Ensayos sobre la decepción política: hipercapitalismo e izquierda

Puentes súbitos para la decepción

El autor de esta entrega de “Ensayos sobre la decepción política” le da la vuelta a la pregunta que animó esta serie y, a cambio, sospecha de los continuos exhortos a decepcionarnos, unánimes entre los opositores al gobierno de López Obrador. A la vez amplía el tema acudiendo a otras decepciones profundas: las del hipercapitalismo en el mundo digital, las del amor y tantas otras: lidiamos con numerosas incertidumbres. En el camino, Cortés Hamdan no encuentra certezas, sino algo mejor: posibilidades, intentos, vínculos.

Tiempo de lectura: 8 minutos

I.
Dua Lipa, la de los párpados preciosos, me promete la levitación: puedes irte volando conmigo esta noche. La escucho volver a sublimar la rica tradición del funk pop, con bajos para bailar los hombros y lámparas de antro en gel; de oírla, la quiero conocer en la fortaleza de sus piernas y la ternura de sus gestos: la Vía Láctea, luminiscencias en el cielo, luminiscencias en mis ojos, estamos levitando. Y, sin embargo, al mirar su video se me aparece un detalle que mi conato de embriaguez no había registrado, que mi conciencia escurrida de amor no sospechaba: la aguja girante del elevador que nos ayuda a levitar, a ella, a mí, a todos sus amantes, es la impresión en tres dimensiones platinadas del ícono de tiktok que indica el deambular del armatoste por los pisos del antro cósmico donde una cantante contemporánea nos promete la delicia del despegue contra la vulgaridad del suelo. Y yo, que empezaba a sentir amor, más bien comienzo a decepcionarme: contrario a mi parecer, participaba menos de la exquisitez de un recorrido por los cachetes astronómicos de la diva que de la ubicación en un recinto poco promisorio, menos creador, y me descubro la población destino de una hábil y simulada campaña de publicidad para promover, desde la mística congregante que es la música —que sigue abarrotando estadios por la promesa de hacer sentir algo en la fundición masiva—, una aplicación de entretenimiento made in China que vino al mundo para desplazar al gigante ubicuo instragram, donde se iluminan pasteles, cascadas, leggings y músculos en el esfuerzo mayúsculo de la ilustración de la presunta tranquilidad plural del mundo.

Con más de cuatrocientas millones de reproducciones en su versión oficial de youtube, el talento y la presencia de Dua Lipa en “Levitating” coinciden en su punto de arranque con la que, en mi conciencia sin datos, es la explosión de usuarios de tiktok en el mundo: el alicaído y confinado 2020, apto para levitar en plataformas digitales ante la obligada distancia y sus apegos domésticos. Con esos bailes pensábamos que acudíamos a la poesía de la flotación cuando, más bien, participábamos de un ya muy conocido ritual: el de la inducción de marca, el de la normalización de nuestros nuevos lenguajes de identidades de consumo, el único ejercicio ciudadano autorizado en el hipercapitalismo, que nos autoriza la elección de proveedores de entretenimiento —tal vez queramos militar en apple, tal vez en android— mientras nos incita eróticamente a obedecer los canales del reconocimiento gregario por la venta de millones de réplicas autorizadas en el mundo. Y que nadie se mueva hacia las regiones de la autogestión donde, quizás, Luis Cardoza y Aragón nos invite a pensar bíblicamente en Guatemala. En cambio, conozco una galaxia y puedo darte un aventón, aunque tú también la conoces ya: es el mismo territorio de siempre en el que tus potencialidades milenariamente emplumadas quedarán sujetas a la domesticación contemporánea de comprar mientras morimos.

Entonces ya estoy más claro. No amaba, no volaba. Y me decepciono.

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