Archivo Gatopardo

Un asunto de familia

Un asunto de familia

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
20
.
04
.
19
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Tiempo de Lectura: 00 min

Mudar de piel, lo nuevo del español Marcos Giralt Torrente

Marcos Giralt Torrente se concibe, ante todo, como un escritor que va en busca de la universalidad de una buena historia. Así lo asegura mientras charla sobre Mudar de piel (octava obra de su carrera y que edita Anagrama), sentado en el escritorio de su casa en Madrid, rodeado de libros y cerca de la medianoche. Esta entrevista sucede a través de la computadora, mientras su hijo, que acaba de cumplir los nueve, y su esposa duermen en las habitaciones de junto. Desde París, la obra que le mereció el Premio Herralde de Novela en 1999, y después con Los seres felices (2005) y Tiempo de vida (2010), su literatura siempre ha retratado los conflictos que suceden al interior de los hogares y que forman parte del mundo privado y familiar de sus personajes. Ahora con Mudar de piel, una compilación de cuentos escritos en primera persona y situados en la contemporaneidad más próxima, acierta al continuar con esta tradición que el autor ha labrado como un sello personal.

mudar de piel marcos giralt torrente

Nacido en Madrid en 1968, Giralt Torrente estudió filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid con el propósito de completar su educación humanística. Más tarde, en la década de los noventa, inició el doctorado en literatura, proceso que se vio truncado por la publicación de Entiéndeme (1995), su primer libro de relatos. Este momento, seguido por Nada sucede solo (1999), Cuentos vagos (2010) y El final del amor (2011), consolidó la carrera del autor alrededor del relato breve y lo encausó a una exploración estética en la que la depuración del lenguaje y la simplificación de la narración se volvieron primordiales.“En mis cuentos lo que hay es una renuncia estructural y no una sorpresa final. En ellos hay una voz que te habla con normalidad, te lleva y te deposita en un lugar de comprensión diferente al del punto de partida, pero nada más que eso. Es como subir un peldaño en la comprensión de un conflicto, no es darte la clave de una resolución, simplemente es elevarte un poco”, dice el autor. Mudar de piel es de forma primordial eso: un compendio de nueve narradores reunidos para contar cada uno una historia sobre su vida. Historias de infancias compartidas con padres y hermanos, o historias de un pasado próximo con parejas o hijos. En los nueve casos, hay estampas de la memoria que sin una vocación distinta a la de evocar una jornada o un conflicto retratan personajes que en la exploración de sus afectos se ven enfrentados a sus miedos y anhelos. Padres ausentes, madres orgullosas, adolescentes inquietos por comprender las inconsistencias del mundo, hermanos cómplices y hermanas renuentes, silencios que conceden, ausencias que pesan, encuentros insospechados y, en general, ese tapiz que nos muestra la vida tal y como es, con sus tristezas y encrucijadas, pero también con sus descubrimientos jubilosos.“La gramática de la familia es un lenguaje que todos entendemos. Cuando se habla de un padre, todos tenemos una idea de ‘padre’ en la cabeza y cuando se habla de un hermano, igual”, afirma Giralt Torrente. La familia es, por lo tanto, un recurso que sirve para trazar un mapa sobre la realidad que, aunque resulte incompleto, sirve para vislumbrar alguno de los perfiles que la componen. Un esfuerzo por reconocer en lo más íntimo y cercano una vía desde donde alcanzar la empatía con el lector. Es mirar desde la acera lo que sucede al interior de una casa e identificar, sin cruzar el umbral, lo que es infinitamente propio. “Escribir sobre la familia te permite escribir sobre cualquier cosa, no hay conflictos que sean ajenos a ella y que no se puedan trabajar desde su interior”, aclara el autor.Marcos Giralt Torrente es partidario de aquella literatura que nos habla a todos. “Mis historias tratan de apelar a valores universales, y por lo tanto me interesa lograr una voz que nos introduzca a estos mundos con los menos filtros posibles”, menciona el autor. Mudar de piel es, en este sentido, el epítome de dicho pensamiento, pero asimismo el punto de partida desde donde es posible seguir explorando el tópico de la familia, tema que ha nutrido casi el pleno de su obra y que la sitúa en los lindes de lo confesional, pero también de lo radicalmente universal.

