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La ficción del proceso de paz en Colombia

La ficción del proceso de paz en Colombia

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Distrito Salvaje, una serie que muestra la dificultad de Colombia para encontrar la paz.

Después de más de 50 años en conflicto, por fin puede hablar de un proceso de paz en Colombia. La guerra en la que se enfrentaban paramilitares y guerrilleros contra el Estado, fue una lucha que parecía eterna, con intentos de paz violados por secuestros y rematados con asesinatos.Fue hasta el 24 de noviembre del 2016 se firmaron los Acuerdos de La Habana, en los que el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) dieron inicio formal al proceso de desmovilización de insurgentes y de entrega de las armas.Pero la paz es un concepto difícil de alcanzar, es un tanto intangible. Requiere un proceso que para muchos es desconocido, sobre todo tomando en cuenta que esta guerra tomó medio siglo; seguro que hay gente en Colombia que nunca supo cómo era vivir en un país sin guerra.

proceso de paz en Colombia, Distrito Salvaje

Y parte del problema es que la guerra, per se, no se vivía en las ciudades, sino en lo que los colombianos llaman “el monte”, que es la selva. A la gente de comunidades rurales les fue peor que a todos, porque ni el Estado ni las FARC, ni los otros movimientos involucrados los protegieron, sino que los usaron. A la mayoría los asesinaron y a muchos otros los volvieron soldados. “A veces no entendemos que en realidad hay personas que no pudieron elegir: que no pudieron elegir su destino, que no pudieron elegir su vida”, dice Juan Pablo Raba, colombiano de Bogotá, que produjo y actuó en la serie Distrito Salvaje, situada en la posguerra del país sudamericano. La serie es ficción, con momentos un poco telenovelescos, y todas las herramientas de Hollywood para atraer a la audiencia. Sin embargo, la historia que cuentan es de total seriedad, con profundidad, con investigación de años sobre los procesos humanos en términos de reinserción y del problema sistémico de los gobiernos en términos de corrupción.Distrito Salvaje cuenta la historia de Jhon Jeiver (Raba) un guerrillero que escapa de la jungla tras la firma del Tratado de Paz para reinsertarse en la sociedad. Por supuesto que no lo logra con facilidad porque la gente no lo acepta y porque su pasado lo persigue. Pero lo interesante de la historia, es lo que no es ficción. Es la parte de reconocer la dificultad de una sociedad para construirse desde algo que no conoce, desde la paz. Desde la integración de alguien que se dedicó a matar, o desde un gobierno que no hace realmente nada por ayudar. Ahora que supuestamente ya no hay guerra en Colombia y llegó el proceso de paz, la gente no sabe muy bien qué hacer. “Las guerras cuando se acaban son terribles por los desastres que dejan, no solamente físicos, sino también emocionales y psicológicos de una sociedad entera”, desarrolla Cristina Umaña, que representa en la serie a Daniela León, la Fiscal General de la Nación. Umaña cuenta al teléfono que la verdadera guerra la vivieron los campesinos, y que ahora son ellos los que se tienen que reinsertar a una sociedad a la que nunca pertenecieron de un inicio. También explica que el conflicto que se vivió en las ciudades es la corrupción, y que para esa no hay ningún tratado de paz.

