La población de mariposas monarca se está recuperando
Los esfuerzos de los científicos mexicanos están teniendo muy buenos resultados.
Por quinto año consecutivo, este julio es el mes de la mariposa monarca. Se trata de una iniciativa de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y la Alianza WWF-Fundación Telmex Telcel.
La población de estas mariposas había mostrado una tendencia a la baja en años recientes, sin embargo en 2018 se logró una recuperación. El pasado invierno, las mariposas monarca establecieron 14 colonias en su periodo de hibernación en los bosques de Michoacán y el Estado de México. La población creció un 144% más que en 2017. Además, el World Wildlife Fund (WWF) encontró en el Nevado de Toluca una nueva colonia.
Las mariposas monarca llegan a hibernar a los bosques mexicanos tras un larguísimo recorrido de 4 mil kilómetros desde Canadá. Sin embargo, el invierno de 2013-2014 se registró la menor ocupación de bosque por las colonias en las últimas tres décadas con solo 0.67 hectáreas. Este año las 14 colonias ocuparon 6.05 hectáreas en su totalidad.
Para esta especie, la migración se dificultó en los últimos quince años por diversas amenazas. Entre los principales obstáculos está la disminución del algodoncillo del que se alimentan sus larvas en los sitios de reproducción en Estados Unidos. El algodoncillo es crucial para estas mariposas porque la hierba contiene propiedades tóxicas y medicinales, que ellas asimilan y almacenan en su piel para defenderse de los depredadores.
Además, de acuerdo con la WWF hay una degradación histórica en los bosques de hibernación mexicanos debido al cambio climático. La buena noticia es que este 2018 se reportó un mejor indicador, que podría coincidir con la disminución de la degradación forestal en un 57 por ciento dentro de la Reserva Monarca ese mismo año, previo a la llegada de las mariposas.
Aunque la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca sí sufrió afectaciones en 6.7 hectáreas, los daños fueron mucho menores a los del año anterior, que afectaron 15.8 hectáreas en el periodo 2016-2017. La deforestación en la reserva se debe a la tala clandestina en la comunidad San Felipe de los Alzati, en Zitácuaro, Michoacán que creció de 0.6 hectáreas a 1.4 de 2016 a 2018.
«Un debilitamiento de la cohesión social provocó la tala de 1.2 hectáreas. También la sequía que afecta a la región desde hace varios años causó estragos en 3.9 hectáreas, casi el triple que el periodo anterior», indicó el monitoreo forestal que hizo la alianza junto al Instituto de Biología de la UNAM publicado en octubre 2018.
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Antes de 1960 se desconocía que las mariposas monarca migraban hacia y por una ruta específica. Fue el investigador canadiense Frederick Urquhart quien se preguntó hacia dónde partía la población de mariposas monarca en septiembre.
Urquhart encontraba fascinantes a estos seres que pueden oler y sentir a través de sus antenas. Se desempeñó como profesor de zoología y en 1937 comenzó una larga investigación para responder la pregunta: ¿qué hacían las mariposas pasando Texas?
Fue hasta 1940 que logró un sistema de etiqueta exitoso en las mariposas monarcas. Hubo que esperar a que pasara la Segunda Guerra Mundial para que él y Norah, su esposa, comenzaran a marcar miles de mariposas con un diminuto sello en las alas con la frase «Enviar a Zoología en la Universidad de Toronto Canadá». Para 1952 ya habían tejido una red con miles de personas en Canadá y Estados Unidos que participarían en esta delicada tarea.
En 1960, una mariposa que tenía su etiqueta fue identificada en San Luis Potosí, México. Frank continuó sus estudios sobre la migración de esta especie y encontró que las mariposas no viajan de noche y que pueden desplazarse hasta 130 kilómetros durante el día, según relata la WWF. También descubrió que las monarca migratorias son las que nacen al final del verano.
En enero de 1975, Ken Brugger y Cathalina Aguado en la Ciudad de México, respondieron a un anuncio en el que los Urquhart pedían voluntarios para seguir la ruta. Ellos iniciaron la búsqueda en motocicleta y el 9 de enero hallaron una colonia de miles de estos seres vivos en el Cerro Pelón en el Estado de México. El descubrimiento de la pareja aventurera fue protagonista del reportaje principal de la revista National Geographic en agosto de 1976.
Frank y Norah viajaron a ese lugar el siguiente año y el hallazgo invaluable fue el impresionante efecto visual de millones de mariposas bicolor postradas en cedros, oyameles y pinos, como si sustituyeran el verde por el naranja. Miles de personas en los tres países se convirtieron en «científicos ciudadanos», como los llamaron después y gracias a los Urquhart se involucraron en el destino de una especie tan diminuta, que tiene un peso de cinco gramos.
Nora y Fred Urquhart se hicieron acreedores a la Orden de Canadá, el más alto reconocimiento otorgado a ciudadanos de ese país por contribuir a la nación. Sin su trabajo y el de los Brugger, el actual santuario que conocen miles de visitantes en México probablemente no existiría.
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Las medidas que se toman en Norteamérica para la conservación de la mariposa tienen resultados, pero de acuerdo con una reciente investigación, podría no ser tan buena noticia. Entre estas acciones, algunos centros en Norteamérica criaron a mariposas en cautiverio para liberarlas en las temporadas de migración a finales del verano y durante otoño.
Aunque se desconoce con certeza si funciona este sistema, investigadores de la Universidad de Texas presentaron el 24 de junio un estudio que explica la pérdida del comportamiento migratorio en las mariposas que nacen en cautiverio. Las monarca de criadero no lograron orientarse hacia el sur cuando fueron liberadas en otoño, a diferencia de los individuos silvestres. Además, la población en cautiverio era genéticamente muy divergente a las mariposas monarcas silvestres norteamericanas que fueron capturadas para este propósito. Tenían alas más redondas, similares a las monarcas de las poblaciones no migratorias.
“Esta investigación brinda una ventana a la complejidad -y notable- fragilidad de la migración», indica el estudio titulado Pérdida contemporánea de migración en las mariposas monarcas.
Aunque las mariposas de la generación Matusalén (que son las migratorias) viven seis o siete meses más que la generación anterior (que sólo vive entre 4 y 6 semanas), las mariposas que vuelan a México son animales que nunca antes han estado aquí y se piensa que durante su viaje se orientan por la posición del Sol, como lo señala la WWF.
Aunque a largo plazo se desconoce qué podría pasar con las mariposas criadas en cautiverio, su ruta migratoria debe protegerse, al igual que las reservas por las que transitan. Hay que dejarlas continuar sin obstáculos.
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