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Marcos Giralt Torrente se concibe, ante todo, como un escritor que va en busca de la universalidad de una buena historia. Así lo asegura mientras charla sobre Mudar de piel (octava obra de su carrera y que edita Anagrama), sentado en el escritorio de su casa en Madrid, rodeado de libros y cerca de la medianoche. Esta entrevista sucede a través de la computadora, mientras su hijo, que acaba de cumplir los nueve, y su esposa duermen en las habitaciones de junto. Desde París, la obra que le mereció el Premio Herralde de Novela en 1999, y después con Los seres felices (2005) y Tiempo de vida (2010), su literatura siempre ha retratado los conflictos que suceden al interior de los hogares y que forman parte del mundo privado y familiar de sus personajes. Ahora con Mudar de piel, una compilación de cuentos escritos en primera persona y situados en la contemporaneidad más próxima, acierta al continuar con esta tradición que el autor ha labrado como un sello personal.

mudar de piel marcos giralt torrente

Nacido en Madrid en 1968, Giralt Torrente estudió filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid con el propósito de completar su educación humanística. Más tarde, en la década de los noventa, inició el doctorado en literatura, proceso que se vio truncado por la publicación de Entiéndeme (1995), su primer libro de relatos. Este momento, seguido por Nada sucede solo (1999), Cuentos vagos (2010) y El final del amor (2011), consolidó la carrera del autor alrededor del relato breve y lo encausó a una exploración estética en la que la depuración del lenguaje y la simplificación de la narración se volvieron primordiales.“En mis cuentos lo que hay es una renuncia estructural y no una sorpresa final. En ellos hay una voz que te habla con normalidad, te lleva y te deposita en un lugar de comprensión diferente al del punto de partida, pero nada más que eso. Es como subir un peldaño en la comprensión de un conflicto, no es darte la clave de una resolución, simplemente es elevarte un poco”, dice el autor. Mudar de piel es de forma primordial eso: un compendio de nueve narradores reunidos para contar cada uno una historia sobre su vida. Historias de infancias compartidas con padres y hermanos, o historias de un pasado próximo con parejas o hijos. En los nueve casos, hay estampas de la memoria que sin una vocación distinta a la de evocar una jornada o un conflicto retratan personajes que en la exploración de sus afectos se ven enfrentados a sus miedos y anhelos. Padres ausentes, madres orgullosas, adolescentes inquietos por comprender las inconsistencias del mundo, hermanos cómplices y hermanas renuentes, silencios que conceden, ausencias que pesan, encuentros insospechados y, en general, ese tapiz que nos muestra la vida tal y como es, con sus tristezas y encrucijadas, pero también con sus descubrimientos jubilosos.“La gramática de la familia es un lenguaje que todos entendemos. Cuando se habla de un padre, todos tenemos una idea de ‘padre’ en la cabeza y cuando se habla de un hermano, igual”, afirma Giralt Torrente. La familia es, por lo tanto, un recurso que sirve para trazar un mapa sobre la realidad que, aunque resulte incompleto, sirve para vislumbrar alguno de los perfiles que la componen. Un esfuerzo por reconocer en lo más íntimo y cercano una vía desde donde alcanzar la empatía con el lector. Es mirar desde la acera lo que sucede al interior de una casa e identificar, sin cruzar el umbral, lo que es infinitamente propio. “Escribir sobre la familia te permite escribir sobre cualquier cosa, no hay conflictos que sean ajenos a ella y que no se puedan trabajar desde su interior”, aclara el autor.Marcos Giralt Torrente es partidario de aquella literatura que nos habla a todos. “Mis historias tratan de apelar a valores universales, y por lo tanto me interesa lograr una voz que nos introduzca a estos mundos con los menos filtros posibles”, menciona el autor. Mudar de piel es, en este sentido, el epítome de dicho pensamiento, pero asimismo el punto de partida desde donde es posible seguir explorando el tópico de la familia, tema que ha nutrido casi el pleno de su obra y que la sitúa en los lindes de lo confesional, pero también de lo radicalmente universal.

