Para que el libro más reciente de Denise Dresser, Manifiesto Mexicano, pudiera ser escrito, la autora se tuvo que autoexiliar por un año. Se fue a una oficina (que redecoró a la prontitud para sentirla más mexicana) en la Universidad de Berkeley, en California. Fue su año sabático, en el que pesar de haber visto muchas series de Netflix, escribió un segundo tomo de análisis político y social de México. El primero fue El país de uno, que se publicó en el 2011, y este llegó siete años después, justo para la víspera de elecciones.Para hacerlo recorrió todos sus archivos: las columnas que escribe todos los domingos, las conferencias que había dado, todo el trabajo hecho en siete años, para hacer la recapitulación, para explicar “cómo perdimos el rumbo”, y después proponer una alternativa para recuperarlo. Los diez capítulos se podrían dividir en tres: uno de recuento, otro de denuncia y el último de propuesta.
La primera parte del libro hace un repaso del sexenio de Peña Nieto, el “cierre de caja”, como le llama ella. La “Peñastroika Perdida”, como titula el primer capítulo, habla del regreso al poder del partido de siempre en 2012, bajo la etiqueta de "El nuevo PRI". Parte del desastre que dejaron los predecesores panistas, que acabaron por darle más poder al partido tricolor, más herramientas para regresar a hacer lo que quisieran con el país. “Este fue el sexenio de la corrupción”, dice Dresser. Después habla del sistema que permite que el cohecho sea la divisa nacional, del pacto de impunidad que permitió el Caso OHL, Odebrecht y todo lo que hizo Duarte, sólo por nombrar los incidentes más famosos. “Siento que este es el sexenio en que todos los males que veníamos arrastrando fueron exacerbados”, explica la autora. Esa amplificación de los pecados cometidos en sexenios (decenas de ellos) pasados, hicieron que la necesidad de una contrapostura fuerte no sólo fuera necesaria, porque eso siempre lo es, sino que fuera implorada. Se necesitaba para encontrar una salida, o un sentimiento de esperanza, porque lo que los gobiernos de los últimos 18 años fue sólo desasosiego. Habla, por supuesto, de la crisis de desigualdad de género, de la terrible cifra de feminicidios, de los movimientos #MeToo, Mi Primer Acoso y Vivas Nos Queremos. De los techos de cristal, de la falta de legislaciones a favor de las mujeres, y sobre todo, de un llamado a que todos seamos feministas.“Es controvertido, cuando no debería de ser, porque la definición fundacional del feminismo es reconocer que la mujer es un ser humano, con derechos equitativos. Y sin embargo, ser feminista todavía es algo controvertido, algo condenable, algo que genera polémica”. Es un libro de denuncia y de esclarecimiento de la basura sobre la que se sostiene el sistema político de México, lo cual tiene un impacto inmediato en la sociedad. Sin embargo, termina con lo que la autora llama “mapa de ruta”, una serie de consejos basados en el análisis que hizo durante siete años, que podrían servir para salir de ese basurero. La respuesta está, según Dresser, en las instituciones, tarea que le adjudica ahora al presidente electo, diciendo que “no basta con que López Obrador diga que va a barrer las escaleras. Se necesita una escoba y se necesita remodelar la casa en donde están esas escaleras”. Aunque también reconoce que todos los ciudadanos tenemos gran parte de la responsabilidad y repara en los casos en los que civiles han hecho un gran trabajo, como el movimiento Yo soy 132, el reportaje La Estafa Maestra, y la gran labor que ha hecho Animal Político y otros espacios de periodismo de investigación. Faltan instituciones funcionales, limpias, que no sólo estén formadas por profesionales éticos, sino que estén diseñadas para servir a la sociedad, que no sean una pantalla, una ilusión óptica para los ciudadanos y una herramienta para que los políticos y demás élites filtren el dinero en el sentido de sus intereses. Falta gente comprometida y que no se haga de la vista gorda. Falta elevar la vara. Falta dejar de olvidar fácilmente, porque no importa que cambien los jugadores, si las reglas siguen siendo las mismas.
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El estado de México tras el sexenio de Peña Nieto y las posibles soluciones en "Manifiesto Mexicano", el nuevo libro de Denise Dresser.
