela (que no vamos a decir cual); y sufre también la más grande transformación durante sus 544 páginas. Es Tomás para Berta, sólo para ella, porque para los ingleses será Tom, Mr. Nevinson, o cualquier otro alias que debe adoptar a lo largo de los años, a lo largo de las muchas vidas que tiene que vivir para ganarse la confianza y luego descubrir, encarcelar o matar a los enemigos del Reino.Mientras, Berta reflexiona, teme y duda, envejece. “Muchas mujeres se quejan de ser vistas con codicia, lo que llaman hoy ‘como objeto de satisfacción’, y casi nunca admiten cuán fastidioso resulta, por no decir vejatorio, y deprimente, y desalentador, no ser vista nunca así”, piensa en algún momento de la novela. Ella no es la espía, la que cambia de personalidad, es la inasible. Y aunque el libro lleve su nombre como título —tal vez como homenaje a las novelas clásicas que llevan por título el nombre de mujer, como Madame Bovary, Lolita o Anna Karenina— es el personaje al que menos conocemos al concluir el libro.[caption id="attachment_220197" align="aligncenter" width="600"]

Berta Isla

Berta Isla de Javier Marías.[/caption]¿Por qué entonces la novela se llamará Berta Isla y no Tomás Nevinson, o de cualquier otro modo? La respuesta más a la mano es que, quizá, es una novela sobre la espera. Sin embargo, es ante todo una obra sobre la traición y el secreto, lo que determina la existencia de Tomás, y de Berta, y la espera es sólo la consecuencia. Berta Isla es una novela en la que se adivinan las pasiones literarias de Marías, desde Shakespeare hasta Eliot, de Faulkner, Doyle, Melville y Dickens. Es también un homenaje a la literatura y la cultura inglesas, con sus grandes clásicos pero también con sus personajes pop, como James Bond, del que en algún momento opinará Tomás “ha habido otros Bond pero el único, el original, es Sean Connery”. El espía de la novela hablando del espía inglés más famoso del mundo. Otro destello del sentido del humor que Javier Marías despliega con maestría.

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No hay escritor sólido con oficio que se haya publicado en 44 lenguas y en 57 países como Javier Marías. Es uno de los creadores españoles, o mejor dicho, iberoamericanos, más publicados y premiados que ha vendido más de ocho millones de ejemplares, lo que da una idea del tamaño de su éxito. Nacido en Madrid en 1951, elige bien sus historias y utiliza un lenguaje cuidado, lo que se extraña en narradores más jóvenes que, en pos de cierta noción de realismo, han renunciado al respeto por el idioma; ése, del que tanto hablaron Gabriel García Márquez y Miguel Ángel Granados Chapa. No por nada, el autor de Mañana en la batalla piensa a mí es miembro de la Real Academia de la Lengua Española.

Así que reseñar una obra suya no es tarea fácil. Mucho más cuando su reciente novela, Berta Isla, estuvo en muchas listas de los mejores libros del año pasado, algunas de las cuales, coincidamos o no, marcan inevitablemente una pauta lectora, por lo menos entre quienes disfrutamos del placer de leer, y de leer por placer. Así que anteponiendo el interés genuino del lector por conocer una opinión lo más objetiva posible —si es que esto existe— de la novela que nos ocupa, lo primero que tendríamos que decir a su favor es que está muy bien documentada, y que se sitúa en una de las etapas más apasionantes de la Historia: tiempos de terrorismo del IRA en Gran Bretaña y del ETA en España, el final de la dictadura de Franco, el ascenso al poder de Margaret Thatcher y la Guerra de las Malvinas.Porque en Berta Isla conviven la Historia (con H mayúscula) de Reino Unido y de España, y porque Tomás Nevinson, casado con quien le da su nombre al libro (y que no es precisamente la protagonista), vive entre los dos mundos. Es él quien lleva la acción; nacido en España de madre española y padre inglés, y educado en Oxford, quien, tras cometer un desliz de adolescencia que le podría costar años de cárcel, no tiene más remedio que aceptar un empleo en el Servicio Secreto británico. Su gran don de lenguas, acentos y la facilidad para imitar personajes lo pone en la mira de reclutadores que lo convierten, contra su voluntad, en un espía al servicio de la Corona en épocas convulsas, por decir lo menos.

