Agua: memorias de una metrópoli
Ma. Elena Mansour
Fotografía de Colección Acevedo-Mansour
Hubo una época en que los ríos formaban parte del paisaje de la Ciudad de México y se creía que este recurso era inagotable. Con apoyo de la Colección Acevedo-Mansour publicamos una serie de fotografías de la capital a punto de entrar en la modernidad.
El coleccionista se convierte en guardián de la memoria y en cronista de las historias ocultas en los objetos.
Walter Benjamin
Durante las últimas tres décadas, hemos tenido el privilegio de coleccionar momentos significativos del pasado, desde las primeras imágenes capturadas con cámaras analógicas hasta fotografías digitales. Así, la Colección Acevedo-Mansour ha logrado conservar 600 fondos fotográficos, con más de 150 000 imágenes que abarcan una amplia variedad de temas, autores y técnicas, constituyendo una muestra de la historia de la fotografía.
Con el propósito de preservar la memoria documental y compartir nuestro legado, nos complace presentar la exposición “Agua: memorias de una metrópoli”, en el marco del Festival Fotoseptiembre 2024, cuya temática este año es el coleccionismo.
Para la presente exhibición, se eligió un fondo de la colección de más de 500 fotografías de la Ciudad de México tomadas por un fotorreportero desconocido desde los años treinta hasta los sesenta. Esta selección muestra imágenes del crecimiento poblacional de la metrópoli y su acelerada urbanización. Y considerando la crisis hídrica que estamos padeciendo, se decidió exponer imágenes relacionadas con el agua, con la ciudad y con su población.
Originalmente nuestra urbe se encontraba asentada sobre seis lagos interconectados y su paisaje natural se transformó de manera drástica: los lagos fueron desecados a medida que la urbanización crecía; luego, los ríos que formaban parte del sistema lacustre se usaron para sacar el agua de desecho y se entubaron para dar paso a calles y avenidas.
Sin embargo, el agua no sólo ha satisfecho las necesidades básicas de los capitalinos; también les ha brindado motivos de esparcimiento con sus balnearios. Estos oasis urbanos se convirtieron en destinos familiares muy populares y visitados durante los “días de pinta”, los fines de semana y, en especial, en la fiesta del Día de San Juan.
En otro momento, las fuentes, que ahora tienen valor ornamental y en ocasiones patrimonial, sirvieron en el pasado como puntos de suministro de agua para la población.
La radical modificación del ecosistema desde la época colonial al desecar lagos para albergar pesados edificios, aunada a la extracción del líquido de pozos para dotar a la población de agua potable, ha ocasionado en parte el hundimiento de la Ciudad de México. Por otra parte, las áreas verdes cubiertas de asfalto que evitan la filtración del agua al subsuelo y las lluvias tan abundantes que castigan al Valle de México han obligado a los gobiernos a realizar grandes inversiones en obras de drenaje. Además, el costo de traer agua desde el Estado de México y Michoacán a la ciudad es de los más altos del mundo, pues se tiene que bombear a 1 200 metros y se pierde más del 40% en su distribución.
Asimismo, el reto no nada más es técnico, ya que el consumo promedio de 380 litros de agua por persona en la capital del país es superior al que recomienda la Organización Mundial de la Salud: 100 litros al día (seis cubetas). Sumado a lo anterior, la dotación promedio que provee el Sistema de Aguas de la ciudad es de 150 litros por día; por ello hay escasez en muchas zonas donde únicamente cuentan con abastecimiento de agua por pipas.
El problema del agua tiene que considerarse desde la sustentabilidad: captar el agua de lluvia, aumentar las plantas de tratamiento y dejar de construir sobre las áreas naturales para infiltrar el agua. Debemos almacenar, procesar y permear al acuífero y, sobre todo, cuidar el consumo del agua.
Sobre los balnearios
En la colonia Juárez, entre la Glorieta de Amajac (antes Colón) y las calles de General Prim y Bucareli, existieron grandes lugares para la recreación de los capitalinos: las albercas Pani, Osorio y Blasco que presumían sus piscinas, baños rusos y estanques para tratar enfermedades y que tenían áreas diferenciadas para hombres y mujeres. La alberca Pani llegó a contar con baños para caballos y un tanque de agua gratuito para la gente que paseaba por el rumbo.
