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Durante más de cinco años, el fotoperiodista César Rodríguez documentó las duras condiciones de trabajo en las plantaciones de tabaco en Tepic, Nayarit. Con el material reunido, publicó el libro <i>Hoja dorada</i>. El proyecto no solo denuncia la precariedad en la que laboran cientos de familias <i>wixaritari</I>, sino que también retrata su vida cotidiana.
Es un niño. Los rasgos, labios y nariz que apenas se sugieren lo delatan. En el pecho y los brazos, la piel está herida y repleta de costras. La fotografía, que forma parte del libro de César Rodríguez, Hoja dorada, retrata dos realidades terribles en las plantaciones de tabaco en Tepic, la capital del estado de Nayarit en México: el trabajo infantil y la falta de servicios médicos para los jornaleros, quienes se exponen a agroquímicos que afectan su salud.
Dedicarse a lo que en verdad quería
Pasó mucho tiempo antes de que se animara a dar sus primeros pasos en la fotografía; el interés existía desde la adolescencia, pero varios motivos evitaron que se concretara: falta de confianza, miedo al fracaso y sugerencias de que se dedicara a otra cosa. En la preparatoria un examen de orientación vocacional le recomendó estudiar administración. Eso hizo. “Estudié en Querétaro, en Ciudad de México y luego en Tepic. Pero no terminé”, recuerda. Buscando algo diferente qué hacer después de esa tortuosa experiencia, tomó un curso de fotografía y empezó a interesarse con más seriedad por la disciplina; pero algo surgió: el interés y el deseo por viajar. Conocer el mundo.
En 2005 decidió viajar a Europa, y la estancia se prolongó más de tres años: “Estuve de mesero, de seguridad, de salvavidas; trabajando en lo que sea”. A su regreso a México, puso una chocolatería. No era un proyecto a largo plazo; era un paso necesario para lo que deseaba.
“No sabía nada de chocolates, pero la abrí y estuve con ella como cinco años; la intención era tener algo de dinero para meterme en la fotografía”, explica. Luego de ese periodo, en los que su negocio fue un éxito que le absorbía todo el tiempo, decidió cerrar y por fin dedicarse a lo que en verdad quería.
Mientras más aprendía y practicaba, César comenzó a aplicar en concursos y becas. Creó un portafolio y en 2014, cuando se acercaba a los 30 años, solicitó la beca Jóvenes Creadores del FONCA y la ganó.
El tema de su proyecto, la vida de los plantadores de tabaco en Tepic surgió gracias a su mamá. “Estaba hablando con mis papás sobre qué tema abordar, cuando ella me sugirió: ‘¿Por qué no vas a las plantaciones?, tal vez allí encuentras algo’”. Y lo encontró.
La hoja dorada
Cada año, en esos plantíos verdes y frondosos que están a hora y media desde el centro de Tepic, cientos de wixaritari que llegan desde diferentes sitios de Nayarit, Jalisco y Durango trabajan en condiciones precarias, sin derechos laborales.
“Familias enteras hacen largos viajes para venir a trabajar en la zona que alguna vez se llamó la ‘Costa de Oro’ debido a las ganancias que dejaba para las grandes empresas de tabaco, pero no para los jornaleros”, comenta Rodriguez. “Sean niños o mujeres embarazadas, allí todos se involucran”.
El proceso de documentación de César Rodríguez fue extenso y arduo, no solamente duró el año de la beca del FONCA; se extendió por cuatro años más. “Hay muchas plantaciones de un montón de diferentes productores, están todas pegadas. Yo me iba caminando todo ese plantío buscando a los jornaleros que estaban cortando tabaco. Después de ubicar a una familia, hablaba con ellos, pasaba tiempo con ellos, y regresaba cada tanto”, cuenta sobre el proceso. “Hubo quien se negó, no querían que les tomara fotos; otros sí dejaron que les tomara fotos, pero no me hablaban”.
La intención del proyecto Hoja dorada —el nombre proviene del color que adquiere la hoja de tabaco cuando se seca— no solo se enfocaba en la denuncia de las pésimas condiciones de trabajo; Rodríguez también quería retratar la cotidianidad de los jornaleros. Por eso en sus fotografías aparecen niños jugando, las chozas donde viven las familias wixaritari y las cocinas improvisadas que arman en las plantaciones para alimentarse.
En su trabajo hay imágenes dolorosas, como una que retrata a unos niños bañándose en un canal de riego y se observa que la espalda de uno de ellos tiene marcas y erupciones en la piel. Otra fotografía muestra cicatrices en el cuerpo y en el rostro de otro menor de edad.
“Esa es muy fuerte, pero es importante. Muestra lo que pasa en las plantaciones, los problemas de salud que enfrentan, que se deben también a que no tienen ni dónde bañarse; se bañan en los canales de irrigación que están llenos de químicos, excremento y cadáveres de animales”, dice el fotógrafo. “Las costras y heridas que se le ven en todo el cuerpo le fueron creciendo. El niño se fue rascando y se le infectó. En las plantaciones no hay medicamentos ni médicos. Los patrones no se ocupan de ellos [los jornaleros]. Las empresas más grandes se deslindan; dicen: ‘Yo le compro el tabaco al patrón, yo no sé lo que pasa en los plantíos'”, explica César, que luego de fotografiar al niño, fue a Tepic y se las mostró a un médico. Le preguntó cómo podría ayudarlo y el médico le dio una pomada, advirtiendo que era necesario ver al niño para un diagnóstico preciso. Cuando César regresó a la plantación al día siguiente, la familia ya no estaba.
Con el paso del tiempo, enfrentó sus ideas contra la realidad desde que llegó a las plantaciones. Comprendió que la situación era más compleja porque implicaba ciertas creencias que estaban muy arraigadas en los jornaleros. “Para la mayoría de las personas con las que hablé ir allá [a las plantaciones] es una tradición. Todos los años van a cortar tabaco porque su papá los llevó y a él lo llevó su abuelo. Son pocos los que dicen quiero hacer otra cosa”, comenta César. “Yo pensaba desde mi vista privilegiada que por qué trabajan hasta tarde, por qué lo hacen hasta las dos o tres de la madrugada, yo pensaba ‘deben descansar, el patrón debe darles más tiempo de descanso’. Pero luego, hablando con ellos, te dicen ‘nosotros venimos a trabajar, no venimos a descansar. Venimos a tratar de sacar todo el dinero posible. Descansar es tiempo donde no estamos ganando’. Y cómo decirles algo”.
