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Casa de Andrés Roemer, 8 de marzo de 2021. Fotografía de Eréndira Derbez (X)
Durante años Andrés Roemer violentó y abusó de decenas de mujeres, amparado en su prestigio y su cercanía con el poder político y económico. Con todo en contra, algunas decidieron romper el silencio y enfrentarlo en tribunales. Él, que se decía inocente, huyó a Israel. En medio de una guerra que podría retrasar una vez más a la justicia, las autoridades diplomáticas prometen lograr su extradición. Ellas, sus víctimas, siguen firmes tras un solo objetivo: que nunca más, ninguna mujer, viva lo que ellas han vivido.
“¿Por qué te tardaste tanto en denunciar? ¿Por qué hasta ahora?”, le pregunta un periodista en su programa matutino. Ella, una mujer joven que comparte al aire que fue víctima de una violación sexual por parte de Andrés Roemer, responde con calma, con una serenidad que parece aprendida después de practicar varias veces la misma respuesta: “porque vi la denuncia de Itzel Schnass y no quise dejarla sola”.
Las mujeres que hemos sido víctimas de violencia machista sabemos que tenemos que responder con calma, siempre con calma. Entendemos que cualquier “exceso” de furia o de tristeza podrá ser usado en nuestra contra. Cuando hablamos, también tenemos que sortear las preguntas revictimizantes, y paulatinamente nos hemos vuelto especialistas en respirar hondo, domar la acidez en el estómago y responder de manera asertiva pero cuidadosa, a quien cree que su rol en la vida es jugar a ser “el abogado del diablo”. Nuestro tono y nuestra historia siempre son fiscalizados.
“Cada una habla cuando puede, como puede y cuando quiere”, me dice Montserrat Ortíz. La joven periodista, egresada de la carrera de comunicación por la UNAM, aceptó tomar mi llamada y se escucha segura. Por petición suya, en esta conversación no ahondamos en los detalles de la agresión sexual que vivió, pero su caso está bien documentado en la prensa.
Lo resumo: a Roemer lo conoció mientras ella trabajaba en una televisora de Grupo Salinas. No es coincidencia, porque Roemer era amigo cercano del propietario del canal y juntos fundaron el Festival Internacional de Mentes Brillantes: La Ciudad de las Ideas.
Somos muchas. Somos todas víctimas de Roemer
“El señor me agrega a Facebook y me invita a colaborar en un proyecto importante”, dice Montserrat Ortíz que tuvo la impresión de que era una propuesta seria, “muy formal, no desconfié de él”, dice. Ella tenía 23 años y era su primer trabajo en televisión. Andrés Roemer es exdiplomático, escritor, conductor y gestor cultural, trabajar con él era entonces una gran oportunidad profesional. “Mandó a su chofer por mí a la televisora y me dejó en su casa en la colonia Roma”, cuenta en la entrevista. Al principio, a Montserrat todo le pareció normal. Le habló del trabajo y de su posible salario, pero luego vinieron las amenazas encubiertas: “conmigo puedes crecer mucho porque soy accionista de Grupo Salinas, pero si yo quiero también te voy hundir”, le dijo. Lo que sucedió después fue una violación sexual, algo que ahora él niega rotundamente, niega incluso haberla conocido. “Yo en todo momento le dije que no, incluso lo empujé”, explicó Ortiz en una entrevista con Ciro Gómez Leyva y Lourdes Murguía en febrero de 2021.
Dos años después, en ese mismo programa, Alejandro Roemer dijo que su padre es inocente y que se trata de “fabricaciones” por parte de la fiscalía. Además, desestimó las denuncias en contra del exdiplomático al mencionar que “no son sesenta y un denuncias sino sesenta y un tuits” que, además, en su mayoría provenían de cuentas anónimas. No obstante, hasta el momento hay cinco casos judicializados donde aparece el nombre y apellido de quien le acusa.
Montserrat Ortíz fue, junto con Itzel Schnass, una de las primeras víctimas en romper el silencio de forma pública. Lo hizo primero en 2019 de manera anónima y luego en febrero de 2021 desde su cuenta de twitter: “Hoy decidí romper el pacto. Yo también fui víctima de Roemer. Somos muchas. Somos todas”. Ambas coinciden en algo: denunciaron para prevenir a las otras. “Cuando decidí dar mi testimonio fue para alertar a las mujeres a que no se acerquen a ese señor, a que no caigan en sus engaños, que no vayan a su casa porque las va a encerrar y las va a abusar”, dijo Ortiz a Gomez Leyva y Lourdes Munguia en 2021.
Actualmente hay cinco órdenes de aprehensión contra Andrés Roemer por violación y violación agravada, aunque estas no son las únicas carpetas de investigación en su contra. Lo que narran Montserrat e Itzel coincide con los testimonios de otras mujeres: en la sala donde despachaba sus asuntos laborales y agredía a sus víctimas no hay señal de teléfono, ni buena iluminación. Ahí solía retener a las mujeres que atacaba. “Yo tomé mis cosas y salí corriendo de esa sala. Cuando llegué a la puerta intenté abrir, el personal de servicio apareció y me dijo no tengo autorizado abrirte (...) yo tenía dos opciones, denunciarlo o seguir viviendo a sabiendas de que un sujeto así existe”, le explicó Schnaas al periodista Leo Zuckerman.
El interés de ambas por advertir a otras cobra hoy mayor importancia, tras el tsunami de denuncias que llegaron después de las suyas. Era un modus operandi y ellas no son las únicas víctimas. Roemer buscaba mujeres jóvenes, algunas incluso estudiantes o recién egresadas de la licenciatura. Establecía contacto, les decía que eran muy talentosas e inteligentes, y que por eso les ofrecía trabajo. Las citaba en un restaurante, en su oficina o en su casa. Así lo documentó la periodista María Scherer en Así como Suena.
Pasaban los minutos y el tono profesional de la reunión se desvanecía. Su léxico relativamente exquisito, el de alguien que presume orgulloso su bagaje y su preparación académica, desaparecía de golpe, se tornaba en un violentador sexual sin escrúpulos, sin mayor sofisticación. La realidad es que los agresores provienen de cualquier contexto socioeconómico, pero existen algunos que, arropados en la protección que les brinda el poder económico y político, saben que pueden quedar impunes una y otra vez. Roemer se sabía poderoso, y esto le permitió acosar, hostigar, abusar y violar a decenas de mujeres durante años. Es por esto también que muchas, ante el miedo de posibles represalias, tardaron tanto en hablar.
¿Quién es Andrés Roemer?
Es otoño de 2013, ha pasado apenas un año desde el inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto. San Francisco, en Estados Unidos, una ciudad donde viven decenas de miles de mexicanas, tiene un nuevo cónsul; un escritor y académico, “un hombre del renacimiento” anunció la prensa local.
El flamante diplomático se presenta con su nuevo equipo. Un ex empleado del cuerpo exterior mexicano al que entrevisto recuerda cómo fue la primera reunión con Roemer. “Llegó y nos dijo que él es amigo de Luis Videgaray y de José Antonio Meade (ex integrantes del gabinete presidencial)”, que “les pidió una embajada pero únicamente le dejaron escoger un consulado”, y optó por San Francisco “porque está cerca de México y así puede seguir sus proyectos, atender sus negocios”. También les dejó claro que la oficina consular la usarían “para que todos colaboremos con sus proyectos personales, como la Ciudad de Las Ideas”. En esa misma sala, donde fue su presentación, en distintas ocasiones se pondría a “jugar a la botellita” con sus subordinadas y una botella de champaña, pese a la incomodidad de todas, según cuenta el entrevistado.
Andrés Isaac Roemer Slomianski, mejor conocido como Andrés Roemer, es egresado de Berkeley, de Harvard, del ITAM y de la UNAM. Fue embajador ante la UNESCO y cónsul en San Francisco. Conductor de televisión, autor de dieciséis libros y un personaje muy influyente en la televisión y el sector cultural en México. Tras la avalancha de denuncias en su contra, siempre dijo ser inocente, pero pronto huyó a Israel.
La cercanía que tenía Andrés Roemer al poder político no solo le brindó oportunidades en el servicio exterior, también le dio oportunidades económicas. Como lo ha investigado María Scherer, su asociación de nombre Poder Cívico, encargada de organizar La Ciudad de las Ideas, recibió por años cantidades millonarias. El monto asciende a 582 millones de pesos. De acuerdo con Scherer, obtuvo 13 millones del gobierno de la Ciudad de México en 2018; 60 millones de CONACULTA en 2013; 120 millones de la Tesorería de la Federación entre 2014 y 2018 y 300 millones entre 2012 y 2021 del gobierno de Puebla.
Los abusos al interior de una mansión porfiriana
Es nueve de marzo de 2021 en la Colonia Roma. A medida que cae la noche un grupo de manifestantes, la mayoría mujeres, se dan cita en la plaza Río de Janeiro. Llegan de manera espontánea en pequeños grupos, no como resultado de una convocatoria. Alrededor de cincuenta granaderos resguardan una mansión porfiriana, previamente protegida con un muro de madera. Es la casa de “El doctor Roemer”. Entre la multitud de manifestantes aparece una chica con la mitad del rostro tapado con un cubrebocas, y se acerca a la casa resguardada por los granaderos. En el asfalto escribe con aerosol: “AQUÍ VIVE UN VIOLADOR”. Después agrega el número 61. Para ese momento sesenta y un mujeres habían hecho públicos sus testimonios, mismos que fueron recopilados en la cuenta de twitter de la colectiva Periodistas Unidas Mexicanas.
Se acerca a ella otra mujer joven con lágrimas en los ojos, y le pide que agregue un número más, que lo transforme en un sesenta y dos. Se trata de su propio caso, pero aún no se atrevía a denunciar. La chica con la lata de aerosol y la cara cubierta accede. No se conocen y probablemente nunca se volverán a ver, pero ese gesto de sororidad espontánea se quedará marcado en el asfalto y en la memoria de ambas.
Al igual que Montserrat Ortiz, la bailarina Itzel Schnaas fue invitada por Roemer en noviembre de 2019 a una reunión para ofrecerle una oportunidad laboral en el festival Ciudad de las Ideas. Un amigo de su padre había conocido al otro fundador del Festival, que luego ordenó a Roemer , “a esta niña la programas”, según recuerda Schnaas en entrevista.
Itzel tiene hoy 32 años y lleva un amplio recorrido profesional: entró a la carrera de danza clásica a los once años y ha bailado en compañías en México y en Montreal. Actualmente coordina una compañía de danza que en 2018 cerró el Festival Cervantino. Combina su interés dancístico con sus preocupaciones sociales. “La danza es un esfuerzo para modificar nuestras realidades, hay verdades que están en el cuerpo y a veces no llegan ni a la garganta”, me dice en una videollamada, con la voz cargada de pasión por su trabajo. Me cuenta también de su experiencia al trabajar desde la danza con poblaciones privadas de su libertad, con infancias que viven con VIH y con personas ciegas.
Para ella bailar es una forma de acercarse a sus cuerpos y al de otras personas; y repensar cómo los concebimos. “Llevaba muchos años cuestionando la danza clásica, cómo construyen nuestros cuerpos al servicio del patriarcado, y como artistas del cuerpo merecemos relatos mucho más complejos”, me dice. Es esta reflexión la que le ayudó a denunciar los delitos cometidos por Roemer en su contra, sin saber que una avalancha de denuncias seguirán tras la de ella.
Era 15 de febrero de 2021. Itzel publicó un video con su testimonio, una descripción minuciosa de su encuentro con Roemer. Más de 135 000 personas lo han reproducido, al menos 953 han dejado mensajes de apoyo a la bailarina. “Cuando el video salió fue extenuante, más de cien mujeres de distintas generaciones me buscaron por Instagram, me marcaban el teléfono, de todas las edades. Yo no había ni nacido y él ya violentaba”.
El abuso fue desconcertante y rápido. “Me citó en un restaurante y luego fuimos a su casa para poder mostrarle mi presentación en su oficina. Cuando me volteo y me agacho para conectar mi computadora, aprovecha y se me lanza encima”, explica Itzel en entrevista. Luego se muestra arrepentido: “Te pide disculpas y le crees: ‘Me ofusqué, esto no debió de haber pasado’”. El agresor se justifica: “Perdóname, no sé qué me pasa —le dice—. Se me olvidó que eras bailarina, si yo hubiera podido elegir esposa, hubiera sido bailarina”, se excusa.
“Andrés siempre te ofrece algo que te interesa, si eres periodista, si te dedicas a la moda, a la danza, siempre tiene algo. Te ofrece grandes oportunidades, y con ello te tiene en sus manos. Después te acosa, te agrede, te abusa y se disculpa inmediatamente. Tú no lo puedes denunciar, sientes que no lo puedes denunciar porque ya aceptaste algo de él […], nadie te va a creer, es un hombre poderoso”, rememora Itzel.
