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La movilidad social es mucho más difícil para las mujeres

La movilidad social es mucho más difícil para las mujeres

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Fotografía de
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Traducción de
24
.
06
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19
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75 de cada 100 mujeres que nacen en la pobreza no logran salir de esa condición.

¿El destino de las personas está determinado por sus condiciones de origen? Con esa pregunta inicia el informe más actualizado sobre las oportunidades que tienen los mexicanos y las mexicanas para superar el nivel socioeconómico en el que han nacido.Realizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), el informe "Movilidad social en México 2019. Hacia la igualdad regional de oportunidades", nace de la inquietud de responder a esta pregunta, esencial para el crecimiento del país.La respuesta no sorprende: México se caracteriza por una escasa movilidad social y eso significa que quienes nacen en una posición socioeconómica desventajosa, tendrán pocas posibilidades de superar su situación a lo largo de la vida.El grado de movilidad varía según la región del país. En el sur de México las barreras son tales que el 86 por ciento de los mexicanos que nacen en un hogar pobre permanecen en la misma situación hasta la adultez. Y la estadística es aún más cruda cuando se usa otro comparativo: de 100 mexicanos que nacen en esta misma situación, solamente dos logran dar el salto de ser muy pobres a ser ricos.En el norte del país, el escenario es más alentador: 54 de cada 100 mexicanos que nacen en un hogar pobre en el norte del país siguen en la misma situación al llegar a la adultez, mientras que el resto logran mejorar sus condiciones de vida.[caption id="attachment_235500" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]La movilidad social general en México es una mezcla de ambas realidades: 49 de cada 100 personas que nacen en los hogares del grupo más bajo de la escalera social, se quedan ahí toda su vida, de acuerdo con el informe.“Esforzarse y no progresar, tener talento y no poder explotarlo es estar determinado por el origen y no por el mérito”, escribe Julio Serrano Espinosa, miembro del comité directivo del CEEY al inicio del informe.Para agregar una capa más de complejidad al tema, en términos de movilidad social, el color de piel también es determinante: los mexicanos de tono más oscuro experimentan menor movilidad ascendente y mayor movilidad descendente respecto de quienes tienen un tono de piel más claro.Otro factor que pesa en la balanza es el género: si una mujer nació en la base de la escalera social, tendrá menos probabilidades que un hombre de escapar de la pobreza. 75 de cada 100 mujeres que nacen en dicha posición no logran superar la condición de pobreza, mientras que, lo mismo sucede con 71 de cada 100 hombres que provienen de la misma condiciónEntre la población no económicamente activa en edad de trabajar, el 23 por ciento declara que quisiera participar en el mercado de trabajo, pero no puede hacerlo por factores fuera de su control.[caption id="attachment_235498" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]Se trata de personas excluidas del mercado de trabajo, indica el informe con cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2017. Entre ellas, casi 40 % están excluidas por razones que se asocian con la baja movilidad social y de ese porcentaje, 59 % son mujeres, quienes por tener que dedicarse a tareas del hogar o de cuidados no remunerados de niños, personas mayores o enfermas, o por habérseles negado el derecho a trabajar, no han podido incorporarse en el mercado laboral.Más de la mitad de las personas que dejan o renuncian a su empleo lo hacen por razones ligadas a factores de baja movilidad social y un 78 % de los casos está directamente asociado con razones de género.En la población femenina también se aplica la regla de “origen es destino”, pues el 52 % de las hijas de madres trabajadoras está inserta en el mercado laboral, en comparación con las mujeres que trabajan y son hijas de madres que no lo hicieron, que es del 35%.“Esta brecha en buena medida refleja la influencia de los roles de género y su transmisión entre generaciones”, explica el CEEY.El quehacer de los padres es relevante porque un hijo criado por una madre inserta en el mercado laboral tiene 63 por ciento más probabilidades de unirse con una esposa que replica dicha condición de inserción laboral.“El haber tenido una madre trabajadora promueve que el jefe o jefa del hogar distribuya de manera igualitaria los recursos para la educación entre sus hijos e hijas”, señala la investigación.[caption id="attachment_235504" align="aligncenter" width="620"]