La paga semanal, que rondaba cerca de los 40 dólares por familia en el tiempo en que documentó los plantíos, apenas alcanzaba para alimentos, agua y nada más. Era la necesidad de obtener un poco más de dinero lo que obliga a los padres a introducir a sus hijos en la recolección de la hoja de tabaco: “Me decían ‘somos fuerza de trabajo toda la familia; si mis hijos no trabajan, no va a alcanzar para comer todos. Aquí todos tenemos que trabajar’”.
Luego de que en 2016 César Rodríguez publicó un fotoensayo en The New York Times con imágenes de los jornaleros y las plantaciones de tabaco que había tomado hasta entonces, algunas compañías extranjeras que compraban el tabaco cosechado en Tepic se acercaron con él y le aseguraron que buscarían mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. “Me decían que les habían aumentado el sueldo, les pusieron baños portátiles, algunos patrones les dieron alimento”, explica; aunque también comenta que esos cambios aún son mínimos. El más visible fue que les pusieron carpas y tiendas de campaña donde pudieran vivir mientras era la temporada de levantar la siembra.
“No ha cambiado mucho en todos estos años”, dice.
Actualmente César Rodríguez es fotoperiodista freelance, por lo que puede financiar sus proyectos personales. Ahora su mira tiene el foco en otro lado: “Estoy tratando de documentar sobre todos los tipos de maíz que hay en México, sobre las personas que los producen y sobre las festividades que hay alrededor de estos diferentes maíces”.
Y aunque está comenzando este proyecto que aborda la diversidad de maíz en México, la Hoja dorada sigue en el mapa: “Quiero regresar a las plantaciones. Espero el próximo año ir. La temporada termina cuando llegan las lluvias”.
La fotografía, que forma parte del libro de César Rodríguez, 'Hoja dorada', retrata dos realidades terribles en las plantaciones de tabaco en Tepic. Fuente: 'La Hoja dorada' de César Rodríguez.
Durante más de cinco años, el fotoperiodista César Rodríguez documentó las duras condiciones de trabajo en las plantaciones de tabaco en Tepic, Nayarit. Con el material reunido, publicó el libro <i>Hoja dorada</i>. El proyecto no solo denuncia la precariedad en la que laboran cientos de familias <i>wixaritari</I>, sino que también retrata su vida cotidiana.
Es un niño. Los rasgos, labios y nariz que apenas se sugieren lo delatan. En el pecho y los brazos, la piel está herida y repleta de costras. La fotografía, que forma parte del libro de César Rodríguez, Hoja dorada, retrata dos realidades terribles en las plantaciones de tabaco en Tepic, la capital del estado de Nayarit en México: el trabajo infantil y la falta de servicios médicos para los jornaleros, quienes se exponen a agroquímicos que afectan su salud.
Dedicarse a lo que en verdad quería
Pasó mucho tiempo antes de que se animara a dar sus primeros pasos en la fotografía; el interés existía desde la adolescencia, pero varios motivos evitaron que se concretara: falta de confianza, miedo al fracaso y sugerencias de que se dedicara a otra cosa. En la preparatoria un examen de orientación vocacional le recomendó estudiar administración. Eso hizo. “Estudié en Querétaro, en Ciudad de México y luego en Tepic. Pero no terminé”, recuerda. Buscando algo diferente qué hacer después de esa tortuosa experiencia, tomó un curso de fotografía y empezó a interesarse con más seriedad por la disciplina; pero algo surgió: el interés y el deseo por viajar. Conocer el mundo.
En 2005 decidió viajar a Europa, y la estancia se prolongó más de tres años: “Estuve de mesero, de seguridad, de salvavidas; trabajando en lo que sea”. A su regreso a México, puso una chocolatería. No era un proyecto a largo plazo; era un paso necesario para lo que deseaba.
“No sabía nada de chocolates, pero la abrí y estuve con ella como cinco años; la intención era tener algo de dinero para meterme en la fotografía”, explica. Luego de ese periodo, en los que su negocio fue un éxito que le absorbía todo el tiempo, decidió cerrar y por fin dedicarse a lo que en verdad quería.
Mientras más aprendía y practicaba, César comenzó a aplicar en concursos y becas. Creó un portafolio y en 2014, cuando se acercaba a los 30 años, solicitó la beca Jóvenes Creadores del FONCA y la ganó.
El tema de su proyecto, la vida de los plantadores de tabaco en Tepic surgió gracias a su mamá. “Estaba hablando con mis papás sobre qué tema abordar, cuando ella me sugirió: ‘¿Por qué no vas a las plantaciones?, tal vez allí encuentras algo’”. Y lo encontró.
La hoja dorada
Cada año, en esos plantíos verdes y frondosos que están a hora y media desde el centro de Tepic, cientos de wixaritari que llegan desde diferentes sitios de Nayarit, Jalisco y Durango trabajan en condiciones precarias, sin derechos laborales.
“Familias enteras hacen largos viajes para venir a trabajar en la zona que alguna vez se llamó la ‘Costa de Oro’ debido a las ganancias que dejaba para las grandes empresas de tabaco, pero no para los jornaleros”, comenta Rodriguez. “Sean niños o mujeres embarazadas, allí todos se involucran”.
El proceso de documentación de César Rodríguez fue extenso y arduo, no solamente duró el año de la beca del FONCA; se extendió por cuatro años más. “Hay muchas plantaciones de un montón de diferentes productores, están todas pegadas. Yo me iba caminando todo ese plantío buscando a los jornaleros que estaban cortando tabaco. Después de ubicar a una familia, hablaba con ellos, pasaba tiempo con ellos, y regresaba cada tanto”, cuenta sobre el proceso. “Hubo quien se negó, no querían que les tomara fotos; otros sí dejaron que les tomara fotos, pero no me hablaban”.