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Marcos Giralt Torrente se concibe, ante todo, como un escritor que va en busca de la universalidad de una buena historia. Así lo asegura mientras charla sobre Mudar de piel (octava obra de su carrera y que edita Anagrama), sentado en el escritorio de su casa en Madrid, rodeado de libros y cerca de la medianoche. Esta entrevista sucede a través de la computadora, mientras su hijo, que acaba de cumplir los nueve, y su esposa duermen en las habitaciones de junto. Desde París, la obra que le mereció el Premio Herralde de Novela en 1999, y después con Los seres felices (2005) y Tiempo de vida (2010), su literatura siempre ha retratado los conflictos que suceden al interior de los hogares y que forman parte del mundo privado y familiar de sus personajes. Ahora con Mudar de piel, una compilación de cuentos escritos en primera persona y situados en la contemporaneidad más próxima, acierta al continuar con esta tradición que el autor ha labrado como un sello personal.

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Nacido en Madrid en 1968, Giralt Torrente estudió filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid con el propósito de completar su educación humanística. Más tarde, en la década de los noventa, inició el doctorado en literatura, proceso que se vio truncado por la publicación de Entiéndeme (1995), su primer libro de relatos. Este momento, seguido por Nada sucede solo (1999), Cuentos vagos (2010) y El final del amor (2011), consolidó la carrera del autor alrededor del relato breve y lo encausó a una exploración estética en la que la depuración del lenguaje y la simplificación de la narración se volvieron primordiales.“En mis cuentos lo que hay es una renuncia estructural y no una sorpresa final. En ellos hay una voz que te habla con normalidad, te lleva y te deposita en un lugar de comprensión diferente al del punto de partida, pero nada más que eso. Es como subir un peldaño en la comprensión de un conflicto, no es darte la clave de una resolución, simplemente es elevarte un poco”, dice el autor. Mudar de piel es de forma primordial eso: un compendio de nueve narradores reunidos para contar cada uno una historia sobre su vida. Historias de infancias compartidas con padres y hermanos, o historias de un pasado próximo con parejas o hijos. En los nueve casos, hay estampas de la memoria que sin una vocación distinta a la de evocar una jornada o un conflicto retratan personajes que en la exploración de sus afectos se ven enfrentados a sus miedos y anhelos. Padres ausentes, madres orgullosas, adolescentes inquietos por comprender las inconsistencias del mundo, hermanos cómplices y hermanas renuentes, silencios que conceden, ausencias que pesan, encuentros insospechados y, en general, ese tapiz que nos muestra la vida tal y como es, con sus tristezas y encrucijadas, pero también con sus descubrimientos jubilosos.“La gramática de la familia es un lenguaje que todos entendemos. Cuando se habla de un padre, todos tenemos una idea de ‘padre’ en la cabeza y cuando se habla de un hermano, igual”, afirma Giralt Torrente. La familia es, por lo tanto, un recurso que sirve para trazar un mapa sobre la realidad que, aunque resulte incompleto, sirve para vislumbrar alguno de los perfiles que la componen. Un esfuerzo por reconocer en lo más íntimo y cercano una vía desde donde alcanzar la empatía con el lector. Es mirar desde la acera lo que sucede al interior de una casa e identificar, sin cruzar el umbral, lo que es infinitamente propio. “Escribir sobre la familia te permite escribir sobre cualquier cosa, no hay conflictos que sean ajenos a ella y que no se puedan trabajar desde su interior”, aclara el autor.Marcos Giralt Torrente es partidario de aquella literatura que nos habla a todos. “Mis historias tratan de apelar a valores universales, y por lo tanto me interesa lograr una voz que nos introduzca a estos mundos con los menos filtros posibles”, menciona el autor. Mudar de piel es, en este sentido, el epítome de dicho pensamiento, pero asimismo el punto de partida desde donde es posible seguir explorando el tópico de la familia, tema que ha nutrido casi el pleno de su obra y que la sitúa en los lindes de lo confesional, pero también de lo radicalmente universal.