Zona de Santa Fe, Ciudad de México

Zona de Santa Fe, Ciudad de México / CEEY[/caption]En el caso de México, por ejemplo, el que las mujeres se inserten o no en el mercado laboral se relaciona de manera directa con el nivel educativo de sus padres: mientras más educación hayan tenido ellos, más probabilidades hay de que ella tenga un empleo formal.El CEEY se sustenta en otros estudios afines al tema de género, en los que se documenta que el 30 por ciento de la disminución de la pobreza ocurrida en América Latina en los últimos años se puede atribuir, en parte, al crecimiento de la participación femenina en las actividades económicas.Sin embargo, el cómo se integra este sector de la población a la vida laboral también influye, pues la gran mayoría consigue su primer empleo por su propia cuenta, pero el 30 por ciento de los hombres y 25 por ciento de las mujeres recibe ayuda de algún conocido.Una vez insertas en el mercado de trabajo, las mujeres se ven condicionadas por la intermitencia laboral que ocasiona la maternidad. “Lo anterior hace que la movilidad social a lo largo del ciclo de vida se vea interrumpida, y que el trabajo remunerado no necesariamente sea la principal ocupación de las mujeres”, indica la investigación.Las mujeres también tienden a buscar más empleos por cuenta propia y es una condición que provoca la informalidad laboral.Además, la violencia en entornos públicos como la escuela, el trabajo o la calle, se concentra más entre las mujeres de los estratos más altos, debido a un efecto de exposición.[caption id="attachment_235501" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]

¿Qué queda por hacer?

Existen varias opciones para promover la movilidad social, de acuerdo con el CEEY, entre ellas están la universalización y mejora de la calidad del aprendizaje y la pertinencia de la educación en todos los niveles.La organización urge a mejorar la política laboral que se relaciona con la baja productividad en el mercado de trabajo y propone uno más “estable y formalizado”. Por otro lado, definen como prioritario que el salario mínimo recupere su poder adquisitivo.En suma a estas políticas integrales, también incluyen en sus conclusiones que se implemente un Sistema Nacional de Salud universal y efectivo.“Sin movilidad social, no importa cuán grandes sean los esfuerzos de quienes nacen en situaciones de mayor desventaja, sus posibilidades de mejora serán limitadas”.

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75 de cada 100 mujeres que nacen en la pobreza no logran salir de esa condición.

¿El destino de las personas está determinado por sus condiciones de origen? Con esa pregunta inicia el informe más actualizado sobre las oportunidades que tienen los mexicanos y las mexicanas para superar el nivel socioeconómico en el que han nacido.Realizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), el informe "Movilidad social en México 2019. Hacia la igualdad regional de oportunidades", nace de la inquietud de responder a esta pregunta, esencial para el crecimiento del país.La respuesta no sorprende: México se caracteriza por una escasa movilidad social y eso significa que quienes nacen en una posición socioeconómica desventajosa, tendrán pocas posibilidades de superar su situación a lo largo de la vida.El grado de movilidad varía según la región del país. En el sur de México las barreras son tales que el 86 por ciento de los mexicanos que nacen en un hogar pobre permanecen en la misma situación hasta la adultez. Y la estadística es aún más cruda cuando se usa otro comparativo: de 100 mexicanos que nacen en esta misma situación, solamente dos logran dar el salto de ser muy pobres a ser ricos.En el norte del país, el escenario es más alentador: 54 de cada 100 mexicanos que nacen en un hogar pobre en el norte del país siguen en la misma situación al llegar a la adultez, mientras que el resto logran mejorar sus condiciones de vida.[caption id="attachment_235500" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]La movilidad social general en México es una mezcla de ambas realidades: 49 de cada 100 personas que nacen en los hogares del grupo más bajo de la escalera social, se quedan ahí toda su vida, de acuerdo con el informe.“Esforzarse y no progresar, tener talento y no poder explotarlo es estar determinado por el origen y no por el mérito”, escribe Julio Serrano Espinosa, miembro del comité directivo del CEEY al inicio del informe.Para agregar una capa más de complejidad al tema, en términos de movilidad social, el color de piel también es determinante: los mexicanos de tono más oscuro experimentan menor movilidad ascendente y mayor movilidad descendente respecto de quienes tienen un tono de piel más claro.Otro factor que pesa en la balanza es el género: si una mujer nació en la base de la escalera social, tendrá menos probabilidades que un hombre de escapar de la pobreza. 75 de cada 100 mujeres que nacen en dicha posición no logran superar la condición de pobreza, mientras que, lo mismo sucede con 71 de cada 100 hombres que provienen de la misma condiciónEntre la población no económicamente activa en edad de trabajar, el 23 por ciento declara que quisiera participar en el mercado de trabajo, pero no puede hacerlo por factores fuera de su control.[caption id="attachment_235498" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]Se trata de personas excluidas del mercado de trabajo, indica el informe con cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2017. Entre ellas, casi 40 % están excluidas por razones que se asocian con la baja movilidad social y de ese porcentaje, 59 % son mujeres, quienes por tener que dedicarse a tareas del hogar o de cuidados no remunerados de niños, personas mayores o enfermas, o por habérseles negado el derecho a trabajar, no han podido incorporarse en el mercado laboral.Más de la mitad de las personas que dejan o renuncian a su empleo lo hacen por razones ligadas a factores de baja movilidad social y un 78 % de los casos está directamente asociado con razones de género.En la población femenina también se aplica la regla de “origen es destino”, pues el 52 % de las hijas de madres trabajadoras está inserta en el mercado laboral, en comparación con las mujeres que trabajan y son hijas de madres que no lo hicieron, que es del 35%.“Esta brecha en buena medida refleja la influencia de los roles de género y su transmisión entre generaciones”, explica el CEEY.El quehacer de los padres es relevante porque un hijo criado por una madre inserta en el mercado laboral tiene 63 por ciento más probabilidades de unirse con una esposa que replica dicha condición de inserción laboral.“El haber tenido una madre trabajadora promueve que el jefe o jefa del hogar distribuya de manera igualitaria los recursos para la educación entre sus hijos e hijas”, señala la investigación.[caption id="attachment_235504" align="aligncenter" width="620"]