La intención del proyecto Hoja dorada —el nombre proviene del color que adquiere la hoja de tabaco cuando se seca— no solo se enfocaba en la denuncia de las pésimas condiciones de trabajo; Rodríguez también quería retratar la cotidianidad de los jornaleros. Por eso en sus fotografías aparecen niños jugando, las chozas donde viven las familias wixaritari y las cocinas improvisadas que arman en las plantaciones para alimentarse.
En su trabajo hay imágenes dolorosas, como una que retrata a unos niños bañándose en un canal de riego y se observa que la espalda de uno de ellos tiene marcas y erupciones en la piel. Otra fotografía muestra cicatrices en el cuerpo y en el rostro de otro menor de edad.
“Esa es muy fuerte, pero es importante. Muestra lo que pasa en las plantaciones, los problemas de salud que enfrentan, que se deben también a que no tienen ni dónde bañarse; se bañan en los canales de irrigación que están llenos de químicos, excremento y cadáveres de animales”, dice el fotógrafo. “Las costras y heridas que se le ven en todo el cuerpo le fueron creciendo. El niño se fue rascando y se le infectó. En las plantaciones no hay medicamentos ni médicos. Los patrones no se ocupan de ellos [los jornaleros]. Las empresas más grandes se deslindan; dicen: ‘Yo le compro el tabaco al patrón, yo no sé lo que pasa en los plantíos'”, explica César, que luego de fotografiar al niño, fue a Tepic y se las mostró a un médico. Le preguntó cómo podría ayudarlo y el médico le dio una pomada, advirtiendo que era necesario ver al niño para un diagnóstico preciso. Cuando César regresó a la plantación al día siguiente, la familia ya no estaba.
Con el paso del tiempo, enfrentó sus ideas contra la realidad desde que llegó a las plantaciones. Comprendió que la situación era más compleja porque implicaba ciertas creencias que estaban muy arraigadas en los jornaleros. “Para la mayoría de las personas con las que hablé ir allá [a las plantaciones] es una tradición. Todos los años van a cortar tabaco porque su papá los llevó y a él lo llevó su abuelo. Son pocos los que dicen quiero hacer otra cosa”, comenta César. “Yo pensaba desde mi vista privilegiada que por qué trabajan hasta tarde, por qué lo hacen hasta las dos o tres de la madrugada, yo pensaba ‘deben descansar, el patrón debe darles más tiempo de descanso’. Pero luego, hablando con ellos, te dicen ‘nosotros venimos a trabajar, no venimos a descansar. Venimos a tratar de sacar todo el dinero posible. Descansar es tiempo donde no estamos ganando’. Y cómo decirles algo”.
La paga semanal, que rondaba cerca de los 40 dólares por familia en el tiempo en que documentó los plantíos, apenas alcanzaba para alimentos, agua y nada más. Era la necesidad de obtener un poco más de dinero lo que obliga a los padres a introducir a sus hijos en la recolección de la hoja de tabaco: “Me decían ‘somos fuerza de trabajo toda la familia; si mis hijos no trabajan, no va a alcanzar para comer todos. Aquí todos tenemos que trabajar’”.
Luego de que en 2016 César Rodríguez publicó un fotoensayo en The New York Times con imágenes de los jornaleros y las plantaciones de tabaco que había tomado hasta entonces, algunas compañías extranjeras que compraban el tabaco cosechado en Tepic se acercaron con él y le aseguraron que buscarían mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. “Me decían que les habían aumentado el sueldo, les pusieron baños portátiles, algunos patrones les dieron alimento”, explica; aunque también comenta que esos cambios aún son mínimos. El más visible fue que les pusieron carpas y tiendas de campaña donde pudieran vivir mientras era la temporada de levantar la siembra.
“No ha cambiado mucho en todos estos años”, dice.
Actualmente César Rodríguez es fotoperiodista freelance, por lo que puede financiar sus proyectos personales. Ahora su mira tiene el foco en otro lado: “Estoy tratando de documentar sobre todos los tipos de maíz que hay en México, sobre las personas que los producen y sobre las festividades que hay alrededor de estos diferentes maíces”.
Y aunque está comenzando este proyecto que aborda la diversidad de maíz en México, la Hoja dorada sigue en el mapa: “Quiero regresar a las plantaciones. Espero el próximo año ir. La temporada termina cuando llegan las lluvias”.
Durante más de cinco años, el fotoperiodista César Rodríguez documentó las duras condiciones de trabajo en las plantaciones de tabaco en Tepic, Nayarit. Con el material reunido, publicó el libro <i>Hoja dorada</i>. El proyecto no solo denuncia la precariedad en la que laboran cientos de familias <i>wixaritari</I>, sino que también retrata su vida cotidiana.
Es un niño. Los rasgos, labios y nariz que apenas se sugieren lo delatan. En el pecho y los brazos, la piel está herida y repleta de costras. La fotografía, que forma parte del libro de César Rodríguez, Hoja dorada, retrata dos realidades terribles en las plantaciones de tabaco en Tepic, la capital del estado de Nayarit en México: el trabajo infantil y la falta de servicios médicos para los jornaleros, quienes se exponen a agroquímicos que afectan su salud.
Dedicarse a lo que en verdad quería
Pasó mucho tiempo antes de que se animara a dar sus primeros pasos en la fotografía; el interés existía desde la adolescencia, pero varios motivos evitaron que se concretara: falta de confianza, miedo al fracaso y sugerencias de que se dedicara a otra cosa. En la preparatoria un examen de orientación vocacional le recomendó estudiar administración. Eso hizo. “Estudié en Querétaro, en Ciudad de México y luego en Tepic. Pero no terminé”, recuerda. Buscando algo diferente qué hacer después de esa tortuosa experiencia, tomó un curso de fotografía y empezó a interesarse con más seriedad por la disciplina; pero algo surgió: el interés y el deseo por viajar. Conocer el mundo.
En 2005 decidió viajar a Europa, y la estancia se prolongó más de tres años: “Estuve de mesero, de seguridad, de salvavidas; trabajando en lo que sea”. A su regreso a México, puso una chocolatería. No era un proyecto a largo plazo; era un paso necesario para lo que deseaba.
“No sabía nada de chocolates, pero la abrí y estuve con ella como cinco años; la intención era tener algo de dinero para meterme en la fotografía”, explica. Luego de ese periodo, en los que su negocio fue un éxito que le absorbía todo el tiempo, decidió cerrar y por fin dedicarse a lo que en verdad quería.