Para que el libro más reciente de Denise Dresser, Manifiesto Mexicano, pudiera ser escrito, la autora se tuvo que autoexiliar por un año. Se fue a una oficina (que redecoró a la prontitud para sentirla más mexicana) en la Universidad de Berkeley, en California. Fue su año sabático, en el que pesar de haber visto muchas series de Netflix, escribió un segundo tomo de análisis político y social de México. El primero fue El país de uno, que se publicó en el 2011, y este llegó siete años después, justo para la víspera de elecciones.Para hacerlo recorrió todos sus archivos: las columnas que escribe todos los domingos, las conferencias que había dado, todo el trabajo hecho en siete años, para hacer la recapitulación, para explicar “cómo perdimos el rumbo”, y después proponer una alternativa para recuperarlo. Los diez capítulos se podrían dividir en tres: uno de recuento, otro de denuncia y el último de propuesta.
La primera parte del libro hace un repaso del sexenio de Peña Nieto, el “cierre de caja”, como le llama ella. La “Peñastroika Perdida”, como titula el primer capítulo, habla del regreso al poder del partido de siempre en 2012, bajo la etiqueta de "El nuevo PRI". Parte del desastre que dejaron los predecesores panistas, que acabaron por darle más poder al partido tricolor, más herramientas para regresar a hacer lo que quisieran con el país. “Este fue el sexenio de la corrupción”, dice Dresser. Después habla del sistema que permite que el cohecho sea la divisa nacional, del pacto de impunidad que permitió el Caso OHL, Odebrecht y todo lo que hizo Duarte, sólo por nombrar los incidentes más famosos. “Siento que este es el sexenio en que todos los males que veníamos arrastrando fueron exacerbados”, explica la autora. Esa amplificación de los pecados cometidos en sexenios (decenas de ellos) pasados, hicieron que la necesidad de una contrapostura fuerte no sólo fuera necesaria, porque eso siempre lo es, sino que fuera implorada. Se necesitaba para encontrar una salida, o un sentimiento de esperanza, porque lo que los gobiernos de los últimos 18 años fue sólo desasosiego. Habla, por supuesto, de la crisis de desigualdad de género, de la terrible cifra de feminicidios, de los movimientos #MeToo, Mi Primer Acoso y Vivas Nos Queremos. De los techos de cristal, de la falta de legislaciones a favor de las mujeres, y sobre todo, de un llamado a que todos seamos feministas.“Es controvertido, cuando no debería de ser, porque la definición fundacional del feminismo es reconocer que la mujer es un ser humano, con derechos equitativos. Y sin embargo, ser feminista todavía es algo controvertido, algo condenable, algo que genera polémica”. Es un libro de denuncia y de esclarecimiento de la basura sobre la que se sostiene el sistema político de México, lo cual tiene un impacto inmediato en la sociedad. Sin embargo, termina con lo que la autora llama “mapa de ruta”, una serie de consejos basados en el análisis que hizo durante siete años, que podrían servir para salir de ese basurero. La respuesta está, según Dresser, en las instituciones, tarea que le adjudica ahora al presidente electo, diciendo que “no basta con que López Obrador diga que va a barrer las escaleras. Se necesita una escoba y se necesita remodelar la casa en donde están esas escaleras”. Aunque también reconoce que todos los ciudadanos tenemos gran parte de la responsabilidad y repara en los casos en los que civiles han hecho un gran trabajo, como el movimiento Yo soy 132, el reportaje La Estafa Maestra, y la gran labor que ha hecho Animal Político y otros espacios de periodismo de investigación. Faltan instituciones funcionales, limpias, que no sólo estén formadas por profesionales éticos, sino que estén diseñadas para servir a la sociedad, que no sean una pantalla, una ilusión óptica para los ciudadanos y una herramienta para que los políticos y demás élites filtren el dinero en el sentido de sus intereses. Falta gente comprometida y que no se haga de la vista gorda. Falta elevar la vara. Falta dejar de olvidar fácilmente, porque no importa que cambien los jugadores, si las reglas siguen siendo las mismas.
