La oportunidad de tomar acción contra la crisis climática se le presentó a Miguel mediante un chat grupal de vecinos en Whatsapp. Él tiene 65 años y está jubilado pero, en sus palabras, “[eso] no significa que no me interesa lo que pueda pasar, sobre todo, porque tengo una hija y quiero que viva de la mejor manera, y no sólo por ella, sino por las nuevas generaciones”. “Limpiemos el río Lerma”, decía el cartel, difundido por estudiantes del campus Toluca del Tecnológico de Monterrey, que convocaba a las personas a reunir cascarones de huevo que se utilizarían para limpiar el río interior más largo de México, cuya cuenca se extiende 708 kilómetros y recorre desde el Valle de Toluca hasta el lago de Chapala, en Jalisco, pasando por Querétaro, Guanajuato y Michoacán.
La crisis climática se percibe como un problema inconmensurable, casi irreversible, ante el cual muy poco puede hacer un individuo. En ese panorama juntar cascarones de huevo como táctica para sanear uno de los ríos más contaminados por aguas negras –provenientes de los excusados– y grises –originadas en regaderas, lavadoras y lavamanos–, resulta llamativo, al mismo tiempo que cuestionable.
El acopio de los cascarones de huevo fue convocado por la asociación civil H2O Lerma, fundada por Elvia Arias. Ella ha pasado toda su vida en las cercanías del río y, por eso, ha sido testigo de la metamorfosis que sufrió. La corriente que Elvia, en su infancia, miraba clara y limpia, actualmente se tiñe de un color fosco debido a las aguas industriales y municipales que lleva. El mensaje que su asociación difundió entre los pobladores de Lerma fue “rehabilitar” y “salvar” el río. El uso de redes sociales digitales convirtió la campaña local en una regional; publicaciones en Facebook, cadenas de Whatsapp y videos en Instagram explican de forma somera que mediante el carbonato de calcio, el principal componente del cascarón (lo contiene en 94%), y los poros que hay en cada uno –entre siete mil y quince mil–, se puede llevar a cabo un proceso de filtración de algunos contaminantes del agua, como metales pesados y residuos orgánicos. Hasta ahora H2O Lerma tiene registro de aproximadamente mil quinientos centros de acopio en Michoacán, Jalisco, Guanajuato y Querétaro.
Más allá de esa explicación somera y de todo el entusiasmo que despierta la campaña para salvar uno de los ríos más importantes de México a cambio de cascarones limpios, secos y triturados, los donadores, como Miguel, no comprenden bien a bien cómo un desperdicio, que comúnmente se va a la basura después de preparar el desayuno, podría servir para una labor tan compleja. Su inquietud está justificada. A pesar de sus propiedades adsorbentes, el cascarón de huevo es incapaz de sanear el agua tan contaminada de la Cuenca del Alto Lerma, cuyos primeros quince kilómetros –que recorren el Estado de México– están biológicamente muertos y cuentan con cero por ciento de oxígeno debido a los contaminantes contenidos en los 425 millones de metros cúbicos de aguas negras domésticas e industriales que anualmente se vierten en el cauce, según el ambientalista Enrique Collado López.
Río Lerma, marzo 2013. Autor: Paco Sujet.
Entonces ¿sirve de algo juntar cascarones de huevo? No, arrojarlos al río no serviría de nada, pero sí tienen una función benéfica para los habitantes del municipio. Al vivir en una zona industrial conformada por cerca de 2,500 plantas industriales, deben filtrar el agua que llega a sus casas porque en los pozos de agua potable que abastecen a las colonias se filtra la podredumbre del Lerma que, sumada a los rellenos sanitarios y los drenajes provenientes de fábricas, casas y terrenos agrícolas, conforma la lista de contaminantes acuíferos, según explica Ivonne Linares, doctora en Ciencias Ambientales de la Universidad Autónoma del Estado de México.
“Estamos descargando tantas aguas residuales que se están infiltrando en el agua subterránea que llega a nuestras casas”, afirma, “lo que yo realmente veo como estrategia a corto plazo es la aplicación de filtros en los pozos para prevenir que estemos consumiendo agua contaminada debido a la infiltración de las aguas residuales”. Desde hace tres años, Ivonne Linares lidera, junto a la doctora en Ciencias del Agua Verónica Martínez, el programa de investigación “Mejoramiento de la calidad del agua de pozos con cascarón de huevo”, desarrollado por el Instituto Interamericano de Tecnología y Ciencias del Agua de la Universidad Autónoma del Estado de México. Ambas trabajan en un método para sanear el agua mediante filtros fabricados con cascarones de huevo molidos, óxido de calcio y óxido de magnesio. Ambas sustancias, según la explicación de la doctora Linares, “promueven reacciones de precipitación donde se forman sólidos insolubles de fosfatos de calcio y fosfatos de magnesio y amonio, y esto permite eliminarlos del agua; las reacciones ocurren a través del suelo, con el proceso de lluvia, y así se van infiltrado esos iones de calcio y magnesio”.