Mientras más aprendía y practicaba, César comenzó a aplicar en concursos y becas. Creó un portafolio y en 2014, cuando se acercaba a los 30 años, solicitó la beca Jóvenes Creadores del FONCA y la ganó.
El tema de su proyecto, la vida de los plantadores de tabaco en Tepic surgió gracias a su mamá. “Estaba hablando con mis papás sobre qué tema abordar, cuando ella me sugirió: ‘¿Por qué no vas a las plantaciones?, tal vez allí encuentras algo’”. Y lo encontró.
La hoja dorada
Cada año, en esos plantíos verdes y frondosos que están a hora y media desde el centro de Tepic, cientos de wixaritari que llegan desde diferentes sitios de Nayarit, Jalisco y Durango trabajan en condiciones precarias, sin derechos laborales.
“Familias enteras hacen largos viajes para venir a trabajar en la zona que alguna vez se llamó la ‘Costa de Oro’ debido a las ganancias que dejaba para las grandes empresas de tabaco, pero no para los jornaleros”, comenta Rodriguez. “Sean niños o mujeres embarazadas, allí todos se involucran”.
El proceso de documentación de César Rodríguez fue extenso y arduo, no solamente duró el año de la beca del FONCA; se extendió por cuatro años más. “Hay muchas plantaciones de un montón de diferentes productores, están todas pegadas. Yo me iba caminando todo ese plantío buscando a los jornaleros que estaban cortando tabaco. Después de ubicar a una familia, hablaba con ellos, pasaba tiempo con ellos, y regresaba cada tanto”, cuenta sobre el proceso. “Hubo quien se negó, no querían que les tomara fotos; otros sí dejaron que les tomara fotos, pero no me hablaban”.
La intención del proyecto Hoja dorada —el nombre proviene del color que adquiere la hoja de tabaco cuando se seca— no solo se enfocaba en la denuncia de las pésimas condiciones de trabajo; Rodríguez también quería retratar la cotidianidad de los jornaleros. Por eso en sus fotografías aparecen niños jugando, las chozas donde viven las familias wixaritari y las cocinas improvisadas que arman en las plantaciones para alimentarse.
En su trabajo hay imágenes dolorosas, como una que retrata a unos niños bañándose en un canal de riego y se observa que la espalda de uno de ellos tiene marcas y erupciones en la piel. Otra fotografía muestra cicatrices en el cuerpo y en el rostro de otro menor de edad.
“Esa es muy fuerte, pero es importante. Muestra lo que pasa en las plantaciones, los problemas de salud que enfrentan, que se deben también a que no tienen ni dónde bañarse; se bañan en los canales de irrigación que están llenos de químicos, excremento y cadáveres de animales”, dice el fotógrafo. “Las costras y heridas que se le ven en todo el cuerpo le fueron creciendo. El niño se fue rascando y se le infectó. En las plantaciones no hay medicamentos ni médicos. Los patrones no se ocupan de ellos [los jornaleros]. Las empresas más grandes se deslindan; dicen: ‘Yo le compro el tabaco al patrón, yo no sé lo que pasa en los plantíos'”, explica César, que luego de fotografiar al niño, fue a Tepic y se las mostró a un médico. Le preguntó cómo podría ayudarlo y el médico le dio una pomada, advirtiendo que era necesario ver al niño para un diagnóstico preciso. Cuando César regresó a la plantación al día siguiente, la familia ya no estaba.
Con el paso del tiempo, enfrentó sus ideas contra la realidad desde que llegó a las plantaciones. Comprendió que la situación era más compleja porque implicaba ciertas creencias que estaban muy arraigadas en los jornaleros. “Para la mayoría de las personas con las que hablé ir allá [a las plantaciones] es una tradición. Todos los años van a cortar tabaco porque su papá los llevó y a él lo llevó su abuelo. Son pocos los que dicen quiero hacer otra cosa”, comenta César. “Yo pensaba desde mi vista privilegiada que por qué trabajan hasta tarde, por qué lo hacen hasta las dos o tres de la madrugada, yo pensaba ‘deben descansar, el patrón debe darles más tiempo de descanso’. Pero luego, hablando con ellos, te dicen ‘nosotros venimos a trabajar, no venimos a descansar. Venimos a tratar de sacar todo el dinero posible. Descansar es tiempo donde no estamos ganando’. Y cómo decirles algo”.
La paga semanal, que rondaba cerca de los 40 dólares por familia en el tiempo en que documentó los plantíos, apenas alcanzaba para alimentos, agua y nada más. Era la necesidad de obtener un poco más de dinero lo que obliga a los padres a introducir a sus hijos en la recolección de la hoja de tabaco: “Me decían ‘somos fuerza de trabajo toda la familia; si mis hijos no trabajan, no va a alcanzar para comer todos. Aquí todos tenemos que trabajar’”.
Luego de que en 2016 César Rodríguez publicó un fotoensayo en The New York Times con imágenes de los jornaleros y las plantaciones de tabaco que había tomado hasta entonces, algunas compañías extranjeras que compraban el tabaco cosechado en Tepic se acercaron con él y le aseguraron que buscarían mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. “Me decían que les habían aumentado el sueldo, les pusieron baños portátiles, algunos patrones les dieron alimento”, explica; aunque también comenta que esos cambios aún son mínimos. El más visible fue que les pusieron carpas y tiendas de campaña donde pudieran vivir mientras era la temporada de levantar la siembra.
“No ha cambiado mucho en todos estos años”, dice.
Actualmente César Rodríguez es fotoperiodista freelance, por lo que puede financiar sus proyectos personales. Ahora su mira tiene el foco en otro lado: “Estoy tratando de documentar sobre todos los tipos de maíz que hay en México, sobre las personas que los producen y sobre las festividades que hay alrededor de estos diferentes maíces”.
Y aunque está comenzando este proyecto que aborda la diversidad de maíz en México, la Hoja dorada sigue en el mapa: “Quiero regresar a las plantaciones. Espero el próximo año ir. La temporada termina cuando llegan las lluvias”.