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Así, su esposa Berta Isla, madrileña hasta los huesos y su novia desde la secundaria, se transforma en una Penélope que tendrá que ajustar su existencia a la espera. Como poniendo en pausa su propia vida y después la de sus hijos, Berta parece solamente existir durante los lapsos en que Tomás regresa a Madrid, entre una y otra misión, de las que, sobra decirlo, no puede decirle nada a su mujer.Es Tomás quien vive el mayor engaño de la novela (que no vamos a decir cual); y sufre también la más grande transformación durante sus 544 páginas. Es Tomás para Berta, sólo para ella, porque para los ingleses será Tom, Mr. Nevinson, o cualquier otro alias que debe adoptar a lo largo de los años, a lo largo de las muchas vidas que tiene que vivir para ganarse la confianza y luego descubrir, encarcelar o matar a los enemigos del Reino.Mientras, Berta reflexiona, teme y duda, envejece. “Muchas mujeres se quejan de ser vistas con codicia, lo que llaman hoy ‘como objeto de satisfacción’, y casi nunca admiten cuán fastidioso resulta, por no decir vejatorio, y deprimente, y desalentador, no ser vista nunca así”, piensa en algún momento de la novela. Ella no es la espía, la que cambia de personalidad, es la inasible. Y aunque el libro lleve su nombre como título —tal vez como homenaje a las novelas clásicas que llevan por título el nombre de mujer, como Madame Bovary, Lolita o Anna Karenina— es el personaje al que menos conocemos al concluir el libro.[caption id="attachment_220197" align="aligncenter" width="600"]

Berta Isla

Berta Isla de Javier Marías.[/caption]¿Por qué entonces la novela se llamará Berta Isla y no Tomás Nevinson, o de cualquier otro modo? La respuesta más a la mano es que, quizá, es una novela sobre la espera. Sin embargo, es ante todo una obra sobre la traición y el secreto, lo que determina la existencia de Tomás, y de Berta, y la espera es sólo la consecuencia. Berta Isla es una novela en la que se adivinan las pasiones literarias de Marías, desde Shakespeare hasta Eliot, de Faulkner, Doyle, Melville y Dickens. Es también un homenaje a la literatura y la cultura inglesas, con sus grandes clásicos pero también con sus personajes pop, como James Bond, del que en algún momento opinará Tomás “ha habido otros Bond pero el único, el original, es Sean Connery”. El espía de la novela hablando del espía inglés más famoso del mundo. Otro destello del sentido del humor que Javier Marías despliega con maestría.

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No hay escritor sólido con oficio que se haya publicado en 44 lenguas y en 57 países como Javier Marías. Es uno de los creadores españoles, o mejor dicho, iberoamericanos, más publicados y premiados que ha vendido más de ocho millones de ejemplares, lo que da una idea del tamaño de su éxito. Nacido en Madrid en 1951, elige bien sus historias y utiliza un lenguaje cuidado, lo que se extraña en narradores más jóvenes que, en pos de cierta noción de realismo, han renunciado al respeto por el idioma; ése, del que tanto hablaron Gabriel García Márquez y Miguel Ángel Granados Chapa. No por nada, el autor de Mañana en la batalla piensa a mí es miembro de la Real Academia de la Lengua Española.

Así que reseñar una obra suya no es tarea fácil. Mucho más cuando su reciente novela, Berta Isla, estuvo en muchas listas de los mejores libros del año pasado, algunas de las cuales, coincidamos o no, marcan inevitablemente una pauta lectora, por lo menos entre quienes disfrutamos del placer de leer, y de leer por placer. Así que anteponiendo el interés genuino del lector por conocer una opinión lo más objetiva posible —si es que esto existe— de la novela que nos ocupa, lo primero que tendríamos que decir a su favor es que está muy bien documentada, y que se sitúa en una de las etapas más apasionantes de la Historia: tiempos de terrorismo del IRA en Gran Bretaña y del ETA en España, el final de la dictadura de Franco, el ascenso al poder de Margaret Thatcher y la Guerra de las Malvinas.Porque en Berta Isla conviven la Historia (con H mayúscula) de Reino Unido y de España, y porque Tomás Nevinson, casado con quien le da su nombre al libro (y que no es precisamente la protagonista), vive entre los dos mundos. Es él quien lleva la acción; nacido en España de madre española y padre inglés, y educado en Oxford, quien, tras cometer un desliz de adolescencia que le podría costar años de cárcel, no tiene más remedio que aceptar un empleo en el Servicio Secreto británico. Su gran don de lenguas, acentos y la facilidad para imitar personajes lo pone en la mira de reclutadores que lo convierten, contra su voluntad, en un espía al servicio de la Corona en épocas convulsas, por decir lo menos.