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Nacido en Madrid en 1968, Giralt Torrente estudió filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid con el propósito de completar su educación humanística. Más tarde, en la década de los noventa, inició el doctorado en literatura, proceso que se vio truncado por la publicación de Entiéndeme (1995), su primer libro de relatos. Este momento, seguido por Nada sucede solo (1999), Cuentos vagos (2010) y El final del amor (2011), consolidó la carrera del autor alrededor del relato breve y lo encausó a una exploración estética en la que la depuración del lenguaje y la simplificación de la narración se volvieron primordiales.“En mis cuentos lo que hay es una renuncia estructural y no una sorpresa final. En ellos hay una voz que te habla con normalidad, te lleva y te deposita en un lugar de comprensión diferente al del punto de partida, pero nada más que eso. Es como subir un peldaño en la comprensión de un conflicto, no es darte la clave de una resolución, simplemente es elevarte un poco”, dice el autor. Mudar de piel es de forma primordial eso: un compendio de nueve narradores reunidos para contar cada uno una historia sobre su vida. Historias de infancias compartidas con padres y hermanos, o historias de un pasado próximo con parejas o hijos. En los nueve casos, hay estampas de la memoria que sin una vocación distinta a la de evocar una jornada o un conflicto retratan personajes que en la exploración de sus afectos se ven enfrentados a sus miedos y anhelos. Padres ausentes, madres orgullosas, adolescentes inquietos por comprender las inconsistencias del mundo, hermanos cómplices y hermanas renuentes, silencios que conceden, ausencias que pesan, encuentros insospechados y, en general, ese tapiz que nos muestra la vida tal y como es, con sus tristezas y encrucijadas, pero también con sus descubrimientos jubilosos.“La gramática de la familia es un lenguaje que todos entendemos. Cuando se habla de un padre, todos tenemos una idea de ‘padre’ en la cabeza y cuando se habla de un hermano, igual”, afirma Giralt Torrente. La familia es, por lo tanto, un recurso que sirve para trazar un mapa sobre la realidad que, aunque resulte incompleto, sirve para vislumbrar alguno de los perfiles que la componen. Un esfuerzo por reconocer en lo más íntimo y cercano una vía desde donde alcanzar la empatía con el lector. Es mirar desde la acera lo que sucede al interior de una casa e identificar, sin cruzar el umbral, lo que es infinitamente propio. “Escribir sobre la familia te permite escribir sobre cualquier cosa, no hay conflictos que sean ajenos a ella y que no se puedan trabajar desde su interior”, aclara el autor.Marcos Giralt Torrente es partidario de aquella literatura que nos habla a todos. “Mis historias tratan de apelar a valores universales, y por lo tanto me interesa lograr una voz que nos introduzca a estos mundos con los menos filtros posibles”, menciona el autor. Mudar de piel es, en este sentido, el epítome de dicho pensamiento, pero asimismo el punto de partida desde donde es posible seguir explorando el tópico de la familia, tema que ha nutrido casi el pleno de su obra y que la sitúa en los lindes de lo confesional, pero también de lo radicalmente universal.

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Nacido en Madrid en 1968, Giralt Torrente estudió filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid con el propósito de completar su educación humanística. Más tarde, en la década de los noventa, inició el doctorado en literatura, proceso que se vio truncado por la publicación de Entiéndeme (1995), su primer libro de relatos. Este momento, seguido por Nada sucede solo (1999), Cuentos vagos (2010) y El final del amor (2011), consolidó la carrera del autor alrededor del relato breve y lo encausó a una exploración estética en la que la depuración del lenguaje y la simplificación de la narración se volvieron primordiales.“En mis cuentos lo que hay es una renuncia estructural y no una sorpresa final. En ellos hay una voz que te habla con normalidad, te lleva y te deposita en un lugar de comprensión diferente al del punto de partida, pero nada más que eso. Es como subir un peldaño en la comprensión de un conflicto, no es darte la clave de una resolución, simplemente es elevarte un poco”, dice el autor. Mudar de piel es de forma primordial eso: un compendio de nueve narradores reunidos para contar cada uno una historia sobre su vida. Historias de infancias compartidas con padres y hermanos, o historias de un pasado próximo con parejas o hijos. En los nueve casos, hay estampas de la memoria que sin una vocación distinta a la de evocar una jornada o un conflicto retratan personajes que en la exploración de sus afectos se ven enfrentados a sus miedos y anhelos. Padres ausentes, madres orgullosas, adolescentes inquietos por comprender las inconsistencias del mundo, hermanos cómplices y hermanas renuentes, silencios que conceden, ausencias que pesan, encuentros insospechados y, en general, ese tapiz que nos muestra la vida tal y como es, con sus tristezas y encrucijadas, pero también con sus descubrimientos jubilosos.“La gramática de la familia es un lenguaje que todos entendemos. Cuando se habla de un padre, todos tenemos una idea de ‘padre’ en la cabeza y cuando se habla de un hermano, igual”, afirma Giralt Torrente. La familia es, por lo tanto, un recurso que sirve para trazar un mapa sobre la realidad que, aunque resulte incompleto, sirve para vislumbrar alguno de los perfiles que la componen. Un esfuerzo por reconocer en lo más íntimo y cercano una vía desde donde alcanzar la empatía con el lector. Es mirar desde la acera lo que sucede al interior de una casa e identificar, sin cruzar el umbral, lo que es infinitamente propio. “Escribir sobre la familia te permite escribir sobre cualquier cosa, no hay conflictos que sean ajenos a ella y que no se puedan trabajar desde su interior”, aclara el autor.Marcos Giralt Torrente es partidario de aquella literatura que nos habla a todos. “Mis historias tratan de apelar a valores universales, y por lo tanto me interesa lograr una voz que nos introduzca a estos mundos con los menos filtros posibles”, menciona el autor. Mudar de piel es, en este sentido, el epítome de dicho pensamiento, pero asimismo el punto de partida desde donde es posible seguir explorando el tópico de la familia, tema que ha nutrido casi el pleno de su obra y que la sitúa en los lindes de lo confesional, pero también de lo radicalmente universal.