Zona de Santa Fe, Ciudad de México

Zona de Santa Fe, Ciudad de México / CEEY[/caption]En el caso de México, por ejemplo, el que las mujeres se inserten o no en el mercado laboral se relaciona de manera directa con el nivel educativo de sus padres: mientras más educación hayan tenido ellos, más probabilidades hay de que ella tenga un empleo formal.El CEEY se sustenta en otros estudios afines al tema de género, en los que se documenta que el 30 por ciento de la disminución de la pobreza ocurrida en América Latina en los últimos años se puede atribuir, en parte, al crecimiento de la participación femenina en las actividades económicas.Sin embargo, el cómo se integra este sector de la población a la vida laboral también influye, pues la gran mayoría consigue su primer empleo por su propia cuenta, pero el 30 por ciento de los hombres y 25 por ciento de las mujeres recibe ayuda de algún conocido.Una vez insertas en el mercado de trabajo, las mujeres se ven condicionadas por la intermitencia laboral que ocasiona la maternidad. “Lo anterior hace que la movilidad social a lo largo del ciclo de vida se vea interrumpida, y que el trabajo remunerado no necesariamente sea la principal ocupación de las mujeres”, indica la investigación.Las mujeres también tienden a buscar más empleos por cuenta propia y es una condición que provoca la informalidad laboral.Además, la violencia en entornos públicos como la escuela, el trabajo o la calle, se concentra más entre las mujeres de los estratos más altos, debido a un efecto de exposición.[caption id="attachment_235501" align="aligncenter" width="620"]