proceso de paz en Colombia, Distrito Salvaje

Cabe mencionar que gran parte de las dificultades para acabar con la guerrilla en los últimos años, se ha debido a las contraposiciones de ultraderecha, un grupo muy fuerte y poderoso en Colombia. Iván Duque Márquez, el nuevo presidente, pertenece a esta ala de la política, y tanto su visión como la de sus seguidores, puede significar un traspié en la posibilidad de alcanzar la paz, confiesan los actores. “Lo que vemos en los reportes es como si él [Duque], no tuviera un especial cuidado por este proceso de paz, por conservarlo y por seguir reparando a las víctimas y reparándonos a todos como sociedad”, dice Umaña en entrevista con Gatopardo. Su compañero, Juan Pablo Raba dice, un poco más optimista, que “pareciera que muchas de las personas que apoyan al nuevo presidente no están de acuerdo con el proceso de paz, pero la paz ya se está implementando, y creo que no hay más remedio que trabajar en pro de ella”.“Lo más interesante de eso, es que al firmar un proceso de paz, para "acabar" la guerra –con comillas porque no es del todo cierto– se destapa lo fuerte y doloroso que vive todo el país, que es la corrupción”, dice Umaña. Paradójicamente, el personaje de la actriz colombiana es el de la política incorruptible, la fiscal que “genera miedo por transparente”. Es la heroína, es la fábula escogida por los productores para demostrar que el proceso de paz de colombia no se logra con firmas. Raba explica que plantearon este escenario “sobre todo para que la gente piense, se vea en este pequeño espejo que hicimos, para que piensen en quién quieren como gobernantes, que tengan el valor de reclamar sus derechos, porque finalmente seguimos siendo atropellados continuamente por las mismas personas”. Un país que lleva más de 50 años sumergido en una guerra se dio cuenta, cuando por fin ésta terminó, que su mayor batalla era otra. Una que compartimos la mayoría de los países latinoamericanos.

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Después de más de 50 años en conflicto, por fin puede hablar de un proceso de paz en Colombia. La guerra en la que se enfrentaban paramilitares y guerrilleros contra el Estado, fue una lucha que parecía eterna, con intentos de paz violados por secuestros y rematados con asesinatos.Fue hasta el 24 de noviembre del 2016 se firmaron los Acuerdos de La Habana, en los que el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) dieron inicio formal al proceso de desmovilización de insurgentes y de entrega de las armas.Pero la paz es un concepto difícil de alcanzar, es un tanto intangible. Requiere un proceso que para muchos es desconocido, sobre todo tomando en cuenta que esta guerra tomó medio siglo; seguro que hay gente en Colombia que nunca supo cómo era vivir en un país sin guerra.

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Y parte del problema es que la guerra, per se, no se vivía en las ciudades, sino en lo que los colombianos llaman “el monte”, que es la selva. A la gente de comunidades rurales les fue peor que a todos, porque ni el Estado ni las FARC, ni los otros movimientos involucrados los protegieron, sino que los usaron. A la mayoría los asesinaron y a muchos otros los volvieron soldados. “A veces no entendemos que en realidad hay personas que no pudieron elegir: que no pudieron elegir su destino, que no pudieron elegir su vida”, dice Juan Pablo Raba, colombiano de Bogotá, que produjo y actuó en la serie Distrito Salvaje, situada en la posguerra del país sudamericano. La serie es ficción, con momentos un poco telenovelescos, y todas las herramientas de Hollywood para atraer a la audiencia. Sin embargo, la historia que cuentan es de total seriedad, con profundidad, con investigación de años sobre los procesos humanos en términos de reinserción y del problema sistémico de los gobiernos en términos de corrupción.Distrito Salvaje cuenta la historia de Jhon Jeiver (Raba) un guerrillero que escapa de la jungla tras la firma del Tratado de Paz para reinsertarse en la sociedad. Por supuesto que no lo logra con facilidad porque la gente no lo acepta y porque su pasado lo persigue. Pero lo interesante de la historia, es lo que no es ficción. Es la parte de reconocer la dificultad de una sociedad para construirse desde algo que no conoce, desde la paz. Desde la integración de alguien que se dedicó a matar, o desde un gobierno que no hace realmente nada por ayudar. Ahora que supuestamente ya no hay guerra en Colombia y llegó el proceso de paz, la gente no sabe muy bien qué hacer. “Las guerras cuando se acaban son terribles por los desastres que dejan, no solamente físicos, sino también emocionales y psicológicos de una sociedad entera”, desarrolla Cristina Umaña, que representa en la serie a Daniela León, la Fiscal General de la Nación. Umaña cuenta al teléfono que la verdadera guerra la vivieron los campesinos, y que ahora son ellos los que se tienen que reinsertar a una sociedad a la que nunca pertenecieron de un inicio. También explica que el conflicto que se vivió en las ciudades es la corrupción, y que para esa no hay ningún tratado de paz.

