No todo va a estar mejor para Samuel García

No todo va a estar mejor para Samuel García

Con más de la mitad de las actas computadas, Samuel García se perfila como gobernador del estado, sin embargo, su triunfo no permeó en el congreso local ni entre otras alcaldías –salvo por la victoria de Colosio–, por lo que tendrá que negociar con las fuerzas del PRI y el PAN.

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No es la fila para votar, es una alfombra roja. Samuel García y Mariana Rodríguez caminan con el porte de quien lo merece todo; van despacio, bañándose en el sol regio que a las ocho de la mañana acalora a cualquiera, entre los flashes de fotógrafos y periodistas que se desviven por una declaración. “¿Qué esperan de la elección?”, “¿cómo se sienten?”, preguntas de cajón que no sirven de nada. Los votantes, los reporteros, los funcionarios de casilla, todos sudan, todos sufren porque el día está húmedo y es sofocante y porque ya son casi las nueve: hace una hora que la votación debió haber empezado. Hay urgencia porque, aunque se renuevan 15 gubernaturas a nivel federal, Nuevo León es la tercera economía más importante del país. Por eso, el presidente López Obrador, desde su conferencia mañanera, dijo que se iba a inmiscuir: “Claro que me voy a meter, no podemos ser cómplices del fraude”. Y esta región también genera expectativa porque Samuel García, el candidato de Movimiento Ciudadano (MC), tiene una propuesta central que es sacar a Nuevo León del pacto fiscal y, encima, es la viralidad hecha persona.

Hace seis años MC no existía en el panorama político del estado. Samuel compitió con ese partido en 2015 por una diputación local y aunque perdió, alcanzó a llegar al congreso local. Su bancada en esa legislatura sólo tenía tres diputados. Pero hoy la historia es distinta: en Nuevo León todos saben quién es Samuel García, qué es MC y todos saben que Mariana Rodríguez es influencer. Son la pareja que ocupa las páginas del Sierra Madre, el suplemento de sociales de El Norte, son realeza provinciana. El candidato a la gubernatura de Nuevo León y su esposa son inmunes a la incomodidad, llevan años siendo retratados, son estrellas de cine o portadas vivas de revista. Él, con una corbata negra y un traje del mismo color que le ciñe los bíceps; ella, con un saco color crema, entallado y de enormes botones dorados, y con pantalón naranja, como MC, que le hace juego con el cubrebocas. Los dos se toman de la cintura y se miran, convencen de que están enamorados. “¿Me podría tomar una foto contigo?”, les preguntan una y otra vez.

Si al principio cabía la duda de que los neoleoneses querrían a alguien como él, para el día de la elección sólo queda la certeza de que Samuel obsesiona. “¡Tú vas a llegar a ser presidente!”, le dice una señora mayor y le palpa el brazo con la mano y otra más se acerca a pedir que la retraten con el candidato. Parece imposible pasar de largo sin hablarle o fotografiarlo o subir algo a Instagram. Otro viejo le espeta un “¡Mucha suerte, Adrián!”, Mariana responde como resorte: “¡es Samuel!”, y el señor se lleva la mano derecha a su frente avergonzado, mientras los testigos sueltan la carcajada. ¿Cómo puede ser verdad que este imán de selfies vaya empatado con un político añejo como Adrián de la Garza? El golden boy de la política regia emociona mucho más que el político gris, al que le obsesiona la seguridad y proyecta el glamur de un ministerio público.

Adrián de la Garza, el candidato de la coalición PRI-PRD, también acudió a votar temprano a su casilla en el poniente de la ciudad, en la colonia Cumbres, alrededor de las diez de la mañana. Muy cerca de ahí gente armada asaltó a los ciudadanos que esperaban en las filas de otras casillas; les robaron carteras y celulares. No sería el único hecho violento de la jornada: el INE registro 6,040 incidentes en el país y se tuvo que suspender la votación en 115 casillas. Casi al cierre, también en el municipio de Monterrey pero en la colonia Nuevo Repueblo, se reportaría que dos personas armadas sacarían a punta de pistola a todos los funcionarios de casilla al mismo tiempo que romperían las urnas. En otra colonia, Pedregal la Silla, al sur de Monterrey, gente armada se robaría urnas de las casillas frente a la mirada temblorosa de un celular que registró los hechos.

Pero estas manifestaciones de inseguridad no alcanzaban para despertar algún sentimiento positivo por Adrián de la Garza, a pesar de que fue procurador de justicia en el peor momento de inseguridad del estado (2011-2015). En la memoria de la gente se ha quedado, en cambio, que ganó su segundo periodo como alcalde en el 2018, tras conseguir que se anulara una primera elección, así como su cercanía con el exgobernador Rodrigo Medina, acusado del desvío de más de 3 mil millones de pesos. Por eso buscaron que su campaña pareciera todo menos priista. Los colores de la bandera fueron reemplazados por el blanco y el negro, o con todo tipo de colores menos los de la marca PRI. Le quitaron el traje y lo vistieron con una camisa a cuadros arremangada; le colgaron un eslogan que busca suavizar su perfil profesional: “Todo va a estar bien”. Pero Adrián no levanta pasiones en el grueso de la gente, camina solo en la fila para votar como tantos políticos porque es uno más.

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