Tiempo después, aún sin representación legal, Itzel fue sola a un Ministerio Público para presentar su denuncia, y se enfrentó con otra limitación: pese a que Roemer la tocó sin su consentimiento y la encerró en un cuarto con llave para masturbarse frente a ella, lo que vivió prescribió un año después, al no ser considerado una violación sexual sino abuso sexual. Después ella presentó una demanda de amparo en contra de la prescripción de delitos sexuales, mismo que sentaría precedentes para modificar la ley.
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La justicia que no llega
Es 2 de octubre de 2023. Itzel y Montserrat, así como muchas otras víctimas se despiertan con la noticia de que la policía en Tel Aviv detuvo a Andrés Roemer, siguiendo una orden de la Interpol. Su fecha de extradición aún no es clara. La noticia se propagó rápidamente en la prensa internacional, no solo en la israelí y la mexicana. La Secretaría de Relaciones Exteriores confirmó en un comunicado que la policía de Israel detuvo a Roemer el domingo "con fines de extradición, a solicitud del gobierno mexicano", y por requerimiento específico de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Si bien no hay tratados de extradición entre Israel y México, esta detención se realizó con base en el principio de reciprocidad y cooperación internacionales, apelando a la buena relación bilateral que existe entre ambos países", detalla el comunicado.
Sin embargo, los recientes ataques de Israel en contra de Palestina tras los ataques de Hamás, y la postura de México frente a esto, podrían entorpecer el proceso judicial. La embajadora de Israel en nuestro país dijo en entrevista que este es un proceso independiente. Pero aún falta que Andrés Roemer tenga una audiencia frente a un juez israelí que decida si es procedente o no su extradición.
Para ellas, sus víctimas, este es un momento agridulce. Contrario a lo que habían acordado con las autoridades mexicanas, y pese a que tienen el derecho a ser debidamente informadas, ninguna autoridad local ni federal se comunicó con las denunciantes sobre la detención de Roemer. Tampoco les brindaron protección ni contención. “Me enteré como todo el mundo, por los medios de comunicación […] se supone que Relaciones Exteriores nos iba a notificar si pasaba algo y no lo hicieron”, me explica Montserrat. “Me provoca ansiedad. Nunca hemos recibido ningún tipo de seguridad jurídica, estamos ante una persona muy poderosa con mucho dinero y contactos”, dice la víctima que, después de dos años de haber hecho su denuncia, vive con miedo a represalias.
Su temor no es infundado. El exdiplomático la demandó por daño moral en agosto de 2022, argumentando que este daño le había afectado sus bienes y emociones. Según los documentos, a raíz de su denuncia publicada en Twitter y de las entrevistas en medios de comunicación, “se menoscaba el honor del Señor Roemer”. En los dos años y medio que estuvo fuera de México, Andrés Roemer tuvo recursos jurídicos a su alcance, pudo presentar amparos, obtener copias de carpetas de investigación, aún sin tener personalidad jurídica firmada o una carta poder. Montserrat se sintió intimidada: un grupo de abogados y actuarios se presentaron en su casa con una demanda de más de cien hojas, un acto desproporcionado, ya que para hacer una notificación solo es necesario una persona.
No obstante, la resolución del Quincuagésimo Primero de lo Civil del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, donde se ingresó la demanda, fue favorable para Ortíz. La jueza a cargo determinó que la denuncia pública no puede considerarse en sí como un acto ilícito o contra las buenas intenciones, sino que es un acto que constituye un derecho. Además, como señaló la jueza en su texto, las acusaciones públicas corresponden a un numeroso grupo de mujeres que narran la experiencia que vivieron con Roemer y no únicamente la de Ortiz. Al revisar una copia de esta resolución es evidente la importancia de la perspectiva de género para el acceso a la justicia y los aportes del feminismo jurídico, se sienta un precedente. El denunciar los actos de violencia sexual que sufrieron es un derecho de las víctimas.
Tanto Itzel Schnass como Montserrat Ortiz son representadas legalmente por Ximena Ugarte, del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia. Podríamos decir que su vida profesional feminista las unió: Montserrat conoció a Ximena mientras cubría un feminicidio como reportera, y Ugarte era la abogada que llevaba el caso. Conocer a una litigante como ella fue crucial para las víctimas. “Encontré en Ximena una abogada que escucha”, describe Schnass mientras recuerda lo revictimizante que fue hablar con otros abogados de despachos renombrados de la Ciudad de México. Ellas recuerdan que le hacían preguntas redundantes y sin tacto sobre la violencia que vivieron, en reuniones con solo hombres, sin presencia de abogadas, y sin perspectiva de género.
Montserrat reflexiona sobre la idea de justicia: “no hay justicia sin reparación”, dice. “Necesitamos saber que vamos a estar bien y a salvo”, todo esto ha “repercutido en mi salud física y emocional, son ya varios años y no soy nada más yo, somos todas nosotras”, me dice al final de la entrevista. “El miedo tiene de todo, es paralizante, detonante… aparece todas las noches”, dice Schnass, pero ella sigue adelante porque está convencida de la importancia de llegar hasta las últimas consecuencias y sabe que está acompañada. “Nosotras llevamos tres años dando la cara [...] una denuncia colectiva” y “nos rescatamos juntas”, enfatiza.
Ximena Ugarte, una abogada especializada en derechos humanos, enfocada en casos de violencia de género, feminicidio y desaparición forzada considera que “es una denuncia paradigmática, un caso muy complejo”, al tratarse de una figura con tanto poder económico, político y cultural. Tuvieron que salir en grupo para ser escuchadas, fue la suma de voces las que dieron la fuerza. Recuerda lo que la abogada feminista Catharine A. MacKinnon describe: “normalmente hacen falta tres o cuatro mujeres que testificaran que habían sido violadas por el mismo hombre de la misma manera, para siquiera empezar a hacer mella en su negación, esto en efectos de credibilidad convierte a una mujer en una cuarta parte de una persona”.
Las mujeres con las que he hablado para la elaboración de este texto coinciden en varios puntos: el primero es que alzaron la voz para prevenir a otras, se cansaron de que fuera un secreto a voces. Reconocen que lo que buscan va mucho más allá del deseo de castigo, quieren reparación y, sobre todo, la no repetición. “Justicia realmente sería que estas cosas no sucedieran, que no abusaran, que no violaran”, concluye Ximena, y ese es el motivo por el que dedica su vida profesional para construir un futuro justo para todas.
Además de demostrar la necesidad de acabar con la impunidad con la que se mueven los hombres en las más altas esferas socioeconómicas, este caso nos demuestra que las instituciones que imparten justicia tienen que trabajar con perspectiva de género, y que es urgente que existan mecanismos de protección y contención para las víctimas. Y esto no solo beneficia a las mujeres, aunque nosotras seamos, de manera desproporcionada, las principales víctimas de la violencia machista.
Es importante recordar que investigar casos con perspectiva de género es una obligación para las autoridades mexicanas, y no se trata de un gesto de “buena fe”. Tal como lo determinan los diversos instrumentos internacionales firmados por México como la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belem do Pará), y la propia jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El caso de las víctimas de Andrés Roemer nos recuerda que violencia sexual es un instrumento para someter a las personas, que un violentador puede ser cualquiera sin importar su origen, no existe una tipología de agresor pese a la caricatura que prevalece en el imaginario de que el agresor es un hombre racializado —como lo describe Ángela Davis cuando habla del mito del violador negro en Rape, Racism and the Capitalist Setting— asocial y empobrecido. Y sobre todo, es urgente dotar a las mujeres de herramientas para poder nombrar las violencias y alzar la voz sin que eso ponga en jaque su seguridad laboral, emocional ni física.
La autora agradece los comentarios de las abogadas Alina González Gallardo y Jimena Ávalos Capin durante la elaboración de este artículo.
Te recomendamos la entrevista: “Aura García-Junco: ¿Cómo escribir (con justicia) de nuestro padre?“.
Durante años Andrés Roemer violentó y abusó de decenas de mujeres, amparado en su prestigio y su cercanía con el poder político y económico. Con todo en contra, algunas decidieron romper el silencio y enfrentarlo en tribunales. Él, que se decía inocente, huyó a Israel. En medio de una guerra que podría retrasar una vez más a la justicia, las autoridades diplomáticas prometen lograr su extradición. Ellas, sus víctimas, siguen firmes tras un solo objetivo: que nunca más, ninguna mujer, viva lo que ellas han vivido.
“¿Por qué te tardaste tanto en denunciar? ¿Por qué hasta ahora?”, le pregunta un periodista en su programa matutino. Ella, una mujer joven que comparte al aire que fue víctima de una violación sexual por parte de Andrés Roemer, responde con calma, con una serenidad que parece aprendida después de practicar varias veces la misma respuesta: “porque vi la denuncia de Itzel Schnass y no quise dejarla sola”.
Las mujeres que hemos sido víctimas de violencia machista sabemos que tenemos que responder con calma, siempre con calma. Entendemos que cualquier “exceso” de furia o de tristeza podrá ser usado en nuestra contra. Cuando hablamos, también tenemos que sortear las preguntas revictimizantes, y paulatinamente nos hemos vuelto especialistas en respirar hondo, domar la acidez en el estómago y responder de manera asertiva pero cuidadosa, a quien cree que su rol en la vida es jugar a ser “el abogado del diablo”. Nuestro tono y nuestra historia siempre son fiscalizados.
“Cada una habla cuando puede, como puede y cuando quiere”, me dice Montserrat Ortíz. La joven periodista, egresada de la carrera de comunicación por la UNAM, aceptó tomar mi llamada y se escucha segura. Por petición suya, en esta conversación no ahondamos en los detalles de la agresión sexual que vivió, pero su caso está bien documentado en la prensa.
Lo resumo: a Roemer lo conoció mientras ella trabajaba en una televisora de Grupo Salinas. No es coincidencia, porque Roemer era amigo cercano del propietario del canal y juntos fundaron el Festival Internacional de Mentes Brillantes: La Ciudad de las Ideas.
Somos muchas. Somos todas víctimas de Roemer
“El señor me agrega a Facebook y me invita a colaborar en un proyecto importante”, dice Montserrat Ortíz que tuvo la impresión de que era una propuesta seria, “muy formal, no desconfié de él”, dice. Ella tenía 23 años y era su primer trabajo en televisión. Andrés Roemer es exdiplomático, escritor, conductor y gestor cultural, trabajar con él era entonces una gran oportunidad profesional. “Mandó a su chofer por mí a la televisora y me dejó en su casa en la colonia Roma”, cuenta en la entrevista. Al principio, a Montserrat todo le pareció normal. Le habló del trabajo y de su posible salario, pero luego vinieron las amenazas encubiertas: “conmigo puedes crecer mucho porque soy accionista de Grupo Salinas, pero si yo quiero también te voy hundir”, le dijo. Lo que sucedió después fue una violación sexual, algo que ahora él niega rotundamente, niega incluso haberla conocido. “Yo en todo momento le dije que no, incluso lo empujé”, explicó Ortiz en una entrevista con Ciro Gómez Leyva y Lourdes Murguía en febrero de 2021.
Dos años después, en ese mismo programa, Alejandro Roemer dijo que su padre es inocente y que se trata de “fabricaciones” por parte de la fiscalía. Además, desestimó las denuncias en contra del exdiplomático al mencionar que “no son sesenta y un denuncias sino sesenta y un tuits” que, además, en su mayoría provenían de cuentas anónimas. No obstante, hasta el momento hay cinco casos judicializados donde aparece el nombre y apellido de quien le acusa.
Montserrat Ortíz fue, junto con Itzel Schnass, una de las primeras víctimas en romper el silencio de forma pública. Lo hizo primero en 2019 de manera anónima y luego en febrero de 2021 desde su cuenta de twitter: “Hoy decidí romper el pacto. Yo también fui víctima de Roemer. Somos muchas. Somos todas”. Ambas coinciden en algo: denunciaron para prevenir a las otras. “Cuando decidí dar mi testimonio fue para alertar a las mujeres a que no se acerquen a ese señor, a que no caigan en sus engaños, que no vayan a su casa porque las va a encerrar y las va a abusar”, dijo Ortiz a Gomez Leyva y Lourdes Munguia en 2021.
Actualmente hay cinco órdenes de aprehensión contra Andrés Roemer por violación y violación agravada, aunque estas no son las únicas carpetas de investigación en su contra. Lo que narran Montserrat e Itzel coincide con los testimonios de otras mujeres: en la sala donde despachaba sus asuntos laborales y agredía a sus víctimas no hay señal de teléfono, ni buena iluminación. Ahí solía retener a las mujeres que atacaba. “Yo tomé mis cosas y salí corriendo de esa sala. Cuando llegué a la puerta intenté abrir, el personal de servicio apareció y me dijo no tengo autorizado abrirte (...) yo tenía dos opciones, denunciarlo o seguir viviendo a sabiendas de que un sujeto así existe”, le explicó Schnaas al periodista Leo Zuckerman.