El estado de México tras el sexenio de Peña Nieto y las posibles soluciones en "Manifiesto Mexicano", el nuevo libro de Denise Dresser.
Para que el libro más reciente de Denise Dresser, Manifiesto Mexicano, pudiera ser escrito, la autora se tuvo que autoexiliar por un año. Se fue a una oficina (que redecoró a la prontitud para sentirla más mexicana) en la Universidad de Berkeley, en California. Fue su año sabático, en el que pesar de haber visto muchas series de Netflix, escribió un segundo tomo de análisis político y social de México. El primero fue El país de uno, que se publicó en el 2011, y este llegó siete años después, justo para la víspera de elecciones.Para hacerlo recorrió todos sus archivos: las columnas que escribe todos los domingos, las conferencias que había dado, todo el trabajo hecho en siete años, para hacer la recapitulación, para explicar “cómo perdimos el rumbo”, y después proponer una alternativa para recuperarlo. Los diez capítulos se podrían dividir en tres: uno de recuento, otro de denuncia y el último de propuesta.
La primera parte del libro hace un repaso del sexenio de Peña Nieto, el “cierre de caja”, como le llama ella. La “Peñastroika Perdida”, como titula el primer capítulo, habla del regreso al poder del partido de siempre en 2012, bajo la etiqueta de "El nuevo PRI". Parte del desastre que dejaron los predecesores panistas, que acabaron por darle más poder al partido tricolor, más herramientas para regresar a hacer lo que quisieran con el país. “Este fue el sexenio de la corrupción”, dice Dresser. Después habla del sistema que permite que el cohecho sea la divisa nacional, del pacto de impunidad que permitió el Caso OHL, Odebrecht y todo lo que hizo Duarte, sólo por nombrar los incidentes más famosos. “Siento que este es el sexenio en que todos los males que veníamos arrastrando fueron exacerbados”, explica la autora. Esa amplificación de los pecados cometidos en sexenios (decenas de ellos) pasados, hicieron que la necesidad de una contrapostura fuerte no sólo fuera necesaria, porque eso siempre lo es, sino que fuera implorada. Se necesitaba para encontrar una salida, o un sentimiento de esperanza, porque lo que los gobiernos de los últimos 18 años fue sólo desasosiego. Habla, por supuesto, de la crisis de desigualdad de género, de la terrible cifra de feminicidios, de los movimientos #MeToo, Mi Primer Acoso y Vivas Nos Queremos. De los techos de cristal, de la falta de legislaciones a favor de las mujeres, y sobre todo, de un llamado a que todos seamos feministas.“Es controvertido, cuando no debería de ser, porque la definición fundacional del feminismo es reconocer que la mujer es un ser humano, con derechos equitativos. Y sin embargo, ser feminista todavía es algo controvertido, algo condenable, algo que genera polémica”. Es un libro de denuncia y de esclarecimiento de la basura sobre la que se sostiene el sistema político de México, lo cual tiene un impacto inmediato en la sociedad. Sin embargo, termina con lo que la autora llama “mapa de ruta”, una serie de consejos basados en el análisis que hizo durante siete años, que podrían servir para salir de ese basurero. La respuesta está, según Dresser, en las instituciones, tarea que le adjudica ahora al presidente electo, diciendo que “no basta con que López Obrador diga que va a barrer las escaleras. Se necesita una escoba y se necesita remodelar la casa en donde están esas escaleras”. Aunque también reconoce que todos los ciudadanos tenemos gran parte de la responsabilidad y repara en los casos en los que civiles han hecho un gran trabajo, como el movimiento Yo soy 132, el reportaje La Estafa Maestra, y la gran labor que ha hecho Animal Político y otros espacios de periodismo de investigación. Faltan instituciones funcionales, limpias, que no sólo estén formadas por profesionales éticos, sino que estén diseñadas para servir a la sociedad, que no sean una pantalla, una ilusión óptica para los ciudadanos y una herramienta para que los políticos y demás élites filtren el dinero en el sentido de sus intereses. Falta gente comprometida y que no se haga de la vista gorda. Falta elevar la vara. Falta dejar de olvidar fácilmente, porque no importa que cambien los jugadores, si las reglas siguen siendo las mismas.