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¿El destino de las personas está determinado por sus condiciones de origen? Con esa pregunta inicia el informe más actualizado sobre las oportunidades que tienen los mexicanos y las mexicanas para superar el nivel socioeconómico en el que han nacido.Realizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), el informe "Movilidad social en México 2019. Hacia la igualdad regional de oportunidades", nace de la inquietud de responder a esta pregunta, esencial para el crecimiento del país.La respuesta no sorprende: México se caracteriza por una escasa movilidad social y eso significa que quienes nacen en una posición socioeconómica desventajosa, tendrán pocas posibilidades de superar su situación a lo largo de la vida.El grado de movilidad varía según la región del país. En el sur de México las barreras son tales que el 86 por ciento de los mexicanos que nacen en un hogar pobre permanecen en la misma situación hasta la adultez. Y la estadística es aún más cruda cuando se usa otro comparativo: de 100 mexicanos que nacen en esta misma situación, solamente dos logran dar el salto de ser muy pobres a ser ricos.En el norte del país, el escenario es más alentador: 54 de cada 100 mexicanos que nacen en un hogar pobre en el norte del país siguen en la misma situación al llegar a la adultez, mientras que el resto logran mejorar sus condiciones de vida.[caption id="attachment_235500" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]La movilidad social general en México es una mezcla de ambas realidades: 49 de cada 100 personas que nacen en los hogares del grupo más bajo de la escalera social, se quedan ahí toda su vida, de acuerdo con el informe.“Esforzarse y no progresar, tener talento y no poder explotarlo es estar determinado por el origen y no por el mérito”, escribe Julio Serrano Espinosa, miembro del comité directivo del CEEY al inicio del informe.Para agregar una capa más de complejidad al tema, en términos de movilidad social, el color de piel también es determinante: los mexicanos de tono más oscuro experimentan menor movilidad ascendente y mayor movilidad descendente respecto de quienes tienen un tono de piel más claro.Otro factor que pesa en la balanza es el género: si una mujer nació en la base de la escalera social, tendrá menos probabilidades que un hombre de escapar de la pobreza. 75 de cada 100 mujeres que nacen en dicha posición no logran superar la condición de pobreza, mientras que, lo mismo sucede con 71 de cada 100 hombres que provienen de la misma condiciónEntre la población no económicamente activa en edad de trabajar, el 23 por ciento declara que quisiera participar en el mercado de trabajo, pero no puede hacerlo por factores fuera de su control.[caption id="attachment_235498" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]Se trata de personas excluidas del mercado de trabajo, indica el informe con cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2017. Entre ellas, casi 40 % están excluidas por razones que se asocian con la baja movilidad social y de ese porcentaje, 59 % son mujeres, quienes por tener que dedicarse a tareas del hogar o de cuidados no remunerados de niños, personas mayores o enfermas, o por habérseles negado el derecho a trabajar, no han podido incorporarse en el mercado laboral.Más de la mitad de las personas que dejan o renuncian a su empleo lo hacen por razones ligadas a factores de baja movilidad social y un 78 % de los casos está directamente asociado con razones de género.En la población femenina también se aplica la regla de “origen es destino”, pues el 52 % de las hijas de madres trabajadoras está inserta en el mercado laboral, en comparación con las mujeres que trabajan y son hijas de madres que no lo hicieron, que es del 35%.“Esta brecha en buena medida refleja la influencia de los roles de género y su transmisión entre generaciones”, explica el CEEY.El quehacer de los padres es relevante porque un hijo criado por una madre inserta en el mercado laboral tiene 63 por ciento más probabilidades de unirse con una esposa que replica dicha condición de inserción laboral.“El haber tenido una madre trabajadora promueve que el jefe o jefa del hogar distribuya de manera igualitaria los recursos para la educación entre sus hijos e hijas”, señala la investigación.[caption id="attachment_235504" align="aligncenter" width="620"]

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Zona de Santa Fe, Ciudad de México / CEEY[/caption]En el caso de México, por ejemplo, el que las mujeres se inserten o no en el mercado laboral se relaciona de manera directa con el nivel educativo de sus padres: mientras más educación hayan tenido ellos, más probabilidades hay de que ella tenga un empleo formal.El CEEY se sustenta en otros estudios afines al tema de género, en los que se documenta que el 30 por ciento de la disminución de la pobreza ocurrida en América Latina en los últimos años se puede atribuir, en parte, al crecimiento de la participación femenina en las actividades económicas.Sin embargo, el cómo se integra este sector de la población a la vida laboral también influye, pues la gran mayoría consigue su primer empleo por su propia cuenta, pero el 30 por ciento de los hombres y 25 por ciento de las mujeres recibe ayuda de algún conocido.Una vez insertas en el mercado de trabajo, las mujeres se ven condicionadas por la intermitencia laboral que ocasiona la maternidad. “Lo anterior hace que la movilidad social a lo largo del ciclo de vida se vea interrumpida, y que el trabajo remunerado no necesariamente sea la principal ocupación de las mujeres”, indica la investigación.Las mujeres también tienden a buscar más empleos por cuenta propia y es una condición que provoca la informalidad laboral.Además, la violencia en entornos públicos como la escuela, el trabajo o la calle, se concentra más entre las mujeres de los estratos más altos, debido a un efecto de exposición.[caption id="attachment_235501" align="aligncenter" width="620"]

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Existen varias opciones para promover la movilidad social, de acuerdo con el CEEY, entre ellas están la universalización y mejora de la calidad del aprendizaje y la pertinencia de la educación en todos los niveles.La organización urge a mejorar la política laboral que se relaciona con la baja productividad en el mercado de trabajo y propone uno más “estable y formalizado”. Por otro lado, definen como prioritario que el salario mínimo recupere su poder adquisitivo.En suma a estas políticas integrales, también incluyen en sus conclusiones que se implemente un Sistema Nacional de Salud universal y efectivo.“Sin movilidad social, no importa cuán grandes sean los esfuerzos de quienes nacen en situaciones de mayor desventaja, sus posibilidades de mejora serán limitadas”.