El interés de ambas por advertir a otras cobra hoy mayor importancia, tras el tsunami de denuncias que llegaron después de las suyas. Era un modus operandi y ellas no son las únicas víctimas. Roemer buscaba mujeres jóvenes, algunas incluso estudiantes o recién egresadas de la licenciatura. Establecía contacto, les decía que eran muy talentosas e inteligentes, y que por eso les ofrecía trabajo. Las citaba en un restaurante, en su oficina o en su casa. Así lo documentó la periodista María Scherer en Así como Suena.
Pasaban los minutos y el tono profesional de la reunión se desvanecía. Su léxico relativamente exquisito, el de alguien que presume orgulloso su bagaje y su preparación académica, desaparecía de golpe, se tornaba en un violentador sexual sin escrúpulos, sin mayor sofisticación. La realidad es que los agresores provienen de cualquier contexto socioeconómico, pero existen algunos que, arropados en la protección que les brinda el poder económico y político, saben que pueden quedar impunes una y otra vez. Roemer se sabía poderoso, y esto le permitió acosar, hostigar, abusar y violar a decenas de mujeres durante años. Es por esto también que muchas, ante el miedo de posibles represalias, tardaron tanto en hablar.
¿Quién es Andrés Roemer?
Es otoño de 2013, ha pasado apenas un año desde el inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto. San Francisco, en Estados Unidos, una ciudad donde viven decenas de miles de mexicanas, tiene un nuevo cónsul; un escritor y académico, “un hombre del renacimiento” anunció la prensa local.
El flamante diplomático se presenta con su nuevo equipo. Un ex empleado del cuerpo exterior mexicano al que entrevisto recuerda cómo fue la primera reunión con Roemer. “Llegó y nos dijo que él es amigo de Luis Videgaray y de José Antonio Meade (ex integrantes del gabinete presidencial)”, que “les pidió una embajada pero únicamente le dejaron escoger un consulado”, y optó por San Francisco “porque está cerca de México y así puede seguir sus proyectos, atender sus negocios”. También les dejó claro que la oficina consular la usarían “para que todos colaboremos con sus proyectos personales, como la Ciudad de Las Ideas”. En esa misma sala, donde fue su presentación, en distintas ocasiones se pondría a “jugar a la botellita” con sus subordinadas y una botella de champaña, pese a la incomodidad de todas, según cuenta el entrevistado.
Andrés Isaac Roemer Slomianski, mejor conocido como Andrés Roemer, es egresado de Berkeley, de Harvard, del ITAM y de la UNAM. Fue embajador ante la UNESCO y cónsul en San Francisco. Conductor de televisión, autor de dieciséis libros y un personaje muy influyente en la televisión y el sector cultural en México. Tras la avalancha de denuncias en su contra, siempre dijo ser inocente, pero pronto huyó a Israel.
La cercanía que tenía Andrés Roemer al poder político no solo le brindó oportunidades en el servicio exterior, también le dio oportunidades económicas. Como lo ha investigado María Scherer, su asociación de nombre Poder Cívico, encargada de organizar La Ciudad de las Ideas, recibió por años cantidades millonarias. El monto asciende a 582 millones de pesos. De acuerdo con Scherer, obtuvo 13 millones del gobierno de la Ciudad de México en 2018; 60 millones de CONACULTA en 2013; 120 millones de la Tesorería de la Federación entre 2014 y 2018 y 300 millones entre 2012 y 2021 del gobierno de Puebla.
Los abusos al interior de una mansión porfiriana
Es nueve de marzo de 2021 en la Colonia Roma. A medida que cae la noche un grupo de manifestantes, la mayoría mujeres, se dan cita en la plaza Río de Janeiro. Llegan de manera espontánea en pequeños grupos, no como resultado de una convocatoria. Alrededor de cincuenta granaderos resguardan una mansión porfiriana, previamente protegida con un muro de madera. Es la casa de “El doctor Roemer”. Entre la multitud de manifestantes aparece una chica con la mitad del rostro tapado con un cubrebocas, y se acerca a la casa resguardada por los granaderos. En el asfalto escribe con aerosol: “AQUÍ VIVE UN VIOLADOR”. Después agrega el número 61. Para ese momento sesenta y un mujeres habían hecho públicos sus testimonios, mismos que fueron recopilados en la cuenta de twitter de la colectiva Periodistas Unidas Mexicanas.
Se acerca a ella otra mujer joven con lágrimas en los ojos, y le pide que agregue un número más, que lo transforme en un sesenta y dos. Se trata de su propio caso, pero aún no se atrevía a denunciar. La chica con la lata de aerosol y la cara cubierta accede. No se conocen y probablemente nunca se volverán a ver, pero ese gesto de sororidad espontánea se quedará marcado en el asfalto y en la memoria de ambas.
Al igual que Montserrat Ortiz, la bailarina Itzel Schnaas fue invitada por Roemer en noviembre de 2019 a una reunión para ofrecerle una oportunidad laboral en el festival Ciudad de las Ideas. Un amigo de su padre había conocido al otro fundador del Festival, que luego ordenó a Roemer , “a esta niña la programas”, según recuerda Schnaas en entrevista.
Itzel tiene hoy 32 años y lleva un amplio recorrido profesional: entró a la carrera de danza clásica a los once años y ha bailado en compañías en México y en Montreal. Actualmente coordina una compañía de danza que en 2018 cerró el Festival Cervantino. Combina su interés dancístico con sus preocupaciones sociales. “La danza es un esfuerzo para modificar nuestras realidades, hay verdades que están en el cuerpo y a veces no llegan ni a la garganta”, me dice en una videollamada, con la voz cargada de pasión por su trabajo. Me cuenta también de su experiencia al trabajar desde la danza con poblaciones privadas de su libertad, con infancias que viven con VIH y con personas ciegas.
Para ella bailar es una forma de acercarse a sus cuerpos y al de otras personas; y repensar cómo los concebimos. “Llevaba muchos años cuestionando la danza clásica, cómo construyen nuestros cuerpos al servicio del patriarcado, y como artistas del cuerpo merecemos relatos mucho más complejos”, me dice. Es esta reflexión la que le ayudó a denunciar los delitos cometidos por Roemer en su contra, sin saber que una avalancha de denuncias seguirán tras la de ella.
Era 15 de febrero de 2021. Itzel publicó un video con su testimonio, una descripción minuciosa de su encuentro con Roemer. Más de 135 000 personas lo han reproducido, al menos 953 han dejado mensajes de apoyo a la bailarina. “Cuando el video salió fue extenuante, más de cien mujeres de distintas generaciones me buscaron por Instagram, me marcaban el teléfono, de todas las edades. Yo no había ni nacido y él ya violentaba”.
El abuso fue desconcertante y rápido. “Me citó en un restaurante y luego fuimos a su casa para poder mostrarle mi presentación en su oficina. Cuando me volteo y me agacho para conectar mi computadora, aprovecha y se me lanza encima”, explica Itzel en entrevista. Luego se muestra arrepentido: “Te pide disculpas y le crees: ‘Me ofusqué, esto no debió de haber pasado’”. El agresor se justifica: “Perdóname, no sé qué me pasa —le dice—. Se me olvidó que eras bailarina, si yo hubiera podido elegir esposa, hubiera sido bailarina”, se excusa.
“Andrés siempre te ofrece algo que te interesa, si eres periodista, si te dedicas a la moda, a la danza, siempre tiene algo. Te ofrece grandes oportunidades, y con ello te tiene en sus manos. Después te acosa, te agrede, te abusa y se disculpa inmediatamente. Tú no lo puedes denunciar, sientes que no lo puedes denunciar porque ya aceptaste algo de él […], nadie te va a creer, es un hombre poderoso”, rememora Itzel.
Tiempo después, aún sin representación legal, Itzel fue sola a un Ministerio Público para presentar su denuncia, y se enfrentó con otra limitación: pese a que Roemer la tocó sin su consentimiento y la encerró en un cuarto con llave para masturbarse frente a ella, lo que vivió prescribió un año después, al no ser considerado una violación sexual sino abuso sexual. Después ella presentó una demanda de amparo en contra de la prescripción de delitos sexuales, mismo que sentaría precedentes para modificar la ley.
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La justicia que no llega
Es 2 de octubre de 2023. Itzel y Montserrat, así como muchas otras víctimas se despiertan con la noticia de que la policía en Tel Aviv detuvo a Andrés Roemer, siguiendo una orden de la Interpol. Su fecha de extradición aún no es clara. La noticia se propagó rápidamente en la prensa internacional, no solo en la israelí y la mexicana. La Secretaría de Relaciones Exteriores confirmó en un comunicado que la policía de Israel detuvo a Roemer el domingo "con fines de extradición, a solicitud del gobierno mexicano", y por requerimiento específico de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Si bien no hay tratados de extradición entre Israel y México, esta detención se realizó con base en el principio de reciprocidad y cooperación internacionales, apelando a la buena relación bilateral que existe entre ambos países", detalla el comunicado.
Sin embargo, los recientes ataques de Israel en contra de Palestina tras los ataques de Hamás, y la postura de México frente a esto, podrían entorpecer el proceso judicial. La embajadora de Israel en nuestro país dijo en entrevista que este es un proceso independiente. Pero aún falta que Andrés Roemer tenga una audiencia frente a un juez israelí que decida si es procedente o no su extradición.
Para ellas, sus víctimas, este es un momento agridulce. Contrario a lo que habían acordado con las autoridades mexicanas, y pese a que tienen el derecho a ser debidamente informadas, ninguna autoridad local ni federal se comunicó con las denunciantes sobre la detención de Roemer. Tampoco les brindaron protección ni contención. “Me enteré como todo el mundo, por los medios de comunicación […] se supone que Relaciones Exteriores nos iba a notificar si pasaba algo y no lo hicieron”, me explica Montserrat. “Me provoca ansiedad. Nunca hemos recibido ningún tipo de seguridad jurídica, estamos ante una persona muy poderosa con mucho dinero y contactos”, dice la víctima que, después de dos años de haber hecho su denuncia, vive con miedo a represalias.
Su temor no es infundado. El exdiplomático la demandó por daño moral en agosto de 2022, argumentando que este daño le había afectado sus bienes y emociones. Según los documentos, a raíz de su denuncia publicada en Twitter y de las entrevistas en medios de comunicación, “se menoscaba el honor del Señor Roemer”. En los dos años y medio que estuvo fuera de México, Andrés Roemer tuvo recursos jurídicos a su alcance, pudo presentar amparos, obtener copias de carpetas de investigación, aún sin tener personalidad jurídica firmada o una carta poder. Montserrat se sintió intimidada: un grupo de abogados y actuarios se presentaron en su casa con una demanda de más de cien hojas, un acto desproporcionado, ya que para hacer una notificación solo es necesario una persona.
No obstante, la resolución del Quincuagésimo Primero de lo Civil del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, donde se ingresó la demanda, fue favorable para Ortíz. La jueza a cargo determinó que la denuncia pública no puede considerarse en sí como un acto ilícito o contra las buenas intenciones, sino que es un acto que constituye un derecho. Además, como señaló la jueza en su texto, las acusaciones públicas corresponden a un numeroso grupo de mujeres que narran la experiencia que vivieron con Roemer y no únicamente la de Ortiz. Al revisar una copia de esta resolución es evidente la importancia de la perspectiva de género para el acceso a la justicia y los aportes del feminismo jurídico, se sienta un precedente. El denunciar los actos de violencia sexual que sufrieron es un derecho de las víctimas.
Tanto Itzel Schnass como Montserrat Ortiz son representadas legalmente por Ximena Ugarte, del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia. Podríamos decir que su vida profesional feminista las unió: Montserrat conoció a Ximena mientras cubría un feminicidio como reportera, y Ugarte era la abogada que llevaba el caso. Conocer a una litigante como ella fue crucial para las víctimas. “Encontré en Ximena una abogada que escucha”, describe Schnass mientras recuerda lo revictimizante que fue hablar con otros abogados de despachos renombrados de la Ciudad de México. Ellas recuerdan que le hacían preguntas redundantes y sin tacto sobre la violencia que vivieron, en reuniones con solo hombres, sin presencia de abogadas, y sin perspectiva de género.
Montserrat reflexiona sobre la idea de justicia: “no hay justicia sin reparación”, dice. “Necesitamos saber que vamos a estar bien y a salvo”, todo esto ha “repercutido en mi salud física y emocional, son ya varios años y no soy nada más yo, somos todas nosotras”, me dice al final de la entrevista. “El miedo tiene de todo, es paralizante, detonante… aparece todas las noches”, dice Schnass, pero ella sigue adelante porque está convencida de la importancia de llegar hasta las últimas consecuencias y sabe que está acompañada. “Nosotras llevamos tres años dando la cara [...] una denuncia colectiva” y “nos rescatamos juntas”, enfatiza.