La fotografía, que forma parte del libro de César Rodríguez, 'Hoja dorada', retrata dos realidades terribles en las plantaciones de tabaco en Tepic. Fuente: 'La Hoja dorada' de César Rodríguez.
Durante más de cinco años, el fotoperiodista César Rodríguez documentó las duras condiciones de trabajo en las plantaciones de tabaco en Tepic, Nayarit. Con el material reunido, publicó el libro <i>Hoja dorada</i>. El proyecto no solo denuncia la precariedad en la que laboran cientos de familias <i>wixaritari</I>, sino que también retrata su vida cotidiana.
Es un niño. Los rasgos, labios y nariz que apenas se sugieren lo delatan. En el pecho y los brazos, la piel está herida y repleta de costras. La fotografía, que forma parte del libro de César Rodríguez, Hoja dorada, retrata dos realidades terribles en las plantaciones de tabaco en Tepic, la capital del estado de Nayarit en México: el trabajo infantil y la falta de servicios médicos para los jornaleros, quienes se exponen a agroquímicos que afectan su salud.
Dedicarse a lo que en verdad quería
Pasó mucho tiempo antes de que se animara a dar sus primeros pasos en la fotografía; el interés existía desde la adolescencia, pero varios motivos evitaron que se concretara: falta de confianza, miedo al fracaso y sugerencias de que se dedicara a otra cosa. En la preparatoria un examen de orientación vocacional le recomendó estudiar administración. Eso hizo. “Estudié en Querétaro, en Ciudad de México y luego en Tepic. Pero no terminé”, recuerda. Buscando algo diferente qué hacer después de esa tortuosa experiencia, tomó un curso de fotografía y empezó a interesarse con más seriedad por la disciplina; pero algo surgió: el interés y el deseo por viajar. Conocer el mundo.
En 2005 decidió viajar a Europa, y la estancia se prolongó más de tres años: “Estuve de mesero, de seguridad, de salvavidas; trabajando en lo que sea”. A su regreso a México, puso una chocolatería. No era un proyecto a largo plazo; era un paso necesario para lo que deseaba.
“No sabía nada de chocolates, pero la abrí y estuve con ella como cinco años; la intención era tener algo de dinero para meterme en la fotografía”, explica. Luego de ese periodo, en los que su negocio fue un éxito que le absorbía todo el tiempo, decidió cerrar y por fin dedicarse a lo que en verdad quería.
Mientras más aprendía y practicaba, César comenzó a aplicar en concursos y becas. Creó un portafolio y en 2014, cuando se acercaba a los 30 años, solicitó la beca Jóvenes Creadores del FONCA y la ganó.
El tema de su proyecto, la vida de los plantadores de tabaco en Tepic surgió gracias a su mamá. “Estaba hablando con mis papás sobre qué tema abordar, cuando ella me sugirió: ‘¿Por qué no vas a las plantaciones?, tal vez allí encuentras algo’”. Y lo encontró.
La hoja dorada
Cada año, en esos plantíos verdes y frondosos que están a hora y media desde el centro de Tepic, cientos de wixaritari que llegan desde diferentes sitios de Nayarit, Jalisco y Durango trabajan en condiciones precarias, sin derechos laborales.
“Familias enteras hacen largos viajes para venir a trabajar en la zona que alguna vez se llamó la ‘Costa de Oro’ debido a las ganancias que dejaba para las grandes empresas de tabaco, pero no para los jornaleros”, comenta Rodriguez. “Sean niños o mujeres embarazadas, allí todos se involucran”.
El proceso de documentación de César Rodríguez fue extenso y arduo, no solamente duró el año de la beca del FONCA; se extendió por cuatro años más. “Hay muchas plantaciones de un montón de diferentes productores, están todas pegadas. Yo me iba caminando todo ese plantío buscando a los jornaleros que estaban cortando tabaco. Después de ubicar a una familia, hablaba con ellos, pasaba tiempo con ellos, y regresaba cada tanto”, cuenta sobre el proceso. “Hubo quien se negó, no querían que les tomara fotos; otros sí dejaron que les tomara fotos, pero no me hablaban”.
La intención del proyecto Hoja dorada —el nombre proviene del color que adquiere la hoja de tabaco cuando se seca— no solo se enfocaba en la denuncia de las pésimas condiciones de trabajo; Rodríguez también quería retratar la cotidianidad de los jornaleros. Por eso en sus fotografías aparecen niños jugando, las chozas donde viven las familias wixaritari y las cocinas improvisadas que arman en las plantaciones para alimentarse.
En su trabajo hay imágenes dolorosas, como una que retrata a unos niños bañándose en un canal de riego y se observa que la espalda de uno de ellos tiene marcas y erupciones en la piel. Otra fotografía muestra cicatrices en el cuerpo y en el rostro de otro menor de edad.
“Esa es muy fuerte, pero es importante. Muestra lo que pasa en las plantaciones, los problemas de salud que enfrentan, que se deben también a que no tienen ni dónde bañarse; se bañan en los canales de irrigación que están llenos de químicos, excremento y cadáveres de animales”, dice el fotógrafo. “Las costras y heridas que se le ven en todo el cuerpo le fueron creciendo. El niño se fue rascando y se le infectó. En las plantaciones no hay medicamentos ni médicos. Los patrones no se ocupan de ellos [los jornaleros]. Las empresas más grandes se deslindan; dicen: ‘Yo le compro el tabaco al patrón, yo no sé lo que pasa en los plantíos'”, explica César, que luego de fotografiar al niño, fue a Tepic y se las mostró a un médico. Le preguntó cómo podría ayudarlo y el médico le dio una pomada, advirtiendo que era necesario ver al niño para un diagnóstico preciso. Cuando César regresó a la plantación al día siguiente, la familia ya no estaba.
Con el paso del tiempo, enfrentó sus ideas contra la realidad desde que llegó a las plantaciones. Comprendió que la situación era más compleja porque implicaba ciertas creencias que estaban muy arraigadas en los jornaleros. “Para la mayoría de las personas con las que hablé ir allá [a las plantaciones] es una tradición. Todos los años van a cortar tabaco porque su papá los llevó y a él lo llevó su abuelo. Son pocos los que dicen quiero hacer otra cosa”, comenta César. “Yo pensaba desde mi vista privilegiada que por qué trabajan hasta tarde, por qué lo hacen hasta las dos o tres de la madrugada, yo pensaba ‘deben descansar, el patrón debe darles más tiempo de descanso’. Pero luego, hablando con ellos, te dicen ‘nosotros venimos a trabajar, no venimos a descansar. Venimos a tratar de sacar todo el dinero posible. Descansar es tiempo donde no estamos ganando’. Y cómo decirles algo”.