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¿El destino de las personas está determinado por sus condiciones de origen? Con esa pregunta inicia el informe más actualizado sobre las oportunidades que tienen los mexicanos y las mexicanas para superar el nivel socioeconómico en el que han nacido.Realizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), el informe "Movilidad social en México 2019. Hacia la igualdad regional de oportunidades", nace de la inquietud de responder a esta pregunta, esencial para el crecimiento del país.La respuesta no sorprende: México se caracteriza por una escasa movilidad social y eso significa que quienes nacen en una posición socioeconómica desventajosa, tendrán pocas posibilidades de superar su situación a lo largo de la vida.El grado de movilidad varía según la región del país. En el sur de México las barreras son tales que el 86 por ciento de los mexicanos que nacen en un hogar pobre permanecen en la misma situación hasta la adultez. Y la estadística es aún más cruda cuando se usa otro comparativo: de 100 mexicanos que nacen en esta misma situación, solamente dos logran dar el salto de ser muy pobres a ser ricos.En el norte del país, el escenario es más alentador: 54 de cada 100 mexicanos que nacen en un hogar pobre en el norte del país siguen en la misma situación al llegar a la adultez, mientras que el resto logran mejorar sus condiciones de vida.[caption id="attachment_235500" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]La movilidad social general en México es una mezcla de ambas realidades: 49 de cada 100 personas que nacen en los hogares del grupo más bajo de la escalera social, se quedan ahí toda su vida, de acuerdo con el informe.“Esforzarse y no progresar, tener talento y no poder explotarlo es estar determinado por el origen y no por el mérito”, escribe Julio Serrano Espinosa, miembro del comité directivo del CEEY al inicio del informe.Para agregar una capa más de complejidad al tema, en términos de movilidad social, el color de piel también es determinante: los mexicanos de tono más oscuro experimentan menor movilidad ascendente y mayor movilidad descendente respecto de quienes tienen un tono de piel más claro.Otro factor que pesa en la balanza es el género: si una mujer nació en la base de la escalera social, tendrá menos probabilidades que un hombre de escapar de la pobreza. 75 de cada 100 mujeres que nacen en dicha posición no logran superar la condición de pobreza, mientras que, lo mismo sucede con 71 de cada 100 hombres que provienen de la misma condiciónEntre la población no económicamente activa en edad de trabajar, el 23 por ciento declara que quisiera participar en el mercado de trabajo, pero no puede hacerlo por factores fuera de su control.[caption id="attachment_235498" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]Se trata de personas excluidas del mercado de trabajo, indica el informe con cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2017. Entre ellas, casi 40 % están excluidas por razones que se asocian con la baja movilidad social y de ese porcentaje, 59 % son mujeres, quienes por tener que dedicarse a tareas del hogar o de cuidados no remunerados de niños, personas mayores o enfermas, o por habérseles negado el derecho a trabajar, no han podido incorporarse en el mercado laboral.Más de la mitad de las personas que dejan o renuncian a su empleo lo hacen por razones ligadas a factores de baja movilidad social y un 78 % de los casos está directamente asociado con razones de género.En la población femenina también se aplica la regla de “origen es destino”, pues el 52 % de las hijas de madres trabajadoras está inserta en el mercado laboral, en comparación con las mujeres que trabajan y son hijas de madres que no lo hicieron, que es del 35%.“Esta brecha en buena medida refleja la influencia de los roles de género y su transmisión entre generaciones”, explica el CEEY.El quehacer de los padres es relevante porque un hijo criado por una madre inserta en el mercado laboral tiene 63 por ciento más probabilidades de unirse con una esposa que replica dicha condición de inserción laboral.“El haber tenido una madre trabajadora promueve que el jefe o jefa del hogar distribuya de manera igualitaria los recursos para la educación entre sus hijos e hijas”, señala la investigación.[caption id="attachment_235504" align="aligncenter" width="620"]