Ximena Ugarte, una abogada especializada en derechos humanos, enfocada en casos de violencia de género, feminicidio y desaparición forzada considera que “es una denuncia paradigmática, un caso muy complejo”, al tratarse de una figura con tanto poder económico, político y cultural. Tuvieron que salir en grupo para ser escuchadas, fue la suma de voces las que dieron la fuerza. Recuerda lo que la abogada feminista Catharine A. MacKinnon describe: “normalmente hacen falta tres o cuatro mujeres que testificaran que habían sido violadas por el mismo hombre de la misma manera, para siquiera empezar a hacer mella en su negación, esto en efectos de credibilidad convierte a una mujer en una cuarta parte de una persona”.
Las mujeres con las que he hablado para la elaboración de este texto coinciden en varios puntos: el primero es que alzaron la voz para prevenir a otras, se cansaron de que fuera un secreto a voces. Reconocen que lo que buscan va mucho más allá del deseo de castigo, quieren reparación y, sobre todo, la no repetición. “Justicia realmente sería que estas cosas no sucedieran, que no abusaran, que no violaran”, concluye Ximena, y ese es el motivo por el que dedica su vida profesional para construir un futuro justo para todas.
Además de demostrar la necesidad de acabar con la impunidad con la que se mueven los hombres en las más altas esferas socioeconómicas, este caso nos demuestra que las instituciones que imparten justicia tienen que trabajar con perspectiva de género, y que es urgente que existan mecanismos de protección y contención para las víctimas. Y esto no solo beneficia a las mujeres, aunque nosotras seamos, de manera desproporcionada, las principales víctimas de la violencia machista.
Es importante recordar que investigar casos con perspectiva de género es una obligación para las autoridades mexicanas, y no se trata de un gesto de “buena fe”. Tal como lo determinan los diversos instrumentos internacionales firmados por México como la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belem do Pará), y la propia jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El caso de las víctimas de Andrés Roemer nos recuerda que violencia sexual es un instrumento para someter a las personas, que un violentador puede ser cualquiera sin importar su origen, no existe una tipología de agresor pese a la caricatura que prevalece en el imaginario de que el agresor es un hombre racializado —como lo describe Ángela Davis cuando habla del mito del violador negro en Rape, Racism and the Capitalist Setting— asocial y empobrecido. Y sobre todo, es urgente dotar a las mujeres de herramientas para poder nombrar las violencias y alzar la voz sin que eso ponga en jaque su seguridad laboral, emocional ni física.
La autora agradece los comentarios de las abogadas Alina González Gallardo y Jimena Ávalos Capin durante la elaboración de este artículo.
Te recomendamos la entrevista: “Aura García-Junco: ¿Cómo escribir (con justicia) de nuestro padre?“.
Casa de Andrés Roemer, 8 de marzo de 2021. Fotografía de Eréndira Derbez (X)
Durante años Andrés Roemer violentó y abusó de decenas de mujeres, amparado en su prestigio y su cercanía con el poder político y económico. Con todo en contra, algunas decidieron romper el silencio y enfrentarlo en tribunales. Él, que se decía inocente, huyó a Israel. En medio de una guerra que podría retrasar una vez más a la justicia, las autoridades diplomáticas prometen lograr su extradición. Ellas, sus víctimas, siguen firmes tras un solo objetivo: que nunca más, ninguna mujer, viva lo que ellas han vivido.
“¿Por qué te tardaste tanto en denunciar? ¿Por qué hasta ahora?”, le pregunta un periodista en su programa matutino. Ella, una mujer joven que comparte al aire que fue víctima de una violación sexual por parte de Andrés Roemer, responde con calma, con una serenidad que parece aprendida después de practicar varias veces la misma respuesta: “porque vi la denuncia de Itzel Schnass y no quise dejarla sola”.
Las mujeres que hemos sido víctimas de violencia machista sabemos que tenemos que responder con calma, siempre con calma. Entendemos que cualquier “exceso” de furia o de tristeza podrá ser usado en nuestra contra. Cuando hablamos, también tenemos que sortear las preguntas revictimizantes, y paulatinamente nos hemos vuelto especialistas en respirar hondo, domar la acidez en el estómago y responder de manera asertiva pero cuidadosa, a quien cree que su rol en la vida es jugar a ser “el abogado del diablo”. Nuestro tono y nuestra historia siempre son fiscalizados.
“Cada una habla cuando puede, como puede y cuando quiere”, me dice Montserrat Ortíz. La joven periodista, egresada de la carrera de comunicación por la UNAM, aceptó tomar mi llamada y se escucha segura. Por petición suya, en esta conversación no ahondamos en los detalles de la agresión sexual que vivió, pero su caso está bien documentado en la prensa.
Lo resumo: a Roemer lo conoció mientras ella trabajaba en una televisora de Grupo Salinas. No es coincidencia, porque Roemer era amigo cercano del propietario del canal y juntos fundaron el Festival Internacional de Mentes Brillantes: La Ciudad de las Ideas.
Somos muchas. Somos todas víctimas de Roemer
“El señor me agrega a Facebook y me invita a colaborar en un proyecto importante”, dice Montserrat Ortíz que tuvo la impresión de que era una propuesta seria, “muy formal, no desconfié de él”, dice. Ella tenía 23 años y era su primer trabajo en televisión. Andrés Roemer es exdiplomático, escritor, conductor y gestor cultural, trabajar con él era entonces una gran oportunidad profesional. “Mandó a su chofer por mí a la televisora y me dejó en su casa en la colonia Roma”, cuenta en la entrevista. Al principio, a Montserrat todo le pareció normal. Le habló del trabajo y de su posible salario, pero luego vinieron las amenazas encubiertas: “conmigo puedes crecer mucho porque soy accionista de Grupo Salinas, pero si yo quiero también te voy hundir”, le dijo. Lo que sucedió después fue una violación sexual, algo que ahora él niega rotundamente, niega incluso haberla conocido. “Yo en todo momento le dije que no, incluso lo empujé”, explicó Ortiz en una entrevista con Ciro Gómez Leyva y Lourdes Murguía en febrero de 2021.
Dos años después, en ese mismo programa, Alejandro Roemer dijo que su padre es inocente y que se trata de “fabricaciones” por parte de la fiscalía. Además, desestimó las denuncias en contra del exdiplomático al mencionar que “no son sesenta y un denuncias sino sesenta y un tuits” que, además, en su mayoría provenían de cuentas anónimas. No obstante, hasta el momento hay cinco casos judicializados donde aparece el nombre y apellido de quien le acusa.
Montserrat Ortíz fue, junto con Itzel Schnass, una de las primeras víctimas en romper el silencio de forma pública. Lo hizo primero en 2019 de manera anónima y luego en febrero de 2021 desde su cuenta de twitter: “Hoy decidí romper el pacto. Yo también fui víctima de Roemer. Somos muchas. Somos todas”. Ambas coinciden en algo: denunciaron para prevenir a las otras. “Cuando decidí dar mi testimonio fue para alertar a las mujeres a que no se acerquen a ese señor, a que no caigan en sus engaños, que no vayan a su casa porque las va a encerrar y las va a abusar”, dijo Ortiz a Gomez Leyva y Lourdes Munguia en 2021.
Actualmente hay cinco órdenes de aprehensión contra Andrés Roemer por violación y violación agravada, aunque estas no son las únicas carpetas de investigación en su contra. Lo que narran Montserrat e Itzel coincide con los testimonios de otras mujeres: en la sala donde despachaba sus asuntos laborales y agredía a sus víctimas no hay señal de teléfono, ni buena iluminación. Ahí solía retener a las mujeres que atacaba. “Yo tomé mis cosas y salí corriendo de esa sala. Cuando llegué a la puerta intenté abrir, el personal de servicio apareció y me dijo no tengo autorizado abrirte (...) yo tenía dos opciones, denunciarlo o seguir viviendo a sabiendas de que un sujeto así existe”, le explicó Schnaas al periodista Leo Zuckerman.
El interés de ambas por advertir a otras cobra hoy mayor importancia, tras el tsunami de denuncias que llegaron después de las suyas. Era un modus operandi y ellas no son las únicas víctimas. Roemer buscaba mujeres jóvenes, algunas incluso estudiantes o recién egresadas de la licenciatura. Establecía contacto, les decía que eran muy talentosas e inteligentes, y que por eso les ofrecía trabajo. Las citaba en un restaurante, en su oficina o en su casa. Así lo documentó la periodista María Scherer en Así como Suena.
Pasaban los minutos y el tono profesional de la reunión se desvanecía. Su léxico relativamente exquisito, el de alguien que presume orgulloso su bagaje y su preparación académica, desaparecía de golpe, se tornaba en un violentador sexual sin escrúpulos, sin mayor sofisticación. La realidad es que los agresores provienen de cualquier contexto socioeconómico, pero existen algunos que, arropados en la protección que les brinda el poder económico y político, saben que pueden quedar impunes una y otra vez. Roemer se sabía poderoso, y esto le permitió acosar, hostigar, abusar y violar a decenas de mujeres durante años. Es por esto también que muchas, ante el miedo de posibles represalias, tardaron tanto en hablar.
¿Quién es Andrés Roemer?
Es otoño de 2013, ha pasado apenas un año desde el inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto. San Francisco, en Estados Unidos, una ciudad donde viven decenas de miles de mexicanas, tiene un nuevo cónsul; un escritor y académico, “un hombre del renacimiento” anunció la prensa local.
El flamante diplomático se presenta con su nuevo equipo. Un ex empleado del cuerpo exterior mexicano al que entrevisto recuerda cómo fue la primera reunión con Roemer. “Llegó y nos dijo que él es amigo de Luis Videgaray y de José Antonio Meade (ex integrantes del gabinete presidencial)”, que “les pidió una embajada pero únicamente le dejaron escoger un consulado”, y optó por San Francisco “porque está cerca de México y así puede seguir sus proyectos, atender sus negocios”. También les dejó claro que la oficina consular la usarían “para que todos colaboremos con sus proyectos personales, como la Ciudad de Las Ideas”. En esa misma sala, donde fue su presentación, en distintas ocasiones se pondría a “jugar a la botellita” con sus subordinadas y una botella de champaña, pese a la incomodidad de todas, según cuenta el entrevistado.
Andrés Isaac Roemer Slomianski, mejor conocido como Andrés Roemer, es egresado de Berkeley, de Harvard, del ITAM y de la UNAM. Fue embajador ante la UNESCO y cónsul en San Francisco. Conductor de televisión, autor de dieciséis libros y un personaje muy influyente en la televisión y el sector cultural en México. Tras la avalancha de denuncias en su contra, siempre dijo ser inocente, pero pronto huyó a Israel.
La cercanía que tenía Andrés Roemer al poder político no solo le brindó oportunidades en el servicio exterior, también le dio oportunidades económicas. Como lo ha investigado María Scherer, su asociación de nombre Poder Cívico, encargada de organizar La Ciudad de las Ideas, recibió por años cantidades millonarias. El monto asciende a 582 millones de pesos. De acuerdo con Scherer, obtuvo 13 millones del gobierno de la Ciudad de México en 2018; 60 millones de CONACULTA en 2013; 120 millones de la Tesorería de la Federación entre 2014 y 2018 y 300 millones entre 2012 y 2021 del gobierno de Puebla.
Los abusos al interior de una mansión porfiriana
Es nueve de marzo de 2021 en la Colonia Roma. A medida que cae la noche un grupo de manifestantes, la mayoría mujeres, se dan cita en la plaza Río de Janeiro. Llegan de manera espontánea en pequeños grupos, no como resultado de una convocatoria. Alrededor de cincuenta granaderos resguardan una mansión porfiriana, previamente protegida con un muro de madera. Es la casa de “El doctor Roemer”. Entre la multitud de manifestantes aparece una chica con la mitad del rostro tapado con un cubrebocas, y se acerca a la casa resguardada por los granaderos. En el asfalto escribe con aerosol: “AQUÍ VIVE UN VIOLADOR”. Después agrega el número 61. Para ese momento sesenta y un mujeres habían hecho públicos sus testimonios, mismos que fueron recopilados en la cuenta de twitter de la colectiva Periodistas Unidas Mexicanas.
Se acerca a ella otra mujer joven con lágrimas en los ojos, y le pide que agregue un número más, que lo transforme en un sesenta y dos. Se trata de su propio caso, pero aún no se atrevía a denunciar. La chica con la lata de aerosol y la cara cubierta accede. No se conocen y probablemente nunca se volverán a ver, pero ese gesto de sororidad espontánea se quedará marcado en el asfalto y en la memoria de ambas.
Al igual que Montserrat Ortiz, la bailarina Itzel Schnaas fue invitada por Roemer en noviembre de 2019 a una reunión para ofrecerle una oportunidad laboral en el festival Ciudad de las Ideas. Un amigo de su padre había conocido al otro fundador del Festival, que luego ordenó a Roemer , “a esta niña la programas”, según recuerda Schnaas en entrevista.