El estado de México tras el sexenio de Peña Nieto y las posibles soluciones en "Manifiesto Mexicano", el nuevo libro de Denise Dresser.
Para que el libro más reciente de Denise Dresser, Manifiesto Mexicano, pudiera ser escrito, la autora se tuvo que autoexiliar por un año. Se fue a una oficina (que redecoró a la prontitud para sentirla más mexicana) en la Universidad de Berkeley, en California. Fue su año sabático, en el que pesar de haber visto muchas series de Netflix, escribió un segundo tomo de análisis político y social de México. El primero fue El país de uno, que se publicó en el 2011, y este llegó siete años después, justo para la víspera de elecciones.Para hacerlo recorrió todos sus archivos: las columnas que escribe todos los domingos, las conferencias que había dado, todo el trabajo hecho en siete años, para hacer la recapitulación, para explicar “cómo perdimos el rumbo”, y después proponer una alternativa para recuperarlo. Los diez capítulos se podrían dividir en tres: uno de recuento, otro de denuncia y el último de propuesta.
La primera parte del libro hace un repaso del sexenio de Peña Nieto, el “cierre de caja”, como le llama ella. La “Peñastroika Perdida”, como titula el primer capítulo, habla del regreso al poder del partido de siempre en 2012, bajo la etiqueta de "El nuevo PRI". Parte del desastre que dejaron los predecesores panistas, que acabaron por darle más poder al partido tricolor, más herramientas para regresar a hacer lo que quisieran con el país. “Este fue el sexenio de la corrupción”, dice Dresser. Después habla del sistema que permite que el cohecho sea la divisa nacional, del pacto de impunidad que permitió el Caso OHL, Odebrecht y todo lo que hizo Duarte, sólo por nombrar los incidentes más famosos. “Siento que este es el sexenio en que todos los males que veníamos arrastrando fueron exacerbados”, explica la autora. Esa amplificación de los pecados cometidos en sexenios (decenas de ellos) pasados, hicieron que la necesidad de una contrapostura fuerte no sólo fuera necesaria, porque eso siempre lo es, sino que fuera implorada. Se necesitaba para encontrar una salida, o un sentimiento de esperanza, porque lo que los gobiernos de los últimos 18 años fue sólo desasosiego. Habla, por supuesto, de la crisis de desigualdad de género, de la terrible cifra de feminicidios, de los movimientos #MeToo, Mi Primer Acoso y Vivas Nos Queremos. De los techos de cristal, de la falta de legislaciones a favor de las mujeres, y sobre todo, de un llamado a que todos seamos feministas.“Es controvertido, cuando no debería de ser, porque la definición fundacional del feminismo es reconocer que la mujer es un ser humano, con derechos equitativos. Y sin embargo, ser feminista todavía es algo controvertido, algo condenable, algo que genera polémica”. Es un libro de denuncia y de esclarecimiento de la basura sobre la que se sostiene el sistema político de México, lo cual tiene un impacto inmediato en la sociedad. Sin embargo, termina con lo que la autora llama “mapa de ruta”, una serie de consejos basados en el análisis que hizo durante siete años, que podrían servir para salir de ese basurero. La respuesta está, según Dresser, en las instituciones, tarea que le adjudica ahora al presidente electo, diciendo que “no basta con que López Obrador diga que va a barrer las escaleras. Se necesita una escoba y se necesita remodelar la casa en donde están esas escaleras”. Aunque también reconoce que todos los ciudadanos tenemos gran parte de la responsabilidad y repara en los casos en los que civiles han hecho un gran trabajo, como el movimiento Yo soy 132, el reportaje La Estafa Maestra, y la gran labor que ha hecho Animal Político y otros espacios de periodismo de investigación. Faltan instituciones funcionales, limpias, que no sólo estén formadas por profesionales éticos, sino que estén diseñadas para servir a la sociedad, que no sean una pantalla, una ilusión óptica para los ciudadanos y una herramienta para que los políticos y demás élites filtren el dinero en el sentido de sus intereses. Falta gente comprometida y que no se haga de la vista gorda. Falta elevar la vara. Falta dejar de olvidar fácilmente, porque no importa que cambien los jugadores, si las reglas siguen siendo las mismas.