javier marías, 1

Así, su esposa Berta Isla, madrileña hasta los huesos y su novia desde la secundaria, se transforma en una Penélope que tendrá que ajustar su existencia a la espera. Como poniendo en pausa su propia vida y después la de sus hijos, Berta parece solamente existir durante los lapsos en que Tomás regresa a Madrid, entre una y otra misión, de las que, sobra decirlo, no puede decirle nada a su mujer.Es Tomás quien vive el mayor engaño de la novela (que no vamos a decir cual); y sufre también la más grande transformación durante sus 544 páginas. Es Tomás para Berta, sólo para ella, porque para los ingleses será Tom, Mr. Nevinson, o cualquier otro alias que debe adoptar a lo largo de los años, a lo largo de las muchas vidas que tiene que vivir para ganarse la confianza y luego descubrir, encarcelar o matar a los enemigos del Reino.Mientras, Berta reflexiona, teme y duda, envejece. “Muchas mujeres se quejan de ser vistas con codicia, lo que llaman hoy ‘como objeto de satisfacción’, y casi nunca admiten cuán fastidioso resulta, por no decir vejatorio, y deprimente, y desalentador, no ser vista nunca así”, piensa en algún momento de la novela. Ella no es la espía, la que cambia de personalidad, es la inasible. Y aunque el libro lleve su nombre como título —tal vez como homenaje a las novelas clásicas que llevan por título el nombre de mujer, como Madame Bovary, Lolita o Anna Karenina— es el personaje al que menos conocemos al concluir el libro.[caption id="attachment_220197" align="aligncenter" width="600"]

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Berta Isla de Javier Marías.[/caption]¿Por qué entonces la novela se llamará Berta Isla y no Tomás Nevinson, o de cualquier otro modo? La respuesta más a la mano es que, quizá, es una novela sobre la espera. Sin embargo, es ante todo una obra sobre la traición y el secreto, lo que determina la existencia de Tomás, y de Berta, y la espera es sólo la consecuencia. Berta Isla es una novela en la que se adivinan las pasiones literarias de Marías, desde Shakespeare hasta Eliot, de Faulkner, Doyle, Melville y Dickens. Es también un homenaje a la literatura y la cultura inglesas, con sus grandes clásicos pero también con sus personajes pop, como James Bond, del que en algún momento opinará Tomás “ha habido otros Bond pero el único, el original, es Sean Connery”. El espía de la novela hablando del espía inglés más famoso del mundo. Otro destello del sentido del humor que Javier Marías despliega con maestría.

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No hay escritor sólido con oficio que se haya publicado en 44 lenguas y en 57 países como Javier Marías. Es uno de los creadores españoles, o mejor dicho, iberoamericanos, más publicados y premiados que ha vendido más de ocho millones de ejemplares, lo que da una idea del tamaño de su éxito. Nacido en Madrid en 1951, elige bien sus historias y utiliza un lenguaje cuidado, lo que se extraña en narradores más jóvenes que, en pos de cierta noción de realismo, han renunciado al respeto por el idioma; ése, del que tanto hablaron Gabriel García Márquez y Miguel Ángel Granados Chapa. No por nada, el autor de Mañana en la batalla piensa a mí es miembro de la Real Academia de la Lengua Española.

Así que reseñar una obra suya no es tarea fácil. Mucho más cuando su reciente novela, Berta Isla, estuvo en muchas listas de los mejores libros del año pasado, algunas de las cuales, coincidamos o no, marcan inevitablemente una pauta lectora, por lo menos entre quienes disfrutamos del placer de leer, y de leer por placer. Así que anteponiendo el interés genuino del lector por conocer una opinión lo más objetiva posible —si es que esto existe— de la novela que nos ocupa, lo primero que tendríamos que decir a su favor es que está muy bien documentada, y que se sitúa en una de las etapas más apasionantes de la Historia: tiempos de terrorismo del IRA en Gran Bretaña y del ETA en España, el final de la dictadura de Franco, el ascenso al poder de Margaret Thatcher y la Guerra de las Malvinas.Porque en Berta Isla conviven la Historia (con H mayúscula) de Reino Unido y de España, y porque Tomás Nevinson, casado con quien le da su nombre al libro (y que no es precisamente la protagonista), vive entre los dos mundos. Es él quien lleva la acción; nacido en España de madre española y padre inglés, y educado en Oxford, quien, tras cometer un desliz de adolescencia que le podría costar años de cárcel, no tiene más remedio que aceptar un empleo en el Servicio Secreto británico. Su gran don de lenguas, acentos y la facilidad para imitar personajes lo pone en la mira de reclutadores que lo convierten, contra su voluntad, en un espía al servicio de la Corona en épocas convulsas, por decir lo menos.