Itzel tiene hoy 32 años y lleva un amplio recorrido profesional: entró a la carrera de danza clásica a los once años y ha bailado en compañías en México y en Montreal. Actualmente coordina una compañía de danza que en 2018 cerró el Festival Cervantino. Combina su interés dancístico con sus preocupaciones sociales. “La danza es un esfuerzo para modificar nuestras realidades, hay verdades que están en el cuerpo y a veces no llegan ni a la garganta”, me dice en una videollamada, con la voz cargada de pasión por su trabajo. Me cuenta también de su experiencia al trabajar desde la danza con poblaciones privadas de su libertad, con infancias que viven con VIH y con personas ciegas.
Para ella bailar es una forma de acercarse a sus cuerpos y al de otras personas; y repensar cómo los concebimos. “Llevaba muchos años cuestionando la danza clásica, cómo construyen nuestros cuerpos al servicio del patriarcado, y como artistas del cuerpo merecemos relatos mucho más complejos”, me dice. Es esta reflexión la que le ayudó a denunciar los delitos cometidos por Roemer en su contra, sin saber que una avalancha de denuncias seguirán tras la de ella.
Era 15 de febrero de 2021. Itzel publicó un video con su testimonio, una descripción minuciosa de su encuentro con Roemer. Más de 135 000 personas lo han reproducido, al menos 953 han dejado mensajes de apoyo a la bailarina. “Cuando el video salió fue extenuante, más de cien mujeres de distintas generaciones me buscaron por Instagram, me marcaban el teléfono, de todas las edades. Yo no había ni nacido y él ya violentaba”.
El abuso fue desconcertante y rápido. “Me citó en un restaurante y luego fuimos a su casa para poder mostrarle mi presentación en su oficina. Cuando me volteo y me agacho para conectar mi computadora, aprovecha y se me lanza encima”, explica Itzel en entrevista. Luego se muestra arrepentido: “Te pide disculpas y le crees: ‘Me ofusqué, esto no debió de haber pasado’”. El agresor se justifica: “Perdóname, no sé qué me pasa —le dice—. Se me olvidó que eras bailarina, si yo hubiera podido elegir esposa, hubiera sido bailarina”, se excusa.
“Andrés siempre te ofrece algo que te interesa, si eres periodista, si te dedicas a la moda, a la danza, siempre tiene algo. Te ofrece grandes oportunidades, y con ello te tiene en sus manos. Después te acosa, te agrede, te abusa y se disculpa inmediatamente. Tú no lo puedes denunciar, sientes que no lo puedes denunciar porque ya aceptaste algo de él […], nadie te va a creer, es un hombre poderoso”, rememora Itzel.
Tiempo después, aún sin representación legal, Itzel fue sola a un Ministerio Público para presentar su denuncia, y se enfrentó con otra limitación: pese a que Roemer la tocó sin su consentimiento y la encerró en un cuarto con llave para masturbarse frente a ella, lo que vivió prescribió un año después, al no ser considerado una violación sexual sino abuso sexual. Después ella presentó una demanda de amparo en contra de la prescripción de delitos sexuales, mismo que sentaría precedentes para modificar la ley.
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La justicia que no llega
Es 2 de octubre de 2023. Itzel y Montserrat, así como muchas otras víctimas se despiertan con la noticia de que la policía en Tel Aviv detuvo a Andrés Roemer, siguiendo una orden de la Interpol. Su fecha de extradición aún no es clara. La noticia se propagó rápidamente en la prensa internacional, no solo en la israelí y la mexicana. La Secretaría de Relaciones Exteriores confirmó en un comunicado que la policía de Israel detuvo a Roemer el domingo "con fines de extradición, a solicitud del gobierno mexicano", y por requerimiento específico de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Si bien no hay tratados de extradición entre Israel y México, esta detención se realizó con base en el principio de reciprocidad y cooperación internacionales, apelando a la buena relación bilateral que existe entre ambos países", detalla el comunicado.
Sin embargo, los recientes ataques de Israel en contra de Palestina tras los ataques de Hamás, y la postura de México frente a esto, podrían entorpecer el proceso judicial. La embajadora de Israel en nuestro país dijo en entrevista que este es un proceso independiente. Pero aún falta que Andrés Roemer tenga una audiencia frente a un juez israelí que decida si es procedente o no su extradición.
Para ellas, sus víctimas, este es un momento agridulce. Contrario a lo que habían acordado con las autoridades mexicanas, y pese a que tienen el derecho a ser debidamente informadas, ninguna autoridad local ni federal se comunicó con las denunciantes sobre la detención de Roemer. Tampoco les brindaron protección ni contención. “Me enteré como todo el mundo, por los medios de comunicación […] se supone que Relaciones Exteriores nos iba a notificar si pasaba algo y no lo hicieron”, me explica Montserrat. “Me provoca ansiedad. Nunca hemos recibido ningún tipo de seguridad jurídica, estamos ante una persona muy poderosa con mucho dinero y contactos”, dice la víctima que, después de dos años de haber hecho su denuncia, vive con miedo a represalias.
Su temor no es infundado. El exdiplomático la demandó por daño moral en agosto de 2022, argumentando que este daño le había afectado sus bienes y emociones. Según los documentos, a raíz de su denuncia publicada en Twitter y de las entrevistas en medios de comunicación, “se menoscaba el honor del Señor Roemer”. En los dos años y medio que estuvo fuera de México, Andrés Roemer tuvo recursos jurídicos a su alcance, pudo presentar amparos, obtener copias de carpetas de investigación, aún sin tener personalidad jurídica firmada o una carta poder. Montserrat se sintió intimidada: un grupo de abogados y actuarios se presentaron en su casa con una demanda de más de cien hojas, un acto desproporcionado, ya que para hacer una notificación solo es necesario una persona.
No obstante, la resolución del Quincuagésimo Primero de lo Civil del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, donde se ingresó la demanda, fue favorable para Ortíz. La jueza a cargo determinó que la denuncia pública no puede considerarse en sí como un acto ilícito o contra las buenas intenciones, sino que es un acto que constituye un derecho. Además, como señaló la jueza en su texto, las acusaciones públicas corresponden a un numeroso grupo de mujeres que narran la experiencia que vivieron con Roemer y no únicamente la de Ortiz. Al revisar una copia de esta resolución es evidente la importancia de la perspectiva de género para el acceso a la justicia y los aportes del feminismo jurídico, se sienta un precedente. El denunciar los actos de violencia sexual que sufrieron es un derecho de las víctimas.
Tanto Itzel Schnass como Montserrat Ortiz son representadas legalmente por Ximena Ugarte, del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia. Podríamos decir que su vida profesional feminista las unió: Montserrat conoció a Ximena mientras cubría un feminicidio como reportera, y Ugarte era la abogada que llevaba el caso. Conocer a una litigante como ella fue crucial para las víctimas. “Encontré en Ximena una abogada que escucha”, describe Schnass mientras recuerda lo revictimizante que fue hablar con otros abogados de despachos renombrados de la Ciudad de México. Ellas recuerdan que le hacían preguntas redundantes y sin tacto sobre la violencia que vivieron, en reuniones con solo hombres, sin presencia de abogadas, y sin perspectiva de género.
Montserrat reflexiona sobre la idea de justicia: “no hay justicia sin reparación”, dice. “Necesitamos saber que vamos a estar bien y a salvo”, todo esto ha “repercutido en mi salud física y emocional, son ya varios años y no soy nada más yo, somos todas nosotras”, me dice al final de la entrevista. “El miedo tiene de todo, es paralizante, detonante… aparece todas las noches”, dice Schnass, pero ella sigue adelante porque está convencida de la importancia de llegar hasta las últimas consecuencias y sabe que está acompañada. “Nosotras llevamos tres años dando la cara [...] una denuncia colectiva” y “nos rescatamos juntas”, enfatiza.
Ximena Ugarte, una abogada especializada en derechos humanos, enfocada en casos de violencia de género, feminicidio y desaparición forzada considera que “es una denuncia paradigmática, un caso muy complejo”, al tratarse de una figura con tanto poder económico, político y cultural. Tuvieron que salir en grupo para ser escuchadas, fue la suma de voces las que dieron la fuerza. Recuerda lo que la abogada feminista Catharine A. MacKinnon describe: “normalmente hacen falta tres o cuatro mujeres que testificaran que habían sido violadas por el mismo hombre de la misma manera, para siquiera empezar a hacer mella en su negación, esto en efectos de credibilidad convierte a una mujer en una cuarta parte de una persona”.
Las mujeres con las que he hablado para la elaboración de este texto coinciden en varios puntos: el primero es que alzaron la voz para prevenir a otras, se cansaron de que fuera un secreto a voces. Reconocen que lo que buscan va mucho más allá del deseo de castigo, quieren reparación y, sobre todo, la no repetición. “Justicia realmente sería que estas cosas no sucedieran, que no abusaran, que no violaran”, concluye Ximena, y ese es el motivo por el que dedica su vida profesional para construir un futuro justo para todas.
Además de demostrar la necesidad de acabar con la impunidad con la que se mueven los hombres en las más altas esferas socioeconómicas, este caso nos demuestra que las instituciones que imparten justicia tienen que trabajar con perspectiva de género, y que es urgente que existan mecanismos de protección y contención para las víctimas. Y esto no solo beneficia a las mujeres, aunque nosotras seamos, de manera desproporcionada, las principales víctimas de la violencia machista.
Es importante recordar que investigar casos con perspectiva de género es una obligación para las autoridades mexicanas, y no se trata de un gesto de “buena fe”. Tal como lo determinan los diversos instrumentos internacionales firmados por México como la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belem do Pará), y la propia jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El caso de las víctimas de Andrés Roemer nos recuerda que violencia sexual es un instrumento para someter a las personas, que un violentador puede ser cualquiera sin importar su origen, no existe una tipología de agresor pese a la caricatura que prevalece en el imaginario de que el agresor es un hombre racializado —como lo describe Ángela Davis cuando habla del mito del violador negro en Rape, Racism and the Capitalist Setting— asocial y empobrecido. Y sobre todo, es urgente dotar a las mujeres de herramientas para poder nombrar las violencias y alzar la voz sin que eso ponga en jaque su seguridad laboral, emocional ni física.
La autora agradece los comentarios de las abogadas Alina González Gallardo y Jimena Ávalos Capin durante la elaboración de este artículo.
Te recomendamos la entrevista: “Aura García-Junco: ¿Cómo escribir (con justicia) de nuestro padre?“.
Durante años Andrés Roemer violentó y abusó de decenas de mujeres, amparado en su prestigio y su cercanía con el poder político y económico. Con todo en contra, algunas decidieron romper el silencio y enfrentarlo en tribunales. Él, que se decía inocente, huyó a Israel. En medio de una guerra que podría retrasar una vez más a la justicia, las autoridades diplomáticas prometen lograr su extradición. Ellas, sus víctimas, siguen firmes tras un solo objetivo: que nunca más, ninguna mujer, viva lo que ellas han vivido.
“¿Por qué te tardaste tanto en denunciar? ¿Por qué hasta ahora?”, le pregunta un periodista en su programa matutino. Ella, una mujer joven que comparte al aire que fue víctima de una violación sexual por parte de Andrés Roemer, responde con calma, con una serenidad que parece aprendida después de practicar varias veces la misma respuesta: “porque vi la denuncia de Itzel Schnass y no quise dejarla sola”.
Las mujeres que hemos sido víctimas de violencia machista sabemos que tenemos que responder con calma, siempre con calma. Entendemos que cualquier “exceso” de furia o de tristeza podrá ser usado en nuestra contra. Cuando hablamos, también tenemos que sortear las preguntas revictimizantes, y paulatinamente nos hemos vuelto especialistas en respirar hondo, domar la acidez en el estómago y responder de manera asertiva pero cuidadosa, a quien cree que su rol en la vida es jugar a ser “el abogado del diablo”. Nuestro tono y nuestra historia siempre son fiscalizados.
“Cada una habla cuando puede, como puede y cuando quiere”, me dice Montserrat Ortíz. La joven periodista, egresada de la carrera de comunicación por la UNAM, aceptó tomar mi llamada y se escucha segura. Por petición suya, en esta conversación no ahondamos en los detalles de la agresión sexual que vivió, pero su caso está bien documentado en la prensa.
Lo resumo: a Roemer lo conoció mientras ella trabajaba en una televisora de Grupo Salinas. No es coincidencia, porque Roemer era amigo cercano del propietario del canal y juntos fundaron el Festival Internacional de Mentes Brillantes: La Ciudad de las Ideas.