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Zona de Santa Fe, Ciudad de México / CEEY[/caption]En el caso de México, por ejemplo, el que las mujeres se inserten o no en el mercado laboral se relaciona de manera directa con el nivel educativo de sus padres: mientras más educación hayan tenido ellos, más probabilidades hay de que ella tenga un empleo formal.El CEEY se sustenta en otros estudios afines al tema de género, en los que se documenta que el 30 por ciento de la disminución de la pobreza ocurrida en América Latina en los últimos años se puede atribuir, en parte, al crecimiento de la participación femenina en las actividades económicas.Sin embargo, el cómo se integra este sector de la población a la vida laboral también influye, pues la gran mayoría consigue su primer empleo por su propia cuenta, pero el 30 por ciento de los hombres y 25 por ciento de las mujeres recibe ayuda de algún conocido.Una vez insertas en el mercado de trabajo, las mujeres se ven condicionadas por la intermitencia laboral que ocasiona la maternidad. “Lo anterior hace que la movilidad social a lo largo del ciclo de vida se vea interrumpida, y que el trabajo remunerado no necesariamente sea la principal ocupación de las mujeres”, indica la investigación.Las mujeres también tienden a buscar más empleos por cuenta propia y es una condición que provoca la informalidad laboral.Además, la violencia en entornos públicos como la escuela, el trabajo o la calle, se concentra más entre las mujeres de los estratos más altos, debido a un efecto de exposición.[caption id="attachment_235501" align="aligncenter" width="620"]

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¿El destino de las personas está determinado por sus condiciones de origen? Con esa pregunta inicia el informe más actualizado sobre las oportunidades que tienen los mexicanos y las mexicanas para superar el nivel socioeconómico en el que han nacido.Realizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), el informe "Movilidad social en México 2019. Hacia la igualdad regional de oportunidades", nace de la inquietud de responder a esta pregunta, esencial para el crecimiento del país.La respuesta no sorprende: México se caracteriza por una escasa movilidad social y eso significa que quienes nacen en una posición socioeconómica desventajosa, tendrán pocas posibilidades de superar su situación a lo largo de la vida.El grado de movilidad varía según la región del país. En el sur de México las barreras son tales que el 86 por ciento de los mexicanos que nacen en un hogar pobre permanecen en la misma situación hasta la adultez. Y la estadística es aún más cruda cuando se usa otro comparativo: de 100 mexicanos que nacen en esta misma situación, solamente dos logran dar el salto de ser muy pobres a ser ricos.En el norte del país, el escenario es más alentador: 54 de cada 100 mexicanos que nacen en un hogar pobre en el norte del país siguen en la misma situación al llegar a la adultez, mientras que el resto logran mejorar sus condiciones de vida.[caption id="attachment_235500" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]La movilidad social general en México es una mezcla de ambas realidades: 49 de cada 100 personas que nacen en los hogares del grupo más bajo de la escalera social, se quedan ahí toda su vida, de acuerdo con el informe.“Esforzarse y no progresar, tener talento y no poder explotarlo es estar determinado por el origen y no por el mérito”, escribe Julio Serrano Espinosa, miembro del comité directivo del CEEY al inicio del informe.Para agregar una capa más de complejidad al tema, en términos de movilidad social, el color de piel también es determinante: los mexicanos de tono más oscuro experimentan menor movilidad ascendente y mayor movilidad descendente respecto de quienes tienen un tono de piel más claro.Otro factor que pesa en la balanza es el género: si una mujer nació en la base de la escalera social, tendrá menos probabilidades que un hombre de escapar de la pobreza. 75 de cada 100 mujeres que nacen en dicha posición no logran superar la condición de pobreza, mientras que, lo mismo sucede con 71 de cada 100 hombres que provienen de la misma condiciónEntre la población no económicamente activa en edad de trabajar, el 23 por ciento declara que quisiera participar en el mercado de trabajo, pero no puede hacerlo por factores fuera de su control.[caption id="attachment_235498" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]Se trata de personas excluidas del mercado de trabajo, indica el informe con cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2017. Entre ellas, casi 40 % están excluidas por razones que se asocian con la baja movilidad social y de ese porcentaje, 59 % son mujeres, quienes por tener que dedicarse a tareas del hogar o de cuidados no remunerados de niños, personas mayores o enfermas, o por habérseles negado el derecho a trabajar, no han podido incorporarse en el mercado laboral.Más de la mitad de las personas que dejan o renuncian a su empleo lo hacen por razones ligadas a factores de baja movilidad social y un 78 % de los casos está directamente asociado con razones de género.En la población femenina también se aplica la regla de “origen es destino”, pues el 52 % de las hijas de madres trabajadoras está inserta en el mercado laboral, en comparación con las mujeres que trabajan y son hijas de madres que no lo hicieron, que es del 35%.“Esta brecha en buena medida refleja la influencia de los roles de género y su transmisión entre generaciones”, explica el CEEY.El quehacer de los padres es relevante porque un hijo criado por una madre inserta en el mercado laboral tiene 63 por ciento más probabilidades de unirse con una esposa que replica dicha condición de inserción laboral.“El haber tenido una madre trabajadora promueve que el jefe o jefa del hogar distribuya de manera igualitaria los recursos para la educación entre sus hijos e hijas”, señala la investigación.[caption id="attachment_235504" align="aligncenter" width="620"]