La paga semanal, que rondaba cerca de los 40 dólares por familia en el tiempo en que documentó los plantíos, apenas alcanzaba para alimentos, agua y nada más. Era la necesidad de obtener un poco más de dinero lo que obliga a los padres a introducir a sus hijos en la recolección de la hoja de tabaco: “Me decían ‘somos fuerza de trabajo toda la familia; si mis hijos no trabajan, no va a alcanzar para comer todos. Aquí todos tenemos que trabajar’”.
Luego de que en 2016 César Rodríguez publicó un fotoensayo en The New York Times con imágenes de los jornaleros y las plantaciones de tabaco que había tomado hasta entonces, algunas compañías extranjeras que compraban el tabaco cosechado en Tepic se acercaron con él y le aseguraron que buscarían mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. “Me decían que les habían aumentado el sueldo, les pusieron baños portátiles, algunos patrones les dieron alimento”, explica; aunque también comenta que esos cambios aún son mínimos. El más visible fue que les pusieron carpas y tiendas de campaña donde pudieran vivir mientras era la temporada de levantar la siembra.
“No ha cambiado mucho en todos estos años”, dice.
Actualmente César Rodríguez es fotoperiodista freelance, por lo que puede financiar sus proyectos personales. Ahora su mira tiene el foco en otro lado: “Estoy tratando de documentar sobre todos los tipos de maíz que hay en México, sobre las personas que los producen y sobre las festividades que hay alrededor de estos diferentes maíces”.
Y aunque está comenzando este proyecto que aborda la diversidad de maíz en México, la Hoja dorada sigue en el mapa: “Quiero regresar a las plantaciones. Espero el próximo año ir. La temporada termina cuando llegan las lluvias”.
Durante más de cinco años, el fotoperiodista César Rodríguez documentó las duras condiciones de trabajo en las plantaciones de tabaco en Tepic, Nayarit. Con el material reunido, publicó el libro <i>Hoja dorada</i>. El proyecto no solo denuncia la precariedad en la que laboran cientos de familias <i>wixaritari</I>, sino que también retrata su vida cotidiana.
Es un niño. Los rasgos, labios y nariz que apenas se sugieren lo delatan. En el pecho y los brazos, la piel está herida y repleta de costras. La fotografía, que forma parte del libro de César Rodríguez, Hoja dorada, retrata dos realidades terribles en las plantaciones de tabaco en Tepic, la capital del estado de Nayarit en México: el trabajo infantil y la falta de servicios médicos para los jornaleros, quienes se exponen a agroquímicos que afectan su salud.
Dedicarse a lo que en verdad quería
Pasó mucho tiempo antes de que se animara a dar sus primeros pasos en la fotografía; el interés existía desde la adolescencia, pero varios motivos evitaron que se concretara: falta de confianza, miedo al fracaso y sugerencias de que se dedicara a otra cosa. En la preparatoria un examen de orientación vocacional le recomendó estudiar administración. Eso hizo. “Estudié en Querétaro, en Ciudad de México y luego en Tepic. Pero no terminé”, recuerda. Buscando algo diferente qué hacer después de esa tortuosa experiencia, tomó un curso de fotografía y empezó a interesarse con más seriedad por la disciplina; pero algo surgió: el interés y el deseo por viajar. Conocer el mundo.
En 2005 decidió viajar a Europa, y la estancia se prolongó más de tres años: “Estuve de mesero, de seguridad, de salvavidas; trabajando en lo que sea”. A su regreso a México, puso una chocolatería. No era un proyecto a largo plazo; era un paso necesario para lo que deseaba.
“No sabía nada de chocolates, pero la abrí y estuve con ella como cinco años; la intención era tener algo de dinero para meterme en la fotografía”, explica. Luego de ese periodo, en los que su negocio fue un éxito que le absorbía todo el tiempo, decidió cerrar y por fin dedicarse a lo que en verdad quería.
Mientras más aprendía y practicaba, César comenzó a aplicar en concursos y becas. Creó un portafolio y en 2014, cuando se acercaba a los 30 años, solicitó la beca Jóvenes Creadores del FONCA y la ganó.
El tema de su proyecto, la vida de los plantadores de tabaco en Tepic surgió gracias a su mamá. “Estaba hablando con mis papás sobre qué tema abordar, cuando ella me sugirió: ‘¿Por qué no vas a las plantaciones?, tal vez allí encuentras algo’”. Y lo encontró.
La hoja dorada
Cada año, en esos plantíos verdes y frondosos que están a hora y media desde el centro de Tepic, cientos de wixaritari que llegan desde diferentes sitios de Nayarit, Jalisco y Durango trabajan en condiciones precarias, sin derechos laborales.
“Familias enteras hacen largos viajes para venir a trabajar en la zona que alguna vez se llamó la ‘Costa de Oro’ debido a las ganancias que dejaba para las grandes empresas de tabaco, pero no para los jornaleros”, comenta Rodriguez. “Sean niños o mujeres embarazadas, allí todos se involucran”.
El proceso de documentación de César Rodríguez fue extenso y arduo, no solamente duró el año de la beca del FONCA; se extendió por cuatro años más. “Hay muchas plantaciones de un montón de diferentes productores, están todas pegadas. Yo me iba caminando todo ese plantío buscando a los jornaleros que estaban cortando tabaco. Después de ubicar a una familia, hablaba con ellos, pasaba tiempo con ellos, y regresaba cada tanto”, cuenta sobre el proceso. “Hubo quien se negó, no querían que les tomara fotos; otros sí dejaron que les tomara fotos, pero no me hablaban”.
La intención del proyecto Hoja dorada —el nombre proviene del color que adquiere la hoja de tabaco cuando se seca— no solo se enfocaba en la denuncia de las pésimas condiciones de trabajo; Rodríguez también quería retratar la cotidianidad de los jornaleros. Por eso en sus fotografías aparecen niños jugando, las chozas donde viven las familias wixaritari y las cocinas improvisadas que arman en las plantaciones para alimentarse.