Somos muchas. Somos todas víctimas de Roemer
“El señor me agrega a Facebook y me invita a colaborar en un proyecto importante”, dice Montserrat Ortíz que tuvo la impresión de que era una propuesta seria, “muy formal, no desconfié de él”, dice. Ella tenía 23 años y era su primer trabajo en televisión. Andrés Roemer es exdiplomático, escritor, conductor y gestor cultural, trabajar con él era entonces una gran oportunidad profesional. “Mandó a su chofer por mí a la televisora y me dejó en su casa en la colonia Roma”, cuenta en la entrevista. Al principio, a Montserrat todo le pareció normal. Le habló del trabajo y de su posible salario, pero luego vinieron las amenazas encubiertas: “conmigo puedes crecer mucho porque soy accionista de Grupo Salinas, pero si yo quiero también te voy hundir”, le dijo. Lo que sucedió después fue una violación sexual, algo que ahora él niega rotundamente, niega incluso haberla conocido. “Yo en todo momento le dije que no, incluso lo empujé”, explicó Ortiz en una entrevista con Ciro Gómez Leyva y Lourdes Murguía en febrero de 2021.
Dos años después, en ese mismo programa, Alejandro Roemer dijo que su padre es inocente y que se trata de “fabricaciones” por parte de la fiscalía. Además, desestimó las denuncias en contra del exdiplomático al mencionar que “no son sesenta y un denuncias sino sesenta y un tuits” que, además, en su mayoría provenían de cuentas anónimas. No obstante, hasta el momento hay cinco casos judicializados donde aparece el nombre y apellido de quien le acusa.
Montserrat Ortíz fue, junto con Itzel Schnass, una de las primeras víctimas en romper el silencio de forma pública. Lo hizo primero en 2019 de manera anónima y luego en febrero de 2021 desde su cuenta de twitter: “Hoy decidí romper el pacto. Yo también fui víctima de Roemer. Somos muchas. Somos todas”. Ambas coinciden en algo: denunciaron para prevenir a las otras. “Cuando decidí dar mi testimonio fue para alertar a las mujeres a que no se acerquen a ese señor, a que no caigan en sus engaños, que no vayan a su casa porque las va a encerrar y las va a abusar”, dijo Ortiz a Gomez Leyva y Lourdes Munguia en 2021.
Actualmente hay cinco órdenes de aprehensión contra Andrés Roemer por violación y violación agravada, aunque estas no son las únicas carpetas de investigación en su contra. Lo que narran Montserrat e Itzel coincide con los testimonios de otras mujeres: en la sala donde despachaba sus asuntos laborales y agredía a sus víctimas no hay señal de teléfono, ni buena iluminación. Ahí solía retener a las mujeres que atacaba. “Yo tomé mis cosas y salí corriendo de esa sala. Cuando llegué a la puerta intenté abrir, el personal de servicio apareció y me dijo no tengo autorizado abrirte (...) yo tenía dos opciones, denunciarlo o seguir viviendo a sabiendas de que un sujeto así existe”, le explicó Schnaas al periodista Leo Zuckerman.
El interés de ambas por advertir a otras cobra hoy mayor importancia, tras el tsunami de denuncias que llegaron después de las suyas. Era un modus operandi y ellas no son las únicas víctimas. Roemer buscaba mujeres jóvenes, algunas incluso estudiantes o recién egresadas de la licenciatura. Establecía contacto, les decía que eran muy talentosas e inteligentes, y que por eso les ofrecía trabajo. Las citaba en un restaurante, en su oficina o en su casa. Así lo documentó la periodista María Scherer en Así como Suena.
Pasaban los minutos y el tono profesional de la reunión se desvanecía. Su léxico relativamente exquisito, el de alguien que presume orgulloso su bagaje y su preparación académica, desaparecía de golpe, se tornaba en un violentador sexual sin escrúpulos, sin mayor sofisticación. La realidad es que los agresores provienen de cualquier contexto socioeconómico, pero existen algunos que, arropados en la protección que les brinda el poder económico y político, saben que pueden quedar impunes una y otra vez. Roemer se sabía poderoso, y esto le permitió acosar, hostigar, abusar y violar a decenas de mujeres durante años. Es por esto también que muchas, ante el miedo de posibles represalias, tardaron tanto en hablar.
¿Quién es Andrés Roemer?
Es otoño de 2013, ha pasado apenas un año desde el inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto. San Francisco, en Estados Unidos, una ciudad donde viven decenas de miles de mexicanas, tiene un nuevo cónsul; un escritor y académico, “un hombre del renacimiento” anunció la prensa local.
El flamante diplomático se presenta con su nuevo equipo. Un ex empleado del cuerpo exterior mexicano al que entrevisto recuerda cómo fue la primera reunión con Roemer. “Llegó y nos dijo que él es amigo de Luis Videgaray y de José Antonio Meade (ex integrantes del gabinete presidencial)”, que “les pidió una embajada pero únicamente le dejaron escoger un consulado”, y optó por San Francisco “porque está cerca de México y así puede seguir sus proyectos, atender sus negocios”. También les dejó claro que la oficina consular la usarían “para que todos colaboremos con sus proyectos personales, como la Ciudad de Las Ideas”. En esa misma sala, donde fue su presentación, en distintas ocasiones se pondría a “jugar a la botellita” con sus subordinadas y una botella de champaña, pese a la incomodidad de todas, según cuenta el entrevistado.
Andrés Isaac Roemer Slomianski, mejor conocido como Andrés Roemer, es egresado de Berkeley, de Harvard, del ITAM y de la UNAM. Fue embajador ante la UNESCO y cónsul en San Francisco. Conductor de televisión, autor de dieciséis libros y un personaje muy influyente en la televisión y el sector cultural en México. Tras la avalancha de denuncias en su contra, siempre dijo ser inocente, pero pronto huyó a Israel.
La cercanía que tenía Andrés Roemer al poder político no solo le brindó oportunidades en el servicio exterior, también le dio oportunidades económicas. Como lo ha investigado María Scherer, su asociación de nombre Poder Cívico, encargada de organizar La Ciudad de las Ideas, recibió por años cantidades millonarias. El monto asciende a 582 millones de pesos. De acuerdo con Scherer, obtuvo 13 millones del gobierno de la Ciudad de México en 2018; 60 millones de CONACULTA en 2013; 120 millones de la Tesorería de la Federación entre 2014 y 2018 y 300 millones entre 2012 y 2021 del gobierno de Puebla.
Los abusos al interior de una mansión porfiriana
Es nueve de marzo de 2021 en la Colonia Roma. A medida que cae la noche un grupo de manifestantes, la mayoría mujeres, se dan cita en la plaza Río de Janeiro. Llegan de manera espontánea en pequeños grupos, no como resultado de una convocatoria. Alrededor de cincuenta granaderos resguardan una mansión porfiriana, previamente protegida con un muro de madera. Es la casa de “El doctor Roemer”. Entre la multitud de manifestantes aparece una chica con la mitad del rostro tapado con un cubrebocas, y se acerca a la casa resguardada por los granaderos. En el asfalto escribe con aerosol: “AQUÍ VIVE UN VIOLADOR”. Después agrega el número 61. Para ese momento sesenta y un mujeres habían hecho públicos sus testimonios, mismos que fueron recopilados en la cuenta de twitter de la colectiva Periodistas Unidas Mexicanas.
Se acerca a ella otra mujer joven con lágrimas en los ojos, y le pide que agregue un número más, que lo transforme en un sesenta y dos. Se trata de su propio caso, pero aún no se atrevía a denunciar. La chica con la lata de aerosol y la cara cubierta accede. No se conocen y probablemente nunca se volverán a ver, pero ese gesto de sororidad espontánea se quedará marcado en el asfalto y en la memoria de ambas.
Al igual que Montserrat Ortiz, la bailarina Itzel Schnaas fue invitada por Roemer en noviembre de 2019 a una reunión para ofrecerle una oportunidad laboral en el festival Ciudad de las Ideas. Un amigo de su padre había conocido al otro fundador del Festival, que luego ordenó a Roemer , “a esta niña la programas”, según recuerda Schnaas en entrevista.
Itzel tiene hoy 32 años y lleva un amplio recorrido profesional: entró a la carrera de danza clásica a los once años y ha bailado en compañías en México y en Montreal. Actualmente coordina una compañía de danza que en 2018 cerró el Festival Cervantino. Combina su interés dancístico con sus preocupaciones sociales. “La danza es un esfuerzo para modificar nuestras realidades, hay verdades que están en el cuerpo y a veces no llegan ni a la garganta”, me dice en una videollamada, con la voz cargada de pasión por su trabajo. Me cuenta también de su experiencia al trabajar desde la danza con poblaciones privadas de su libertad, con infancias que viven con VIH y con personas ciegas.
Para ella bailar es una forma de acercarse a sus cuerpos y al de otras personas; y repensar cómo los concebimos. “Llevaba muchos años cuestionando la danza clásica, cómo construyen nuestros cuerpos al servicio del patriarcado, y como artistas del cuerpo merecemos relatos mucho más complejos”, me dice. Es esta reflexión la que le ayudó a denunciar los delitos cometidos por Roemer en su contra, sin saber que una avalancha de denuncias seguirán tras la de ella.
Era 15 de febrero de 2021. Itzel publicó un video con su testimonio, una descripción minuciosa de su encuentro con Roemer. Más de 135 000 personas lo han reproducido, al menos 953 han dejado mensajes de apoyo a la bailarina. “Cuando el video salió fue extenuante, más de cien mujeres de distintas generaciones me buscaron por Instagram, me marcaban el teléfono, de todas las edades. Yo no había ni nacido y él ya violentaba”.
El abuso fue desconcertante y rápido. “Me citó en un restaurante y luego fuimos a su casa para poder mostrarle mi presentación en su oficina. Cuando me volteo y me agacho para conectar mi computadora, aprovecha y se me lanza encima”, explica Itzel en entrevista. Luego se muestra arrepentido: “Te pide disculpas y le crees: ‘Me ofusqué, esto no debió de haber pasado’”. El agresor se justifica: “Perdóname, no sé qué me pasa —le dice—. Se me olvidó que eras bailarina, si yo hubiera podido elegir esposa, hubiera sido bailarina”, se excusa.
“Andrés siempre te ofrece algo que te interesa, si eres periodista, si te dedicas a la moda, a la danza, siempre tiene algo. Te ofrece grandes oportunidades, y con ello te tiene en sus manos. Después te acosa, te agrede, te abusa y se disculpa inmediatamente. Tú no lo puedes denunciar, sientes que no lo puedes denunciar porque ya aceptaste algo de él […], nadie te va a creer, es un hombre poderoso”, rememora Itzel.
Tiempo después, aún sin representación legal, Itzel fue sola a un Ministerio Público para presentar su denuncia, y se enfrentó con otra limitación: pese a que Roemer la tocó sin su consentimiento y la encerró en un cuarto con llave para masturbarse frente a ella, lo que vivió prescribió un año después, al no ser considerado una violación sexual sino abuso sexual. Después ella presentó una demanda de amparo en contra de la prescripción de delitos sexuales, mismo que sentaría precedentes para modificar la ley.
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La justicia que no llega
Es 2 de octubre de 2023. Itzel y Montserrat, así como muchas otras víctimas se despiertan con la noticia de que la policía en Tel Aviv detuvo a Andrés Roemer, siguiendo una orden de la Interpol. Su fecha de extradición aún no es clara. La noticia se propagó rápidamente en la prensa internacional, no solo en la israelí y la mexicana. La Secretaría de Relaciones Exteriores confirmó en un comunicado que la policía de Israel detuvo a Roemer el domingo "con fines de extradición, a solicitud del gobierno mexicano", y por requerimiento específico de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Si bien no hay tratados de extradición entre Israel y México, esta detención se realizó con base en el principio de reciprocidad y cooperación internacionales, apelando a la buena relación bilateral que existe entre ambos países", detalla el comunicado.
Sin embargo, los recientes ataques de Israel en contra de Palestina tras los ataques de Hamás, y la postura de México frente a esto, podrían entorpecer el proceso judicial. La embajadora de Israel en nuestro país dijo en entrevista que este es un proceso independiente. Pero aún falta que Andrés Roemer tenga una audiencia frente a un juez israelí que decida si es procedente o no su extradición.
Para ellas, sus víctimas, este es un momento agridulce. Contrario a lo que habían acordado con las autoridades mexicanas, y pese a que tienen el derecho a ser debidamente informadas, ninguna autoridad local ni federal se comunicó con las denunciantes sobre la detención de Roemer. Tampoco les brindaron protección ni contención. “Me enteré como todo el mundo, por los medios de comunicación […] se supone que Relaciones Exteriores nos iba a notificar si pasaba algo y no lo hicieron”, me explica Montserrat. “Me provoca ansiedad. Nunca hemos recibido ningún tipo de seguridad jurídica, estamos ante una persona muy poderosa con mucho dinero y contactos”, dice la víctima que, después de dos años de haber hecho su denuncia, vive con miedo a represalias.