El estado de México tras el sexenio de Peña Nieto y las posibles soluciones en "Manifiesto Mexicano", el nuevo libro de Denise Dresser.
Para que el libro más reciente de Denise Dresser, Manifiesto Mexicano, pudiera ser escrito, la autora se tuvo que autoexiliar por un año. Se fue a una oficina (que redecoró a la prontitud para sentirla más mexicana) en la Universidad de Berkeley, en California. Fue su año sabático, en el que pesar de haber visto muchas series de Netflix, escribió un segundo tomo de análisis político y social de México. El primero fue El país de uno, que se publicó en el 2011, y este llegó siete años después, justo para la víspera de elecciones.Para hacerlo recorrió todos sus archivos: las columnas que escribe todos los domingos, las conferencias que había dado, todo el trabajo hecho en siete años, para hacer la recapitulación, para explicar “cómo perdimos el rumbo”, y después proponer una alternativa para recuperarlo. Los diez capítulos se podrían dividir en tres: uno de recuento, otro de denuncia y el último de propuesta.
La primera parte del libro hace un repaso del sexenio de Peña Nieto, el “cierre de caja”, como le llama ella. La “Peñastroika Perdida”, como titula el primer capítulo, habla del regreso al poder del partido de siempre en 2012, bajo la etiqueta de "El nuevo PRI". Parte del desastre que dejaron los predecesores panistas, que acabaron por darle más poder al partido tricolor, más herramientas para regresar a hacer lo que quisieran con el país. “Este fue el sexenio de la corrupción”, dice Dresser. Después habla del sistema que permite que el cohecho sea la divisa nacional, del pacto de impunidad que permitió el Caso OHL, Odebrecht y todo lo que hizo Duarte, sólo por nombrar los incidentes más famosos. “Siento que este es el sexenio en que todos los males que veníamos arrastrando fueron exacerbados”, explica la autora. Esa amplificación de los pecados cometidos en sexenios (decenas de ellos) pasados, hicieron que la necesidad de una contrapostura fuerte no sólo fuera necesaria, porque eso siempre lo es, sino que fuera implorada. Se necesitaba para encontrar una salida, o un sentimiento de esperanza, porque lo que los gobiernos de los últimos 18 años fue sólo desasosiego. Habla, por supuesto, de la crisis de desigualdad de género, de la terrible cifra de feminicidios, de los movimientos #MeToo, Mi Primer Acoso y Vivas Nos Queremos. De los techos de cristal, de la falta de legislaciones a favor de las mujeres, y sobre todo, de un llamado a que todos seamos feministas.“Es controvertido, cuando no debería de ser, porque la definición fundacional del feminismo es reconocer que la mujer es un ser humano, con derechos equitativos. Y sin embargo, ser feminista todavía es algo controvertido, algo condenable, algo que genera polémica”. Es un libro de denuncia y de esclarecimiento de la basura sobre la que se sostiene el sistema político de México, lo cual tiene un impacto inmediato en la sociedad. Sin embargo, termina con lo que la autora llama “mapa de ruta”, una serie de consejos basados en el análisis que hizo durante siete años, que podrían servir para salir de ese basurero. La respuesta está, según Dresser, en las instituciones, tarea que le adjudica ahora al presidente electo, diciendo que “no basta con que López Obrador diga que va a barrer las escaleras. Se necesita una escoba y se necesita remodelar la casa en donde están esas escaleras”. Aunque también reconoce que todos los ciudadanos tenemos gran parte de la responsabilidad y repara en los casos en los que civiles han hecho un gran trabajo, como el movimiento Yo soy 132, el reportaje La Estafa Maestra, y la gran labor que ha hecho Animal Político y otros espacios de periodismo de investigación. Faltan instituciones funcionales, limpias, que no sólo estén formadas por profesionales éticos, sino que estén diseñadas para servir a la sociedad, que no sean una pantalla, una ilusión óptica para los ciudadanos y una herramienta para que los políticos y demás élites filtren el dinero en el sentido de sus intereses. Falta gente comprometida y que no se haga de la vista gorda. Falta elevar la vara. Falta dejar de olvidar fácilmente, porque no importa que cambien los jugadores, si las reglas siguen siendo las mismas.