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Cabe mencionar que gran parte de las dificultades para acabar con la guerrilla en los últimos años, se ha debido a las contraposiciones de ultraderecha, un grupo muy fuerte y poderoso en Colombia. Iván Duque Márquez, el nuevo presidente, pertenece a esta ala de la política, y tanto su visión como la de sus seguidores, puede significar un traspié en la posibilidad de alcanzar la paz, confiesan los actores. “Lo que vemos en los reportes es como si él [Duque], no tuviera un especial cuidado por este proceso de paz, por conservarlo y por seguir reparando a las víctimas y reparándonos a todos como sociedad”, dice Umaña en entrevista con Gatopardo. Su compañero, Juan Pablo Raba dice, un poco más optimista, que “pareciera que muchas de las personas que apoyan al nuevo presidente no están de acuerdo con el proceso de paz, pero la paz ya se está implementando, y creo que no hay más remedio que trabajar en pro de ella”.“Lo más interesante de eso, es que al firmar un proceso de paz, para "acabar" la guerra –con comillas porque no es del todo cierto– se destapa lo fuerte y doloroso que vive todo el país, que es la corrupción”, dice Umaña. Paradójicamente, el personaje de la actriz colombiana es el de la política incorruptible, la fiscal que “genera miedo por transparente”. Es la heroína, es la fábula escogida por los productores para demostrar que el proceso de paz de colombia no se logra con firmas. Raba explica que plantearon este escenario “sobre todo para que la gente piense, se vea en este pequeño espejo que hicimos, para que piensen en quién quieren como gobernantes, que tengan el valor de reclamar sus derechos, porque finalmente seguimos siendo atropellados continuamente por las mismas personas”. Un país que lleva más de 50 años sumergido en una guerra se dio cuenta, cuando por fin ésta terminó, que su mayor batalla era otra. Una que compartimos la mayoría de los países latinoamericanos.

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Después de más de 50 años en conflicto, por fin puede hablar de un proceso de paz en Colombia. La guerra en la que se enfrentaban paramilitares y guerrilleros contra el Estado, fue una lucha que parecía eterna, con intentos de paz violados por secuestros y rematados con asesinatos.Fue hasta el 24 de noviembre del 2016 se firmaron los Acuerdos de La Habana, en los que el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) dieron inicio formal al proceso de desmovilización de insurgentes y de entrega de las armas.Pero la paz es un concepto difícil de alcanzar, es un tanto intangible. Requiere un proceso que para muchos es desconocido, sobre todo tomando en cuenta que esta guerra tomó medio siglo; seguro que hay gente en Colombia que nunca supo cómo era vivir en un país sin guerra.

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Y parte del problema es que la guerra, per se, no se vivía en las ciudades, sino en lo que los colombianos llaman “el monte”, que es la selva. A la gente de comunidades rurales les fue peor que a todos, porque ni el Estado ni las FARC, ni los otros movimientos involucrados los protegieron, sino que los usaron. A la mayoría los asesinaron y a muchos otros los volvieron soldados. “A veces no entendemos que en realidad hay personas que no pudieron elegir: que no pudieron elegir su destino, que no pudieron elegir su vida”, dice Juan Pablo Raba, colombiano de Bogotá, que produjo y actuó en la serie Distrito Salvaje, situada en la posguerra del país sudamericano. La serie es ficción, con momentos un poco telenovelescos, y todas las herramientas de Hollywood para atraer a la audiencia. Sin embargo, la historia que cuentan es de total seriedad, con profundidad, con investigación de años sobre los procesos humanos en términos de reinserción y del problema sistémico de los gobiernos en términos de corrupción.Distrito Salvaje cuenta la historia de Jhon Jeiver (Raba) un guerrillero que escapa de la jungla tras la firma del Tratado de Paz para reinsertarse en la sociedad. Por supuesto que no lo logra con facilidad porque la gente no lo acepta y porque su pasado lo persigue. Pero lo interesante de la historia, es lo que no es ficción. Es la parte de reconocer la dificultad de una sociedad para construirse desde algo que no conoce, desde la paz. Desde la integración de alguien que se dedicó a matar, o desde un gobierno que no hace realmente nada por ayudar. Ahora que supuestamente ya no hay guerra en Colombia y llegó el proceso de paz, la gente no sabe muy bien qué hacer. “Las guerras cuando se acaban son terribles por los desastres que dejan, no solamente físicos, sino también emocionales y psicológicos de una sociedad entera”, desarrolla Cristina Umaña, que representa en la serie a Daniela León, la Fiscal General de la Nación. Umaña cuenta al teléfono que la verdadera guerra la vivieron los campesinos, y que ahora son ellos los que se tienen que reinsertar a una sociedad a la que nunca pertenecieron de un inicio. También explica que el conflicto que se vivió en las ciudades es la corrupción, y que para esa no hay ningún tratado de paz.

