La hora cero está muy cerca. El agua se va a acabar

La hora cero está muy cerca. El agua se va a acabar

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Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Represa de Sanalona en Culiacán, México. Fotografía de Jesús Bustamante / REUTERS.

Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

Este texto fue posible gracias al apoyo de la Fundación Ford.

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Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

Este texto fue posible gracias al apoyo de la Fundación Ford.

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La hora cero está muy cerca. El agua se va a acabar

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Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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La hora cero está muy cerca. El agua se va a acabar

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Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

Este texto fue posible gracias al apoyo de la Fundación Ford.

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La hora cero está muy cerca. El agua se va a acabar

La hora cero está muy cerca. El agua se va a acabar

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Fotografía de
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Ilustración de
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Represa de Sanalona en Culiacán, México. Fotografía de Jesús Bustamante / REUTERS.
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Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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2022
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Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

Estamos hablando de un drama mundial. Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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Las guerras del agua ya están aquí, mientras el planeta no deja de calentarse y la población sigue creciendo. O cambiamos la manera en que habitamos el planeta o el futuro… ya nos alcanzó.

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Estoy pasando Semana Santa en Tepoztlán con mi familia. El vía crucis aquí se trata de conseguir la mentada pipa de agua que en todas las casas se necesita. Se oyen los motores de pipas ajenas subir el cerro, causando gran envidia y expectativa entre los muchos que la esperan. Afuera del pueblo casi no llega el agua municipal y capturamos agua de lluvia pero, para abril, esa agua ya se acabó, el paisaje está seco, el jardín amarillo, el color de temporada. El cerro fue incendiado por unos irresponsables, algo que, tristemente, parece haberse vuelto otro ritual de inicio de primavera. Cabe mencionar que los incendios que inicia cualquier idiota se apagan con agua del pozo municipal que, por si se nos ha olvidado, es finito y sus bajos niveles hacen que las pipas tarden más en abastecerse y, por supuesto, cuesten más caras. Lo bueno es que aquí la agricultura es de temporal, así que las pipas se usan para regar jardines y llenar albercas, lujos que pocos en el país pueden darse y que han empezado a ser muy mal vistos por los tepoztecos y tepoztizos (nosotros).

En efecto, si los jardines no se riegan (como el de nuestra casa) no pasa nada, si la alberca se vuelve chapoteadero, tampoco pasa nada, pero el ser humano necesita veinte litros al día para subsistir, eso incluye cocinar, beber, lavar platos y lavarse con una toallita… que conste que no incluye jalarle al baño, eso es un lujo que gasta de diez a veinte litros, mientras que una buena ducha a todo vapor se lleva unos doscientos litros, al igual que lavar el coche con manguera (el mío está bien mugroso)… y ni hablar de la gente a la que le gusta mojar su banqueta.

¡Estamos en tiempo de sequía! Y Tláloc se va a hacer del rogar otro mes por lo menos.

En la Ciudad de México tampoco hay riego para la agricultura, salvo de temporal en Milpa Alta y Xochimilco, pero hay que darle agua a veinticinco millones de personas en el área metropolitana y cada año hacerlo es un nuevo y más grande reto, al que muchos chilangos ya están acostumbrados, aunque claro, no todos. En varias colonias cierran el paso del agua un día a la semana, desde que yo era niña. En esos barrios hay constantes recortes, en días y horarios variables, y la gente cuida sus cubetas llenas como si fueran de oro. Lo que sí ha cambiado es que hace años, en sábado de gloria, no faltaba el remojo a cubetadas, bromita que ahora está penalizada con una gorda multa. Así están las cosas en buena parte del mundo en el siglo XXI, donde es un milagro cotidiano que esta megalópolis funcione.

En la ciudad de Monterrey el vía crucis del agua es aún más severo y eso que ahí sólo viven cerca de 1.5 millones de personas, más 1.2 en los municipios colindantes, digamos que tres millones de personas redondeando cifras. Sin embargo, llueve mucho menos y, además de la falta de agua municipal, el norte de la ciudad se riega por aspersión, o como en Cuatro Ciénegas, con agua rodada que inunda los campos que de otra manera estarían tan secos como mi jardín tepozteco. En consecuencia, en un lugar árido y de temperaturas extremas, como es Monterrey, el 80% del agua se va a la agricultura y a alimentar ganado, pues a los norteños les encanta su carne asada. A eso hay que agregar los famosos jardines de quienes viven en las zonas privilegiadas, por ejemplo, San Pedro usa 301% más agua por persona que el promedio urbano. Pero si la lluvia no regresa, la Sultana del Norte tendrá que racionar el agua a todos los niveles. Este artículo de Proceso dice que hay siete pozos privados que pronto se donarán al municipio y al gobernador de Nuevo León, Samuel García, se le ocurrió decir que había que desviar el agua del río Panuco desde San Luis Potosí, a lo que el gobernador de ese estado, Ricardo Gallardo Cardona, respondió que sería “una locura” permitir que se extraiga agua del afluente, pues su entidad también la necesita.

Mientras tanto, a lo que se dedica Conagua, desgraciadamente, no es a administrar el agua de manera racional, sino a venderla al mejor postor y, de preferencia, varias veces. No sorprendería entonces que ya le haya vendido el agua de San Luis Potosí a los regios. Mientras vemos esta especie de telenovela entre gobernadores, dos de las tres presas que surten agua al área metropolitana de Monterrey están secas. Desde el 22 de marzo hay un esquema que va cortando el agua por colonia pero, como reporta Fernanda Caso para N+ Media, nadie sabe bien a bien cuándo serán esos días de corte y, por supuesto, los pobres son los más afectados.

Mientras se organizan, sabiendo que no hay tiempo de construir nada antes del “día cero”, que está a un mes de distancia si no llueve, hay que usar menos agua, por lo que también se ha hablado de subir la tarifa hasta un 91%, con lo cual, como era de esperarse, los industriales no están de acuerdo y lo único seguro es que todos buscarán priorizar su consumo. Hay mucha tensión entre los industriales y la población, sin embargo, no se analiza lo suficiente el caso de los ganaderos y agricultores, que es donde seguirá la parte más importante del problema, mientras se sigan gastando millones de metros cúbicos de agua en cultivos que ni siquiera deberían sembrarse en zonas áridas: regar alfalfa a 40 o 50º C será siempre muy mala idea.

Mi amiga y colaboradora Susana de la Torre vive con su familia en Monterrey, así que le pedí que me contara en primera persona cómo está viviendo esta sequía. Ella cuenta que cuando llegó a la ciudad, en 1996, ya había cortes de agua (al igual que en la CDMX), pero que luego hicieron otra presa, hubo más agua y la gente se confió, al mismo tiempo que la población creció junto con la mancha urbana y la deforestación de los cerros aledaños. Claro que la industria también creció y todos queremos beber agua Topochico, que venden hasta en California, pero la infraestructura del agua fue la que no aumentó, no hubo planeación. Susana piensa que esta falta de una visión de largo plazo no se va a resolver construyendo otra presa (la famosa presa Libertad), sino que hay que replantearse el uso del agua partiendo de la escasez, como se hace en Israel, donde se practica la agricultura de precisión, el riego por goteo, una estrategia mucho más consciente y eficiente para administrar el agua.

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