Para que el libro más reciente de Denise Dresser, Manifiesto Mexicano, pudiera ser escrito, la autora se tuvo que autoexiliar por un año. Se fue a una oficina (que redecoró a la prontitud para sentirla más mexicana) en la Universidad de Berkeley, en California. Fue su año sabático, en el que pesar de haber visto muchas series de Netflix, escribió un segundo tomo de análisis político y social de México. El primero fue El país de uno, que se publicó en el 2011, y este llegó siete años después, justo para la víspera de elecciones.Para hacerlo recorrió todos sus archivos: las columnas que escribe todos los domingos, las conferencias que había dado, todo el trabajo hecho en siete años, para hacer la recapitulación, para explicar “cómo perdimos el rumbo”, y después proponer una alternativa para recuperarlo. Los diez capítulos se podrían dividir en tres: uno de recuento, otro de denuncia y el último de propuesta.
La primera parte del libro hace un repaso del sexenio de Peña Nieto, el “cierre de caja”, como le llama ella. La “Peñastroika Perdida”, como titula el primer capítulo, habla del regreso al poder del partido de siempre en 2012, bajo la etiqueta de "El nuevo PRI". Parte del desastre que dejaron los predecesores panistas, que acabaron por darle más poder al partido tricolor, más herramientas para regresar a hacer lo que quisieran con el país. “Este fue el sexenio de la corrupción”, dice Dresser. Después habla del sistema que permite que el cohecho sea la divisa nacional, del pacto de impunidad que permitió el Caso OHL, Odebrecht y todo lo que hizo Duarte, sólo por nombrar los incidentes más famosos. “Siento que este es el sexenio en que todos los males que veníamos arrastrando fueron exacerbados”, explica la autora. Esa amplificación de los pecados cometidos en sexenios (decenas de ellos) pasados, hicieron que la necesidad de una contrapostura fuerte no sólo fuera necesaria, porque eso siempre lo es, sino que fuera implorada. Se necesitaba para encontrar una salida, o un sentimiento de esperanza, porque lo que los gobiernos de los últimos 18 años fue sólo desasosiego. Habla, por supuesto, de la crisis de desigualdad de género, de la terrible cifra de feminicidios, de los movimientos #MeToo, Mi Primer Acoso y Vivas Nos Queremos. De los techos de cristal, de la falta de legislaciones a favor de las mujeres, y sobre todo, de un llamado a que todos seamos feministas.“Es controvertido, cuando no debería de ser, porque la definición fundacional del feminismo es reconocer que la mujer es un ser humano, con derechos equitativos. Y sin embargo, ser feminista todavía es algo controvertido, algo condenable, algo que genera polémica”. Es un libro de denuncia y de esclarecimiento de la basura sobre la que se sostiene el sistema político de México, lo cual tiene un impacto inmediato en la sociedad. Sin embargo, termina con lo que la autora llama “mapa de ruta”, una serie de consejos basados en el análisis que hizo durante siete años, que podrían servir para salir de ese basurero. La respuesta está, según Dresser, en las instituciones, tarea que le adjudica ahora al presidente electo, diciendo que “no basta con que López Obrador diga que va a barrer las escaleras. Se necesita una escoba y se necesita remodelar la casa en donde están esas escaleras”. Aunque también reconoce que todos los ciudadanos tenemos gran parte de la responsabilidad y repara en los casos en los que civiles han hecho un gran trabajo, como el movimiento Yo soy 132, el reportaje La Estafa Maestra, y la gran labor que ha hecho Animal Político y otros espacios de periodismo de investigación. Faltan instituciones funcionales, limpias, que no sólo estén formadas por profesionales éticos, sino que estén diseñadas para servir a la sociedad, que no sean una pantalla, una ilusión óptica para los ciudadanos y una herramienta para que los políticos y demás élites filtren el dinero en el sentido de sus intereses. Falta gente comprometida y que no se haga de la vista gorda. Falta elevar la vara. Falta dejar de olvidar fácilmente, porque no importa que cambien los jugadores, si las reglas siguen siendo las mismas.
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