Su temor no es infundado. El exdiplomático la demandó por daño moral en agosto de 2022, argumentando que este daño le había afectado sus bienes y emociones. Según los documentos, a raíz de su denuncia publicada en Twitter y de las entrevistas en medios de comunicación, “se menoscaba el honor del Señor Roemer”. En los dos años y medio que estuvo fuera de México, Andrés Roemer tuvo recursos jurídicos a su alcance, pudo presentar amparos, obtener copias de carpetas de investigación, aún sin tener personalidad jurídica firmada o una carta poder. Montserrat se sintió intimidada: un grupo de abogados y actuarios se presentaron en su casa con una demanda de más de cien hojas, un acto desproporcionado, ya que para hacer una notificación solo es necesario una persona.
No obstante, la resolución del Quincuagésimo Primero de lo Civil del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, donde se ingresó la demanda, fue favorable para Ortíz. La jueza a cargo determinó que la denuncia pública no puede considerarse en sí como un acto ilícito o contra las buenas intenciones, sino que es un acto que constituye un derecho. Además, como señaló la jueza en su texto, las acusaciones públicas corresponden a un numeroso grupo de mujeres que narran la experiencia que vivieron con Roemer y no únicamente la de Ortiz. Al revisar una copia de esta resolución es evidente la importancia de la perspectiva de género para el acceso a la justicia y los aportes del feminismo jurídico, se sienta un precedente. El denunciar los actos de violencia sexual que sufrieron es un derecho de las víctimas.
Tanto Itzel Schnass como Montserrat Ortiz son representadas legalmente por Ximena Ugarte, del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia. Podríamos decir que su vida profesional feminista las unió: Montserrat conoció a Ximena mientras cubría un feminicidio como reportera, y Ugarte era la abogada que llevaba el caso. Conocer a una litigante como ella fue crucial para las víctimas. “Encontré en Ximena una abogada que escucha”, describe Schnass mientras recuerda lo revictimizante que fue hablar con otros abogados de despachos renombrados de la Ciudad de México. Ellas recuerdan que le hacían preguntas redundantes y sin tacto sobre la violencia que vivieron, en reuniones con solo hombres, sin presencia de abogadas, y sin perspectiva de género.
Montserrat reflexiona sobre la idea de justicia: “no hay justicia sin reparación”, dice. “Necesitamos saber que vamos a estar bien y a salvo”, todo esto ha “repercutido en mi salud física y emocional, son ya varios años y no soy nada más yo, somos todas nosotras”, me dice al final de la entrevista. “El miedo tiene de todo, es paralizante, detonante… aparece todas las noches”, dice Schnass, pero ella sigue adelante porque está convencida de la importancia de llegar hasta las últimas consecuencias y sabe que está acompañada. “Nosotras llevamos tres años dando la cara [...] una denuncia colectiva” y “nos rescatamos juntas”, enfatiza.
Ximena Ugarte, una abogada especializada en derechos humanos, enfocada en casos de violencia de género, feminicidio y desaparición forzada considera que “es una denuncia paradigmática, un caso muy complejo”, al tratarse de una figura con tanto poder económico, político y cultural. Tuvieron que salir en grupo para ser escuchadas, fue la suma de voces las que dieron la fuerza. Recuerda lo que la abogada feminista Catharine A. MacKinnon describe: “normalmente hacen falta tres o cuatro mujeres que testificaran que habían sido violadas por el mismo hombre de la misma manera, para siquiera empezar a hacer mella en su negación, esto en efectos de credibilidad convierte a una mujer en una cuarta parte de una persona”.
Las mujeres con las que he hablado para la elaboración de este texto coinciden en varios puntos: el primero es que alzaron la voz para prevenir a otras, se cansaron de que fuera un secreto a voces. Reconocen que lo que buscan va mucho más allá del deseo de castigo, quieren reparación y, sobre todo, la no repetición. “Justicia realmente sería que estas cosas no sucedieran, que no abusaran, que no violaran”, concluye Ximena, y ese es el motivo por el que dedica su vida profesional para construir un futuro justo para todas.
Además de demostrar la necesidad de acabar con la impunidad con la que se mueven los hombres en las más altas esferas socioeconómicas, este caso nos demuestra que las instituciones que imparten justicia tienen que trabajar con perspectiva de género, y que es urgente que existan mecanismos de protección y contención para las víctimas. Y esto no solo beneficia a las mujeres, aunque nosotras seamos, de manera desproporcionada, las principales víctimas de la violencia machista.
Es importante recordar que investigar casos con perspectiva de género es una obligación para las autoridades mexicanas, y no se trata de un gesto de “buena fe”. Tal como lo determinan los diversos instrumentos internacionales firmados por México como la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belem do Pará), y la propia jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El caso de las víctimas de Andrés Roemer nos recuerda que violencia sexual es un instrumento para someter a las personas, que un violentador puede ser cualquiera sin importar su origen, no existe una tipología de agresor pese a la caricatura que prevalece en el imaginario de que el agresor es un hombre racializado —como lo describe Ángela Davis cuando habla del mito del violador negro en Rape, Racism and the Capitalist Setting— asocial y empobrecido. Y sobre todo, es urgente dotar a las mujeres de herramientas para poder nombrar las violencias y alzar la voz sin que eso ponga en jaque su seguridad laboral, emocional ni física.
La autora agradece los comentarios de las abogadas Alina González Gallardo y Jimena Ávalos Capin durante la elaboración de este artículo.
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Casa de Andrés Roemer, 8 de marzo de 2021. Fotografía de Eréndira Derbez (X)
Durante años Andrés Roemer violentó y abusó de decenas de mujeres, amparado en su prestigio y su cercanía con el poder político y económico. Con todo en contra, algunas decidieron romper el silencio y enfrentarlo en tribunales. Él, que se decía inocente, huyó a Israel. En medio de una guerra que podría retrasar una vez más a la justicia, las autoridades diplomáticas prometen lograr su extradición. Ellas, sus víctimas, siguen firmes tras un solo objetivo: que nunca más, ninguna mujer, viva lo que ellas han vivido.
“¿Por qué te tardaste tanto en denunciar? ¿Por qué hasta ahora?”, le pregunta un periodista en su programa matutino. Ella, una mujer joven que comparte al aire que fue víctima de una violación sexual por parte de Andrés Roemer, responde con calma, con una serenidad que parece aprendida después de practicar varias veces la misma respuesta: “porque vi la denuncia de Itzel Schnass y no quise dejarla sola”.
Las mujeres que hemos sido víctimas de violencia machista sabemos que tenemos que responder con calma, siempre con calma. Entendemos que cualquier “exceso” de furia o de tristeza podrá ser usado en nuestra contra. Cuando hablamos, también tenemos que sortear las preguntas revictimizantes, y paulatinamente nos hemos vuelto especialistas en respirar hondo, domar la acidez en el estómago y responder de manera asertiva pero cuidadosa, a quien cree que su rol en la vida es jugar a ser “el abogado del diablo”. Nuestro tono y nuestra historia siempre son fiscalizados.
“Cada una habla cuando puede, como puede y cuando quiere”, me dice Montserrat Ortíz. La joven periodista, egresada de la carrera de comunicación por la UNAM, aceptó tomar mi llamada y se escucha segura. Por petición suya, en esta conversación no ahondamos en los detalles de la agresión sexual que vivió, pero su caso está bien documentado en la prensa.
Lo resumo: a Roemer lo conoció mientras ella trabajaba en una televisora de Grupo Salinas. No es coincidencia, porque Roemer era amigo cercano del propietario del canal y juntos fundaron el Festival Internacional de Mentes Brillantes: La Ciudad de las Ideas.
Somos muchas. Somos todas víctimas de Roemer
“El señor me agrega a Facebook y me invita a colaborar en un proyecto importante”, dice Montserrat Ortíz que tuvo la impresión de que era una propuesta seria, “muy formal, no desconfié de él”, dice. Ella tenía 23 años y era su primer trabajo en televisión. Andrés Roemer es exdiplomático, escritor, conductor y gestor cultural, trabajar con él era entonces una gran oportunidad profesional. “Mandó a su chofer por mí a la televisora y me dejó en su casa en la colonia Roma”, cuenta en la entrevista. Al principio, a Montserrat todo le pareció normal. Le habló del trabajo y de su posible salario, pero luego vinieron las amenazas encubiertas: “conmigo puedes crecer mucho porque soy accionista de Grupo Salinas, pero si yo quiero también te voy hundir”, le dijo. Lo que sucedió después fue una violación sexual, algo que ahora él niega rotundamente, niega incluso haberla conocido. “Yo en todo momento le dije que no, incluso lo empujé”, explicó Ortiz en una entrevista con Ciro Gómez Leyva y Lourdes Murguía en febrero de 2021.
Dos años después, en ese mismo programa, Alejandro Roemer dijo que su padre es inocente y que se trata de “fabricaciones” por parte de la fiscalía. Además, desestimó las denuncias en contra del exdiplomático al mencionar que “no son sesenta y un denuncias sino sesenta y un tuits” que, además, en su mayoría provenían de cuentas anónimas. No obstante, hasta el momento hay cinco casos judicializados donde aparece el nombre y apellido de quien le acusa.
Montserrat Ortíz fue, junto con Itzel Schnass, una de las primeras víctimas en romper el silencio de forma pública. Lo hizo primero en 2019 de manera anónima y luego en febrero de 2021 desde su cuenta de twitter: “Hoy decidí romper el pacto. Yo también fui víctima de Roemer. Somos muchas. Somos todas”. Ambas coinciden en algo: denunciaron para prevenir a las otras. “Cuando decidí dar mi testimonio fue para alertar a las mujeres a que no se acerquen a ese señor, a que no caigan en sus engaños, que no vayan a su casa porque las va a encerrar y las va a abusar”, dijo Ortiz a Gomez Leyva y Lourdes Munguia en 2021.
Actualmente hay cinco órdenes de aprehensión contra Andrés Roemer por violación y violación agravada, aunque estas no son las únicas carpetas de investigación en su contra. Lo que narran Montserrat e Itzel coincide con los testimonios de otras mujeres: en la sala donde despachaba sus asuntos laborales y agredía a sus víctimas no hay señal de teléfono, ni buena iluminación. Ahí solía retener a las mujeres que atacaba. “Yo tomé mis cosas y salí corriendo de esa sala. Cuando llegué a la puerta intenté abrir, el personal de servicio apareció y me dijo no tengo autorizado abrirte (...) yo tenía dos opciones, denunciarlo o seguir viviendo a sabiendas de que un sujeto así existe”, le explicó Schnaas al periodista Leo Zuckerman.
El interés de ambas por advertir a otras cobra hoy mayor importancia, tras el tsunami de denuncias que llegaron después de las suyas. Era un modus operandi y ellas no son las únicas víctimas. Roemer buscaba mujeres jóvenes, algunas incluso estudiantes o recién egresadas de la licenciatura. Establecía contacto, les decía que eran muy talentosas e inteligentes, y que por eso les ofrecía trabajo. Las citaba en un restaurante, en su oficina o en su casa. Así lo documentó la periodista María Scherer en Así como Suena.
Pasaban los minutos y el tono profesional de la reunión se desvanecía. Su léxico relativamente exquisito, el de alguien que presume orgulloso su bagaje y su preparación académica, desaparecía de golpe, se tornaba en un violentador sexual sin escrúpulos, sin mayor sofisticación. La realidad es que los agresores provienen de cualquier contexto socioeconómico, pero existen algunos que, arropados en la protección que les brinda el poder económico y político, saben que pueden quedar impunes una y otra vez. Roemer se sabía poderoso, y esto le permitió acosar, hostigar, abusar y violar a decenas de mujeres durante años. Es por esto también que muchas, ante el miedo de posibles represalias, tardaron tanto en hablar.
¿Quién es Andrés Roemer?
Es otoño de 2013, ha pasado apenas un año desde el inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto. San Francisco, en Estados Unidos, una ciudad donde viven decenas de miles de mexicanas, tiene un nuevo cónsul; un escritor y académico, “un hombre del renacimiento” anunció la prensa local.
El flamante diplomático se presenta con su nuevo equipo. Un ex empleado del cuerpo exterior mexicano al que entrevisto recuerda cómo fue la primera reunión con Roemer. “Llegó y nos dijo que él es amigo de Luis Videgaray y de José Antonio Meade (ex integrantes del gabinete presidencial)”, que “les pidió una embajada pero únicamente le dejaron escoger un consulado”, y optó por San Francisco “porque está cerca de México y así puede seguir sus proyectos, atender sus negocios”. También les dejó claro que la oficina consular la usarían “para que todos colaboremos con sus proyectos personales, como la Ciudad de Las Ideas”. En esa misma sala, donde fue su presentación, en distintas ocasiones se pondría a “jugar a la botellita” con sus subordinadas y una botella de champaña, pese a la incomodidad de todas, según cuenta el entrevistado.