Era tal la popularidad que llegó a haber una ruta del tranvía llamada Circuito de Baños, desde la plaza de la Constitución con dirección a Tacubaya. Se celebraban competencias y festividades en los balnearios. Durante la fiesta de San Juan el 24 de junio, que se asociaba al inicio de las lluvias, la siembra y la agricultura, los balnearios abrían desde las 4 de la mañana.
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Sobre el canal de la Viga
En los años veinte, la actual Calzada de la Viga era un canal que unía a la Ciudad de México con los pueblos de Xochimilco, Chalco y Tláhuac. Estas localidades eran productoras de frutas y verduras cultivadas en las chinampas desde las cuales los lugareños transportaban sus mercancías por los canales. Además de su carácter comercial, el Canal de la Viga ofrecía el muy popular paseo de Santa Anita al que concurrían miles de personas para caminar, montar a caballo o navegar en trajineras.
En alguna época del siglo XIX, había recorridos turísticos en barco de vapor y el primer viaje de este tipo partió de la Garita de la Viga. La embarcación sólo tenía espacio para 20 pasajeros y la travesía duraba de cuatro a cinco horas. En las festividades de Semana Santa, había comida, música y baile. Al iniciarse el entubamiento de los ríos, el Canal de la Viga fue desecándose hasta convertirse en una ciénega insalubre. En los cuarenta se rellenó para evitar inundaciones y en 1957 fue pavimentado.
Sobre la fuente de Belén
Pertenecía al acueducto de Chapultepec y de ahí partían arcos a lo largo de cuatro kilómetros que distribuían el agua por la urbe hasta la fuente del Salto del Agua. Este acueducto seguía el antiguo trazo que hicieron los mexicas en Tenochtitlán. Durante mucho tiempo fue un espacio donde los ciudadanos acudían a llenar sus recipientes de barro para llevar agua a sus hogares o para venderla, lavarse la cabeza o darle de beber a los animales. También fueron lugares de encuentro social en los que se reunían los adultos y jugaban los niños.
En los años treinta comenzó la demolición de los edificios en torno a la plaza para crear nuevas calles y avenidas. La actual fuente de El Salto del Agua ubicada en la avenida Izazaga, con su fachada barroca de cantera tallada y tezontle rojo, es una réplica realizada en 1948, ya que la original estaba erosionada y se trasladó al Museo del Virreinato, en Tepotzotlán.
Sobre las inundaciones
Al estar rodeada de montañas y no contar con salida para el agua de lluvias, la Ciudad de México ha sufrido desde sus inicios un sinfín de inundaciones. En 1449 Tenochtitlán sufrió los efectos de la primera inundación. Para controlar los efectos de las lluvias se construyeron albarradones y diques. Este sistema tenía compuertas que evitaban la mezcla del agua salada del Lago de Texcoco y el agua dulce de los otros lagos, y permitía el paso de las canoas. En la época de la Colonia, para resolver la salida de las aguas pluviales se crearon varios desagües, el primero por medio de túneles y aberturas entre los cerros que no lograron resolver el problema de las lluvias. En 1629 se registró una tormenta que duró 40 horas y provocó una inundación que permaneció en la ciudad durante cinco años. Siguió lloviendo año tras año por lo que con cada aguacero el nivel del agua llegó a alcanzar dos metros de altura. Calculan la muerte de 30 000 personas por la falta de alimento y lo insalubre de la región. El colapso de chozas y jacales ocasionó desplazamientos de la población.
Otro intento ha sido el Gran Canal del Desagüe que también resultó insuficiente debido al rápido crecimiento de la población. Entre los años cuarenta y cincuenta, el aumento de habitantes superó nuevamente a los mecanismos existentes, lo que provocó que se inundaran las calles de la ciudad en muchas ocasiones. Se han seguido realizando grandes inversiones como el Drenaje Profundo y el Túnel Emisor Oriente para canalizar el agua, pero continúa siendo una ciudad muy propensa a las inundaciones.
La exposición “Agua: memorias de una metrópoli” forma parte de Festival Fotoseptiembre 2024, en la Casa de Cultura Emilio Carballido. Mier y Pesado 139, col. Del Valle, alc. Benito Juárez, Ciudad de México.
Del 22 de agosto al 20 de septiembre de 2024.
Curaduría por Ma. Elena Mansour.
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