Zona de Santa Fe, Ciudad de México

Zona de Santa Fe, Ciudad de México / CEEY[/caption]En el caso de México, por ejemplo, el que las mujeres se inserten o no en el mercado laboral se relaciona de manera directa con el nivel educativo de sus padres: mientras más educación hayan tenido ellos, más probabilidades hay de que ella tenga un empleo formal.El CEEY se sustenta en otros estudios afines al tema de género, en los que se documenta que el 30 por ciento de la disminución de la pobreza ocurrida en América Latina en los últimos años se puede atribuir, en parte, al crecimiento de la participación femenina en las actividades económicas.Sin embargo, el cómo se integra este sector de la población a la vida laboral también influye, pues la gran mayoría consigue su primer empleo por su propia cuenta, pero el 30 por ciento de los hombres y 25 por ciento de las mujeres recibe ayuda de algún conocido.Una vez insertas en el mercado de trabajo, las mujeres se ven condicionadas por la intermitencia laboral que ocasiona la maternidad. “Lo anterior hace que la movilidad social a lo largo del ciclo de vida se vea interrumpida, y que el trabajo remunerado no necesariamente sea la principal ocupación de las mujeres”, indica la investigación.Las mujeres también tienden a buscar más empleos por cuenta propia y es una condición que provoca la informalidad laboral.Además, la violencia en entornos públicos como la escuela, el trabajo o la calle, se concentra más entre las mujeres de los estratos más altos, debido a un efecto de exposición.[caption id="attachment_235501" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]

¿Qué queda por hacer?

Existen varias opciones para promover la movilidad social, de acuerdo con el CEEY, entre ellas están la universalización y mejora de la calidad del aprendizaje y la pertinencia de la educación en todos los niveles.La organización urge a mejorar la política laboral que se relaciona con la baja productividad en el mercado de trabajo y propone uno más “estable y formalizado”. Por otro lado, definen como prioritario que el salario mínimo recupere su poder adquisitivo.En suma a estas políticas integrales, también incluyen en sus conclusiones que se implemente un Sistema Nacional de Salud universal y efectivo.“Sin movilidad social, no importa cuán grandes sean los esfuerzos de quienes nacen en situaciones de mayor desventaja, sus posibilidades de mejora serán limitadas”.

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La movilidad social es mucho más difícil para las mujeres

La movilidad social es mucho más difícil para las mujeres

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75 de cada 100 mujeres que nacen en la pobreza no logran salir de esa condición.