Después de que las investigadoras observaran sedimentos en cisternas, pozos, tazas de baño, piletas y tinacos y, al igual que Elvia Arias, conocieran el extenso historial de habitantes enfermos de cáncer, insuficiencia renal, hipertensión o diabetes, dedujeron la presencia de contaminantes en el agua que llegaba a las casas. No existen estudios oficiales que confirmen que la ola de enfermedades en los pobladores de Lerma es causada por el agua que ingieren, pero organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud, aseguran que una exposición excesiva a los metales pesados –por ejemplo, mercurio, cadmio, plomo, cromo y arsénico–, provenientes principalmente de la actividad industrial y agrícola, puede ocasionar un riesgo significativo. La lista de padecimientos es larga y peligrosa: cáncer e hipertensión arterial; lesiones cutáneas y renales; atrofia en el desarrollo del cerebro y el sistema nervioso; en mujeres embarazadas, puede causar aborto espontáneo, muerte fetal, parto prematuro y malformaciones del feto; además de enfermedades en el cerebro, el hígado, los riñones, los huesos, los dientes y la sangre.
Puente Viaducto Lerma. Autor: Ulises Mexicano.
Por eso, cuando Elvia supo del proyecto de los cascarones de huevo de la universidad de su estado, convocó a vecinos y negocios locales, como panaderías y fondas, para acopiarlos con el anhelo de que los filtros fabricados con ese material pudieran instalarse directamente en el río. Sin embargo, las investigadoras le informaron muy pronto que eso no es posible: no se pueden colocar los cascarones en las aguas del Lerma, sirven para hacer filtros. Aun así, de la mano del programa de investigación, comenzó su convocatoria.
Su asociación, H2O Lerma, no cuenta con ningún registro sobre los kilogramos de cascarón que hasta la fecha ha recolectado ni de las personas que han participado, porque cuando empezó ignoraba que eso era conveniente y tampoco cuenta con los medios para hacerlo: “Me llega mucha gente, de muchos lugares, cercanos a Lerma y lejanos, que no tienen un centro de acopio, pero han juntado cascarones con su familia, entonces no podría yo calcular cuánta gente hay detrás de esto”. Aun así, dice que en el último año, cuando la difusión de H2O Lerma creció, han juntado alrededor de veinte toneladas de cascarones. “Para que nos demos una idea de cuántas personas están participando, podemos hacer un cálculo: si un kilo de huevo nos da cien gramos de cascarón, ¡imagínate cuánta gente esta atrás! Si juntamos todas las toneladas, las que yo he podido tocar con mis manos y, aparte, las que hay en centros de acopio, que las están guardando para traerlas cuando las necesitemos, ya son miles y miles de personas las que están participando”.
Con lo recolectado han logrado colocar siete filtros en siete pozos acuíferos distintos que alimentan a cuatro colonias de Lerma: Villa Carmela, Lerma Centro, Cedros 4000, El Porvenir y los municipios aledaños Santiago Tianguistenco y Capulhuac. Aunque tampoco hay un registro específico del número de habitantes beneficiados por los filtros, la doctora Linares, basándose en el número de pobladores que hay por colonia, estima que alrededor de veinte mil familias reciben agua de mejor calidad.
Sin embargo, el alto grado de contaminantes en los ecosistemas de Lerma no es el único obstáculo al que se enfrentan las investigadoras, la activista y los pobladores. La elaboración de los filtros requiere de una inversión cuantiosa para comprar los materiales; por cada filtro, además de una tonelada de cascarón de huevo, se necesitan 2,225 kilogramos de óxido de calcio, cuyo precio por kilo ronda los cincuenta pesos, y mil de óxido de magnesio, que tiene un precio de cuarenta mil pesos por tonelada. También deben realizar muestreos de las condiciones del pozo para determinar la durabilidad de la barrera, ya que ésta dependerá del nivel de contaminación en el agua y del tipo de suelo –al respecto, el tiempo de vida de cada filtro es, aproximadamente, de cuarenta años–. Por si fuera poco, hay que cumplir los trámites administrativos de la cabecera municipal para intervenir de manera legal los pozos públicos.
Río Lerma 2010. Autor: Lion.
“No es factible la limpieza o el saneamiento del río Lerma únicamente con cascarón de huevo”, insiste la doctora Linares; por el contrario, hace hincapié en que “necesitamos estrategias de mitigación conjunta a largo plazo”. No basta con la participación comunitaria y académica, se requiere también la participación industrial y gubernamental: el primer sector tiene mayor incidencia en la contaminación; el segundo, debe involucrarse en prevenirla: “los límites permitidos por nuestras normas mexicanas son muy laxos. Necesitamos que esos límites se ajusten a contextos internacionales, que sean más exigentes con las empresas, con el agua municipal, para poder ver realmente un cambio en el río”, advierte.
“Una de las estrategias es tratar el cien por ciento del agua residual, tanto municipal como industrial. Mientras eso no suceda, no será posible que el río se recupere, porque hoy lo tratamos y mañana siguen descargando aguas residuales y sigue contaminándose”, insiste Linares. Sin embargo, Gerardo Cevallos, un investigador de la UNAM experto en conservación de la naturaleza, declaró al periódico Milenio en 2017 que, para devolver agua limpia al río, no se pueden usar las plantas tratadoras: es una estrategia inoperable debido a la contaminación. Para recuperar al Lerma, dice, se requiere un plan integral con un presupuesto superior a los 60 mil millones de pesos.
A falta de esa inversión, el trabajo de H2O Lerma y la investigación de Ivonne Linares y Verónica Martínez han mejorado el agua que consumen las personas que viven en la parte alta del río. Su tenacidad es loable. Sin embargo, el río Lerma sigue en peligro: la descarga diaria de contaminantes llevó a que la Comisión Nacional del Agua declarara que sus 708 kilómetros están contaminados. Toda su agua, en mayor o menor medida, está afectada por las descargas y los residuos. Para ello, no hay solución fácil.