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Nacido en Madrid en 1968, Giralt Torrente estudió filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid con el propósito de completar su educación humanística. Más tarde, en la década de los noventa, inició el doctorado en literatura, proceso que se vio truncado por la publicación de Entiéndeme (1995), su primer libro de relatos. Este momento, seguido por Nada sucede solo (1999), Cuentos vagos (2010) y El final del amor (2011), consolidó la carrera del autor alrededor del relato breve y lo encausó a una exploración estética en la que la depuración del lenguaje y la simplificación de la narración se volvieron primordiales.“En mis cuentos lo que hay es una renuncia estructural y no una sorpresa final. En ellos hay una voz que te habla con normalidad, te lleva y te deposita en un lugar de comprensión diferente al del punto de partida, pero nada más que eso. Es como subir un peldaño en la comprensión de un conflicto, no es darte la clave de una resolución, simplemente es elevarte un poco”, dice el autor. Mudar de piel es de forma primordial eso: un compendio de nueve narradores reunidos para contar cada uno una historia sobre su vida. Historias de infancias compartidas con padres y hermanos, o historias de un pasado próximo con parejas o hijos. En los nueve casos, hay estampas de la memoria que sin una vocación distinta a la de evocar una jornada o un conflicto retratan personajes que en la exploración de sus afectos se ven enfrentados a sus miedos y anhelos. Padres ausentes, madres orgullosas, adolescentes inquietos por comprender las inconsistencias del mundo, hermanos cómplices y hermanas renuentes, silencios que conceden, ausencias que pesan, encuentros insospechados y, en general, ese tapiz que nos muestra la vida tal y como es, con sus tristezas y encrucijadas, pero también con sus descubrimientos jubilosos.“La gramática de la familia es un lenguaje que todos entendemos. Cuando se habla de un padre, todos tenemos una idea de ‘padre’ en la cabeza y cuando se habla de un hermano, igual”, afirma Giralt Torrente. La familia es, por lo tanto, un recurso que sirve para trazar un mapa sobre la realidad que, aunque resulte incompleto, sirve para vislumbrar alguno de los perfiles que la componen. Un esfuerzo por reconocer en lo más íntimo y cercano una vía desde donde alcanzar la empatía con el lector. Es mirar desde la acera lo que sucede al interior de una casa e identificar, sin cruzar el umbral, lo que es infinitamente propio. “Escribir sobre la familia te permite escribir sobre cualquier cosa, no hay conflictos que sean ajenos a ella y que no se puedan trabajar desde su interior”, aclara el autor.Marcos Giralt Torrente es partidario de aquella literatura que nos habla a todos. “Mis historias tratan de apelar a valores universales, y por lo tanto me interesa lograr una voz que nos introduzca a estos mundos con los menos filtros posibles”, menciona el autor. Mudar de piel es, en este sentido, el epítome de dicho pensamiento, pero asimismo el punto de partida desde donde es posible seguir explorando el tópico de la familia, tema que ha nutrido casi el pleno de su obra y que la sitúa en los lindes de lo confesional, pero también de lo radicalmente universal.

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