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Cabe mencionar que gran parte de las dificultades para acabar con la guerrilla en los últimos años, se ha debido a las contraposiciones de ultraderecha, un grupo muy fuerte y poderoso en Colombia. Iván Duque Márquez, el nuevo presidente, pertenece a esta ala de la política, y tanto su visión como la de sus seguidores, puede significar un traspié en la posibilidad de alcanzar la paz, confiesan los actores. “Lo que vemos en los reportes es como si él [Duque], no tuviera un especial cuidado por este proceso de paz, por conservarlo y por seguir reparando a las víctimas y reparándonos a todos como sociedad”, dice Umaña en entrevista con Gatopardo. Su compañero, Juan Pablo Raba dice, un poco más optimista, que “pareciera que muchas de las personas que apoyan al nuevo presidente no están de acuerdo con el proceso de paz, pero la paz ya se está implementando, y creo que no hay más remedio que trabajar en pro de ella”.“Lo más interesante de eso, es que al firmar un proceso de paz, para "acabar" la guerra –con comillas porque no es del todo cierto– se destapa lo fuerte y doloroso que vive todo el país, que es la corrupción”, dice Umaña. Paradójicamente, el personaje de la actriz colombiana es el de la política incorruptible, la fiscal que “genera miedo por transparente”. Es la heroína, es la fábula escogida por los productores para demostrar que el proceso de paz de colombia no se logra con firmas. Raba explica que plantearon este escenario “sobre todo para que la gente piense, se vea en este pequeño espejo que hicimos, para que piensen en quién quieren como gobernantes, que tengan el valor de reclamar sus derechos, porque finalmente seguimos siendo atropellados continuamente por las mismas personas”. Un país que lleva más de 50 años sumergido en una guerra se dio cuenta, cuando por fin ésta terminó, que su mayor batalla era otra. Una que compartimos la mayoría de los países latinoamericanos.

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Después de más de 50 años en conflicto, por fin puede hablar de un proceso de paz en Colombia. La guerra en la que se enfrentaban paramilitares y guerrilleros contra el Estado, fue una lucha que parecía eterna, con intentos de paz violados por secuestros y rematados con asesinatos.Fue hasta el 24 de noviembre del 2016 se firmaron los Acuerdos de La Habana, en los que el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) dieron inicio formal al proceso de desmovilización de insurgentes y de entrega de las armas.Pero la paz es un concepto difícil de alcanzar, es un tanto intangible. Requiere un proceso que para muchos es desconocido, sobre todo tomando en cuenta que esta guerra tomó medio siglo; seguro que hay gente en Colombia que nunca supo cómo era vivir en un país sin guerra.