En su trabajo hay imágenes dolorosas, como una que retrata a unos niños bañándose en un canal de riego y se observa que la espalda de uno de ellos tiene marcas y erupciones en la piel. Otra fotografía muestra cicatrices en el cuerpo y en el rostro de otro menor de edad.
“Esa es muy fuerte, pero es importante. Muestra lo que pasa en las plantaciones, los problemas de salud que enfrentan, que se deben también a que no tienen ni dónde bañarse; se bañan en los canales de irrigación que están llenos de químicos, excremento y cadáveres de animales”, dice el fotógrafo. “Las costras y heridas que se le ven en todo el cuerpo le fueron creciendo. El niño se fue rascando y se le infectó. En las plantaciones no hay medicamentos ni médicos. Los patrones no se ocupan de ellos [los jornaleros]. Las empresas más grandes se deslindan; dicen: ‘Yo le compro el tabaco al patrón, yo no sé lo que pasa en los plantíos'”, explica César, que luego de fotografiar al niño, fue a Tepic y se las mostró a un médico. Le preguntó cómo podría ayudarlo y el médico le dio una pomada, advirtiendo que era necesario ver al niño para un diagnóstico preciso. Cuando César regresó a la plantación al día siguiente, la familia ya no estaba.
Con el paso del tiempo, enfrentó sus ideas contra la realidad desde que llegó a las plantaciones. Comprendió que la situación era más compleja porque implicaba ciertas creencias que estaban muy arraigadas en los jornaleros. “Para la mayoría de las personas con las que hablé ir allá [a las plantaciones] es una tradición. Todos los años van a cortar tabaco porque su papá los llevó y a él lo llevó su abuelo. Son pocos los que dicen quiero hacer otra cosa”, comenta César. “Yo pensaba desde mi vista privilegiada que por qué trabajan hasta tarde, por qué lo hacen hasta las dos o tres de la madrugada, yo pensaba ‘deben descansar, el patrón debe darles más tiempo de descanso’. Pero luego, hablando con ellos, te dicen ‘nosotros venimos a trabajar, no venimos a descansar. Venimos a tratar de sacar todo el dinero posible. Descansar es tiempo donde no estamos ganando’. Y cómo decirles algo”.
La paga semanal, que rondaba cerca de los 40 dólares por familia en el tiempo en que documentó los plantíos, apenas alcanzaba para alimentos, agua y nada más. Era la necesidad de obtener un poco más de dinero lo que obliga a los padres a introducir a sus hijos en la recolección de la hoja de tabaco: “Me decían ‘somos fuerza de trabajo toda la familia; si mis hijos no trabajan, no va a alcanzar para comer todos. Aquí todos tenemos que trabajar’”.
Luego de que en 2016 César Rodríguez publicó un fotoensayo en The New York Times con imágenes de los jornaleros y las plantaciones de tabaco que había tomado hasta entonces, algunas compañías extranjeras que compraban el tabaco cosechado en Tepic se acercaron con él y le aseguraron que buscarían mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. “Me decían que les habían aumentado el sueldo, les pusieron baños portátiles, algunos patrones les dieron alimento”, explica; aunque también comenta que esos cambios aún son mínimos. El más visible fue que les pusieron carpas y tiendas de campaña donde pudieran vivir mientras era la temporada de levantar la siembra.
“No ha cambiado mucho en todos estos años”, dice.
Actualmente César Rodríguez es fotoperiodista freelance, por lo que puede financiar sus proyectos personales. Ahora su mira tiene el foco en otro lado: “Estoy tratando de documentar sobre todos los tipos de maíz que hay en México, sobre las personas que los producen y sobre las festividades que hay alrededor de estos diferentes maíces”.
Y aunque está comenzando este proyecto que aborda la diversidad de maíz en México, la Hoja dorada sigue en el mapa: “Quiero regresar a las plantaciones. Espero el próximo año ir. La temporada termina cuando llegan las lluvias”.
La fotografía, que forma parte del libro de César Rodríguez, 'Hoja dorada', retrata dos realidades terribles en las plantaciones de tabaco en Tepic. Fuente: 'La Hoja dorada' de César Rodríguez.
Durante más de cinco años, el fotoperiodista César Rodríguez documentó las duras condiciones de trabajo en las plantaciones de tabaco en Tepic, Nayarit. Con el material reunido, publicó el libro <i>Hoja dorada</i>. El proyecto no solo denuncia la precariedad en la que laboran cientos de familias <i>wixaritari</I>, sino que también retrata su vida cotidiana.
Es un niño. Los rasgos, labios y nariz que apenas se sugieren lo delatan. En el pecho y los brazos, la piel está herida y repleta de costras. La fotografía, que forma parte del libro de César Rodríguez, Hoja dorada, retrata dos realidades terribles en las plantaciones de tabaco en Tepic, la capital del estado de Nayarit en México: el trabajo infantil y la falta de servicios médicos para los jornaleros, quienes se exponen a agroquímicos que afectan su salud.
Dedicarse a lo que en verdad quería
Pasó mucho tiempo antes de que se animara a dar sus primeros pasos en la fotografía; el interés existía desde la adolescencia, pero varios motivos evitaron que se concretara: falta de confianza, miedo al fracaso y sugerencias de que se dedicara a otra cosa. En la preparatoria un examen de orientación vocacional le recomendó estudiar administración. Eso hizo. “Estudié en Querétaro, en Ciudad de México y luego en Tepic. Pero no terminé”, recuerda. Buscando algo diferente qué hacer después de esa tortuosa experiencia, tomó un curso de fotografía y empezó a interesarse con más seriedad por la disciplina; pero algo surgió: el interés y el deseo por viajar. Conocer el mundo.
En 2005 decidió viajar a Europa, y la estancia se prolongó más de tres años: “Estuve de mesero, de seguridad, de salvavidas; trabajando en lo que sea”. A su regreso a México, puso una chocolatería. No era un proyecto a largo plazo; era un paso necesario para lo que deseaba.