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Así, su esposa Berta Isla, madrileña hasta los huesos y su novia desde la secundaria, se transforma en una Penélope que tendrá que ajustar su existencia a la espera. Como poniendo en pausa su propia vida y después la de sus hijos, Berta parece solamente existir durante los lapsos en que Tomás regresa a Madrid, entre una y otra misión, de las que, sobra decirlo, no puede decirle nada a su mujer.Es Tomás quien vive el mayor engaño de la novela (que no vamos a decir cual); y sufre también la más grande transformación durante sus 544 páginas. Es Tomás para Berta, sólo para ella, porque para los ingleses será Tom, Mr. Nevinson, o cualquier otro alias que debe adoptar a lo largo de los años, a lo largo de las muchas vidas que tiene que vivir para ganarse la confianza y luego descubrir, encarcelar o matar a los enemigos del Reino.Mientras, Berta reflexiona, teme y duda, envejece. “Muchas mujeres se quejan de ser vistas con codicia, lo que llaman hoy ‘como objeto de satisfacción’, y casi nunca admiten cuán fastidioso resulta, por no decir vejatorio, y deprimente, y desalentador, no ser vista nunca así”, piensa en algún momento de la novela. Ella no es la espía, la que cambia de personalidad, es la inasible. Y aunque el libro lleve su nombre como título —tal vez como homenaje a las novelas clásicas que llevan por título el nombre de mujer, como Madame Bovary, Lolita o Anna Karenina— es el personaje al que menos conocemos al concluir el libro.[caption id="attachment_220197" align="aligncenter" width="600"]

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Berta Isla de Javier Marías.[/caption]¿Por qué entonces la novela se llamará Berta Isla y no Tomás Nevinson, o de cualquier otro modo? La respuesta más a la mano es que, quizá, es una novela sobre la espera. Sin embargo, es ante todo una obra sobre la traición y el secreto, lo que determina la existencia de Tomás, y de Berta, y la espera es sólo la consecuencia. Berta Isla es una novela en la que se adivinan las pasiones literarias de Marías, desde Shakespeare hasta Eliot, de Faulkner, Doyle, Melville y Dickens. Es también un homenaje a la literatura y la cultura inglesas, con sus grandes clásicos pero también con sus personajes pop, como James Bond, del que en algún momento opinará Tomás “ha habido otros Bond pero el único, el original, es Sean Connery”. El espía de la novela hablando del espía inglés más famoso del mundo. Otro destello del sentido del humor que Javier Marías despliega con maestría.

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Así que reseñar una obra suya no es tarea fácil. Mucho más cuando su reciente novela, Berta Isla, estuvo en muchas listas de los mejores libros del año pasado, algunas de las cuales, coincidamos o no, marcan inevitablemente una pauta lectora, por lo menos entre quienes disfrutamos del placer de leer, y de leer por placer. Así que anteponiendo el interés genuino del lector por conocer una opinión lo más objetiva posible —si es que esto existe— de la novela que nos ocupa, lo primero que tendríamos que decir a su favor es que está muy bien documentada, y que se sitúa en una de las etapas más apasionantes de la Historia: tiempos de terrorismo del IRA en Gran Bretaña y del ETA en España, el final de la dictadura de Franco, el ascenso al poder de Margaret Thatcher y la Guerra de las Malvinas.Porque en Berta Isla conviven la Historia (con H mayúscula) de Reino Unido y de España, y porque Tomás Nevinson, casado con quien le da su nombre al libro (y que no es precisamente la protagonista), vive entre los dos mundos. Es él quien lleva la acción; nacido en España de madre española y padre inglés, y educado en Oxford, quien, tras cometer un desliz de adolescencia que le podría costar años de cárcel, no tiene más remedio que aceptar un empleo en el Servicio Secreto británico. Su gran don de lenguas, acentos y la facilidad para imitar personajes lo pone en la mira de reclutadores que lo convierten, contra su voluntad, en un espía al servicio de la Corona en épocas convulsas, por decir lo menos.

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Así, su esposa Berta Isla, madrileña hasta los huesos y su novia desde la secundaria, se transforma en una Penélope que tendrá que ajustar su existencia a la espera. Como poniendo en pausa su propia vida y después la de sus hijos, Berta parece solamente existir durante los lapsos en que Tomás regresa a Madrid, entre una y otra misión, de las que, sobra decirlo, no puede decirle nada a su mujer.Es Tomás quien vive el mayor engaño de la novela (que no vamos a decir cual); y sufre también la más grande transformación durante sus 544 páginas. Es Tomás para Berta, sólo para ella, porque para los ingleses será Tom, Mr. Nevinson, o cualquier otro alias que debe adoptar a lo largo de los años, a lo largo de las muchas vidas que tiene que vivir para ganarse la confianza y luego descubrir, encarcelar o matar a los enemigos del Reino.Mientras, Berta reflexiona, teme y duda, envejece. “Muchas mujeres se quejan de ser vistas con codicia, lo que llaman hoy ‘como objeto de satisfacción’, y casi nunca admiten cuán fastidioso resulta, por no decir vejatorio, y deprimente, y desalentador, no ser vista nunca así”, piensa en algún momento de la novela. Ella no es la espía, la que cambia de personalidad, es la inasible. Y aunque el libro lleve su nombre como título —tal vez como homenaje a las novelas clásicas que llevan por título el nombre de mujer, como Madame Bovary, Lolita o Anna Karenina— es el personaje al que menos conocemos al concluir el libro.[caption id="attachment_220197" align="aligncenter" width="600"]

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