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Y parte del problema es que la guerra, per se, no se vivía en las ciudades, sino en lo que los colombianos llaman “el monte”, que es la selva. A la gente de comunidades rurales les fue peor que a todos, porque ni el Estado ni las FARC, ni los otros movimientos involucrados los protegieron, sino que los usaron. A la mayoría los asesinaron y a muchos otros los volvieron soldados. “A veces no entendemos que en realidad hay personas que no pudieron elegir: que no pudieron elegir su destino, que no pudieron elegir su vida”, dice Juan Pablo Raba, colombiano de Bogotá, que produjo y actuó en la serie Distrito Salvaje, situada en la posguerra del país sudamericano. La serie es ficción, con momentos un poco telenovelescos, y todas las herramientas de Hollywood para atraer a la audiencia. Sin embargo, la historia que cuentan es de total seriedad, con profundidad, con investigación de años sobre los procesos humanos en términos de reinserción y del problema sistémico de los gobiernos en términos de corrupción.Distrito Salvaje cuenta la historia de Jhon Jeiver (Raba) un guerrillero que escapa de la jungla tras la firma del Tratado de Paz para reinsertarse en la sociedad. Por supuesto que no lo logra con facilidad porque la gente no lo acepta y porque su pasado lo persigue. Pero lo interesante de la historia, es lo que no es ficción. Es la parte de reconocer la dificultad de una sociedad para construirse desde algo que no conoce, desde la paz. Desde la integración de alguien que se dedicó a matar, o desde un gobierno que no hace realmente nada por ayudar. Ahora que supuestamente ya no hay guerra en Colombia y llegó el proceso de paz, la gente no sabe muy bien qué hacer. “Las guerras cuando se acaban son terribles por los desastres que dejan, no solamente físicos, sino también emocionales y psicológicos de una sociedad entera”, desarrolla Cristina Umaña, que representa en la serie a Daniela León, la Fiscal General de la Nación. Umaña cuenta al teléfono que la verdadera guerra la vivieron los campesinos, y que ahora son ellos los que se tienen que reinsertar a una sociedad a la que nunca pertenecieron de un inicio. También explica que el conflicto que se vivió en las ciudades es la corrupción, y que para esa no hay ningún tratado de paz.

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Cabe mencionar que gran parte de las dificultades para acabar con la guerrilla en los últimos años, se ha debido a las contraposiciones de ultraderecha, un grupo muy fuerte y poderoso en Colombia. Iván Duque Márquez, el nuevo presidente, pertenece a esta ala de la política, y tanto su visión como la de sus seguidores, puede significar un traspié en la posibilidad de alcanzar la paz, confiesan los actores. “Lo que vemos en los reportes es como si él [Duque], no tuviera un especial cuidado por este proceso de paz, por conservarlo y por seguir reparando a las víctimas y reparándonos a todos como sociedad”, dice Umaña en entrevista con Gatopardo. Su compañero, Juan Pablo Raba dice, un poco más optimista, que “pareciera que muchas de las personas que apoyan al nuevo presidente no están de acuerdo con el proceso de paz, pero la paz ya se está implementando, y creo que no hay más remedio que trabajar en pro de ella”.“Lo más interesante de eso, es que al firmar un proceso de paz, para "acabar" la guerra –con comillas porque no es del todo cierto– se destapa lo fuerte y doloroso que vive todo el país, que es la corrupción”, dice Umaña. Paradójicamente, el personaje de la actriz colombiana es el de la política incorruptible, la fiscal que “genera miedo por transparente”. Es la heroína, es la fábula escogida por los productores para demostrar que el proceso de paz de colombia no se logra con firmas. Raba explica que plantearon este escenario “sobre todo para que la gente piense, se vea en este pequeño espejo que hicimos, para que piensen en quién quieren como gobernantes, que tengan el valor de reclamar sus derechos, porque finalmente seguimos siendo atropellados continuamente por las mismas personas”. Un país que lleva más de 50 años sumergido en una guerra se dio cuenta, cuando por fin ésta terminó, que su mayor batalla era otra. Una que compartimos la mayoría de los países latinoamericanos.

