Grandes mujeres a las que les robaron el nombre - Gatopardo

Grandes mujeres a las que les robaron el nombre

Esta es la historia de cuatro creadoras a las que un hombre les robó su nombre, mujeres opacadas por una sociedad que las rodeó de obstáculos. Sin embargo, el tiempo les hizo justicia…

Tiempo de lectura: 5 minutos

A través de los siglos, grandes mujeres han escondido sus obras bajo un pseudónimo masculino para protegerse de las cortas posibilidades de reconocimiento que la sociedad les ha otorgado históricamente. Le sucedió a Violet Paget (Vernon Lee), a Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero) y a Mary Ann Evans (George Eliot), por citar algunas. De no ser por los nombres y apellidos que encubrieron el género de estas autoras probablemente nunca hubieran sido publicadas, y mucho menos alcanzado la popularidad. Esto también se extendió a otros ámbitos, el de las mujeres científicas, músicos, pintoras, fotógrafas, escritoras, cuyos nombres han sido opacados u ocupados por el de un hombre sin que ellas tuvieran conocimiento, avalados por una sociedad a la que le resulta(aba) imposible atribuir a las mujeres capacidades más allá de lo doméstico, el matrimonio o la maternidad.

Sofonisba Anguissola (Cremona, c. 1535-Palermo, 1625) 

La primera mujer pintora reconocida en la historia del arte, nació en la plenitud del renacimiento, en el seno de una familia noble de Cremona (actual Italia). Sofonisba recibió desde temprana edad educación en artes con algunos de los renacentistas más reconocidos de la época, como Bernardino Campi, Bernardino Gatti y Miguel Ángel. Su tutelaje sentó un precedente para que las mujeres fueran aceptadas como estudiantes de arte, sin embargo, no tardó en enfrentarse con las limitantes que la sociedad imponía para su sexo: no estaba permitido que estudiara anatomía o dibujo del natural; era inaceptable que una mujer viera cuerpos desnudos.

Con sólo 25 años, en 1559 fue invitada a la Corte de Felipe II. Se trasladó a Madrid para fungir como retratista de la corte y dama de compañía de la nueva reina,  Isabel de Valois. A pesar de tener un amplio reconocimiento, su condición de mujer la enfrentó a un nuevo obstáculo. Sus retratos más distinguidos de la corte española, específicamente el de Felipe II o el de Isabel de Valois sosteniendo un retrato de Felipe II, fueron atribuidos durante siglos a Juan Pantoja de la Cruz, quien fue el retratista más importante de la corte durante el reinado de Felipe II y Felipe III. Luego de un proceso de revalorización en los años cuarenta del siglo pasado, la autoría fue adjudicada a Alonso Sánchez Coello, con quien Sofonisba trabajó estrechamente en la corte hasta aproximarse a su estilo.

La autoría de Sofonisba Anguissola se consolidó hasta 1990, a partir de la exposición “Alonso Sánchez Coello y el retrato en la corte de Felipe II” que tuvo lugar en el Museo del Prado. Se realizaron análisis técnicos de las dos obras en función del retrato de la reina Ana de Asturias, pintura confirmada de Sofonisba. Los investigadores concluyeron con la definitiva adjudicación de ambas obras a la pintora cremonesa.

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