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¿El destino de las personas está determinado por sus condiciones de origen? Con esa pregunta inicia el informe más actualizado sobre las oportunidades que tienen los mexicanos y las mexicanas para superar el nivel socioeconómico en el que han nacido.Realizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), el informe "Movilidad social en México 2019. Hacia la igualdad regional de oportunidades", nace de la inquietud de responder a esta pregunta, esencial para el crecimiento del país.La respuesta no sorprende: México se caracteriza por una escasa movilidad social y eso significa que quienes nacen en una posición socioeconómica desventajosa, tendrán pocas posibilidades de superar su situación a lo largo de la vida.El grado de movilidad varía según la región del país. En el sur de México las barreras son tales que el 86 por ciento de los mexicanos que nacen en un hogar pobre permanecen en la misma situación hasta la adultez. Y la estadística es aún más cruda cuando se usa otro comparativo: de 100 mexicanos que nacen en esta misma situación, solamente dos logran dar el salto de ser muy pobres a ser ricos.En el norte del país, el escenario es más alentador: 54 de cada 100 mexicanos que nacen en un hogar pobre en el norte del país siguen en la misma situación al llegar a la adultez, mientras que el resto logran mejorar sus condiciones de vida.[caption id="attachment_235500" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]La movilidad social general en México es una mezcla de ambas realidades: 49 de cada 100 personas que nacen en los hogares del grupo más bajo de la escalera social, se quedan ahí toda su vida, de acuerdo con el informe.“Esforzarse y no progresar, tener talento y no poder explotarlo es estar determinado por el origen y no por el mérito”, escribe Julio Serrano Espinosa, miembro del comité directivo del CEEY al inicio del informe.Para agregar una capa más de complejidad al tema, en términos de movilidad social, el color de piel también es determinante: los mexicanos de tono más oscuro experimentan menor movilidad ascendente y mayor movilidad descendente respecto de quienes tienen un tono de piel más claro.Otro factor que pesa en la balanza es el género: si una mujer nació en la base de la escalera social, tendrá menos probabilidades que un hombre de escapar de la pobreza. 75 de cada 100 mujeres que nacen en dicha posición no logran superar la condición de pobreza, mientras que, lo mismo sucede con 71 de cada 100 hombres que provienen de la misma condiciónEntre la población no económicamente activa en edad de trabajar, el 23 por ciento declara que quisiera participar en el mercado de trabajo, pero no puede hacerlo por factores fuera de su control.[caption id="attachment_235498" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]Se trata de personas excluidas del mercado de trabajo, indica el informe con cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2017. Entre ellas, casi 40 % están excluidas por razones que se asocian con la baja movilidad social y de ese porcentaje, 59 % son mujeres, quienes por tener que dedicarse a tareas del hogar o de cuidados no remunerados de niños, personas mayores o enfermas, o por habérseles negado el derecho a trabajar, no han podido incorporarse en el mercado laboral.Más de la mitad de las personas que dejan o renuncian a su empleo lo hacen por razones ligadas a factores de baja movilidad social y un 78 % de los casos está directamente asociado con razones de género.En la población femenina también se aplica la regla de “origen es destino”, pues el 52 % de las hijas de madres trabajadoras está inserta en el mercado laboral, en comparación con las mujeres que trabajan y son hijas de madres que no lo hicieron, que es del 35%.“Esta brecha en buena medida refleja la influencia de los roles de género y su transmisión entre generaciones”, explica el CEEY.El quehacer de los padres es relevante porque un hijo criado por una madre inserta en el mercado laboral tiene 63 por ciento más probabilidades de unirse con una esposa que replica dicha condición de inserción laboral.“El haber tenido una madre trabajadora promueve que el jefe o jefa del hogar distribuya de manera igualitaria los recursos para la educación entre sus hijos e hijas”, señala la investigación.[caption id="attachment_235504" align="aligncenter" width="620"]

Zona de Santa Fe, Ciudad de México

Zona de Santa Fe, Ciudad de México / CEEY[/caption]En el caso de México, por ejemplo, el que las mujeres se inserten o no en el mercado laboral se relaciona de manera directa con el nivel educativo de sus padres: mientras más educación hayan tenido ellos, más probabilidades hay de que ella tenga un empleo formal.El CEEY se sustenta en otros estudios afines al tema de género, en los que se documenta que el 30 por ciento de la disminución de la pobreza ocurrida en América Latina en los últimos años se puede atribuir, en parte, al crecimiento de la participación femenina en las actividades económicas.Sin embargo, el cómo se integra este sector de la población a la vida laboral también influye, pues la gran mayoría consigue su primer empleo por su propia cuenta, pero el 30 por ciento de los hombres y 25 por ciento de las mujeres recibe ayuda de algún conocido.Una vez insertas en el mercado de trabajo, las mujeres se ven condicionadas por la intermitencia laboral que ocasiona la maternidad. “Lo anterior hace que la movilidad social a lo largo del ciclo de vida se vea interrumpida, y que el trabajo remunerado no necesariamente sea la principal ocupación de las mujeres”, indica la investigación.Las mujeres también tienden a buscar más empleos por cuenta propia y es una condición que provoca la informalidad laboral.Además, la violencia en entornos públicos como la escuela, el trabajo o la calle, se concentra más entre las mujeres de los estratos más altos, debido a un efecto de exposición.[caption id="attachment_235501" align="aligncenter" width="620"]

CEEY[/caption]

¿Qué queda por hacer?

Existen varias opciones para promover la movilidad social, de acuerdo con el CEEY, entre ellas están la universalización y mejora de la calidad del aprendizaje y la pertinencia de la educación en todos los niveles.La organización urge a mejorar la política laboral que se relaciona con la baja productividad en el mercado de trabajo y propone uno más “estable y formalizado”. Por otro lado, definen como prioritario que el salario mínimo recupere su poder adquisitivo.En suma a estas políticas integrales, también incluyen en sus conclusiones que se implemente un Sistema Nacional de Salud universal y efectivo.“Sin movilidad social, no importa cuán grandes sean los esfuerzos de quienes nacen en situaciones de mayor desventaja, sus posibilidades de mejora serán limitadas”.

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