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Y parte del problema es que la guerra, per se, no se vivía en las ciudades, sino en lo que los colombianos llaman “el monte”, que es la selva. A la gente de comunidades rurales les fue peor que a todos, porque ni el Estado ni las FARC, ni los otros movimientos involucrados los protegieron, sino que los usaron. A la mayoría los asesinaron y a muchos otros los volvieron soldados. “A veces no entendemos que en realidad hay personas que no pudieron elegir: que no pudieron elegir su destino, que no pudieron elegir su vida”, dice Juan Pablo Raba, colombiano de Bogotá, que produjo y actuó en la serie Distrito Salvaje, situada en la posguerra del país sudamericano. La serie es ficción, con momentos un poco telenovelescos, y todas las herramientas de Hollywood para atraer a la audiencia. Sin embargo, la historia que cuentan es de total seriedad, con profundidad, con investigación de años sobre los procesos humanos en términos de reinserción y del problema sistémico de los gobiernos en términos de corrupción.Distrito Salvaje cuenta la historia de Jhon Jeiver (Raba) un guerrillero que escapa de la jungla tras la firma del Tratado de Paz para reinsertarse en la sociedad. Por supuesto que no lo logra con facilidad porque la gente no lo acepta y porque su pasado lo persigue. Pero lo interesante de la historia, es lo que no es ficción. Es la parte de reconocer la dificultad de una sociedad para construirse desde algo que no conoce, desde la paz. Desde la integración de alguien que se dedicó a matar, o desde un gobierno que no hace realmente nada por ayudar. Ahora que supuestamente ya no hay guerra en Colombia y llegó el proceso de paz, la gente no sabe muy bien qué hacer. “Las guerras cuando se acaban son terribles por los desastres que dejan, no solamente físicos, sino también emocionales y psicológicos de una sociedad entera”, desarrolla Cristina Umaña, que representa en la serie a Daniela León, la Fiscal General de la Nación. Umaña cuenta al teléfono que la verdadera guerra la vivieron los campesinos, y que ahora son ellos los que se tienen que reinsertar a una sociedad a la que nunca pertenecieron de un inicio. También explica que el conflicto que se vivió en las ciudades es la corrupción, y que para esa no hay ningún tratado de paz.

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Cabe mencionar que gran parte de las dificultades para acabar con la guerrilla en los últimos años, se ha debido a las contraposiciones de ultraderecha, un grupo muy fuerte y poderoso en Colombia. Iván Duque Márquez, el nuevo presidente, pertenece a esta ala de la política, y tanto su visión como la de sus seguidores, puede significar un traspié en la posibilidad de alcanzar la paz, confiesan los actores. “Lo que vemos en los reportes es como si él [Duque], no tuviera un especial cuidado por este proceso de paz, por conservarlo y por seguir reparando a las víctimas y reparándonos a todos como sociedad”, dice Umaña en entrevista con Gatopardo. Su compañero, Juan Pablo Raba dice, un poco más optimista, que “pareciera que muchas de las personas que apoyan al nuevo presidente no están de acuerdo con el proceso de paz, pero la paz ya se está implementando, y creo que no hay más remedio que trabajar en pro de ella”.“Lo más interesante de eso, es que al firmar un proceso de paz, para "acabar" la guerra –con comillas porque no es del todo cierto– se destapa lo fuerte y doloroso que vive todo el país, que es la corrupción”, dice Umaña. Paradójicamente, el personaje de la actriz colombiana es el de la política incorruptible, la fiscal que “genera miedo por transparente”. Es la heroína, es la fábula escogida por los productores para demostrar que el proceso de paz de colombia no se logra con firmas. Raba explica que plantearon este escenario “sobre todo para que la gente piense, se vea en este pequeño espejo que hicimos, para que piensen en quién quieren como gobernantes, que tengan el valor de reclamar sus derechos, porque finalmente seguimos siendo atropellados continuamente por las mismas personas”. Un país que lleva más de 50 años sumergido en una guerra se dio cuenta, cuando por fin ésta terminó, que su mayor batalla era otra. Una que compartimos la mayoría de los países latinoamericanos.

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