El oso de anteojos: amenazado por la minería

El oso de anteojos: amenazado por la minería

Este oso, también conocido como andino y característico de Colombia, apenas alcanza una población de menos de 20 mil ejemplares. La empresa minera AngloGold Ashanti planea explotar yacimientos en su hábitat, lo que empeoraría su probabilidad de supervivencia.

Tiempo de lectura: 8 minutos

En 1989 Daniel Rodríguez estudiaba Biología en la Universidad Nacional y preparaba su tesis, la primera en Colombia sobre la especie Tremarctos ornatus, el único oso que habita en la cordillera de los Andes. Daniel viajó con un colega desde Bogotá hasta el Parque Nacional Las Orquídeas, en el departamento de Antioquia. Era verano y el páramo, un ecosistema altoandino, estaba florecido pero, en ausencia de lluvia y neblina, la vegetación se había tornado de un amarillo tenue que Daniel recuerda como cientos de soles pardos. Y allí, entre el color, a unos quinientos metros de distancia, los estudiantes y el guía notaron una mancha negra. “¿Será una vaca?”, le preguntaron al guía. Se acercaron y, tendidos en el piso, tomaron los binoculares. Entonces vieron –Daniel por primera vez– a un enorme oso andino que comía bromelias. De la alegría, su colega empezó a aplaudir.

–Y el animal volteó para donde nosotros estábamos, se levantó en dos patas, olisqueó, nos miró bien y salió corriendo. Se perdió en la montaña –recuerda treinta y dos años después Daniel, hoy director de la Fundación Wii para la Investigación, Protección y Conservación del Oso Andino.

De la especie, conocida como oso de anteojos por los círculos de pelaje blanco en el rostro, cuyos machos pueden pesar 150 kilos y medir más de dos metros, a él siempre le ha llamado la atención su tranquilidad.

–Es una especie esquiva, se deja ver poco, es precavida. Para mí el animal representa la espiritualidad de la montaña, el silencio y la paz.

Cuando entró a la universidad, a mediados de los ochenta, Daniel no sabía que el oso andino existía en sólo seis países suramericanos y que uno de ellos era Colombia. Se topó con afiches que mencionaban a “el espíritu del bosque” y “el fantasma de la montaña” y comenzó a indagar. La especie había sido descrita en 1825 por el naturalista francés Georges Cuvier. Hacia 1933 apareció un reporte de un viajero alemán a quien pobladores de los Andes le habían hablado de un oso de la niebla que mataba vacas. No fue sino hasta la década de los setenta cuando el doctor Bernie Peyton hizo la primera investigación rigurosa sobre el oso andino en Perú. Estimulados por el trabajo de Peyton, para comienzos de los noventa, Daniel y otros colegas trazaron un mapa de distribución del oso en Colombia.

El oso andino es herbívoro en un 70% y carnívoro en un 30% –contrario a los polares que comen carne o a los grizzly, en su mayoría carnívoros–. Se alimenta de frutas del bosque, lauráceas, sobre todo de aguacate y uvitas caimaronas. A diferencia de sus parientes, su cara es corta, lo que le permite tener un olfato potente que aprovecha para percatarse de la presencia humana y huir. Puede caminar una veintena de kilómetros en un par de días. Además, cumple un papel importante en el ecosistema al ser un dispersor de semillas.

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