“No sabía nada de chocolates, pero la abrí y estuve con ella como cinco años; la intención era tener algo de dinero para meterme en la fotografía”, explica. Luego de ese periodo, en los que su negocio fue un éxito que le absorbía todo el tiempo, decidió cerrar y por fin dedicarse a lo que en verdad quería.
Mientras más aprendía y practicaba, César comenzó a aplicar en concursos y becas. Creó un portafolio y en 2014, cuando se acercaba a los 30 años, solicitó la beca Jóvenes Creadores del FONCA y la ganó.
El tema de su proyecto, la vida de los plantadores de tabaco en Tepic surgió gracias a su mamá. “Estaba hablando con mis papás sobre qué tema abordar, cuando ella me sugirió: ‘¿Por qué no vas a las plantaciones?, tal vez allí encuentras algo’”. Y lo encontró.
La hoja dorada
Cada año, en esos plantíos verdes y frondosos que están a hora y media desde el centro de Tepic, cientos de wixaritari que llegan desde diferentes sitios de Nayarit, Jalisco y Durango trabajan en condiciones precarias, sin derechos laborales.
“Familias enteras hacen largos viajes para venir a trabajar en la zona que alguna vez se llamó la ‘Costa de Oro’ debido a las ganancias que dejaba para las grandes empresas de tabaco, pero no para los jornaleros”, comenta Rodriguez. “Sean niños o mujeres embarazadas, allí todos se involucran”.
El proceso de documentación de César Rodríguez fue extenso y arduo, no solamente duró el año de la beca del FONCA; se extendió por cuatro años más. “Hay muchas plantaciones de un montón de diferentes productores, están todas pegadas. Yo me iba caminando todo ese plantío buscando a los jornaleros que estaban cortando tabaco. Después de ubicar a una familia, hablaba con ellos, pasaba tiempo con ellos, y regresaba cada tanto”, cuenta sobre el proceso. “Hubo quien se negó, no querían que les tomara fotos; otros sí dejaron que les tomara fotos, pero no me hablaban”.
La intención del proyecto Hoja dorada —el nombre proviene del color que adquiere la hoja de tabaco cuando se seca— no solo se enfocaba en la denuncia de las pésimas condiciones de trabajo; Rodríguez también quería retratar la cotidianidad de los jornaleros. Por eso en sus fotografías aparecen niños jugando, las chozas donde viven las familias wixaritari y las cocinas improvisadas que arman en las plantaciones para alimentarse.
En su trabajo hay imágenes dolorosas, como una que retrata a unos niños bañándose en un canal de riego y se observa que la espalda de uno de ellos tiene marcas y erupciones en la piel. Otra fotografía muestra cicatrices en el cuerpo y en el rostro de otro menor de edad.
“Esa es muy fuerte, pero es importante. Muestra lo que pasa en las plantaciones, los problemas de salud que enfrentan, que se deben también a que no tienen ni dónde bañarse; se bañan en los canales de irrigación que están llenos de químicos, excremento y cadáveres de animales”, dice el fotógrafo. “Las costras y heridas que se le ven en todo el cuerpo le fueron creciendo. El niño se fue rascando y se le infectó. En las plantaciones no hay medicamentos ni médicos. Los patrones no se ocupan de ellos [los jornaleros]. Las empresas más grandes se deslindan; dicen: ‘Yo le compro el tabaco al patrón, yo no sé lo que pasa en los plantíos'”, explica César, que luego de fotografiar al niño, fue a Tepic y se las mostró a un médico. Le preguntó cómo podría ayudarlo y el médico le dio una pomada, advirtiendo que era necesario ver al niño para un diagnóstico preciso. Cuando César regresó a la plantación al día siguiente, la familia ya no estaba.
Con el paso del tiempo, enfrentó sus ideas contra la realidad desde que llegó a las plantaciones. Comprendió que la situación era más compleja porque implicaba ciertas creencias que estaban muy arraigadas en los jornaleros. “Para la mayoría de las personas con las que hablé ir allá [a las plantaciones] es una tradición. Todos los años van a cortar tabaco porque su papá los llevó y a él lo llevó su abuelo. Son pocos los que dicen quiero hacer otra cosa”, comenta César. “Yo pensaba desde mi vista privilegiada que por qué trabajan hasta tarde, por qué lo hacen hasta las dos o tres de la madrugada, yo pensaba ‘deben descansar, el patrón debe darles más tiempo de descanso’. Pero luego, hablando con ellos, te dicen ‘nosotros venimos a trabajar, no venimos a descansar. Venimos a tratar de sacar todo el dinero posible. Descansar es tiempo donde no estamos ganando’. Y cómo decirles algo”.
La paga semanal, que rondaba cerca de los 40 dólares por familia en el tiempo en que documentó los plantíos, apenas alcanzaba para alimentos, agua y nada más. Era la necesidad de obtener un poco más de dinero lo que obliga a los padres a introducir a sus hijos en la recolección de la hoja de tabaco: “Me decían ‘somos fuerza de trabajo toda la familia; si mis hijos no trabajan, no va a alcanzar para comer todos. Aquí todos tenemos que trabajar’”.
Luego de que en 2016 César Rodríguez publicó un fotoensayo en The New York Times con imágenes de los jornaleros y las plantaciones de tabaco que había tomado hasta entonces, algunas compañías extranjeras que compraban el tabaco cosechado en Tepic se acercaron con él y le aseguraron que buscarían mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. “Me decían que les habían aumentado el sueldo, les pusieron baños portátiles, algunos patrones les dieron alimento”, explica; aunque también comenta que esos cambios aún son mínimos. El más visible fue que les pusieron carpas y tiendas de campaña donde pudieran vivir mientras era la temporada de levantar la siembra.
“No ha cambiado mucho en todos estos años”, dice.
Actualmente César Rodríguez es fotoperiodista freelance, por lo que puede financiar sus proyectos personales. Ahora su mira tiene el foco en otro lado: “Estoy tratando de documentar sobre todos los tipos de maíz que hay en México, sobre las personas que los producen y sobre las festividades que hay alrededor de estos diferentes maíces”.
Y aunque está comenzando este proyecto que aborda la diversidad de maíz en México, la Hoja dorada sigue en el mapa: “Quiero regresar a las plantaciones. Espero el próximo año ir. La temporada termina cuando llegan las lluvias”.
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