Andrés Isaac Roemer Slomianski, mejor conocido como Andrés Roemer, es egresado de Berkeley, de Harvard, del ITAM y de la UNAM. Fue embajador ante la UNESCO y cónsul en San Francisco. Conductor de televisión, autor de dieciséis libros y un personaje muy influyente en la televisión y el sector cultural en México. Tras la avalancha de denuncias en su contra, siempre dijo ser inocente, pero pronto huyó a Israel.
La cercanía que tenía Andrés Roemer al poder político no solo le brindó oportunidades en el servicio exterior, también le dio oportunidades económicas. Como lo ha investigado María Scherer, su asociación de nombre Poder Cívico, encargada de organizar La Ciudad de las Ideas, recibió por años cantidades millonarias. El monto asciende a 582 millones de pesos. De acuerdo con Scherer, obtuvo 13 millones del gobierno de la Ciudad de México en 2018; 60 millones de CONACULTA en 2013; 120 millones de la Tesorería de la Federación entre 2014 y 2018 y 300 millones entre 2012 y 2021 del gobierno de Puebla.
Los abusos al interior de una mansión porfiriana
Es nueve de marzo de 2021 en la Colonia Roma. A medida que cae la noche un grupo de manifestantes, la mayoría mujeres, se dan cita en la plaza Río de Janeiro. Llegan de manera espontánea en pequeños grupos, no como resultado de una convocatoria. Alrededor de cincuenta granaderos resguardan una mansión porfiriana, previamente protegida con un muro de madera. Es la casa de “El doctor Roemer”. Entre la multitud de manifestantes aparece una chica con la mitad del rostro tapado con un cubrebocas, y se acerca a la casa resguardada por los granaderos. En el asfalto escribe con aerosol: “AQUÍ VIVE UN VIOLADOR”. Después agrega el número 61. Para ese momento sesenta y un mujeres habían hecho públicos sus testimonios, mismos que fueron recopilados en la cuenta de twitter de la colectiva Periodistas Unidas Mexicanas.
Se acerca a ella otra mujer joven con lágrimas en los ojos, y le pide que agregue un número más, que lo transforme en un sesenta y dos. Se trata de su propio caso, pero aún no se atrevía a denunciar. La chica con la lata de aerosol y la cara cubierta accede. No se conocen y probablemente nunca se volverán a ver, pero ese gesto de sororidad espontánea se quedará marcado en el asfalto y en la memoria de ambas.
Al igual que Montserrat Ortiz, la bailarina Itzel Schnaas fue invitada por Roemer en noviembre de 2019 a una reunión para ofrecerle una oportunidad laboral en el festival Ciudad de las Ideas. Un amigo de su padre había conocido al otro fundador del Festival, que luego ordenó a Roemer , “a esta niña la programas”, según recuerda Schnaas en entrevista.
Itzel tiene hoy 32 años y lleva un amplio recorrido profesional: entró a la carrera de danza clásica a los once años y ha bailado en compañías en México y en Montreal. Actualmente coordina una compañía de danza que en 2018 cerró el Festival Cervantino. Combina su interés dancístico con sus preocupaciones sociales. “La danza es un esfuerzo para modificar nuestras realidades, hay verdades que están en el cuerpo y a veces no llegan ni a la garganta”, me dice en una videollamada, con la voz cargada de pasión por su trabajo. Me cuenta también de su experiencia al trabajar desde la danza con poblaciones privadas de su libertad, con infancias que viven con VIH y con personas ciegas.
Para ella bailar es una forma de acercarse a sus cuerpos y al de otras personas; y repensar cómo los concebimos. “Llevaba muchos años cuestionando la danza clásica, cómo construyen nuestros cuerpos al servicio del patriarcado, y como artistas del cuerpo merecemos relatos mucho más complejos”, me dice. Es esta reflexión la que le ayudó a denunciar los delitos cometidos por Roemer en su contra, sin saber que una avalancha de denuncias seguirán tras la de ella.
Era 15 de febrero de 2021. Itzel publicó un video con su testimonio, una descripción minuciosa de su encuentro con Roemer. Más de 135 000 personas lo han reproducido, al menos 953 han dejado mensajes de apoyo a la bailarina. “Cuando el video salió fue extenuante, más de cien mujeres de distintas generaciones me buscaron por Instagram, me marcaban el teléfono, de todas las edades. Yo no había ni nacido y él ya violentaba”.
El abuso fue desconcertante y rápido. “Me citó en un restaurante y luego fuimos a su casa para poder mostrarle mi presentación en su oficina. Cuando me volteo y me agacho para conectar mi computadora, aprovecha y se me lanza encima”, explica Itzel en entrevista. Luego se muestra arrepentido: “Te pide disculpas y le crees: ‘Me ofusqué, esto no debió de haber pasado’”. El agresor se justifica: “Perdóname, no sé qué me pasa —le dice—. Se me olvidó que eras bailarina, si yo hubiera podido elegir esposa, hubiera sido bailarina”, se excusa.
“Andrés siempre te ofrece algo que te interesa, si eres periodista, si te dedicas a la moda, a la danza, siempre tiene algo. Te ofrece grandes oportunidades, y con ello te tiene en sus manos. Después te acosa, te agrede, te abusa y se disculpa inmediatamente. Tú no lo puedes denunciar, sientes que no lo puedes denunciar porque ya aceptaste algo de él […], nadie te va a creer, es un hombre poderoso”, rememora Itzel.
Tiempo después, aún sin representación legal, Itzel fue sola a un Ministerio Público para presentar su denuncia, y se enfrentó con otra limitación: pese a que Roemer la tocó sin su consentimiento y la encerró en un cuarto con llave para masturbarse frente a ella, lo que vivió prescribió un año después, al no ser considerado una violación sexual sino abuso sexual. Después ella presentó una demanda de amparo en contra de la prescripción de delitos sexuales, mismo que sentaría precedentes para modificar la ley.
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La justicia que no llega
Es 2 de octubre de 2023. Itzel y Montserrat, así como muchas otras víctimas se despiertan con la noticia de que la policía en Tel Aviv detuvo a Andrés Roemer, siguiendo una orden de la Interpol. Su fecha de extradición aún no es clara. La noticia se propagó rápidamente en la prensa internacional, no solo en la israelí y la mexicana. La Secretaría de Relaciones Exteriores confirmó en un comunicado que la policía de Israel detuvo a Roemer el domingo "con fines de extradición, a solicitud del gobierno mexicano", y por requerimiento específico de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Si bien no hay tratados de extradición entre Israel y México, esta detención se realizó con base en el principio de reciprocidad y cooperación internacionales, apelando a la buena relación bilateral que existe entre ambos países", detalla el comunicado.
Sin embargo, los recientes ataques de Israel en contra de Palestina tras los ataques de Hamás, y la postura de México frente a esto, podrían entorpecer el proceso judicial. La embajadora de Israel en nuestro país dijo en entrevista que este es un proceso independiente. Pero aún falta que Andrés Roemer tenga una audiencia frente a un juez israelí que decida si es procedente o no su extradición.
Para ellas, sus víctimas, este es un momento agridulce. Contrario a lo que habían acordado con las autoridades mexicanas, y pese a que tienen el derecho a ser debidamente informadas, ninguna autoridad local ni federal se comunicó con las denunciantes sobre la detención de Roemer. Tampoco les brindaron protección ni contención. “Me enteré como todo el mundo, por los medios de comunicación […] se supone que Relaciones Exteriores nos iba a notificar si pasaba algo y no lo hicieron”, me explica Montserrat. “Me provoca ansiedad. Nunca hemos recibido ningún tipo de seguridad jurídica, estamos ante una persona muy poderosa con mucho dinero y contactos”, dice la víctima que, después de dos años de haber hecho su denuncia, vive con miedo a represalias.
Su temor no es infundado. El exdiplomático la demandó por daño moral en agosto de 2022, argumentando que este daño le había afectado sus bienes y emociones. Según los documentos, a raíz de su denuncia publicada en Twitter y de las entrevistas en medios de comunicación, “se menoscaba el honor del Señor Roemer”. En los dos años y medio que estuvo fuera de México, Andrés Roemer tuvo recursos jurídicos a su alcance, pudo presentar amparos, obtener copias de carpetas de investigación, aún sin tener personalidad jurídica firmada o una carta poder. Montserrat se sintió intimidada: un grupo de abogados y actuarios se presentaron en su casa con una demanda de más de cien hojas, un acto desproporcionado, ya que para hacer una notificación solo es necesario una persona.
No obstante, la resolución del Quincuagésimo Primero de lo Civil del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, donde se ingresó la demanda, fue favorable para Ortíz. La jueza a cargo determinó que la denuncia pública no puede considerarse en sí como un acto ilícito o contra las buenas intenciones, sino que es un acto que constituye un derecho. Además, como señaló la jueza en su texto, las acusaciones públicas corresponden a un numeroso grupo de mujeres que narran la experiencia que vivieron con Roemer y no únicamente la de Ortiz. Al revisar una copia de esta resolución es evidente la importancia de la perspectiva de género para el acceso a la justicia y los aportes del feminismo jurídico, se sienta un precedente. El denunciar los actos de violencia sexual que sufrieron es un derecho de las víctimas.
Tanto Itzel Schnass como Montserrat Ortiz son representadas legalmente por Ximena Ugarte, del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia. Podríamos decir que su vida profesional feminista las unió: Montserrat conoció a Ximena mientras cubría un feminicidio como reportera, y Ugarte era la abogada que llevaba el caso. Conocer a una litigante como ella fue crucial para las víctimas. “Encontré en Ximena una abogada que escucha”, describe Schnass mientras recuerda lo revictimizante que fue hablar con otros abogados de despachos renombrados de la Ciudad de México. Ellas recuerdan que le hacían preguntas redundantes y sin tacto sobre la violencia que vivieron, en reuniones con solo hombres, sin presencia de abogadas, y sin perspectiva de género.
Montserrat reflexiona sobre la idea de justicia: “no hay justicia sin reparación”, dice. “Necesitamos saber que vamos a estar bien y a salvo”, todo esto ha “repercutido en mi salud física y emocional, son ya varios años y no soy nada más yo, somos todas nosotras”, me dice al final de la entrevista. “El miedo tiene de todo, es paralizante, detonante… aparece todas las noches”, dice Schnass, pero ella sigue adelante porque está convencida de la importancia de llegar hasta las últimas consecuencias y sabe que está acompañada. “Nosotras llevamos tres años dando la cara [...] una denuncia colectiva” y “nos rescatamos juntas”, enfatiza.
Ximena Ugarte, una abogada especializada en derechos humanos, enfocada en casos de violencia de género, feminicidio y desaparición forzada considera que “es una denuncia paradigmática, un caso muy complejo”, al tratarse de una figura con tanto poder económico, político y cultural. Tuvieron que salir en grupo para ser escuchadas, fue la suma de voces las que dieron la fuerza. Recuerda lo que la abogada feminista Catharine A. MacKinnon describe: “normalmente hacen falta tres o cuatro mujeres que testificaran que habían sido violadas por el mismo hombre de la misma manera, para siquiera empezar a hacer mella en su negación, esto en efectos de credibilidad convierte a una mujer en una cuarta parte de una persona”.
Las mujeres con las que he hablado para la elaboración de este texto coinciden en varios puntos: el primero es que alzaron la voz para prevenir a otras, se cansaron de que fuera un secreto a voces. Reconocen que lo que buscan va mucho más allá del deseo de castigo, quieren reparación y, sobre todo, la no repetición. “Justicia realmente sería que estas cosas no sucedieran, que no abusaran, que no violaran”, concluye Ximena, y ese es el motivo por el que dedica su vida profesional para construir un futuro justo para todas.
Además de demostrar la necesidad de acabar con la impunidad con la que se mueven los hombres en las más altas esferas socioeconómicas, este caso nos demuestra que las instituciones que imparten justicia tienen que trabajar con perspectiva de género, y que es urgente que existan mecanismos de protección y contención para las víctimas. Y esto no solo beneficia a las mujeres, aunque nosotras seamos, de manera desproporcionada, las principales víctimas de la violencia machista.
Es importante recordar que investigar casos con perspectiva de género es una obligación para las autoridades mexicanas, y no se trata de un gesto de “buena fe”. Tal como lo determinan los diversos instrumentos internacionales firmados por México como la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belem do Pará), y la propia jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
El caso de las víctimas de Andrés Roemer nos recuerda que violencia sexual es un instrumento para someter a las personas, que un violentador puede ser cualquiera sin importar su origen, no existe una tipología de agresor pese a la caricatura que prevalece en el imaginario de que el agresor es un hombre racializado —como lo describe Ángela Davis cuando habla del mito del violador negro en Rape, Racism and the Capitalist Setting— asocial y empobrecido. Y sobre todo, es urgente dotar a las mujeres de herramientas para poder nombrar las violencias y alzar la voz sin que eso ponga en jaque su seguridad laboral, emocional ni física.
La autora agradece los comentarios de las abogadas Alina González Gallardo y Jimena Ávalos Capin durante la elaboración de este artículo.
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